Revista FUERZA NUEVA, 20-Dic-1975
El Rey que quiere Europa
1. ¡Extraño y curioso fenómeno! En el corto espacio de un mes se ha producido una metamorfosis singular: España, la cenicienta, la relegada, la que hace poco figuraba en el furgón de cola, viaja ahora como novia de Europa en coche de superlujo, halagada, lisonjeada y cortejada por las grandes potencias. Las mismas naciones que protegieron la campaña antiespañola, que cobijaron a los terroristas, que les facilitaron adiestramiento en escuelas y bases de lanzamiento enclavadas en su territorio, nos envuelven ahora con sus caricias, sus carantoñas, sus mimos y sus piropos. La hiel se ha convertido en mermelada. Sin embargo, que nosotros sepamos, España no ha cambiado: ha muerto Franco y ha sido proclamado Juan Carlos I como Rey de España: se han cumplido las previsiones sucesorias. Eso es todo.
2. Entonces, ¿a qué se debe que Europa, antes hostil, pretenda ahora nuestra amistad? ¿A qué se debe que la comunidad Económica Europea que antes nos rechazaba empiece ahora a mirarnos con ojos complacientes? ¿A qué se debe que Gobiernos masónicos, que antes toleraban e incluso favorecían la escalada de la agitación y terrorismo contra España, restrinjan ahora las antiguas medidas antiespañolas, iniciando una política de lisonja y apaciguamiento? ¿A qué viene ahora esa proliferación y exhibición de halagos y caricias diplomáticas? ¿A qué viene todo ese manoseo y sobeo de complacencias internacionales?
Mitterrand, gran maestre de la masonería francesa, en la última y prematuramente agotada obra que ha escrito sobre ese tema, nos sugiere el secreto del enigma. Los designios proyectados por la sinarquía sobre España, pasan, a la muerte de Franco, por tres fases o etapas: primera, de sustitución paulatina de la Monarquía instaurada del 18 de Julio por una Monarquía de corte liberal, con sus ornamentos de urnas, elecciones, sufragio universal, partidos políticos, parlamento, etc. Es la operación previa de desmontaje; segunda, de transición de la Monarquía liberal a la República, paso bien fácil para rematar el desgaste y desvitalización de las fuerzas religiosas y patrióticas, y tercera, España rota, destrozada, atomizada, será entregada como trofeo por vía de compensación a la URSS, convirtiendo a nuestra Península en zona de expansión comunista por el Mediterráneo y el Norte de África.
3. Este es el pacto convenido entre nuestros “amigos” de las bases USA y nuestros antiguos enemigos de la URSS, según cabe deducir de la obra de Mitterrand. Y el precio de ese ignominioso pacto entre Estados Unidos y Rusia será un regicidio y la exterminación de España como nación. Esa es la significación de los halagos internacionales de la hora presente: esos son los planes y designios que, bajo la inspiración de la sinarquía, proyectan los gobiernos europeos que en estos días nos han visitado. Mientras nos regalan con sus sonrisas de arrope y ambrosía, nos están clavando el puñal por la espalda. Ahora será fácil nuestra integración en Europa: la masonería, “vestida de cándida doncella democrática”, acelera los pasos de la incorporación: le urge europeizarnos y democratizarnos, porque le urge convertirnos en un país de almoneda, porque le urge legalizar el divorcio, destruir la familia española, patrocinar el aborto, sancionar el asesinato de niños inocentes e indefensos, practicar la eutanasia, matar dulcemente a ancianos desvalidos, canonizar la inversión sexual y la homosexualidad... Eso es, en resumidas cuentas, la democracia europea, y eso significa nuestra integración a Europa: elevar un tanto nuestros niveles económicos y nuestra renta “per capita” y como contrapartida vincularnos a una Comunidad de naciones políticamente castradas en beneficio de una superpotencia económica al otro lado del océano, desmedular nuestro espíritu, mutilar nuestra libertad y autonomía, transformarnos en apéndices y ruedecitas de esa maquinaria ciclópea, sin dignidad y sin personalidad, que es la macrosociedad continental, que baila a ritmo y compás de la economía yanqui.
4. Esos son los propósitos que acaricia la sinarquía sobre nuestra Patria mediante su europeización. Para lograr sus fines necesita una monarquía liberal, que le allane el camino y una tropa de escritores y periodistas que, desde las páginas diarias de la prensa, propugnen de manera suicida el “visado para Europa”, el cambio, la evolución y la ruptura. Esos escritores y periodistas son los pseudointelectuales, copistas y fracasados, antiespañoles, llenos de frustraciones y complejos: se encuentran en el área de liberalismo y de la Democracia Cristiana y realizan a la perfección el papel de comparsas, que les tiene asignado la estrategia de la comunidad Europea.
Julián GIL DE SAGREDO
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