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Tema: Paracuellos, 1936, orgía de sangre ; “Así me fusilaron en Paracuellos”

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    Paracuellos, 1936, orgía de sangre ; “Así me fusilaron en Paracuellos”

    "Paracuellos: orgía de sangre"


    Revista FUERZA NUEVA, nº 524, 22-Ene-1977

    PARACUELLOS: ORGÍA DE SANGRE

    Noviembre de 1936 constituye el vértice de las mayores carnicerías conocidas


    El diario “El Alcázar”, de fecha 3 de enero, nos ofrecía parte de la relación de los patriotas extraídos de las cárceles Modelo, Ventas, Porlier y San Antón, vilmente asesinados en Paracuellos del Jarama. En posteriores declaraciones a un diario matutino, y siéndole presentado a Carrillo un ejemplar del citado diario “El Alcázar” por altos cargos de un semanario, aquél le respondió con la consabida cantinela de siempre: “que el convoy de presos fue interceptado por fuerzas que en ese momento no pudieron concretar quiénes eran, se apoderaron del convoy y ejecutan los presos”.

    Como este genocidio es rebatido cínicamente por Carrillo, no vamos a tener más solución que exhumar bastantes documentos e incluso apelar a testimonios de protagonistas de los hechos acaecidos.

    Noviembre de 1936

    Noviembre de 1936 constituye el vértice máximo en el derramamiento de sangre, con las sobradamente conocidas carnicerías de Paracuellos del Jarama.

    El día 6 de noviembre de aquel año, el Gobierno marxista huye hacia Valencia, ya que las vanguardias del Ejército español (10.000 soldados que el día 3 de agosto salían del parque de María Luisa, de Sevilla), flanqueaban la capital sometida al marxismo, defendida por 50.000 milicianos rojos, además de las tristemente Brigadas Internacionales.

    A raíz de la huida del Gobierno rojo, se constituye en Madrid la Junta de Defensa (7 de noviembre), de la cual dependían varias consejerías, entre ellas la de Orden Público, al frente de la cual figura Santiago Carrillo Solares, cuyo cargo equivalía a ministro de la Gobernación. Como delegado de Orden Público figuraba Segundo Serrano Poncela (cargo equivalente a director general de Seguridad). Este individuo era redactor del diario marxista “Claridad”. Algunos de sus subordinados se relacionan a continuación: Manuel Rascón Ramírez, Manuel Ramos Martínez, Ramón Torrecilla Guijarro, Santiago Álvarez Santiago, Félix Vega, Arturo García La Rosa y Juan Alcántara. Como portador y ejecutor de las órdenes del delegado de Orden Público de la Junta de Defensa en la cárcel de San Antón, figuraba Agapito Saiz; en la cárcel de Ventas, Alvaro Barasa, y en la de Porlier, Andrés Barasa. Estos tres individuos actúan bajo la inmediata dependencia de Santiago Álvarez Santiago, miembro del Consejo presidido por Serrano Poncela.

    Así, la suerte de los patriotas detenidos quedaba vinculada a la Consejería de Orden Público.

    El diario “La Voz” del martes día 3 de noviembre de aquel año de 1936, en un editorial de primera página titulado “El momento crítico”, anuncia que están dispuestos a fusilar a más de 100.000 “quinta columnistas” madrileños, antes que entraran los soldados de Franco. Y concluye: “Hay que fusilar en Madrid a más de 100.000 fascistas camuflados, unos en la retaguardia, otros en las cárceles. Que ni un “quinta columnista” quede vivo para impedir que nos ataquen por la espalda. Hay que darles el tiro de gracia antes que nos lo den ellos a nosotros”.

    Cayeron, entre otros, 1.500 militares

    No llegaron a fusilar a tantos, pero sí se tienen pruebas de que los mártires inmolados desde el 7 de noviembre hasta primeros de diciembre fueron unos 20.000, a razón de unos 2.000 diarios, primero en Paracuellos, Torrejón y Rivas de Vaciamadrid. Luego descendió la media a 500, 250 y 200. Como puede apreciarse, señalo un número aproximado de 20.000 asesinados, ya que no solamente cuenta el genocidio de Paracuellos, sino también los fusilados en otros puntos, como los solares de Chamartín de la Rosa, Boadilla del Monte, Aravaca, en el fatídico “túnel de la muerte” de Usera, Pozuelo, tapias, de los cementerios, etc.

    Existen pruebas de que la Junta de Defensa de Madrid, temiendo que se sublevase la tan temida quinta columna, dio órdenes de sacar 5.000 presos de las cárceles, en 48 horas, y fusilarlos rápidamente, sin intervención de tribunal de ninguna clase (ejecuciones de los días 7 y 8 de noviembre).

    Cualquier posible actuación de la esperanzada quinta columna quedó anegado en sangre ante el terror cotidiano de los siniestros paseos nocturnos.

    Sangre en Paracuellos

    Carrillo habla siempre de “un convoy” que fue interceptado por fuerzas “incontroladas”. Semejante declaración hay que rebatirla: los convoyes que partieron de Madrid fueron varios y en fechas diferentes. También manifiesta que cuando él tomó posesión, el día 7 de noviembre, de la Consejería de Orden Público, la operación de Paracuellos estaba ya en su conclusión.

    ¡Qué sarcasmo! Hay que poner de manifiesto que la creación de la Junta de Defensa de Madrid y, en este caso concreto, la Consejería de Orden Público, no hizo más que empeorar el trágico panorama de los fusilamientos. Precisamente cuando Carrillo se hallaba al frente de dicha Consejería. Las matanzas fueron más horribles que durante el verano. Se llevaban a cabo frío y ordenadamente, como mandaban los cánones chequistas de la GPU soviética, llevando a los presos al matadero engañados, como que iban trasladados a cárceles o presidios lejos de Madrid. A las famosas sacas de los días 7 y 8 de noviembre siguieron bastantes más durante dicho mes, siendo numerosas las de los días 27, 28 y 30 y continuando en la primera semana de diciembre.

    Para el traslado de los presos, se utilizaron 20 autobuses de la Compañía Municipal de Tranvías, que en unión de camiones y coches ligeros pasaban por Canillejas dirigiéndose hacia Paracuellos del Jarama.

    Ya en tierra, se les distribuía en grupos variables (unos 20 por grupo) y se les forzaba a caminar hacia las zanjas. Llegados al borde, caían sobre ellos las descargas cerradas de los piquetes, compuestos por 30 o 40 milicianos. Más de 200 sepultureros esperaban de antemano, para proceder, aplicado apenas el tiro de gracia y a veces sin este requisito (¿ahorro de municiones?) al enterramiento global de los centenares de fusilados. Los sepultureros forzados estaban reclutados entre los sospechosos “fascistas” de los pueblos inmediatos, muchos de los cuales pueden facilitar detalles sobre las estremecedoras escenas presenciadas. Siete grandes fosas fueron rellenadas con estos enterramientos gigantescos, sin precedentes ni repeticiones, en lo que a número se refiere, durante toda la contienda. La cabida de estas zanjas era verdaderamente descomunal: la cuarta medía 160 metros de longitud por 4 de anchura; la quinta y la sexta, 8 metros de anchura contra 80 y 120 metros de longitud respectiva.

    Los ingleses saben mucho de esto

    El delegado de la Cruz Roja Internacional, señor Henny, visitó personalmente los parajes de las descomunales matanzas, en compañía del encargado de negocios de Inglaterra y de un crecido número de miembros del Cuerpo Diplomático; era el día 18 de noviembre. Se tuvo que invocar el Convenio de Ginebra. Los asesinatos en Madrid, sometido al marxismo, provocó gran escándalo en las Embajadas acreditadas en la capital, protestando la británica en nota oficial ante las autoridades rojas. De ahí que “The Times” haya descubierto nuevos crímenes en Carrillo recientemente. Miaja, jefe de la Junta de Defensa, fue recibido por el Cuerpo Diplomático acreditado en Madrid, con su decano, el embajador de Chile, señor Núñez Morgado, a la cabeza, para impetrar garantías sobre la población penal de Madrid, insistiendo para que se pusiera coto a estas masacres.

    Deducimos que Carrillo, asesorado probablemente por Alejandro Orlof, delegado en España de la NKVD, procedió con mayor cautela, y tras someter a una severa clasificación las listas de presos y detenidos, se estableció un turno de orden de urgencia de asesinatos:

    1º Militares con graduación superior. (Los fatídicos días 7 y 8 de noviembre, más de 1.500 jefes y oficiales del Ejército español fueron sacados de la cárcel en sucesivas expediciones y asesinados a mansalva.

    2º Los demás, militares y falangistas probados.

    3º Todos los sospechosos de actividad política contraria al Frente Popular.

    4º Los dudosos.

    Así, si las fuerzas nacionales tomaban Madrid antes de llevar a cabo toda la matanza, ya habría asesinado, por lo menos, a los que más interesaba a quitar de en medio.

    Los grupos ejecutores

    Se puede atestiguar, sin ningún género de dudas, que la Dirección General de Seguridad había avisado previamente a los comités rojos de Paracuellos del Jarama, Torrejón de Ardoz, San Fernando de Henares y Rivas, para que estuvieran abiertas con tiempo las largas fosas. Las ejecuciones, como también la custodia de los “traslados”, eran realizadas por destacamentos de las “Milicias de Vigilancia de Retaguardia”, cuyo inspector general era Federico Manzano Govantes, dependiente de la Consejería de Orden Público, además de gente escogida de la checa particular del “Quinto Regimiento” de la calle Serrano, y las checas de Santa Engracia, Colón y Génova, de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas), las más acreditadas para estos menesteres. También se unieron a estos asesinos, milicianos de guardia en las cárceles, quienes a su regreso comunicaban a los todavía prisioneros los detalles de las matanzas ejecutadas, amenazándoles con seguir la misma suerte. Hago constar que cada expedición era acompañada de un representante del Consejo de Orden Público y de algunos policías.

    La Embajada Inglesa publicó entonces una nota oficial condenando los hechos y solicitando el cese inmediato de Carrillo

    Los miles de religiosos y religiosas e igualmente los obispos, todos ellos vilmente asesinados, forman capítulo aparte.

    Dejando al margen este sangriento tema de las matanzas en Madrid y alrededores, llegamos a la cumbre del cinismo de Carrillo, pues recientemente ha manifestado que “el Ejército no se sublevó para combatir al comunismo, sino que lo hizo contra la República”. Este individuo pretende tomarnos por retrasados mentales. ¿Qué clase de República existió en España durante el quinquenio 1931-1936? Voy a contestarme yo mismo a esta pregunta: España era casi una República Ibérica Socialista Soviética. ¿Quién no recuerda los asesinatos, las huelgas salvajes, las profanaciones y actos sacrílegos, el hambre, las revoluciones, los atentados, el paro al más alto nivel, el terror frente populista, los incendios de los templos, las falsas promesas electorales, etc.?

    ¿Quién no recuerda las Retaguardias Rojas?

    Los enormes retratos de los líderes soviéticos inundaban las fachadas. La hoz y el martillo no eran precisamente símbolos republicanos, las banderas rojas tampoco. El gritar ¡Viva España! era firmar la sentencia de muerte; por el contrario, el aullar ¡Viva Rusia! era garantía de supervivencia. El portar un simple escapulario era motivo de detención inmediata (tengo bastantes pruebas de esta última afirmación). Si no recuerdo mal, en la zona marxista no había quien se despidiera con el clásico ¡Adiós! Si mis ojos y oídos no me engañan, centenares de veces (puede ser que millares) oía rugir. ¡Viva Rusia! ¡Muera España! o ¡Rusia sí, España no! Y no digamos nada del glorioso ¡Arriba España!, ya que solamente podía ser proferido ante los piquetes de ejecución. Cerca de Serrano, 37 (sede de la Consejería de Orden Público), en la Puerta de Alcalá o Plaza de la Independencia, podían observarse enormes retratos de los máximos jerarcas soviéticos. Las 250 checas de Madrid, las 225 de Barcelona, las 187 de Valencia y los millares de ellas repartidas por toda la zona marxista, además de los barcos prisión, eran claro indicio de una auténtica República soviética.

    ¿Y qué tiene que decir Carrillo de tantos prohombres políticos republicanos, asesinados por el marxismo y, de los que profesando la misma ideología tuvieron que marchar al extranjero, huyendo de aquel infrahumano espectáculo de anarquía y barbarie?

    ¿Y por qué singulariza Carrillo, refiriéndose exclusivamente al Ejército? Precisamente los frentes de combate se nutrieron de muchísimos miles de voluntarios, de auténticos patriotas españoles, en número infinitamente superior al de las Fuerzas Armadas, bien secundados por una retaguardia nacional española cien por cien. Aquello fue una auténtica Cruzada de Liberación, y bien cierto es que los marxistas lo tenían todo: Marina, Aviación, todas las zonas industriales, extensión geográfica, el oro del Banco de España, tenían absolutamente todo, pero… les faltó un solo elemento: LA RAZÓN.

    ¿Qué pretende Carrillo? Sencillamente, con un descaro y un cinismo sin par, lavar el cerebro a los españoles; pero esto es imposible, ya que vivimos aún varios millones que jamás olvidaremos que a España. quisieron incorporarla a la Unión Soviética, como una República más, como solicitó el cripto-comunista Julio Álvarez del Vayo, ex ministro de Estado.

    Cuarenta milicianos componían los piquetes de “ejecución”, y 200 sepultureros esperaban su turno para enterrar a los que iban cayendo

    ¿Cómo podemos olvidar los españoles que los marxistas apeaban los crucifijos de las escuelas y templos, machacándolos a culatazos? ¿Y los incendios y saqueos de los templos, con los miles de actos sacrílegos, profanaciones de imágenes, de vestiduras y vasos sagrados? En la zona marxista se pisoteaban con furia las hostias consagradas y las parodias sacrílegas estaban a la orden del día. El fusilamiento y decapitación de imágenes no son producto de nuestra imaginación. Nos puede dar idea la acción de la vorágine marxista, afirmando que en las primeras 72 horas del Alzamiento Nacional, más de 50 edificios de carácter religioso fueron devastados por las turbas en Madrid. Con mil folios no habría suficiente espacio para relatar todos los horrores de la República Ibérica Socialista Soviética.
    (…)

    Francisco DE ASÍS MOLINA
    Última edición por ALACRAN; 07/02/2022 a las 13:27
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: Paracuellos, 1936, orgía de sangre ; “Así me fusilaron en Paracuellos”

    "Así me fusilaron en Paracuellos"


    Revista FUERZA NUEVA, nº 528, 19-Feb-1977


    AULA DE FUERZA NUEVA

    “ASÍ ME FUSILARON EN PARACUELLOS DEL JARAMA”

    Ricardo Rambal

    (…) A la hora prevista comenzó el acto ("Aula de Fuerza Nueva") bajo la presidencia de Blas Piñar, quien concedió la palabra, para hacer la presentación, a Rafael Serantes Jiménez, que es hijo de uno de los fusilados de Paracuellos. Los salones estaban llenos a rebosar y había gran expectación. Era 10 de febrero, aniversario de la batalla de Krasnij-Bor, aniversario escogido por el Gobierno Suárez para establecer relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, y por el Partido Comunista -con mayúsculas, ya al amparo de la “legalidad” vigente- para entrar por la puerta grande, que “ventanilla” ya no hay. Por la mañana habían sido los funerales por las víctimas producidas por los unos y por los otros (la URSS y el Partido Comunista) y podemos asegurar que había muchas caras nuevas.

    Tras una inicial salva de aplausos, Rafael Serantes dijo que iba a hablar don Ricardo Rambal Madueño. “Don, por partida triple: por católico, por español y por falangista. O lo que es lo mismo, como luchador por Dios, por España y por su Revolución nacionalsindicalista”. Esta afirmación provocó una de las muchas ovaciones que habrían de subrayar las intervenciones.

    “He sido elegido -afirmó el hijo del teniente coronel Serantes- por ser huérfano de quién está enterrado hoy en Paracuellos del Jarama. Fue fusilado, sacado de la quinta galería de la Cárcel Modelo, el 8 de noviembre de 1936. Su ejecución tuvo lugar en Torrejón porque las fosas de Paracuellos no daban abasto para más, de momento. Pero podéis imaginar que no he venido aquí esta noche a hablar de mi padre, sino de Ricardo Rambal. Muchos habréis leído lo que “ABC” ha publicado recientemente sobre él. Fusilado en Paracuellos, escapó de la matanza para poder llegar a Madrid, durante tres días extenuantes, sin nada que comer ni poder hacerlo por tener alojado un proyectil en el paladar. Era el temple de los hombres y de los falangistas de aquel tiempo. Escapado milagrosamente de la muerte, no vacila en acercarse a su casa, en la calle de Leganitos, lo que constituía un hecho realmente audaz, porque era aquella zona de frente, desierta, batida por los nacionales. Cuando sabe que su madre está en el refugio del cine Capitol, tampoco vacila en ir allí para poder abrazarla.

    Podemos creer que su caso es un verdadero milagro que nos permite tenerle hoy aquí para dar testimonio.

    Después de la Cruzada se manifestó como lo que es: un hombre honrado que no tiene nada que ver con el materialismo, que es, junto con el ateísmo y la falta de espiritualidad, el gran culpable de los males que nos aquejan.

    ¿Ha sido Ricardo un hombre del Régimen? Ha tenido cargos en él, y todos han sido tan honoríficos como difíciles. Logra pasarse a la zona nacional y se hace, en Burgos, alférez provisional. Afectó al Cuartel General del Generalísimo, presta sus servicios en el de información, lo que le lleva repetidamente a pasar las líneas para establecer enlace con las quintas columnas. Varias veces vuelve a estar en Madrid con estos cometidos.

    Los que conocimos a las hordas rojas sabemos que asesinaban por simple sospecha de “fascismo”, por llevar una cruz, por usar corbata, por haberle quitado la novia a otro, por deber un duro. Mi propio padre, al preguntar por qué le detenían, oyó esta respuesta: “Por ser militar”. “No sabía que ser militar fuera un delito” respondió. Habría tema para toda la noche.

    Ahora actúan los que no saben lo que es una zona roja, los que se han lucrado de la paz que logramos quienes lo vimos todo porque España fuera “Una, Grande y Libre”.

    Rafael Serantes pidió a Ricardo Rambal el juramento de la Falange que siempre lleva consigo y en el que, tras las rotundas afirmaciones que siguen al “juro darme siempre al servicio de la Falange, figura un no menos rotundo. ”Etiam si omnes, ego non”, que leyó entre grandes aplausos.

    “El alférez Ricardo Rambal -terminó Serantes- tiene la palabra”.

    ***
    “Gracias a todos”, dijo Rambal para empezar, con voz emocionada. Su actuación no fue una conferencia en el sentido estricto habitual. Fue una narración hecha en el lenguaje de cada día y, por ello, por el testimonio estremecedor que encerraba, hizo honda impresión en el auditorio.

    “Yo no era más que un estudiante falangista que repartía propaganda como hacéis hoy tantos de vosotros. Me detuvieron con dos más. La Guardia Civil nos hizo pasar las de Caín, hasta que nos llevaron a la Dirección General de Seguridad y de allí al Juzgado, para pasar de nuevo a la Dirección. No parecía que hubiera proceso ni motivo de delito, pero nos pusieron la coletilla “A disposición”. Y nos llevaron a la cárcel Modelo, donde nos sorprendió el Alzamiento.

    Cantábamos allí una serie de canciones propias del tiempo y de la edad. Una de ellas era la música de “La cucaracha” y me vais a perdonar que os diga la letra:

    Presos a disposición
    del hijo…
    del hijo…
    que manda en Gobernación”.

    Por respeto al lector y a nosotros mismos, omitimos la locución completa, en tiempo del tristemente famoso Ángel Galarza. El conferenciante siguió su relato con la llegada de nuevos presos, entre ellos los del Cuartel de la Montaña, con los que se intercambiaron la ropa, de modo que, al aparecer luego uniformes por todas las galerías, los rojos, en la confusión reinante, no podían identificar a los supervivientes de aquel asedio.

    Vi como fusilaban al general Fanjul y a otros muchos, a través de mi ventana. El 21 de agosto fue un día fatídico. Entraron los milicianos, nos cachearon y nos quitaron lo poco que aún nos quedaba. Nos iban a juzgar al día siguiente, pero estaba allí, con los milicianos de ferrocarriles, un llamado “Papá pistolas” que llevaba colgando varias de estas armas. Incendiaron la tahona de la cárcel y ardieron las vigas de la galería. El derrumbamiento nos salvó de momento. Naturalmente, culparon a lo que hoy llaman “extrema derecha”. En las tapias colindantes con lo que aún es el cuartel de la calle de Moret, se subieron los milicianos para ametrallarnos. Los que pudimos huir a otro sector fuimos llamados otra vez a juicio y nos confesamos con un sacerdote que también se llamaba Fanjul. De entre nosotros fueron fusilando allí mismo a Fernando Primo de Rivera, a Albiñana, a Ruiz de Alda. Estaba también el portero Ricardo Zamora y uno llamado León Simón, que se escondió, huyendo de la muerte, en un vano, y nosotros le llevábamos comida hasta que lo descubrieron.

    ***
    Así paso el tiempo, entre sobresaltos, hasta que el 5 de noviembre se comprobó que llegaban los nacionales y había que evacuar la cárcel. A mí me llevaron a la de San Antón en un autobús de dos pisos. Era comisario de orden público, Carrillo, el “duque de Paracuellos”.

    El público interrumpió la disertación con voces imposibles de reproducir, mientras Rambal recordaba las recientes declaraciones del asesino, en la revista “Guadiana”, acerca del pretendido traslada a Valencia de los presos.

    “Sobre mi celda estaba, en San Antón, la de Muñoz Seca. El 6 de noviembre, vuelta a llamarnos a “juicio”, que celebraron unos cuantos milicianos en torno a una vela. Me pusieron “en libertad”. Pero junto a esta palabra figuraba un visible punto rojo. Estaban conmigo un sacerdote y el que había de ser teniente general Gallarza, quien me cambió los zapatos, creyendo que iba a la muerte, como así era. Las zapatillas que me dio las ha guardado mi madre hasta su muerte. Recordando estas anécdotas os contaré cómo un día habíamos robado un pan de los llamados libretas y el “Dinamita”, un sujeto al que no permitían ni los rojos llevar armas de fuego, casi me atravesó la pierna con un machete. Pero no puedo quitarme el pan.

    A las siete de la tarde del día 7 nos subieron a varios camiones, como fardos. Llegamos a Paracuellos del Jarama casi de noche, lloviendo. Éramos unos doscientos y, sin más trámite, según bajamos de los camiones empezaron a disparar sobre nosotros con toda clase de armas, incluso escopetas de caza. Caí boca arriba, en el sitio donde ahora hay una cruz dedicada a otro caído. Y ya no recuerdo más, lógicamente, hasta que desperté como a la medianoche, entre una nebulosa, rodeado de muertos. Pude ponerme en pie y escapar. Me escondí al descubrir un control y así estuve tres días desfallecido, tragando sangre, con una bala en la boca.

    Madrid lo encontré deshecho y mi casa destrozada. Había allí una mujer que se quedó aterrada. Fui enseguida a buscar a mi madre, que estaba refugiada con otra gente que se había quedado sin hogar, en el que era el “Club Bolero”, en la calle de Jacometrezo, bajo la custodia de un grupo de guardias de Asalto. Mi madre estaba llorando, cuando me vio aparecer. Solo puedo decir “¡Hijo!”. Y yo caí agotado y desesperado sus pies. No podía más.

    Los guardias me acomodaron entre unas calderas, me vistieron y curaron durante tres días y hasta uno de ellos me dio una pistola. Me volvieron a coger y estuve tres meses a pan y agua en un sótano del Ministerio de Marina. Pero entonces también existía lo que hoy llamamos “ligue”. Una chica me proporcionó un carné de la CNT, que aún guardo como una reliquia. Fui puesto en libertad y pude pasarme a los nacionales. Hice todas esas cosas que he dicho Serantes, y aquí me tenéis, dispuesto a seguir luchando por España”.

    ***
    Una inacabable ovación, subrayó las últimas palabras. Seguidamente, el propio Rambal dio lectura a la “Oración” a los Caídos en Paracuellos, de la que es autora María Paz Serantes.

    Cerró el acto nuestro presidente, Blas Piñar, con una breve intervención en la que dijo que la sencilla narración escuchada no debía constituir solo un recuerdo, sino una lección.

    “¿Habremos aprendido nosotros esa lección? -dijo-. ¿Entregaremos sin lucha la victoria obtenida con tanto dolor? ¿Permitiremos que se paseen por ahí los verdugos de ayer? ¿Que desde el poder se traicione esa victoria? ¡Para que no haya más asesinatos, más ondear de banderas separatistas! ¡Para que no se hunda el trabajo de cuarenta años, la obra de un Caudillo ejemplar! (Gritos de ¡Franco, Franco!).

    Para todo ello, desde aquí, trampolín y estandarte de España, convocamos a todos: hombres, mujeres, jóvenes… Porque, ¿quién ha dicho que la juventud no va a superar la gloria de nuestros mayores? ¡La juventud está en pie con nosotros! ¡Arriba, España! (…)



    Última edición por ALACRAN; 07/02/2022 a las 17:03
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: Paracuellos, 1936, orgía de sangre ; “Así me fusilaron en Paracuellos”

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    "Paracuellos del Jarama: los escándalos mundiales de un gemocidio"


    Revista FUERZA NUEVA, nº 565, 5-Nov-1977

    7 DE NOVIEMBRE DE 1977: 41 ANIVERSARIO

    PARACUELLOS DEL JARAMA: LOS ESCÁNDALOS MUNDIALES DE UN GENOCIDIO

    Por Francisco de Asís Molina

    La masacre de Paracuellos fue informada debidamente por Henry Henny, delegado de la Cruz Roja Internacional; doctor Schlayer, encargado de negocios de Noruega, y doctor Pérez Quesada, encargado de negocios de Argentina.

    El doctor Schlayer, que era hombre curioso e inquieto, removió la tierra personalmente, con una pala. A continuación encontró el cadáver de un militar uniformado. Fue la primera víctima descubierta de aquel histórico genocidio.

    A pocos días vista, tenemos el cuarenta y un aniversario (1977) de la monstruosa masacre de noviembre de 1936, teniendo como punto principal la vecina localidad de Paracuellos del Jarama.

    Esperemos que el día 7 de noviembre acudan al camposanto de dicha localidad el máximo número de familiares, amigos, camaradas y patriotas en general, con objeto de estar presentes ante las tumbas de tantos españoles asesinados por el comunismo.

    Mientras, el responsable máximo de estos crímenes monstruosos (S. Carrillo) zascandilea por las altas esferas, gracias a la complacencia del Gobierno Suárez.

    Aunque he escrito algo sobre los asesinatos en masa acometidos por los marxistas, voy a circunscribir exclusivamente lo acaecido el día 7 de noviembre de 1936.

    ****
    Carrillo Solares, comisario de Orden Público en aquellas fechas, se limita a decir: “Fuerzas incontroladas se apoderaron de los convoyes de presos y los ejecutaron”. Nada más incierto.

    En dicho mes de noviembre de 1936, las fuerzas nacionales ocuparon los Carabancheles, comenzando el desmadre entre los marxistas. Un auténtico pánico se apoderó de los rojos. Siempre concretándonos a este 7 de noviembre, vamos a puntualizar exactamente lo ocurrido. Se “sacaron” de las cárceles de Madrid para ser trasladados a la prisión de Alcalá 1.600 presos. Salieron de la Cárcel Modelo, 970; de San Antón, 230; de Ventas (la cárcel de mujeres habilitada para hombres), 200, y otros 200 de la cárcel del General Porlier.

    A la cárcel de Alcalá llegaron solamente 300 presos, desapareciendo 1.300 hombres.

    Sigo desmintiendo a Carrillo: los guardias de asalto, dicho día, al entregar la lista de los presos que querían “sacar”, pidieron ayuda a los milicianos, diciéndoles: “Venid con nosotros a echarnos una mano, porque hoy hay mucho que matar en poco tiempo”.

    Yo fui testigo este triste día de la segunda “saca” de presos de San Antón -eran las 13 horas-. Jamás olvidaré los rostros de los patriotas, los cuales, apoyados sobre los cristales de las ventanillas de los vehículos que los transportaban, delataban bien a las claras cuál iba a ser su destino fatal.

    El convoy trágico se dividió en tres. Uno, mínimo, siguió hasta Alcalá. Otro se detuvo en Torrejón de Ardoz. Y otro en Paracuellos del Jarama. El de Alcalá depositó en la cárcel los presos que conducía. Los de Torrejón de Ardoz y Paracuellos del Jarama regresaron a Madrid sin los presos.

    ***
    Dos días después de aquellas “sacas” feroces, realizaron una excursión primero a Alcalá, donde comprobaron la existencia de los 300 únicos presos que llegaron, y luego a Torrejón de Ardoz y Paracuellos del Jarama, el delegado de la Cruz Roja Internacional, que había venido a Madrid desde Ginebra y precisamente para informar sobre los asesinatos rojos, doctor Henry Henny; el encargado de negocios de Noruega, doctor Schlayer, y el encargado de negocios de la Argentina, doctor Pérez Quesada.

    Lo mismo en Torrejón de Ardoz que en Paracuellos del Jarama, los tres diplomáticos hicieron una información exhaustiva y hablaron con varias personas de los dos pueblos, testigos presenciales de lo que había sucedido.

    Dichos testigos revelaron que el día 6 arribaron unos milicianos de Madrid, escogiendo a todos los hombres hábiles de Torrejón, obligándoles a abrir las zanjas, ignorando aquéllos el destino de las mismas.

    Uno de los testigos presenciales acompañó a los diplomáticos hacia una gran zanja que estaba en las afueras del pueblo. Efectivamente, la tierra, en una enorme extensión, estaba movida y un característico olor a cadáver impregnaba el ambiente.

    El doctor Schlayer, activo, inexorable, removió personalmente, con una pala que se hizo traer, la tierra. A continuación encontró el cadáver de un militar, cuyo uniforme fangoso mostraba entre la tierra cuajarones de sangre coagulada.

    El día 7 -continúan los testigos su relato- vimos llegar varios camiones, deteniéndose a pocos metros de las zanjas, bajando de ellos milicianos y guardias de asalto. Apuntándoles con pistolas y encañonados por fusiles, hicieron bajar a los presos. Entre ellos había de uniforme. Con voces de mando bruscas, brutales, feroces, obligaron a los presos a ponerse en fila, junto a las zanjas, de espaldas a los asesinos. Algunos se volvieron, diciendo valientemente: “Quiero ver vuestras caras de asesinos cuando me tiréis”. Todos estaban enteros, resignados, conscientes de que iban a morir. En los labios de todos vibraba una oración. Descargas cerradas atronaron el espacio. Caían a las zanjas pesadamente aquellos cuerpos que hasta entonces tuvieron vida. Algunos, aunque malheridos, no habían muerto. Y entonces sucedió algo horrible.

    Continúan los testigos: Los milicianos nos obligaron a los que estábamos allí presentes a echar paletadas de tierra sobre los cuerpos caídos al fondo de las zanjas. Como vimos que en el fondo de las zanjas algunos se movían y, con los ojos abiertos, imploraban un “tiro de gracia”, nos atrevimos a decir: “¿Por qué no rematáis a esos que todavía tienen vida?” Los milicianos y guardia de asalto respondieron amenazadores: “Si no os calláis iréis a hacerles compañía al fondo de las zanjas”. Callamos y seguimos echando paletadas de tierra, convencidos de que estábamos enterrando vivos a muchos hombres. Cuando estuvieron cubiertos aquellos cuerpos, se ordenó a los presos, que desde los camiones y esperando su fatal destino habían presenciado el asesinato de sus compañeros, que se alinearan junto a las zanjas, en otra cantidad que cayó por el mismo sistema bárbaro. Y luego otros. Y así todos. Cuando yo no quedaron más se marcharon los verdugos. Iban riendo. Comentaban cínicamente los detalles de los asesinatos. Un miliciano le decía a otro: “Oye, ¿has visto a aquel militar, con las cruces, lo tranquilo que estaba?”, y otro le respondió: “Sí. Como estaba rezando, yo le apunté a la boca para terminarle la oración con un “amén” de plomo”.

    En Paracuellos del Jarama -según informes obtenidos por los diplomáticos-, al acercar los presos a las zanjas abiertas los hicieron descalzarse, tirando los zapatos al camión para llevárselos después, y ataron los presos de dos en dos, por los brazos, para que al caer a la zanja el que muriera antes o el de más peso arrastrarse al otro. También en Paracuellos del Jarama los testigos aseguraron a los diplomáticos que fueron enterrados vivos muchos hombres.

    Los tres diplomáticos, después de comprobar personalmente los detalles trágicos de aquellas infamias, redactaron a sus Gobiernos respectivos informes detallados de lo que supieron y que, de no haberlo comprobado ellos, les hubiera sido muy difícil creer.

    El 9 de diciembre, el doctor Henry Henny, delegado de la Cruz Roja Internacional; Mr. Louis Delaprée, corresponsal de “Paris Soir”, y Mr. Cepan, corresponsal de la agencia Havas, emprendieron en Madrid el vuelo con dirección a París en un avión de la embajada francesa. El doctor Henry Henny llevaba una gran cartera con los informes que iba a entregar en Ginebra sobre los presos de las cárceles de Madrid y los asesinatos de Torrejón de Ardoz y Paracuellos del Jarama realizados por los rojos.

    Volando el avión a tres mil metros de altura y en el término de Pastrana (Guadalajara), un avión rojo enfiló al de la embajada francesa ametrallándole. Resultaron heridos los pasajeros. Cayó el avión. Pero el doctor Henry Henny, a pesar de su herida, se apoderó de la cartera de sus documentos. Mr. Delaprée murió unos días más tarde en un hospital de Guadalajara. El piloto del avión de la embajada francesa declaró haber observado muy bien los distintivos del aeroplano agresor, que era del bando rojo.

    El doctor Henry Henny se llevó a Ginebra la bala que le fue extraída de la pierna que se le operó y que, después de ser examinada, se pudo demostrar, sin lugar a dudas, que pertenecía a los usadas por los aviones rojos. El doctor Henry Henny entregó en Ginebra sus informes terroríficos.

    ***

    Me he limitado a describir, exclusivamente, los asesinatos cometidos por los rojos el día 7 de noviembre de 1936. En anteriores relatos describí que las sacas efectuadas el día siguiente (8 de noviembre) fueron también numerosas, así como las de los días 27, 28 y 30 del mismo mes, continuando las mismas hasta la primera semana de diciembre.

    Estos asesinatos provocaron grandes escándalos en las embajadas acreditadas en Madrid, protestando la británica en nota oficial ante las autoridades rojas. Hubo de invocarse el Convenio de Ginebra. Pero ya habían sido asesinados cerca de 20.000 patriotas, en varios puntos de la periferia de la capital.

    Vuelvo a repetir: el comisario de Orden Público era el ex tipógrafo asturiano Santiago Carrillo Solares, el que traicionó al “Lenin español” (Largo Caballero), poniendo en manos soviéticas las Juventudes Socialistas Unificadas. Este hombre es el autor de esta desafortunada frase pronunciada en un mitin en el Monumental Cinema: “Madrid hay que defenderlo y esto no han de hacerlo sólo los que están en el frente, sino que tenéis que hacerlo todos vosotros”. Este dirigente, incapaz de pisar una trinchera, no fue aventajado por nadie a la hora de animar a los demás a morir. Este dirigente fue acusado por el diario “El Socialista” de que en octubre de 1934 se había limitado a “vaciar su tripa, atribulada por el riesgo de su detención, fuera del lugar reservado para tales necesidades, hecho ocurrido en el estudio de un artista”. A raíz de un congreso celebrado en Valencia, Carrillo dijo: “No somos juventudes marxistas. Luchamos por una República parlamentaria democrática”. El diario “Solidaridad Obrera” le tachó de “charlatán reformista”: “Si las Juventudes Socialistas Unificadas no son ni socialistas ni comunistas ni marxistas, ¿qué son?”

    El ex comisario de Orden Público formó parte de la intrincada maraña de la burocracia comunista instalada en Toulouse (Francia), donde se estableció el cuartel general del bandolerismo comunista, que desde los años 1943 a 1952 azotó diversos puntos de nuestra Patria, pudiendo apuntar en su haber lo siguiente: 845 secuestros, 538 sabotajes, 953 asesinatos 5.963 atracos; 8.299 actos delictivos en total, haciéndose constar que solamente se reseñan los denunciados o de los que se tuvo conocimiento de su perpetración.

    ***
    Ni que decir tiene que el ex comisario de Orden Público (el más ambicioso militante comunista) no fue, ni es, ni será nunca un hombre de acción, de los que luchan cara a cara, exponiéndose al peligro de las balas, sino que es maestro en la polémica, tortuoso, técnico en el “desviacionismo” y mago indiscutible en los “pactos” y camelos de diversa índole.

    El terrorismo marxista no ha cejado en su empeño de convertir a España en una República soviética. A los hechos me remito, con las escaladas de asesinatos que se vienen cometiendo sistemáticamente.

    Que Dios nos ayude para que España no se nos vaya totalmente de nuestras manos.


    Última edición por ALACRAN; 31/12/2023 a las 13:57
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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