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Tema: La antimodernidad en España

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    Re: La antimodernidad en España

    La Antimodernidad en España (4): El `Deja vu´ de la Restauración


    Cánovas del Castillo

    El Deja vu de la Restauración

    Esta estructura de comportamiento político se repetirá con la Restauración canovista, cambiando el Partido Cristino-liberal, por el Partido Conservador.Borja de Riquer ha analizado cómo se fueron formando los primeros núcleos alfonsinos en Cataluña. Este estudio es fundamental para afianzar la tesis de que el catalanismo no proviene del carlismo, sino del conservadurismo católico-liberal. Según Borja de Riquer, estos núcleos surgieron entre los católicos atemorizados por los excesos de la Revolución, pero también entre la burguesía proteccionista y los antiabolicionistas (de la esclavitud)[1]. Quienes darán forma a esta masa, serán: “los intelectuales conservadores del grupo delBrusi, y especialmente Manuel Durán y Bas, Joan Mañé i Flaquer y Estalinau Reinals i Rabassa. Ellos serán los que dirigirán este movimiento de defensa social de Cataluña coordinándolo y sometiéndolo a las directrices marcadas por Antonio Cánovas del Castillo”[2].

    En 1873, Cánovas ofreció a Mañé ser el líder del conservadurismo restauracionista en Cataluña, pero este declinó en Manuel Durán y Bas que, a la postre, acabaría siendo ministro de Silvela y navegando entre el conservadurismo más liberal y el liberalismo más conservador. De este grupo inicialmente canovista surgió la Liga del Orden Social, minoritaria pero que reunía lo más granado de la burguesía catalana. Cuando Cánovas se consideró suficientemente fuerte en Madrid, rompió con Durán y Bas y el grupo se acercó de nuevo a las tesis más regionalistas de Mañé y Flaquer, aunque manteniendo su sentir consevador, entendido como un “centro” político y un catolicismo liberal regionalista y profundamente anticarlista y antiintegrista.

    Tanto Mañé como Cánovas, en el fondo bebían del liberalismo doctrinario. Los doctrinarios, conocidos durante la Restauración borbónica en Francia (1814-1830) querían conciliar la Monarquía Borbónica con la Revolución Francesa

    Tanto Mañé como Cánovas, en el fondo bebían del liberalismo doctrinario. Los doctrinarios, conocidos durante la Restauración borbónica en Francia (1814-1830) querían conciliar la Monarquía Borbónica con la Revolución Francesa, y la autoridad con la libertad (entendida como expresión del liberalismo). Siempre quisieron situarse en un “centro” que tenía a su izquierda a los republicanos y a su derecha a los ultra-realistas católicos. Uno de los doctrinarios más conocidos fue François Guizot, protestante y liberal conservador, autor de entre otras obras de Histoire générale de la civilisation en Europe. Para refutar esta obra, Balmes escribió su inmortal El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea(1844). Estos datos ya nos indican que hay dos líneas que se han pretendido confundir en las historias del pensamiento: por un lado, Vicente Pou, Balmes y otros autores tradicionalistas; por otro, de Quadrado, Menéndez y Pelayo, Mañé y Flaquer, Durán y Bas y sus derivadas regionalistas empapadas de romanticismo y conservadurismo que acabarán germinando el futuro nacionalismo.

    Duran y Bas

    Por poner un solo ejemplo de esta confusión, Fraga Iribarne proponía como ejemplos de “conservadores” a Francisco Pacheco (fundador del liberalismo-conservador y padre político de Cánovas del Castillo), Jaime Balmes o Donoso Cortés. Para él, todos entraban en el mismo saco[3]. Curiosamente, el primer homenaje histórico de José María Aznar a esta tradición ”conservadora” fue el centenario de la muerte de Cánovas del Castillo en 1997, considerado el entronizador del liberalismo-conservador español[4]. A la “tradición” de los conservadores españoles le podemos poner fecha en 1847.

    Su líder y padrino político de Cánovas -Francisco Pacheco- lideraba a los conocidos como “puritanos”. Pacheco es el que se sacó de la chistera el epíteto de conservador-liberal y logró un efímero gobierno en 1847. Se oponían los “puritanos” a los principios de la Revolución Francesa. Sin embargo, este grupo de conservadores, en el orden práctico, no tuvo una postura antisistema o conspirativa, ni contra Amadeo de Saboya ni contra la Primera República, como sí tuvo el carlismo.

    Se oponían los “puritanos” a los principios de la Revolución Francesa. Sin embargo, este grupo de conservadores, en el orden práctico, no tuvo una postura antisistema o conspirativa, ni contra Amadeo de Saboya ni contra la Primera República, como sí tuvo el carlismo.


    De hecho, ayudó a la estabilidad de la Monarquía de Amadeo de Saboya y prestó su apoyo a los Gobiernos más templados de la Revolución, a los del Partido Constitucional de Serrano y Sagasta. Sin embargo, el conservadurismo que connivía en minoría con los poderes revolucionarios, consiguió que su fuerza política dejara de ser exigua con la llegada de la Restauración[5], cuando Cánovas del Castillo maduró su peculiar doctrina pseudoantimoderna y conservadora[6].

    Cuando Amadeo de Saboya cesó al Gobierno conservador de Serrano, Cánovas decidió crear los círculos alfonsinos que fueron los embriones del partido que lideraría la Restauración. Cánovas construyó así una estructura de partido, con prensa y círculos en todas las ciudades importantes, vinculados con el comité central de Madrid[7]. En los círculos de Cataluña se iría cociendo un catalanismo al que prácticamente nadie ha atendido, pero sin él la historia del catalanismo nunca hubiera sido la misma.


    Ya hemos mencionado la influencia en Cánovas de Guizot. Otra influencia, notable fue la Pierre-Paul Royer-Collard. Perseguido por la Revolución Francesa, participó en la restauración de los borbones y siempre estuvo a favor de una monarquía constitucional como “punto medio” entre liberales y absolutistas. Aunque era católico, fue criticado por los tradicionalistas por estar a favor de la separación entre la Iglesia y el Estado. Su falaz argumento era que se rebajaba la dignidad de la Iglesia si ésta ejercía influencias en el ámbito político que no le eran propias.

    Cánovas toma de Burke su odio visceral a la Revolución Francesa pues interpreta que fractura bruscamente un desarrollo histórico al que la humanidad está llamada. De él aprende a valorar el progreso y rechazar el “inmovilismo”.

    El catolicismo liberal ya iba adquiriendo forma precisa y pronto se trasladaría a España. Sobre el artífice de la Restauración también cayó el peso del pensamiento de Burke, considerado actualmente uno de los antecedentes del pensamiento neocon. Cánovas toma de Burke su odio visceral a la Revolución Francesa pues interpreta que fractura bruscamente un desarrollo histórico al que la humanidad está llamada. De él aprende a valorar el progreso y rechazar el “inmovilismo”. Pero su idea de progreso está más en la línea del historicismo que de la Tradición[8]. Igualmente asume con Burke que la política debe tener buenas dosis de pragmatismo[9] que en algunos momentos llevarán a aceptar el mal menor.

    Pero quizá el punto más sutil y difícil de dilucidar para los ingenuos, es el papel que tanto Burke como Cánovas o Menéndez y Pelayo atribuyen a la religión dentro del conservadurismo. Para ellos el valor de la religión no es intrínseco (independientemente de la fe particular), sino un instrumento estabilizador de lo colectivo -por los valores que representa- y como una barrera a los embates revolucionarios más radicales como los del socialismo[10]. Se ha definido a Cánovas como un católico “sin estridencias”. No le apasionaba la teología ni las grandes cuestiones religiosas, sino que buscaba en la Iglesia un apoyo pragmático que –a su entender- no era incompatible con el Estado liberal[11]. Por eso enfrentaba su postura a lo que él consideraba el “fixismo histórico y el integrismo religioso del carlismo”[12].

    Caricatura de época del Partido Conservador

    Cuando se discutía el artículo 11 de la Constitución de 1876, en los debates parlamentarios quedaron registradas estas palabras de Cánovas: “Durante mucho tiempo he deseado yo, y deseo en el fondo hoy día, el mantenimiento de la unidad religiosa; he creído siempre que era un bien para el país, y sobre todo si ese país está ya muy dividido por otras causas, el no tener al menos una sola fe y solo culto religioso. Pero en cambio, señores, hace mucho tiempo también que profeso la opinión sincera, concreta, determinante, de que el tiempo de toda represión, de que el tiempo de toda persecución material ha pasado para siempre. Ya no defiendo, pues, hace mucho tiempo, y yo no defenderé ya jamás la intolerancia religiosa[13]. Era un discurso claramente en contra de los que defendían la unidad católica de España.

    Eugenio Montero Diaz, anticatólico y anticarlista, en el Diario del Congreso hacía profesión de fe católica para justificar su posiciónanticatólica en la Constitución de 1869

    Por su parte, unos años antes, en el Partido Liberal de Sagasta, el encargado de defender la separación de la Iglesia y del Estado fue Eugenio Montero Diaz. Había sido el ministro que, en 1868, había promovido el registro de matrimonios civiles. En el Diario del Congreso, este anticatólico y anticarlista, hacía profesión de fe católica para justificar su posición anticatólica en la Constitución de 1869: “Yo considero como una de las primeras dichas de mi vida el ser el más humilde, el más leal, el más ardiente hijo de la Iglesia: yo me precio de ser católico”[14]. Paradójicamente, utilizaba los mismos argumentos para defender la separación de la Iglesia y el Estado, que años después utilizaría Cánovas en 1876: el bien de la Iglesia pasaba por aceptar los tiempos modernos. Desde esta perspectiva, entendemos el esfuerzo del liberalismo conservador por presentarse como los defensores de la verdadera doctrina católica –“acorde con los tiempos”-, para poder aplicar políticas que en sus principios y en su práctica atacaban la tradición católica de España. Y es en este ámbito donde debemos enmarcar la comprensión (a la que siempre hemos aludido) de la aparición de la Unión Católica de Pidal, al servicio del catolicismo liberal y el conservadurismo.



    Menéndez y Pelayo pasó por la Unión Católica e ingresó de la mano de Pidal en el Partido Liberal-Conservador de Cánovas. Consideró que en el Partido Conservador se encontraba “la verdadera y genuina representación de los principios tradicionales; sin exageraciones absurdas, fantásticas e imposibles [en referencia evidente al carlismo]”[15]. No es de extrañar que Menéndez y Pelayo reconociera su deuda intelectual con José María Quadrado, Joseph de Maistre y Edmund Burke[16]. Por otra parte, no entenderíamos la obra de Menendez y Pelayo sin la influencia de la llamada “generación floralista” compuesta por Martí de Eixalà, Milà y Fontanals y Llorens y Barba. Hemos de destacar la importancia de Martí de Eixalà, que había militado con los liberales abanderados por Espartero. El sello liberal siempre quedó impreso en su pensamiento y voluntad.

    Entre sus discípulos encontramos a Francisco Ja
    vier Llorens y Barba y Manuel Durán y Bas. Por ser menos conocido, nos detendremos en Llorens y Barba que tuvo un trato muy personal con Manuel Milà y Fontanals, maestro de Menéndez y Pelayo, al que se atribuye parte de la paternidad de la Renaixençanotablemente influenciada por el romanticismo[17]. Llorens y Barba igualmente fue compañero de estudios de todo un elenco de personajes que influirían notablemente en la historia de Cataluña y España: Manuel Milá y Fontanals, José Coll y Vehí, Francisco Pi y Margall, Joaquín Rubió y Ors, Narciso Monturiol y Estarriol y Manuel Durán y Bas. Unos serían destacados representantes del conservadurismo (español o catalán) y otros del republicanismo.

    Siguiendo las teorías herderianas, vinculó la idea de nación a la existencia de una lengua común a sus gentes. Sin lugar a dudas se iba preparando una base teórica para la evolución del futuro catalanismo.


    Tras una larga carrera académica Llorens pudo difundir sus ideas que quedaron plasmadas en la Lección inaugural del curso universitario 1854-1855, en la Universidad de Barcelona, en la que animaba a impulsar los estudios historicistas de la cultura desde el punto de vista romántico. Siguiendo las teorías herderianas, vinculó la idea de nación a la existencia de una lengua común a sus gentes. Sin lugar a dudas se iba preparando una base teórica para la evolución del futuro catalanismo. Uno de sus más destacados alumnos fue Marcelino Menéndez y Pelayo. En conclusión, la Restauración contó con un elenco de intelectuales que apelaba a la tradición y a la antimodernidad. Pero en ellos residía un pragmatismo “accidentalista” que les llevaba a despreciar el carlismo (bien por una aversión personal, bien por considerarlo una vía política muerta).

    El denominador común de estos “antimodernos” anticarlistas, era que su tradicionalismo no era tal, sino una intoxicación romántica importada del extranjero mezclada con un sustrato católico todavía demasiado pujante como para ser disuelto de golpe por un régimen liberal. Por ello, Cánovas, renegando de la tesis católica de la fuente de la soberanía política, defendió la tesis de la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey. Cánovas quiso ofrecer una “solución liberal” contra la Revolución; tesis que a la postre se demostraría imposible pues en sí misma era revolucionaria. Para él, constatamos nuevamente, la religión debía ser un instrumento -y en esto coincide, repetimos, con los actuales neocons– para dotar de estabilidad al régimen político que había fundado. Cuando el canovismo inició su decadencia, la misma estructura de pensamiento se manifestó, aunque en modo más moderno, por el regeneracionismo de Antonio Maura o la Dictadura de Primo de Rivera. Aunque con apariencia de un reviviscente patriotismo tradicional, el pensamiento liberal subyacía en sus promotores.

    Javier Barraycoa


    NOTAS

    [1] Existen documentos, como cartas de hermanamiento, que patentizan los intereses comunes de castellanos y catalanes en sus respectivas ligas antiabolicionistas.
    [2] Borja DE RIQUER, Escolta, Espanya: la cuestión catalana en la época liberal, Madrid, Marcial Pons, 2001, p. 160.
    [3] Cf. Manuel FRAGA IRIBARNE, El pensamiento conservador español, Madrid, Planeta, 1981.
    [4] Cf. J. A. PIQUERAS, Cánovas y la derecha española. Del magnicidio a los neocon, Barcelona, Península, 2008.
    [5] En la Cortes de 1869 sólo contaron con 7 diputados frente a los 100 del Partido Republicano o los 200 de los gubernamentales. Esta inanición experimentó un brusco vuelco pocos años después cuando Cánovas, a la cabeza de los liberal-conservadores, se hizo con las riendas del país tras el pronunciamiento militar de Martínez Campos. La tradición doctrinaria del liberalismo y los planteamientos conservadores encontraron aquí su primera oportunidad de gobernar.
    [6] E. ÁLVAREZ CONDE, El pensamiento político canovista, Revista de Estudios Políticos, 213-214, Madrid, (1977), pp. 233-295.
    [7] Recibió una carta firmada por Isabel II y el príncipe Alfonso para que liderara la Restauración. Reunió entonces a los que luego formaron el Partido Liberal Conservador en el reinado de Alfonso XII, es decir, tanto a los moderados más templados, como Orovio o Calderón Collantes, como a los unionistas desengañados de la revolución, como Alonso Martínez o Romero Robledo.
    [8] Es importante destacar el carácter dinámico de la Tradición en el que siempre han insistido maestros como Rafael Gambra, y que se opondría casi ontológicamente al verdadero inmovilismo del conservadurismo. Cf. Rafael GAMBRA, Tradición o mimetismo, Madrid, IPC, 1976, p. 22.
    [9] Cf. Felipe-José DE VICENTE ALGUERÓ, El catolicismo liberal en España, Madrid, Encuentro, 2012, p. 201.
    10] Hay que reconocer que este rasgo es mucho más explícito en Cánovas que en Menéndez y Pelayo, sobre todo si no se atiende a la Historia de las Ideas estéticas como parte integrada y en armonía con su actuación política.
    [11] Cf. José Luis COMELLAS, Historia de España moderna y contemporánea. Madrid, Ediciones Rialp. 1997.
    [12] Cf. Felipe-José DE VICENTE ALGUERÓ, op. cit. p. 201.
    [13] Diario de sesiones del Congreso de los Diputados, 3 de mayo de 1876.
    [14] Diario de sesiones de las Cortes Constituyentes, 14 de abril de 1869.
    [15] Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS, et al., Historia del pensamiento político español. del renacimiento a nuestros días, Madrid, UNED, 2016. (Manual, Tema 8).
    [16] Ibídem.
    [17] Su artículo Clásicos y románticos, publicado en El Vapor en 1836, se considerarse como un manifiesto del movimiento romántico. El Compendio de arte poética (1844) está totalmente imbuido de ideas románticas. En 1857, publicó Principios de Estética, considerada como la primera obra que instituye la Estética como disciplina en España, y que tanta influencia tendrá en Menéndez y Pelayo.



    https://barraycoa.com/2020/05/17/la-...-restauracion/


  2. #2
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    Re: La antimodernidad en España

    La Antimodernidad en España (y 5): la Unión Patriótica y la llegada de la República


    El caso de la Unión Patriótica y la llegada de la República

    La dictadura de Primo de Rivera necesitaba de algún tipo de legitimación social y popular. De ahí que se incubara la idea de crear un partido político “desde arriba” que aunara a las buenas gentes de orden, por tanto católicas en su mayoría, para que dieran soporte al régimen, así nacería la Unión Patriótica. En el fondo es la réplica de la Unión Católica de Pidal, pero lo que para éste era aparente un movimiento religioso, en la Dictadura era un curioso partido político que llegó a ser definido alguna vez como: “partido político, pero apolítico, que ejerce una acción político-administrativa”. Es significativo que, para Primo de Rivera, en la Unión Patriótica debían confluir todos los que estuvieran acordes en la Constitución de 1876 (que él mismo había violentado). Es interesante estudiar los trasfondos de este “partido apolítico”, como otro intento conservador para que los católicos apoyaran un nuevo régimen. Indirectamente la movilización de los católicos en esta estructura política, a la larga, sería la condición de posibilidad de que durante la Segunda República funcionara la CEDA y se asentara un catolicismo liberal que defendió la república anticatólica, desde la perspectiva “accidentalista” (siempre errada como ha demostrado la historia).

    Insignia de la Unión Patriótica

    Las primeras agrupaciones de Uniones Patrióticas surgieron de forma casi espontánea en torno a los círculos del catolicismo social. Un análisis sociológico de las zonas geográficas donde la implementación de la Unión Patriótica fue más potente coinciden con aquéllas donde tuvo mayor influencia el catolicismo político y social inspirado por Ángel Herrera Oria[1]. De hecho, el partido impulsado por El Debate y la Asociación Católica Nacional de Propagandistas(ACNP), el Partido Social Popular, duró muy poco. Se fundó en 1922 y se integró en su mayoría en la Unión Patriótica. Es motivo de reflexión contemplar cómo un partido que había agrupado a los sindicatos católicos controlados por la ACNP o el Grupo de la Democracia Cristiana (siguiendo el modelo del Partido Popular Italiano, dirigido por el ya excarlista Severino Aznar), ante el temor a la Revolución, abandonarán su democratismo y apoyarán la Dictadura de Primo de Rivera.

    Pero también es motivo de reflexión contemplar cómo su entusiasmo antisugragista se acabó en cuanto llegó la Segunda República y se entregaron de forma apasionada a la lucha electoral aceptando la “legalidad republicana”. La Unión Patriótica se había propuesto liquidar el caciquismo, pero acabó siendo un bastión del mismo que aprovechó las masas de gentes católicas que deseaban una España en orden[2]. Por no alargarnos, dejamos que el lector establezca sus analogías con el franquismo y la llegada de la democracia y el papel de los democristianos en ambos regímenes[3].

    La Unión Patriótica sería la condición de posibilidad de que durante la Segunda República funcionara la CEDA y se asentara un catolicismo liberal que defendió la república anticatólica


    No podemos dejar de señalar a otros “ideólogos” de la Dictadura de Primo de Rivera, como Ramiro de Maeztu o Eugenio d´Ors. Ellos permitieron que el régimen se mantuviera alejado de las tentaciones fascistas que podía representar Ernesto Giménez Caballero. Este consideraba al régimen de Primo de Rivera como demasiado prosaico y poco moderno. Ya el mismo José María Pemán, en 1929 publicó El hecho y la idea de la Unión Patriótica para diferenciarla del fascismo[4]. Cuando se proclamó el Directorio Civil de 1925, la Unión Patriótica cayó en una mezcolanza ideológica en la que parecía abandonar el liberalismo para aunar las tesis tradicionalistas, conservaduristas, militaristas, corporativistas, organicistas y un largo etcétera de excursos que nunca acabaron de amalgamar. Por ello, la “ideología conservadora liberal” sería la que acabaría sobreviviento a todos los avatares de la historia hasta nuestra época. No podemos olvidar que antes del acercamiento de Pemán a la Dictadura de Primo de Rivera, era innegable “su vinculación al catolicismo social de la ACNP” y la influencia de su “temprana lectura de las obras de Marcelino Menéndez y Pelayo[5].



    A la caída de Primo de Rivera, los restos del primorriverismo se reencontraron en la Unión Monárquica Nacional, en la que se integraron Ramiro de Maeztu, los ex-ministros José Calvo Sotelo, Antonio Goicoechea, José Antonio Primo de Rivera y José Mª Pemán, entre otros. Este totum revolutum acabaría llevando a muchos de los protagonistas a participar en el proyecto de la revista Acción Española[6]. Los posicionamientos políticos de muchos intelectuales fueron variando según las circunstancias y cada personaje merecería un aparte. Por ejemplo, Pemán, impartió una de las primeras conferencias en los locales de la Acción Española, titulada La traición de los intelectuales, en la que defendió que la República no era plausible. Se distanciaba así de la posición “posibilista” de Herrera Oria. Luego, Pemán se integraría, en 1933, en Renovación Española fundada por Antonio Goicoechea, como escisión de la Acción Popular (partido católico posibilista liderado por Gil Robles y Ángel Herrera Oria). En diciembre de 1934, Pemán se adhería al Bloque Nacional. A finales de 1935 aparecían sus famosas Cartas a un escéptico en materia de formas de gobierno, en las que rechazaba tanto a la monarquía liberal y parlamentaria como al accidentalismo propugnado por la CEDA.

    Durante la Guerra Civil, Pemán no tendría reparos en presentarse como un falangista “medio monje, medio soldado”, o escribir el Romancero carlista. Pero en poco tiempo, el monarquismo alfonsino de Pemán resurgió sobre al falangismo y el tradicionalismo.


    Pero pese a todas las formulaciones explícitas de su “totalitarismo católico”, y sus implicaciones en la Acción Católica: “conservará Pemán, como residuos del liberalismo, algunas posiciones, doctrinales […] El pensamiento contrarrevolucionario de Pemán, no había madurado aún suficientemente[7]. Durante la Guerra Civil, Pemán no tendría reparos en presentarse como un falangista “medio monje, medio soldado”, o escribir elRomancero carlista[8]. Pero en poco tiempo, el monarquismo alfonsino de Pemán resurgió sobre al falangismo y el tradicionalismo. El 13 de julio de 1940, en una conferencia sobre José Calvo Sotelo​ en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Pemán pronunció un intencionado discurso para justificar que José Calvo Sotelo (y no José Antonio Primo de Rivera) había puesto las bases del nuevo Estado. Pemán se fue transmutando en un “liberal educado”[9]. Y de ahí fue derivando de forma casi obsesiva en promover la suesión juanista a Franco al precio ideológico que fuera.

    José María Pemán

    Conclusión: ideas e itinerarios vitales

    Hemos propuesto el itinerario de Pemán para poderlo comparar con otros itinerarios, uno trucado –Ramiro de Maeztu– y otro paralelo, pero con final deferente: Eugenio Vegas Latapié. En Pemán encontramos etapas de su pensamiento político claramente antimoderno, pero que nunca anularon un sustrato de monarquismo alfonsino y luego juanista. Ello impidió que su pensamiento le llevara a una acción política contrarrevolucionaria. En Maeztu, encontramos una trayectoria truncada con su martirio, que va desde posturas autodidactas liberales a una clara evolución contrarrevolucionaria, antimodernista y tradicionalista, aunque permaneciera su ligazón con Renovación Española. Al igual que Donoso Cortés (con su temprana muerte) nunca sabremos cuál hubiera sido su evolución doctrinal en el contexto político del franquismo. En Eugenio Vegas Latapié, encontramos el contrapunto a Pemán, pues su fidelidad juanista nunca estuvo por encima de su pensamiento antimoderno y tradicionalista. Y actuó al final de sus días en consecuencia con ello. Mantuvo la primacía de los principios sobre la de la fidelidad dinástica. En 1960 fundó con Juan Vallet de Goytisolo la Editorial Speiro que editaría la revista Verbo y se convertiría en uno de los pocos focos de pensamiento contrarrevolucionario esencialmente antimoderno, desde la perspectiva del derecho público cristiano.

    Ramiro de Maextu

    Por el contrario, el pensamiento conservador-liberal, a pesar de sus presumibles repuntes antimodernos, siempre priorizó la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, en los que pretendían preservar unas esencias que se acabaron evaporando. Se podría reconstruir toda la historia desde Cánovas a la Transición de la Constitución del 78, reconociendo siempre el mismo patrón de comportamiento en el pensamiento o la praxis conservadora. Este queda resumido de la siguiente forma: el conservadurismo español, nunca pudo ser antimoderno por las sutiles pero profundas influencias románticas y liberales que prostituían el concepto de tradición, historia y nación. Desde la restauración canovista, durante la República, el franquismo y los inicios de la Transición, el conservadurismo se había entregado en los brazos del historicismo romántico que derivarían en la democracia liberal –luego llamada Democracia Cristiana- y en el nacionalismo. El conservadurismo siempre se ocultó bajo formas de activismo social que acabaron llevando a propuestas de acción política tacticista, posibilista y accientalista, bajo formas de partidos políticos con diferentes denominaciones pero bajo una misma esencia liberal. Esta corriente, representada en mútliples asociaciones tras la que estaban los dirigentes de la ACNP o de la Acción Católica, acabaría reformulando el historicismo romántico bajo un sucedáneo de la idea de progreso bajo la égida de la democracia cristiana de tintes maritainianos. El portentoso poderío de medios con los que ha contado el conservadurismo, desde Cánovas hasta nuestros días, ha sido estéril en la medida que se mantuvo alejado del tradicionalismo y, peor aún, se manifestó en combate contra él.

    Desde la restauración canovista, durante la República, el franquismo y los inicios de la Transición, el conservadurismo se había entregado en los brazos del historicismo romántico que derivarían en la democracia liberal –luego llamada Democracia Cristiana- y en el nacionalismo


    De hecho, ello explica por qué los pensadores y políticos católicos liberales actuales nunca han podido alcanzar la profundidad y coherencia de los Francisco Canals, Vallet de Goytisolo, Elías de Tejada, Rafael Gambra y tantos otros que se mantuvieron fieles a los principios doctrinales de la Tradición católica, en sus respectivas especialidades. También explica por qué los neocons españoles actuales carecen de referentes intelectuales propios, y cuando pretenden encontrarlos en personajes como Cánovas del Castillo o Menéndez y Pelayo, los descontextualizan y no llegan a reconocer el entramado de la historia del pensamiento político español.Y por no querer buscar referencias, a los antes citados hay que añadir el desprecio a los Vázquez de Mella, Víctor Pradera, Enrique Gil-Robles o Eugenio Vegas Latapié, entre otros muchos. Por eso tienen que recurrir a foráneos alejados totalmente de la tradición hispánica incluso del pensamiento católico acorde con la tradición: sean los Von Mises, Fukuyama o Leo Strauss, En definitiva, el conservadurismo y sus estrategias “modernas”, casi han liquidado el antimodernismo hispano y, por ende, nuestro pensamiento político católico. Irving Kristol uno de los primeros neocons (trotskista en su juventud como tantos otros), quiso definir al neoconservador como “un progresista asaltado por la realidad”. Para nosotros sería mejor definición la de un progresista que, disfrazado de defensor de la tradición, pretende sostener los restos de la realidad que el propio progresismo ha liquidado, pero sin renegar en el fondo del peor de sus principios fundantes: el liberalismo.

    Javier Barraycoa

    Publicado en revista Verbo, Núm. 570-580 (2019) Antimodernidad TEXTO COMPLETO EN PDF[1] El Círculo Católico Agrario de Valladolid lanzó el manifiesto fundacional de la Unión Patriótica Castellana (UPC) el 13 de noviembre de 1923 y al mes siguiente se adhirieron a él las “uniones patrióticas” de Ávila, Burgos y Palencia. En marzo de 1924 se fundaron uniones en Segovia, Logroño, Toledo y Cádiz, a las que siguieron las de Valencia, Ciudad Real, Badajoz, Santander y Madrid. Su primer presidente fue el profesor católico Eduardo Callejo, muy próximo a Ángel Herrera Oria. Su ideario inicial era un catolicismo “tradicionalista” y corporativista, defensor de la propiedad y de los valores agrarios.[2] Eduardo Aunós, catalanista, luego primoriverista, luego ministro franquista, recordaba “el tono grisáceo, en sus mejores partes, y turbio en las restantes, que tuvo fatalmente el partido único de la Unión Patriótica”. Y denunciaba la infinidad de elementos de los partidos del turno “que corrían a alistarse en las huestes del vencedor, porque lo único que les interesaba era estar siempre en auge”. Cf. Eduardo AUNÓS PÉREZ, Itinerario histórico de la España contemporánea (1808-1936), Barcelona, 1940, pp. 385 y s.[3] Para complementar este análisis, recomendamos nuestro artículo Javier BARRAYCOA, Catolicismo político tradicional, liberalismo, socialismo y radicalismo en la España contemporánea, Verbo, 527-528 (2014).[4] José María Pemán y su primo José Pemartín estaban emparentados con el dictador y se constituyeron entre los principales propulsores de la doctrina oficial de la Dictadura.[5] Gonzalo ÁLVAREZ CHILLIDA, José María Pemán: pensamiento y trayectoria de un monárquico (1887-1941), Cádiz, Universidad de Cádiz, Servicio de Publicaciones, 1996, p. 22.[6] La revista se definiría como “partidaria del mando único, de la tradición, de la autoridad, de la organización corporativa y enemiga del parlamentarismo demo-liberal”.[7] Gonzalo ÁLVAREZ CHILLIDA, op.cit., p. 441.[8] Serie de poemas que Pemán publicó en un álbum titulado Por Dios, por la patria y el rey, con ilustraciones de Carlos Sáenz de Tejada.
    [9] Cf. Antonio CABALLERO, La ambigua gloria de Pemán, Paisaje con figuras, Bogotá, El Malpensante, 2010.



    https://barraycoa.com/2020/05/21/la-...-la-republica/


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    Último mensaje: 30/09/2010, 10:38
  5. España liberal = España sometida a Inglaterra
    Por Hyeronimus en el foro Política y Sociedad
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    Último mensaje: 02/09/2010, 01:12

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