Valencia. 9 de octubre marcado por la represión antivalenciana y anticarlista

Valencia. #NoudOctubre 2015 marcado por la represión

De Agencia FARO · 9 de octubre · · Tomadas en Valencia

Valencia del Cid, 9 octubre 2015, San Luis Beltrán O.P., confesor; San Juan Leonardi, confesor; Santos Dionisio, obispo, y Rústico y Eleuterio, mártires. Como FARO adelantaba en las redes sociales a primera hora de la tarde de este viernes, la celebración del «nou d'octubre» en el «Cap i casal» ha estado marcada por el antivalencianismo de las autoridades de hecho y por la represión antivalenciana. El Ayuntamiento izquierdista y pancatalanista, y a su frente el alcalde Joan Ribó Canut, catalán de Manresa y cabeza de lista de «Compromís», renunció al Te Deum, una de las más antiguas tradiciones valencianas, en homenaje a la segunda reconquista de la ciudad y la fundación del Reino de Valencia por Don Jaime I el Conquistador. Ante tal claudicación, el Te Deum fue convocado por «Lo Rat Penat».

Pero no sólo la izquierda es responsable de la situación. En años anteriores FARO ha venido dando cuenta de la política antivalenciana del Partido Popular. Y en manos del PP sigue la Delegación del Gobierno, de la que se supone depende el Cuerpo Nacional de Policía, que realizó un enorme y desproporcionado despliegue contra los valencianistas. Poco después del mediodía, los antidisturbios del CNP impidieron a los jóvenes carlistas de Valencia marchar libremente al Te Deum, como muestran las fotografías.

Son de aplicación las siguientes palabras, que escribía hace unos días la margarita valenciana Mª Carmen Feliú:

«"Feu-me Justicia, Senyor Rei". En estas fechas en que políticos desnaturalizados y repulsivos intentan con todas sus fuerzas ningunear, despreciando, los símbolos y las tradiciones ancestrales del Reino de Valencia, impidiendo que la Real Senyera esté presente en el Te Deum en acción de gracias por la Dedicación de la Basílica Catedral Metropolitana del Cap i Casal del Regne, recuerdo las palabras que seguidamente refiero y pido como el labriego: "Feu-me justicia, Senyor Rei". Hace ya mucho tiempo escuchaba embelesada a uno de esos venerables próceres carlistas que, en el Círculo, nos contaba a los entonces jóvenes aquellas historias que dejaban huella: una muestra de lo que es un Rey tradicional en un régimen foral. Se refería nuestro buen carlistón a uno de los "poderes" (divididos luego en los Estados, parida de la Revolución francesa) del Rey. Porque en aquellos tiempos en que el Rey, ungido de Dios, reinaba, gobernaba, legislaba e impartía justicia a sus súbditos (no esclavos, no vasallos ignotos, sino hijos porque actuaba como paterfamilias en virtud de la unción de que antes hablaba), la justicia era el mayor adorno de su corona. La historia en cuestión refería a un buen valenciano, de buena cuna (porque todo cristiano lo es), de situación socio-económica seguramente baja y por ende desprotegida que, habiéndose visto malparado por el magistrado que debía impartir justicia en el nombre del Rey, salió, salió con fe y con esperanza como únicos ocupantes de su alforja, salió a esperar la venida al Cap i Casal de su Rey. Sentose el labriego y esperó. Hete aquí que el Rey se acercaba a la ciudad de Valencia y el buen labriego se levantó presuroso para, poniéndose al estribo del caballo real, solicitar, con todo su derecho "Feu-me justicia, Senyor Rei". Y el Rey, con el discernimiento de su obligación ante el derecho del más débil, se apeó de su montura para escuchar y hacer justicia al solicitante. Para, según las Escrituras, impartir la Justicia que viene de Dios y que sólo un Rey foral es capaz de aplicar. Siglos han pasado, pero la cuestión es la misma, más doliente en estos tiempos de depravación moral, de gentuza que detenta de forma ignominiosa una Corona que le viene grande y un Trono que ya no sirve para aplicar la Justicia a los débiles de Dios. "Feu-me Justicia, Senyor Rei", que sólo un Rey católico, padre de su Patria, respetuoso de los Fueros de sus reinos, será capaz de traernos ese estado en que hasta el más humilde tiene cabida en sus brazos. Sólo el Rey legítimo puede hacerlo».

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