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Tema: La última batalla de la División Azul, los «andrajosos» e impávidos de Krasni Bor

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    La última batalla de la División Azul, los «andrajosos» e impávidos de Krasni Bor

    La última batalla de la División Azul, los «andrajosos» e impávidos de Krasni Bor

    César Cervera







    Adolf Hitler calificó a los divisionarios de «banda de andrajosos», hombres impávidos que desafiaban a la muerte, valientes, duros para las privaciones e indisciplinados. Reconociendo que sus hombres se alegraban de tenerlos cerca


    Ferrer Dalmau
    División Azul en el frente del Voljov, 1942. Un año antes de la batalla de Krasni Bor




    A miles de kilómetros de su tierra, en una guerra que en realidad nada tenía que ver con ellos, armados con fusiles ligeros incapaces de hacer más que rasguños a los tanques soviéticos, e intimidados por un frió que dejaba el de Ávila, Guadalajara y otros glaciares castellanos en una agradable brisa veraniega. Bajo estas duras condiciones y vestidos con uniformes nazis reducidos a harapos, los 4.500 españoles pertenecientes a la 250ª División de Infantería de la Wehrmacht (conocida popularmente como la División Azul) resistieron honrosamente la ofensiva de 45.000 hombres y 80 tanques enviados por el Ejército Rojo a Krasni Bor. Más allá de las ideologías y de proclamar héroes o villanos, los divisionarios que intervinieron en el sitio de Leningrado, la liberación de París a manos de una compañía francesa formada en su mayoría por republicanos españoles o los espías que, como Joan Pujol, influyeron fuertemente en el transcurso del conflicto, se empeñan en desmentir a quienes siguen sosteniendo que nuestro país no jugó un papel reseñable, para bien o para mal, en la II Guerra Mundial.


    La División Azul fue una unidad de voluntarios españoles, en total formada por cerca de 47.000 hombres, que combatió junto al Tercer Reich en el Frente Oriental. Pese a que las exigencias alemanas pasaban porque el contingente estuviera formado íntegramente por soldados profesionales, se acordó finalmente que el grueso estuviera alimentado por voluntarios civiles –muchos de ellos opositores al régimen que se alistaron ante la posibilidad de limpiar sus antecedentes, como en el caso del director de cine Luis García Berlanga–, pero comandados por oficiales experimentados del Ejército español como Agustín Muñoz Grandes o Emilio Esteban-Infantes. La buena disposición al combate y la sobriedad española no tardaron en atraer los elogios de los oficiales nazis.



    Durante sus operaciones militares en la región de Voljov, junto a la ciudad histórica de Novgorod, la División Azul acometió algunas de las acciones más célebres en la trayectoria de esta unidad. Cuando a principios de 1942 una ofensiva soviética –que perseguía restablecer las comunicaciones entre Leningrado y Moscú– engulló a la 18º División alemana, el general de infantería nazi von Chappuis designó a la Compañía de Esquiadores españoles para socorrer a sus hombres. Este mismo general había guardado dudas en el pasado sobre las capacidades de la unidad, pero ahora recurría a ella para acometer un desesperado rescate. Los esquiadores españoles atravesaron un lago helado a costa de su salud, con temperaturas de 52 grados bajo cero y sin apenas provisiones, para hallar once días después a los escasos supervivientes de la 18º División alemana. A una veintena de ellos fue necesario amputarles ambas piernas a causa del frío extremo.
    La altura de sus acciones condujeron a Adolf Hitler, desde «la Guarida del Lobo», a calificar ese mismo año a los divisionarios de «banda de andrajosos», hombres impávidos que desafiaban a la muerte, valientes, duros para las privaciones e indisciplinados. Reconociendo, asimismo, que sus hombres se alegraban de tenerlos cerca.

    45.000 rusos caen sobre Krasni Bor

    Envueltos en cierta aureola de inexpugnabilidad a ojos de la Wehrmacht –lo que casaba difícilmente con los postulados racistas del nazismo–, la División Azul alcanzó en 1943 su tercer y último año de existencia. De la defensa en la región de Voljov pasaron al asedio de Leningrado. Allí, las tropas españolas fueron desplegadas al sur del lago Ladoga, desde donde hicieron frente a «la Operación Iskra», enésima ofensiva para liberar Leningrado del cerco nazi. El sábado 16 de enero, 550 divisionarios al mando del capitán Manuel Patiño Montes acudieron a una región boscosa al sureste de Posselok para frenar la acometida ordenada por Stalin.


    Según explica el historiador Xavier Moreno Juliá en su libro «La División Azul: Sangre española en Rusia», los españoles se distribuyeron en forma de abanico y se parapetaron con troncos, ramas y nieve. Bajo el fuego de los morteros y los organillos de Stalin, brilló la actuación del capitán Salvador Massip que, tras ser sucesivamente herido en una ceja, en un ojo y en una pierna, murió con su fusil ametrallador todavía agarrado a sus manos sin haber cedido un centímetro de terreno. En total, la lucha en los bosques de Posselok causó la muerte de cerca del 70% de los miembros del batallón, lo que forzó a Esteban-Infantes a solicitar el regreso de sus hombres a posiciones menos expuestas. Una petición que tardó semanas en aprobarse.


    Mientras los españoles se lamían sus graves heridas les alcanzó su día más negro, el 10 de febrero de 1943. En Krasni Bor, situado en un arrabal de Leningrado (hoy, San Petersburgo), 5.900 españoles equipados con armamento ligero hicieron frente durante varias horas a la sacudida imparable de 38 batallones del Ejército Rojo, repartidos en 4 divisiones, y apoyados por una gran cantidad de artillería y tanques. No era, sin embargo, una acción inesperada. Los españoles sospechaban que los rusos planeaban tomar Krasni Bor desde hace diez días y concentraron todas sus fuerzas en esta posición. No en vano, saber el lugar de un ataque solo es el primer paso para rechazarlo.



    Ferrer Dalmau
    Un grupo de divisionarios avanza por los helados bosques rusos



    A las 6:45 cayó la mole soviética sobre los españoles. «La línea primera estaba casi machacada; los carros rusos, primero rechazados, habían vuelto a dirigirse a Krasni Bor, abriendo una brecha en el Ferrocarril de Octubre; nada se sabía del Primer Batallón al mando del comandante Rubio; y se desconocía la situación del Batallón 250, aunque se suponía muy delicada», describe en clave de catástrofe uno de los combatientes de la batalla. Sin el armamento necesario para frenar a los tanques rusos, la situación delicada era, en realidad, desesperada. En pocas horas, un millar de españoles resultaron muertos en una embestida como nunca antes había sufrido la División. El Ejército Rojo dispararó ese día decenas de miles de obuses, con una cadencia aproximada de un disparo cada diez segundos por cada pieza.

    Convencidos de que el brutal bombardeo artillero había arrasado cualquier amago de vida, la infantería soviética avanzó contra las líneas españoles, que abrumados por la superioridad enemiga se agazaparon en sus improvisados agujeros a la espera de una oportunidad para contraatacar. Cuando el Ejército Rojo estaba encima de ellos, los supervivientes montaron sus ametralladoras MG34 y se atrincheraron en los cráteres que habían producido los obuses soviéticos. A continución se desató un sangriento cuerpo a cuerpo entre ambos bandos bajo la atenta y remota mirada de los francotiradores rusos, quienes mataron sin piedad a un centenar de españoles en esa jornada. Rodeados de enemigos, varios oficiales divisionarios reclamaron por radio que bombardearan sus propias posiciones a riesgo de su vida.


    Tras nueve horas y 45 minutos luchando en solitario, los infantes alemanes socorrieron a los españoles a las 16:30. Pero la ayuda era tardía. Desde el principio del ataque, los mandos españoles llevaban reclamando unos refuerzos que no acudieron hasta que la aviación alemana, la Luftwaffe, hubo asegurado el terreno. Mientras el grueso de la División Azul se replegaba hasta Sablino, un Grupo de Artillería al mando del comandante Guillermo Reinlein, todavía aguantó en su posición hasta la mañana del día 12 cuando fue relevado.



    El Ejército ruso había desalojado el sector de Krasni Bor y extendido su frente cerca de seis kilómetros. Las bajas divisionarias contaban, al final de la jornada: 1.125 muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos. No obstante, el botín cosechado por Stalin era demasiado escaso como para estimarlo un triunfo. Había perdido entre 7.000 y 9.000 hombres a consecuencia de la numantina resistencia de los divisionarios. Así, la ambiciosa «Operación Estrella Polar» había fracasado por el elevado coste de arrebatar Krasni Bor a los españoles. Ignorando la letra pequeña de la victoria rusa, la BBC inglesa presentó al mundo la batalla como la tumba de la División Azul.


    En las siguientes semanas, la velada lucha por hacerse con el control de la orilla occidental del río Ishora –objetivo que consiguió finalmente el Ejército alemán– costó a la División Azul un goteo diario de 30 bajas. El 19 de marzo, la unidad de voluntarios sufrió un asalto directo que le valió 80 bajas más. Y pese a tal sangría, el verdadero golpe final a la División Azul se lo iba endosar el contexto político. La orden de Francisco Franco de retirar la División Azul –fechada el 12 de octubre de 1943– coincidió con el cese del ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer y el cambio de la posición española en la II Guerra Mundial.

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    Re: La última batalla de la División Azul, los «andrajosos» e impávidos de Krasni Bor

    Un 10 de febrero en Krasny Bor

    FEBRERO 10, 2018 BY DISIDENCIA1 COMMENT

    “Como tropa, los españoles son una banda de granujas. Para ellos el rifle es algo que no se limpia nunca bajo pretexto alguno. Sus centinelas existen sólo de nombre. No ocupan sus puestos o si lo hacen, se duermen en ellos. Cuando los rusos llegan, los nativos tienen que despertarles. Pero los españoles no han cedido un sólo centímetro de terreno. Nadie puede imaginar unos tipos con menos miedo. No se refugian nunca, desprecian la muerte. Sé que en cualquier caso, nuestros hombres siempre estarán contentos de tener a los españoles como vecinos en su sector.”
    Adolf Hitler


    Hoy, hace 75 años, a las 6:45 de la mañana, sobre un pequeño pueblo de las afueras de San Petersburgo cayó el Infierno en forma de bombardeo artillero y batallones de tanques T-34. Comenzaba la operación Estrella Polar, que una vez levantado el cerco de la entonces llamada Leningrado pocos días antes pretendía destruir cualquier posibilidad alemana de sitiar de nuevo la ciudad imperial y liberar la vital carretera entre ella y Moscú. Tres divisiones de infantería soviéticas (dos de ellas de Guardias), dos brigadas de esquiadores y una de tanques, con apoyo artillero y aviación hacían presagiar el éxito de la operación tan cuidadosamente planeada por el gran mariscal Gueorgui Konstantínovich Zhukov, posiblemente de los mejores comandantes soviéticos.
    Frente a ellos sólo había dos divisiones del 18º Ejército alemán. Una de ellas eran policías municipales convertidos en infantería de las SS.
    La otra eran españoles y con esto no contaba Zhukov.
    Ni nadie.
    Tras el avance inicial, los soviéticos se estancan. Cada palmo de terreno es una pesadilla. En un paisaje lunar donde nada parecía quedar vivo, por los restos de los blocaos y los cráteres se esconden cientos de hombres venidos del Sur, aunque bien podrían ser demonios que con fusiles, cócteles Molotov, granadas y ametralladoras mantienen a raya al Ejército Rojo. Se diría por la fiereza y tenacidad con que defienden sus posiciones que los extranjeros no son los que llevan la camisa azul Mahón sino los que portan la Estrella Roja.

    La División Azul

    ¿Qué pintaban unos españoles pasando frío en las orillas del Vóljov? Para nuestros lectores damnificados por la LOGSE, se trató del medio que encontró Franco (antes de que se vuelva ilegal, repetimos que era el mejor gobernante español del siglo XX, aunque no es un listón muy alto) para matar dos pájaros de un tiro.
    Por un lado, los alemanes e italianos reclamaban que les devolviese de algún modo la ayuda aportada en la Guerra Civil, sin la cual consideraban que no habría podido vencer a los republicanos primero y los comunistas después.
    Por el otro, las presiones internas de “devolver la visita” a dichos comunistas, que fueron la mayor parte de la ayuda recibida por la República. El mismo cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, fue quien puso lema a ese sentimiento de revancha. En una arenga pronunciada en pleno centro de Madrid, la sentencia era clara; “Rusia es culpable“. Quién nos diría que hoy iba a coincidir el Serrano Suñer con el Partido Demócrata de los EEUU.
    En cualquier caso, se organiza una división con mandos sacados del Ejército y tropa mayoritariamente falangista. Se trató de un cuerpo variopinto, hay quien dice que se trata de la unidad de combate con mayor proporción de licenciados universitarios de todos los tiempos. Entre ellos habían algunos con familia republicana que para “hacerse perdonar” tal hecho y de paso ganarse una soldada para alimentar a dicha familia se alistaron voluntarios. Porque esa es otra, nadie fue alistado a la fuerza y de hecho hubo bastante gente rechazada por no cumplir los requisitos. Entre los divisionarios destacaron Luis García Berlanga o Luis Ciges, aunque no fueron los únicos cineastas en ella, también estuvo Pedro Lazaga. Había escritores y humoristas como Álvaro de Laiglesia, médicos, y hasta dos de los protagonistas del golpe de Estado del 23-F, Alfonso Armada y Jaime Miláns del Bosch.
    Al frente de ella se pone uno de los mejores comandantes de los que dispone España, Agustín Muñoz Grandes. Por ser bastante afín a los alemanes se le acaba sustituyendo por el más anglófilo Emilio Esteban Infantes. La experiencia de éste en las batallas de Brunete y de Teruel (con temperaturas que bajaban de veinte grados bajo cero) fue muy útil en el frente de Leningrado.
    Tras una instrucción en Grafenwöhr (hoy cuartel del Ejército de los EEUU en Alemania) se les manda en tren a Polonia y, debido al cambio de ancho de vía en la frontera con la URSS, el resto del camino a pie.
    Durante todo su desempeño en la instrucción y el trato con los civiles, los divisionarios demostraron ser españoles de cabo a rabo: de pequeña estatura, inquietos como monos, desaliñados y pícaros como gitanos, pero generosos y simpáticos, según relata Pío Moa que pensaban los rusos de la época.
    Luego vino el combate. Y aquí demostraron ser aún más españoles.

    El desenlace

    Son ya tres días de combate infernal en inferioridad numérica de seis a uno, con unas temperaturas imposiblemente bajas y con apenas un breve apoyo aéreo a mediados del primer día. El propio Krasny Bor se lo quedan los soviéticos pero los españoles logran mantener la línea a base de épica; cada vez que el Ejército Rojo alcanza algún puesto avanzado no ven ningún repliegue. El mando español al ver su puesto perdido descuelga el teléfono que les une con artillería y sabiendo que es su final piden fuego sobre su posición.
    El objetivo principal del plan de Zhúkov, hacer pinza sobre el saliente norte del frente alemán no se logró. Atrás quedaron 3645 muertos y heridos españoles, 300 desaparecidos y unos cuantos prisioneros que engrosaron el número de Embajadores en el Infierno:

    Las bajas soviéticas según las estimaciones más realistas se cifran en 20.000.
    Demostrada la valía en combate de los españoles, con una guerra que empezaba a virar contra el III Reich y con poco que ganar ya, al poco tiempo quedaba disuelta la División Azul, la mayoría de los efectivos volvieron a España. Algunos, normalmente los más afines al nazismo, integraron una Legión Azul que duró hasta 1944. Unos pocos españoles, al mando de Miguel Ezquerra y encuadrados en las Waffen-SS, lucharon en la batalla de Berlín.
    La mayoría de exdivisionarios volvieron a una vida normal en España. No convenía recordarlos, restos de una inconveniente alianza del Régimen que molestaba a los aliados americanos a partir de los 50. No obstante, a los encerrados en campos de prisioneros en la URSS aún se les recordó lo suficiente para organizar su repatriación en el Semíramis, ya en 1954.
    Aún hoy esos hombres son de recuerdo incómodo. La Ley de Desmemoria Histérica quiere quitar su calle a los caídos. Contrasta esto con la actitud de los propios rusos, los supuestamente agraviados por la División Española de Voluntarios. Ellos se limitan a mantener limpio y adecentado el cementerio militar de Nóvgorod, primer destino de la División 250 de Infantería y donde están enterrados los caídos que nadie reclamó, en el punto exacto donde los esquiadores españoles cruzaron el lago Ilmen para socorrer a sus camaradas de armas. Ahí es donde crecen las Cruces de Hierro.
    Caídos por Dios y por España, ¡presentes!


    http://disidencia.info/10-febrero-krasny-bor/
    juan vergara, DOBLE AGUILA y Pious dieron el Víctor.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
    𝕽𝖆𝖒𝖎𝖗𝖔 𝕷𝖊𝖉𝖊𝖘𝖒𝖆 𝕽𝖆𝖒𝖔𝖘

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    Re: La última batalla de la División Azul, los «andrajosos» e impávidos de Krasni Bor

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Excelente recordatorio a la entrañable y epopéyica División Azul, Reino de Granada!
    Incluso es un recordatorio-homenaje, a los "Irreductibles" de la Legión Azul.
    Y al ya mítico grupo de Españoles que se batió en la defensa del Bunker, en la apocalíptica batalla final en Berlín.
    Es muy cierto que ya nadie recuerda a esos gloriosos soldados, por el contrario son vilipendiados, calumniados, escarnecidos y maldecidos.
    Ellos tienen el poder: NO IMPORTA! NOSOTROS LA POESÍA FUNDADORA!
    Aún quedamos los que no somos sicofantes, ni hemos comido la flor del olvido... y nos negamos a escuchar el canto aqueróntico de los vencedores socialdemócratas, tres puntos y cía...
    Si te dicen que me he dado por vencido, no lo creas. Si te dicen que tranzo, es mentira. Si te dicen que he muerto, desconfía...
    Queda aún "milagrosamente", la Hermandad de la División Azul, con su museo en Madrid, cuya visita es IMPERDIBLE!
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.

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