Respuesta: Necesitamos ideales.
Sin ideales sería inexplicable la evolución humana
El idealismo aumenta en proporción directa de la distancia que nos separa del problema
Los ideales que han iluminado mi camino, y una y otra vez me han infundido valor para enfrentarme a la vida con ánimo, han sido la bondad, la belleza y la verdad
Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño
Hay una cosa más triste que fallar en los propios ideales: haberlos realizado
Decir que un hombre es un idealista es decir que es un hombre
Cada vida ha de tener sus espacios huecos que el ideal ha de rellenar
El ideal es siempre muy cambiante, y el conocimiento que se necesita para alcanzarle falta casi siempre
Un idealista es aquel que cuando se da cuenta de que la rosa huele mejor que el repollo, llega a la conclusión de que su sopa está también más rica.
Algunos hombres ven las cosas como son y dicen: "?Por qué?". Yo sueño con cosas que nunca fueron y digo:"?Por qué no?".
Respuesta: Necesitamos ideales.
EL MEJOR DISCURSO DE LA HISTORIA
"Me ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me alegra mucho porque, como quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país que no tiene poderío militar, ni político, ni económico ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o de los Colorados.
Señores Representantes: Estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables, que dado el singular caso, que queda en sólo un voto. Que el voto de un país débil y pequeño pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, ante una gran báscula: por un platillo ocupado por los Verdes y con otro platillo ocupado por los Colorados. Y ahora llego yo, que soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese lado seguirá la balanza.
¡Háganme el favor!... ¿No creen ustedes que es mucha responsabilidad para un solo ciudadano? No considero justo que la mitad de la humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir bajo un régimen político y económico que no es de su agrado, solamente porque un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho votar, en un sentido o en otro.
El que les habla, su amigo... yo... no votaré por ninguno de los dos bandos (voces de protesta). Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos debido a tres razones: Primera, porque, repito que no se sería justo que el solo voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera el destino de cien naciones; Segunda, estoy convencido de que los procedimientos, repito, recalco, los procedimientos de los Colorados son desastrosos (voces de protesta de parte de los Colorados); ¡y Tercera!... porque los procedimientos de los Verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos (ahora protestan los Verdes). Y si no se callan ya yo no sigo, y se van a quedar con la sensación de saber lo que tenía que decirles.
Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son respetables aunque sean "ideítas" o "ideotas" aunque no esté de acuerdo con ellas. Lo que piense ese señor, o ese otro señor, o ese señor (señala), o ese de allá de bigotico que no piensa nada porque ya se nos durmió, eso no impide que todos nosotros seamos muy buenos amigos. Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está bien? Tan fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos el modo de vivir de cada quien. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes pero más grandes de nuestro continente: "El respeto al derecho ajeno es la paz" (aplausos). Así me gusta... no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad de mis palabras.
Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de Salchichonia (alusión a Alemania) con humildad, con humildad de albañiles no agremiados debemos de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día que lo logremos podemos decir que nos volamos la barda (risas). Pero no la barda de las ideas, ¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.
Este es el grave error de los Colorados, (alusión a la Cuba de Castro) el querer imponer por la fuerza sus ideas y su sistema político y económico, hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países? Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus propios obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de las masas pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirle que se den la forma de gobierno que más les convenga. ¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana que es la libertad de conciencia eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de La Tierra (voces de protesta). ¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda teñir a los demás!
-Los Colorados se levantan para salir de la Asamblea-. ¡Un momento jóvenes!, ¿pero por qué tan sensitivos? Pero si no aguantan nada, no, pero si no he terminado, tomen asiento. Ya sé que es costumbre de ustedes abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo que no es de su agrado; pero no he terminado, tomen asiento, no sean precipitosos... todavía tengo que decir algo de los Verdes, (aparente alusión a GreenPeace) ¿no les es gustaría escucharlo? Siéntese "(va y toma agua y hace gárgaras, pero se da cuenta que es Vodka).
Y ahora, mis queridos colegas Verdes, ¿ustedes qué dijeron?: "Ya votó por nosotros", ¿no?, pues no, jóvenes, y no votaré por ustedes porque ustedes también tienen mucha culpa de lo que pasa en el Mundo, ustedes también son medio soberbios, como que si el Mundo fueran ustedes y los demás tienen una importancia muy relativa, y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy bonitas, a veces también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, por la fuerza del dinero. Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar por el bien colectivo e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con ustedes es la forma que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes también han sucumbido ante el materialismo, se han olvidado de los más bellos valores del espíritu pensando sólo en el negocio, poco a poco se han ido convirtiendo en los acreedores de la humanidad y por eso la humanidad los ve con desconfianza.
El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de Lobaronia (alusión a Estados Unidos) dijo que el remedio para todos nuestros males estaba en tener automóviles, refrigeradores, aparatos de televisión; ju... y yo me pregunto: ¿para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos? (aplausos).
Debemos de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y de hacer del Mundo una morada de paz y de tranquilidad cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero esta aspiración no será posible si no hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social. Es verdad que está en manos de ustedes, de los países poderosos de La Tierra, ¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares.
Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo por nuestras materias primas, ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables adelantos en la ciencia, en la técnica... pero no para fabricar bombas sino para acabar con el hambre y con la miseria (aplausos). Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra personalidad como naciones por pequeños y débiles que seamos; practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad que nosotros sabremos corresponderles, pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la política internacional. Reconózcannos como lo que somos, no solamente como clientes o como ratones de laboratorios, sino como seres humanos que sentimos, que sufrimos, que lloramos.
Señores representantes, hay otra razón más por la que no puedo dar mi voto: hace exactamente veinticuatro horas que presenté mi renuncia como embajador de mi país, espero me sea aceptada. Consecuentemente no les he hablado a ustedes como Excelencia sino como un simple ciudadano, como un hombre libre, como un hombre cualquiera pero que, sin embargo, cree interpretar el máximo anhelo de todos los hombres de La Tierra, el anhelo de vivir en paz, el anhelo de ser libre, el anhelo de legar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo mejor en el que reinen la buena voluntad y la concordia. Y qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras, que hace dos mil años, dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones: "Amaos... amaos los unos a los otros", pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: "Armaos los unos contra los otros". ...
YouTube - Discurso de Cantinflas en 1966 - Parte 1
YouTube - Discurso de Cantinflas en 1966 - Parte 2
Respuesta: Necesitamos ideales.
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Iniciado por
Toronjo
tengo que decir algo de los Verdes, (aparente alusión a GreenPeace) ¿no les es gustaría escucharlo? Siéntese "(va y toma agua y hace gárgaras, pero se da cuenta que es Vodka).
Jeje...digo yo que serán verdes por el color del dinero ;).
El discurso es soberbio.
PD: Joder, antes de ver lo de youtube, creía que era un discurso real de Cantinflas (que había sido congresista o senador en México, vete tú a saber)...no sabía que era de una película.
Respuesta: Necesitamos ideales.
Jajaja!!! Reke, pues andabas perdiendote una pelicula fenomenal... :barretina:
Respuesta: Necesitamos ideales.
Cita:
Iniciado por
Irmão de Cá
Jajaja!!! Reke, pues andabas perdiendote una pelicula fenomenal... :barretina:
Creo que de Cantinflas solo he visto (y no entera) "el Doctorcito" ;)
Respuesta: Necesitamos ideales.
El trabajo en la era del capitalismo neoliberal
El trabajo es uno de los lugares sensibles donde se percibe el cambio de sociedad y cultura que trae consigo el denominado capitalismo neoliberal. La mirada hacia el mundo del trabajo enseña mucho acerca del tipo de sociedad que estamos construyendo.
Jose María Mardones
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
http://www.revista-critica.com/image...as/albañil.jpg
Una sociedad donde el trabajo oscila entre la sacralización y el desprecio es una sociedad enferma.
Nos encontramos en la sociedad del capitalismo neoliberal que referida hacia el trabajo se puede calificar de sociedad de la exclusión, de la precariedad laboral, de la desocialización de la empresa, de la domesticación social o de la nueva esclavitud del trabajo. Palabras duras pero que no tienen ningún afán subversivo sino el intento de describir la realidad que enfrentan, cada vez más, nuestros contemporáneos en este primer mundo noratlántico y, como consecuencia, el mundo entero. No hablamos ni rozamos siquiera la situación del llamado Sur o Tercer Mundo donde estas situaciones se disparan exponencialmente.
Las previsiones de los expertos reunidos en San Francisco hace unos años (1995) para ver los problemas del s. XXI ya predecían que un 20% bastaba para mantener activa la economía mundial ¿Qué pasará con el otro 80% dispuestos a trabajar y que no tengan empleo? Tendrán que vivir del titytainment, es decir, literalmente, de la leche de los pechos de los otros. ¿La fórmula 20/ 80 será el modelo del mundo del futuro? Es el fin del trabajo, dirá J.Rifkin.
La Modernidad líquida
Vivimos una situación social paradójica: este momento socio–histórico, desde el punto de vista del trabajo, difiere y asemeja al de hace más de un siglo. Ahora mismo podemos seguir imaginando y comprendiendo el trabajo como en la "primera modernidad" industrial. Entonces se trataba de defender la potencialidad del trabajo humano como lugar de realización personal y de inserción social. La lucha obrera y por los derechos de los trabajadores humanizó el trabajo en cuanto a tiempo, modo y condiciones legales de los trabajadores. Al menos en Europa, los logros fueron de tal calibre que hoy nos parecen sorprendentes.
De nuevo pareciera que los logros alcanzados –y que creíamos ingenuamente que ya no experimentarían retroceso- se han esfumando o se están evaporando. No hay más que escuchar determinada jerga socio-política para barruntar por dónde van los tiros. Z. Bauman ha denominado a nuestra sociedad moderna actual modernidad líquida. La vida aparece como un proyecto transitorio, rescindible, que siempre se puede romper. El compromiso a largo plazo – como el trabajo fijo para las empresas- parece una carga insoportable. La vida se asemeja cada vez más a una serie de nuevos comienzos y se transforma en una experimentación continua. La descripción cuadra no sólo para los tonos postmodernos de nuestra cultura contemporánea donde se han superado los "grandes relatos" y la consistencia de las estructuras orientadoras, sino para el mundo del trabajo. Todo se está volviendo tan flexible que se licúa. La sociedad y cultura del momento, como el trabajo, es de "acabar rápido y empezar de nuevo desde el principio".
Desde el mundo político y de la empresa se suele denominar "flexibilidad", "versatilidad", "adaptabilidad" a las nuevas virtudes que se exigen del buen trabajador. Una manera de decir que tiene que estar disponible para lo que se requiera de él y dejar con una sonrisa en los labios el puesto de trabajo cuando ya no se soliciten sus servicios. Todo como si comenzara de nuevo. Se solicita del trabajador que, como buenos actores de este teatro del capitalismo neoliberal, acepten con facilidad el cambio de escenario y se vayan sin un murmullo cuando no queda más que hacer.
La modernidad liquida encuentra su expresión y realización en el mundo del trabajo actual.
Se comprende que A. Touraine califique a la economía actual como "desocializadora". En vez de colaborar a la integración social, al equilibrio y tranquilidad de la sociedad, nos encontramos con una prácticas empresariales que parecen orientadas a boicotearla. Tras los eufemismos y los cantos a la versatilidad y la capacidad para aprender, cambiar de trabajo, profesión y lugar, lo que se produce en la realidad social es una quiebra de las relaciones humanas, por ejemplo se conoce la incidencia de la movilidad laboral con el fracaso de las parejas en el Reino Unido y en Estados Unidos. Un estudioso tan poco sospechoso como J. Gray ha llamado la atención acerca de estas consecuencias "desocializantes" de la nueva concepción del trabajo y de la función de la empresa. La empresa en vez de ayudar a construir sociedad, la destruye; en vez de colaborar al equilibrio familiar y personal, lo revienta. La culpa, se dice, la tiene la competitividad: 40.000 empresas transnacionales buscan por el mundo los lugares de menor costo de asentamiento y mano de obra.
Las previsiones para el trabajo son enormemente duras. Tomemos el caso alemán como ejemplo: cada año desaparecen 10.000 empleos industriales en Alemania; más de millón y medio de empleos se liquidarán en esta década en la industria. Se siguen los pasos de la agricultura: solo una pequeña minoría podrá vivir de la industria.
El Capitalismo sin trabajo
Ha sido U. Beck el que ha usado esta expresión. El capitalismo neoliberal tiene como característica la de la minusvaloración del trabajo. El capital, especialmente financiero, transita por el mundo a la velocidad de la luz, mientras el trabajo lo hace en pateras. Esta es la diferencia plásticamente expresada. O para decirlo con las expresiones de los ejecutivos de las nuevas empresas informáticas, como Sun Microsystems: sólo necesito realmente seis u ocho empleados, los otros dieciséis mil son "reservas de racionalización".
Esta distancia entre capital y trabajo está llena de consecuencias perversas. Señalemos algunas para visualizar mejor estas relaciones deterioradas de un mundo que todavía envuelve y atrapa a la mayoría de los humanos durante más de un tercio del tiempo de su vida. Es el nuevo orden social que se está construyendo.
La nueva esclavitud
El trabajo oscila hoy entre la exaltación sacralizante y el desprecio del mercado. Los políticos nos ofrecen –en el baile de promesas en que parece se ha convertido el quehacer político ante las gravísimos desafíos de la realidad– crear 20 millones de puestos de trabajo en Europa en esta década, pero no nos dicen cómo.
Según estadísticas del Centro Internacional del Trabajo no se trabaja ahora menos, sino más. Los lugares donde más se trabaja hoy es en Corea del Sur, Chequia y EE.UU. Los norteamericanos trabajan ahora 39 horas más al año que en 1990. Y en conjunto, se advierte una tendencia en casi todas las empresas por exigir más disponibilidad a sus cuadros técnicos y dirigentes. Nadie lo exige, se dice, pero nadie deja su puesto de trabajo a la hora. Disponibilidad es el nuevo nombre de la supeditación del trabajo a la empresa. Una nueva esclavitud que se presenta envuelta en los colores ligeros de la colaboración, la buena voluntad y la disposición a sacar adelante la empresa. La negativa a esta "disponibilidad" se paga con el despido y la sustitución por otro empleado mejor dispuesto con las necesidades de la empresa.
Sacralización
Al mismo tiempo se genera una "nueva ideología" del trabajo que la acerca a la religión: se predica "la entrega" a la empresa, la "devoción" a sus objetivos, el respeto que deviene culto al jefe, el hacer del lugar del trabajo un espacio de encuentro y convivencia más cálido que la misma familia, etc, Por no hablar del discurso sobre la libertad y el desarrollo del potencial humano a través del trabajo. Se trata de que el trabajador se entregue en "cuerpo y alma" a la empresa y sus objetivos. La empresa, mientras tanto, le ofrecerá seminarios para la formación permanente y para que asuma, cada vez con mayor entusiasmo, el "credo" (la misión, los objetivos) de la empresa. No nos debe extrañar que la empresa transnacional de material deportivo Nike -famosa también por la explotación de mujeres y menores- vea con buenos ojos cómo sus empleados llevan tatuado su logotipo. Una forma de testimoniar con la propia piel la dependencia a la marca multinacional.
Exclusión y domesticación social
Por otra parte, asistimos a una creciente destrucción o precariedad del trabajo. Las noticias de re-estructuración de las empresas, de fusiones de las mismas, de reconversiones, etc llenan las páginas económicas de los diarios. Significa en números contantes y sonantes el despido de miles de trabajadores. Hasta un filósofo social tan poco dado a los juegos de lenguaje periodístico como J. Habermas llega a acuñar el eslogan de la realidad económica actual: "se fusionan las empresas, suben las acciones y crecen los despidos de los trabajadores". Engorda el miedo ante la pérdida del puesto de trabajo y éste se desvaloriza como profesión o dedicación. El concepto luterano del trabajo como vocación se hunde en la pantanosa flexibilidad laboral actual: ya que nadie le puede asegurar a un joven que lo que estudia hoy es lo que va a ejercer mañana como profesión. Más bien, será una rara casualidad; pero nada arredra a la actual ideología que lo presenta como una ocasión magnífica para la "formación permanente" y hasta podríamos añadir, que así queda asegurada la eterna juventud de las neuronas. No se dice nada, como señalamos, de los costes en forma de tensiones y angustias personales, de la dilapidación de capacidades, vocaciones, o de un capital de experiencia, etc.
Esta precariedad es utilizada por el "sistema" y la empresa para domesticar a la "fuerza de trabajo". Leemos que "surgen" iniciativas empresariales tan peregrinas como las del "Bank of America" que después de despedir a diez mil empleados, al mes siguiente, editó un opúsculo con recomendaciones de cómo contribuir a sostener el banco en el camino del éxito: "barriendo la suciedad", "sustituyendo las bombillas estropeadas", "podando los árboles del entorno", etc. Nos podemos quedar en casa y notar cómo el 90% de los jóvenes españoles no tienen empacho en aceptar condiciones de ilegalidad de contrato, tiempo, etc. con tal de tener un trabajo (Informe de Cáritas Española 1996) A esto se llama lisa y llanamente domesticación social.
En un momento de los años setenta–ochenta se fabuló con la sociedad del ocio que venía. Se equivocaron los A. Gorz, A. Schaff y otros muchos que pronosticaban una sociedad futura de menos trabajo y más ocio. Una sociedad donde las posibilidades de humanización y de formación crecerían con el aumento de la riqueza y el tiempo disponible. Es cierto que producimos cuatro veces más y necesitamos un 25% menos de mano de obra que hace 60 años y, como hemos visto, la mano de obra superflua se acelera, pero no accedemos a la sociedad del ocio, sino a la sociedad de la exclusión social, de la dualización y de la precariedad del trabajo.
El "capitalismo sin trabajo" (U. Beck) deja un rastro de "exclusión social" que es el detritus maloliente de esta sociedad de la exaltación jubilosa de la sobreexplotación del trabajo. Se calcula que en la UE, por ejemplo en España, puede rondar alrededor del 15% este grupo de excluidos de la sociedad. Porque ya se sabe que quien no tiene trabajo, no tiene lugar social y no tiene futuro. Y lo peligroso es que todavía el trabajo señala el estatus social y hasta la identidad de una persona. R. Dahrendorf indica además la nueva condición de estos excluidos sociales: a diferencia del "lumpenproletariado" que era una bomba de relojería para el sistema, estos excluidos sociales no tienen importancia ni social ni política. Nadie los quiere, ni los sindicatos.
Este "turbocapitalismo" no es un producto natural. Ha sido resultado de decisiones políticas y económicas. Una sociedad donde el trabajo oscila entre la sacralización y el desprecio es una sociedad enferma. No es extraño que nos tropecemos con muchas personalidades sin referentes, cuando el trabajo, la oficina –como dice plásticamente R. Sennet– ya no es un lugar de reconocimiento social ni de identidad. La precariedad del trabajo significa el debilitamiento de la persona: se queda al aire, sin raíces sociales, en una sociedad que exalta, por otra parte, el éxito profesional como la realización del individuo.
Significa también la evidente pérdida de funciones sociales de la empresa. Las empresas que contratan y utilizan "trabajo basura" ejercen una función de debilitamiento más que de integración social. A la larga este predominio del capital sobre el trabajo y esta amnesia de la función social y humana del trabajo se volverá contra la misma empresa: la dejará sin la vinculación humana y sin creatividad. Un trabajo obtenido solamente a fuerza de dinero empobrece y embrutece. Mala noticia para una sociedad democrática y humana.
La sociedad se rompe y dualiza; crece la criminalidad, la inseguridad y la xenofobia. El estado de California –que es él solo la séptima potencia económica del mundo– gasta más en prisiones que en educación. Los ciudadanos estadounidenses –es decir un 10-15%– gastan en vigilantes privados más del doble que su Estado en la policía (H. P. Martin–H Schumann).
Socio-políticamente tampoco está tan clara la predicción de R. Dahrendorf. Ante la llegada masiva de inmigrantes, los lugares sociales más débiles son tentados por la demagogia. Es lo que ocurrió recientemente en Francia con Le Pen. Precariedad, desocialización e inseguridad social forman un cortejo fácilmente explotable por el demagogo de turno. Europa y España no se tienen que extrañar ya hoy que mañana tengamos muchos problemas personales y sociales. Estamos alimentándolos en el caldo de cultivo de un trabajo exaltado y envilecido.