Tacitismo y antimaquiavelismo: base política de la España de los Austrias (s. XVII)

TACITISMO

Esta corriente del pensamiento político de fines del s. XVI y primera mitad del s. XVII, arranca remotamente de 1499, fecha probable del descubrimiento de las obras del romano Cayo Cornelio Tácito. G. Toffanin, que en 1921 señaló la existencia de esta corriente, la califica como una forma encubierta o enmascarada del maquiavelismo, que tendría por objeto dar con una versión cristiana, y por ello socialmente inocua, de la «razón de Estado».

Desde la doctrina política, la oposición a Maquiavelo, polémico autor de “El Príncipe”, tenía carácter ético. A partir de aparecer condenado en el Índice de Roma y en el primer índice español de 1583, las principales acusaciones eran:

• "Invertir la jerarquía tradicional de valores, subordinar la moral y la religión a la política, independizando la política de la ética cristiana".
• “Perniciosa doctrina, que autorizaba los actos más censurables. Se acusa a los herejes de seguir a Maquiavelo y así anudar los problemas religiosos y éticos a los políticos".
• “Desposeer al Estado de toda función supraterrenal "
• Fomentar la impiedad y defender la tiranía.

El tacitismo, partiendo de la experiencia política, formulaba una concepción de la política menos vinculada a la moral, aunque sin negar la relación con ella. Influyó en la gestación del tacitismo, el jurista y humanista italiano Andrés Alciato, cuyos “Emblemas” (1531), rápidamente famosos, se tradujeron a todos los idiomas, dando origen a una prolífica literatura de contenido moralizante.

Dentro de la misma Italia, S. Ammirato publica unos Discorsi sopra Cornelio Tacito (1599). Tacitistas italianos son también Malvezzi y Boccalini. Ecos del tacitismo se encuentran igualmente en el jurista e historiador germano Hermann Conring (1606-81), así como en Hugo Grocio. En los Países Bajos el mayor exponente del tacitismo es el súbdito a la sazón de Felipe II Justo Lipsio (1547-1606), autor de unos Politicorum sive civilis doctrinae libri sex, (1589). Este autor, junto con Alciato, son los mentores del tacitismo que se desarrolló en España.

El tacitismo adquirió tanto auge que, a mitad del s. XVII, Perrot d’Ablancourt afirma, en la dedicatoria al card. Richelieu de su traducción francesa de los Anales (1640), que de este libro procede toda la política de España y que en él buscan consejo en los momentos graves los príncipes de la Casa de Austria.

En España, aunque la prosa elíptica y sentenciosa del historiador romano influya en muchos autores, desde Lupercio de Argensola, traductor de Tácito, hasta los escritores políticos Baltasar Gracián, Juan de Mariana y Saavedra Fajardo, no obstante, el tacitismo es un fenómeno más concreto y restringido que se aplica solo a aquellos autores que alcanzaron su madurez vital en la etapa que sigue a la muerte de Felipe II, y que adoptaron a Tácito como modelo con la finalidad de introducir un modo de abordar la política con base empírica, sin caer por ello en la sospecha de maquiavelismo, ya que el clásico romano aparecía obviamente al margen de las rivalidades doctrinales modernas.

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En la Contrarreforma religiosa de la época del Concilio de Trento, Tácito había sido objeto de la repulsa general que englobaba igualmente a Maquiavelo y Bodino. En el tercer lustro del s. XVII, junto con las traducciones castellanas de Tácito, se cambió de actitud frente a él en el intento de dar vida a una corriente doctrinal que tuviera en cuenta las nuevas realidades, sin atentar contra las verdades teológicas y los ideales históricos de España.

Hay en Tácito y en los tacitistas “una reflexión política, autónoma, crítica” y un proceso de autonomización de la política, que debido a su naturalismo político va a sustituir en España a Maquiavelo. Lo que hace afirmar a Marañon: “el verdadero maquiavelismo se aprendió en Tácito antes que en Maquiavelo".

Conviene señalar que estos autores españoles no se sirvieron de Tácito como disfraz, sino que se apropiaron de él con la intención de formular una «razón de Estado de la virtud» opuesta a la «perversa razón de Estado» del «impío» Maquiavelo, y sin caer, por otra parte, en el casuismo exhaustivo de lo prohibido y permitido a la conciencia del Monarca, como ocurrió con otros escritores, como Gracián y Saavedra Fajardo, seguidores en esto del italiano Botero (1540-1617).

Los tacitistas querían, dentro del horizonte ético, construir la política como ciencia independiente, al hacer de la política una ciencia experimental basada en la historia.
El principal representante del tacitismo español es Baltasar de Álamos Barrientos, autor de un Discurso al Rey Nuestro Señor (1598) y de un Tácito español (1614) acompañado de unos comentarios aforísticos que, sin embargo, no vieron la luz; y responsable de un Norte de Príncipes, que, quizá falsamente, se atribuye a su amigo Antonio Pérez. Tacitistas son igualmente: Fuerte y Biota, Mártir Rizo, Rodríguez de La Encina, Setanti, etc.

Los tacitistas, y sobre todos ellos, Alamos Barrientos, intentarán construir una ciencia política situando los problemas ético-religiosos al margen de los asuntos de Estado que tendrían una técnica propia. Alamos hace de la política una ciencia, ajena en sí a la moral, pero relacionable con ella. La política se situaba de este modo en el mismo campo que la medicina o la arquitectura.

Algunos autores de la época, manifestaron frente a esos autores un antitacitismo beligerante. El teórico principal y paladín del antimaquiavelismo fue el jesuita Pedro de Ribadeneira (1527-1611) que combatirá a los tacitistas y a todos los seguidores de la mala “razón de Estado”, por dirigirse exclusivamente a la conservación y acrecentamiento del Estado; “como si la religión cristiana y el Estado fueran contrarios o pudiese haber otra razón para conservar el Estado mejor que la que el Señor de todos los Estados nos ha enseñado para su conservación“.