UN TEÓLOGO JAENERO EN TRENTO
MARTÍN PÉREZ DE AYALA EN TRENTO
"Yo nací en la villa de Segura de la Sierra, lugar del Orden de Santiago, año de 1503 o del 1504, porque en un año andaba mi madre dudosa, que no sabía determinarse. Nací en el mes de noviembre, y según a mi madre oí decir, comencé a nacer el día de San Martín. Tuvo mi madre de mí un parto el más difícil que se ha visto, porque estuve una tarde y dos días en nacer. Fuí bautizado al tercero día en la Iglesia Parroquial de Santa María de aquella villa.
Luego que llegué a los cinco años comenzaron a mostrarme a leer y escribir en la iglesia y primero me mostraron leer latín que romance y salí tan gran lector que se hacían desafíos conmigo y con otros para quien más presto y expeditivamente leyese. Tenía tanta codicia en aprender que me hacía levantar con la gente que iba al campo para ir a aguardar a la iglesia por ser el primero antes de mis compañeros y no quería almorzar porque no impidiese el aprender.
A los diez años me trujeron a Yeste,donde aprendí los rudimentos de Gramática con tanta presteza y habilidad pasando a todos mis contemporáneos.
A los catorce años de mi edad, muriose el abuelo, padre de mi madre, de quien yo recibía muchos beneficios y me daba también estudio. En este tiempo estaba yo sin amparo alguno y ganaba a escribir para ayudar a la costa de mi casa.
Al fin del año catorceno determiné de ir al estudio y Universidad de Alcalá, aunque mi madre me ponía temor de necesidades. Ayudóme mi madre con su pobreza y en año y medio acabé de estudiar Gramática en Alcalá, en el Colegio de San Eugenio.
Acabado esto mi madre quisiera que yo hubiera estudiado Cánones y que me comenzara a ordenar, por tenerme consigo, pero yo que había oído en el postrero año de la Gramática no sé qué términos de lógica y dábaseme también, por persuasión de mi maestro, dejé el camino que mi madre me guiaba y en esto sólo le fui desobediente y comencé a oír Lógica el año 1523, debajo de la disciplina del Maestro Encinas, gran sofista y matemático.
Acabado mi curso de Artes, vínme el pensamiento de meterme en religión. Como yo había nacido en tierra de Santiago y tratado con gente de aquel Hábito determiné de ir a Uclés, donde fui recibido con facilidad. Esto fué el año 1525. Tuve grandes persecuciones y emulaciones en la csa, pero, elegido de Prior uno que había sido vicario de Yeste, donde yo había pasado mi infancia, mudáronse las cosas. Este entendía mi habilidad e inclinación y me mandó leer una lección de lógica y procuró que el Presidente de las Órdenes, que era el Conde de Osorno, me enviase a Salamanca.
Allí escuché lecciones de Santo Tomás donde tuve por Maestro cerca de un año a Fray Francisco de Vitoria. Después pasé a Alcalá donde tuve por maestro al doctor Medina, que fue uno de los más célebres escolásticos de su tiempo y oí de él tres cursos continuos. Procuré graducarme de Licenciado y Maestro en Artes. El año 1532 fui preveído de Rector de aquella Compañía, el cual cargo acepté y llevé con harta pesadumbre por la licencia que tenían de vivir los colegiales y así acabé de estudiar Teología y graduarme de Artes.
A la sazón se había levantado de nuevo el estudio y Universidad de Granada por el Emperador Carlos y como llevaban siempre maestros de Alcalá, yo fui señalado y aceptado entre ellos para leer Artes en aquella Universidad, con 30.000 maravedises en cada año y de comer. Así comencé a leer en Granada a 6 de noviembre, con harto aplauso, aunque como los estudiantes eran viciosos por causa de la tierra y ser naturales y mal aplicados, no me sucedió tan bien aquel año. Escribí con grandísimo trabajo unos "Comentarios y cuestiones sobre los Universales de Porfirio". Acabado el curso, el Arzobispo Don Gaspar de Ávalos me mandó leer un curso de Teología escolástica y comencé a Gabriel, por que en él están todas las opiniones de los otros y no tiene nada suyo. Así estuve en Granada desde el fin de treinta años hasta el principio de cuarenta.
A la sazón fue electo Obispo de Jaén Don Francisco Mendoza, el cual se vino allí a Granada entretanto que venían sus bulas, tomándome como confesor y lector suyo. Fuime con él y después mandó que entendiese en visitar el Obispado unos meses que él se ausentó, lo cual fue causa de algunos disgustos y muchos desasosiegos. En todos ellos se gastaron dos años, al fin de los cuales vino el Obispo y yo le dije que no le quería servir en aquel oficio y así habiendo el Papa Paulo III convocado Concilio en Trento, fué el Obispo uno de los señalados que allí fueron y rogome fuese con él...".
Esos párrafos de ahí arriba pertenecen a los prolegómenos de las memorias del jaenense de Segura de la Sierra, D. Martín Pérez de Ayala que fue Obispo de Guadix, Obispo de Segovia y Arzobispo de Valencia. Gran teólogo de Trento.
Mientras el Sacrosanto Concilio de Trento empezaba, estuvo D. Martín en Lovaina estudiando griego y hebreo, a la vez que trató de conocer a fondo las doctrinas de los herejes y protestantes. Comenzó a escribir "De traditionibus divinis et apostolicis". Llegado a Trento, la cuestión que se dirimía era la de "Justificatione". Cuatro meses llevaban los teólogos en reuniones para dilucidar esta cuestión tan importante. No menos de sesenta y una congregaciones generales y otras cuarenta y cuatro congregaciones fueron necesarias para el debate del tema de la justificación antes de que los asuntos estuvieran listos para una decisión final. En la sexta sesión regular (13 de enero de 1547) se promulgó el magistral decreto sobre la justificación (de justificatione) que constaba de un proemio o prefacio y dieciséis capítulos con treinta y tres cánones de condenación de las herejías opuestas. El decreto sobre la reforma fue uno de los cinco capítulos relativos a la obligación de residencia de los obispos y de los ocupantes de beneficios u oficios eclesiásticos. Estos decretos hacen de la sesión sexta una de las más importantes y decisivas de todo el concilio. Allí estuvo D. Martín:
"Demandé audiencia para decir mi parecer en una Congregación y dieronmela día de San Miguel, septiembre, donde dije por espacio de una hora. Quedáronse confusos con la claridad que se les dió entender la falta grande que llevaban y tornaron a tratar nuevos puntos y así se detuvo la determinación de este artículo hasta la Cuaresma de 1547, que no se sufrió más detener porque el Papa y sus Legados daban priesa".
Se declara una epidemia en Trento. Se pensó trasladar el Concilio a Bolonia, pero por ausencia de la mayor parte de las representaciones, no prosperó la propuesta votada a favor de Bolonia. Suspendidas las sesiones, Don Martín va a Italia:
"Don Diego de Mendoza, que en aquella sazón había sido proveído para la Embajada de Roma, rogome, que pues ya no se hacía nada, ni se esperaba nada, me fuese con él y vería a Italia; yo, con curiosidad de ver, fuime en su compañía a Venecia y de ahí a Mantua y a Bolonia y a Florencia y estuve en Roma cuarenta días, visitando los lugares Santos y algunas antigüedades y volví por Trento en el mes de mayo de aquel año y estaba ya diviso el Concilio, porque los Legados y los que los seguían, echaban fama falsa de peste que fingieron que había en Trento".
Es nombrado Obispo de Guadix en 1546: "...y yo lo acepté al cabo de dos días con harta dificultad, porque no dijesen que dejaba de aceptarlo, porque el obispado era de poca renta porque apenas valía 800.000 maravedises, y más conocida la condición de su Magestad que cuando uno no aceptaba lo que le daba era bastante para no acordarse más de él en toda su vida".
Le llegaron las bulas estando en Milán, siendo consagrado Obispo en la iglesia de San Ambrosio. Retorna a España, pasa seis días en Yeste, para recoger a su madre que allí estaba, y parten para Guadix: "Entonces eran pasados tres meses del año cuarenta y cinco de mi edad cuando comencé a abispar".
A la muerte de Paulo III, el César Carlos insta al nuevo Romano Pontífice a convocar otra nueva reunión en Trento. El sabio giennense D. Martín Pérez de Ayala es convocado nuevamente. Se requiere su presencia en Trento. Pérez de Ayala abandona su plácida vida en el obispado accitano, atraviesa Francia con harto peligro de su vida donde sufre prisión por un mes. El sábado de Pentecostés de 1551 (era 15 de mayo), llega a Trento. El Elector de Sajonia y el Emperador Carlos discuten y se suspenden las sesiones el 26 de abril. En Génova, D. Martín embarca con sus hermanos en el episcopado, el Obispo de Ciudad Rodrigo y el de Sigüenza y el Arzobispo de Granada que pide que lo aguarden.
"Hubimos de partir el día de Santa Catalina, que son días brumosos y los más tempestuosos de todo el año y partimos juntos catorce obispos en cuatro naves, y desde otro día a la noche levantose una tempestad cruelísima que duro una noche y casi dos días, y partiéronse las naves y la nuestra y la del arzobispo y de los obispos de León y Plasencia; venimos a Córcega sin velas ni casi timón, muy perdidos; ya íbamos al infierno descendiendo, ya subiendo a las nubes con la grandeza de las olas; aportamos a Cerdeña, día de San Andrés y allí estuvimos nueve días hasta el día de la Concepción, adonde nos rehicimos de todo. Partimos nuestro viaje y a la noche siguiente topamos otra mayor tempestad que la pasada y no esperábamos ya sino la muerte, todos orando y confesándonos y encomendándonos a Dios".
En 1560 es nombrado Obispo de Segovia. Felipe II obtiene bula del Papa San Pío V para convocar nueva reunión en Trento. Es el 29 de noviembre de 1560. Su Majestad el Rey Prudente designa a Frey Martín Pérez de Ayala por la Orden de Santiago. Don Martín se resiste, declarando sus achaques. El Rey le responde por carta:
"Habéis de ir, aunque vayais a gotas, y si no aprovecháredes para hacer bien aprovechareis para evitar algún mal".
El Obispo de Segovia obedece al Monarca, pero pide que entre sus auxiliares le acompañe el joven y brillante Benito Arias Montano, eminente cima de la ciencia hispánica. Las intervenciones del Obispo y de su erudito auxiliar Arias Montano, valieron que éste último fuese intitulado MARTILLO DE LOS PROTESTANTES, por ser implacable e impecable en su impugnación de los errores heréticos de la canalla sectaria.
Al volver del Concilio, D. Martín se entrevista con Felipe II en Barcelona. Regresa a Segovia y es nombrado Arzobispo de Valencia. Entra en Valencia el 22 de abril de 1562. Celebró Sínodo. Y pocos meses después murió santamente Don Martín, contando 63 años, el día 5 de agosto de 1566. Poco antes de su fallecimiento había ido a Segura de la Sierra, a su pueblico serrano, a su cuna santiaguista... Buscando la querencia de aquella infancia en que tan precozmente se manifestaron las ansias por saber, que muchas veces -aunque no todas- granjean la sabiduría.
FOTO DE MUJERES DE SEGURA DE LA SIERRA ATAVIADAS A LA GUISA TRADICIONAL OBTENIDA DEL BLOG ASOCIACIÓN CULTURAL SIERRA DE SEGURA
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores