Dudaba yo sobre a dónde dirigir este post:si al hilo específico sobre el propio Vázquez de Mella, o a éste Foro sobre religión. Desde mi modesto entender hubiese tenido cabida en cualquiera de los dos pero, es el propio orador quien habla sobre la Encarnación, mientras que el texto no se refiere directamente a él.

La fuente tiene por título VAZQUEZ DE MELLA y la Educación Nacional.

Se trata de una colección de "fragmentos de los principales discursos y escritos del insigne y elocuente tribuno concernientes a la educación."

El compendio fue editado en 1950, por la "Junta de Homenaje a Mella"
El escrito que se reproduce abajo está recogios en las páginas 145-147 del citado compendio.

"LA ENCARNACION."

"...El Cristianismo, es decir, el Catolicismo verdadero, porque es el completo, resuelve las relaciones entre lo infinito y lo finito por medio de un dogma central, La Encarnación, que salva el abismo entre los dos sin la confusión monista ni la separación dualista y deísta, al unir sin confundir y al distinguir sin separar la naturaleza humana y la divina.

El hombre, microcosmos, compendia la creación en las dos susbstancias de su naturaleza, y al unirse ésta a la divinidad, en la persona del Verbo, se realiza la más maravillosa armonía, y los seres finitos, creación libre de Dios, se unen con Él, y el abismo queda colmado sin identidades ni separaciones absurdas.

Una elevadísima Teología, sostenida por una pléyade de apologistas, teólogos y místicos, y que llega hasta el Instaurare omnia in Christo, de San Pablo, y hasta el Evangelio de San Juan, afirma que la Encarnación se hubiere verificado aun sin la culpa del hombre, para infinita glorificación extrínseca de Dios y para realizar la comunicación más grande de Dios, el cual ,no pudiendo ceder sus atributos, une, por modo eminente, con la naturaleza más sintética, todas sus obras a Sí en la persona del Verbo.

Pero es indudable que, dada la culpa primitiva, es fin esencial la Redención, y la Redención no podía venir del hombre sólo, que era el culpable y que no tenía el poder de restaurarse a sí mismo; y aunque, hablando en absoluto, Dios pudiera redimir al hombre aun sin la intervención del hombre mismo, la conveniencia y la armonía de los dogmas parece que pedían que la Redención no viniese de Dios sólo, sino de Dios hombre.

Pero Dios que, por decirlo así, inclinaba su misericordia sobre nuestras miserias, podía unir a Sí una naturaleza finita, obra suya, pero no una naturaleza manchada por el pecado, obra de la libertad humana; y por eso la Encarnación pedía una naturaleza inmaculada, exenta de toda sombra, para encarnarse y poder asumir una humanidad incontaminada en la persona del Verbo.

Y ved aquí el encadenamiento del plan divino: la culpa reclama del amor la Redención; la Redención supone la Encarnación que salva el abismo entre lo finito y lo infinito, y la Encarnación pide una naturaleza inmaculada, y esa naturaleza no puede tomarse más que de un seno virginal, pues toda unión con el hombre pecador la mancharía.

Así resulta, además, la correspondencia entre la Redención y la caída, pues si el hombre y la mujer participaron de la culpa, también participan en la restauración, y el segundo Adán no tiene más Padre que Dios, como el primero.

Al dogma central de la Encarnación se refieren directa o indirectamente, todas las herejías que gravitan lógicamente hacia el panteísmo al sentar premisas que la alteran o la niegan en su esencia o en sus efectos y al levantarse contra la Virgen para blasfemar de la persona de Cristo.

Sobre ella triunfará el famoso argumento (el de Escoto, formulado ya, por una singular anticipación, más de un siglo antes, por un escritor compostelano) : << Podía hacerlo; convenía que así lo hiciese; luego lo hizo>>

La Encarnación, que es, como se ha dicho, el sacramento supremo del que derivan los demás, establece una prodigiosa jerarquía de perfecciones para subir desde el pecado, ahogado por el arrepentimiento y la gracia, hasta Dios.

La distancia entre el ser infinito y el finito es infinita, y sólo el ser infinito podía llenarla. El abismo entre una naturaleza limitada y la que posee la perfección sin límites parece que se agranda cuando la limitada está, además, manchada por la culpa y se la compara con la santidad esencial. ¿Cómo levantarla hasta Dios? Borrando con la gracia la culpa para que el alma ascienda hasta la cumbre de la santidad.

Pero como se puede resistir a la gracia y hay la posibilidad de perderla, esas cumbres sirven para ver mejor la debilidad humana y la extensión del abismo que la separa de Dios. El abismo, en cierto modo, se disminuye cuando se coloca sobre él la naturaleza inmaculada que no ha necesitado desprenderse del pecado para ascender al sitio más alto al que pueden llegar todos los seres, y el abismo se cierra cuando de esa naturaleza inmaculada se toma una humanidad pura para unirla y asumirla en la persona del Verbo.

Santidad, Pureza Inmaculada, Humanidad deificada, es decir, el Santo, la Virgen, Cristo; esa es la escala que salva la antítesis suprema en que mueren todas las religiones y filosofías que ignoran o niegan el nudo de la Encarnación que ata el Universo a Dios."