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Tema: Psicoanálisis en monasterio benedictino, introducido por un fraile y un obispo

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    Psicoanálisis en monasterio benedictino, introducido por un fraile y un obispo

    Se trataba de la introducción del "Psicoanálisis" en el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, de Cuernavaca, Méjico, a cargo del belga P. Lemercier en complicidad con mons. Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, a principios de los años 60.


    Más o menos, la historia fue así:

    En 1944, el P. Gregorio Lemercier, capellán del ejército belga en la Segunda Guerra Mundial, y estudioso de la terapia psicoanalítica, llegó a Méjico con el propósito de edificar un monasterio. Tras dos intentos malogrados en 1950, la tercera fundación, situada a 12 kilómetros de Cuernavaca, recibió el estatuto canónico y denominación de monasterio de Santa María de la Resurrección, donde se impuso la regla de San Benito. Ya allí se oficiaba la misa en español y de cara a los feligreses, en el espíritu de la innovación litúrgica practicada en varias parroquias belgas y francesas, para lo cual Lemercier preparó la traducción y una edición rústica del Breviario. La modernización litúrgica se acompañó de la moda arquitectónica encargando la construcción de una capilla circular en el claustro.

    A Lemercier le importaba la “estabilidad emocional” de los monjes y trataba de prepararlos adecuadamente. Lemercier hizo confluir para favorecer sus propósitos modernizadores las directrices del Concilio Vaticano II (el obispo Méndez Arceo llevó a la Asamblea del Concilio al fraile belga en calidad de experto) y la institucionalización del psicoanálisis en Méjico.

    A finales de 1965 aparece en la Prensa un escandaloso experimento de “psicoanálisis” realizado en el monasterio benedictino de Cuernavaca “¡¡PSICOANÁLISIS ENTRE FRAILES!!”, experimentado durante cuatro años...

    Con la prensa sensacionalista encima y la atención de la opinión pública internacional, fue acusado por el Vaticano de querer mezclar la ciencia con la religión.

    Mientras tanto, el progresista obispo de Cuernavaca, mons Méndez Arceo, asumió varias de las ideas y prácticas litúrgicas de Lemercier; le protegió frente a las sanciones vaticanas (otro tanto hacía con Iván Illich -personaje austro–croata–sefardita–americano)- y argumentó públicamente en favor de la terapia psicoanalítica en el afán de “poner al día” a la Iglesia. Lamentó que en la “Gaudium et spes” del Vaticano II no se mencionara el PSICOANÁLISIS, "descubrimiento semejante a los de Copérnico y Darwin...”, escribía el obispo.

    El fraile belga intentó salvar el proyecto fundando el Centro Psicoanalítico Emaús, en abril de 1966. La entidad privada, a 100 metros de distancia del monasterio, recibía a los aspirantes y a cualquier persona dispuesta a tratarse.

    En el verano de 1967 es descubierto el CIDOC, tinglado marxista-liberacionista del P. Lemercier y del activista Iván Ilich, protegidos por el obispo Méndez Arceo. Camuflado como ‘Cursos de Psicoanálisis’, habían adoctrinado para el marxismo a cientos de religiosos (y hasta obispos), en los últimos años...

    Finalmente, un decreto de Roma, prohibió la práctica del psicoanálisis en Santa María de la Resurrección, so pena de suspensión a divinis de Lemercier, quien sometió a consideración de la comunidad monacal la clausura del claustro, cosa que ocurrió a escasos días del decreto.

    A finales de los años 60, Roma redujo al estado laical a Lemercier y el monasterio de Santa María, abandonado por la Orden Benedictina, fue cerrado.

    El P. Lemercier, cincuentón, tras colgar los hábitos y como solía ocurrir en estos casos, contrajo matrimonio con una jovencita de 20 años; les casó, por supuesto, su “compadre” Méndez Arceo.


    .
    Última edición por ALACRAN; 16/03/2025 a las 21:30
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  2. #2
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    Re: Psicoanálisis en monasterio benedictino, introducido por un fraile y un obispo

    Un artículo de la época, denunciando el escándalo


    Revista
    ¿QUÉ PASA? núm. 197, 7-Oct-1967

    COMO NACIO, CRECIO Y ESTALLO EL "CASO LEMERCIER"

    Cuernavaca y el progresismo religioso en Méjico

    POR EL DR. JOAQUIN SÁENZ Y ARRIAGA.-PBRO.

    Empezaremos por estudiar el primer caso de este «affaire» internacional, el caso del Padre Lemercier.

    Ha sido el más escandaloso. Ha sido el que primero se desenmascaró. Ha sido el primero también sobre el cual Roma ha pronunciado una sentencia, que a nosotros nos parece definitiva, pero que a Monseñor Méndez Arceo y a todos sus asociados les ha parecido inaceptable. (La definitiva vendría después, reduciéndole al estado laical.)

    Conviene que precisemos el estado de la cuestión para no incurrir en tanta confusión y en tantos errores como han circulado aun entre personas bien intencionadas, que no han sabido captar el enfoque correcto del caso lastimoso del Padre Lemercier.

    La Santa Sede, en las diversas actuaciones que ha tenido, no ha querido ni estudiar, ni condenar el «psicoanálisis», como ciencia, como experimento, como medida terapéutica. Es verdad que, según las informaciones de la prensa, don Sergio Méndez Arceo, en el Concilio Vaticano II, presentó a la consideración y estudio de los Padres este problema. Es verdad que, como argumento decisivo de su demanda, recordó el caso, tan mal examinado, de Galileo, en el que, según su Excelencia, la Iglesia tuvo que retractarse, por haber dado una sentencia contraria a los progresos de la ciencia humana. Condenar el psicoanálisis, sostuvo el señor Méndez Arceo, era comprometer la indefectibilidad de la Iglesia; era negar el evidente progreso de la ciencia humana.

    Pero la proposición del Obispo de Cuernavaca, sin duda alguna inspirada por el Padre Gregorio Lemercier, no tuvo eco alguno en el Concilio y la propuesta de don Sergio no fue ni siquiera discutida.

    Pío XII había ya hablado del psicoanálisis, de esa ciencia en mantillas que tanto se comenta sin un conocimiento profundo de lo que es, de lo que está científicamente demostrado y de las múltiples hipótesis y teorías que pululan acerca de esta incipiente ciencia, arte o terapéutica humana. El Papa había hecho ver los graves peligros que el psicoanálisis (teoría o práctica) puede tener; pero estas advertencias no deben ser consideradas como una reprobación, ni como una aceptación ilimitada por parte de la Iglesia, que sigue esperando las conclusiones ciertas de las ciencias.

    En el caso del Padre Lemercier y de su convento benedictino no se trataba del psicoanálisis como tal, sino de una «aplicación concreta» del psicoanálisis, en el orden sobrenatural, en la selección y discernimiento de las vocaciones religiosas y en la santificación y perfeccionamiento espiritual de las almas consagradas a Dios.

    Fue en este sentido y solamente en este sentido en el que el Tribunal del Santo Oficio o de la Congregación para la Defensa de la Fe (como hoy se llama), la Congregación de Religiosos y el Tribunal de Cardenales nombrado por Papa, pronunciaron su sentencia condenatoria y prohibitiva. No fue condenado el psicoanálisis, sino el uso concreto que del psicoanálisis pretendía hacer e institucionar el ex abad.

    Además, en el caso que estudiaron los jueces de Roma había otros puntos gravísimos, que tal vez nunca se conocerán a fondo por el público, porque la discreción, la caridad y el procedimiento usual de esos Tribunales imponen el más absoluto secreto sobre las motivaciones de su sentencia. El peligro está en que hay otras personas que conocen, por caminos distintos, el caso del ex abad y sus ex monjes. ¡Ojalá y nunca salga a la luz pública esta información que la Caridad cristiana trata de velar!

    No me voy a detener en recordar la historia brumosa de la fundación del Monasterio de Santa María de la Resurrección. De los tres monjes benedictinos que vinieron de Bélgica, dos abandonaron el sacerdocio y sólo el Padre Lemercier se quedó en Cuernavaca. Gracias a la «comprensión de Monseñor Méndez Arceo —como llama el P. Lemercier al invariable apoyo que del Prelado recibe—, logró establecer, tras el fracaso de la primera fundación de «Montecasino», el nuevo monasterio de Santa María de la Resurrección. que fue desde su fundación un foco activísimo de doctrinas subversivas y de prácticas decididamente condenables, encubiertas a partir de 1956, por una liturgia totalmente nueva y por el psicoanálisis, acompañadas ambas cosas por un esteticismo religioso que venía a estilizar en forma tal las antiguas imágenes, que bien podemos decir que era una iconofobia disfrazada de modernismo.

    No podemos menos que señalar con dedo acusador el paralelismo ideológico y de actividad sincronizada entre esas reformas estridentes del monasterio benedictino y la transformación verdaderamente lamentable de la vetusta Catedral, hecha por su Excelencia el Obispo de Cuernavaca: la misma iconofobia, el mismo desdén manifiesto por la Divina Eucaristía, el mismo folklórico y espectacular teatro de la nueva liturgia, la liturgia diseñada por el inquieto benedictino que no es la liturgia aprobada por el Concilio.

    Ignoramos las causas que introdujeron en el nuevo monasterio la práctica del psicoanálisis. ¿Fue algo premeditado, algo importado de Europa por el abad? ¿Fue un problema personal, que se agudizó en él, al verse ya cabeza del nuevo monasterio soñado por él? ¡Fueron las inquietudes de sus hijos las que obligaron a Lemercier a buscar en el psicoanálisis como el remedio urgente de ocultos males que comprometían la existencia misma de su obra? Nadie puede responder a estas preguntas sin conocer a fondo no sólo el proceso de los Tribunales Romanos, sino la sentencia del Tribunal de Dios.

    Lo cierto es que el psicoanálisis entró en el monasterio con tal éxito, que muy pronto vino a suplantar totalmente los principios y la práctica de la ascética y la mística tradicionales, hasta convertir esta discutible teoría y práctica en el nuevo evangelio, el mensaje trascendente, con que el ambicioso monje quería curar los males del mundo y fusionar en un perfecto ecumenismo todas las religiones, todas las ideologías, todas las costumbres de esta humanidad agobiada y enferma.

    Era imposible que Roma desconociese las pretensiones y los hechos del P. Lemercier y de sus monjes. La Congregación del Santo Oficio, como entonces apropiadamente se llamaba, la que ahora tiene el nombre posconciliar de la Congregación para la Defensa de la Fe, una vez informada, actuó decididamente y lanzó su primera advertencia, el «Monitum» del 16 de julio de 1961, en el que se reprobaban las prácticas psicoanalíticas entre los novicios y se advertían sus graves peligros para sacerdotes y religiosos de uno y otro sexos. (...)


    Última edición por ALACRAN; 16/03/2025 a las 15:03
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #3
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    Re: Psicoanálisis en monasterio benedictino, introducido por un fraile y un obispo

    Un artículo de la época, denunciando el escándalo


    Revista
    ¿QUÉ PASA? núm. 198, 14-Oct-1967

    COMO NACIO, CRECIO Y ESTALLO EL "CASO LEMERCIER"

    Cuernavaca y el progresismo religioso en México

    POR EL DR. JOAQUIN SAENZ Y ARRIAGA.-PBRO.


    «Es necesario reprobar la opinión de aquellos que pretenden que es absolutamente necesario que una formación psicoanalítica preceda a la recepción de las Sagradas Ordenes, o que los candidatos al sacerdocio o a la profesión religiosa deben ser sometidos a exámenes o investigaciones psicoanalíticas propiamente dichas. Y esto, aunque se quiera alegar que con estos métodos se pretende asegurar la aptitud requerida para el sacerdocio o para la profesión religiosa. Asimismo, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas no pueden consultar a los psicoanalistas sin el permiso del Ordinario, y sin una causa grave». 6 de agosto de 1961.

    Pero, ¿qué importancia podía tener para Lemercier ese «Monitum», esa admonición, emanada en un Tribunal retardatario, que por tanto tiempo había impedido el progreso de la Iglesia? Por eso, «el Consejero —teólogo—» del Obispo de Cuernavaca indujo a su prelado a que en las Sesiones del Concilio de 1965 rompiese lanzas en defensa del psicoanálisis y pidiese a los padres Conciliares el que impusiesen esa práctica no sólo a los seglares, sino a los seminaristas y clérigos.

    Entre tanto, seguía el proceso de Lemercier y su convento en el Tribunal del Santo Oficio. El 8 de octubre de 1965 se le prohibió al Padre Lemercier volver a su convento de Santa María de la Resurrección; y, unos meses después, el 12 de noviembre de 1965, el P. Lemercier pidió la anulación de ese decreto. El P. Verardo «Ultimo gran inquisidor», como lo llama el ex abad, le respondió: «Eso no se hace». Meses más adelante, el 30 de junio de 1966, el mismo Tribunal, respondiendo a la apelación, ratificó la prohibición y ordenó que se pusiese bajo vigilancia especial al reformador.

    En septiembre de 1966 fueron presentados ante el Tribunal del Santo Oficio documentos debidamente legalizados, en los que se denunciaban gravísimas irregularidades del Prior y de sus monjes. Se dio orden al Padre Lemercier para que se presentase en su convento de Bélgica el día 20 del mismo mes. El abad, desde su convento de Santa María de la Resurrección, contestó que no aceptaba la decisión y que apelaba al Papa.

    Benévolamente S. S. el Papa Paulo VI aceptó la apelación de Lemercier y nombró un Tribunal de Cardenales que conociese a fondo todo el caso y pronunciase al fin su sentencia definitiva.

    Mientras Lemercier estaba en Roma y era juzgado, la Sagrada Congregación de Religiosos nombró a Fray Benito como administrador apostólico, encargado del gobierno de la comunidad. Mas solamente Fray Bruno y Fray Mauro acataron con Fray Benito esta disposición, ante la general rebeldía de los demás miembros del monasterio, haciendo imposible al administrador designado la ejecución de su cometido.

    No se puede decir con buena conciencia que el abad benedictino haya carecido de todas las oportunidades necesarias para la defensa de su causa. Si el expediente fuese publicado íntegramente, como él manifestó desearlo al diario francés «Le Monde», el 27 de mayo, en París, en su viaje de regreso a México, no le darla esta publicación «el beneficio de la reparación de los errores e injusticias cometidos en su persona y con respecto al monasterio», sino que harían públicas las lacras secretas que la caridad misericordiosa de la Iglesia quiere ocultar.

    8.—Ocho meses duró el concienzudo estudio de los Eminentísimos Cardenales, señalados por el Papa, quienes al fin y atendiendo la recomendación de Paulo VI, pronunciaron la benignísima sentencia sobre el abad, sobre su conducta y sobre sus actividades psicoanalíticas en el monasterio.

    El día 27 de mayo de 1967 el diario de París LE MONDE publicaba las siguientes informaciones:

    «DOM LEMERCIER OBTIENE AUTORIZACION DE REGRESAR A SU MONASTERIO. NO PODRA RECOMENDAR EL PSICOANALISIS A LOS CANDIDATOS A LA VIDA CONVENTUAL.

    «Roma, 25 de mayo. Después de ocho meses de proceso, la Comisión Cardenalicia, especialmente instituida por Paulo VI para el asunto de Cuernavaca, ha rendido su sentencia el 18 de mayo. Dom Gregorio Lemercier, prior conventual del convento benedictino de Cuernavaca (México), en donde se ha practicado el método llamado por su promotor de «psicoanálisis de grupo», reingresará a su monasterio, después de haber hecho un retiro de ocho días en el Convento de San Jerónimo de Roma... Este monasterio no ha sido suprimido. La sentencia, en su primera parte, consagrada a la «Cuestión principal», está redactada en los siguientes términos:

    «Se advierte gravemente al R. P. Lemercier que debe utilizar los términos en su sentido propio y usar más precaución y prudencia cuando enuncie principios morales y teológicos. De la misma manera, severamente se le advierte que no sostenga ni en público ni en privado la teoría o la práctica psicoanalítica, que él mismo reconoce como «psicoanálisis propiamente dicho», bajo pena de incurrir de inmediato en la suspensión «a divinis» reservada a la Santa Sede dé manera especial.»

    «Queda rigurosamente prohibido al R. P. Lemercier. bajo pena de destitución impuesta por la Santa Sede, exigir en lo futuro a los candidatos a la vida monástica, ya sea bajo forma de invitación o solamente de sugestión, una formación psicoanalítica previa, sea en el Centro Psicoanalítico Emaús, sea en cualquier otro lugar.»

    «Por abuso del poder eclesiástico y desobediencia, según los cánones 2.403 y 2,331, se le impone la pena de suspensión «a divinis» por ocho días, durante los cuales él hará Ejercicios Espirituales en la Abadía de San Jerónimo.»

    La segunda parte de la sentencia precisa: «En castigo a la violación del secreto y teniendo en cuenta una cierta atenuación de la principal acusación, se le exhorta a reparar según sus medios.»

    De las tres instancias secundarias, introducidas por Dom Lemercier, una fue rechazada. Las otras dos se confunden con la del 10 de diciembre de 1966, que fue aceptada. El P. Lemercier pedía que fuese comunicada a los benedictinos la inexistencia de la contumacia y de la suspensión «a divinis»; penas que fueron promulgadas el 19 de septiembre de 1966 por el Abad primado en el Congreso de Abades Benedictinos. Esta demanda de Lemercier obtiene en la sentencia plena satisfacción. Por último, se le condena a pagar los gastos del proceso.

    Esta sentencia fue dictada por los Cardenales Roberti, Forni y Heard, y tiene un carácter definitivo. Solamente puede parecer rigurosa si se la aísla del desarrollo de los acontecimientos, de los cuales esta sentencia es la conclusión. Sin duda, debemos esperar los comentarios, por lo menos oficiosos, de los organismos responsables. Por lo pronto, varios puntos pueden hacerse resaltar en la sentencia:

    1) La sentencia viene después de una decisión de la antigua Congregación del Santo Oficio, la cual, el 8 de octubre de 1965, ordenaba a Dom Lemercier «cortar toda relación con el monasterio mexicano», «renunciar a su puesto de experto del Obispo de Cuernavaca en el Concilio» y «retirarse inmediatamente a su antiguo monasterio en Bélgica». La sentencia cardenalicia anula, por lo tanto, estas penas y la consecuencia indirecta que ellas implicaban: la supresión del monasterio de Nuestra Señora de la Resurrección.

    2) En el Espíritu mismo de la reforma del Santo Oficio, que corresponde a esta época, Paulo VI había aceptado la apelación del P. Lemercier contra esta decisión de exilio en Bélgica y había confiado todo el asunto a una Comisión Cardenalicia especial. El Papa, por otra parte, había también declarado al Obispo de Cuernavaca que el P. Lemercier sería tratado «con justicia y caridad». (Aquí aparece la intervención directa del Obispo de Cuernavaca.)

    3) En cuanto a los puntos precisos de la sentencia, parece que la «desobediencia» se refiere al regreso de Dom Lemercier a su monasterio, el 20 de mayo de 1965, a pesar de la prohibición emitida el 19 de noviembre de 1964 por la Congregación de Religiosos. Advertida esta Congregación de que el P. Lemercier había partido para Cuernavaca, no actuó en contra suya por entonces.


    Última edición por ALACRAN; 29/03/2025 a las 20:33
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  4. #4
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    Re: Psicoanálisis en monasterio benedictino, introducido por un fraile y un obispo

    "El caso Lemercier" (continuación)


    Revista
    ¿QUÉ PASA? núm. 202, 11-Nov-1967

    COMO NACIO, CRECIO Y ESTALLO EL "CASO LEMERCIER'

    "Cuernavaca y el progresismo religioso en México”


    POR EL DR. JOAQUIN SAENZ Y ARRIAGA.-PBRO

    No cabe duda, el problema fundamental de Lemercier y sus monjes estaba y sigue estando en el cumplimiento del segundo voto de la vida religiosa, el voto de la Castidad. Todo este párrafo, toda esta motivación nos está diciendo que la meta del ex abad y sus monjes consiste en tener una nueva comunidad, de hombres solteros, sin limitaciones o imposiciones reglamentarias, en la que cada uno, según sus gustos y necesidades escogerá el género de vida que más le cuadre, que mejor se adapte a sus propios instintos, en la efusión del amor humano, que no tiene para nada en cuenta el amor de Dios. Esto es diabólico. Esto es indecoroso. Esto debería ser estudiado por los mismos Tribunales Civiles, para ver si es posible la tolerancia de un centro semejante que más tiene la apariencia de un centro de prostitución que de un centro de perfeccionamiento y santificación.

    Por eso Lemercier quiere cortar los vínculos con las otras abadías benedictinas y con los Tribunales de la Curia Romana. No menciona a los Tribunales Civiles, porque se esconde bajo el velo de la religión y se protege con el respeto con que las autoridades civiles miran esas casas consagradas a Dios.

    Quiere una comunidad, en la que el psicoanálisis sea la regla y el único superior sea él mismo.

    No más votos religiosos; no más pobreza, ni castidad en el monasterio; sólo queda un principio de cohesión: la dependencia a las ideas y a la voluntad paternal de la cabeza de esa comunidad.

    «Fidelidad para con la Iglesia: la Iglesia está en medio de una poderosa corriente de apertura a lo que no es ella,. Este ecumenismo toma innumerables expresiones en todo el Mundo, incluso en la Curia Romana. Por primera vez en la historia, la Iglesia se ha dado órganos que ya no miran a los que no son ella como a enemigos extraños: El Secretariado por la Unidad, el Secretariado por las religiones no cristianas y el Secretariado por los no creyentes

    Mucho se ha hablado de las «aperturas» de la Iglesia; pero la interpretación de Lemercier a estas aperturas no es la Católica; es precisamente la interpretación que ha condenado repetidas veces el Sumo Pontífice, porque ella viene a contradecir la permanencia indeficiente de la Iglesia de Cristo. La mente de la Iglesia no es entregarse, sino atraer; no es una capitulación claudicante, sino un nuevo llamamiento al mundo entero, para que busque la Verdad única, la Verdad eterna, que solamente hallamos en la tradición indeficiente de la Iglesia. Nada puede ser tan peligroso y tan falaz como la interpretación indebida del ecumenismo, proclamado por el Concilio.

    El Secretariado por la Unidad, el Secretariado por las religiones no cristianas y el Secretariado por los no creyentes de que habla Lemercier, solamente significa el diálogo de salvación, que de una manera más insistente quiere la Iglesia usar para la conversión de todos los que están afuera del rebaño de Cristo. Es el Pastor que busca las ovejas descarriadas, no es el pastor que las entrega en las fauces del lobo.

    «Este gran movimiento ecuménico de la Iglesia, que se abre a todos nosotros los hombres, nos ha afectado también a nosotros, y queremos cristalizarlo en el plano institucional. Sentimos la necesidad imperiosa de abrirnos a los que no tienen nuestras ideologías o creencias religiosas. Abriremos, pues, las puertas de nuestra
    casa y el corazón de nuestra familia a todos los que deseen tomar parte en nuestra vida comunitaria, sin distinción de ideología, de religión, o de raza, y los recibiremos en plan de completa igualdad. Por consiguiente, nuestra comunidad ya no podrá ser una institución de la Iglesia Católica, porque, de otro modo, los no católicos no serían miembros de la comunidad

    Aquí tenemos ya, en toda su crudeza, la locura inaudita del falso ecumenismo, que quiere cristalizarse en un plan institucional. Para llamar a los no católicos se renuncia jurídicamente a la Iglesia Católica, «porque, de otro modo, los no católicos no serían miembros completos de la comunidad». Yo pregunto: ¿no significa también esto que para ser miembros completos de la «familia de Emaús» se necesita renunciar a todas aquellas creencias religiosas,
    a todos aquellos dogmas, que la Iglesia propone como la infalible doctrina de Jesucristo? ¿No es renunciar a la fe?

    ¿Cuál va a ser el vínculo unitivo que garantice la estabilidad y subsistencia de esa comunidad ecuménica?

    ¿Será el psicoanálisis, el amor humano, tolerancia para admitir todas las debilidades humanas? Porque la fe, los principios morales, las normas estables de la conducta humana, no tienen cabida en ese ecumenismo de valores comunes; no es posible que en tanta variedad exista la unidad.

    «La adhesión a esta comunidad simplemente humana de sacerdotes católicos no causa mayor dificultad, en la medida en que su sacerdocio adentro de la comunidad se ejerza solamente para el servicio de los que se lo pidan. Pero el animador y responsable de esta comunidad no puede ser al mismo tiempo miembro activo de la jerarquía católica, so pena de discriminar, «ipso facto« a los miembros no católicos

    En estas palabras Dom Lemercier quiere establecer de una manera simplista, sin tener para nada en cuenta ni la legislación de la Iglesia, ni el espíritu sacerdotal, ni la institución misma evangélica, la solución concreta de los sacerdotes ya ordenados de su comunidad y su propio caso. La meta, ya lo dijo antes, es que todos sean «laicos», que no haya sacerdotes, que todos sean solos, sin mujer. Pero como hay, de hecho, algunos sacerdotes ya ordenados en su comunidad y como él mismo es también un sacerdote, era necesario institucionar su posición en la nueva estructura de la comunidad del futuro. El, como «animador y responsable» (ya no dice que sea Prior), no puede ser miembro de la Jerarquía Católica, para no discriminar a los miembros no católicos.

    Siguiendo su lógico pensamiento, yo diría que tampoco puede ser ya católico porque sus creencias particulares estarían en oposición a las creencias o a la negación total de sus cofrades. ¿Los otros sacerdotes?, que solamente conserven del sacerdocio y de sus prácticas aquello que no destruya el «ecumenismo». ¡Con razón Monseñor Iván Illich, a quien comentaremos más adelante, se declara abiertamente por la supresión total del clero en la Iglesia! ¡Es incompatible con el ecumenismo!


    Última edición por ALACRAN; Hace 2 semanas a las 12:47
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

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