LA LABOR ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA (I)





Actualmente existe una tendencia cuya finalidad es calumniar y desprestigiar toda la labor de la civilización de España en Hispanoamérica. Actitud perversa y aviesa. nacida, impulsada y llevada a cabo por los enemigos de España con el fin de desprestigiar y quitarle mérito a todo el bien que ha esparcido por las tierras americanas.

Al regreso de Colón del primer viaje, Fernando e Isabel se apresuraron a comunicárselo al Papa Alejandro VI, quien por la Bula Inter Caetera, del 6 de mayo de 1493, o sea, nueve meses escasos desde la vuelta del Almirante, les decía a nuestros reyes:“ Os mandamos, en virtud de santa obediencia que así como prometéis, y no dudamos cumpliréis, destinéis a las tierras e islas susodichas, varones probos y temerosos de Dios, doctos, instruidos y experimentados, para doctrinar a los dichos indígenas y moradores en la fe católica e imponerles en las buenas costumbres, poniendo toda la diligencia de vida en los que hayáis de enviar”.

Atendamos a que dice: “varones probos y temerosos de Dios”, no frailes y sacerdotes, por lo que cualquier persona cuya moralidad y erudición estuviesen suficientemente probadas, podría ser enviado a las Indias, no sólo a instruir a los indígenas en la cultura europea, sino también, dada su intachable rectitud de vida, a adoctrinar a los nuevos hispanos, por ello, desde el segundo viaje de Colón (1494-1496) lo acompañaron misioneros para evangelizar a los nuevos ciudadanos españoles, pues como tales fueron considerados por nuestra Reina Isabel la Católica.

Desde el primer momento del Descubrimiento todos los monarcas hispanos tuvieron un tacto y cuidado exquisito sobre cómo habían de ser tratados los nuevos súbditos españoles, tanto es así que casi se deja a su voluntad que aprendan castellano, pues las palabras del rey Felipe II son: “… no parece conveniente apremiarlos a que dejen su lengua natural, mas se podrá poner maestros para los que voluntariamente quisieren aprender la castellana y se dé orden cómo se ha de guardar lo que está mandado en no proveer los curatos, sino a quien sepa la de los indios .

Nos encontramos con una actitud posiblemente no conocida en la Historia: el pueblo conquistador ha de aprender la lengua de los conquistados, en lugar de que sean estos los que conozcan el habla de los conquistadores. Los pueblos dominados por los romanos, cuyos idiomas son conocidos hoy como lenguas románicas, tuvieron que abandonar sus lenguajes y adoptar el de los conquistadores, como ha ocurrido siempre a lo largo de la Historia.

Enumerar todos los estudios y publicaciones de las distintas hablas de los nativos sería casi interminable, pero mencionaremos que en 1560 el dominico fray Domingo de Santo Tomás editó un vocabulario de la lengua quechua, y que, en 1584, el impresor Antonio Ricardo dio a la luz un manual de la Doctrina Cristiana en las lenguas quechua y aymará, primer libro imprimido en Lima . Tenemos el caso de un editor que, preocupado porque los indígenas conociesen la doctrina del Evangelio, publica un manual que les sirva a los aborígenes para aprender las enseñanzas cristianas.

Por lo que se puede afirmar que al terminar el reinado del Rey Felipe casi todas las grandes lenguas indígenas contaban con una transcripción fonética del alfabeto latino con gramática y diccionarios. No fueron la solución definitiva pero sí ayudaron a mantener en gran manera la comprensión y en entendimiento entre hispanos e indígenas.

El miramiento, por parte de España, de las lenguas aborígenes fue total desde el primer momento, la prueba de ello es que hoy se hablan en El Ecuador catorce lenguas ancestrales, así como en otras naciones se siguen conservando sus lenguajes primitivos.

UNICEF ha presentado un informe en el que manifiesta que, con una información de 21 países, ha confeccionado un Atlas lingüístico haciendo un recorrido desde la Patagonia hasta México y ha descrito los 522 pueblos indígenas que habitan hoy en Hispanoamérica en el que queda patente que en la actualidad se continúan hablando 420 lenguas precolombinas.

A todas estas hablas el ilustre Antonio de Nebrija las denomina “lenguas compañeras del Imperio”.
Todo esto no hace nada más que demostrar la gran preocupación de los monarcas hispanos respecto a los pobladores de unas tierras tan lejanas que integraban su imperio a los que había que evangelizar y culturizar en beneficio de unos nuevos conocimiento superiores a los que tenían, descubriéndoles un mundo moderno, con nuevas aportaciones como por ejemplo la rueda que, según los nuevos descubrimientos arqueológicos, se ha demostrado que conocían, pero que no le habían el uso práctico que tenía en el viejo mundo.

Que España no llevó a cabo una masacre de indígenas, como sí realizaron los ingleses y los holandeses, de la misma manera que los franceses, es un hecho incuestionable, cuya muestra irrefutable la encontramos hoy en los muchos pueblos indígenas que continúan habitando en las mismas regiones en las que se encontraban cuando la llegada de los hispanos.

Cabe que nos preguntamos ¿cómo se encuentran y dónde los pobladores primitivos de las tierras que colonizaron los pueblos anteriormente mencionados? ¿Qué mestizaje se ha producido entre colonialista y conquistados?

¿Cuál fue la labor educativa de los otros pueblos conquistadores? ¿Cuántas universidades o colegios mayores fundaron? ¿Dónde se encuentran las universidades creadas por los portugueses en un territorio tan extenso como Brasil?

La tarea de aportar una nueva civilización a pueblos que, aunque fuesen imperios como los mayas y los aztecas, vivían en un estado de barbarie tal que era incompatible con la forma de vida de Europa fue ingente.
La Corona española, ante el hallazgo de las nuevas tierras, se encontró con una enorme y ardua tarea que fue la de gobernar, administrar y controlar tan vastos territorios e implantar en ellos la cultura hispana y europea. Labor para la que, como Estado, no contaba con las infraestructuras suficientes; para ello se valió de la inestimable colaboración de las órdenes religiosas, con larga experiencia en el control y gobierno de las distintas comunidades y conventos con los que contaban; franciscanos y jesuitas.


Manuel Villegas Ruiz




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