Fuente: Fragmento del artículo “El principio de las nacionalidades, arma secreta del comunismo”, José-Oriol Cuffí Canadell, Cruzado Español, Número 307, 1 de Enero de 1971, páginas 8 – 9.



UN EJEMPLO VIVO DE FRATERNIDAD CRISTIANA


La Revolución había logrado en Francia, a principios de 1793, un triunfo completo. La figura de su desdichado Rey concentraba, no obstante su situación, el odio más encarnizado de los furibundos revolucionarios. Era preciso que el máximo sacrificio se consumase para que el «pueblo» se creyera enteramente libre; así, entre sarcasmos de la plebe, Luis XVI fue llevado al cadalso sufriendo una muerte ignominiosa que sobrecogió a toda la nación. La noticia del asesinato del monarca francés, acaecida el 21 de Enero del mismo año, conmovió profundamente al mundo entero, ya que constituyó la más certera señal de que los enemigos de la Religión y de la Monarquía no se detendrían ante nada ni ante nadie.

En España, desde cuya Corte se habían hecho varias tentativas para salvar la vida del infortunado Rey, se produjo inmediatamente una reacción esencialmente popular que por todos los medios exigía la guerra a Francia, para rescatarla de manos de los revolucionarios. Y en este movimiento del pueblo español, guiado por su profundo sentimiento religioso, destacó de un modo relevante la decidida actitud de Cataluña entera.

La defensa de la causa de la Religión aunó todas las voluntades en un movimiento espontáneo verdaderamente popular, en el cual los ciudadanos de todas clases y condiciones aportaron sus personas y sus caudales. En Cataluña, escribía la Diputación de Perpiñán dominada por los revolucionarios, «todo está en movimiento, y el fanatismo (sic) ha trabajado con tanto éxito que el pueblo considera la guerra como una guerra de Religión».

Efectivamente, la guerra contra la Francia sectaria, despertaba el entusiasmo del pueblo católico de España, forzando, podríamos decir, al Gobierno a tomar una actitud decidida frente a los ultrajes que contra la Religión y la Monarquía se perpetraban allende los Pirineos. El escritor Gómez de Arteche, en su obra «Reinado de Carlos IV», escribe: «No tardaron en presentarse a las autoridades respectivas, y a centenares, mozos de todos los pueblos de España, cubriéndose las Gacetas con la lista numérica de los que en cada uno iban a solicitar su ingreso en los cuerpos del ejército. Pero si eso era importante, y luego se verá, para elevar el personal de los Regimientos a pie de guerra, más lo fue aún el resultado de las ofertas hechas al Estado para las necesidades de la gran lucha que iba a iniciarse, por todas las clases de la sociedad española».

Procedentes de Cataluña, leemos en la Gaceta de aquel tiempo gran número de ofertas a tenor de las siguientes:

«Juan Gardills, natural de Tosa en Cataluña, patrón de un bergantín mercante, su persona para servir la plaza que se le señale en alguno de los buques de la Armada; y ofrece un barco de pesca, un huerto y una casa propios en el mismo Tosa, que valdrán como 5.000 pesos fuertes»; «Fray José Antonio de Taradell, Provincial de Capuchinos en el Principado de Cataluña, ofrece todos los religiosos de la Provincia para el servicio de mar y tierra en que S. M. se designase destinarlos, sea en los ejércitos, sea en los hospitales»; «El Ayudante y Gremio de Mareantes de Arenys del Mar, provincia de Mataró, han pedido una lancha cañonera con un cañón y balas, y ofrecen tripularla, pagar los salarios de la gente, pólvora y balas que después se gasten, hacer las obras y reemplazos que necesite el buque, y que la mande persona de celo y de valor»; «Las Subdelegaciones de Marina de Calella, Pineda, Lloret, Blanes, Canet de Mar y Malgrat, han presentado a su costa para los reales baxeles, 56 voluntarios, ascendiendo a 164 los que han proporcionado desde principio del armamento»; «Don Juan Moraya, vecino de la ciudad de Barcelona, vestir, levantar y armar un Batallón»; «D. Martín Ferreri, médico en la villa de Badalona, además de haber asistido a los enfermos del exército que ha habido en dicha villa, ha señalado una casa que posee en ella para su más cómoda asistencia, destinando al efecto una persona que los cuide, con todo amor y caridad». ¿Por qué seguir? Baste consignar tan sólo que ofrecimientos parecidos a los indicados se encuentran con mucha frecuencia en la Gaceta de Madrid correspondiente al año 1793.

¿Qué movía a los catalanes de 1793 para entregarse con tanto valor a aquella lucha? Solamente el íntima sentimiento de la unidad católica de España, profundamente arraigada en el alma popular, es capaz de explicar el renacimiento glorioso de los pueblos hispánicos después de las guerras que habían conmovido el solar patrio en la primera mitad del propio siglo.


Cansó en alabança de las armas espanyolas (1793).pdf