El bombardeo de Constantinopla por galeras españolas en 1616





De nuevo nos encontramos con las galeras del Gran Duque de Osuna, que se labraron una buena fama a causa del combate naval del Cabo Celidonia, ocurrido apenas unos meses antes de la aventura que les traigo hoy: el bombardeo de Constantinopla de 1616 por parte de una osada incursión de las galeras españolas a la guarida del lobo enemigo.

Repasando el historial de aquella armada del virrey de Nápoles y Sicilia, no dejo de asombrarme de lo osados que llegaron a ser aquellos hombres. Además, en los partes de los combates lo relatan como si aquello fuera algo rutinario o trivial. En cierto modo es normal, ya que los mandos y soldados españoles que iban a bordo de las galeras y galeones de la época eran por lo general gente muy curtida en los numerosos frentes que tenía el enorme imperio español. Desde luego, eran gente dura, vanidosos y, llegado el momento, capaces de lo mejor y también de crueldades de las que sólo se pueden achacar al embrutecimiento de la guerra y un cierto carácter pendenciero. Los típicos soldados que te encantaría tener por compañeros en una batalla y lejos si son tus enemigos.

En el mar la cosa no era muy distinta y Osuna tuvo que lidiar con más de un mando con fuerte personalidad. No hay que olvidar que esta marina del Duque de Osuna se nutría con personal de la Armada o el Ejército y que algunos de sus generales, como don Octavio de Aragón, el protagonista de esta historia, era también descendiente de un Grande de España y tenía sus propias maneras de hacer las cosas. Choque de personalidades.

Don Octavio de Aragón al mando de las galeras

Este general español era hijo del duque de Terranova, con un historial impresionante. Se fogueó en múltiples batallas en Flandes, socorro de París, Lombardía,… incluso llegó a recibir un arcabuzazo en la cabeza. Pudo irse a un destino más tranquilo, pero prefirió el servicio de mar, a solicitud suya, y estuvo al mando de seis galeras en Sicilia. Posteriormente estaría bajo el mando del Duque de Osuna, bajo cuyo paraguas realizó muchas intrépidas victorias y que, ojo, jamás perdió un bajel. Todo un fenómeno en lo militar, aunque su forma de tratar a su superior no era del todo loable, como veremos.

El duque de Osuna le tenía en gran estima y se lo llevó a Nápoles cuando a aquel le hicieron virrey, dejándolo como general de sus galeras. Pero un desafortunado incidente en Marsella, donde Octavio de Aragón dejó, literalmente, tirado a su superior y a unos cuantos españoles más, levando anclas y largándose con su equipaje, hizo que todo se resquebrajara. Claro, aquello no le sentó muy bien a Osuna, que elevó una enérgica protesta al rey y una misiva del propio duque de Osuna desafiándolo a duelo.


Galeras del siglo XVII. Rafael Monleón.

Octavio de Aragón se defendió como pudo, aduciendo, además, que bajo su mando se habían tomado nueve galeras turcas de fanal, 15 buques redondos corsarios enemigos y 20 bergantines, haciendo 1.800 cautivos, entre ellos a cuatro beis y muchos capitanes, tomando infinidad de banderas y estandartes. Pero todo eso no le sirvió de nada. Fue encerrado en un castillo en Sicilia.


La ruin conducta de Octavio de Aragón lo relegó al olvido, hasta que con ganas de rehabilitarse consigió ser enviado con ocho galeras al canal de Constantinopla en 1622, donde hizo algún desembarco y presas. No confundir este hecho de armas con lo que les vamos a contar hoy. No obstante, ahí acabó su carrera militar.

El bombardeo de Constantinopla

Pero en los primeros tiempos, cuando servía a Osuna con diligencia y provecho, Octavio de Aragón demostró la clase de hombre que era: audaz y valiente como pocos.

Como decía anteriormente, después del celebrado combate de Celidonia, se echaba encima el otoño y lo normal era que las galeras pasaran el invierno en puerto, ya que los mares muy agitados hacían poco prácticas a tan livianas embarcaciones. Estamos en octubre de 1616.

Pero el Gran Duque de Osuna no quería tener a la gente ociosa y aprovechar el buen momento de su flota en el Mediterráneo. Así que mandó a Octavio de Aragón que fuese con nueve galeras a correr la costa turca. O lo que es lo mismo: a casa de su principal enemigo.



Detalle del grabado de Constantinopla de la colección Magnus Gabriel de la Gardie. En él vemos una parte de la muralla y varias galeras turcas.
Las galeras españolas, disfrazadas de “turquesas”, se dirigieron hacia allí, pasando por Candía, Coron, Modon y Negroponte, llegando finalmente a Constantinopla, o Estambul como la llamaban los turcos.

El historiador Fernández Duro comenta al respecto:

…llegaron a los castillos de Constantinopla, cañoneándolos con mucho desenfado hasta recibir aviso amigo de haberse reunido 60 galeras turcas guardando las bocas.

El daño a los castillos no debió ser de importancia, pero tampoco buscaban un asalto o una invasión, sino el demostrar que podían hacerlo y que el poder del nuevo virrey de Nápoles podía llegar hasta allí.

Les habían mandado atacar a los turcos en su casa, pero se habían metido hasta la cocina. Estaban atrapados con una desventaja muy superior. ¿Y qué se hizo al respecto?

Octavio de Aragón se reunió en Consejo con los demás capitanes y acordaron embestir a media noche a treinta galeras turcas que se encontraban bloqueando la mayor de las bocas, la de la salida a los Dardanelos.

La noche ayudó ya que era muy oscura y con niebla y tardaron en descubrirlos, quedando muchas galeras enemigas sin tiempo de reacción. Las galeras españolas, con recio viento de popa, apagaron los fanales, excepto la galera capitana española, que mandó a las otras ocho que tomaran la vuelta de los Fornos mientras ella llevaba otro rumbo por algunas horas, con el fin de despistar al enemigo.



Detalle del grabado de Constantinopla de la colección Magnus Gabriel de la Gardie. Vemos una escuadra de galeras otomanas patrullando el paso.

Huída de Estambul y apresamientos


Tras algunas horas haciendo de señuelo, con las galeras turcas a su popa, apagan las luces y arriban sin ser vistos, juntándose con el resto de la escuadra al medio día siguiente.

Los otomanos pensaron que se hallarían por Candía, hasta donde habían forzado remos, pero los españoles se hallaban en las crucetas de Alejandría, haciendo considerable daño en la costa.

Por allí se encontraron con diez caramurales gruesos y bien armados. No era prudente atacarlos en esas condiciones, pero Octavio de Aragón sabía lo que esperaba el Duque de Osuna y mandó ir a por ellos. Lo hicieron con tanta determinación que acabaron por apresarlas a todas.

Se encontraron con un botín digno de reyes: un millón y medio de ducados. Para que nos hagamos una idea de esto, refirió un soldado haberle tocado 1.500 escudos de parte en esta presa. Lo que era una pequeña fortuna para un simple soldado. ¿Qué le correspondería a los oficiales o al propio Octavio de Aragón?

Los turcos, como era de esperar, no se tomaron muy bien la ofensa, después, además, de lo ocurrido en Celidonia, por lo que, a falta de poder hacer algo similar, se contentaron con encarcelar a varios religiosos cristianos.

La escuadra de galeras regresó a su base napolitana sin pérdida de ninguna nave y cargados de riquezas.


Fuente:


  • El Gran Duque de Osuna y su marina. Cesáreo Fernández Duro.
  • Imagen del grabado: Imagen de la ciudad de Constantinopla, a la que los turcos llaman Estambul, representada como en realidad es (en 1616). Colección Magnus Gabriel de la Gardie (1622-1686).




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