Isaac Peral y Caballero
Cartagena, 3 de Junio de 1851 - Berlín, 22 de mayo de 1895.
Su nacimiento quedó inscrito con los nombres de Isaac Tomás José María Segundo, hijo de Juan Manuel Peral, primer condestable de la Artillería, natural de San Fernando y de Isabel Caballero , natural de Cartagena.
Peral es uno de los más grandes inventores de la Región de Murcia. Su tenacidad y sus grandes conocimientos se plasmaron en una utopía para la época: la puesta a flote de un buque submarino, que vendría a paliar las carencias de una Armada anquilosada en el pasado e incapaz de dar respuesta a los conflictos y problemas marítimos que se sucedían día a día y que llevaban consigo la pérdida paulatina del imperio colonial español.
La Marina de Guerra española, que había sufrido un durísimo golpe en Trafalgar, a duras penas pudo recuperar su prestigio en un siglo XIX políticamente turbulento, cargado de revoluciones y de crisis, que hicieron imposible la creación de una Armada Nacional, dotada de buques modernos y tecnológicamente adecuados a las nuevas misiones de las guerras modernas.
Será a finales del siglo XIX, hacia 1885, en el gabinete de Cánovas y ocupando el Ministerio de Marina el almirante Pezuela, cuando la idea del torpedero submarino de Isaac Peral tomará cuerpo, en el contexto de un Plan General de Renovación de la Armada española: el Plan Rodríguez Arias
El cartagenero Isaac Peral vivió su primera existencia rodeado de las escaseces de una familia de suboficial de la Armada y el trasiego de destinos de su padre: Cartagena, San Fernando, Fernando Poo y Cuba, donde murió. Isaac, que iba para contador de la Armada, contradijo la voluntad paterna y desde el principio quiso ingresar en el Cuerpo General de la Armada, el grupo de mando de la Marina, al que iba a ir su hermano mayor, de 1887 que, aparte de sus objetivos estratégicos y navales, pretendía la reactivación de la industria naval española, pese al atraso económico y tecnológico de nuestro país. Pedro.
Forzando la voluntad paterna, Isaac superó las pruebas de acceso e ingresó en el Colegio Naval Militar de San Fernando el 8 de diciembre de 1866, siendo nombrado guardiamarina de segunda clase e iniciando su carrera naval, que le llevó de buque en buque y a través del Mediterráneo y del Atlántico. En 1867, con sólo dieciséis años, se embarcó en la urca Santa María con destino a Manila, doblando el cabo de Buena Esperanza. Peral regresó a España a los dos años para, en la fragata Victoria conducir desde Italia al nuevo rey de España, Amadeo de Saboya, por lo que recibió su primera condecoración: caballero de la Orden de la Corona de Italia. El 21 de enero de 1870 y tras un duro examen, es ascendido a guardiamarina de primera y, a la vez que navegaba por los puertos del Mediterráneo, preparaba su examen para alférez de navío, obteniéndolo el 31 de enero de 1872 y siendo destinado a la goleta Sirena y, más tarde, al vapor Vulcano.
La guerra de Ultramar continuaba en el Atlántico; el gran imperio español se derrumbaba y sólo Cuba y Puerto Rico eran los exponentes de un esplendoroso pasado. En Cuba, donde en 1868 estalló el movimiento independentista de Yara, la doctrina norteamericana Monroe hacía inviable una solución favorable para España, por lo que USA se convertía en enemigo potencial de España, en unos momentos en los que en la península se dilucidaba la guerra Carlista y era inminente el conflicto cantonal. Era muy difícil, por tanto, destinar hombres, recursos y barcos al conflicto antillano, aunque estuviese en juego nuestro prestigio como potencia colonial. El gobierno español sólo podía aspirar a cortar las líneas de aprovisionamiento de los rebeldes cubanos, mediante la vigilancia de las difíciles costas caribeñas, para lo que se destinó una flotilla de buques de pequeña envergadura y construidos en USA.
Al cañonero Dardo fue destinado Isaac Peral como segundo comandante el 23 de noviembre de 1872, destacando en varias acciones de guerra en la zona de Nuevitas, lo que le valió la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo. El 18 de diciembre de 1874, Peral llegó de nuevo a Cádiz, después de haber asistido como testigo al affaire Virginius; y es destinado a la guerra del Norte en la goleta Sirena, participando en el bloqueo y bombardeo de Elanchove y Bermeo. Terminada la guerra, fue destinado como instructor de guardiamarinas a la fragata Blanca y después a la Numancia. Su contacto con la enseñanza naval será decisivo.
En julio de 1876, Peral entra como profesor en la Academia de Ampliación de Estudios de la Armada y al año siguiente contraerá matrimonio con la gaditana Carmen Cencio y Rodríguez. Su estancia en la institución científica y su contacto con otros profesores preocupados por la ciencia y la técnica naval, como José Luis Díaz y Joaquín Ariza, serán decisivos para el futuro de Peral y de su invento. Ya en el campo de la investigación dio muestras de sus conocimientos elaborando una «Teoría de los huracanes», que le valió la Cruz de Primera Clase del Mérito Naval con distintivo blanco.
El 21 de julio de 1880 fue ascendido a teniente de navío, siendo destinado a Cartagena, a la Escuadra de Instrucción, y al año siguiente, a petición propia, es destinado a Filipinas, con el fin de conseguir mejores haberes. La estancia de Peral en el Pacífico transcurre por varios destinos de la Marina, con los mismos objetivos que en Cuba, pero en un territorio desconocido y hostil, que era preciso, además, cartografiarlo. Peral ocupó un cargo burocrático en el destartalado Arsenal de Cavite. Más tarde formó parte de la Comisión Hidrográfica y el 15 de noviembre de 1881 consiguió el mando del cañonero Caviteño, realizando misiones de control, vigilancia y transporte en los mares del sur, hasta que en 1882 regresa de nuevo a España y es destinado a la Academia de Ampliación de la Armada en San Fernando, donde impartirá las asignaturas de Física, Química y Alemán y, tras la reunificación de las Academias de la Armada, Peral se ocupará de la cátedra de Física, gestando aquí su proyecto de buque submarino.
El primer submarino del mundo
La crisis de 1885 entre España y el imperio Alemán, por la posesión de Las Carolinas, acelerará el proyecto, que el 9 de septiembre Peral comunicó a Pezuela, consiguiendo luz verde a los pocos días y una consignación de 5.000 pesetas y los medios técnicos y humanos del Arsenal de La Carraca.
El 5 de marzo de 1887 se iniciaron las pruebas. El buque tendría 61 toneladas de desplazamiento, estaría armado con cuatro torpedos y su coste seria de 301.500 pesetas. Peral ponía en marcha un proyecto que había triunfado en la imaginación de Julio Verne, pero que en la realidad había fracasado en cuantos intentos se habían producido, desde El Tortuga de David Bushell en 1776, al Nautilus de Robert Fulton; desde el Ictíneo I y II de Narciso Monturiol, a los ingenios del español Cosme García, el bávaro Wilhem Bauer o el Plangeur del francés Bugeois, todos con resultados ciertamente negativos. Pero la realidad aconsejaba construir pequeños barcos con suficiente capacidad destructiva para hacer frente a los poderosos acorazados de las grandes potencias mundiales. El Holland y el Narval reunían estos requisitos, pero su operatividad estaba en entredicho.
Peral, por su parte, estudió todos los aspectos del buque, desde el tamaño, donde tuvo especial incidencia el coste económico; la propulsión mediante dos motores de 30 CV, que impulsaban dos hélices gemelas; los mecanismos de inmersión, mediante el denominado «aparato de profundidades», invención de Peral; la respiración; los sistemas de navegación, resolviendo el problema de la brújula en cascos de acero o hierro, y los mecanismos para el combate. Además, Peral también inventó el acumulador eléctrico que lleva su nombre, un varadero de torpedos, premiado con Medalla de Oro en la Exposición Universal de Barcelona, un proyector luminoso y una ametralladora eléctrica, entre otros.
Peral recibió todo el apoyo de las autoridades de Marina y la autorización para adquirir en el extranjero los componentes necesarios, chocando inmediatamente con los integrantes de las Comisiones de la Marina española ubicados en las capitales de las grandes potencias navales e industriales del momento, quienes no vieron bien la autonomía de Peral, al que pusieron toda clase de obstáculos. Pese a todo, los componentes del barco se adquirieron en Inglaterra, Alemania, Francia y Bélgica, con lo que la oposición al submarino se hizo evidente y el adelantarse a las grandes constructoras navales europeas no sentó bien en algunas instancias del Ministerio de Marina, que tenían intereses particulares, hasta el punto de que se mostraron los planos del buque de Peral a ingenieros ingleses y se les permitió visitar el prototipo, pese al carácter reservado y secreto del proyecto.
Era evidente que Peral tendría que luchar no sólo contra los elementos externos, sino también contra algunos departamentos de la Armada española, pero Peral no se arredró, salvó múltiples barreras administrativas, algunos «sabotajes» y el 8 de septiembre de 1888 se botó el prototipo de Peral, creándose opiniones contrapuestas, que tuvieron su reflejo en la prensa, la cual llegó a acusar al inventor de republicano y masón, además de derrochador de los caudales públicos e inventor de un arma mortífera. Peral hizo caso omiso y, defendiéndose de las acusaciones, prosiguió su tarea, recibiendo por igual denuestos y felicitaciones, como la del adinerado indiano Carlos Casado de Alisal, quien le donó 500.000 pesetas para proseguir sus trabajos, con lo que la envidia y la murmuración se multiplicaron, llegándose a acusar al inventor de negociante de oscuros intereses.
Cansado de las calumnias y viendo que el Ministerio de Marina no salía en su defensa, ni invertía la donación en el avance del proyecto, renunció a la misma en noviembre de 1889. Además, tuvo que hacer frente a las críticas de sus antiguos compañeros Ruiz del Arbol, Chacón y Pery, etc., que las plasmaron en artículos en la prestigiosa Revista General de Marina, a la que no tuvo acceso Peral. Sin embargo, recibió los más encendidos elogios del Nobel Echegaray.
Pese a todo, las pruebas del submarino continuaron en Cádiz y con éxito absoluto, lo que llevó a Peral a ser homenajeado en Cartagena, dándole a la calle Mayor su nombre. Tras varias discusiones con la Junta Técnica del Ministerio de Marina, dividida en favor del nuevo buque y de su inventor, se aprobó un extenso y completo programa de pruebas de velocidad, autonomía, navegación y ataque, superadas con éxito por el prototipo submarino, lo que llevó al entusiasmo generalizado en todo el país, a nivel oficial y particular: felicitaciones de la reina regente, del gobierno, de las Cortes, de los Ayuntamientos y de los particulares.
El 7 de Junio de 1890 se disparó por primera vez en la historia un torpedo en inmesión. Fue un Whitehead de 350 mm. disparado por el submarino de Peral, y que se conserva en la Base de Submarinos de Cartagena.
Sin embargo, el almirante Montojo fue una excepción, ya que dudaba del éxito de las pruebas, lo que unido a un expediente de concesión de la Laureada de San Fernando a la tripulación del submarino que había realizado las pruebas - no al inventor -, reabrió la polémica, dirigida por el instructor Víctor Concas y Palau, en otro tiempo secretario de la Comisión de Marina de Londres, que en todo momento se opuso a Peral. Finalmente la Laureada no les fue concedida, si bien recibieron otras condecoraciones de menor importancia, siendo la de Peral inferior a la de la tripulación. Era cierto que se habían detectado algunos fallos en la nave, sobre todo en la propulsión electrónica, por la escasamente desarrollada tecnología de los acumuladores, pese a lo cual el dictamen de la Junta Técnica de la Armada fue favorable, aunque con observaciones críticas de Montojo, Heras, Bermejo y Chacón.
El cambio de gobierno, que llevó de nuevo al Consejo de Ministros a los conservadores de Cánovas y al almirante Berenguer al Ministerio de Marina, supuso un golpe decisivo para hundir el proyecto. Berenguer desautorizó al inventor, que no aceptó las condiciones impuestas por la Armada para construir un segundo prototipo, que resultaba a todas luces improbable.
Cese en la Armada, su vida política y civil, su muerte y recuerdo
Peral, hundido moralmente, desautorizado por la Armada, a la que había dedicado toda su vida, decide el 22 de noviembre de 1890 solicitar la licencia absoluta de la Marina, desligándose de la Armada el 5 de enero de 1891, sin derecho a percibir haberes. Desde la sociedad civil Peral elaboró un manifiesto dirigido al público en general en el que explicaba su proyecto, rebatía las acusaciones y ofrecía su versión, manifiesto que encontró grandes dificultades para su publicación, que tuvo que costear el propio Peral.
Su biógrafo, A. R. Rodríguez González, resalta en su biografía la actividad política de Peral, que fue diputado por el Puerto de Santa María en junio de 1890, arrebatando el escaño al hijo del almirante Berenguer, lo que justificaría su rotunda Oposición al proyecto del cartagenero. Nuevamente en febrero de 1891 se presentó a la reelección, ganando el escaño en las urnas, pero, violentadas éstas, dieron el acta de diputado al hijo de Berenguer. En Otras elecciones posteriores, Peral también probó fortuna, pero ninguno de los dos grandes partidos le apoyó. La independencia del científico no resultaba adecuada para Cánovas y Sagasta.
Desligado de la Marina, fracasado en política, Peral inició una nueva andadura en la vida civil, trabajando como ingeniero para una empresa alemana, pero al poco tiempo creó su propia empresa: el Centro Industrial y de Consultas Electro-Mecánicas, y el 2 de agosto de 1893 fundó la Electra Peral-Zaragoza.
Simultáneamente, Peral desarrollaba un cáncer que galopaba raudo hacia la muerte. En 1895 se trasladó a Berlín para que el célebre cirujano Bergman
Los restos mortales del inventor fueron trasladados a España y enterrado en el cementerio de la Almudena de Madrid, sin que ni siquiera pudiera reposar en el Panteón de Marinos Ilustres. En le extirpase un tumor que tenía en la cabeza. Tras la operación, unas fiebres acabaron con su vida. 1911 fueron trasladados a Cartagena, donde se le erigió un mausoleo. Asimismo, a instancias del pueblo de Cartagena y a través de su alcalde Miguel Tobal Yúfera, se solicitó el traslado de los restos del submarino a la ciudad departamental. En 1951 se realizó un monumento a Peral en Cartagena y, veinte años después, los restos del prototipo se colocaron en la explanada de los Héroes de Cavite y Cuba.
Fuente: http://www.geocities.com/micartagena/peral.htm
Última edición por Lo ferrer; 19/01/2006 a las 17:38
"Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
que ahir abrigava el món,
i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
descoronar son front"
A la Reina de Catalunya
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores