Es que estamos ya en un Estado prácticamente totalitario con un control ideológico muy fuerte. La anécdota que aquí se recoge lo que hace es reflejar algo que ya está ocurriendo. La gente se limita a repetir como loritos el mensaje que les envían desde instancias superiores - propaganda del gobierno, discursos universitarios, películas, derechos humanos, series de televisión, música, literatura - y se lo tragan precisamente porque no se fomenta la autocrítica, sino que se recibe como una verdad irrefutable, como si no pudiese ser de otra forma. Acaban naturalizando esta situación como algo normal, porque lo están viendo todos los días, y precisamente, las críticas que se hacen desde lados opuestos o son silenciadas o manipuladas por distintas herramientas como los medios de comunicación para ridiculizar el mensaje.
No hay que engañarse, la corrección política no es más que el nombre comercial de un dogma totalitario que deriva de la democracia como ideología. Todo aquel que no concuerda con esta onda pronto es catalogado como un fascista, antisistema, loco, demente, y cómo no, te hacen pasar por un hierofante de la corrección política, que en este caso es el psicólogo moderno. Repugnante. Gracias a Dios yo soy muy políticamente incorrecto, aunque traiga consecuencias. Pero lo bien que me lo paso al ver a los palmeros de la corrección política cuando escuchan algo a lo que no están acostumbrados, eso no me lo quita nadie.
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