Dejo el enlace de esta noticia, y copio la misma, para que, puesto esto en oración, pidamos a Dios su gracia para corresponder a sus divinas disposiciones, y lo comentemos entre todos. Dado el asunto del mismo, la importancia es bien relevante.

Los Modernistas ni siquiera son Cristianos

En los últimos artículos, me he dedicado a desenmascarar al modernismo y a los modernistas. Si ustedes leen la Pascendi, verán cómo San Pío X describe la situación de una Iglesia que parece más la hodierna que la de hace cien años. ¡Ya quisiéramos hoy estar como hace cien años! Evidentemente, el Modernismo está más vivo que nunca. Es como un cáncer que destruye a la Iglesia desde dentro. Como acertadamente señala Alonso Gracián, el Modernismo no ha cadudado. Ni mucho menos.

Los modernistas no son ni siquiera cristianos: no creen en la divinidad de Jesús, no creen en la Resurrección de Nuestro Señor, no creen en los milagros; no creen en los dogmas de la Iglesia: ni en la transubstanciación, ni en la virginidad de María, ni en su Asunción, ni en el credo que confesamos los católicos, ni en los sacramentos; ni en la existencia del Demonio, ni en el Cielo ni en el Infierno. Los modernistas no creen en nada. Para ellos, todo son símbolos y metáforas y su interpretación de las Sagradas Escrituras y de las verdades reveladas, desde la perspectiva histórico-crítica, desacraliza, mundaniza y reduce a mito lo que es sagrado.

Los modernistas son apóstatas: una apostasía clamorosa y multitudinaria. Yo diría que una gran parte de los católicos han apostatado (y ya me adelanto a la crítica: no soy yo nadie para dar o quitar el carnet de católico a nadie). Me refiero a esos católicos que apoyan el aborto o el divorcio; los católicos que claudican ante el lobby gay, ante el homosexualismo político, ante la ideología de género o ante el feminismo radical; los que no creen que haya que cumplir los Mandamientos (los diez); los que no creen que haya juicio ni condenación ni salvación; los que creen que todo el mundo va al cielo sin necesidad de morir en gracia de Dios; los que comulgan sin confesarse; los que defienden que un adúltero puede comulgar; los que ponen su conciencia subjetiva por encima de la realidad objetiva…

Los modernistas no creen en la verdad revelada, no creen ni siquiera en la Sagrada Escritura: por lo menos los protestantes evangélicos creen en la Palabra de Dios. Los modernistas ni en eso creen, dado que entonces no había grabadoras para recoger en directo las palabras del Señor.

Yo me preguntaba hasta hace poco por qué los modernistas no se hacían protestantes. Pero ya lo tengo claro. Los modernistas no se hacen protestantes porque no creen en Dios. Su única razón de ser en demoler la Iglesia. Las profecías se tienen que cumplir.

¿Qué hacer ante esta gran apostasía?

Me llaman la atención ciertas coincidencias que se están dando. En 2013, Natalia Sanmartín Fenollera escribió su primera novela: El despertar de la señorita Prim. En ella se presenta a un grupo de exiliados del mundo moderno que se retiran a San Ireneo de Artois, a vivir una vida sencilla y rural, una vida según los principios cristianos, en torno a una abadía benedictina. Próximamente escribiré una reseña como Dios manda de esta novela que merece mucho al pena.

Este mismo año 2017, el estadounidense Rod Dreher publica The Benedict Option: A Strategy for Christians in a Post-Christian Nation. Ignoro si Dreher había leído a Natalia Sanmartín o no. Pero Dreher propone algo parecido (por no decir que propone lo mismo) a lo que apunta la señora Sanmartín en su novela: exiliarse del mundo, asumir que hemos perdido la batalla y que el marxismo cultural ha derrotado definitivamente a la civilización cristiana. La solución que propone Rod Dreher es retirarse, no combatir; formar comunidades cristianas en torno a una abadía benedictina y esperar a que el mundo poscristiano nihilista acabe despeñándose por el acantilado al que se está asomando. Y una vez que el nihilismo ateo y apóstata colapse, estar preparados para reconstruir la civilización sobre las ruinas de la modernidad poscristiana. Dreher compara la situación actual con el diluvio. Vivimos una gran inundación que amenaza con acabar con todo. Y la Iglesia es para él el arca de salvación. Refugiémonos dentro y esperemos que escampe.

Sobre este tema pueden ustedes leer más en estos enlaces:

Blog de Daniel Iglesias: http://infocatolica.com/blog/razones.php/1605261224-la-opcion-benito
Blog de Jorge Soley: http://infocatolica.com/blog/archipielago.php/1508311137-isan-benito-isan-josemaria-un
The American Conservative. Blog de Ron Dreher: http://www.theamericanconservative.com/dreher/benop-in-wsj/

¿Estamos ante la última prueba de la Iglesia de la que nos avisa el Catecismo en el punto 675? Esos solo Dios lo sabe. No seré yo quien caiga en tentaciones apocalípticas. Pero los signos de los tiempos están ahí para quien quiera verlos:

675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el misterio de iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

En cualquier caso, apartándonos del mundo o viviendo en él (pero sin ser del mundo), yo no veo otra solución que esta: confesión frecuente, eucaristía diaria (siempre que sea posible), rezo del rosario; consagrarnos al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María; encomendarnos a Nuestra Madre: seamos verdaderos hijos de María. Y vivamos en coherencia eucarística por la gracia de Dios: que el Señor nos haga santos.