"Benedicto XVI echa leña al rearme doctrinal de Occidente"

Benedicto XVI echa leña al rearme doctrinal de Occidente

EDUARDO ARROYO

La "liberalización" de la misa tradicional por el Papa tiene mayor trascendencia de lo que parece frente al sentimentalismo fofo de oenegé y las misas "pop".

14 de julio de 2007. Hace algo más de 1500 años, cuando los bárbaros se aprestaban para asaltar las murallas del imperio, San Agustín tenía una clara intuición de la superioridad de la civilización romana sobre la de los bárbaros. Sin embargo, los bárbaros eran mucho más vitales y deseosos de afirmar su propia hegemonía.

Frente a la molicie de la Roma decadente, centrada en el lujo y los placeres, sin ánimo de defenderse hasta el punto de llenar las legiones de extranjeros, los bárbaros sabían que la vida es de quién la conquista. Más aún: es de quién está dispuesto a conquistarla porque tiene el impulso vital necesario. Pero contra Nietzsche, esa vitalidad no solo es impulso biológico, sino que es también conciencia de ser portadores de una misión por la que merece la pena sacrificarse. Así, la vida y lo vital se afirman partiendo del espíritu hasta llegar a la pura praxis.

Y es que los bárbaros que asediaban Roma no eran, tal y como los pintan a menudo las películas, salvajes sin la menor educación, sino que más bien captaban, gracias a los parámetros sociales y políticos que les proporcionaba una sociedad sana y ordenada, la decadencia de Roma, víctima del lujo, el individualismo y los placeres.

Hoy este esquema se repite en Occidente en relación a los países que nos acosan, especialmente al Islam. El "limes germaniae" de hoy es el Río Grande en los Estados Unidos y el Mediterráneo en Europa, ambos frontera de una civilización que nadie quiere defender porque está absorta en el consumismo, la música alienante, los concursos de televisión, los personajes absurdos que llenan revistas y más revistas y una concepción del mundo que cree que vivir es básicamente divertirse, tener mucho dinero y pocos compromisos, un prestigio profesional amplio, unos derechos reconocidos, varios coches y una moral lo suficientemente laxa como para que no obstaculice los caprichos que buscamos como fuente única del placer.

Así, el laicismo progresa en la civilización capitalista porque el cristianismo ancestral, que nos dice justo lo contrario de lo que somos, ha sido anulado hasta llevarnos a perder ese sentido de misión y profundidad de la vida sin el cual nada se afirma ni sobrevive. El cristianismo es la vía difícil que recomienda vivir según un canon externo, trascendente y muy lejos del "bienestar" burgués, a cien codos por encima de las aspiraciones del ego más rastrero. Nos grita al oído que todo lo que tenemos lo debemos a alguien que dice lo que está bien y lo que no y que además, por si fuera poco, nos explica de mil maneras que la libertad no radica en el absurdo reconocimiento de un misérrimo ritual cada cuatro años, sino en la vitalidad desbordante del que se niega a sí mismo para dedicarse al servicio del bien, la justicia y la verdad.

¿Cómo puede el burgués occidental creer que tiene alguna posibilidad frente a los que aspiran al martirio o, simplemente, frente a los que están dispuestos a defender su pan, con uñas y dientes y a costa de lo que sea? Para defenderse de un enemigo así o simplemente para no ahogarse en la propia frivolidad del que solo se mira al ombligo, es necesario creer en algo más que en la subida del sueldo y en la juerga del sábado por la noche. Tampoco vale una "fe" que hace comulgar con rosquillas, que transforma la aplastante sed de Absoluto en sentimentalismo fofo de oenegé y que oficia rituales con una puesta en escena similar a ciertos cantantes "pop".

Por todo ello, el "motu proprio" del Papa Benedicto XVI, "liberalizando" el uso de la misa tradicional, tiene más trascendencia de la que parece. El ritual secular de la Iglesia católica está impregnado de la augusta majestad, de la sencillez grave y profunda y de la belleza serena que anhela todo hombre, también el hombre occidental, tal y como manifiesta la proliferación de los "voluntariados" en calidad de sucedáneo de una verdadera misión en la vida. Cualquiera que presencie este espectáculo –en el sentido más profundo del término- comprobará la inmensa fuerza y magnetismo que irradia una ceremonia que pretende aunar todos los vehículos de expresión de la belleza concebidos por el hombre, para adorar al Señor y Rey del Universo.

A fecha de hoy solo en la parroquia de San Luís de los Franceses en Madrid y en unos pocos sitios más puede presenciarse la solemne ceremonia de la misa tradicional cantada. Pese a ello, la hondura de su mensaje está llamada a aunar a jóvenes y viejos en un sentido único de la trascendencia. Por eso en el futuro no nos cabe duda de que el fenómeno irá a más, si es que todavía existe algo vivo en Occidente.

El "motu proprio" del Papa Benedicto es sin duda una señal para el rearme ideológico frente a las fuerzas de la disgregación, es un aldabonazo en una conciencia adormecida por la droga de la Ilustración, que ha esparcido su veneno por todos los rincones del planeta y es, en definitiva, una llamada a enderezar algo que hace ya mucho tiempo que anda por sendas torcidas.

Muy buena reflexión, es por éso que ese espíritu de sacrificio y lucha hoy en día lo vemos en el Islam que hace rato se ha lanzado a la conquista de nuestra decadente civilización; hace un tiempo Vittorio Messori reflexionaba sobre este tema en un artículo que pegué:

http://hispanismo.org/showthread.php?t=4679

Cita:

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Iniciado por Juan del Águila

A fecha de hoy solo en la parroquia de San Luís de los Franceses en Madrid y en unos pocos sitios más puede presenciarse la solemne ceremonia de la misa tradicional cantada.

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También se puede asistir a la que la Fraternidad San Pio X celebra diariamente en su capilla de Madrid.