¿Cuál es la novedad?
O sea, que la felicidad es obligatoria en cuanto fin del hombre es algo cierto. Otra cosa es que sea inmanentista y fundada en la materia.
Por otro lado, políticamente hablando (y no antropológicamente, como antes), "al que no quiera ser libre habrá que obligarlo a ser libre". Nada ha cambiado, la revolución Rousseauniana sigue su nefasto curso, y ahora su premisa es aplicada con coherencia en un ámbito que parecía salvarse.
De todos modos, demos gracias a Dios, porque, dada la enfermedad del mundo, trabajo tendremos toda nuestra vida (y no me refiero a trabajo-remuneración), limpiando desaguisados y formando a quienes custodien la tradición en el futuro, aguardando por la nueva venida de Cristo.
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