LA DEMOCRACIA ACTÚA EN MÉJICO

Carlos Ibáñez Quintana (01/09/06)

Se celebraron las elecciones. Ganó la derecha. Por poco, pero ganó. La izquierda no acepta el resultado. Y no se limita a reclamar ante los organismos pertinentes, sino que ha llevado su protesta a la calle y está provocando disturbios.

Es lo de casi siempre. Cuando a la izquierda le va mal el juego democrático, no duda en invalidarlo y recurrir a la violencia, en sus distintos grados.

Eso ha ocurrido en muchas ocasiones. Fue en 1950 cuando lo viví por primera vez. Se había celebrado en Bélgica un referéndum para decidir sobre la vuelta al trono del Rey Leopoldo III. Lo ganaron los partidarios del regreso. Los socialistas no aceptaron el resultado y amenazaron con la guerra civil. Leopoldo se vio obligado a abdicar en su hijo Balduino.

No siempre que pierde la izquierda actúa del mismo modo. Pero siempre que ocurren disturbios posteriores a una consulta electoral, es que la izquierda la ha perdido.

¿Qué ha pasa en Méjico? Hagamos un poco de historia. A continuación de la lucha de nuestros hermanos cristeros, se estableció en Méjico un régimen revolucionario, con apariencias democráticas. Los que detentaban el poder organizaron un partido que garantizaría la eterna permanencia en el mismo. Lo llamaron Partido Revolucionario Institucional. Título que encerraba una contradicción.

Gobernó dicho partido durante setenta años. Sus prácticas de gobierno eran lo más parecido a una mafia. Ganaban elección tras elección prevaliéndose de toda clase de trampas. La inmoralidad se adueñó de todos los órdenes de la vida pública. A mí me ha tocado comprobar cómo un limpiabotas, “coludido” (empleo el mismo término con que el nativo me explicó el hecho) con un policía municipal, colocaba unos cajones en una zona de aparcamiento y los retiraba cuando llegaban los coches mediante el cobro de una cantidad.

De Méjico procede la palabra “mordida” que hoy se emplea en todos los países de habla hispana. Los últimos presidentes del PRI abandonaban el País, al terminar su mandato, con todo lo que habían podido robar. En el domicilio particular de mi amigo J. L. de L. tuve ocasión de contemplar el diseño original de la Cibeles, firmado por su autor. Mi amigo lo había adquirido cuando el Presidente López Portillo lo subastó al cesar en la presidencia y antes de desaparecer. Al cesante Presidente se lo había regalado Tierno Galván, cuando era Alcalde de Madrid.

Hacia 1940 se había fundado el Partido de Acción Nacional, para aglutinar el voto derechista. Se presentaba a todas las elecciones presidenciales y las perdía. Lograba llevar diputados al Parlamento.

En la década de los noventa se produjo una escisión en el PRI. Cuhautemoc Cárdenas, hijo del mítico Lázaro, harto de la evidente corrupción, se separó del mismo y fundó el Partido Democrático Revolucionario (PRD).

Esto y la llegada al poder de Ernesto Zedillo, en 1994, terminó con la serie de Presidentes del PRI. Zedillo, aunque pertenecía a dicho partido, se negó a practicar las inmoralidades de sus predecesores y organizó unas elecciones honradas. El las últimas presidenciales el PRI ha quedado como tercer partido.

El PRD se proclama defensor de los derechos de los indígenas. Ha puesto el dedo en otra de las llagas de la democracia. Desde la independencia mejicana, la política ha sido cosa de los criollos que han gobernado en su propio beneficio.

En septiembre de 1994, tuve la satisfacción de hacer una visita turística a Puebla, bajo la guía de un indio. Como indio se presentaba y el color de su tez y sus rasgos lo confirmaban. De lo boca oí los mayores elogios para la Madre España. Distinguía los tiempos del Virreinato de los de la Colonia. Los primeros se referían al Gobierno de los Austrias, continuadores de la empresa de Isabel la Católica y protectores de los indios. Con los Borbones cambiaron las cosas. Desde España consideraban a las tierras de ultramar como colonias. A pesar de ello la Corona y la Iglesia proporcionaban cierta protección a los indígenas. Fue al llegar la independencia cuando los criollos se apoderaron del poder y oprimieron a los indios. La Corona ya no existía y la Iglesia no era escuchada por los gobernantes liberales. Según nos decía el guía en cuestión, durante parte del siglo XIX los indios tuvieron prohibido el acceso a las escuelas.

De los sucesos de estos días hemos de sacar dos enseñanzas, primera: lo inútil que es aceptar por nuestra parte el juego democrático. Las izquierdas rompen la baraja en cuanto les va mal.

Segunda: la injusticia que se deriva del triunfo político de un partido, ya que, llegando al poder, gobierna en beneficio de quienes le han apoyado. Los partidos gobernantes lo han hecho en beneficio de los suyos. Se han olvidado de un sector importante de la población como son los indígenas. El PAN vencedor tiene pendiente el atender sus justas reclamaciones. Aunque hayan dado el voto al otro partido.