Revista ¿QUÉ PASA? núm. 197, 14-Oct-1967
PARA QUE SE ENTEREN LOS "MIL PRESUNTOS FIRMANTES"
¿EL ESTADO CATOLICO “HERMANO SEPARADO” DE LA IGLESIA?
En nuestra tierra, los «progresistas» siguen haciendo de las suyas, y uno de sus objetivos es el firme deseo de destruir las estructuras que forman parte de nuestra personalidad para provocar circunstancias que en otros países los católicos se vieron obligados a aceptar bien a su pesar. Pretenden destruir cosas reales y sustituirlas con meras hipótesis.
Por si las ignoran, es preciso que conozcan cómo suceden las cosas al otro lado del Pirineo, donde, a pesar de existir pluralidad religiosa y la «separación de la Iglesia y del Estado», subsisten bastantes relaciones, con frecuencia calladas intencionadamente por las revistas francesas.
A los que neciamente sostienen que el Gobierno debería suspender la escasa nómina del clero de España hay que hacerles saber que en Francia desde 1906, fecha de la separación de la Iglesia y del Estado, las municipalidades se ocupan de sostener íntegramente las iglesias, casas rectorales y otros edificios de la Iglesia, cosa que no sucede entre nosotros, donde es tan frecuente ver en pueblecitos a párrocos viviendo en casas ruinosas e inconfortables, que se ven y se desean cuando tienen que hacer reparaciones en las iglesias. Alguno dirá que en Francia esos edificios pertenecen desde aquella fecha al Estado, que se los apropió. Eso es cierto, pero como la corporación municipal no puede disponer para ningún uso de esos edificios y, en cambio, debe conservarlos, resulta que en esas condiciones cualquier persona física o moral no creo que dudase en entregar a nadie la propiedad de sus bienes reservándose el usufructo.
Y es de notar que la municipalidad para el presupuesto de conservación de edificios de la Iglesia no tiene en cuenta el número de católicos de la localidad ni se descuentan impuestos a los que no lo son, y así podemos estar seguros de que contribuyen también gentes ateas o de otras confesiones religiosas al sostenimiento de la Iglesia.
Los párrocos cobran de la municipalidad anualmente el equivalente a unas 6.500 pesetas en concepto de guardianes de la Iglesia. ¿Ignoran estas cosas los progresistas sacerdotes de España, que en algunos sitios hacen tan farisaicamente ostentación de no querer recibir la nómina que se les entrega?
Igualmente en Francia, el Gobierno paga a capellanes de hospitales, prisiones y Ejércitos. Estos últimos tienen también derecho a disfrutar de economato, que les provee a precios reducidos.
En España es sumamente raro ver la bandera nacional en las iglesias, pues por lo visto ignoran los sacerdotes del arciprestazgo de Munguía (Vizcaya) que al otro lado del Pirineo se ve la bandera francesa de continuo puesta junto al altar en centenares de iglesias y algunas tan históricas como la catedral de Arlés. Y nadie se rasga las vestiduras por ello.
Y nada digamos de la profusión de banderas con que se adornan las iglesias en las festividades patrióticas. Podrían esos sacerdotes darse a una vuelta por Notre Dame, de París, en ciertos días y en determinadas ceremonias. En la Catedral de Valence, como la mayor parte de las del país vecino, el día 11 de noviembre se adornan los muros y columnas del interior del templo con no pocas docenas de banderas tricolores del país laico. A esos actos acuden las autoridades civiles ocupando lugar destacado y a ningún cura «progresista« se le ocurre protestar y si lo hiciera no saldría muy bien parado en el país de la libertad religiosa y de otras libertades. Desde luego, podemos estar seguros de que no tendrían las consideraciones con que se trata a los sacerdotes vascos de España.
En ese día 11 de noviembre se colocan coronas ante los monumentos a los muertos «Pour la France», y es de notar que esos monumentos no están situados, como en España, en el exterior de los edificios religiosos, sino que lo están en el interior y frecuentemente formando con una especie de retablo con los nombres escritos sobre un altar con estatua de Santa Juana de Arco. Y eso que sus muertos dieron su vida sólo por la patria y no por la causa de Dios que era perseguida.
Si algún párroco tuviese la osadía de quitar las coronas de esos monumentos a los muertos, le iría bastante peor y se le trataría con bastante menos consideración que al arcipreste de Mondragón. No lo duden.
A los actos laicos del 11 de noviembre van también los párrocos franceses con las autoridades civiles. Estamos ya hartos de ver cómo en el extranjero, mientras ellos con tanto fervor evocan la memoria de sus muertos, tratan de que aquí menospreciemos la memoria de quienes aquí murieron en defensa de la causa de Dios. (Véase a este propósito, por ejemplo, la «Croix» del 29 de junio de 1965 y comprobarán las malignas intenciones de ese periódico.)
En los actos oficiales, los obispos en Francia tienen la misma precedencia que los prefectos. Aunque en su nombramiento no se formen las ternas, el Gobierno está implicado más de lo que a primera vista parece.
¡Cuántas cosas, y no siempre exactas, se han escrito sobre el privilegio de presentación de los obispos por el Estado español! Y es de notar que en nuestra Patria ese privilegio es más simbólico que real, mientras que en las cinco diócesis francesas de la Alsacia y la Lorena, donde aún rige el régimen concordatario, cuando vaca una diócesis, el Gobierno francés propone «un único candidato, al que la Santa Sede dará la jurisdicción». (Véase el texto del aludido concordato.) Y nadie jamás se ha ocupado de ese privilegio de nuestra vecina nación.
En esas diócesis, las parroquias y otras instituciones eclesiásticas reciben nómina del Estado.
A los seminaristas, para sus estudios en todo el país, se les facilitan fácilmente becas, y es notoria la aportación del Estado a las escuelas de la Iglesia, que representa anualmente la enorme cantidad de 2.000 millones de nuevos francos. Y no protesta por ello la Iglesia, mientras que en España levantan el grito los «progresistas» a pesar de la mezquina nómina de menos de 1.000 pesetas mensuales que perciben los profesores de seminario.
También el Estado francés ayuda a las colonias de vacaciones que organiza la Iglesia para los niños o para cosas ocasionales, como lo hizo cuando los obispos fueron a Roma al Concilio. Igualmente sucede con casas de sacerdotes ancianos, de una de las cuales sé que ha obtenido, no ha mucho, 500.00 nuevos francos.
En nuestra Patria tampoco faltan sacerdotes que se resisten a recitar la colecta «Et Fámulos». Por lo visto ignoran que el Concilio ha mandado orar por los gobernantes (Constitución sobre la Liturgia, C. II núm. 53). Es de notar que mientras en nuestra Patria se niegan a orar públicamente por los gobernantes, en el Estado laico de Francia el manual de le «Priere Universal», editado por el Centro de Pastoral Litúrgica y aprobado por el Episcopado el 5 de diciembre de 1966, tiene en sus páginas súplicas como la siguiente: «Pour ceux qui ont la charge de goubemer la Republique, afin que Dieu les assiste du Saint-Sprit» (P. 291) o la fórmula siguiente: «Pour tous les citoyens de notre pays afin que a l’heure des elections chacun prenne sa part de responsabilité.»
También existen plegarias por los muertos «por la Francia»: «Pour ceux qui ont donné leur vie pour notre patrie, afin que Dieu recompense leur sacrifice.»
Pero la fórmula aún más patriótica de todas es la larga plegaria de las «Fiestas Nacionales», que ocupa enteras las páginas 236 y 237 del dicho manual oficial y obligatorio en todas las Iglesias para las plegarias del ofertorio de la misa.
Y por ello tampoco nadie se rasga las vestiduras.
Claro es que mucha parte de esta actitud del clero «progresista» español está provocada por revistas católicas francesas que se ocupan de criticar acerbamente las instituciones nuestras adaptadas a nuestro pueblo, mientras que silencian lo suyo...
Aquí sucede un poco lo del camello y el dromedario. Y lo peor es que nuestros progresistas no se dan cuenta de ello.
VIDENS-VIDENTIS
Sacerdote de Jesucristo |
