Y te han educado muy bien. Pero aunque tú no trabajes en sentido estricto (es decir, no percibas un sueldo a cambio de una actividad profesional regular), puedes seguir prestando un servicio a la sociedad de muchas maneras. Así, por ejemplo, las madres que se ocupan de las tareas domésticas, los monjes que cultivan su propio sustento o viven de la caridad, los escritores que viven de alguna renta o ayuda y se dedican a escribir obras de provecho, los voluntarios de Cáritas, el que crea una página útil en internet de manera desinteresada, el investigador que es apadrinado por alguien, etcétera. Hay muchas formas de contribuir a la sociedad que no son consideradas estrictamente un trabajo.
Tengo la impresión de que en la Edad Media no existía el concepto de trabajo remunerado tal como lo entendemos hoy en día. El campesino producía lo que comía o lo intercambiaba con los vecinos. El religioso, el escritor y el artista vivían del padrinazgo de los nobles. El artesano producía sus obras sin la regularidad que hoy asociamos a un trabajo.
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