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Tema: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

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  1. #1
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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

    Fuente: Arriba, Editorial del 27 de Diciembre de 1966, páginas 1 y 3.




    SUCESIÓN SIN MONOPOLIO



    En la respuesta de “ABC” a nuestro editorial “La dinastía del pueblo” se insertan expresiones que contrastan con el tono correcto de ARRIBA, que dificultan el diálogo y que desvían la atención del lector de la cuestión de fondo para llevarla hacia los alfilerazos polémicos. Expresiones como “furibunda andanada” y como “ensuciar con el barro miserable”, están hoy tan pasadas de moda como lo puede estar el tango, y delatan a un editorialista tan falto de argumentos como de afán clarificador y constructivo. Es frecuente que donde faltan razones florezca la aspereza.

    La aspereza y la contradicción. Citemos un ejemplo. Para “ABC” resulta “tan intolerable como inexacta” nuestra afirmación de que el último reinante de la dinastía fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España. Según “ABC”, esa catástrofe “no sucedió al último reinante, sino a la última República”. Un poco más adelante se dice que España “acaba de votar en favor de la solución monárquica como remedio a sus pasadas catástrofes republicanas”. ¿En qué quedamos? ¿Fue o no fue la catástrofe lo que sucedió al último reinante? Parece claro que para “ABC” la República resulta dos veces catastrófica: Primero, en sí misma, y luego, porque desembocó en la guerra civil. ¿Cómo entonces se puede tachar de “tan intolerable como inexacta” nuestra afirmación de que Alfonso XIII, para quien guardamos todo respeto, fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España y calificarla con evidente mala fe como ofensa grave a su memoria?

    Ladrillo a ladrillo, podríamos seguir desmontando dialécticamente el editorial de “ABC”. Pero nuestro propósito sigue siendo, no el de la esgrima polémico-periodística, sino el de defender y clarificar el derecho del pueblo español a elegir y edificar su propio futuro. A nadie debe extrañar que ARRIBA, por el espíritu con fue fundado y por ser precisamente órgano de FET y de las JONS, como repetidamente recuerda “ABC”, cumpla su deber de defender y clarificar los derechos del pueblo con lealtad y constancia. Ni que cumpla ese deber tanto frente a los editorialistas como frente a los colaboradores de “ABC”, mucho más si los primeros y los más significados y representativos de entre los segundos se ponen de acuerdo para aliñar las mismas tesis con semejante inspiración a la que asiste a Pemán.

    Por “una especie de ironía de la historia”, son los monárquicos de cámara los más eficaces enemigos de la Monarquía. Cada uno de sus artículos impacientes es un pregón de propaganda antimonárquica, una productiva fábrica de hacer republicanos. No daría muestras de prudencia un pretendiente al Trono que lanzase a sus amigos y secuaces a una lucha pública de candidaturas en los momentos en que los españoles debemos consolidar la fórmula de nuestra futura y pacífica convivencia sobre la unanimidad salida del Referéndum.

    Presentar al pueblo una Monarquía futura, restauradora de la que cayó el 14 de abril, identificada con aquélla y continuadora de aquélla, después del “interregno” de Pemán, es apartar cada vez más al pueblo de una institución que para ser viable debe ganarse un crédito que perdió. “Nuestra Monarquía futura –ha dicho Franco– no puede ser igual a la que presidió nuestros tristes destinos”.

    La Ley de Sucesión, aprobada en 1947 con el “sí” de ARRIBA y sin el “sí” de “ABC”, y modificada y refrendada en 1966, prevé la Monarquía, pero no determina la persona que la vaya a encarnar; ni siquiera determina si esa persona debe llamarse Rey o Regente; abre posibilidades a la sucesión hereditaria y a la sucesión electiva. Y, sobre todo, otorga al pueblo, representado en las Cortes, la decisión de designar al Rey o al Regente. Se trata, pues, de una Monarquía que debe instaurar el pueblo y que sólo podrá encarnar la persona que el pueblo designe.

    Tal vez, a los colaboradores y editorialistas de “ABC” la “indeterminación” de la Ley parezca un embrollo “amadeísta y gótico” o un contrasentido con la esencia de la institución monárquica tal y como ellos la entienden. Pero es precisamente esa “indeterminación” lo que el pueblo ha votado y aprobado clamorosamente en el Referéndum y una de las muchas razones en que se ha fundado el clarísimo “sí” de ARRIBA, que tanto estupor produce al “ABC”.

    Adelantar decisiones que corresponden constitucionalmente al pueblo, confundiendo la Monarquía hecha posible por el 18 de Julio, con la que murió el 14 de abril; avanzar candidaturas antes aún de que quede plenamente configurado el órgano que deberá hacerlo; insinuar hipotéticos y gratuitos acuerdos con el Jefe del Estado, y finalmente, rechazar una de las dos soluciones sucesorias que la Ley prevé con alternativa tan inteligente y realista como respetuosa hacia la voluntad futura del pueblo, son no sólo “tergiversaciones caprichosas, parciales y peligrosas de la Ley”, sino también gravísimos intentos de desunión y separatismo. Y, por supuesto, un atentado contra los derechos del pueblo.

    No somos nosotros los exclusivistas monopolizadores de una sola de las soluciones legales. No somos nosotros los que echamos nombres a la mesa de las disputas ni los que alentamos a nadie en una anticipada carrera hacia la sucesión de Franco. Nosotros estamos conformes de antemano con la decisión que en su día tome el pueblo. A esa decisión seremos leales. La Ley preceptúa una concreta mayoría en nuestras Cortes para la designación de un Rey o de un Regente. No tema “ABC” disidencias ni separatismos por nuestra parte en esa hora, que Dios mantenga lo más alejada posible: ARRIBA estará junto a esa mayoría que representará a la voluntad popular. “ABC” puede entrenarse desde mañana en el respeto a esa futura voluntad del pueblo, sin insistir en teorías que tuercen la Ley, ignoran al pueblo e insinúan inventados proyectos del Jefe del Estado en materia tan grave y esencial para el futuro de España.

    El deber más imperativo que en este momento deben servir los órganos de opinión es el de robustecer la unidad y convivencia de todos los españoles a través de la concurrencia de pareceres, y por entenderlo nosotros así hacemos una invitación a “ABC” para que la polémica agria se convierta en diálogo sereno y para que la causticidad verbal se traduzca en reposada meditación. Esto es lo que todo periódico le debe a sus lectores; esto es lo que esperan de todos después del 14 de diciembre.

  2. #2
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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

    Fuente: Tiempos Críticos, Número 11, Octubre de 1948, Editorial en páginas 1 y 7.



    ¿Desembocará el actual régimen en la dinastía liberal?


    Todavía es la materia de actualidad. Días atrás, según informaron primeramente las emisoras de radio extranjeras, y luego la prensa española, el Generalísimo Franco sostuvo una prolongada entrevista con don Juan, en aguas del Atlántico. Nuestro querido colega REQUETÉS se ocupó ya, en su día, de esta noticia, a la que puso atinado comentario. Hoy nos toca hacerlo a nosotros. No fuera que el silencio pudiera interpretarse como complicidad. Una de esas complicidades que luego repercuten en largos periodos de decadencia y funestas desviaciones. Por eso, y por si fuera cierto (lo que a veces lo es, y en otras no) que “quien calla otorga”, vamos a hablar. Porque, vaya por delante, otorgar no otorgamos de ninguna de las maneras.

    Este Régimen que, quiéralo o no, es discontinuidad y carece de auténticos precedentes y perspectivas históricas, y tiene más mostrador que trastienda, ha venido engañando a los españoles con falsas promesas y mentirosas palabras. Inestable en sí mismo y caduco por naturaleza (la inestabilidad y caducidad son característica de todo régimen de caudillaje), conocedor de su intrínseca debilidad, no ha cesado, principalmente por boca del Generalísimo como a su representante más autorizado, de pregonar el paso en su día al Régimen Tradicional, el más conforme con el ser de España y con su historia. Ilusos hubieron, menos de los que parece, que a pies juntillas creyeron en tales anuncios y promesas. El temor a combatir induce a escuchar con oídos complacientes aun las mismas palabras del adversario. Otros, los más, aparentaron creer simplemente. Así justificaban colaboraciones absurdas y empleos y colocaciones incompatibles con el mantenimiento de una sana ortodoxia política.

    Por creer en tales promesas y simplemente por aparentar tal creencia, –de todo hubo en la viña del Señor–, vino a la política española el llamado Carlos-Octavismo. Más especialmente aún, la política Carlos-Octavista, colaboracionista cien por cien, válida y valedora del Régimen actual, entusiasta de Franco, oportunista al grito de “Franco y Carlos VIII”. Ilusiones y mentiras llevaron su carro a un terreno nunca conocido en la historia del Carlismo. Al reconocimiento de una especie de doble Legitimidad, encarnada en el Generalísimo y el Príncipe don Carlos. En realidad, al reconocimiento de una más propia Legitimidad, la del Régimen actual representado por Franco, con una desvalorización real (fuera cualquiera la hipótesis en cuanto a la determinación del Pretendiente) del principio Legitimista, clave del Carlismo y piedra sobre la [que] quiso cimentarse la disidencia Carlos-Octavista. Así, el propio Príncipe Don Carlos fue a votar la Ley del referéndum [1], de la que las publicaciones Carlos-Octavistas hicieron los mayores elogios y don Esteban Bilbao entonó, como Presidente de las mal llamadas Cortes Españolas, el panegírico. La Legitimidad desaparecería para dar paso a lo que quisiera Franco o el célebre Consejo de Regencia previsto en dicha Ley. Aceptar tal fuente de soberanía era exponerse a perder la propia, sin honra y sin provecho, sin garantía alguna para el futuro, sin la esperanza siquiera de salvar nada fundamental. Mas la ingenuidad de unos y la malicia y conveniencia de otros optó por la votación del referéndum, en forma afirmativa además. Ahora bien, si nadie puede ir contra sus propios actos, ya nos explicarán los partidarios de don Carlos, llamado VIII, cómo puede defenderse el derecho de éste cuando sea desconocido por el Generalísimo, después de aceptada una nueva Ley o causa de Legitimidad.

    Es injusto y es inmoral, pero tiene también su lógica, que ahora el Régimen se burle de sus aliados, haciéndole el amor a don Juan, el Príncipe liberal, hijo de liberales, como le recuerda Romanones, contra el que tanto se despotricó hace pocos años, y tan incompatible se presentó a los ojos de los españoles. Podría decirse que al Carlos-Octavismo le habrá ocurrido lo que a ciertas poco honestas doncellas: después de gozadas no valen para casadas. Bien se ve que ello es injusto e inmoral; más aún, que tiene, como decimos, su lógica. Empero, es más injusto e inmoral todavía que el Régimen se burle de los españoles en general, especialmente de los móviles de la pasada Cruzada. Los muertos no lo quieren, y, en todo caso, los muertos no tienen ninguna culpa de las payasadas de los vivos, ni del escaso honor de una época llena de apariencias.

    Cierto es, amigos, que las palabras de los hombres no son de fiar.

    Determinada revista quincenal, con motivo de esa entrevista, ha ponderado el sentido de continuidad que Franco busca con ella para su política. Se airea que su cuerpo de redacción es juanista; es más, que su dirección es principalmente liberal. Aunque el Liberalismo esté oficialmente desterrado de nuestra Patria. Nosotros, a tiempo lo decimos, no estamos conformes con esta continuidad, que, en todo caso, es una continuidad que bien pudiera tener a Romanones por alguno de sus eslabones. Las razones huelga ahora exponerlas porque las tenemos dichas muchas veces. Con palabras de todas clases y también con tres guerras civiles, hechas precisamente contra esa Dinastía que durante un siglo ha vivido abrazada a todas las malas causas de la Patria.

    Por ello, no estamos conformes. De ninguna de las maneras. Y también porque, con sinceridad lo manifestamos, nos revuelve las tripas que el Generalísimo, un simple hombre al que no queremos discutir los méritos que le correspondan, se erija en árbitro de Legitimidades y Dinastías. La Realeza y la Legitimidad están mucho más altas que eso. Y si los Reyes se hacen pequeños al venir de Franco, éste no crece un palmo porque los Reyes se hagan pequeños. Aunque más pequeños se hacen los hombres que por algún momento han puesto al arbitrio de un simple hombre la determinación de Legitimidades y Realezas.




    [1] Nota mía. Se refiere a la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947. El referéndum de esta ley tuvo lugar el 6 de Julio de 1947.
    Última edición por Martin Ant; 08/07/2018 a las 17:56

  3. #3
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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

    Fuente: Tiempos Críticos. Monarquía Popular, Número 12, Diciembre de 1948, páginas 2 y 7.



    LA ENTREVISTA FRANCO – DON JUAN


    Sobre un claroscuro de diversos acontecimientos, cuya resonancia, al correr de los días, se advierte meramente episódica, la entrevista –o entrevistas– Franco-D. Juan resalta con caracteres de permanencia en el primer plano de la actualidad política nacional.

    ¿Qué piensan, qué dicen los tradicionalistas?, preguntan muchos. Siquiera para satisfacer la natural curiosidad de los que preguntan, diremos algo de lo que sentimos sobre el particular. Algo tan sólo, porque el tema es de por sí fecundo y capaz de llenar las páginas de un libro, cuánto más las de un modesto periódico como es “Monarquía Popular”.

    La entrevista Franco-D. Juan nos ha colmado de íntimo regocijo. Nosotros, señores, somos cristianos ante todo, y, como a tales, experimentamos profunda satisfacción cada vez que la paz y la amistad recobran su imperio allí en donde se había enseñoreado la discordia. A lo que parece, entre el Generalísimo y D. Juan de Borbón medió la discordia. Y ¡qué discordia!, señores. Una discordia que degeneró en sañuda y enconadísima pelea. Como que los pacíficos observadores mentales llegamos a temer con serio, finalmente, por la vida de los contendientes, si, por un imposible, acaso se topan en mitad de la calle. Porque, ¡hay qué ver las flores que se echaron mutuamente los representantes de ambos bandos! Del lado de allá, que yo no quiero saber nada con las consecuencias de una guerra, de la que tú fuiste el culpable. (Lo cual, dicho sea de paso, y en honor a la verdad, no es cierto, porque el jefe supremo del Alzamiento fue el General Sanjurjo). Del lado de acá, que si te crees tú que vas a venir ahora a recoger el fruto de nuestro trabajo. En fin, señores, que renunciamos a transcribirles los textos de los respectivos obsequios, particularmente los del lado de acá, porque, a Dios gracias, pretendemos ser personas decentes, y, sobre no estar dispuestas a contaminar las presentes páginas con frases de mal tono, aborrecemos, a fuer de selectos, toda suerte de chismorreos, aunque provengan de sitios tan escogidos como pueden ser los palacios o residencias oficiales. Fuera de que no ha faltado quien –en este mundo hay gente para todo– haya reunido en un solo número de un semanario –“El Español”, de Madrid– toda la “silva de varia lección” a que dio motivo la contienda, con la poca caritativa idea de proporcionar un rato de solaz esparcimiento a gente desaprensiva y malintencionada.

    En este tan lamentable estado de cosas, imagínense ustedes nuestro gozo cuando, una mañana de verano, nos trae la aurora, junto con el anuncio de un nuevo día, la grata, la inesperada noticia de la entrevista Franco-D. Juan. Y cuando, más tarde, por conductos semi-oficiosos, nos llegaron informes fidedignos que transmitían pormenores del hecho, entonces el gozo subió a términos de paroxismo. Sí, no había duda: la reconciliación se había efectuado; el ejemplo deprimente para el pueblo sencillo había desaparecido. Figúrense ustedes, decían los informes, que la emoción fue tan intensa, que hasta por parte de una de las ídem se derramaron copiosas lágrimas. ¿Quieren ustedes indicio más elocuente de que se trata de una sincera reconciliación? Por parte de la otra ídem no sabemos si hubo tanto; no es aventurado suponer, sin embargo, que no faltaría en ella, por lo menos, el clásico temblor de mentón, prenuncio de lloriqueo. En cuanto a saludos, apretones (de manos, se entiende), excusas (había que ver), ofrecimientos, etc., eche usted y no se derrame. ¿Tienen ustedes algún vislumbre ahora de la magnitud del Océano de alegría en que se inundó nuestra alma?

    ¡Y que tenga que aguantar uno, no digo ya la comentación, pero la presencia siquiera, de personas que, sin acertar a ver que lo esencial del caso está en que han hecho las paces dos cristianos, todavía le andan buscando peros con reparos de poca monta!. Pero, hombre, dicen algunos, entonces quienes se han lucido de verdad hemos sido nosotros, los que perdimos cargos y empleos por haber puesto nuestra firma al pie de un manifiesto en favor de D. Juan. Y comentan otros guasones: para ese viaje no eran menester alforjas, es decir, para acabar comiendo juntos, estaba de más echarse primero los platos por la cabeza. Ahora que, decimos nosotros, si de guasones se trata, ninguno como los que afirman que la actitud en este punto de nuestros gobernantes [es] de una inconsecuencia sencillamente vergonzosa. Pero, ¡hombre de Dios!, eso de que la inconsecuencia consista en decir una cosa y luego hacer su contraria, es algo que queda para las gentes de otras épocas o para los habitantes de países atrasados como, por ejemplo, Estados Unidos o Inglaterra. Hoy es cosa sabida de propios y extraños que el centro de gravedad de algunos conceptos morales ha sufrido en España cierto desplazamiento. Así, la verdad ya no es lo que es, según San Agustín, ni la conformidad de la mente con la cosa, si nos atenemos a la definición de Santo Tomás: la verdad es… lo que en un momento determinado establece la Dirección General de Propaganda. Por lo tanto, no es inconsecuencia prometer lumbre y pan blanco a todos los hogares, y darles luego pan negro y quitarles la lumbre; ni decir que la Religión Católica es vital para la grandeza de la Patria, y permitir a los Protestantes una labor de captación progresiva; ni mucho menos afirmar que se cortarán de raíz los abusos administrativos, y engordar después a costa del Presupuesto. Estas cosas son pruebas evidentes de la sana y ortodoxa política que sigue el Gobierno para retornar a España al buen camino, del que le apartan, según la propaganda oficial, unos estadistas que vivían del enchufismo, que no iban a Misa más que para guardar las apariencias, y que –eso no lo dice la susodicha propaganda, pero se supone– no tenían cuenta con que los ciudadanos comieran pan negro –cosa muy saludable– y se vieran de vez en cuando privados de lumbre –cosa sumamente provechosa para la economía doméstica–.

    Hasta aquí la expresión del inefable gozo que ha inundado nuestro espíritu por efecto de una consideración meramente espiritual y, un si es o no es, romántica del asunto… Para otra ocasión reservamos, Dios mediante, dedicar unos cuantos párrafos al aspecto político que aquél presenta.

  4. #4
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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

    Reviso este antiguo hilo y son un placer los espléndidos artículos y gran pugilato, podemos decir, entre los editoriales del diario Arriba contra la elegante aunque falsa sofística barroca del señor Pemán, al servicio de los monárquicos juanistas de ABC.

    A la afirmación de Pemán sobre que
    Franco, hombre prudente por esencia, es el que más se ha preocupado de preparar paraguas, impermeables y tejados para que nos mojemos luego lo menos posible. Para esto ha previsto: un Reino, la Monarquía, y una indicación dinástica bien clara: la dinastía Borbón Battenberg, señalada por las entrevistas con el padre y de educación y residencia del hijo.
    le responde el editorial de Arriba con dos textos, de los que no me resisto a repetir y enmarcar uno, y que coincide con el pensamiento del propio Franco, la normativa legal entonces fijada y que defendería Blas Piñar y Fuerza Nueva: una instaurada Monarquía del 18 de Julio, no una "restaurada" monarquía patrimonial a merced de Borbón Battenberg e hijo, descendientes de un Alfonso XIII abdicado.

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Fuente: Arriba, Editorial del 27 de Diciembre de 1966, páginas 1 y 3.




    SUCESIÓN SIN MONOPOLIO



    En la respuesta de “ABC” a nuestro editorial “La dinastía del pueblo” se insertan expresiones que contrastan con el tono correcto de ARRIBA, que dificultan el diálogo y que desvían la atención del lector de la cuestión de fondo para llevarla hacia los alfilerazos polémicos. Expresiones como “furibunda andanada” y como “ensuciar con el barro miserable”, están hoy tan pasadas de moda como lo puede estar el tango, y delatan a un editorialista tan falto de argumentos como de afán clarificador y constructivo. Es frecuente que donde faltan razones florezca la aspereza.

    La aspereza y la contradicción. Citemos un ejemplo. Para “ABC” resulta “tan intolerable como inexacta” nuestra afirmación de que el último reinante de la dinastía fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España. Según “ABC”, esa catástrofe “no sucedió al último reinante, sino a la última República”. Un poco más adelante se dice que España “acaba de votar en favor de la solución monárquica como remedio a sus pasadas catástrofes republicanas”. ¿En qué quedamos? ¿Fue o no fue la catástrofe lo que sucedió al último reinante? Parece claro que para “ABC” la República resulta dos veces catastrófica: Primero, en sí misma, y luego, porque desembocó en la guerra civil. ¿Cómo entonces se puede tachar de “tan intolerable como inexacta” nuestra afirmación de que Alfonso XIII, para quien guardamos todo respeto, fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España y calificarla con evidente mala fe como ofensa grave a su memoria?

    Ladrillo a ladrillo, podríamos seguir desmontando dialécticamente el editorial de “ABC”. Pero nuestro propósito sigue siendo, no el de la esgrima polémico-periodística, sino el de defender y clarificar el derecho del pueblo español a elegir y edificar su propio futuro. A nadie debe extrañar que ARRIBA, por el espíritu con fue fundado y por ser precisamente órgano de FET y de las JONS, como repetidamente recuerda “ABC”, cumpla su deber de defender y clarificar los derechos del pueblo con lealtad y constancia. Ni que cumpla ese deber tanto frente a los editorialistas como frente a los colaboradores de “ABC”, mucho más si los primeros y los más significados y representativos de entre los segundos se ponen de acuerdo para aliñar las mismas tesis con semejante inspiración a la que asiste a Pemán.

    Por “una especie de ironía de la historia”, son los monárquicos de cámara los más eficaces enemigos de la Monarquía. Cada uno de sus artículos impacientes es un pregón de propaganda antimonárquica, una productiva fábrica de hacer republicanos. No daría muestras de prudencia un pretendiente al Trono que lanzase a sus amigos y secuaces a una lucha pública de candidaturas en los momentos en que los españoles debemos consolidar la fórmula de nuestra futura y pacífica convivencia sobre la unanimidad salida del Referéndum.

    Presentar al pueblo una Monarquía futura, restauradora de la que cayó el 14 de abril, identificada con aquélla y continuadora de aquélla, después del “interregno” de Pemán, es apartar cada vez más al pueblo de una institución que para ser viable debe ganarse un crédito que perdió. “Nuestra Monarquía futura –ha dicho Franco– no puede ser igual a la que presidió nuestros tristes destinos”.

    La Ley de Sucesión, aprobada en 1947 con el “sí” de ARRIBA y sin el “sí” de “ABC”, y modificada y refrendada en 1966, prevé la Monarquía, pero no determina la persona que la vaya a encarnar; ni siquiera determina si esa persona debe llamarse Rey o Regente; abre posibilidades a la sucesión hereditaria y a la sucesión electiva. Y, sobre todo, otorga al pueblo, representado en las Cortes, la decisión de designar al Rey o al Regente. Se trata, pues, de una Monarquía que debe instaurar el pueblo y que sólo podrá encarnar la persona que el pueblo designe.

    Tal vez, a los colaboradores y editorialistas de “ABC” la “indeterminación” de la Ley parezca un embrollo “amadeísta y gótico” o un contrasentido con la esencia de la institución monárquica tal y como ellos la entienden. Pero es precisamente esa “indeterminación” lo que el pueblo ha votado y aprobado clamorosamente en el Referéndum y una de las muchas razones en que se ha fundado el clarísimo “sí” de ARRIBA, que tanto estupor produce al “ABC”.

    Adelantar decisiones que corresponden constitucionalmente al pueblo, confundiendo la Monarquía hecha posible por el 18 de Julio, con la que murió el 14 de abril; avanzar candidaturas antes aún de que quede plenamente configurado el órgano que deberá hacerlo; insinuar hipotéticos y gratuitos acuerdos con el Jefe del Estado, y finalmente, rechazar una de las dos soluciones sucesorias que la Ley prevé con alternativa tan inteligente y realista como respetuosa hacia la voluntad futura del pueblo, son no sólo “tergiversaciones caprichosas, parciales y peligrosas de la Ley”, sino también gravísimos intentos de desunión y separatismo. Y, por supuesto, un atentado contra los derechos del pueblo.

    No somos nosotros los exclusivistas monopolizadores de una sola de las soluciones legales. No somos nosotros los que echamos nombres a la mesa de las disputas ni los que alentamos a nadie en una anticipada carrera hacia la sucesión de Franco. Nosotros estamos conformes de antemano con la decisión que en su día tome el pueblo. A esa decisión seremos leales. La Ley preceptúa una concreta mayoría en nuestras Cortes para la designación de un Rey o de un Regente. No tema “ABC” disidencias ni separatismos por nuestra parte en esa hora, que Dios mantenga lo más alejada posible: ARRIBA estará junto a esa mayoría que representará a la voluntad popular. “ABC” puede entrenarse desde mañana en el respeto a esa futura voluntad del pueblo, sin insistir en teorías que tuercen la Ley, ignoran al pueblo e insinúan inventados proyectos del Jefe del Estado en materia tan grave y esencial para el futuro de España.

    El deber más imperativo que en este momento deben servir los órganos de opinión es el de robustecer la unidad y convivencia de todos los españoles a través de la concurrencia de pareceres, y por entenderlo nosotros así hacemos una invitación a “ABC” para que la polémica agria se convierta en diálogo sereno y para que la causticidad verbal se traduzca en reposada meditación. Esto es lo que todo periódico le debe a sus lectores; esto es lo que esperan de todos después del 14 de diciembre.
    Espléndida respuesta.
    Última edición por ALACRAN; 08/01/2021 a las 21:22
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  5. #5
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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco

    LAS TENDENCIOSAS AFIRMACIONES DE D. JOSÉ M.ª PEMÁN


    Revista ¿QUÉ PASA? núm 158, 7-Ene-1967

    LAS TENDENCIOSAS AFIRMACIONES DE D. JOSÉ M.ª PEMÁN

    Por ROBERTO G. BAYOD PALLARES

    Algún periódico de solera republicana (dime quién reproduce tus artículos monárquicos y te diré qué monarquía es la tuya) ha reproducido una colaboración inserta en un conocido diario alfonsino-juanino y que llevaba por título «LA SUCESION», en la que se vierten algunas afirmaciones que nosotros queremos glosar por considerarlas poco ajustadas a la verdad histórica y poco respetuosas hacia la persona egregia del Caudillo, al menos para quienes sepan leer entre líneas.

    Hay que reconocer que esa desvirtuación de los hechos solamente es posible realizarla a quienes, como el señor Pemán, tienen bien probada pluma, de tal modo que producen el desconcierto, por ser maestros en el bien decir y escribir y saber desvirtuar las verdades históricas y sus intenciones.

    Nosotros queremos hacer algunas puntualizaciones al señor Pemán:

    1ª ¿A qué fin esa pretendida identificación entre nuestro bondadoso Caudillo y los Napoleón, Mussolini, Hitler y Perón? ¿Es que se asemeja este régimen católico, social, representativo y tutelar al dictatorial, materialista y racista de los nazis? El Presidente del Consejo Privado de don Juan confunde la concentración legal de funciones en una democracia orgánica y tradicional con el totalitarismo propio de otros países. Con estas últimas palabras no queremos menospreciar a ninguno de los altos personajes citados, cuyos regímenes quizá fuesen apropiados para sus pueblos en aquellas circunstancias históricas. Allá cada nación y cada pueblo con los regímenes que encajan adecuadamente a su idiosincrasia y a sus necesidades.

    2ª Nos presenta como actual y vigente que el Caudillo «nos ha indicado claramente a la dinastía Borbón-Battemberg como sucesora» de su institución (1967). Nosotros no podemos creerlo. Por una parte, tal dinastía nada tiene de regia (en el verdadero sentido de la palabra) en cuanto a España se refiere. (Los españoles ya se van enterando de determinados orígenes.) Al hablarnos de la legitimidad el señor Pemán nos remite a determinadas «alcobas», y nosotros le aconsejaríamos que no le conviene seguir por ese camino, no sea que algún día los carlistas de los 70 Tercios de Requetés tengamos que hablar o escribir claro sobre la legitimidad emanada de aquellos aposentos.

    3ª Al señor Pemán no le gusta el sistema de la Ley de Sucesión y, por lo tanto, tampoco el de la Ley Orgánica. Dice que en vez de «a rey muerto, rey puesto», habrá «a rey muerto, rey discutido, manoseado y votado», como si fuera un «ir y venir a la fuente». Si a él no le satisface este sistema—que llama «amadeísta y gótico» nosotros sí, pues queremos que el Rey sea aceptado casi unánimemente por la voluntad popular representada en Cortes, reconocedoras éstas de la capacidad, inteligencia e idoneidad de los pretendientes y más aún todavía de su entronque con el 18 de julio. En efecto, el Rey deberá aparecer ante la mayoría de los Consejos y de las Cortes como el máximo conocedor de los problemas políticos, económicos, sociales, administrativos y técnicos. ¿Es que teme que su o sus candidatos no reúnan todas estas condiciones?

    4ª El Presidente del Consejo privado de Estoril amenaza con «un Juzgado de Guardia» a un Profesor de Política «por las injurias proferidas sobre el padre y el hijo de la Dinastía española». Nos gustaría saber cuáles fueron tales injurias, con el fin de no incurrir en el mismo delito, merecedor de ser calificado como «un caso de Juzgado de Guardia». Suponemos que no habrá considerado injurias a los siguientes hechos que están escritos en libros de Historia, en diarios y en revistas:

    A) Don Juan desciende—LEGALMENTE—de un masón excomulgado por Su Santidad Pío IX.

    B) Don Juan, ni tampoco su padre, tuvieron intervención en la preparación del Alzamiento del 18 de julio del que nace toda legitimidad.

    C) El padre de don Juan abandonó voluntariamente el Trono en manos de la República sin que hubiera elecciones constituyentes que le obligaran o lo aconsejaran.

    D) La República, en cambio, no ha abandonado voluntariamente -DEVOLVER- el poder en manos de los descendientes de aquel Monarca que huyó por Cartagena.

    E) La República cesó porque la dinastía contraria a los alfonsinos, aliándose con la Falange y el Ejército, expulsó a los Alcalá Zamora, Azaña, Largo Caballero, Indalecio Prieto y demás herederos del padre de don Juan.

    F) Don Juan jamás ha aceptado—al menos públicamente—la Ley de Sucesión de 1947, y tampoco ahora la de 14 de diciembre de 1966.

    G) Don Juan ha querido derribar al Generalísimo Franco en varias ocasiones desde 1945.

    H) La masonería ha aconsejado favorecer el retorno de esa dinastía que representa don Juan y su hijo don Juan Carlos.

    I) Aun en la hipótesis de que don Juan descendiera por vía paterna de los reyes españoles -esto es que se produjera esa cacareada «unión de dinastías» jamás ha abjurado del liberalismo, causante éste de tantos desastres patrios, de tantas luchas fratricidas y de tanta extranjerización.

    J) Alguno de los más asiduos defensores de don Juan se ha manifestado enemigo acérrimo del Movimiento, de sus Principios y de la Ley Orgánica. Dime quién te defiende y quién te sigue y te diré quién eres.

    K) Partidarios y defensores de don Juan han pactado con los socialistas en Munich (1962), y éstos han pactado con los comunistas.

    5ª Pemán ofende al Caudillo al situarle junto al pretendiente don Juan y comparar a los dos con una pareja de la Guardia Civil que va vigilando por ambas cunetas de la carretera, con el fin de que se cumpla idéntica función. Nosotros no consideramos esa la función del Generalísimo, hasta el punto de que pueda hacerse un símil con la función que ejerce o pretende ejercer don Juan. Además, no hay «común acuerdo» entre ambos, como injustificadamente sostiene Pemán. Si hubiese tal acuerdo, ¿cómo don Juan combate al Caudillo y no acepta abiertamente los Principios del Movimiento?

    ***
    En fin, que no, señor Pemán y señor director de “ABC” . Quien tiene hambre, pan sueña. Ustedes tienen hambre de desvirtuar los hechos, pero nosotros tenemos hambre de legitimidad del 18 de julio. El Gran Capitán de la Victoria, aquél que suscribió la frase de que los «ejércitos carlistas combatían por la AUTENTICA ESPAÑA», y aquella otra frase según la cual la Monarquía precursora de don Juan y de don Juan Carlos «era la bastarda», no creemos que pueda haber pactado ni siquiera indicar que el Rey que le tiene que suceder tenga que ser un descendiente de aquellos que llamándose reyes fueron usurpadores de la legitimidad y que quedaron contaminados por sangre y pactos con la masonería, con la ANTIESPAÑA, y que han sido favorecidos por todos los enemigos del Alzamiento, según el famoso artículo del diario “Arriba”.

    18 de Julio, voluntad popular y monarquía

    Después de redactar la precedente colaboración, se han suscitado réplicas y dúplicas en tomo a las afirmaciones del autor del «Divino impaciente». En “El Pensamiento Navarro”, en su número del día 23 de diciembre (1966), el propio director ponía de manifiesto «LOS NERVIOS DE PEMAN» con algunas pinceladas de humor. El mismo día, el diario del Movimiento “Arriba” arremetió contra el artículo de Pemán, calificándolo de «intento de tergiversación más caprichosa, parcial y peligrosa que se haya presentado hasta hoy contra una Ley Fundamental». El “ABC” se ha sentido molesto por la réplica de “Arriba” y en artículo editorial, del correspondiente al día 26, pretende aclarar conceptos y en él casi desautoriza al señor Pemán. “Arriba” ha contestado de nuevo con una «pajarita» de Jaime CAMPMANY y con otro editorial titulado «SUCESION SIN MONOPOLIO» y finalmente un antiguo Requeté» (Hermandad de Cristo Rey) se solidariza en el “ABC” con el editorial.

    Nosotros, tras el comentario general que precede, queremos resaltar algunos puntos más, en vista y lectura de las afirmaciones del editorial de A B C, que contribuyen más y más al confusionismo y que lleva por título el que hemos insertado en esta segunda parte de nuestra colaboración.

    A) Protestamos enérgicamente de que la Cruzada española, la Liberación Nacional, sea llamada por el diario alfonsino como «LA MAYOR CATASTROFE DE LA ULTIMA HISTORIA DE ESPAÑA». Creemos que es verdaderamente un «caso de Juzgado de Guardia» el insulto que se hace a los militares en armas y a todo el voluntariado heroico que se alzó para realizar la operación quirúrgica de suprimir aquel régimen de libertinaje y de odio.

    B) Sí, señor Luca de Tena, esa gangrena—CATASTROFE—no fue el 18 de julio ni su Cruzada—a la que usted llama «guerra civil» como lo hacen los anarco-sindicalistas y republicanos-, sino la República heredera de aquel simulacro de Monarquía que usted y el señor Pemán defienden. La causa del 18 de julio fue la República, pero la causa de ésta lo era la Monarquía liberal. A la CATÁSTROFE de la Monarquía liberal siguió la MAYOR CATASTROFE de la República, y a ésta la OPERACION DE SALVAMENTO que fue la Cruzada.

    C) En una cosa tiene razón el señor Luca de Tena. En que «toda legitimidad nace del 18 de julio». Si esto es así, recordamos que nada tiene que ver don Juan con el 18 de julio, y entonces ¿qué pinta don Juan con la Monarquía del 18 de julio?

    D) En otro punto, en cambio, sufre una lamentable confusión. Apoyándose en que el pueblo español ha votado por la MONARQUIA TRADICIONAL, CATOLICA, SOCIAL Y REPRESENTATIVA, pretende entronizar a un Príncipe heredero de una Monarquía

    QUE NO ERA TRADICIONAL, sino CONSTITUCIONALISTA, LIBERAL e IMPORTADA.
    que no era CATOLICA, sino SECTARIA Y MASÓNICA
    que no era SOCIAL, sino CAPITALISTA
    que no era REPRESENTATIVA, sino PARTIDISTA.


    Última edición por ALACRAN; 10/11/2024 a las 12:20
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: José María Pemán y el Pacto entre D. Juan y Franco


    Sobre andanzas y devaneos ideológicos de d. Juan de Borbón (cuando aun concebía esperanzas de reinar)


    Revista ¿QUÉ PASA? núm. 197, 7-Oct-1967

    Hablemos de un don Juan y un don Luis de la Historia, que no son los del teatro romántico

    Por A. RECASENS SALVAT

    ACUSE DE RECIBO

    Ya es una verdadera colección las cartas que ha recibido este cronista preguntándole por su impresión y adecuado comentario a la breve estancia de don Jun de Borbón y Battemberg en el pasado agosto en Barcelona. Otros temas de actualidad y mi afección hepática que se recrudece al tratar ciertos temas, han hecho que hasta ahora no subrayara tal visita. Pero hoy, tarde otoñal, en mis breves vacaciones en Salou, me siento animado para complacer a mis amables comunicantes.

    Barcelona y Cataluña entera se dolió de la presencia del sucesor de la dinastía liberal, que durante una centuria ha arruinado a España, le ha hecho perder su Imperio, malogró el gesto del general don Miguel Primo de Rivera y entregó a España por personalísima decisión a un Comité revolucionario de la República patibularia que se constituyó por sí y ante sí en Gobierno del país; que culminó en los cinco años de anarquía y de sangre, de huelgas y hambres, y cuya liquidación sólo fue posible por el Alzamiento Nacional, del Ejército, del Tradicionalismo, de la Falange Española de las JONS, sin aportación dinástico-liberal de pueblo voluntario fiel a la fenecida monarquía de Alfonso XIII, vestíbulo fatídico de la segunda República en España.


    LOS CATALANES LO SABEN Y LO CONOCEN TODO

    Basta tener memoria. Al Alzamiento Nacional. Cataluña no quiso pasar a ser una parcela soviética. El Alzamiento que proclamó a Franco para Caudillo de España, sabe de sobras de la hostilidad del comunismo Y DE LA MASONERIA INTERNACIONAL. Lo que no podía suponerse es que un representante de la monarquía liberal y decadente, en varias ocasiones, con sus manifiestos, haya contribuido al acoso que sufría España en los años «cuarentas» de las más rudas crisis.

    Y esto, desgraciadamente, es lo que hizo don Juan de Borbón Battemberg. En el manifiesto de Lausana de fecha 19 de marzo de 1945, don Juan emplaza gravemente al Caudillo con estas afirmaciones:

    «Desde que por renuncia y subsiguiente muerte del Rey Don Alfonso XIII en 1941 asumí los deberes y derechos a la Corona de España, mostré mi disconformidad con la política interior y exterior seguida por el general Franco. En cartas dirigidas a él y a mi representante, hice constar mi insolidaridad con el régimen que representaba, y por dos veces, en declaraciones a la prensa, manifesté cuán contraria era mi posición en muy fundamentales cuestiones

    En el manifiesto de Estoril de fecha 7 de abril de 1947, don Juan de Borbón y Battemberg ataca violentamente la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado que los españoles aprobaron por mayoría aplastante en el Referéndum de aquel año. Dijo entonces don Juan:

    «Sin comprender que la hostilidad de que la Patria se ve rodeada del mundo nace en máxima parte de la presencia del general Franco en la Jefatura del Estado, lo que ahora se pretende es pura y simplemente convertir en vitalicia esa dictadura personal, convalidar unos títulos según parece hasta ahora precarios y disfrazar con el manto glorioso de la monarquía un régimen de puro arbitrio gubernativo, la necesidad del cual ya hace mucho tiempo que no existe

    Cualquier patriota, cualquier español sensato, sabe lo que tiene que pensar ante tan improcedentes y funestas declaraciones, tan bien aprovechadas por el comunismo y las campañas antiespañolas. Añadamos a esto que los más feroces marxistas suspiraban por esta monarquía. La monarquía de un príncipe que ni su padre ni él dieron orden alguna de iniciativa e integración al Alzamiento Nacional, y que incluso en ciertas circunstancias han amenazado con represalias a cuantos siguieran colaborando con el régimen nacido de la Cruzada acaudillada e inmortalizada por Franco.

    Los catalanes suscriben con Franco, lo que el Caudillo manifestó en su discurso de la sesión extraordinaria de las Cortes Españolas del 22 de noviembre de 1966, cuando dijo: «La Ley de Sucesión fue, en fin, ocasión espléndida para experimentar el juego del Referéndum Nacional, dando al cuerpo electoral su plena adhesión a lo hecho en España a lo largo de diez años sucesivos, y de dar un mentís a las acusaciones foráneas de la falta de arraigo de nuestro régimen y de ratificar su confianza en el Movimiento Nacional, en sus instituciones y en sus hombres.»


    CIRCUNSTANCIAS PERSONALES DE DON JUAN DE BORBON Y BATTEMBERG

    Recordemos unos textos del documento que la Comunión Tradicionalista elevó a Su Excelencia el Jefe del Estado en enero de 1940, tratando de la incompatibilidad de don Juan para instaurar la monarquía fiel a los ideales del 18 de julio. La Comunión Tradicionalista señalaba, entre otras, estas razones:

    ………………………

    2ª Su educación política fue la liberal. Su educación intelectual y su educación social fueron asimismo liberales. Con noble deseo han venido algunos tratando de hacerle llegar, a espaldas del padre unas pocas ideas del Tradicionalismo modernista. Si no es más que esto, bien poco puede servir para contrariar una antigua y enraizada formación.

    3ª El ambiente que le rodea y que no hay medios para creer que no va a seguir rodeándole, es el de una corte frívola y una más espantosa frivolidad ideológica. El respeto que queremos guardar a las personas nos hace dejar sólo iniciado este punto. ¡Qué pobre es la aspiración de restauración en la persona de don Juan! En síntesis: es don Juan el único príncipe español que hasta ahora puede considerarse descartado en buenos principios nacionales.»


    LOS PARTIDARIOS DE DON JUAN, ¿QUÉ ESCRIBÍAN Y CONTRA QUIEN EN SUS «HOJAS LIBRES»

    Guardamos en nuestro modesto archivo algunas mugrientas colecciones de «Hojas libres» del estilo de las que en su tiempo lanzaban contra España y la Monarquía liberal y su Dictadura hombres como Blasco Ibáñez y Unamuno. En estas colecciones —ya en los años «cuarentas», cercanos a los «cincuentas»— aparece, por ejemplo, un ejemplar titulado «El Cuarteto», boletín clandestino que componían y distribuían los «apologistas» de don Juan. Pues bien; en el ejemplar que conservo, además de atacarse al Caudillo, se traza una hiriente y burlesca silueta de español, marino y gobernante tan esforzado y preclaro como don Luis Carrero Blanco. Es invectiva tal de tan pésimo gusto y tan flagrante injusticia, que no la transcribo. Sirva citar su existencia y el testimonio que poseemos para fijar aquí, incuestionablemente, cómo la Historia, que viene haciendo el Caudillo inspirado y protegido por Dios, desautoriza a los sempiternos debeladores del Movimiento Nacional al ofrecerle a España juntos, como en aquellos tiempos, en la cúspide de la gobernación de España y en la guarda de sus sagrados destinos, al Caudillo vitalicio y al insigne almirante don Luis Carrero Blanco, como Vicepresidente del Gobierno. Los dos cíclopes contra los que en 1947 delirante mente arremetían los enanitos del panfleto.

    BLAS PIÑAR REFLEJA RADICAL Y ELOCUENTEMENTE LA SITUACION

    Y a las ironías de mal gusto y sofisticadas de que los redactores de la citada propaganda «juanista» hicieron objeto a la preclara figura del Almirante don Luis Carrero Blanco, la más clara lealtad y lógica nacional hablaron por boca de don Blas Piñar, en su famosa conferencia de Valencia, en diciembre de 1965. Estas son las palabras del elocuente Procurador en Cortes y Consejero Nacional: «Francisco Franco, en 23 de enero de 1942, afirmaba: "Dijimos que no cerrábamos las puertas a que como coronación de una obra de progreso y de grandeza se realizase el resurgimiento o instauración de los poderes tradicionales. Pero no dijimos nunca que fuéramos a restablecer la España que trajo la República, ni la España que perdió los pedazos más grandes de nuestra Patria. Aquella gran institución que dio tanta gloria, y que era popular porque se apoyaba en el corazón del pueblo contra los desmanes de los grandes, cayó y se derrumbó, porque había quedado hueca. ¡Nadie sea tan loco o desalmado que intente edificar sobre la arena."

    Y ante las Cortes, el 3 de junio de 1961: «La distancia que nos separa de 1936 no puede desdibujar ni oscurecer la precisión y claridad con que el pueblo español percibió, desde el primer instante, que al mismo tiempo que se rompía con una República atea, antinacional, agria, sectaria, irresponsable y en último grado de disolución,... igualmente quedaba descartado y condenado cualquier sistema libera!, cortesano, ineficaz y parlamentario. Aquello no era un pronunciamiento en que se alzase la bandería personalista o de simple restauración. Se abría un proceso fundacional en cuya continuidad radicaría, para el futuro, toda legitimidad sucesoria. Se fundaba un nuevo Estado, un orden social nuevo y un orden político inserto en la tradición histórica viva, pero actual.»

    «El Estado nuevo se halla definido ya como Monarquía Católica, Social, Tradicional y Representativa. No es una restauración de la monarquía caduca, es la instauración fundacional de una Monarquía nueva, legitimada por la continuidad ideológica del Movimiento, sin la cual —son palabras de Franco, no son palabras mías— se traicionaría a la Revolución y a la Patria.»



    Última edición por ALACRAN; 25/01/2025 a las 13:35
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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