Importante matiz el que has introducido, Leofredo. Efectivamente, la inmigración ha supuesto un trauma para regiones como Cataluña y Madrid. Imagínate que en mi ciudad serían unos 10.000 habitantes, pero en cuestión de 50 años han pasado a 200.000. Cuando era pequeño, en mi clase solamente un compañero y yo éramos "autóctonos".
Esta inmigración interior produjo importantes fenómenos de delincuencia urbana, como el de los famosos "quinquis" durante la Transición. Esto nos indica que los movimientos masivos de población son problemáticos en sí mismos, al margen de la raza y cultura del inmigrado. Ahora, también hay que decir que si Cataluña recibió inmigración procedente primero de Murcia y luego de Extemadura y Andalucía, no es culpa de los inmigrantes de aquellas regiones, sino de los propios catalanes, que al tener una ínfima natalidad desde principios del siglo XX, llamaron de manera natural a esos inmigrantes, que de hecho han repoblado Cataluña y han evitado un catástrofe mayor.
En Francia ocurrió anteriormente el mismo proceso. Desde finales del siglo XIX, las costumbres degeneradas de los franceses provocaron un brutal descenso de la natalidad, que a su vez atrajo a inmigrantes, primero de España, Italia y otras regiones de Europa, y luego, cuando se secó ese manantial, de países extraeuropeos. Ésta es la mecánica que subyace en todos estos procesos de inmigración masiva, y es precisamente lo que no quieren entender todos esos movimientos indigenistas.
Si buscáis "natalidad", "inmigración" o incluso "xenofobia" en las hemerotecas de prensa histórica, veréis que siempre aparece en los resultados Francia, ya desde finales del siglo XIX y principios del XX. Sí, ya por esas fechas había importantes corrientes xenófobas en Francia, al principio contra españoles, italianos y polacos. O sea, que el "fenómeno Le Pen" no es tan novedoso como se cree y no es una solución a nada; más bien es un síntoma del estado terminal en el que se encuentra aquel país después de desterrar la religión católica de sus costumbres. Si en España no tenemos un fenómeno político de ese tipo, más que entristecernos debemos alegrarnos, ya que indica que vamos con ochenta años de retraso en lo que respecta al problema demográfico, por lo que tenemos ochenta años extra para intentar solucionarlo.
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