Revista FUERZA NUEVA, nº 475, 14-Feb-1976
POSTURA DE LA HERMANDAD SACERDOTAL ESPAÑOLA
En este instante de España
La Hermandad Sacerdotal Española, que agrupa cerca de 7.000 sacerdotes y religiosos de todas las diócesis de España desea hacer llegar a todos los miembros y al pueblo español en general la postura que en este instante de España ha tomado la Junta Nacional (compuesta por la Junta Directiva y todos los presidentes diocesanos) en la reunión celebrada en Madrid el día 15 de enero.
Como sacerdotes, somos servidores de la Iglesia y como ciudadanos, servidores de la Patria. Queremos ofrecer a la Iglesia y a la Patria el servicio de unas palabras de alerta ante el momento trascendental que estamos viviendo. Después de invocar la luz del Espíritu Santo, hacemos la siguiente declaración:
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Murió el Caudillo de España, Francisco Franco. He aquí algunos párrafos de su testamento: “Españoles, al llegar para mí hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico... No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta... Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte, ¡Arriba España! ¡Viva España!"
Para los miembros de la Hermandad Sacerdotal Española, este testamento, al igual que el pensamiento de Franco sobre España y la Iglesia Católica, serán un recuerdo sagrado y una doctrina perenne en nuestro ministerio sacerdotal.
Hacemos nuestros los sentimientos que han expresado en sus honras fúnebres la mayoría de nuestros obispos, y en especial los del cardenal de Toledo y primado de España, don Marcelo González Martín, y el obispo de Cuenca, don José Guerra Campos.
Agradecemos a Franco los cuarenta años de paz y progreso que ha dado a España, por cuya unidad y grandeza vivió y murió, y la generosa ayuda que prestó a la Iglesia, como quizá no le prestara ninguno de sus antecesores en la jefatura del Estado. Especialmente le agradecemos haber capitaneado victoriosamente la Cruzada de 1936 contra los enemigos de España y de la civilización cristiana.
Apoyamos esta nuestra actitud en la Carta Colectiva del Episcopado Español, de junio de 1937, y en los juicios de los Papas Pío XI y Pío XII, Pontífices reinantes durante la guerra civil de 1936 a 1939, que ellos llamaron Cruzada, sobre el Generalísimo Franco y las huestes que acaudilló durante y después del conflicto. Nos parece superfluo repetir aquí aquellos juicios por ser de sobra conocidos por todos.
Aprovechamos esta ocasión para reiterar nuestro juramento de honrar perpetuamente el sacrificio de cuantos en la Cruzada ofrendaron sus vidas por Dios y por España, y nos opondremos con todas nuestras fuerzas a que se dilapide la sangre de los 13 obispos, 7.000 sacerdotes y decenas de miles de católicos, mártires de Cristo. No seremos ni perjuros ni traidores.
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Acaba de ceñir la corona de España el Rey Juan Carlos I, que Dios guarde. Ante la nueva etapa de la Historia de España, privada de la capitanía de Franco, prometemos lealtad al Rey Juan Carlos y a sus Gobiernos en la misma medida que ellos guarden lealtad al espíritu de la Cruzada de 1936, de la que arranca la legitimidad de la Monarquía.
Confesamos sentir una grave inquietud ante el rumbo que, a los dos meses de desaparecido el Caudillo, están tomando las cosas en la Patria. Hemos tomado nota del acelerado deterioro que se está produciendo en la concordia y en la convivencia nacionales. Si durante casi cuarenta años hemos tenido, mal que bien, una relativa paz interna e íbamos progresando por el camino de la reconciliación tras la trágica irreconciliación de la guerra de 1936, comprobamos ahora que se empieza a resquebrajar la unidad de las tierras, de las clases y de los hombres de España. No analizamos aquí las causas, pero anotamos los hechos.
Vemos, además, el gran peligro que corre de ser prácticamente abrogado el segundo de los Principios del Movimiento Nacional, que dice: “La doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, inspirará la legislación de la nación española”.
He aquí los principales motivos de nuestra inquietud ante unos peligros que se refieren unos a la Iglesia y otros a la Patria:
1. No olvidemos que en la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes celebrada en Madrid en 1971, más de la mitad de sus miembros votaron una proposición en la que se decía que “pedían perdón por no haber sabido ser ministros de reconciliación en una guerra entre hermanos”. Con ello acusaban a la Iglesia española de 1936 de haber traicionado a Jesucristo y, de rechazo, pisoteaban la sangre de los mártires de la Cruzada.
2. Lamentamos la pasividad de gran parte del Episcopado frente a los grandes desafueros de muchos de nuestros hermanos en el sacerdocio. Desafueros de orden doctrinal en cátedras de seminarios, libros, homilías… Desafueros de orden disciplinar cometidos a la vista de los fieles, a quienes en vez de confirmar en la fe inducen a abandonarla. El rebaño de Cristo, hoy, es prácticamente, un rebaño sin pastores.
3. Advertimos con pena cómo las Asambleas de la Conferencia Episcopal, atentas a problemas sociopolíticos, relegan a un último plano los verdaderos problemas eclesiales. Con ello pierden credibilidad ante los fieles, que quedan sin guía en materias de dogma y sólida doctrina. El pluralismo doctrinal y el democratismo han ido demasiado lejos en nuestra Iglesia y se ha pasado a casi una anarquía.
4. Mientras que se airean por todas partes la libertad y los derechos del hombre, sin hablar de sus límites, se repite en las altas tribunas que hay que salvar a toda costa el orden público. Se olvida que a la represión de la acción perturbadora del orden público debe preceder la represión de la expresión del pensamiento que la origina, porque no delinque, pero su expresión puede delinquir.
5. Estamos gravemente alarmados ante el espectáculo de gran parte de la prensa… con ataques a la religión en forma de afirmaciones heréticas, su frivolidad, y su mal gusto. Basta asomarse a cualquier quiosco para ver proliferar la pornografía. En el orden político, la inclinación a exaltar doctrinas y personas contrarias al Movimiento. Y en el orden personal, desatados odios y envidias, lo cual preludia un trágico futuro. Todo ello supone una traición a los ideales del 18 de Julio y a la Religión del Estado.
6. Importantes universidades se han convertido en nidos de marxismo y en focos de irradiación nefasta en la juventud. Desprestigiadas las asignaturas de Religión y Formación del Espíritu Nacional. Si el Gobierno no acude con urgencia, cosecharemos una juventud con inteligencia dislocada y corazón podrido.
7. Vemos cómo la masonería y el marxismo se reorganizan ante la pasividad de los gobernantes. Recordemos la lección del Caudillo, en su último discurso, dijo que “contra España existe una conspiración masónico-izquierdista en contubernio con la subversión comunista-terrorista”. Resulta sospechoso que la clase política y cierta prensa han hecho caer una losa de silencio sobre tal alerta. Tememos que la masonería se halle ya enroscada en las alturas del cuerpo de la nación.
8. Se abren las puertas de la legalidad a la subversión. Es suicida dar libertad de acción a quienes a quienes desean retrotraernos a la situación anterior a la guerra por ver si consiguen, mediante borrón y cuenta nueva la victoria que entonces no alcanzaron. Si el Gobierno legaliza a partidos de rabioso izquierdismo alimentará la fiera que un día podrá estrangular a España.
9. Los separatismos levantan la cabeza, como recientemente en Barcelona y Guernica con mueras a España. El Gobierno no hemos visto que haya hecho caer sobre ellos el peso de la ley. Por algo se empieza. Por algo decía el sabio latino: “Oponte desde el principio, porque la medicina puede llegar tarde”.
10. La actual campaña por la amnistía indiscriminada no allanará caminos hacia la concordia, sino que será semilla de futuros enfrentamientos. Por ello, aunque aplaudimos el indulto tras la proclamación del Rey, sabiendo ya quiénes y con qué fines inician la campaña, nosotros nos abstenemos de sumarnos. Asunto delicado y peligroso como fueron las anteriores de 1918, 1931 y 1936. Si a esa campaña se han sumado obispos, ayuntamientos y otras entidades, creemos que ha sido… por el secreto deseo de derribar al Régimen.
11. Nos causa sonrojo ver cómo la Europa liberal-capitalista, masónica y marxista que nos combatió en 1936 pretenda enseñarnos el camino de la convivencia y la manera de gobernarnos sin que nadie levante la frente en gesto de dignidad nacional. Más todavía cómo algunos destacados políticos se presentan allí como opositores a “demócratas”, mendigando un aprobado.
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No queremos hacernos cómplices, por una indigna popularidad, del hundimiento de la Iglesia y de la Patria. Confiamos en que Dios, la Santísima Virgen, los santos y especialmente los mártires de la Cruzada velarán y no permitirán que se pierda la fe en España y que la Patria presencie de nuevo una guerra fratricida.
Confiamos en que la mayoría de los católicos… abrirán pronto los ojos ante el grave peligro que se cierne sobre nosotros y se aprestarán a defender su fe católica y su querida España…
Confiamos en que el Rey que juró: “sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino…”, … cumplirá religiosamente su juramento
Confiamos, por último, en que el Ejército, columna vertebral de la Patria, en un caso límite de subversión o traición será fiel al juramento de defender el orden constitucional y los valores permanentes de España, entre los cuales, ocupan lugar preferente los valores de la Iglesia católica.”
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