http://xn--laviejaespaa-khb.es/wp-co.../04/1797_1.jpgRegimiento Fijo de Puerto Rico
Siguiendo el manual no escrito para la defensa de la ciudad,
Ramón de Castro ordenó que los niños, mujeres y ancianos, abandonasen junto con las monjas del convento, al interior de la isla, concretamente al pueblo de
Rio Piedras, quedando el convento de las monjas como hospital, en previsión de que el de la ciudad quedase saturado ante la que se venía encima. Continua el diario de
Ramón de Castro:
“Inmediatamente se convocó á los jefes de la plaza y con presencia del plano de defensa que anticipadamente tenía formado su Gobernador, se dio á cada uno de éstos y demás oficiales nombrados, el destino señalado en aquél. Se tocó la generala y se distribuyó oportuna y proporcionalmente toda la tropa existente, guarnición en los castillos, fuertes, baterías y demás puestos de las obras interiores y exteriores de esta plaza. Se dio armas al paisanaje alistado, colocándolo en los puestos convenientes. Se habilitaron y colocaron en los sitios que estaban detallados los cuatro ganguiles (embarcaciones de pesca), dos pontones y doce lanchas cañoneras armadas y tripuladas bajo la dirección del capitán de fragata D. Francisco de Paula Castro. Se envió un cuerpo volante proporcionado al número de la guarnición con cuatro cañones de campaña á las órdenes del teniente coronel D. Isidoro Linares, capitán de este regimiento Fijo, con el fin de impedir el desembarco. . . . . Se despacharon órdenes para que tomasen las armas y acudiesen á esta Capital la compañía de caballería, los urbanos y gente útil de los partidos inmediatamente, y circulares á fin de que hiciesen lo mismo en todos los partidos de la Isla. Se proveyó y reforzó á todos los puestos del recinto y guarnición, obras exteriores y avanzadas, con armas, municiones, útiles y demás efectos necesarios á la defensa de esta plaza….. Se dispuso que el Guardalmacén de artillería se mantuviese día y noche en el Parque general para suministrar los pertrechos y efectos que se pidiesen. Se expidió orden á los partidos de esta Isla .á fin de que concurriesen á la Ciudad los vecinos de ellos que quedasen libres del servicio de las armas con provisión de los frutos del país para subsistencia de la guarnición.”
http://xn--laviejaespaa-khb.es/wp-co...0e1d505de5.jpgPlaya Cangrejos. Lugar del desembarco inglés en 1797
Pese a que la fuerza atacante era muy superior en hombres y armas a la defensora -y quizás aleccionados los ingleses por sus numerosos fracasos en el Caribe-, decidieron los ingleses no atacar directamente sobre
San Juan por ser el lugar más seguro de la isla y lo hicieron al día siguiente -18 de abril-, en
Playa Cangrejos, entre las poblaciones de
Carolina y
Loíza. Más de 6.000 hijos de Albión desembarcaron allí y para recibirles como merecían se enviaron 300 hombres, a sabiendas que no eran suficientes para detener la invasión pero si al menos para hacérselo más difícil:
“El cuerpo volante salió al mando del teniente coronel D. Isidoro Linares con los de igual grado D. José Vizcarrondo y D. Teodomiro del Toro, ayudante este de las milicias disciplinadas de esta Isla y capitán aquél del Regimiento de infantería de Valencia. D. Isidoro Linares se apostó con cien hombres en el sitio nombrado la Plaza, inmediato á una de las playas de Cangrejos; D. José Vizcarrondo en la playa de San Mateo y D. Teodomiro del Toro en la Torrecilla con igual número de gente cada uno al que tenía Linares. siendo los puestos de situación, los más ventajosos y resguardados para rechazar el desembarco que intentase el enemigo y poderse proteger unos á otros. “Cada uno de estos comandantes se atrincheró según le permitieron la situación y el tiempo, colocando oportunamente los dos cañones de campaña que llevaban Linares y Vizcarrondo.”
Al tiempo que esto sucedía en
Cangrejos, los ingleses enviaron a
San Juan, un bote con oficiales en misión “
diplomática” ofreciendo la rendición “
honrosa” de la isla.
Ramón de Castro, quien ya había vencido a los ingleses en la batalla de
Pensacola (Florida), en 1781, respondió:
“He recibido el pliego de VV EE. de este dia intimándome la rendición de la plaza de Puerto-Rico, que tengo el honor de mandar; y defenderé como debo á mi Rey Católico, hasta perder la última gota de sangre. Esta circunstancia me priva de admitir las generosas ofertas que VV. EE. se sirven hacerme en él. particularmente á mí, mi guarnición y habitantes. los cuales como su Jefe, están dispuestos a vender caras sus vidas; y espero que en su defensa obtendré la gloria que he conseguido de la Nación Británica en el puesto de Wiiage, cercano a Pensacola en el año pasado de 1781.”
Ante la negativa, los hijos de Albión regresaron a sus barcos y comenzaron a bombardear la ciudad de
San Juan. Al día siguiente, una partida británica saqueó dos ingenios en
Puerto Nuevo y
San Patricio. Para evitar que el enemigo se internase en el interior de la isla, se ordenó al capitán de ingenieros Ignacio Mascaró que fortificara el puente de
Martín Peña. En
Río Piedras se formó una guerrilla a las órdenes de Francisco Andino para hostilizar al enemigo. Se estableció una comandancia militar en Río Piedras confiada al subteniente Luis de Lara.
En la madrugada del día 21, las posiciones al mando del subteniente de granaderos D. Luis de Lara y el de milicias D. Vicente Andino, y de su hermano el ayudante de plaza D. Emigdio, fueron atacadas por una avanzada superior del contrario que se hallaba emboscada fuera de su línea en el puente de
Martín Peña. A pesar de la inferioridad de las tropas españolas, fueron sosteniendo una retirada con su fuego hasta llegar a
Río Piedras, en donde reunidas con otras sobrecargaron al enemigo con un fuego tan bien ordenado que le pusieron en precipitada fuga, obligando a los pocos que de su partida quedaron a ampararse del puente de
Martín Peña y la batería de tres cañones que estaba establecida en él.
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Uno de las “tapones” que se interponía en el camino de los ingleses para la conquista de
San Juan, era el pequeño castillo de
San Jerónimo, lugar donde ocurrieron los más feroces combates. El pequeño y viejo fortín sufrió un duro asedio y bombardeo constante pero logró resistir gracias, en buena parte, a la ayuda que recibió de dos de las cuatro embarcaciones pesqueras armadas para la defensa y de un pontón con morteros colocados debajo del puente de San Antonio, complicando las operaciones de los sitiadores. Para aliviar la situación del fuerte
San Jerónimo, Ramón de Castro organizó desde su hermano mayor -el fuerte de San Felipe-, una operación contra los sitiadores. El elegido para la misión fue el sargento de milicias
Francisco Díaz, quien a su vez pidió 70 voluntarios. Se embarcaron en dos piraguas y apoyados por dos lanchas cañoneras se acercaron hasta el fuerte de
San Jerónimo.
“Luego que Díaz desembarcó su tropa y la ordenó, debidamente, fue avanzando con cautela hacia la trinchera enemiga, y á proporcionada distancia hizo una descarga contra los que en ella se hallaban: la guardia que los sostenía tomó las armas y pretendió defenderse pero Díaz continuó su fuego ganando terreno hasta llegar a entrar en la trinchera con sable en mano acometiendo valerosamente á los contrarios, matando é hiriendo cada soldado nuestro á cuantos se les presentaban delante; de tal modo que los que podían librarse de nuestras armas se ponían atropellada y vergonzosamente en precipitada fuga, sin embargo de haberse calculado que el número de los enemigos en aquella ocasión llegaría a 300. Quedó solo Díaz con su gente en la trinchera enemiga, reconoció una batería de cañones muy bien dispuesta dirigida al puente de San Antonio y fuerte de San Jerónimo, capaz de siete cañones en batería; de los cuales tenía ya montados dos de á 24 y uno de á 12, con dos obuses y tres morteros para granadas reales; y no pudiendo clavar la artillería por falta de tiempo y proporciones, determinó la retirada trayéndose un capitán y 13 prisioneros vivos, y sintió inmediatamente el rumor en el campo del enemigo, comprendiendo que se destacaba algún cuerpo grueso contra los nuestros, como efectivamente sucedió, pero cuando llegó, ya Díaz estaba embarcado con toda su gente y prisioneros, sostenidos por las lanchas cañoneras y se retiró gloriosamente.”
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El pequeño y viejo fuerte de San Jerónimo