Revista FUERZA NUEVA, nº 66, 13-Abr-1968
Diario de un ingenuo
“La Discusione”, semanario oficial de la Democracia Cristiana italiana, ha publicado un trabajo titulado “La España en el futuro y la Italia de hoy”. Se encabeza con esta frase: “España ve en nuestro país un modelo para el futuro”.
La frase podríamos subscribirla con muy ligera variación. Bastaría con que quedase así: “España ve en Italia un ejemplo de lo que podía ser su futuro”.
El ejemplo es claro: En el régimen sostenido por la Democracia Cristiana en Italia, el Partido Comunista ha logrado ser el más poderoso de Europa Occidental. Constituye la minoría más numerosa y mejor organizada de Italia. Ha logrado montar un aparato económico de financiación de sus actividades que lo convierte en un poderoso grupo de presión. Su infiltración en la televisión y en puestos clave de la Administración nacional, regional y local es importante. Esta fuerza comunista determina la “apertura a la izquierda” de la Democracia Cristiana y, con ella, un deslizamiento hacia posturas izquierdistas en el que son posibles toda clase de claudicaciones en política nacional, en cuestiones religiosas y en el campo internacional. El bandolerismo, la inmoralidad, la pornografía y el ateísmo alcanzan niveles escalofriantes. Un camino, como se ve, que lleva lejos.
Es razonable, por tanto, que España observe con atención el ejemplo italiano, ya que, en efecto, de hacer caso a los cantos de sirena de ciertos sectores bien conocidos de la política española, es un régimen “a la italiana” el que nos encontraríamos, con las consecuencias fáciles de prever.
No obstante, es interesante hacer una puntualización en la que no parecen caer algunos observadores de la política italiana. Y es que la “democracia italiana” ha surgido de una derrota nacional y una cruenta guerra civil, en la que el Partido Comunista se erige como vencedor y mantiene durante cierto tiempo un régimen de terror, cuyo trauma en muchas mentalidades “democráticas” es notorio. Existe un claro miedo en los grupos democráticos gobernantes, sean cristianos o socialistas, a enfrentarse con sus antiguos compañeros de la llamada “resistencia”, lo que les lleva, de una parte, a mantener una especie de mística “frentepopular” que les hace ser tolerantes con los comunistas intolerantes con los anticomunistas, y mansos a la hora de rehabilitar y dar la mano a asesinos condenados por tribunales competentes por sus crímenes durante la “resistencia”.
Como se ve, una situación totalmente diferente de la española (1968), donde su actual Régimen ha surgido de una victoria militar rotunda y definitiva, que llevaría frente a cualquier intento de revanchismo marxista, sea efectivo o simplemente ideológico, a reacciones totalmente opuestas a las que nos está siendo dado observar en Italia. Aquí nadie se sentiría inclinado (salvo una cuadrilla de tránsfugas y cobardes menospreciables) a ocultar como una vergüenza su pasado nacional ni a tolerar que por las buenas se robaran los frutos de la victoria. Las consecuencias son fáciles de prever y se pueden resumir en un solo principio: en España no es posible, por las buenas, un régimen a la italiana. Y el que crea otra cosa que lo intente.
Otra consideración que nos sugiere la política italiana es que en España no sería posible que ninguna agrupación política, se llame Democracia Cristiana o como quiera, pretenda erigirse en monopolizadora de las fuerzas católicas. En la misma Italia las cosas comienzan a ponerse difíciles. Cuando frente al comunismo hubo necesidad de unirse todos los católicos, fue comprensible que en aras de valores superiores se sometieran la mayoría de ellos a una organización que parecía un valladar contra el asalto marxista. Pero ahora (1968), cuando la Democracia Cristiana ha renunciado a ser un valladar anticomunista, y su programa no significa más que unas opciones temporales de carácter político, no se ve en nombre de qué principio eclesial puede exigirse a los católicos que voten demócrata cristiano y menos, que apoyen la apertura a la izquierda.
Es curioso que, ante las próximas elecciones italianas, hayan sido precisamente católicos de extrema izquierda los que se han levantado contra la declaración de sus obispos sobre el tema “los cristianos y la vida política” (…)
Esta opinión procede de un grupo católico que quiere llevar hasta su último extremo ese “diálogo con los comunistas” que tanto se estimula en sectores eclesiales. Pero las mismas razones podían ser esgrimidas por los católicos anticomunistas cuando se les empuje a votar a la representación oficial de la Democracia Cristiana.
Esta situación cuya trascendencia no se le oculta a nadie, es sorprendente que no se haya comentado en España cuando, últimamente se ha polemizado sobre la renuncia unilateral del Estado español al derecho concordado de presentar a los obispos. Porque si lo que se busca con tal renuncia es, con arreglo a la doctrina conciliar, conseguir una total independencia de la Iglesia respecto al Estado, sería interesante saber, a la vista del ejemplo italiano, qué garantías existen de que unos obispos, a los que con tanta injusticia se reprocha su colaboración con el Régimen español, no iban a ser sustituidos por otros obispos que impulsaran fórmulas políticas diferentes. Y que este temor no es caprichoso lo demuestran la presencia de sacerdotes que, naturalmente un día podían ser obispos, en manifestaciones y reuniones ilegales, incluso complicados en actos de violencia y terrorismo, y la frecuencia con que en ceremonias religiosas ciertos sacerdotes han convertido las homilías en mítines políticos.
Creemos por ello, que, en esta importante cuestión, hay que dejar de manejar tanto concepto teórico y estudiar con toda claridad las realidades prácticas. (…)
Juan NUEVO |