Portugal: virreinato de sangre real
La definición del virreinato como, en principio, una forma de respeto a los privilegios regnícolas resulta evidente en el caso lusitano. En Portugal, el proceso negociador para obtener el reconocimiento del Rey Católico había sido complicadísimo y estuvo presidido por el compromiso de respetar la pretensión portuguesa de ser siempre un reino de por sí. Esta demanda se tradujo de maneras distintas, como, por ejemplo, la creación en la corte de un consejo privativo para materias de Portugal, y la creación de un especial virreinato de sangre real.
La Gracia IIIª del Estatuto de Tomar de 1581 establecía que para el gobierno superior en ausencia del monarca podía elegirse entre la designación de varios gobernadores siempre que todos ellos fueran portugueses o la provisión del virreinato en un extranjero siempre que fuera "persona real, hijo, sobrino o hermano suyo". Así, a la salida de Felipe II en 1583, después de que la emperatríz María de Austria fuera descartada para el cargo, pasó a ocupar el gobierno su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Austria, quien iba a residir en el reino durante la siguiente década como virrey.
Las funciones que se le señalaron en su Regimento eran amplísimas, recogiéndose todas las que solían encargarse a los virreyes de otros territorios, pero, además, un amplio número de atribuciones extraordinarias que permitieron presentar a los portugueses su virreinato como la prueba de que Portugal se incorporaba a la Monarquía Hispánica como un miembro que no dejaba de ser "reino de por sí".
A Alberto de Austria le correspondía la presidencia del Conselho de Estado y las tareas de despacho con el resto de tribunales de la particular y muy desarrollada polisinodia portuguesa, cuya organización los Austrias mantuvieron íntegra. Se le encargaba el apresto de las armadas; podía resolver directamente en mercedes y oficios cuyo valor no superara ciertas cuantías; quedaban a su cargo la vigilancia de la residencia de los prelados y la recepción de pleitos homenajes en nombre del rey, incluso de los virreyes de la India. Por si esto fuera poco, en la persona del Archiduque Cardenal se reunieron las dignidades de Inquisidor General, Legado pontificio y Capitán General de la Gente de Guerra de Portugal.
Asimismo, se creaba un pequeño consejo privado de tres personas (un eclesiástico, alguien de hacienda y el escribano de la puridad), con los que despacharía particularmente cada día. Además, los miembros de la casa real podían servir sus oficios junto a él. Así, con Alberto de Austria, Portugal podía incluso seguir manteniendo una suerte de corte propia, que giraba en torno a una persona de sangre real.
A la salida del Archiduque en 1593, se procedió a la designación de cinco Gobernadores que en 1600 serían sustituidos por Cristóbal de Moura, Marqués de Castelo Rodrigo. Que una persona que no era de sangre real ocupase el virreinato fue interpretado como un ataque a los términos establecidos en Tomar para que Portugal siempre conservase su condición real, porque "cuanto al reino con la provisión de uno solo que no es Príncipe se redujo en provincia". Por si esto fuera poco, se auguró que la designación de Moura como virrey "facilita la entrada de los forasteros, prohibida en las gracias de las capitulaciones otorgados".
Por tanto, el llamado virreinato de sangre era en Portugal una forma de expresar y mantener la eminencia de reino agregado dentro de la Monarquía Hispánica, y el nombramiento de virreyes que no fueran de la familia real se consideró un ataque a esa condición. Nombrar un virrey que, aunque portugués y ennoblecido, no era de sangre abría el camino para que se acabara enviando a virreyes extranjeros, con lo que la reducción a provincia del reino se habría completado.
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/6590.htm
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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