Con independencia del contexto político mediatizado por la germanofilia del "Rusia es culpable" que luego la realidad se encargó de desmentir al ser recibidos los españoles como liberadores por los rusos, hoy es el aniversario de la batalla más gloriosa en que participó la División Española de Voluntarios. Fue el último episodio de la gloriosa epopeya española por todas las tierras del planeta en la que se vendía muy cara la sangre propia. Anticomunismo, romanticismo y un poco de quijotismo guiaron principalmente esta empresa, llena de ricos matices, como todas las gestas españolas.

Hoy en día en las academias militares --¡incluso en las españolas!-- se ensalzan hechos ridículos, como el asalto de Montecassino, comparados con la batalla de Krasny Bor.

La batalla de Krasny Bor, donde 5.900 soldados de la División Española de Voluntarios hicieron frente a un total de 4 divisiones soviéticas (44.000 infantes) y dos regimientos acorazados con más de 100 carros de combate. Se producen casi 4.000 bajas entre los españoles, pero se consigue detener el avance haciendo fracasar la ofensiva soviética y causando entre 11.000 y 14.000 bajas al Ejército Rojo. Cerca de 300 españoles cayeron prisioneros.
Después del fracasado asalto soviético, el frente sólo retrocede 3 km en algún sector, pero el cerco no se rompe. El ejército soviético no vuelve a enfrentarse directamente a las tropas españolas, limitándose a bombardeos aéreos o artilleros. El mando soviético ordenó a sus fuerzas pasar a la defensiva, la División Azul se había ganado el respeto y el temor de los soviéticos. El frente queda estabilizado por un año.
La batalla de Krasny Bor, con una encomiable resistencia de la División Azul, hizo fracasar la Operación Estrella Polar, una gran ofensiva posterior para romper el sitio de Leningrado. Se consiguieron tres de las ocho laureadas de la División Azul en la URSS.
300 divisionarios fueron hechos prisioneros de guerra por el ejército soviético, y encarcelados en Gulags en Siberia, condenados a trabajos forzados. Fueron los últimos repatriados a España en 1954, y llegaron al puerto de Barcelona el 2 de abril de 1954 en el barco liberiano Semínaris.