El periodista Francisco Guerrero Vílchez
Recuperamos hoy la memoria de otro carlista granadino ilustre, como lo fue el general Carlos Calderón: D. Francisco Guerrero Vílchez (1853-1941), fundador y director del períodico tradicionalista de Granada La Verdad (1899-1941), veterano de la tercera guerra carlista y caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita.
En sus años mozos peleó por las banderas de Don Carlos en el Norte. En la batalla de Lácar gustó del plomo enemigo por su valentía en el combate, y en ese combate permaneció toda su vida.
Su defensa de la Tradición Española iba pareja a su fervor religioso. Tenía verdadera devoción por el Corpus Christi y por la excelsa Patrona de Granada, la Virgen de las Angustias; devoción que reflejaba en los artículos de su periódico de manera sublime.
En 1936, siendo ya octogenario, alegó no tener más de cuarenta y tantos años para alistarse en la retaguardia del bando nacional, en la milicia ciudadana Españoles Patriotas.
Su temple y su espíritu no decayeron hasta los últimos días de su vida.
El periódico «La Gaceta del Norte» publicaba este artículo con motivo de su fallecimiento a los 88 años, en 1941:
Como una violeta que ignorada de todos, perece al soplo del cierzo en la campiña, ha muerto en Granada, desconocido, el más viejo, probablemente y el más «autártico», desde luego, de los periodistas españoles. El más «autártico», porque a lo largo de su larguísima vida –88 años tenía al morir– tuvo que bastarse a sí mismo a grado tan extraordinario, que él lo era todo en el periódico: director, administrador, cajista, corrector, ajustador, agente de anuncios, empaquetador y… el chico que lleva las cartas al Correo.
Se llamaba Francisco Guerrero Vílchez. Su periódico, «La Verdad».
En 1897
1897. Guerrero Vílchez, veterano de los Ejércitos de Carlos VII, jefe delegado, por egregia disposición de la Comunión Tradicionalista en el Reino de Granada, se propuso crear un órgano de batalla y orientación para la defensa y propaganda de sus Ideales. Y nació «La Verdad». En sus primeros años el nuevo periódico contó con un plantel de fervorosos colaboradores que, al calor de los acontecimientos nacionales (España entera tenía, a la sazón, por cosa muy segura que don Carlos habría de venir para salvar a su Patria de la bancarrota moral y material en que la sumían sus desastres en Ultramar), se arrimaban a Guerrero Vílchez, afanosos de cooperación en la tarea del insigne veterano.
Pero aquel calor no tardó en consumirse; el Rey, adelantándose caballerescamente a toda suspicacia de ambición, anunció en solemne documento que, dadas las circunstancias en España, no solamente no crearía dificultad de ninguna clase a doña Cristina de Habsburgo-Lorena, sino que, si preciso fuera, dispondría que sus Ejércitos se pusieran a las órdenes de la Regente en aras del servicio de la Patria; y… como siempre que una posibilidad soñada se aleja, el círculo de los que la esperaban fue deshinchándose de adheridos ocasionales, pero estrechándose –cada vez más fuertemente– con los leales que lo eran de corazón y no por cálculo, con los insobornables, con los «de siempre y para siempre». Y entre ellos, Francisco Guerrero Vílchez.
Solo
Entonces comenzó la era «autártica» del periodista granadino, que ya no había de terminar sino con su muerte, ocurrida un día de Septiembre de 1941.
Guerrero Vílchez, solo físicamente, pero más acompañado que nunca de la fe en su ideal, se metió en su imprentuca de la calle Nueva del Santísimo y reemprendió su tarea. Él redactaba íntegramente su periódico, vibrante, ágil, repleto de verdad, de acuerdo con su título; zumbón en sus «Disparos»; certero en sus críticas; implacable, como campeón de lo justo, en sus juicios; valiente, intransigente, fervoroso. Él lo componía después. Lo corregía. Lo tiraba. Él iba en busca de los anuncios que cubrieran la tirada –y si no alcanzaban su importe, ¡Dios sobre todo!–. Él, por fin, hacía el «cierre» y cargaba con los paquetes camino de Correos; llevaba el fichero, giraba, cobraba… Los pagos… Los pagos no le quitaban el sueño, porque si alguna vez se quedaba en déficit, con descontarlo de sus medios vitales, el saldo quedaba hecho de un modo por demás sencillo.
Orden del Rey
Pero hasta las más duras peñas se resquebrajan algún día, y Guerrero Vílchez, ya setentón, sintió laxitud en su esfuerzo y desánimo en su soledad. Mas como el periódico –con ser tan suyo como jamás lo fue de nadie periódico alguno– era moralmente de su Ideal, no quiso suspenderlo sin haber dado cuenta de su decisión al Augusto Caudillo de la Comunión Tradicionalista, que lo era, en los tiempos en que esto ocurría, don Jaime de Borbón. Acudió al Rey Guerrero Vílchez y planteó su caso. Don Jaime le escuchó con aquella su innata gentileza que le valió el sobrenombre de «Príncipe Caballero», y cuando el veterano hubo acabado su respetuoso alegato, el Rey, poniéndole familiarmente la mano sobre el hombro, le dijo:
- Tú no puedes hacer eso, Guerrero. Has sido hasta ahora un buen soldado y tu propósito pudiera parecer una deserción. Un soldado no abandona nunca su fusil: muere con él en la mano… ¿Qué me dices?
- Señor: el periódico no morirá mientras yo viva.
Y volvió a su Granada a cumplir la palabra empeñada al Rey.
«La Verdad» ha vivido 44 años. La muerte ha sorprendido a Francisco Guerrero Vílchez justamente cuando daba el último toque a uno de los dos números extraordinarios que lanzaba todos los años en loor de las dos solemnidades más grandes de la vida religiosa de Granada: el Corpus y Nuestra Señora de las Angustias. La última edición de «La Verdad», dedicada a la exaltación de la Excelsa Patrona –la portada del extraordinario reproduce una encantadora tricromía de la Virgen en la advocación de las Angustias– quedaba compuesta y tirada en el momento preciso en que la Señora había decidido llamar al Cielo a su lealísimo devoto. El número ha sido repartido después de la muerte de Guerrero Vílchez, que ha cumplido así con creces la palabra empeñada al Príncipe Caballero: ha hecho más que caer con su fusil; ha caído antes que su fusil.
Otra vez, al servicio de España
Al estallar la guerra de liberación, Guerrero Vílchez conoció el gozo de no sentirse ya solo. De la vieja solera carlista de la Vega de Granada surgió, por pujante generación, el Tercio de Requetés «Nuestra Señora de las Angustias», que dejó en los campos de Andalucía una siembra ubérrima de abnegaciones y de heroísmos.
El veterano tampoco se avino a la inactividad guerrera, y ya que sus piernas, cansadas por un duro caminar de ochenta años, no le permitían montar la guardia, cara al enemigo, en los picos de Sierra Nevada, solicitó con tan insistente fervor un puesto de armas en la retaguardia –aquella gloriosa retaguardia granadina que, en algunos momentos de trágica inquietud, llegó a enlazarse, en tensa vigilia armada, con la vanguardia que defendía la ciudad a unos metros de la Vega– que fue forzoso concedérselo. Y en él probó, una vez más, el acero de su alma, templado en las más duras acciones bélicas de la anterior guerra de liberación. Por su comportamiento ejemplar en ellas y por su labor obstinada en los días de una paz difícil para el Ideal, Francisco Guerrero Vílchez podía ostentar en su pecho las más preciadas insignias de las Ordenes que la Realeza proscripta creó para premiar las virtudes de excepción de sus leales: la de Lácar, la de Somorrostro, la de Montejurra. Y la más alta de todas, reservada al mérito superior de la Legitimidad.
¡Descanse en paz!
ANGEL PUENTE
'La verdad : periódico tradicionalista' - Año XLIII...
Hemerotéca del periódico La Verdad (1899 - 1941)
Reino de Granada
LXXIII Aniversario del periodista D. Francisco Guerrero Vílchez
El 29 de septiembre de 1941 fallecía en Granada, a los 88 años de edad, D. Francisco Guerrero Vílchez, obrero y periodista granadino, fundador del periódico La Verdad, que consagró su larga vida a la defensa de Dios, España y la legitimidad. Fue gran amigo y benefactor de los obreros, para los que dispuso una biblioteca, y por la defensa del ideal tradicionalista hubo de sufrir balazos en los montes de Navarra, puñaladas callejeras, traiciones y hasta un encierro en la cárcel por un artículo que no gustó a los militares: Duro y a la cabeza.
Pese a todas las dificultades, no cejó en su empeño de devolver a España su sagrada tradición. Su periódico, «La Verdad», vivió más de 40 años, hasta el día de su muerte.
«El Pensamiento Navarro» publicaba el siguiente artículo con motivo de su fallecimiento:
Ha muerto en Granada un gran amigo y gran batallador : D. Francisco Guerrero Vílchez, Veterano carlista y Director y propietario del semanario «La Verdad», en el que tanto combatió por nuestros ideales que fueron los suyos, los que él llevó en su sangre, que la dio en su defensa en la última guerra carlista; los que él ha sostenido con tesón y lealtad hasta el mismo momento de morir. Era además Caballero de la Legitimidad Proscripta y lo que se dice un valeroso soldado de la Causa, al que no desanimaron las defecciones, ni las amarguras de la vida, ni las contrariedades, ni las desgracias de familia. Hombre de gran carácter, contra todo luchó con aquel ánimo que aun conservaba de sus tiempos mozos, de cuando peleó por las banderas de Don Carlos en el Norte, en la batalla de Lácar, en la que gustó del plomo enemigo por su valentía en el combate, combate en el que ha permanecido porque su temple y su espíritu no decayeron hasta los últimos días de Septiembre en que quedó enfermo para no levantarse más.
Todos los que militábamos en la Comunión Tradicionalista y tuvimos un puesto en las trincheras de la Prensa, conocimos y amamos con cariño a aquel caballero del Ideal que podía ser padre abuelo de todos nosotros en el periodismo. En los tiempos anodinos en que parecía no pasaba nada, pero que eran los peores, los que fraguaban el mal, en aquellos días en que las gentes vivían alegremente, sin ideales, sin preocupaciones, sin tener en cuenta que la monarquía liberal se desmoronaba y detrás venía el caos, en aquellos tiempos en que los insensatos se reían de nuestros avisos, como en otras épocas se rieron de los de Aparisi y Mella, Guerrero Vílchez, haciendo honor a su apellido y a su espíritu en la hermosa Granada, entre las nieves de la Alpujarra y los hielos de la indiferencia, sostenía el baluarte del tradicionalismo y allí publicaba su semanario que hasta estos momentos ha seguido saliendo llevando en la cabecera el trilema Dios, Patria, Rey, en el que defendía los ideales tradicionales con el mismo garbo y ardor con que los defendió en su juventud en otro terreno. ¿Quién pensaba entonces en aquellas cosas «del absolutismo», como decían los necios? Por eso, los más no le hacían caso y otros se reían diciendo benévolamente: «Cosas de ese simpático, pero arcaico anciano». Sandeces. Él podía exclamar como Donoso cuando no le escuchaban : Ya llegará el día en qué me tocará reír a mí. Y le tocó. Porque vio llorar atolondrados a los que antes se reían; cuando se desplomó lo que ellos no querían creer que se podía hundir, y más tarde vio también desplomarse a la República, a la que tantos otros —que no son conservadores de la constancia— se habían pegado buscando un acomodo. Guerrero Vílchez, desde su baluarte inconmovible, pregonando la verdadera doctrina y anunciando todas las catástrofes que habían de acontecer, contempló todos los derrumbamientos, los cambios pólíticos y las mudanzas en las personas y él siguió adelante, impertérrito en la profesión y defensa de sus ideales, que los estimaba más santos, más verdaderos, cuanto más patente era el fracaso de todo lo demás.
Ha desaparecido aquel caballero de la Causa, aquella fortaleza espiritual que no reconocía barreras que se opusieran al desarrollo de sus doctrinas. Ochenta y ocho años al servicio de un mismo ideario, sin flaquear por el desánimo ni por la tibieza, le habían dado un prestigio y una aureola que podía exhibirla como el mejor blasón. ¿Quién podrá decir otro tanto? Por eso, su venerable persona era respetada en Granada. Era el respeto a una vida larga y ejemplar en el sacrificio, el respeto hacia un gran luchador que podía ofrecer como nadie el ejemplo de una lealtad acrisolada a una misma bandera y a quienes fueron sus Abanderados. Desde los días de su juventud en que combatió a la revolución en los invictos Ejércitos del Rey Carlos, hasta el momento de morir, había sido el mismo y no había cesado de pelear en la misma trinchera. ¿Qué mejor ejecutoria para obtener el respeto y la admiración no sólo de los que pensaban como él, sino de los que habían sido distintos a él, que jamás podrían decir otro tanto?
Se nos va la pluma movida por la vehemencia y el cariño que sentíamos hacia el gran luchador al que no habrá quien le sustituya. Son hombres de otro tiempo, hombres de verdad, caracteres indomables que no debieran faltar, robles de fortaleza espiritual y física que viven largos años, sin caer en la claudicación, para dar ejemplo de consecuencia y de fidelidad. Ya no veremos sus artículos entre los nuestros, que tantas veces los honró dándoles entrada en su brillante hoja de combate, porque don Francisco Guerrero Vílchez, Excelentísimo Señor Caballero de la Legitimidad Proscripta, Veterano Carlista y maestro de periodistas y de luchadores, que toda su vida ha estado en guerra contra la mentira revolucionaria, ha empezado a gozar de la paz eterna. Que Dios se la conceda y que nosotros no olvidemos a aquel gran amigo ni en nuestras oraciones, ni en nuestra vida para ajustarla con arreglo a la suya tan benemérita, tan cristiana, tan tradicionalista.
Reino de Granada: LXXIII Aniversario del periodista D. Francisco Guerrero Vílchez
https://www.facebook.com/CirculoTradicionalistaGranada
Última edición por Rodrigo; 29/09/2014 a las 22:52
Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)
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