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Tema: La sentencia de Galileo

  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    La sentencia de Galileo

    Creo que no se encontrará mejor resumen de toda la historia del llamado "caso Galileo" que en la propia sentencia del Santo Oficio de la Inquisición que a continuación transcribo.


    La sentencia de Galileo

    "...Por cuanto vos, Galileo, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, fue denunciado, en 1615, a este Santo Oficio, por sostener como verdadera una falsa doctrina enseñada por algunos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo y que la Tierra se mueve y posee también un movimiento diurno; así como por tener discípulos a quienes instruye en las mismas ideas; así como por mantener correspondencia sobre el mismo tema con algunos matemáticos alemanes; así como por publicar ciertas cartas sobre las manchas del Sol, en las que desarrolla la misma doctrina como verdadera; así como por responder a las objeciones que se suscitan continuamente por las Sagradas Escrituras, glosando dichas Escrituras según vuestra propia interpretación; y por cuanto fue presentada la copia de un escrito en forma de carta, redactada expresamente por vos para una persona que fue antes vuestro discípulo, y en la que, siguiendo la hipótesis de Copérnico, incluye varias proposiciones contrarias al verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras; por eso este Santo Tribunal, deseoso de prevenir el desorden y perjuicio que desde entonces proceden y aumentan en menoscabo de la santa fe, y atendiendo al deseo de Su Santidad y de los eminentísimos Cardenales de esta Suprema Universal Inquisición, califica las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y del movimiento de la Tierra, según los calificadores teológicos, como sigue:

    "1. La proposición de ser el Sol el centro del mundo e inmóvil es absurda, filosóficamente falsa y formalmente herética, porque es directamente contraria a las Sagradas Escrituras.

    "2. La proposición de no ser la Tierra el centro del mundo, ni inmóvil, si no que se mueve, y también con un movimiento diurno, es también absurda, filosóficamente falsa y, teológicamente considerada es al menos errónea en la fe.

    "Pero, estando decidida en esta ocasión a trataros con suavidad, la Sagrada Congregación, reunida ante Su Santidad el 25 de febrero de 1616, decretó que su eminencia el Cardenal Bellarmino os prescribiera abjurar del todo de la mencionada falsa doctrina; y que si rehusareis hacerlo, fueseis requerido por el comisario del Santo Oficio a renunciar a ella, a no enseñarla a otros ni a defenderla; y a falta de aquiescencia, que seais prisionero; y por eso, para cumplimentar este decreto al día siguiente, en el Palacio, en presencia de su eminencia el mencionado Cardenal Bellarmino, después de haberos sido ligeramente amonestado, fuisteis conminado por el comisario del Santo Oficio, ante notario y testigos, a renunciar del todo a la mencionada opinión falsa y, en el futuro, a no defenderla ni enseñarla de ninguna manera, ni verbalmente ni por escrito; y después de prometer obediencia a ello, fuisteis despachado.

    Y con el fin de que una doctrina tan perniciosa pueda ser extirpada del todo y no se insinúe por más tiempo con grave detrimento de la verdad católica, ha sido publicado un decreto procedente de la Santa Congregación del Índice, prohibiendo los libros que tratan de esta doctrina, declarándola falsa y del todo contraria a la Sagrada y Divina Escritura.

    Y por cuanto después ha aparecido un libro publicado en Florencia el último año, cuyo título demostraba ser de vos, a saber: El diálogo de Galileo Galilei sobre los dos sistemas principales del mundo: el ptolomeico y el copernicano; y por cuanto la Santa Congregación ha oído que a consecuencia de la impresión de dicho libro va ganando terreno diariamente la opinión falsa del movimiento de la Tierra y de la estabilidad del Sol, se ha examinado detenidamente el mencionado libro y se ha encontrado en él una violación manifiesta de la orden anteriormente dada a vos, toda vez que en este libro vos ha defendido aquella opinión que ante vuestra presencia había sido condenada; aunque en el mismo libro hacéis muchas circunlocuciones para inducir a la creencia de que ello queda indeciso y sólo como probable, lo cual es asimismo un error muy grave, toda vez que no puede ser en ningún modo probable una opinión que ya ha sido declarada y determinada como contraria a la Divina Escritura. Por eso, por nuestra orden, vos habéis sido citado en este Santo Oficio, donde, después de prestado juramento, habéis reconocido el mencionado libro como escrito y publicado por vos. También confesasteis haber comenzado a escribir dicho libro hace diez o doce años, después de haber sido dada la orden antes mencionada. También reconocisteis haber pedido licencia para publicarlo, sin aclarar a los que os concedieron este permiso que habíais recibido orden de no mantener, defender o enseñar dicha doctrina de ningún modo. También confesasteis que el lector podía juzgar los argumentos aducidos para la doctrina falsa, expresados de tal modo, que impulsaban con más eficacia a la convicción que a una refutación fácil, alegando como excusa que habíais caído en un error contra vuestra intención al escribir en forma dialogada y, por consecuencia, con la natural complacencia que cada uno siente por sus propias sutilezas y en mostrarse más habilidoso que la generalidad del género humano al inventar, aun en favor de falsas proposiciones, argumentos ingeniosos y plausibles.

    "Y después de haberse concedido tiempo prudencial para haceros vuestra defensa, mostrasteis un certificado con el carácter de letra de su eminencia el Cardenal Bellarmino, conseguido, según dijisteis, por vos mismo, con el fin de que pudieseis defenderos contra las calumnias de vuestros enemigos, quienes propalaban que habíais abjurado de vuestras opiniones y habíais sido castigado por el Santo Oficio; en cuyo certificado se declara que no habíais abjurado ni habías sido castigado, sino únicamente que la declaración hecha por Su Santidad, y promulgada por la Santa Congregación del Índice, os había sido comunicada, y en la que se declara que la opinión del movimiento de la Tierra y de la estabilidad del Sol es contraria a las Sagradas Escrituras, y que por eso no puede ser sostenida ni defendida. Por lo que al no haberse hecho allí mención de dos artículos de la orden, a saber: la orden de 'no enseñar' y 'de ningún modo', argüisteis que Nos debíamos creer que en el lapso de catorce o quince años se habían borrado de vuestra memoria, y que ésta fue también la razón por la que vos guardasteis silencio respecto a la orden, cuando buscasteis el permiso para publicar vuestro libro, y que esto es dicho por vos, no para excusar vuestro error, sino para que pueda ser atribuido a ambición de vanagloria más que a malicia. Pero este mismo certificado, escrito a vuestro favor, ha agravado considerablemente vuestra ofensa, toda vez que en él se declara que la mencionada opinión es opuesta a las Sagradas Escrituras, y, sin embargo, os habéis atrevido a tratar de ella y a argüir que es probable. Tampoco hay ninguna atenuación en la licencia arrancada por vos, insidiosa y astutamente, toda vez que no pusisteis de manifiesto el mandato que se os había impuesto. Pero Nos, considerando que no habéis revelado toda la verdad respecto a vuestra intención, juzgamos necesario proceder a un examen riguroso, en el que deberíais contestar como buen católico.

    "Por eso, habiendo visto y considerado seriamente las circunstancias de vuestro caso con vuestras confesiones y excusas, y todo lo demás que debía ser visto y considerado, Nos hemos llegado a la sentencia contra vos, que se escribe a continuación :

    "Invocando el Sagrado Nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de Su Gloriosa Virgen Madre María, pronunciamos ésta nuestra final sentencia, la que,
    reunidos en Consejo y Tribunal con los reverendos maestros de la Sagrada Teología y doctores de ambos derechos, nuestros asesores, extendemos en este escrito relativo a los asuntos y controversias entre el magnífico Cario Sincereo, doctor en ambos derechos, fiscal procurador del Santo Oficio, por un lado, y vos, Galileo Galilei, acusado, juzgado y convicto, por el otro lado, pronunciamos, juzgamos y declaramos que vos, Galileo, a causa de los hechos que han sido detallados en el curso de este escrito, y que antes habéis confesado, os habéis hecho a vos mismo vehementemente sospechoso de herejía a este Santo Oficio, al haber creído y mantenido la doctrina (que es falsa y contraria a las Sagradas y Divinas Escrituras) de que el Sol es el centro del mundo, y de que no se mueve de este a oeste, y de que la Tierra se mueve y no es el centro del Mundo; también de que una opinión puede ser sostenida y defendida como probable después de haber sido declarada y decretada como contraria a la Sagrada Escritura, y que, por consiguiente, habéis incurrido en todas las censuras y penalidades contenidas y promulgadas en los sagrados cánones y en otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de esta clase. Visto lo cual, es nuestro deseo que seáis absuelto, siempre que con un corazón sincero y verdadera fe, en nuestra presencia abjuréis, maldigáis y detestéis los mencionados errores y herejías, y cualquier otro error y herejía contrarios a la Iglesia Católica y Apostólica de Roma, en la forma que ahora se os dirá.

    Pero para que vuestro lastimoso y pernicioso error y trasgresión no queden del todo sin castigo, y para que vos seáis más prudente en lo futuro y vos sirváis de ejemplo para que los demás se abstengan de delitos de este género, Nos decretamos que el libro Diálogos de Galileo Galilei sea prohibido por un edicto público, y os condenamos a prisión formal de este Santo Oficio por un periodo determinable a nuestra voluntad, y por vía de saludable penitencia, os ordenamos que durante los tres próximos años recitéis, una vez a la semana, los siete salmos penitenciales, reservándonos el poder de moderar, conmutar o suprimir, la totalidad o parte del mencionado castigo o penitencia.

    La fórmula de abjuración:

    "Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante ustedes, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la república universal cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los sagrados Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro todos los artículos que la Sagrada Iglesia Católica y Apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro inmovible, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía; esto es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y, en general, todo otro error y sectarismo contrario a la Santa Iglesia; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme. Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de sus sagrados evangelios, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he abjurado, prometido y me he
    ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra.

    "En Roma, en el convento de Minerva, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes con mi propia mano".
    Pious y raotespi dieron el Víctor.

  2. #2
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    Re: La sentencia de Galileo

    I puore si muove Y esto no lo dijo Galileo, lo digo yo aquí y ahora, al igual que toda la Ciencia desde hace ya cinco Siglos y hasta la propia Iglesia desde Gregorio XIII, con demostraciones continuas de cual es la realidad. Esto ya no es más que una anécdota histórica.

    Y, a continuación convendría recordar que la presunta herejía no atenta contra lo estipulado en las Escrituras por ninguna parte y que el juicio fue llevado a cabo por eminentes doctores que en Cosmología eran analfabetos. Y con esto se termina esta ofensiva personal que lleva usted a cabo intentando convertir este foro en uno con fundamentos paganos, ya le especifiqué claramente que todas las hipótesis geocéntricas son paganas elaboradas por paganos que carecían de otros medios que sus propios sentidos.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  3. #3
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    Re: La sentencia de Galileo

    Pero qué obsesión con que la Tierra tenga que ser el centro del universo y que todo hubiere de dar vueltas en torno a ella, incluído el sol y los demás planetas. Una tierra, además, que dentro de unos pocos años, y según algunas teorías económicas modernas, va a estar habitada por un atajo de vagos que consumen y consumen porquerías sin ganárse el derecho a ello con el sudor de su frente. ¡Qué Dios nos asista!!.

    Dejemos a la Tierra seguir dando vueltas en torno al Sol, como así, desde la creación, Dios ha querido que fuera. Pongamonos a trabajar sin demora sobre ella, para regarla con nuestro sudor y obtener los frutos con que tan dignamente nos alimenta. Y dejemos ya de escribir tantísimas bobadas geocéntricas, que algunos vamos a terminar huyendo espantados de tanto narcisimo...

    ¡¡Qué obsesión con querer ser el centro!!
    Última edición por jasarhez; 22/12/2012 a las 13:12

  4. #4
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    Re: La sentencia de Galileo

    Valmadian y jasarhez ¡Por el Amor de Dios, no saquemos las cosas de quicio! La razón de este hilo específico era sólo la de reproducir un documento histórico de la Iglesia Católico porque me parecía que resumía bien la historia del caso Galileo, nada más. En este hilo yo no he hablado ni de geocentrismo, ni de heliocentrismo, ni nada de eso. Eso lo estoy desarrollando en otros hilos, pero no en éste (que no es su función). Por mi parte, una vez cumplida la función de este hilo (la reproducción del documento para su difusión pública), no tengo incoveniente en que se cierre para que no se admitan más mensajes.

    Y esto no lo dijo Galileo, lo digo yo aquí y ahora, al igual que toda la Ciencia desde hace ya cinco Siglos y hasta la propia Iglesia desde Gregorio XIII, con demostraciones continuas de cual es la realidad. Esto ya no es más que una anécdota histórica.
    Sobre el tema específico de la Reforma del Calendario realizada por el Papa Gregorio XIII, ya abrí un hilo específico. Me remito a allí.

    Y, a continuación convendría recordar que la presunta herejía no atenta contra lo estipulado en las Escrituras por ninguna parte y que el juicio fue llevado a cabo por eminentes doctores que en Cosmología eran analfabetos. Y con esto se termina esta ofensiva personal que lleva usted a cabo intentando convertir este foro en uno con fundamentos paganos, ya le especifiqué claramente que todas las hipótesis geocéntricas son paganas elaboradas por paganos que carecían de otros medios que sus propios sentidos.
    Tan pagano fue en su origen la hipótesis geocentrista como la heliocentrista. No creo estar cometiendo, por tanto, ninguna infracción en ese sentido. Con el paso de la historia el Establishmente científico fue reemplazando el planteamiento estrictamente heliocentrista (es decir, el Sol no se mueve en absoluto y está en el centro del Universo) por el actual modelo acentrista relativista (es decir, no hay centro en el Universo ni se puede detectar el movimiento absoluto o todo está en movimiento y sólo podemos conocer movimientos relativos de unos cuerpos con otros). Para todo esto, me remito al hilo específico correspondiente que ya abrí en su momento.

    Por mi parte, como digo, no voy a poner más mensajes en este hilo (su función ya está cumplida: todo forero que lo desee puede ver en este hilo de aquí en adelante este famoso documento de la Santa Iglesia Católica).
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  5. #5
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    Re: La sentencia de Galileo

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Valmadian y jasarhez ¡Por el Amor de Dios, no saquemos las cosas de quicio! La razón de este hilo específico era sólo la de reproducir un documento histórico de la Iglesia Católico porque me parecía que resumía bien la historia del caso Galileo, nada más. En este hilo yo no he hablado ni de geocentrismo, ni de heliocentrismo, ni nada de eso. Eso lo estoy desarrollando en otros hilos, pero no en éste (que no es su función). Por mi parte, una vez cumplida la función de este hilo (la reproducción del documento para su difusión pública), no tengo incoveniente en que se cierre para que no se admitan más mensajes.



    Sobre el tema específico de la Reforma del Calendario realizada por el Papa Gregorio XIII, ya abrí un hilo específico. Me remito a allí.



    Tan pagano fue en su origen la hipótesis geocentrista como la heliocentrista. No creo estar cometiendo, por tanto, ninguna infracción en ese sentido. Con el paso de la historia el Establishmente científico fue reemplazando el planteamiento estrictamente heliocentrista (es decir, el Sol no se mueve en absoluto y está en el centro del Universo) por el actual modelo acentrista relativista (es decir, no hay centro en el Universo ni se puede detectar el movimiento absoluto o todo está en movimiento y sólo podemos conocer movimientos relativos de unos cuerpos con otros). Para todo esto, me remito al hilo específico correspondiente que ya abrí en su momento.

    Por mi parte, como digo, no voy a poner más mensajes en este hilo (su función ya está cumplida: todo forero que lo desee puede ver en este hilo de aquí en adelante este famoso documento de la Santa Iglesia Católica).
    AVISO DE MODERACIÓN: El cierre de un hilo no es algo que le corresponda a usted y queda a la discreción de la Administración o de la moderación y este hilo no va a ser cerrado.

    Y ahora le explico por qué no se cierra. En efecto, es un documento histórico, perteneciente a una época de la Iglesia -como Institución-, que mantenía unas determinadas directrices y en medio de un gran confusionismo. Para hablar con precisión, hay que especificar que no es válido hablar de Iglesia para identificar ésta con jerarquía. Ciertamente la jerarquía es la sucesora de los apóstoles, pero la Iglesia viva es la de Cristo formada por todas sus ovejas. Y la Historia nos demuestra que lo de "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César" , no fue especialmente atendido a partir de Constantino "El Grande", haciendo lo que nunca se debió hacer, que es convertir un mandato de Redención y Salvación, en un foco de intrigas e intereses políticos. ¿Hay alguien que crea que Cristo hubiese autorizado una inquisición? Más aún, Él mismo fue enviado a la Cruz por una inquisición de la época, inquisición judía que se llamaba Sanedrin. Parece que de esto se han olvidado muchos.

    En la Inquisición, perdón, sigo hablando con propiedad, en Las Inquisiciones, desde la institución de la Inquisición episcopal en 1215, hasta que Gregorio IX crea la Inquisición papal en 1231, y que se fueron extendiendo primero a Francia y de modo inmediato, donde la herejía se empezó a castigar con la pena de muerte. Ciertamente, en 1215 nació la Orden de los Dominicos, (Ordo Fratrum Predicatorum O.P.) fundada por S. Domingo de Guzmán con la misión específica de combatir la herejía albigense. Y sus métodos para "convertir" poco tuvieron de caritativos y de amor al prójimo. Mientras, y casi simultáneamente, S. Francisco de Asís se proponía llevar a cabo una evangelización basada en el primitivo espíritu cristiano, que finaliza con la fundación de la Orden Franciscana o Minoritas (Ordo Fratrum Minorum, O.F.M), con una misión y un espíritu muy diferente. También de la época son la Cisterciense, la Cartuja, la de Hirsau, la de las Clarisas, o la Orden de los Eremitas Agustinos (Ordo Fratrum Eremitarum Augustini, O.E.A.) Todas, menos la dominica, fueron instituidas para el rezo, la piedad, la evangelización, pero no para ser inquisidores. Y es que los dominicos dieron muchos problemas, algo similar a los jesuitas.

    Por supuesto, entre los inquisidores hubo gentes de juicio templado, pero otros no. Una de las muchas acusaciones lanzadas contra España y su leyenda negra han salido de este entramado. Extendido por casi toda Europa, actuando muchas veces en procesos de dudosa legitimidad moral, e incapaz de limpiar la propia casa y detener la herejía de la Reforma, al final los "paganos" fuimos los españoles y, personalmente creo que en buena medida debida a Tomás de Torquemada, Inquisidor General de Castilla y Aragón. Creador de cuatro tribunales subalternos en Sevilla, Jaén, Córdoba y Toledo. Y para unificar la acción de los dominicos en toda España redactó el correspondiente Código promulgado en Sevilla en 1484. Vamos, con más poder que el Papa y que los propios Reyes. Dominico y judío converso.

    Mientras tanto, dos siglos antes, Tomás de Aquino fue capaz de combatir la herejía con mucha mayor eficacia a través de sus Summa contra gentiles y Summa Theologica, sin necesidad de ejecutar a nadie. Buscó convencer conciliando lo natural con lo sobrenatural, la razón con la fe, al tiempo que las complementaba con un criterio de subordinación. A la extraordinaria visión de Santo Tomás, los franciscanos opusieron a Alejandro de Hales con su "Summa universae theologiae"; a Duns Scoto con su "Opus Oxoniense" y a S. Buenaventura con su voluntarismo. Mientras otros, en lugar de discutir sobre temas de Filosofía y Teología, aplicaban la hoguera. Sería interesante conocer el número de herejías que debieron darse en las universidades de entonces, pero que no salieron de sus muros.

    El caso Galileo fue un asunto político disfrazado de religiosidad, tal como queda de manifiesto en las actitudes de los personajes y las circunstancias que rodearon el caso. De hecho, la teoría heliocéntrica que también estaba equivocada en algunos de sus principios y que, en efecto, también fue formulada por paganos, y llevaba mucho tiempo en vigor desde que Copérnico se dió cuenta de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Él era consciente de que la versión oficial, la aceptada por el establisment jerárquico era del modelo ptolemaico. En 1510 empieza a extender sus observaciones; en 1543 ( 33 años más tarde) se publica en forma de libro De revolutionibus orbium coelestium que ya George Joachim von Lauchem, conocido como Rheticus, se había encargado de ir difundiendo. Galileo se adhirió a las tesis copernicanas y publicó en 1632, es decir, ¡89 años más tarde! lo que era de dominio público, bajo el título de Discursos y Demostraciones Matemáticas de Dos Nuevas Ciencias.

    Preguntas: ¿por qué no se juzgó a Copérnico? ¿Por qué no se condenaron en su momento las conclusiones de las observaciones copernicanas?

    Sólo Dios es infalible, y aquel Tribunal que juzgó a Galileo lo hizo movido por otros intereses ¡ y erraba!. Causa hasta risa la mención en la sentencia de las manchas solares, porque si la comprobación a simple vista de que la Tierra gira sobre si misma es una evidencia hasta para un niño, para comprobar la aparición de las manchas en la superficie del Sol, su evolución a lo largo de los días, el movimiento de su rotación a través de éstas y la desaparición de las mismas, se puede hacer personalmente de dos modos: o por proyección sobre una hoja de papel a través de un prismático, o poniendo a éstos en sus objetivos un filtro Mylar bien sujeto. Aconsejo tomar los prismáticos que se tengan en casa, acercarse a una buena óptica y pedir un polímero solar, muy buena marca alemana es el "Solar Safety Film", que filtra el 99'99 % de la radiación y que es parecido al papel de aluminio, recortar lo que se necesite para cubrir bien cada uno de los dos objetivos, y antes de colocar comprobar que ambos recortes no tengan ni un sólo poro (para ello sujetarlos con los dedos y tapar el Sol, todo ello con extremo cuidado). Una vez instalados (estirados) sobre los objetivos, se puede mirar el Sol directamente. ¡Espectacular! y allí nos encontraremos con las manchas. Aconsejo no estar observando más allá de unos 20 segundos seguidos. Se nota en los ojos una especie de presión que desaparece al cabo de unos minutos cuando se deja de observar. Así pues, descanso y vuelta a otros 15 ó 20 segundos.

    ¿Se comprende ahora porqué he llamado, y me reafirmo en ello, analfabetos en Cosmología, y en Astrofísica, a aquéllos eminentes doctores en otras disciplinas? ¿Cuál es el Mandato y Misión específicas de la Iglesia? ¿hace falta dar la respuesta o no es necesario? entoinces ¿qué es eso de que fueran "partidarios" de esta o aquella explicación científica y no ajustada a las Escrituras?

    Sinceramente, Martin Ant, creo que a usted Galileo le importa un pimiento, a usted lo único que le interesa es sostener una versión de la realidad absolutamente obsoleta a causa de los avances en la tecnología, la cual usted no duda en condenar y al tiempo emplear sin el más mínimo empacho, por alguna pertinaz causa. Pero no se puede ir contra la evidencia y lo que hay que hacer es volver el calcetín del revés, así si un hereje o un anti-Dios descubre algo, hay que cambiar las tornas y ese algo se debe a la omnipotencia divina, incluyendo el método empírico.

    Y lo que si conviene es que deje usted de abrir hilos y más hilos sobre el mismo tema. Eso si que es causa de juntarlos, cierre, edición y hasta borrado de los mismos.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  6. #6
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    Re: La sentencia de Galileo

    AVISO DE MODERACIÓN: El cierre de un hilo no es algo que le corresponda a usted y queda a la discreción de la Administración o de la moderación y este hilo no va a ser cerrado.
    ¡Pues claro que el cierre o no de un hilo sólo corresponde a la Administración y no a mí! ¡Faltaría más! Estaríamos buenos si yo me arrogara semejante pretensión. Lo que yo indicaba era solamente que yo no tendría inconveniente en que se cerrara, pero siempre que lo desee la Administración, no yo.

    El caso Galileo fue un asunto político disfrazado de religiosidad, tal como queda de manifiesto en las actitudes de los personajes y las circunstancias que rodearon el caso. De hecho, la teoría heliocéntrica que también estaba equivocada en algunos de sus principios y que, en efecto, también fue formulada por paganos, y llevaba mucho tiempo en vigor desde que Copérnico se dió cuenta de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Él era consciente de que la versión oficial, la aceptada por el establisment jerárquico era del modelo ptolemaico. En 1510 empieza a extender sus observaciones; en 1543 ( 33 años más tarde) se publica en forma de libro De revolutionibus orbium coelestium que ya George Joachim von Lauchem, conocido como Rheticus, se había encargado de ir difundiendo. Galileo se adhirió a las tesis copernicanas y publicó en 1632, es decir, ¡89 años más tarde! lo que era de dominio público, bajo el título de Discursos y Demostraciones Matemáticas de Dos Nuevas Ciencias.
    La Iglesia Católica no sigue, ni ha seguido nunca, de manera oficial, ninguno modelo astronómico concreto sino que siempre ha dejado libertad para que se formulara por la comunidad científica distintas hipótesis al respecto. Otra cosa distinta es que, efectivamente, a nivel particular cada uno siguiera la hipótesis que mejor le pareciera (por ejemplo, en la época del caso Galileo la hipótesis más seguida a nivel particular, sobre todo por los astrónomos de la Compañía de Jesús, no era la ptolemaica, sino la ticónica).

    Preguntas: ¿por qué no se juzgó a Copérnico? ¿Por qué no se condenaron en su momento las conclusiones de las observaciones copernicanas?
    Porque siempre se formularon de manera hipotética, no categórica o tética. La cuestión principal no era que uno sostuviera en hipótesis tal o cual modelo, en lo cual el Magisterio de la Iglesia no tenía ni pretendía tener ninguna competencia. El problema era cuando venía alguien que quería interpretar personalmente las Sagradas Escrituras, en lo cual sí que tenía entonces que intervenir el Magisterio (que es el único y verdadero competente para la auténtica interpretación de las Sagradas Escrituras). Esto no es una opinión mía, sino que lo explica brillantemete el Santo Cardenal Belarmino en su famosísima carta al fraile carmelita Foscarini.

    Esta posición sigue siendo la posición oficial de la Iglesia Católica actualmente. Es decir, deja libertad para que las personas pueden sostener de manera hipotética tal o cual modelo explicativo. Por ese motivo, yo no estoy llamando ni pretendo llamar hereje ni a usted ni a nadie, porque la Iglesia Católica deja libertad para sostener un modelo u otro (pues la Iglesia Católica no tiene ninguna competencia para sostener más un modelo que otro).

    Sólo Dios es infalible, y aquel Tribunal que juzgó a Galileo lo hizo movido por otros intereses ¡ y erraba!. Causa hasta risa la mención en la sentencia de las manchas solares, porque si la comprobación a simple vista de que la Tierra gira sobre si misma es una evidencia hasta para un niño, para comprobar la aparición de las manchas en la superficie del Sol, su evolución a lo largo de los días, el movimiento de su rotación a través de éstas y la desaparición de las mismas, se puede hacer personalmente de dos modos: o por proyección sobre una hoja de papel a través de un prismático, o poniendo a éstos en sus objetivos un filtro Mylar bien sujeto. Aconsejo tomar los prismáticos que se tengan en casa, acercarse a una buena óptica y pedir un polímero solar, muy buena marca alemana es el "Solar Safety Film", que filtra el 99'99 % de la radiación y que es parecido al papel de aluminio, recortar lo que se necesite para cubrir bien cada uno de los dos objetivos, y antes de colocar comprobar que ambos recortes no tengan ni un sólo poro (para ello sujetarlos con los dedos y tapar el Sol, todo ello con extremo cuidado). Una vez instalados (estirados) sobre los objetivos, se puede mirar el Sol directamente. ¡Espectacular! y allí nos encontraremos con las manchas. Aconsejo no estar observando más allá de unos 20 segundos seguidos. Se nota en los ojos una especie de presión que desaparece al cabo de unos minutos cuando se deja de observar. Así pues, descanso y vuelta a otros 15 ó 20 segundos.

    ¿Se comprende ahora porqué he llamado, y me reafirmo en ello, analfabetos en Cosmología, y en Astrofísica, a aquéllos eminentes doctores en otras disciplinas? ¿Cuál es el Mandato y Misión específicas de la Iglesia? ¿hace falta dar la respuesta o no es necesario? entoinces ¿qué es eso de que fueran "partidarios" de esta o aquella explicación científica y no ajustada a las Escrituras?
    No, Valmadian. Lo que dice la sentencia del Tribunal es que Galileo escribió su opinión en un libro que trataba de las manchas solares. La sentencia va en contra de la opinión dicha en ese libro, no en contra de las manchas solares (que era algo, obviamente, aceptado por todo el mundo cuando se vieron gracias al telescopio).

    Sinceramente, Martin Ant, creo que a usted Galileo le importa un pimiento, a usted lo único que le interesa es sostener una versión de la realidad absolutamente obsoleta a causa de los avances en la tecnología, la cual usted no duda en condenar y al tiempo emplear sin el más mínimo empacho, por alguna pertinaz causa. Pero no se puede ir contra la evidencia y lo que hay que hacer es volver el calcetín del revés, así si un hereje o un anti-Dios descubre algo, hay que cambiar las tornas y ese algo se debe a la omnipotencia divina, incluyendo el método empírico.
    Si un hereje o un anti-Dios descubre algo nuevo empíricamente, siguiendo el método científico (que es el que teorizó Aristóteles mucho antes que Francis Bacon, no lo olvidemos), por supuesto no tengo ningún inconveniente en aceptarlo, como es lógico. Todos los descubrimientos empíricos que se iban haciendo en tiempo de Galileo era inmediatamente aceptados sin ningún problema de ningún tipo viniera del campo protestante o del católico (fases de Venus, manchas solares, rotación del Sol, etc...).

    Y lo que si conviene es que deje usted de abrir hilos y más hilos sobre el mismo tema. Eso si que es causa de juntarlos, cierre, edición y hasta borrado de los mismos.
    No. Lo que estoy haciendo es abrir hilos distintos para diferentes temas. Es una de las reglas que usted me señaló para el debate, es decir, en lugar de hacer un totum revolutum dentro de un mismo hilo, se van fijando temas específicos en hilos distintos que toquen aspectos concretos, para así poder debatirse mejor.
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  7. #7
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    Re: La sentencia de Galileo

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje



    La Iglesia Católica no sigue, ni ha seguido nunca, de manera oficial, ninguno modelo astronómico concreto sino que siempre ha dejado libertad para que se formulara por la comunidad científica distintas hipótesis al respecto. Otra cosa distinta es que, efectivamente, a nivel particular cada uno siguiera la hipótesis que mejor le pareciera (por ejemplo, en la época del caso Galileo la hipótesis más seguida a nivel particular, sobre todo por los astrónomos de la Compañía de Jesús, no era la ptolemaica, sino la ticónica).

    Si así hubiera sido, jamás hubiesen juzgado a Galileo. Observo una cierta contradicción en lo que dice.



    Porque siempre se formularon de manera hipotética, no categórica o tética. La cuestión principal no era que uno sostuviera en hipótesis tal o cual modelo, en lo cual el Magisterio de la Iglesia no tenía ni pretendía tener ninguna competencia. El problema era cuando venía alguien que quería interpretar personalmente las Sagradas Escrituras, en lo cual sí que tenía entonces que intervenir el Magisterio (que es el único y verdadero competente para la auténtica interpretación de las Sagradas Escrituras). Esto no es una opinión mía, sino que lo explica brillantemete el Santo Cardenal Belarmino en su famosísima carta al fraile carmelita Foscarini.

    Copérnico pudo haber sido acusado por las mismas causas, por tanto, s¡gue sin responderse a la pregunta de ¿por qué no a él?, y sigo afirmándome en que había otras motivaciones. El seguimiento de la causa así lo hace ver con bastante claridad.

    Esta posición sigue siendo la posición oficial de la Iglesia Católica actualmente. Es decir, deja libertad para que las personas pueden sostener de manera hipotética tal o cual modelo explicativo. Por ese motivo, yo no estoy llamando ni pretendo llamar hereje ni a usted ni a nadie, porque la Iglesia Católica deja libertad para sostener un modelo u otro (pues la Iglesia Católica no tiene ninguna competencia para sostener más un modelo que otro).

    Pues hombre, faltaría más que estuviese usted lanzando anatemas, es decir, que ha resultado evidente hasta ahora que no ha sido así. Respecto a la otra parte, si, en particular desde la Comisión Bíblica de 1909, aunque su misión está más referida a la Creación especial del hombre y a la evolución, ¡ojo! no al darwinismo. En cuanto a la elección entre geocentrismo y heliocentrismo, no hay posicionamiento oficial, como en tantas otras cuestiones, pero resulta más que evidente que el heliocentrismo es el modelo más admitido, sino fuese así no tendría sentido alguno la existencia del moderno Observatorio Vaticano en Monte Graham (Arizona) y su permanente colaboración con la NASA a través del Instituto Goddard.



    No, Valmadian. Lo que dice la sentencia del Tribunal es que Galileo escribió su opinión en un libro que trataba de las manchas solares. La sentencia va en contra de la opinión dicha en ese libro, no en contra de las manchas solares (que era algo, obviamente, aceptado por todo el mundo cuando se vieron gracias al telescopio).

    Dicha acusación es evidente que se refiere a que se negaban a admitir que en el Sol pudiera haber manchas. El principal problema de Galileo, a diferencia del que nunca padeció Copérnico, es que dispuso de un telescopio aunque fuese muy pequeño, elemental y lleno de aberraciones ópticas, pero fue suficiente para comprobar la existencia de los accidentes superficiales lunares, la existencia de las cuatro lunas galileanas, llamadas así en su honor, la posibilidad de observar la superficie del Sol, las fases de Venus, el fondo estelar de la Vía Láctea, incluso llegó a ver Saturno, sin que pudiera distinguir los anillos, algo que le parecieron como unas orejas. Y todo esto, lo mostró físicamente, hizo partícipes personalmente a sus acusadores de sus observaciones, aunque algunos se negaron a mirar a través del telescopio (¿por qué sería?) y éstos se dieron cuenta en el acto de que aquello era un golpe definitivo a la postura oficial del establisment eclesiástico, esa y no otra fue la razón por la cual al primero no lo juzgaron y si a Galileo. El argumento de que a Copérnico no se le juzgó por haber fallecido en el mismo año en el que se publicó Sobre las revoluciones sobre las esferas celestes, no tiene sentido por cuanto sus observaciones llevaban 33 años difundiéndose. Se afirmó cuando fue publicado que era "el libro que nadie ha leído", lo que era evidente, una razón de perogrullo pues acababa de ser publicado, y en aquella época ni había las imprentas de hoy, ni los servicios publicitarios y de distribución. El libro no lo habrían leído, pero conocían sus contenidos. Y a Galileo le obligaron a renunciar a sus descubrimientos, lo que fue un monumental absurdo por cuanto en lugar de aceptar las evidencias y aprovecharlas para interpretarlas teológicamente como apoyo a la grandeza de Dios, lo único que lograron fue justo lo contrario, demostrando así una inmensa ceguera. Hay que ver el daño que le ha provocado a la Iglesia semejante causa y semejante sentencia, ha sido carnaza para los lobos.



    Si un hereje o un anti-Dios descubre algo nuevo empíricamente, siguiendo el método científico (que es el que teorizó Aristóteles mucho antes que Francis Bacon, no lo olvidemos), por supuesto no tengo ningún inconveniente en aceptarlo, como es lógico. Todos los descubrimientos empíricos que se iban haciendo en tiempo de Galileo era inmediatamente aceptados sin ningún problema de ningún tipo viniera del campo protestante o del católico (fases de Venus, manchas solares, rotación del Sol, etc...).

    Ya se ve, rotundamente si, vamos. ¿Sobre qué obligaron a Galileo a retractarse públicamente, acaso a negar que los burros volaban? Acaba usted de incurrir en una evidente y manifiesta incoherencia.




    No. Lo que estoy haciendo es abrir hilos distintos para diferentes temas. Es una de las reglas que usted me señaló para el debate, es decir, en lugar de hacer un totum revolutum dentro de un mismo hilo, se van fijando temas específicos en hilos distintos que toquen aspectos concretos, para así poder debatirse mejor.

    Si, ya veremos.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  8. #8
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    Re: La sentencia de Galileo

    Si así hubiera sido, jamás hubiesen juzgado a Galileo. Observo una cierta contradicción en lo que dice.

    Copérnico pudo haber sido acusado por las mismas causas, por tanto, s¡gue sin responderse a la pregunta de ¿por qué no a él?, y sigo afirmándome en que había otras motivaciones. El seguimiento de la causa así lo hace ver con bastante claridad.

    Le cito de Mariano Artigas.

    Mariano Artigas. “Ciencia, razón y fe” (pag. 34)

    Galileo creía haber demostrado la verdad del sistema copernicano, lo cual no era cierto, y sus jueces decían que el heliocentrismo estaba en contra de la Biblia, lo cual nunca ha sido verdad. En cambio, Galileo acertaba teológicamente al afirmar que el heliocentrismo era compatible con la Biblia, y sus jueces consideraban con razón que las pruebas científicas del heliocentrismo no eran concluyentes.

    (…)

    Precisamente, el cardenal Belarmino le sugería [a Galileo] que indicase que el sistema heliocéntrico era solamente un hipótesis útil para los cálculos matemáticos. Si Galileo hubiera aceptado este planteamiento, nunca se hubiera dado el proceso ni la condena. Pero Galileo creía que los enunciados científicos se podían establecer con certeza indudable mediante la verificación experimental, esto es, al comprobar que de ellos se deducen consecuencias que están de acuerdo con los experimentos. Paradójicamente, la moderna filosofía de la ciencia sostiene que esto no es verdad. De acuerdo con la lógica, un enunciado universal (que se refiere a todos los casos posibles del tema que afirma) no queda establecido porque se comprueben algunas de sus consecuencias, puesto que esas consecuencias pueden derivarse también a partir de premisas diferentes. Así, una teoría nunca quedará establecida con certeza de modo definitivo. En cambio, basta que una sola de sus consecuencias sea falsa para poder afirmar que la teoría es falsa, al menos en alguno de sus supuestos. Esta peculiaridad lógica era ya bien conocida en la época medieval, y existía una larga tradición según la cual las hipótesis astronómicas eran simplemente eso, hipótesis que permitían “salvar los fenómenos” observables con más o menos acierto, sin que un mayor acierto permitiera calificarlas como verdades ciertas. En nuestra época, Karl Popper ha insistido con fuerza en el tema, consiguiendo el asentimiento prácticamente unánime de los filósofos sobre esta cuestión.


    En cuanto a la elección entre geocentrismo y heliocentrismo, no hay posicionamiento oficial,
    Pues eso.

    Dicha acusación es evidente que se refiere a que se negaban a admitir que en el Sol pudiera haber manchas
    Que no, Valmadian. La sentencia dice: "fue denunciado (...) por sostener como verdadera una falsa doctrina enseñada por algunos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo (...);así como por publicar ciertas cartas sobre las manchas del Sol, en las que desarrolla la misma doctrina como verdadera".

    Cuando la sentencia dice "la misma doctrina" se esta refiriendo a la doctrina del Sol inmóvil en el centro del mundo y no a las manchas solares. Es como si yo publicara unas cartas destinadas principalmente a defender el dogma de la Inmaculada Concepción de María (ningún problema) pero circunstancialmente deslizo en esas mismas cartas una frase en la que niego el dogma de la Virginidad Perpetua (ahí estaría el problema).

    Ya se ve, rotundamente si, vamos. ¿Sobre qué obligaron a Galileo a retractarse públicamente, acaso a negar que los burros volaban? Acaba usted de incurrir en una evidente y manifiesta incoherencia.
    Ver más arriba lo que dice Mariano Artigas sobre el método científico y su aplicación concreta al caso Galileo.
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  9. #9
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    Re: La sentencia de Galileo

    sábado, 10 de diciembre de 2016

    ¿CÓMO MURIÓ GALILEO?






    Experimento: salga ud. a la calle y pregunte a los viandantes al azar qué juicio les merece que la Iglesia quemase en la hoguera a Galileo por decir que la Tierra era redonda.

    Apuesto a que solo una minoría responderá que no fue por decir que la Tierra fuera redonda -que era la tesis convencional desde, al menos, Eratóstenes, que se molestó en medirla en el siglo III antes de Cristo-.

    Y apuesto a que aún menos serán los que recuerden que Galileo no murió en la hoguera, sino en la cama y de viejo, concretamente en su casa de San Giorgio, junto al mar.

    Con Galileo, por cierto, se produjo un fenómeno que se reproduce una y otra vez en la historia, cuando el estamento científico -eso que tendemos a llamar campanadumente ‘la ciencia’- demuestra que, al fin, no está formado por ángeles ocupados solo en el descubrimiento de la verdad, sino por seres de carne y hueso que se empecinan en sus teorías y responden a todas las tentaciones comunes al ser humano.

    Fue ese estamento, fueron sus colegas, los que llevaron ante el tribunal a aquel petulante que osaba contradecir el consenso científico de la época (¡no piensen en el Cambio Climático!), el modelo ptoloméico, y se sirvieron del poder del momento, como podrían haberle llevado ante el Politburó en eras y lugares distintos.


    Iba a cumplir 78 años, cuando falleció cristianamente
    en su lecho con la bendición papal e
    indulgencia plenaria.


    Fue un cura polaco, Copérnico, quien publicó la tesis de que la Tierra giraba en torno al Sol… y lo hizo con todas las bendiciones eclesiásticas.


    Por lo demás, la leyenda de que la Iglesia no podía concebir que la Tierra girase en torno al Sol en lugar de hacerlo al revés queda desmentida por el hecho de que más o menos por las mismas fechas un sacerdote polaco, Copérnico, publicaba la misma tesis con todas las bendiciones eclesiásticas.

    Alguien debería pararse a pensar que la Iglesia no puede haber perseguido a los científicos cuando el único nombre que se le ocurre a la gente es Galileo. Si fuera como quiere la leyenda, habría docenas de nombres.

    Vivimos de tópicos y entre tópicos, y ni siquiera tienen la ventaja de ser como esos clichés que nos lega la experiencia de siglos, la sabiduría de la abuela, sino de leyendas más ennegrecidas a conciencia que meramente negras.

    En lo que tiene de meramente humano e histórico, la Iglesia es vulnerable a todos los errores y pecados de los hombres, y así es absurdo que nos sorprenda o escandalice todo lo que en su nombre se hizo mal.

    Pero entre esas cosas que hizo mal no está, a mi modo de ver, la Inquisición (haz clic aquí:http://www.catolicidad.com/2010/11/inquisicion-sobre-la-inquisicion.html y acá: http://www.catolicidad.com/2013/01/despejan-mitos-de-la-inquisicion-en-la.html)y, muchísimo menos, un ‘enfrentamiento’ con la ciencia que solo existe en la mente de sus enemigos y que genera una narrativa no distinta, sino exactamente opuesta a la realidad.

    El profesor y doctor Alfonso Carrascosa, científico del CSIC, en su reciente conferencia en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso titulada ‘Iglesia católica y ciencia en la España del siglo XX’, sostiene que “algunos de los errores atribuidos a la Iglesia en cuanto a la conciliación ciencia y fe, pertenecen al conjunto de eslóganes que son denominados la leyenda negra, construida con ella por sus enemigos a partir de producirse el cisma de Occidente“. Se puede decir más alto, pero difícilmente más claro.

    Ninguna cultura ha ido de capaz de sistematizar el saber científico, ninguna… excepto la cristiana.

    ¿Nadie se ha parado a pensar por qué la ciencia se ha desarrollado precisamente allí donde la Iglesia ha ejercido una influencia cultural absoluta?

    China conocía cosas como la pólvora o el papel, incluso la imprenta, mucho antes de que se conocieran el Occidente.

    Los musulmanes destilaron el alcohol y a uno de ellos le debemos el desarrollo del álgebra, y los indios introdujeron el cero en las matemáticas.

    Sin embargo, ninguna de estas culturas sistematizó el saber científico, ninguna dio con el método para dar el gran salto en la ciencia de ser una actividad privada, de unos pocos eruditos, a convertirse en un proceso masivo y autoconstructivo: el método científico, en fin, pergeñado por primera vez por Roberto Grosseteste, obispo de Lincoln, en el siglo XIII.

    Es absurdo contraponer la cultura cristiana a una cultura materialista y atea, sencillamente porque nunca ha existido una cultura originariamente materialista y atea. Pero entre las culturas reales, las que han existido en la historia, ha sido la cristiana la que, al separar tajantemente el Creador de su Creación y postular un universo racional la que ha permitido el desarrollo de la ciencia.


    Por Candela Sande

    Fuente: Actuall






    LEE, HACIENDO CLIC: EL CASO GALILEO

    VARIOS TEMAS RELACIONADOS (HAZ CLIC): LEYENDAS NEGRAS
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  10. #10
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    Re: La sentencia de Galileo

    El caso Galileo.






    “Se me ha concedido a mí y sólo a mí,
    el descubrir todos los nuevos fenómenos del cielo,
    y ya no queda nada para nadie más”
    (Galileo Galilei, “Il Saggiatore”)
    Como es la costumbre en nuestro mundo moderno, la verdadera naturaleza de los problemas siempre se oculta.


    Así, el tan manoseado y novelado “caso Galileo” sólo ha servido, y sigue sirviendo, para repetir las usuales tonterías sobre la Inquisición, la represión del pensamiento, el héroe “librepensador” enfrentado contra las fuerzas del oscurantismo, etc.
    Pero todo esto es pura manipulación ideológica.

    La primera y rotunda verdad a señalar, es que Galileo fue un católico convencido y practicante hasta el fin de sus días, y que siempre tuvo muy en claro que su problema había sido de carácter fundamentalmente disciplinario, que jamás afectó su fe ni a la ciencia. (Mis queridos camaradas “librepensadores”: aunque Uds. rechinen los dientes, no me queda más remedio que comunicarles que Galileo no sólo era católico, sino además “clerical” (!), y que la famosa frase “eppur si muove”, es puro verso, en caso de que todavía no se hayan enterado, inventada muchos decenios después por un periodista británico).


    Lo que sí es importante destacar, por la enseñanza que nos deja, es que tanto Galileo como los que lo juzgaban, estaban al mismo tiempo equivocados y acertados. En distintos planos, claro. Pero lo más curioso del caso, es que cada uno de ellos acertaba en su área no específica y se equivocaba en su propio campo.
    Esto es, Galileo se equivocaba en lo científico y acertaba, a medias, en lo teológico y los teólogos que lo juzgaban, se equivocaban (?) a medias, en lo teológico y acertaban en lo científico.
    Tenían razón los teólogos cuando decían que los datos científicos de Galileo no eran suficientes para afirmar con certeza la teoría heliocéntrica (y definitivamente no lo eran). Tenía razón Galileo a su vez, cuando sostenía que ningún descubrimiento científico podía entrar en conflicto con la verdad revelada.


    Con lo cual no hacía otra cosa que adherir a la postura tradicional de la Iglesia, expresada en este caso por el mismísimo Cardenal Belarmino —encargado del proceso— (y amigo de Galileo, digamos de paso), cuando decía que “si se llegara a tener una demostración científica del copernicanismo, se interpretarían entonces los textos de la Sagrada Escritura copérnicamente”.[1]


    De todas maneras, es importante dejar bien en claro que se trató de una típica disputa de familia. Esto es, un pleito entre católicos. Los “librepensadores” no tienen un pito de la vela que hacer aquí, y el hecho de que traten de sacar partido de este conflicto, demuestra una vez más su absoluta falta de honradez intelectual.


    Lo que generalmente se ignora en todo este asunto, es el contexto histórico en que tuvo lugar este proceso. Pues, cabe preguntarse, ¿por qué la teoría heliocéntrica, publicada por el canónigo Copérnico cien años antes de Galileo, lo mismo que su aceptación por Kepler (17 años antes), no suscitaron la más mínima reacción adversa por parte de Roma? ¿No requiere esto acaso una explicación? Y la explicación es, como dije, que Galileo no tenía los suficientes fundamentos científicos para afirmar como cierta la teoría heliocéntrica. Esto además de que varios de ellos eran erróneos, como su teoría de las mareas, sin ir más lejos.

    Tengamos presente además, que en 1610 Giordano Bruno, basándose en la teoría de Copérnico había dicho un montón de disparates totalmente heréticos, (aparte de su filiación a sociedades secretas), que crearon un clima de mala disposición hacia el tema. Varios historiadores de la ciencia coinciden en afirmar que sin el precedente de Giordano Bruno, es muy poco probable que la Iglesia hubiera impuesto sanciones contra Galileo[2]. Como de hecho no las tomó frente a Copérnico y como no sólo no las tomó contra Newton, sino que aceptó totalmente su teoría, (levantando en 1757 la condena contra el heliocentrismo) al ver que Newton —al contrario de lo que había ocurrido con Galileo— sí tenía todos los elementos científicos para afirmar como cierta la teoría heliocéntrica.


    Además, Galileo no se limitó al tema científico, sino que se creyó autorizado a pontificar como filósofo y teólogo, en lo cual era absolutamente nulo. Y esto fue lo que colmó el vaso.


    Es importante destacar también que Galileo era de una soberbia feroz, y que en el sentido estrictamente legal —y prudencial— su censura tenía más de un punto defendible. Arthur Koestler, el gran escritor contemporáneo, uno de los pocos que ha analizado con honradez y profundidad este tema, y que además era agnóstico para más datos, dice que “el rasgo más destacado del carácter de Galileo y también la causa de su trágica caída, era la vanidad… una hipersensibilidad a la crítica, combinada con un sarcástico desprecio hacia los demás… una fatal mezcla de genio y arrogancia, sin la menor humildad”[3].


    Los teólogos y sabios que lo juzgaban, reaccionaron más contra su dogmatismo que contra el heliocentrismo. Contra su egolatría antes que contra su astronomía. De todas maneras, es innecesario que digamos que Galileo fue ciertamente un científico genial. Sin lugar a dudas que lo fue, y ante eso nos inclinamos con admiración y respeto.


    Así y todo, no nos resulta humanamente simpática su figura. No fue heroico como Giordano Bruno, que al menos estuvo dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias por sus ideas. No tenía ningún vuelo filosófico y menos aún místico, como Kepler. Se retractó de la boca para afuera (luego del primer proceso), pero siguió enseñando lo que había jurado por escrito no enseñar, y además con un lenguaje en donde los términos “asnos”, “estúpidos” y “pigmeos mentales”, por ejemplo, eran de rigor para referirse a cuantos no aceptaban sus ideas.



    Es pertinente agregar también, que antes y después del primer proceso (1616), Galileo fue tratado con suma consideración y respeto, siendo homenajeado y agasajado en Roma por personalidades como el Cardenal Famese y los Papas Paulo V y Urbano VIII; que las famosas “torturas” jamás existieron; que su castigo fue la prohibición de continuar publicando, y finalmente, que sus “cárceles y cadenas” inquisitoriales —luego del segundo proceso (1636)—, fueron… la residencia forzada en el palacio del Gran Duque de Toscana, y después en su suntuosa finca de Arcetri, cerca de Florencia[4]. Lugar donde el ilustre sabio continuó sus estudios en la más completa tranquilidad, con un magnífico telescopio —obsequiado por los jesuitas— muriendo como un buen cristiano en 1642, a la respetable edad de 78 años. Esto además de tener un hermoso monumento a su memoria, nada menos que en la Iglesia de la Santa Croce, en Florencia, donde descansan sus restos.

    ¡Qué no hubiera sucedido si a Galileo lo hubiesen ejecutado! Como aconteció, sin ir más lejos, con Lavoisier —el padre de la Química moderna—, guillotinado, por católico y monárquico, durante la democrática Francia del Terror, en 1789. ¡No habría colegio o universidad sin una estatua a su memoria! Pero claro, el carácter de mártir lo determina siempre el poder dominante.


    Por ello es que Galileo es un “mártir” “correcto” y Lavoisier, en cambio, es “incorrecto”. De la misma manera que el judío “Che” Guevara es totalmente correcto y el patriota rumano Corneliu Codreanu, entre tantos otros, espantosamente incorrecto.



    Los feroces contestatarios “librepensadores” —siempre muy revolucionarios ellos— deberían comenzar por investigar, cuál es el poder ideológico, político y sobre todo económico —según ellos, el más importante— que domina a Occidente en los últimos cuatrocientos años.


    Si así lo hicieran, con rigor y honradez intelectual, quedarían estupefactos. Aunque en realidad, mucho me temo que ya lo han hecho, y que por eso se hacen los distraídos…






    Dr. Raúl O. Leguizamón
    [1] Citado por Guillermo Furlong en “Galileo Galilei y la Inquisición Romana”, Buenos Aires, Club de Lectores, 1964.

    [2] Pascual Jordán: “El Hombre de Ciencia ante el Problema Religioso”, Madrid-Guadarrama, 1972, pág. 57; Charles C. Gillispie: “The Edge of Objectivity”, Princeton University Press, 1973.

    [3] Arthur Koestler: “En Busca de lo Absoluto”, Kairós, 1983, pág. 126.

    [4] Salvando las abismales distancias, esto me hace recordar las famosas “cárceles y cadenas” de José Mármol, cuya “reclusión” se debió a una decisión expresa de Rosas para protegerlo de la vindicta justiciera de los hermanos de una niña seducida por el “mártir”. Excepcional deferencia que tuvo Rosas para con José Mármol, por ser éste hijo natural de su gran amigo y embajador en el Brasil, general Tomás Guido, según decía Jauretche.

  11. #11
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    Re: La sentencia de Galileo

    ¿SABÍAS QUE GALILEO ESTABA EQUIVOCADO?

    GALILEO LLEGÓ A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA TIERRA GIRA AL REDEDOR DEL SOL SOBRE PRUEBAS EQUIVOCADAS, ES DECIR...

    ¡¡ACERTÓ POR CASUALIDAD¡¡...

    Por Saulo de Tarso

    Galileo aportó como pruebas de que la tierra se movía, las mareas. Es decir, según él, la prueba de que la tierra se movía, era que el movimiento agitaba el agua del mar y por eso las mareas subían y bajaban de nivel. Cuando hoy todos sabemos que las mareas son provocadas por la atracción gravitacional que la luna ejerce sobre la tierra y causa que el nivel del mar suba por las noches.
    La Iglesia Católica nunca estuvo cerrada a la teoría de que la tierra se moviera al rededor del sol, pues mucho antes que Galileo, el clérigo católico Nicolás Copérnico, había propuesto la teoría heliocéntrica, de que el sol y no la tierra era el centro de nuestro sistema solar.

    La Iglesia Católica apoyó a Copérnico, pues al publicar sus estudios los presentó como teoría y no como un hecho probado científicamente. Actitud completamente contraria a la que adoptó Galileo, pues la Iglesia apoyó su teoría, siempre y cuando la publicara como lo que en realidad era, una teoría, ya que las pruebas que aportaba, no probaban nada. Sólo que Galileo lo mostró como un hecho probado científicamente.

    Es cierto, Galileo estaba en lo correcto apoyado sobre pruebas falsas. Así que no te cuenten, el genio de los amantes de la ciencia, de los ateos y demás enemigos de la Iglesia, ¡SÓLO ACERTÓ POR CASUALIDAD, SOBRE UNA TEORÍA QUÉ ÉL NO CREÓ¡

    PAX ET BONUM





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    Re: La sentencia de Galileo

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    ¿Quién mató a Galileo Galilei?

    Miguel Pastorino

    Oct 20, 2016





    Michael Avory


    La verdad es que murió en su cama, y que nunca estuvo en la cárcel ni fue jamás torturado por sus teorías

    La leyenda negra sobre el caso Galileo, repetida incluso por estudiosos de la ciencia, no tiene ninguna base histórica. Incluso entre algunos católicos formados se suele escuchar repetidamente que la Iglesia ha perseguido a los científicos como Galileo y que lo torturó y mató la Inquisición, entre otros disparates sin fundamento.

    ¿Qué sucedió realmente? Los documentos que se conservan permiten reconstruir casi todos los aspectos del proceso con gran fiabilidad. En el presente artículo sintetizamos los amplios y documentados trabajos de quien fue uno de los mayores expertos en el tema, Mariano Artigas[1].


    ¿Cómo murió Galileo?

    No lo mató la inquisición, ni nadie. No fue condenado a muerte, sino que murió de muerte natural. El único proceso en el que fue condenado, le dispuso arresto domiciliario en 1633 y nunca estuvo en la cárcel. Durante el proceso estuvo alojado en Villa Medici. Luego se alojó en el palacio del arzobispo Piccolomini, admirador y amigo personal de Galileo. En 1638 después del proceso, publicó su obra más importante Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias, una obra donde expone los fundamentos de la nueva ciencia de la mecánica.
    Galileo jamás fue torturado o recibió malos tratos, aunque el proceso a su avanzada edad fue desgastante. Murió en su casa, en las afueras de Florencia, con 78 años de edad, el miércoles 8 de enero de 1642.


    ¿Cómo entender lo que sucedió con Galileo?


    Hubo dos procesos, uno en 1616, en el que solo recibió una notificación, y otro en 1633 que fue realmente ante un tribunal.

    En 1616 se acusaba a Galileo de sostener el sistema heliocéntrico propuesto en la antigüedad por los pitagóricos y en la época moderna por Copérnico: afirmaba que la Tierra no está quieta en el centro del mundo, como generalmente se creía, sino que gira sobre sí misma y alrededor del Sol, lo mismo que otros planetas del Sistema Solar. Esto parecía ir contra textos de la Biblia donde se dice que la Tierra está quieta y el Sol se mueve, de acuerdo con la experiencia. No era una novedad teológica que cuando la Biblia habla de cuestiones científicas, adopta el modo de hablar propio de cada cultura, de la época en que se escribió. Este mismo argumento usó Galileo en su defensa.

    Pero para entender la complejidad y el contexto del asunto, Mariano Artigas lo resume en tres problemas: En primer lugar Galileo se basó en sus descubrimientos astronómicos, gracias al telescopio que él mismo perfeccionó, para criticar la física aristotélica y apoyar la teoría heliocéntrica. Los profesores aristotélicos eran muchos y poderosos y sintieron que Galileo contradecía su ciencia y los dejaba en ridículo, razón por la que lo atacaron mezclando argumentos teológicos en la discusión.

    En segundo lugar, la Iglesia Católica estaba pasando por un momento de especial sensibilidad respecto a la libre interpretación de la Biblia, en pleno enfrentamiento con la Reforma Protestante. Una situación peligrosa para que un laico use argumentos bíblicos y teológicos, como lo hizo Galileo, que no se limitó a discutir cuestiones científicas, sino que entró en debates teológicos.

    Y en tercer lugar, la cosmovisión tradicional, que colocaba a la Tierra en el centro del mundo, parecía estar de acuerdo con la experiencia ordinaria: si la Tierra se moviera, deberían suceder cosas que no suceden: proyectiles tirados hacia arriba caerían atrás, etc. Además la cosmovisión tradicional parecía más lógica y coherente con la centralidad del hombre en la creación.


    1616: El comienzo del conflicto

    Hay que tener en cuenta que, aunque las críticas de Galileo a la posición del geocentrismo tenían sus fundamentos teóricos, ni él ni nadie en su tiempo poseían argumentos para demostrar que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Esta afirmación parecía absurda, tal como la calificaron los teólogos del Santo Oficio.

    En una famosa carta, el cardenal Belarmino, pidió a Galileo que utilizara el heliocentrismo sólo como una hipótesis astronómica, sin pretender que fuera verdadera. Pero Galileo, para defenderse de acusaciones personales, se lanzó a una defensa fuerte del copernicanismo, trasladándose a Roma e intentando influir en las personalidades eclesiásticas. En febrero de 1616 por orden del Papa Pablo V, el cardenal Belarmino citó a Galileo y le amonestó para que abandonara la teoría copernicana. Galileo entendió que no podía argumentar a favor del copernicanismo, y en efecto así lo hizo durante años.


    1633: La acusación y el final del proceso

    Galileo sabía que la prohibición de 1616 se basaba en una equivocación y quería solucionar el problema. En 1623 fue la elección del Papa Urbano VIII, gran admirador de Galileo quien lo recibió cordialmente seis veces en 1624.

    En este contexto Galileo publica en 1630 su teoría, en su obra “Dialogo en torno a los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano” y lo llevó a Roma para obtener el permiso eclesiástico para su impresión. Varias razones que demoraron la aprobación y la mala comunicación de la época pusieron nervioso a Galileo, por lo cual solicitó la intervención de su embajador en Roma para obtener el permiso, y finalmente lo imprimió en Florencia en 1632.

    En esos años la mayor preocupación del Papa no era precisamente si se movía la Tierra o el Sol, porque estaba en pleno desarrollo la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). En 1632, en una reunión con cardenales, el cardenal Gaspar Borgia, embajador del Rey Católico y protector de España, acusó abiertamente al Papa de no defender como era preciso la doctrina católica. Se creó una situación muy tensa, por lo que el Papa se vio obligado a evitar cualquier cosa que pudiera interpretarse como no defender la fe católica con claridad.

    Precisamente en ese tiempo comenzaron a llegar los primeros ejemplares del Dialogo. En su situación el Papa no podía tolerar que se publicara un libro con su permiso, en el que se defendía una teoría condenada como falsa y contraria a la Biblia.

    Galileo llegó a Roma en 1633 y vivió en el Palacio de Florencia. El Santo Oficio había descubierto en los archivos de 1616 la prohibición a Galileo de tratar de cualquier modo el copernicanismo, lo que llevó a centrar el proceso en su desobediencia. Lo llamaron al Santo Oficio el 12 de abril de 1633, aunque no estuvo en la cárcel, sino que fue instalado en habitaciones del fiscal de la Inquisición.

    El Padre Comisario propuso a los Cardenales visitar a Galileo e intentar convencerle para que reconociera su error. Lo consiguió después de una larga charla y el 30 de abril Galileo reconoció ante el tribunal que, al volver a leer ahora su libro, se daba cuenta de que, debido no a mala fe, sino a vanagloria y al deseo de mostrarse más ingenioso que el resto de los mortales, había expuesto los argumentos en favor del copernicanismo con una fuerza que él mismo no creía que tuvieran. Ese mismo día se permitió a Galileo volver al palacio de Florencia.

    El 16 de junio el Santo Oficio en su reunión con el Papa decidió que Galileo fuera examinado acerca de su intención y tuvo que abjurar públicamente de su opinión sobre el movimiento de la Tierra. Luego del proceso, se recuperó en Siena y en diciembre del mismo año volvió a su casa en las afueras de Florencia, con arresto domiciliario, hasta su muerte.


    Aclaraciones importantes

    Galileo había realizado unos descubrimientos astronómicos importantes y se le habían reconocido, pero no podía probar el movimiento de la Tierra. La ciencia moderna prácticamente no existía: las contribuciones más importantes de Galileo a esa ciencia fueron las publicadas después del proceso. Los eclesiásticos al igual que la mayoría de los profesores universitarios, pensaban que el movimiento de la Tierra era absurdo, porque contradice a muchas experiencias ciertas y, si existiera, debería tener consecuencias que de hecho no se observan. No era fácil tomarse en serio el copernicanismo.

    Los teólogos que valoraron en 1616 la quietud del Sol y el movimiento de la Tierra dijeron, en primer lugar, que ambos eran absurdos y contrarios a la Biblia. Belarmino, y otros eclesiásticos, advirtieron que si se llegaba a demostrar el movimiento de la Tierra, habría que interpretar una serie de pasajes de la Biblia de modo no literal; sabían que eso podría hacerse, pero pensaban que el movimiento de la Tierra nunca se demostraría y que era absurdo. Esto no justifica toda su actuación, pero permite situarla en su contexto histórico real y hacerla comprensible.

    El proceso de Galileo no debería entenderse como un enfrentamiento entre ciencia y religión. Galileo siempre se consideró católico e intento mostrar que el copernicanismo no se oponía a la doctrina católica. Por su parte, los eclesiásticos no se oponían al progreso de la ciencia. Sencillamente consideraban que su teoría era falsa.

    También el ambiente teológico de su tiempo, vinculaba el heliocentrismo a doctrinas esotéricas sospechosas, como fue el caso de la condena de Giordano Bruno, que no fue condenado por temas científicos, sino por doctrinas religiosas. De hecho Bruno no era científico, sino que tomó como punto de partida la teoría de Copérnico para sus postulados religiosos panteístas.

    Lo cierto es que el caso Galileo no afectó al progreso de la ciencia. Todos los investigadores señalan que es importante destacar que no ha existido ningún otro caso semejante al de Galileo. El caso más semejante es el del evolucionismo, pero la teoría de la evolución, dentro de su ámbito científico, nunca ha sido condenada por ningún organismo de la Iglesia universal. Muchos son los que ignoran la verdadera historia en la relación entre la Iglesia y la ciencia.


    Bibliografía:

    ARTIGAS, Mariano (2004). Ciencia, razón y fe. Pamplona: Eunsa.

    ARTIGAS, Mariano. (2007). Ciencia y religión. Conceptos fundamentales. Pamplona: Eunsa.

    ARTIGAS, M. – SÁNCHEZ DE TOCA, M. (2008). Galileo y el Vaticano: Historia de la Comisión Pontificia de estudio del caso Galileo (1981-1992). Madrid: BAC.

    RIAZA MORALES, J.M. (1999). La Iglesia en la historia de la ciencia. Madrid: BAC.


    [1] Doctor en Ciencias Físicas y Doctor en Filosofía. Fue profesor en la Universidad de Pamplona, miembro ordinario de la Academia Pontificia Santo Tomás de Aquino y de la Sociedad Internacional para Ciencia y Religión (Cambridge). Uno de los mayores especialistas de habla hispana en el diálogo ciencia y religión.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://es.aleteia.org/2016/10/20/qu...mpression=true

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