La historia política de los reyes visigodos, que marcaría el final del imperio romano de occidente, es penosa y deplorable. De los treinta y cinco reyes (a falta de investigaciones posteriores), si contamos a Akhila, el hijo de Witiza, o treinta y seis, si decidimos sumar el reinado de Ardón, cuyos reinados argumentamos más adelante, diez murieron asesinados, perdiendo la corona y la vida la mayoría, a manos de sus propios hermanos. Siete fueron destronados, pero salvaron la vida, y solamente quince acabaron de muerte natural o en batallas (diecisite de tener en cuenta a estos dos últimos). Muchos de estos monarcas escalaron el trono valiéndose de la traición y de la sublevación, y otros tantos, jamás pisaron España, y además, cabe el detalle de que la monarquía y la nobleza visigoda, jamás se mezcló con la población hispano romana, y argumentamos esto ya que había una diferencia en las jerarquías o clases sociales: por un lado, estaban los "señores" a los que pertenecían la nobleza visigoda, y los senatores, a los que pertenecía la nobleza hispano-romana. También existían los hombres libres que eran colonos, patrocinados, labradores, industriales y obreros, y una clase intermedia denominada "bucelarios" que eran hombres libres puestos bajo la protección de un noble y contaban asímismo con vínculos que les obligaban a prestaciones personales, recibiendo a cambio protección, tierras y armas, pero para tener acceso a la sucesión al trono, se debía ser godo, de noble estirpe y buenas costumbres: no tener origen servil, no haber recibido la tonsura ni sufrido la pena de decalvación, que para los godos era peor que la de muerte. Para contar el porqué del hundimiento de una monarquía de dos siglos en una sola batalla, es conveniente explicar las vicisitudes de la misma, las leyendas que engendraron una invasión de ocho siglos, las vicisitudes de un cambio de religión, las costumbres de la elección de un rey, y el poder, no sólo de una iglesia si no de una nobleza interesada solamente en liderar los designios de la historia en su propio beneficio.
EL MORBUS GOTHORUM O ENFERMEDAD DE LOS GODOS.
Ataulfo es asesinado en Barcelona, a instancias de Sigerico, que le sucede, y a los siete días muere por consejo de Walia, que le substituye en el trono. Turismundo es asesinado por su hermano Teodorico, que pierde, a su vez, corona y vida en manos de su hermano Eurico. Gesaleico arrebata el cetro a su hermano Amalarico y es a su vez destronado y asesinado a manos de sus tropas; Teudis cae a golpe de puñal, y Teudisclo pierde la vida en un escandaloso banquete. Al año, Agila es destronado y asesinado. Liuva II perece a manos de Witerico, que le sucede, y pierde la vida violentamente y su cadáver es arrastrado por las calles de Toledo. Suintila es destronado por Sisenando, que le reemplaza. A Tulga y a Wamba les arrebatan la corona con malas artes y los encierran en conventos. Ervigio es un usurpador y Witiza y Akhila fueron destronados. En la imagen, Wamba renunciando a la corona.
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Esta era la realidad de una monarquía de dos siglos, que a decir verdad, estaba gravemente herida en 711. Rodrigo sólo fue el último de una dinastía que se había debilitado de forma cada vez más escandalosa en beneficio de una nobleza liberada cada vez más, del vasallismo real, y los monarcas, para asegurarse apoyos dentro de la nobleza, se intentaban rodear de "fidelis regis", nobles leales al rey, a los que a cambio concedía privilegios, tierras y un poder cada vez mayor.
LA RELIGIÓN Y SU INFLUENCIA
El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio, sacerdote de Alejandría, quien consideraba que Jesús de Nazaret no era Dios o parte de Dios, sino una criatura. Hoy en día, la cristología de los Testigos de Jehová guarda similitudes con el arrianismo, aunque mantiene ciertas diferencias. Esta era la religión oficial hasta los tiempos de Recaredo, y por la que hubo pugnas importantes con la población católica hispano-romana. Los Concilios tuvieron vital importancia en la vida política y social del Reino visigodo. Estas asambleas político-religiosas de la monarquía visigótica eran convocadas por el Rey y presididas por el Arzobispo más antiguo (posteriormente por el de Toledo), donde la representación se reducía a las altas jerarquías eclesiásticas y a la nobleza. La iglesia era la que solía legitimar a los nuevos monarcas en los Concilios Generales y sancionaba su elección mediante la unción real, otorgando un carácter sagrado a la realeza.
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Aquí es donde aparecen las dos Españas por primera vez en la historia, la división de la iglesia entre el arrianismo, y el catolicismo, a quien Leovigildo, en su lecho de muerte, encargó a su hijo Recaredo a que se convirtiese. Una España reaccionaria y otra revisionista, una España oficial, y la otra real, a pesar del enorme esfuerzo integrador y pacificador del propio Recaredo, el enfrentamiento entre los dos bandos se haría más cruento después, entre las familias de Chindasvinto y Wamba, como veremos después.
Conversión de Recaredo
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LA ELECCIÓN DE RODERICO (RODRIGO)
La sucesión electiva de la monarquía era el verdadero sistema legal de la realeza visigótica, si bien, la monarquía hereditaria era una práctica comúnmente consolidada. Esto último fue lo que procuraron los reyes, por ejemplo, asociando a sus hijos al trono para asegurar el traspaso de poderes. Así paso con el mismo Witiza, que fue asociado al trono por su padre Egica, primo de Wamba, y creemos que es interesante dar a conocer que este mismo Egica, hizo sacar los ojos al hijo de Khindasvinto (Chindasvinto) Teodofredo, padre del futuro monarca Rodrigo (Roderico). Aquí se puede apreciar claramente el enfrentamiento de los dos clanes, el de Wamba, y el de Chindasvinto, importante tenerlo en cuenta para entender los acontecimientos posteriores. El propio Witiza también, asoció al trono a su hijo Akhila II. Witiza falleció a principios de 710. Murió joven,y muy jóvenes serían todavía los hijos que dejó. La mayor parte de la aristocracia gótica procedió a la designación de un sucesor a la corona. Magnates y obispos se reunieron en asamblea electoral -senatus- y, mediante una acción tumultuosa, pero de legitimidad irreprochable, elevaron al trono a Roderico (Rodrigo), Dux de la Bética, y decimos lo de acción tumultuosa porque fue de por sí conflictiva y sólo lo habrían apoyado algunos sectores de la nobleza más rancia, localizados principalmente en Toledo y hacia el sur, tanto en las tierras de la Bética, como era de esperar, como en la región de Mérida. De hecho, no se conservan monedas acuñadas ni en la Tarraconense ni en la Narbonense, en cambio, si se conservan acuñaciones de Akhila II en ambas provincias, por lo que debió reinar en ambas zonas fieles al clan de Witiza una vez se había iniciado la conquista islámica, es más, podemos datar el fin del reinado de Agila II (Akhila II) con las victorias árabes en el Valle del Ebro y cerca de Zaragoza, en 713, y tras su muerte en combate, el reinado de Ardón, que parece ser que gobernó entre siete u ocho años, de quien se han encontrado monedas acuñadas en la zona del Rosellón, pudiéndose preveer que los historiadores hayan preferido inmortalizar como último rey a quien gobernó la totalidad del territorio del Regnum Visigothorum. Deberíamos hacernos pues la siguiente pregunta ¿fue entonces Roderico (Rodrigo) el último rey visigodo, y el responsable de la pérdida de España?. A la primera parte de la pregunta, podemos insinuar que no a la respuesta, y a la segunda parte, nos mantenemos en la prudencia del silencio, para que el intérprete juzgue por sí mismo. Lo que podemos asegurar es que la aceptación de Rodrigo como rey fue sólo aparente, por parte del clan de Witiza, pero con una abierta hostilidad al principio, como es de presumir, ahora bien, ¿cómo podríamos catalogar la actuación de los partidarios de este clan (Witiza) en los acontecimientos que vinieron después?. En la imagen, don Rodrigo en Guadalete.
LA CAVA, CRÓNICA DE UNA LEYENDA O EL PRINCIPIO DEL FIN
A la caída de la monarquía visigoda va unida una interesante leyenda que su popularidad nos impulsa a tratar de ella, nos referimos a la "Leyenda de la Cava". La violación hecha por el considerado históricamente último monarca del Regnum Visigothorum a la hija del conde don Julián, la que fue la causa, según el decir popular de los romances medievales, del "injusto forzador", don Rodrigo, de la traición del Conde don Julián (Olián-Olbán), su padre, y de la pérdida de España. Se cuenta en las diversas crónicas que seguidamente estudiaremos de forma esquemática pero comprensible, que el conde don Julián, un personaje enigmático y poco o nada contrastado históricamente, fue gobernador de Ceuta y uno de los "fideles" del clan de Witiza, quien entró en contacto con los musulmanes del norte de África para pedir ayuda y luchar contra Rodrigo, traicionando al rey facilitando la entrada a la Península de las tropas de Tariq.
El primer autor que hace mención de la hija de don Julián y de haber sido corrompida por don Rodrigo, es el egipcio Ibn Abd al-Hakam, en el siglo IX, siguiendo con la leyenda otros historiadores árabes posteriores como Isá y Abén Alkutiyá, y de los autores cristianos, el primero que lo admite es el silense ( Crónica Silense, escrita en latín en la primera mitad del siglo XII, 1110, nos relata el linaje real desde los reyes godos hasta el rey de León y Castilla Fernando I, y se la denomina silense al ser atribuida, en primera instancia, a un monje del monasterio de Silos), y la divulgan luego Jiménez de Rada, Lucas de Tuy y Alfonso el Sabio. Pedro del Corral en la "Crónica Sarracina" es el primero que la llama Cava en 1430, Miguel de Luna , médico morisco y traductor de árabe, es una de las figuras prominentes de la sociedad morisca granadina de finales del siglo XVI, y su obra, de evidente carácter enaltecedor de los árabes, es considerada como falsaria en sus argumentos investigadores, quien, sabiendo que en árabe "Cahaba" significa ramera, inventó el poético nombre de Florinda. Fernández Guerra y Menéndez Pidal han estudiado concienzudamente la leyenda, y aunque no lo digan claramente, rechazan todo valor histórico al relato. En cambio, el sesudo arabista Francisco Codera y Zaidín dice que no debe extrañar que Olbán (don Julián), enviase a la Corte a su hija, y que el silencio del Pacense (historiador contemporáneo) no es bastante, pues sólo constituye un argumento negativo el hecho de que los árabes invadieran España gracias a una traición, ¿por qué?, pues por que el Cronicón Pacense es una crónica latina publicada por Flórez en la España Sagrada, este Cronicón es de autor desconocido y que se supone vivió entre el 649 y el 754, y por tanto contemporáneo de los hechos que relata. Se le atribuye la obra tanto a Isidoro Pacense (o de Beja), como a algún autor anónimo de Córdoba o Toledo. En este cronicón no se menciona la Batalla de Covadonga ni a Pelayo. El Marqués de Mondéjar interpretó que en el Cronicón Pacense, el príncipe llamado Teodomiro que en el año 712 mató muchos árabes en algunas partes de España" es Pelayo, pero esta tesis es infundada y ningún otro dato del libro la apoya. Para Antonio Alonso Rodríguez, el hecho de que la batalla no aparezca reflejada en el pacense se debe a que ha desaparecido un epitome, una parte del Cronicón, en la que se enumerarían los hechos importantes no recogidos por la crónica, entre los que se encontraría la batalla de Covadonga. Para Bernardo Acevedo, el hecho de que la batalla de Covadonga no aparezca mencionada obedece únicamente, a que no hubiese sido prudente para el autor, si residía en tierras musulmanas, haber recordado la ofensa de Covadonga, por lo que no quiere decir que no existiese sino que fue ocultada. Lo mismo ocurre pues con la Leyenda de la Cava, la cual, entre los autores mozárabes se atribuye la maldad a Witiza, y en la historia de Jiménez de Rada la deshonrada no es la hija, sino la mujer del conde. En la imagen, elección de Rodrigo como rey de los visigodos.
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La versión que argumentan las crónicas mozárabes escritas más trescientos años después en la llamada Chronica Pseudo-Isidoriana (Isidoro de Sevilla, eclesiástico católico y erudito polímata hispanogodo de la época visigótica. Fue arzobispo de Sevilla durante más de tres décadas 599-636 y canonizado por la Iglesia católica), cuenta lo siguiente:
"Mientras tanto, en el palacio real de Sevilla comenzaron a hablar, entre otras cosas, sobre la hermosura de las mujeres. Uno de ellos rompió a hablar diciendo que en toda la tierra no había ninguna más hermosa que la hija de Julián. Al oír esto Witiza hizo un aparte con uno de los otros tratando de cómo podría hacer llegar hasta ella un mensajero en secreto para que la trajera cuanto antes. El otro le dijo: "Envía por Julián. para que venga. Y quédate con él unos cuantos días de francachela, comiendo y bebiendo". Mientras Julián andaba de banquete, Witiza escribió con el nombre de Julián una carta que envió lacradas con el sello de éste a su esposa la condesa para que le trajera enseguida a su hija Oliba a Sevilla (Aquí se cambia el nombre de la supuesta Florinda, de la que anteriormente hemos hablado). Mientras Julián estuvo entretenido en aquel festín de bebida y comida, Witiza la tuvo y la violó durante varios días".
Es importante recordar que esto es según las crónicas mozárabes, para situarlas en el contexto argumental de una realidad más o menos interesada, debido a lo que se ha comentado anteriormente en referencia al interés de si el hecho de la invasión de España pudo ser fruto de una traición, y facilitada por ésta, como se argumenta en el silencio que asimismo se hace en el Cronicón Pacense.
Es difícil entender que fuera Witiza el supuesto forzador, ya que no residía en Sevilla sino en Tuy y, además, porque de haber sido el ofensor el conde Julián nunca se habría puesta del lado de sus familiares en la lucha sucesoria. Podría resultar más cierta la versión de que fuese don Rodrigo el presunto forzador, pues la historia resulta más creíble que fuera en Sevilla que enToledo; la capital de la Bética estaba bastante más accesible para los ceutíes y era muy importante como para que la hija se educase en el refinamiento cortesano. No había ninguna necesidad de que Julián fuese o enviase a nadie de su familia a Toledo, debido a las intrigas por la lucha al poder del reino, y es más creíble que don Julián la habría mandado para completar su educación y preparar un buen matrimonio con algún noble visigodo a Sevilla y no a Toledo, por lo que de ser cierta la leyenda, que podemos pensar que lo fue, se produjo mientras Rodrigo no era rey electo, sino dux de la Bética, y con esto, no podemos ni es nuestra intención deshonrar la ciencia de Fernández Guerra y Menéndez Pidal, ni mucho menos, pues nos encontramos a años luz de mentes como las suyas.
Ahora bien, si Rodrigo accedió al trono en el verano de 710 y Tariq cruzó el estrecho hacia abril-mayo del 711, hay un espacio de tiempo muy corto para que suceda la historia de la leyenda, el aviso al ofendido padre y el viaje de éste a la capital visigótica para llevar de vuelta a Ceuta a la hija deshonrada por el reciente rey, parece todo demasiado ajustado en tiempo. Teniendo en cuenta además, que los fieles de Akhila (Agila II) que escaparon de Toledo al coronarse Rodrigo lo hicieron, según suele aceptarse, o sería lo más normal, al norte de África, para ser acogidos en Ceuta donde gobernaba el conde don Julian, y eso tuvo que ocurrir lo más tarde en el otoño del 710, así que no sería lógico que don Julián mandase a su hija a la corte de un rey al que consideraba como enemigo, ni tampoco que fuera a buscarla cuando ya se había declarado como tal. Es más probable que Julián prefiriese disponer de la amistad de los ejércitos islámicos antes que de la conflictiva monarquía española, con muchas intrigas por el trono como para asegurarle un buen futuro, y aunque poco o nada está contrastado históricamente sobre el conde don Julián, gobernador de Ceuta, podemos suponer de su existencia, como tampoco lo es una supuesta incursión en 710 a cargo de unos cuatrocientos hombres en una expedición de reconocimiento, en cuatro naves puestas a su servicio por el conde Julián, que desembarcaron en Charizat Tarif o isla Tarif, la actual Punta de Tarifa cuyo Comandante era un tal Tarif ibn Malluk, que desde aquella fecha quedó bautizada con su nombre. Todos estos datos son suposiciones no contrastadas, que no hechos fundados. Tengamos en cuenta que las crónicas, silenciadas durante casi ocho siglos, dejan lugar a conjeturas que sólo pueden ser esclarecidas por un ordenado análisis del contexto histórico de la posibilidad real. En el buen juicio de un agudo lector, cabe la veracidad y el grado tanto de la Leyenda de la Cava, como de la existencia del conde don Julián, aunque el Ajbar Maymúa, que es una recopilación de la historiografía árabe sobre el período omeya en al-Andalus, reconoce su existencia, aunque no deja de ser una obra polémica, pero podríamos considerar dos preguntas necesarias, ¿existió el tal conde don Julián?, posiblemente sí, aunque no con ese nombre, y ¿puede ser cierta la leyenda de una violación o entendimiento interesado de la leyenda?, podemos pensar que también, pero no cuando Roderico era rey, si no dux de la Bética. Lo único fundamentado es lo que vino después.
BATALLA DE GUADALETE O DE LA JANDA
En la primavera del 711 (se cree que hacia el 27 de abril) un ejército musulmán mandado por tariq ibn Ziyad, lugarteniente del gobernador del norte de África, Musa Ibn Nusayr, desembarcó en las costas españolas, concretamente fue escogido el promontorio de Calpe, que desde entonces pasó a llamarse Chabal al-Tariq (monte Tariq), es decir, Gibraltar, para prestar la ayuda solicitada por los herederos de Witiza con el fin de derrocar a Rodrigo, al que ellos consideraban usurpador. Coinciden las crónicas de la época que la finalidad de este ejército, en un principio, y según las órdenes de Musa Ibn Nusayr, no era efectuar una invasión en toda regla, pero al parecer, Tariq, actúo por su cuenta, y efectúo un desembarco tras el cual, quema sus barcos y se dirige a sus hombres en una arenga que todavía sigue siendo coreada por los escolares árabes y musulmanes 14 siglos después: Al bahru wara'akum ual ad'duo amamakum» («el mar está detrás de vosotros y el enemigo está frente a vosotros»), posteriormente fue castigado y severamente reprendido después por el propio Musa Ibn Nusayr.
Las tropas invasoras se componían de unos 12.000 hombres en total, y en un principio se emplearían en consolidar sus puntos de apoyo en la costa, estableciéndo el grueso de sus fuerzas en la que denominaron en un principio Isla Verde (Al-Chazirat al-Jadra), hoy la actual Algeciras. Teodomiro, lugarteniente de Roderico, al mando del ejército godo, hace frente con mil setecientos jinetes a los doce mil hombres mandados por Tareg-ben-Zain (Tariq) a quienes no puede contener en Algeciras. La petición de ayuda a Roderico lo sorprende en el norte luchando contra los partidarios de Witiza: “intentó inmediatamente aliarse con ellos frente a aquellos que él, ignorante de la traición, llamaba el enemigo común… Roderico envió rápidamente lo que le quedaba de la caballería para reforzar el insuficiente ejército de Teodomiro. Esta ayuda, de por si escasa, llegó agotada e incapaz de detener las incursiones que ya habían alanzado Medina Sidonia”. Dejamos constancia de que este tal Teodomiro, fue un noble visigodo con un gran patrimonio territorial al sureste de la península, centre Murcia y Alicante actualmente, y que después de la batalla de Guadalete y la desaparición de Rodrigo, pactó con los musulmanes, concretamente con Abd al-Aziz ibn Musa, hijo del Gobernador Musa Ibn Nusayr, para garantizar la posesión de sus propiedades.
Rodrigo (Roderico) se encontraba entonces sitiando Pamplona contra los vascones sublevados en una bagauda (una rebelión de campesinos), tal vez, apoyados por partidarios de la dinastía de Wamba, cuando se le informó de los nuevos acontecimientos que se estaban dando en el transcurso de la guerra civil, que enfrentaba a los leales de Agila II, hijo de Witiza, y heredero al trono, según éllos, y los partidarios de la dinastía de Chindasvinto, o sea, leales a Rodrigo. Las informaciones que recibió sobre el asentamiento musulmán en el sur, hizo que partiera a marchas forzadas, dejando parte de sus tropas en el asedio a Pamplona, no sin antes enviar emisarios a los partidarios de Agila II, para hacerle saber que el enemigo eran los musulmanes, y hacer causa común, ignorante de la realidad de los hechos. Los dos ejércitos se encontraron a orillas del Guadalete cerca del lugar donde más tarde se elevaría Jerez, por eso la denominan "Batalla del Lago", el Wadi Lakka, como se nombra en algunas crónicas, y teniendo en cuenta que Xeric (Jerez) significa lago, pero su determinación no se ha fijado, pues no se sabe si es el Barbate o el Salado, aunque estudios realizados por autores Aurelio Fernández Guerra y Eduardo Saavedra se inclinan más que pudo ocurrir entre Medina-Sidonia y Vejer de la Frontera, junto a la Laguna de La Janda y el río Barbate, lo más preciso es que puede hablarse del Valle del Guadalquivir como escenario de la misma.
EL DESASTRE DE UNA TRAICIÓN Y LA LEYENDA DE UNA MALDICIÓN
Parece ser que el choque tuvo lugar el 19 de junio del 711, y debió prolongarse durante más de una jornada. No sabemos con absoluta claridad la certeza de quién comandaba las dos alas del ejército visigodo, no muy numeroso, pero unos autores atribuyen a que eran capitaneadas por Oppas y Sisberto, hermanos de Witiza, que es la versión más creíble, mientras que existen otros autores que dicen fueron los hijos menores de Witiza los que estaban al mando de esas posiciones, no sería de extrañar que estuvieran ambos, tanto los hermanos, como los hijos, lo cierto es que ambas alas, en el momento de la primera carga, hicieron defección (deserción o abandono), lo cual dejó a Rodrigo en una situación desesperada de desamparo, que aún así hizo frente como mejor pudo hacerlo, pero la derrota visigoda fue absoluta. Los testimonios más antiguos que se conocen afirman la muerte del rey en la batalla, ya que encontraron su caballo muerto, así como parte de sus enseres de guerra, sin embargo, hay quién cree que escapó llegando a la localidad lusitana de Viseu, ya que en la Crónica de Alfonso III se menciona que allí se encontró una lápida que decía “Hic requiescit rodericus rex gothurum” (Aquí yace Rodrigo rey de los godos), además, investigaciones más modernas como las de Aurelio Fernández Guerra y Eduardo Saavedra niegan que muriera en la batalla, y creen que organizó la defensa de Mérida y dirigió la batalla de Segoyuela de los Cornejos, cerca de Tamames, donde perdió la vida. Es esta supuesta batalla librada en 713 d.C., en el lugar citado de Segoyuela de los Cornejos, en la prov. de Salamanca) entre el rey visigodo Rodrigo y los caudillos musulmanes Tariq y Muza. Según la hipótesis de Eduardo Saavedra en sus Estudios sobre la invasión de los árabes (1892), después de la derrota de Guadalete (711) el destronado rey se habría retirado con parte de su ejército hacia el norte, refugiándose en la Sierra de Francia. Allí, en la cercana localidad de Segoyuela, habría sido localizado, derrotado y muerto por las tropas Tariq y Muza a fines del verano del año 713. Esta reconstrucción histórica fue desacreditada en su día por Sánchez Albornoz por estar apoyada únicamente en la Crónica del moro Rasis, conocido en el mundo musulmán como Ahmad ibn Muhammad al-Razi, o como al-Tariji (el Cronista), ya que fue un historiador andalusí que desarrolló su labor literaria en tiempos del Califa Abderramán III del Ajbar Muluk Al-Andalus (Noticias de los reyes de al-Ándalus) que tradujo el clérigo lusitano Gil Pérez en el año 1300, y cuya traducción original al portugués Saavedra identificó Saguye con Segoyuela en un manuscrito castellano de esta crónica precisamente defectuoso, eligiéndolo entre otros también redactados en el s. XV pero que se refieren al río Sangonera. Concretamente se conservan tres escritos en castellano de entre los siglos XV y XVI, aunque parece poco cierto, de hecho, lo más probable es que tras la conquista de Mérida (30-VI-713) y el encuentro con Tariq en Talavera, Muza ben Nusayr se dirigiera directamente a Toledo para tomar posesión de los tesoros reales y de los bienes confiscados a las iglesias.
Otra de las leyendas sobre el reinado de Rodrigo, es la que se cuenta relativa a una maldición y que habla sobre una cueva excavada por el héroe griego Hércules. Los reyes visigodos construyeron un palacio que cerraron para que nadie pudiera entrar, cada nuevo rey añadía un nuevo candado o cerradura, hasta que años más tarde llegó Don Rodrigo que no haciendo caso a la leyenda abrió dicho palacio, encontrando en una de sus salas una mesa, supuestamente la mesa de Salomón, y un cofre, que pensando que estaba lleno de joyas lo abrió, sin embargo en su interior solo había un pergamino en el que había dibujos de unos guerreros de piel oscura y turbantes en la cabeza, con una leyenda que decía “Cuando la mano del tirano abra la puerta del palacio y profane su secreto, guerreros como éstos penetrarán en España y se apoderarán del reino” .
En la imagen, retirada de las tropas visigodas en la batalla de Guadalete.
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Posteriormente a la batalla de Guadalete, pese a la insistencia de los hijos de Witiza de recuperar el trono, Tariq, debido a la facilidad de la victoria y a la posibilidad de poder presentarse ante muchos más como libertador que como conquistador, debieron alentar sus pretensiones e impulsarlo a desatender las instrucciones de Musa al confiarle el mando, persiguiendo a los restos del ejército visigodo y propiciando una nueva victoria en Astigi (Écija), mandando un destacamento contra Córdoba y entrando en la capital, Toledo. No vamos a extendernos aquí sobre el fabuloso tesoro real del que se hizo cargo, incluyendo la famosa mesa de Salomón, a la que parece ser que cortó una pata, y por la que fue doblemente reprendido por Musa, pero éste, al contemplar el fabuloso botín, calmó los ánimos no pasando a mayores con su lugarteniente.
Si los partidarios de Witiza (Agila II) podrían tener alguna esperanza de ser restituidos en el trono, ésta acabó desmoronándose al ver que Musa se instalaba en Toledo como un auténtico soberano, enviando al Califa Al-Walid una embajada ratificándole su sumisión con la del territorio conquistado, y acuñando moneda. Triste final para un triste principio. La población hispano-romana, impasible ante los primeros acontecimientos de la invasión, empezó entonces un camino que duraría ocho siglos en recorrer, un camino en muchas ocasiones bañado de sangre, terror y muerte, pero también de pasión y gloria para un pueblo demasiado acostumbrado a sufrir.
Aquí hay un documento en PDF, sobre diversas crónicas de los hechos que dieron origen a la invasión musulmana en España.
http://www.alqantir.com/10.pdf
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