Abdallah Laroui, un prestigioso intelectual marroquí, revela que trasladó en nombre del rey a las fuerzas políticas francesas la amenaza de una reacción popular "brutal e incontrolable".
29 de marzo. La época de los que se ha convenido en denominar "años de plomo" del régimen de Hassán II va poco a poco saliendo a la luz. Uno de los libros editados en los últimos tiempos que más polvareda ha levantado es el del reconocido historiador Abdallah Laroui sobre Le Maroc et Hassan II: un témoignage [Marruecos y Hassán II: un testimonio], publicado en coedición por Presses Inter Universitaires (de Quebec) y por el Centre Culturel Arabe (de Casablanca).
Son 240 páginas que han despertado polémica, pues en los aledaños de Mohamed VI se acusa al autor de estar resentido por considerar que –siendo una de las principales figuras intelectuales de su tiempo– estaba llamado a destinos más altos que aquellos para los que le utilizó Hassán II.
Sea ello como fuere, en cualquier caso lo que nos interesan son unas revelaciones de Laroui en las páginas 145-146, y que quizá a Josep Piqué puedan sonarle a conocidas, a tenor de lo que oyó de labios de Mohamed VI en una de sus audiencias con él, cuando era ministro de Asuntos Exteriores, y que reproduce Casimiro García-Abadillo en su libro sobre los puntos oscuros del 11-M (11-M. La venganza).
Según el periodista de El Mundo, el 26 de octubre de 2001 (pocos días después de que España votase, junto a la Unión Europea, a favor de la autodeterminación del Sáhara en la ONU y contra el acuerdo-marco que preveía una autonomía en el Sáhara), Piqué acudió a Marruecos, donde "la conversación con el monarca alauí fue muy dura. (...) Al final de la conversación y en tono amenazador, Mohamed VI le recordó al ministro español que España no tenía, de momento, problemas de terrorismo islámico, pero que ésa era una posibilidad que no había que descartar en el próximo futuro" (p. 191).
¿Amenazas reales?
Veamos la similitud de esta narración con la de Laroui.
Éste afirma que en julio de 1991 Hassán II le comisionó para que se desplazase a Francia y transmitiese un mensaje a las fuerzas políticas de izquierda, al tiempo que otros dos colaboradores, Karim Lamrani y Yussef Bel Abbes, hacían lo propio con las fuerzas políticas de centro y de derecha.
Vivían entonces Francia y Marruecos un grave conflicto diplomático por la publicación en el país galo de Nuestro amigo el Rey, de Gilles Perrault (también traducido ese año en España), donde por primera vez se denunciaban algunos de los peores hábitos represivos del régimen marroquí y se cuestionaba la actitud de Hassán II ante el problema del Sáhara.
La misión de los tres emisarios de Hassán II, revela Laroui, era contrarrestar una campaña que denunciaba la violación de los derechos humanos en Marruecos, y el mensaje debía transmitirse acompañado de una "nota verbal", formulada en estos términos –siempre según el autor–: "También queremos llamar su atención y advertirle contra las consecuencias extremadamente perjudiciales [de esas denuncias]. Nadie ignora que el rey es el símbolo y la garantía de la seguridad, de la continuidad y de la paz del país. El pueblo marroquí no toleraría ni la desacralización de su monarca ni la acción sinuosa tendente a poner en duda su bien fundamentada integridad territorial. Su reacción puede ser brutal, imprevisible e incontrolable. Los intereses franceses, y todavía más, la misma presencia francesa, están expuestas a un grave peligro".
¿Por qué hablaba Hassán II de la "integridad territorial" (que para la diplomacia del reino alauita significa siempre la apropiación del Sáhara Occidental)? Porque una de las peticiones de la campaña pro-derechos humanos era la liberación de personas detenidas por oponerse a la ocupación marroquí de la ex provincia española. En alguna ocasión el mismo rey había declarado que no podía ponerles en libertad porque "las masas les lincharían".
Laroui critica el nacionalismo del régimen (lamentando haberle servido), que ve en los vecinos de Marruecos, y en particular en Argelia y España, enemigos que pretenden asfixiar al país. Hassán II invadió el Sáhara y enarboló la bandera de un proyecto nacional, el denominado por sus teóricos como "Gran Marruecos".
La posición española
El 11 de marzo de 2004, España sufrió un ataque sin duda "brutal, imprevisible e incontrolable". Marruecos recibía (de hecho sigue recibiendo) una derrota jurídica tras otra ante la inconsistencia de sus argumentos para justificar la ocupación del Sáhara Occidental e impedir al pueblo saharaui el derecho a la autodeterminación que la ONU le reconoce. España apoyaba el Plan Baker II.
Con la llegada a La Moncloa de José Luis Rodríguez Zapatero tras la conmoción provocada por los 192 muertos, la posición española cambió radicalmente, pasando a respaldar las tesis marroquíes.
El 15 de julio de 2004, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, declaró en El Escorial que si no se alcanzaba una solución al conflicto del Sáhara aceptable para todas las partes, "seguiríamos teniendo situaciones como la que vivimos el 11 de marzo en Madrid".
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