Incursión británica a Manila en 1798 y el fantasioso suceso del capitán Cooke

17 noviembre, 2022
Por Guillermo Nicieza Forcelledo
Autor del libro: «Leones del mar. La Real Armada española del siglo XVIII»


Antecedentes

El Océano Índico había resultado ser, ya desde el siglo XV, una de las zonas de intereses comerciales más importantes de las principales potencias europeas debido a su privilegiada situación respecto a las islas de las especias, la India y como alternativa a la ruta de la seda, pero por mar.

El control de facto por parte de Portugal de esta ruta marítima, además, supuso indirectamente que Castilla se embarcara en el descubrimiento del Nuevo Mundo, y la serie de expediciones de exploración que se llevaron a cabo en el océano Atlántico y posteriormente en el océano Pacífico.

En ese sentido, en poco más de medio siglo, el centro de interés comercial se trasladó a la América española en virtud de las grandísimas riquezas que se hallaron, no sólo minerales sino también en tierras. España, entonces, prácticamente monopolizó las rutas comerciales que llegaban a Europa procedentes de América.

Por su parte, en 1521, en el contexto de su expedición a las islas Molucas, que posteriormente daría el hito náutico de la primera circunnavegación del globo, Fernando de Magallanes llegó a Filipinas y reclamó su soberanía para España.
En 1565, Miguel López de Legazpi fundaba el primer asentamiento español en las Filipinas, en Cebú, quedando oficialmente como Capitanía General de Filipinas, aunque en la práctica dependía del Virreinato de Nueva España.

Esto supuso la interconexión de tres continentes a través de las rutas marítimas y comerciales españolas.
Sin embargo, el resto de potencias tendrían que disputarse la ruta portuguesa, cosa que ocurrió fundamentalmente entre Provincias Unidas, Inglaterra y Portugal1.

En el caso de Inglaterra, ya desde el siglo XVII había venido enviando expediciones privadas a través de la Compañía de las Indias Orientales y construyendo asentamientos comerciales en la costa de la India, según su sistema colonial.




Carta esférica de la bahía de Manila trabajada de orden del Rey á bordo de las corvetas Descubierta y Atrevída de la Real Armada en 1792. Dirección de Hidrografía, España 1807.

Sin embargo, la expansión exponencial que sufrió en el siglo XVIII junto con ciertos problemas y desavenencias con los reinos y dinastías locales, además de las guerras europeas que habrían de extenderse hasta todas las colonias y territorios de ultramar de los contendientes, se producirían una serie de enfrentamientos entre el brazo comercial de Reino Unido, en cierto modo dependiente del gobierno, y los locales.

Así, las tensiones políticas y diplomáticas darían lugar a las tres guerras carnáticas, a mediados del siglo XVIII, y las tres guerras marathas, a finales del mismo siglo y que se extenderían con interludios de paz hasta la segunda década del siglo XIX.
En el contexto de las Guerras Revolucionarias francesas, y a causa fundamentalmente del cambio de bando de España tras la firma del Tratado de San Ildefonso, el equilibrio de fuerzas y la situación en las Indias Orientales dio un vuelco, ya que por un lado se encontraba la Capitanía General de Filipinas, como importante apostadero naval español, y por otro el germen de lo que sería la India británica, desde los asentamientos costeros de Bombay, Madrás y Calcula.

Británicos en la zona

Sin embargo, ya desde antes de 1796, Reino Unido había venido extendiendo sus territorios en las Indias Orientales, desplazando y tomando los antiguos territorios holandeses2, ahora de la República de Batavia, estado satélite de Francia, y propiamente franceses.

Si bien España había dependido económicamente en gran medida de América con su Carrera de Indias, también recibía un comercio muy lucrativo desde Filipinas y China con la ruta que seguía el Galeón de Manila, también llamada Nao de China, desde el siglo XVI.

A Reino Unido le ocurría una cuestión análoga, ya que tenía importantes intereses comerciales en Cantón y Macao, pertenecientes a la dinastía Qing, y todos los años partía un gran convoy británico de buques mercantes de la Compañía de las Indias Orientales, fundamentalmente con té y otros bienes, hacia los puertos del litoral inglés.

La que se denominaba China Fleet suponía una inyección en el comercio británico que podía a llegar a estar valorada entre los 5 y los 8 millones de libras3.

Precisamente, este convoy sería atacado en enero de 1797 a la altura del estrecho de Bali por la escuadra francesa de seis fragatas del contraalmirante Pierre de Sercey, aunque finalmente se retiraría sin llegar hacer capturas importantes gracias a una treta del comandante británico.

Sin embargo, aunque habían tenido mucha fortuna en aquella ocasión y la flota francesa en las Indias Orientales no tenía gran tamaño, la entrada de España en la guerra suponía un riesgo mucho mayor, ya Filipinas era una capitanía general española y tenía buques de guerra destinados en Cavite y Manila.

La presencia de una segunda flota enemiga, que podría intentarlo de forma más exitosa, era una situación que no convenía, desde luego, ignorar ya que la escuadra española de Filipinas llegó a estar compuesta por 3 navíos de línea, 5 fragatas y 2 urcas4.

La amenaza de un ataque español se había percibido desde Londres con tanta premura que el gobierno británico encargó al contraalmirante Peter Rainier, comandante británico de la flotilla de las Indias Orientales, que estudiara la posibilidad de invadir Filipinas y tomar Manila, como ya se había realizado en el contexto de la Guerra de los Siete Años en 1762.

Cuando se estaban llevando a cabo los preparativos de una gran operación, en la que estaban implicadas un gran número de tropas del coronel Arthur Wellesley y toda la logística militar de la que disponía el general John Shore, gobernador general de la India, llegó la noticia de la firma del Tratado de Campo Formio que ponía fin a la Guerra de la Primera Coalición.

Además, los emisarios del Reino de Mysore, principal antagonista en el sur de la India de los británicos, solicitaban a Francia su apoyo para la guerra que pretendía librar contra la Compañía de la Indias Orientales.

Con la posibilidad de una guerra en suelo indio y un bloqueo marítimo franco-español de los puertos y rutas británicos en las Indias Orientales, sin mencionar un posible desembarco de tropas francesas y españolas en apoyo a Mysore, los británicos decidieron cancelar la operación de invasión de las Filipinas y así retener sus tropas en la India.
Sin embargo, la protección del convoy de China seguía siendo una prioridad, lo que obligó a destinar una pequeña división naval para escoltarlo, mientras se reunía en el puerto de Macao.

Así, desde Bombay partió una flotilla de naves mercantes, los famosos east indiaman5, con una escolta de la Royal Navy: la fragata HMS Sybille, de 40 cañones y el navío HMS Centurion, de 50 cañones.

La misión le fue encomendada al capitán de navío Edward Cooke, con insignia en la fragata HMS Sybille.

A la altura del estrecho de Malaca, hacia julio de 1797, se unieron al convoy los navíos de línea HMS Victorious, de 74 cañones y con el capitán de navío William Clarke como comandante, y el HMS Trident, de 64 cañones, y la fragata HMS Fox, de 32 cañones.

El convoy llegó el 13 de diciembre a Macao, con las dotaciones azotadas por las enfermedades tropicales, y las mercantes se unieron a la Flota de China.

En una situación en la que la Flota de China todavía tardaría varias semanas en zarpar hacia Europa, el capitán Edward Cooke decidió aprovechar el tiempo y la cercanía a Filipinas para llevar a cabo una descubierta y reconocimiento de la flota de la Real Armada anclada en Manila y así saber a qué atenerse una vez en la mar.

Además, en el puerto de Macao se rumoreaba que el Galeón de Manila se había detenido en Guam en su viaje hasta Filipinas y que estaría al caer, con su rica carga de varios millones de pesos fuertes de plata, procedente desde Acapulco y que debería regresar al puerto mexicano de Nueva España tal pronto cargara los bienes filipinos.

El 5 de enero de 1798, dejando en el puerto de Macao a los buques más pesados, el capitán Cooke zarpó a bordo de la fragata HMS Sybille, siendo el segundo de su división el capitán Pulteney Malcolm, con la fragata HMS Fox, bajo el pabellón tricolor francés.

A la altura de Luzón, aprovechando la treta de la bandera falsa, hizo que se acercara un mercante español, que fue capturado por los británicos.

Los oficiales interrogaron entonces al capitán del mercante que les informó que la escuadra española de Manila se encontraba en las gradas de Cavite y que no estaba en situación de navegar, ya que habían sufrido desperfectos importantes en el tifón que había asolado aquella zona en abril del año anterior.

Esta información sería clave a la hora de animar al capitán Cooke a continuar con sus intenciones de explorar de cerca Manila y tantear sus defensas costeras, para lo que disfrazó a sus fragatas simulando ser las francesas la Forte6 y la Prudente, ambas pertenecientes a la marina francesa y de porte equivalente a las británicas.

El supuesto engaño a los españoles

Cuando caía la tarde del 13 de enero de 1798, las fragatas británicas llegaban a la bahía de Manila y proseguían sin levantar sospechas en las fortificaciones de la isla del Corregidor.

La mañana siguiente, los británicos anclaban entre Manila y Cavite, y el capitán Cooke realizaba sus pesquisas sobre la escuadra española, que se encontraba parcialmente desarbolada.

En las gradas de Cavite se encontraban los navíos de línea Europa7, San Pedro Apóstol8 y Montañés, de 74 cañones, y las fragatas9 Nuestra Señora del Pilar y Santa Victoria10, de 34 cañones, la escuadra española de filipinas del jefe de escuadra Ignacio María de Álava.

Sin embargo, en el puerto también se encontraba el mercante Rey Carlos11 y otro buque de la ruta del Galeón de Manila que la bibliografía británica llama Marquesetta12, que se estaban descargando.

Los españoles se encontraban informados de que la fragata HMS Resistance, de 44 cañones, del capitán Edward Pakenham se encontraba en las aguas de influencia de las Filipinas a la caza, y por esta razón había decidido estibar la carga de los dos mercantes en el puerto a la espera de una escolta española.

Al fondear la fragata HMS Fox, siendo la primera de las dos en hacerlo, el barco de guardia del puerto se acercó a ella y subió a bordo a interrogar al comandante, como era protocolo portuario.


«Acción de Romney… & La Sybille & 3 barcos armados… 17 de junio de 1794». Grabado de Livesay, J. National Maritime Museum, Greenwich, Londres. Este grabado representa el momento del apresamiento de la fragata francesa «La Sybil», que pasó al servicio de estos como HMS Sybille.

El capitán Pulteney Malcolm, que hablaba francés como era habitual en los oficiales navales tanto ingleses como españoles, persuadió al oficial de guardia de que eran la fragata francesa Prudente y que estaba en Manila para cargar suministros y refuerzos españoles para atacar a los convoyes británicos de la ruta de China.

Esto lo habría conseguido gracias a la ayuda de un tal míster Bernard, también llamado en algunas fuentes como Monsieur Bernard, un traductor que iba en la fragata británica.

Lo que supuestamente ocurrió a continuación tanto puede ser cierto como alegre ficción cortesía de la imaginación británica, ya que se cuenta que se presentó el capitán Cooke en la cubierta de la HMS Fox afirmando ser el capitán de navío Latour13, que había fallecido a bordo de la fragata Seine14 en la acción del 9 de septiembre de 1796, frente a Sumatra, contra una división británica de dos navíos de línea.

Entonces, el oficial español habría ofrecido los suministros a los británicos además de informales de que la escuadra española no estaría lista para hacerse a la mar antes de marzo, como pronto.

Para continuar la artimaña y en virtud de la amistad entre ambos países, el capitán Cooke habría invitado al capitán español a la cámara del comandante de la fragatapara brindar por la “caída de Inglaterra”.

Continuarían bebiendo y haciendo similares brindis durante más de una hora, sonsacando Malcolm y Cooke al oficial español toda la información que les resultara necesaria, incluidos detalles sobre el estado de las defensas de Manila y el destino y comisiones que había realizado la escuadrilla del jefe de escuadra Álava, o tenía previsto realizar.
Poco después, la falúa insignia del contraalmirante español se presentaba en el costado de la fragata HMS Fox con una serie de oficiales de su Mayoría General, si bien el propio Ignacio María de Álava no había podido acudir a saludar a sus aliados franceses sí enviaba una misiva de cortesía en manos de su ayudante en un tercer bote.

Sucesivamente, según llegaban, los oficiales españoles eran conducidos y escoltados a la cámara para celebrar tan alegre situación. Sin embargo, mientras los oficiales bebían, en cierto momento, las tripulaciones españolas fueron sorprendidas por marineros británicos armados y obligados a rendirse a punta de pistola, considerándose prisioneros de guerra.
Entonces, en la cámara del comandante, la propia de Malcolm, donde habían estado bebiendo, los oficiales británicos hicieron a los españoles partícipes de su situación como prisioneros, prometiendo dejarlos libres tan pronto como las dos fragatas zarparan. Y se les ofreció más vino.

Mientras todo esto ocurría en las fragatas británicas, una serie de brigadas de marinería británica subieron a los botes españoles y bogaron hasta la desembocadura del río Pasig, donde les habían contado que habían amarrado tres lanchas cañoneras españolas.

Tomando a sus tripulaciones por sorpresa al vestir los uniformes españoles de los marineros que había hecho prisioneros, los echaron al agua, sin combates, y marinaros las tres lanchas hasta la fragata HMS Fox.

Entonces, llegó otro capitán de guardia español, visiblemente irritado, y solicitó a los marineros británicos que devolvieran las lanchas y que no tenían órdenes de situarlas cerca de la fragata.

A esta situación saldría el capitán Malcolm ya visiblemente ebrio y en un francés incomprensible hacía partícipe al capitán de las festividades que se estaban llevando a cabo en su cámara.

Allí, los británicos brindaron una gran comida a los oficiales españoles y repartieron comida y grog a sus tripulaciones, unos 200 hombres prisioneros en la bodega de la fragata.

Una vez hubo terminado la comida, los españoles fueron liberados y regresaron a sus botes. Los británicos se quedaron con las tres lanchas cañoneras. Supuestamente todo este hecho se llevó a cabo mientras que los británicos vestían uniformes franceses y bajo pabellón francés.

Ni que decir tiene que no hay ningún registro español donde se recoja este hecho15, la captura de oficiales españoles o sus tripulaciones, ni la pérdida de las lanchas cañoneras en aguas filipinas en estas fechas.

En todo caso, al menos parte de los oficiales participantes de las acciones tendrían que ser algunos de los comandantes de la escuadra de Filipinas o sus asistentes, que eran los destinados en Manila.

Los comandantes serían los capitanes de navío Isidoro García de Postigo –navío Europa–, Ángel González –navío San Pedro Apóstol– y Fernando de Valcárcel –navíoMontañés–, capitanes de fragata Vicente de Barcáiztegui –fragata Santa María de la Cabeza–, Francisco de Riquelme –fragata Santa Lucía–, Miguel de Zapiain –fragata Nuestra Señora del Pilar– y José de Robredo –fragata Santa Victoria–, y los oficiales de la plana mayor, teniente de navío Miguel de Sierra y alférez de navío Miguel de Álava, ambos destinados en el navío Europa.

Seguro, además, que no participaron los oficiales de la fragata Santa María, ya que al naufragar parcialmente la noche del 24 al 25 de abril del año anterior habían fallecido su comandante, el capitán de fragata Fernando Quintano, los tenientes Joaquín Briones, que era su segundo, Francisco Perler y Bruno González y los alféreces de navío Claudio de Álava, Pedro Meñaca y Luis de Sesmar.

Así, pues, no hay pruebas que permitan afirmar, según la bibliografía española, que este hecho se produjera tal y como relatan algunos autores propios de la británica, pero la unánime falta de ellas sí pone en duda su existencia.

Además, por otro lado, resulta difícil de creer que los oficiales españoles de la Real Armada, la gran mayoría bien educados y de procedencia aristocrática, no distinguieran el fuerte acento que tienen los británicos al hablar cualquier idioma que no sea el suyo, y ya no digamos las sutilezas de la pronunciación del francés.

De hecho, se sabe y así aparece en notas biográficas y correspondencia que la mayoría de los oficiales españoles tenían trato frecuente con sus homólogos franceses y hablaban el idioma con fluidez.

Es más, parece eludirse a sabiendas, o no se cuenta, que el protocolo entre aliados al entrar y salir de puerto franco, o encontrarse en mar abierto, era llevar a cabo un saludo formal con un sistema de señales por banderas y fuego de cañones con un código sólo conocido por ambos aliados.

Estos códigos de señales se entregaban a los comandantes al recibir sus mandos y participar en misiones conjuntas y eran destruidos a la primera oportunidad o riesgo de caer en manos enemigas.

Ataque a Zamboanga

Con la esperanza de recibir suministros y agua para sus fragatas, el capitán Cooke ordenó utilizar de nuevo la treta de la bandera falsa, pero en esta ocasión utilizando elpabellón español para engañar a las autoridades locales.

Sin embargo, dado que no conocían la hidrografía y no tenían prácticos, la fragata HMS Sybille encalló en un banco de arena en la entrada del puerto, lo que puso de manifiesto que no conocían la costa ni tenían cartas de navegación precisas sobre aquel litoral.

Esto resultó muy sospechoso para Raimundo Español, el gobernador de Zamboanga, que envió un barco de guardia a entrevistar con los recién llegados.

Al abarloarse el barco de guardia a la fragata, su capitán les preguntó los nombres de lo comandantes, respondiendo los británicos, que no conocían el idioma, con una descarga de fusilería. El ruido enseguida alertó a las gentes del pueblo, que comenzaron a organizarse en milicias de voluntarios.

Fracasando su engañifa con la bandera, el capitán Cooke ordenó bombardear el fuerte que protegía el puerto de Zamboanga la mañana siguiente, tras reflotar a la fragata varada durante la noche.

Esta pobre medida resultó de todo punto ineficaz, por lo que el capitán Malcolm trató de llevar a cabo un desembarco en la playa para asaltar la retaguardia del fuerte desde tierra, mientras que Cooke apoyaba con su fuego desde el mar.
Sin embargo, el fuego español estuvo a la altura y los británicos recibieron descargas de bala rasa y metralla, siendo alcanzados los botes de desembarco y matándoles a dos hombres e hiriendo a otros cuatro. En este fuego perderían dos botes.

Cuando parte de los botes llegaban a la playa, unos 250 milicianos y voluntarios, algunos únicamente armados con lanzas y cuchillos, atacaron a las tropas desembarcadas en la playa, que tuvieron que batirse en retirada. Entonces, el capitán Malcolm ordenó cancelar el desembarco.

Tras más de una hora de intercambio de fuego y llevando todas las de perder en su combate con el fuerte, que tenía todas las ventajas a no poder desembarcar los británicos,las fragatas picaron los cables que las mantenían ancladas y navegaron fuera del rango de fuego efectivo de los cañones españoles.

En ese momento, tenían dos muertos y un herido en la HMS Sybille y ocho heridos en la HMS Fox.
Por la parte española habían tenido un muerto y cuatro heridos.

Al sufrir daños considerables las fragatas británicas, el capitán Cooke ordenó retirarse a media legua de Zamboanga para reparar los mástiles y la arboladura, lo que les llevó cerca de tres días.

Posteriormente, y sin poder ser perseguidos por los barcos españoles, la división británica puso rumbo Norte e inició su huida hacia Cantón.

Supuestamente, durante este viaje hundieron las dos lanchas cañoneras restantes que había capturado a los españoles, algo desde luego muy conveniente para su versión de los hechos.

Si bien el contraalmirante Rainier pareció satisfecho con el astuto proceder del capitán Cooke, no son pocos los historiadores británicos que afirmar sin tapujos que la imaginativa operación no tuvo ningún resultado positivo ni favorable para los intereses de la Royal Navy en las Indias Orientales.

La razón de esto es muy sencilla, ya que antes de llegar a Cavite ya sabían que la escuadra española no estaba ni mucho menos en estado de combatir, por lo que quizás la decisión más inteligente hubiera sido volver a toda vela a China e informar de lo descubierto, para así, inmediatamente presentarse en Cavite con la totalidad de la escuadra británica y hacer fuego sobre las naves españolas de las gradas, hundiendo así la flota enemiga en su totalidad.

Esto indudablemente hubiera supuesto una grandísima ventaja para los intereses británicos en la India, ya que la Flota de China quedaría virtualmente protegida y a su vez permitiría llevar a cabo operaciones conjuntas contra la escuadra francesa.
Así, durante el año 1799, la fragata HMS Resistance volaba por los aires en una explosión accidental frente al estrecho de Bangka, el resto de fuerzas de la Royal Navy de la región se venían obligadas a tratar de impedir la ocupación francesa del estrecho de Suez, en el Mar Rojo.

Precisamente, este debilitamiento de las fuerzas británicas en las Indias Orientales propició que el contraalmirante Sercey comisionara a las fragatas Preneuse y Brûle-Gueule a Manila para unirse al escuadrón del jefe de escuadra Álava, que ya había sido reparado.
El 27 de enero de 1799, la flotilla combinada franco-española arribaba a Macao tomando por sorpresa a los británicos, que se veían obligados a organizar un contraataque a la carrera.

En el archipiélago de Wanshan, el capitán Willliam Hargood participaba en una escaramuza con sus dos navíos de línea y una fragata contra los dos navíos de línea y cuatro fragatas aliadas de Ignacio María de Álava. Esto se conocería como el incidente de Macao.

Por todo ello, la expedición a Manila del capitán Cooke tiene que ser entendida como un fracaso de tamaño similar a la imaginación demostrada al relatarla.


Notas


  1. Esta situación se recrudeció mucho cuando Felipe II se coronó rey de Portugal y se unieron ambos los reinos y sus dominios de ultramar.
  2. Fundamentalmente Ceilán, la colonia del Cabo y los asentamientos de la Indias Orientales Holandesas. Los territorios franceses habían quedado relegados a Île de France y algunas pequeñas islas.
  3. A principios de 1804, un convoy estuvo valorado en 8 millones de libras, lo que al cambio actual serían unos 840 millones de euros.
  4. Navíos: Europa, San Pedro Apóstol y Montañés; fragatas: Santa María de la Cabeza, Santa Lucía, Santa Victoria, Nuestra Señora del Pilar y Santa María; urcas:Aurora y Ferroleña.
  5. Buques mercantes británicos pertenecientes a la Compañía de las Indias Orientales, equivalentes en porte y función a las españolas que realizaban la Carrera de Indias. La mayoría tenían porte de fragata, aunque algunos fueron reconvertidos a navíos no de línea de 4ª clase.
  6. Curiosamente, la Forte se batiría contra la propia HMS Sybille del capitán Cooke el 28 de febrero de 1799, y sería capturada. En esta acción resultaría herido de muerte el capitán Cooke.
  7. Cuya advocación era San Lesmes.
  8. En la bibliografía anglosajona a veces aparece como San Pedro, lo que daría confusión con el San Pedro de Alcántara, que es otro.
  9. La bibliografía anglosajona habla de las fragatas Santa María de la Cabeza y Santa Luisa (sic). En todo caso podría ser la Santa María de la Cabeza y la Santa Lucía, ambas de 34 cañones.
  10. De nombre también Fama.
  11. Sería el alias de la fragata de la Compañía de Filipinas llamada Purísima Concepción.
  12. Posiblemente no se llamara así, y otros nombres como La Marquesa o Marquesita, más probables, no aparecen como destinados ni anclados en Cavite en estas fechas. Quizás fuera la fragata Magallanes, que, sin embargo, estaba en Acapulco.
  13. En la bibliografía anglosajona a veces se le llama comodoro pero en los registros franceses no he encontrado ningún comodoro Latour, ni capitán Latour.
  14. La división francesa estaba compuesta por 6 fragatas: Vertu, Forte, Cybèle, Régénerée, Prudente y Seine. Todos los capitanes están perfectamente identificados menos el citado Latour: Jean-Matthieu-Adrien L’Hermitte (Vertu); Hubert Le Loup de Beaulieu (Forte); Pierre Julien Tréhouart (Cybèle); Jean-Baptiste Philibert Willaumez (Régénérée); Charles René Magon de Médine (Prudente); ¿Latour? (Seine).
  15. En la bibliografía británica ni siquiera se citan los grados o empleos de los oficiales españoles capturados, ni su número.

Bibliografía


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