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Tema: ¡Yo acuso al Concilio! (Intervenciones de Mons. Lefebvre en el Vaticano II)

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    Re: ¡Yo acuso al Concilio! (Intervenciones de Mons. Lefebvre en el Vaticano II)

    Duodécima intervención - 2 de octubre de 1965

    Sobre el Esquema "La actividad misionera de la Iglesia"

    Intervención leída en el Concilio por Mons.Lefebvre:

    Venerables Padres, el nuevo Esquema sobre "La actividad misionera de la Iglesia" nos parece mucho mejor que el primero, especialmente porque su objeto está mucho mejor definido: "Misiones en pueblos y comunidades humanas que aún no tienen la fe o donde la Iglesia aún no está suficientemente implantada”. Así se ha expresado el ponente mismo. El orden seguido en el esquema también parece estar más en consonancia con la verdad y la realidad.

    Permítanme, sin embargo, señalar, en este esquema, algunas deficiencias muy graves en los puntos de la mayor importancia.

    1. Deficiencia en la definición exacta de la función del Soberano Pontífice y de la de los obispos.

    Los siguientes pasajes contienen una gran ambigüedad y, a veces, novedades doctrinales.

    Página 7, líneas 19, 20 y 21: "Esta función, después de ellos, fue heredada por el orden de los obispos junto al Sucesor de Pedro ... "

    Página 25, nº. 36, dice: "Todos los obispos fueron consagrados, no solo para gobernar lo que sea diócesis, pero para la salvación del mundo entero”, como si los obispos tuvieran jurisdicción sobre toda la tierra, cosa que abiertamente contradice la tradición universal de la Iglesia.

    Solo Pedro y los Sucesores de Pedro tienen derecho estricto de alimentar a todo el rebaño; por lo tanto, solo los pontífices romanos tienen el derecho de enviar misioneros por todo el mundo.Toda la historia de la Iglesia Romana lo demuestra brillantemente. Es de la Santa Sede Romana, de la Ciudad Eterna, de la que se envían al mundo entero los obispos, los sacerdotes, los religiosos. Es aquí donde recibieron su mandato y su misión.

    Ahora bien, este Esquema no hace mención alguna del trabajo constante de los pontífices romanos para la salvación de todo el género humano. Por el contrario, y según el Derecho, los obispos se deben a su diócesis, a su rebaño particular; y luego, según la caridad, deben su solicitud a todas las almas.

    Esta es la doctrina tradicional de la Iglesia, afirmada por todos los Pontífices y por toda la tradición, incluso por Pío XII recientemente, en su encíclica "Fidei Donum": de hecho, no se habla más que de la solicitud obligatoria para todos los obispos, según el deber de caridad.

    En su encíclica "Satis Cognitum", León XIII expone abundantemente esta doctrina tradicional, expuesta claramente también en la constitución "Lumen Gentium" entendida a la luz de su Nota explicativa.

    En la página 21, nº. 27, otro texto habla sobre el ordenamiento general y no responde a la doctrina establecida en la constitución sobre la función episcopal, especialmente tras el decreto del Soberano Pontífice gloriosamente reinante, sobre el sínodo de los obispos.

    Por lo tanto, estos textos parecen tener que ser enmendados de acuerdo a la pauta de la doctrina tradicional, en particular mediante afirmación clara de la función y derechos correspondientes a esta función, tanto de los Soberanos Pontífices como de los obispos.

    Además,debe hacerse mención histórica de la obra de los Romanos Pontífices en lo que se refiere al cumplimiento del mandato recibido de Nuestro Señor.


    2. Muy deficiente es también la declaración del propósito de la actividad misionera. Esto también es muy grave, ya que de esta exposición deben nacer las vocaciones y que, a la luz de estas razones, se regulará toda actividad misional.

    La exposición en la página 9, nº. 7, presenta razones para la actividad misionera que, caso de ser verídicas, más producirán el agotamiento de toda vocación y celo apostólico que un renovado impulso.

    La razón verdadera y esencial es la salvación de las almas a través de Jesucristo Salvador Nuestro, en cuyo nombre solo el hombre puede ser salvado, porque todos los hombres son pecadores y permanecen en sus pecados si están privados de la Sangre de Cristo, que sólo se encuentra verdadera e íntegramente en la Iglesia Católica.

    No solo no encontramos en el Esquema la necesidad de la Iglesia, la necesidad de la fe y el bautismo, la necesidad de la predicación para cumplir la misión salvífica de Cristo, sino que en vez de eso se habla de medios que, aun dependientes de la voluntad de Dios son ajenos a la economía de salvación de la Iglesia.

    De hecho, la teología de esta declaración fundamental del esquema no es tradicional: la justificación por Cristo a través de la Iglesia parece ser solo algo mejor, pero no indispensable, como si la naturaleza humana no estuviera viciada por el pecado original y como si pudiera salvarse a sí misma completamente sola, porque sigue siendo buena. Tal doctrina constituye una nueva teología.

    Por ende, la práctica del apostolado tampoco es en absoluto tradicional. Podemos verlo leyendo los números 11, 12 y 13: esa ordenación del apostolado se basa en principios naturalistas y no sobrenaturales. Esto no es lo que obraron Jesucristo y los apóstoles, que predicaron no solo "a las almas bien dispuestas", como dice en el n°. 13, sino a todos los hombres, algunos de los cuales aceptaban la fe y otra parte la rechazaba y se retiraba de ella.

    Se quiere preparar y formar más a predicantes que a predicadores. Pero ¿quién puede saber si un oyente está bien dispuesto o no? Ese es el misterio de la gracia de Cristo. La descripción debe ser más evangélica y debe generar confianza en los medios sobrenaturales.

    ¿Por qué se dice, en la página 13, línea 5: "La Iglesia prohíbe obligar a cualquiera a abrazar la fe, o traerlo o solicitarlo mediante artificios inoportunos"? Esta frase es ofensiva para los misioneros y está muy lejos del celo por la salvación de las almas que encontramos en el Evangelio y en los Hechos de los Apóstoles.

    ¡Ojalá que este esquema, tan importante para la Iglesia, se convierta en una fuente de renovación del apostolado misionero puesto que el apostolado es la vida misma de la Iglesia!

    Otras observaciones de menor importancia, las envío por escrito a la Secretaría General.

    He dicho.

    Página 7, nº. 5: ‘La descripción de la misión de la Iglesia’, líneas 23 a 30, no parece suficiente. Después del verbo "que lleva", es necesario indicar "por la observancia de las órdenes recibidas". La fórmula correspondería mejor a las palabras de Cristo: "Id, enseñad a todas las naciones, bautizándolas ... y enseñándoles a observar cuanto os he ordenado ...", como se dice, por otra parte, al principio.

    Página 7, nº. 5: Observación de menor importancia. ¿Por qué no decir, en la línea 37: "La sangre de los mártires es semilla de cristianos", para que la cita sea auténtica?

    Página 9, nº. 8, líneas 49 y 50: "Que Cristo sea ... de una nueva humanidad". ¿De qué nueva humanidad, a la que todos aspiran, se trata aquí? Esta nueva humanidad parece ser terrena. Ahora bien ¿podemos acaso decir que todo hombre aspira a una nueva humanidad terrena como a fin último? ... El texto es ambiguo.

    Página 12, n°. 13, líneas 33 a 39: Una vez más, aquí no encontramos el espíritu evangélico de la predicación. " Hay que anunciarlo ... a las almas ... bien dispuestas ... ", se dice. Ahora bien, ¿quién puede erigirse juez de la disposición de las almas? ¿Acaso, realmente,la predicación debe limitarse a las personas que, a juicio humano, parecen estar bien dispuestas? Tal punto de vista no corresponde ni al espíritu evangélico ni al espíritu de fe. "Y ahora, Señor, mira ..." (Hechos de los Apóstoles, IV, 29). La Tradición Apostólica nos muestra que, después de un sermón, algunos se van incrédulos, otros por el contrario, convertidos.

    Página 14, líneas 17 a 25: Bien está decir palabras de exhortación a la caridad hacia los protestantes y los ortodoxos. Pero debemos evitar, en las nuevas comunidades cristianas, el escándalo del indiferentismo y el paso de la Iglesia a los herejes o cismáticos y esto por razones fútiles.

    Además, es falso decir simplemente que "los hermanos separados son discípulos de Cristo, regenerados por el bautismo", ya que en la mayoría de sectas protestantes, el bautismo es inválido por vicio ya sea de forma, de materia o de intención. Aunque en los territorios de vieja cristiandad, el ecumenismo no es motivo de escándalo, entre los neófitos hay sin duda un peligro grave, y entre ellos, en muchos casos, no se puede favorecer la cooperación con herejes y cismáticos.

    En la página 16, el n° 18 debe ponerse en lugar del n° 17: los religiosos no tienen su puesto detrás de los catequistas.

    Página 21, líneas 5 y 6: La razón dada aquí para la existencia de las instituciones parece insuficiente. Hace falta expresar con otras palabras estas razones, que son: la vida religiosa, es decir, la imitación de Cristo; la vida de la comunidad y de la familia; y, por lo tanto, alcanzar mayor eficacia en el apostolado.

    Página 23, línea 35: Las palabras "y deben" se deben eliminar por ser expresión demasiado imperativa.

    Página 27, líneas 42 y 43: "Que atañen a las estructuras fundamentales de la vida social". Estos términos son ambiguos. De acuerdo con la experiencia obvia, la doctrina social de la Iglesia, especialmente sobre el derecho de propiedad privada se refiere, conlleva el mayor progreso económico de las familias, entre los pueblos de economía débil. El socialismo, por el contrario, impide el progreso económico entre los mismos pueblos por la instauración del colectivismo. Debemos ser cuidadosos en este asunto para mencionar expresamente la doctrina social católica: "Que atañe las estructuras fundamentales de la vida social... siguiendo las normas de la doctrina social católica".
    Última edición por ALACRAN; 27/02/2018 a las 20:58
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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