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CONTESTANDO A D. JAVIER ARZALLUZ
Carlos Ibáñez Quintana (31/10/07)
En la página web de Izaronews Don Javier Arzalluz ha publicado un artículo en que pide a la Iglesia que recuerde a los 16 sacerdotes nacionalistas fusilados por los nacionales y hace una mención a los destierros que sufrieron otros en los años que siguieron a la guerra. A ellos dedica su recuerdo y gratitud.
¿A qué viene recordar ahora los fusilamientos citados y, sobre todo, relacionarlos con la beatificación de los 498 mártires en Roma? Lo que Arzalluz dice en su artículo no es nada nuevo. La prensa, la radio y la televisión nacionalistas lo han venido repitiendo desde la transición. Es indudable que insistir en esta ocasión demuestra que les ha dolido la beatificación. ¿Por qué? Es absurdo pretender poner en parangón el martirio de unos con la muerte de otros en defensa de sus ideales políticos.
Esto no es nada extraño en el campo nacionalista. El nacionalismo es una religión; es una idolatría. Y el nacionalismo vasco, además, mezcla esa idolatría con la Religión católica.
Ya Sabino de Arana osó formular su proposición: “nosotros para Euzkadi y Euzkadi para Dios”.Entre nosotros y Dios no hay más mediador que N. S. Jesucristo. Seguro que Sabino nunca se dio cuenta de la gravedad de su afirmación.
Engracio de Aranzadi, en la dedicatoria a Sabino de su obra “La Nación Vasca”, llegó a decir:”Si Dios no te hubiera enviado para salvar a Euzkadi”. Semejante aberración me recuerda a mi amigo Hans, que interrumpió en clase de Religión al Capellán de la colonia alemana en Bilbao para decirle: “no diga Vd. más tonterías, el único que ha salvado a Alemania es el Führer”. Hans tenía a la sazón catorce años.
El colmo del confusionismo entre lo político y lo religioso, lo manifiesta el PNV celebrando desde 1932 el Aberri Eguna, en coincidencia con el Domingo de Resurrección.
No tiene nada de particular que formados en tal ambiente, aquellos sacerdotes nacionalistas dieran tanta importancia a la difusión de los ideales sabinianos como a la predicación de la Fe. La filiación nacionalista de casi todos ellos era notoria y descarada. Algunos incurrieron en acciones que en aquellos momentos, el Código de Justicia Militar castigaba con la pena capital. No quiero sostener que las condenas fueran justas y merecidas. Como no lo fueron otras muchas también dictadas por los consejos de guerra. Pero las circunstancias de las muertes de unos y otros fueron totalmente diferentes.
La parcialidad del nacionalismo vasco a la hora de recordar los sacerdotes asesinados en la guerra es escandalosa. Nunca mencionan los que mataron los de su bando. Cuido muy bien de no escribir “los que mataron ellos”. Rondaron el medio centenar y entre ellos los había nacionalistas declarados. Así el famoso P. Zabala Arana CMF, autor de una gramática del vascuence que se usaba en los “batzokis”. Se los callan.
A los católicos vasconavarros nos alegra que 51 paisanos nuestros hayan subido a los altares. No han sido los primeros; ni serán los últimos. Si extrapolamos la proporción de los beatificados ahora a las casi 7000 víctimas, que hay contabilizadas, llegamos a la conclusión que entre 600 y 700 pudieron ser naturales de nuestras tierras. Por ellos nunca ha alzado la voz el nacionalismo.
Ya en noviembre de 1936, el Cardenal Gomá y el Obispo Olaechea de Pamplona visitaron a Franco para denunciar los fusilamientos de clérigos. A partir de entonces no se aplicaron más penas de muerte. Un carmelita fue fusilado en Amorebieta acusado de atravesar las líneas en circunstancias poco claras y el Capitán que mandaba la unidad se salvó de milagro de un “paquete”
El nacionalismo ha sido un auténtico cáncer para el catolicismo vasconavarro. Se quiso extirpar con medidas de traslados a otras tierras. A cualquiera se le ocurre que de algún modo había que impedirles que siguieran haciendo propaganda política prohibida prevaliéndose de su condición sacerdotal. Porque mientras los gudaris, hartos de luchar al lado de sus enemigos, se habían rendido en Santoña, los curas nacionalistas persistían en sus prédicas. D. Julio Ugarte, capellán prisionero en Santoña, en sus memorias alardea de las soflamas que pronunciaron ante el tribunal militar. No se trataba, naturalmente, de confesar su fe en Dios Uno y Trino. Confesaban otra cosa. Por esa otra cosa les condenaron. Por ello no creemos que merezcan ser puestos como modelo ante el pueblo de Dios.
En plena transición Leizaola reconocía que el nacionalismo se había conservado gracias a los confesionarios y a las mujeres. Aunque no decimos nada nuevo, lo recordamos por la importancia que tiene una confesión de parte. Porque.
En el nacionalismo vasco han coexistido dos religiones. Mejor dicho la Religión verdadera ha sido infectada por una idolatría. El resultado está a la vista: en las diócesis vasconavarras no hay natalidad, no hay vocaciones religiosas, las iglesias están vacías, muchos pueblos sin Misa por falta de sacerdotes. Organizaciones de curas que se ponen toda clase de trabas a su Obispo. Que le obligan a que no admita a congregaciones forasteras.
Religiosamente esto es un desastre. Y de ello tienen la culpa quienes desde hace casi cien años vienen poniendo en un mismo plano lo terreno y lo sobrenatural. Por eso no podemos dedicarles, como lo hace Arzalluz en su escrito, “nuestro recuerdo y gratitud”
Nuestro recuerdo es para pedir al Señor que los haya acogido con la Misericordia con que esperamos nos reciba un día a nosotros.
Añadir que el cura de mi pueblo (que se podría encuadrar dentro de lo afortunadamente definido como "Mancha Aragonesa", por su relación secular con el Reino de Valencia) fue durante años vasco y jamás hizo la menor profresión de nacionalismo. Pero sí de vasquismo y gracias se introdujeron en nuestra comarca platos típicos vascos y la afición al Athletic de Bilbao y a la Real Sociedad.
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