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Tema: Juan Ramírez Bustamante, el hombre más longevo de la historia de Sevilla

  1. #1
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    Juan Ramírez Bustamante, el hombre más longevo de la historia de Sevilla

    Juan Ramírez Bustamante, el hombre más longevo de la historia de Sevilla

    Pepe Barahona







    Murió de accidente y no de viejo pese a los 122 años de vida. Juan Ramírez Bustamante es el hombre más longevo de la historia de Sevilla. Su vida es un relato apasionante de ímpetu, trabajo y un tesón que llegó a impresionar al rey Felipe IV. Sus restos descansan en la Capilla Sacramental de la Iglesia de San Lorenzo.
    Ni los piratas a quienes se enfrentó por medio mundo, ni las tempestades, enfermedades y el hambre que sufrió en alta mar, ni las prostitutas y truhanes a quienes atendía en las frías y húmedas paredes de la parroquia de San Lorenzo. A Juan Ramírez Bustamante lo mató un traspiés. Un peldaño mal fijado. Un accidente menor, pero que a la edad de 122 años fue mortal para el hombre más longevo que conoció Sevilla.
    Su andadura empieza en el año 1556, según lo atestiguan los anales escritos por el historiador Ortiz de Zúñiga más de cien años después. Nacido en una familia hidalga, se hizo piloto y se enroló en un sinfín de expediciones a lo largo del Nuevo Mundo. Frío, hambre, enfermedades, piratas… a quienes plantó cara en un claro gesto de su personalidad aventurera.
    Su título de piloto mayor de la Carrera de Indias, que otorgaba seis meses de descanso por cada año trabajado, le dio la posibilidad de finalizar su actividad a los sesenta años. Juan Ramírez Bustamante regresó a su ciudad natal para tomar a una sevillana por esposa. De quien enviudó. A lo largo de sus 121 años contrajo matrimonio cinco veces y su prole sobrepasaba el medio centenar entre legítimos e ilegítimos.
    Sus viajes a lo largo del mundo dotaron a Juan Ramírez Bustamante de vastos conocimientos, que puso al servicio de los alumnos de la Universidad de Mareantes, situada en la calle Betis, donde impartió Matemáticas y Astronomía durante 25 años más.
    Ya de avanzada edad, la sed de conocimientos seguía latente en el longevo sevillano. Textos bíblicos, topografía… lecturas que animaron a Juan Ramírez Bustamante a ingresar en la carrera de sacerdote ya a los 99 años. Cumplimentada la formación y ordenado ya sacerdote, la sorpresa del arzobispo de Sevilla, por aquel entonces Fray Pedro de Tapia, fue mayúscula al tener conocimiento de que el sacerdote centenario quería ejercer en una parroquia donde abundara la necesidad.
    El no del arzobispo, que justificaba su decisión en la avanzada edad del solicitante, no bastó para calmar las ganas de trabajar de Juan Ramírez Bustamante, que se dirigió al rey Felipe IV a través de una carta en la que instaba al monarca a interceder. Impresionados por el currículo del sacerdote, el rey instó al Fray Pedro de Tapia a dar un destino al incansable sacerdote.
    Así fue como Juan Ramírez Bustamante llegó a la parroquia de San Lorenzo, donde se topó con una difícil feligresía entre las que se contaban prostitutas y maleantes de todo tipo. Pero ni estos ni el frío y las humedades del templo sevillano doblegaron el espíritu del sacerdote, donde desempeñó sus obligaciones durante 22 años más, momento no pudo esquivar a la muerte.
    Su fin llegó de forma accidental mientras que este circulaba por una pasarela que cruzan la actual calle Jesús del Gran Poder, otrora Las Palmas. Uno de los peldaños cedió y se precipitó contra el suelo. Desde su nacimiento en 1556 a 1678 pasaron 122 años, lo que hacen de Juan Ramírez Bustamante el sevillano más longevo de la historia. Sus restos descansan en la capilla sacramental de la iglesia de San Lorenzo.

    http://sevillaciudad.sevilla.abc.es/...ia-de-sevilla/

  2. #2
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    Re: Juan Ramírez Bustamante, el hombre más longevo de la historia de Sevilla

    COPIA DE LA FE DE ENTIERRO DEL FAMOSO DON JUAN RAMÍREZ DE ARELLANO Y BUSTAMANTE, MARINO Y SACERDOTE QUE MURIÓ A LOS 129 AÑOS DE EDAD, HABIENDO VIVIDO SORPRENDENTES AVENTURAS



    Don Juan Ramírez de Arellano es, sin duda, uno de los personajes más insólitos que ha tenido Sevilla. Marino, descubridor, aventurero, no resignándose a la vejez, después de ser jubilado de la Marina, empezó nueva vida de matemático y profesor, y todavía muchos años después, inició una tercera vida como sacerdote, alcanzando la edad de 129 años, en plenitud de sus facultades y ejerciendo su ministerio.


    La copia de su Fe de Entierro en la Parroquia de San Lorenzo, que tomamos de una certificación del año 1822, con nota de la Escribanía Pública en la que estaba su testamento, dice así:



    "COPIA DE LA FEE DE ENTIERRO DE DON JUAN RAMIREZ DE ARELLANO BUSTAMANTE EN LA PARROQUIA DE SAN LORENZO.-- CERTIFICO Yo el Dr. Dn. Francisco Blanco de Leyba, Cura más antiguo y Colector de esta Yglesia del Sr. San Lorenzo de esta Ciudad de Sevilla, qe en uno de los Libros de Entierros que hay en ella, qe empieza en el año de 1664 por Julio y acava en el año de 1681 por Septbre, está una partida al folio 20, del tenor siguiente:


    "En 10 días del mes de Octubre de 1678: Los Beneficiados de esta Yglesia enterramos en ella en la Bóbeda de los Sres. Sacerdotes, el cuerpo defunto del Lizenciado Don Juan Ramírez de Arellano Bustamente Calderón de la Barca, Capellan de esta Yglesia, que actualmente servía el Coro y Altar Mayor, y decía todos los días misas en ella. Era de edad de 129 años, hizo testamento ante Josef Ortiz Castelar, Escribano Público de esta Ciudad (NOTA DEL MISMO MANUSCRITO: Escribanía Pública nº11, que este año de 1822 ejerce Don Antonio Hermoso), del Número, y después hizo Codicilo ante Miguel Grancisco del Portillo, asimismo Escribano Público del Número. Díjose Misa de Cuerpo Presente, díxela Yo Dr. Felipe Cabiedes y porque es digno de reparo y maravilla las cosas que en el discurso de su vida le subcedieon diré algunas de las más especiales:


    "Fué Dn. Juan Ramírez de Arellano, Casado cinco vezes. En el primer matrimonio con Doña Lucrecia de Aguilar hija de Gaspar Rodríguez de Aguilar, y de Doña Francisca Figueroa Laso de la Vega. Segundo con Doña Ángela Bernabela de Zamora, viuda. Tercero con Doña María Aranco, viuda; Quarto con Doña Violante de Estrada y Quesada, y Quinto con Doña Beatriz de Obregón y Armenta. Tuvo de estos matrimonios 42 hijos lexítimos, y en dicho tiempo hubo 9 bastardos, que son 51.


    "Fué de venerable persona, y muy capaz, pues cuando murió estaba componiendo un libro de Alabanzas de María, en octavas, sonetos y canciones, y de edad de 46 años compuso otro de diferentes asuntos.


    "Fué Alguacil Mayor de esta Ciudad y de este Arzobispado en el tiempo del Sr. Don Luis Fernández de Córdova, Arzobispo de nuestra Ciudad.


    "Navegó muchos años, sabía siete lenguas. Fué Mayordomo del Convento de Sra. Santa Ana. Fué Escribano de Cámara de la Real Audiencia de esta Ciudad; Escribano del Real Acuerdo; Fué Secretario de la Contratación. Fué Notario Mayor de la Religión de San Juan (quiere decir de la Orden de San Juan de Jerusalén, llamada también Orden de Malta), de Sevilla, Tocina y Alcolea, y Mayordomo de Santa Ysabel de la misma Orden.


    "Se ordenó de sacerdote a los 99 años y celebró misa hasta el fin de sus días. Murió de una caída que dio en las Pasaderas del Colegio de San Francisco de Paula de esta Ciudad. (Estas pasaderas eran una especie de puente aéreo que unía el actual templo de los jesuitas en la calle Jesús del Gran Poder con el colegio de San Francisco de Paula que estaba en la acera de enfrente, y por donde se podía pasar desde el colegio al coro de la iglesia sin salir por la calle en días de lluvia).


    "Pudiera poblarse un pueblo de más de 300 vezinos con su familia y descendientes.


    "Por ser verdad lo firmé: Antonio Subiran. M.C.Y. P.A.


    "CONCUERDA CON SU ORIGINAL, que por ahora queda en el Archivo de esta Yglesia a que me refiero, y para que conste donde convenga doy la presente en la citada Yglesia de San Lorenzo en 30 de Enero de 1771 años. Firmado: Don Francisco Blanco Leyba."




    Por nuestra parte y aunque la partida de enterramiento no alude a ello, completaremos la biografía del personaje diciendo que según Guichot en su Historia de Sevilla y según otros autores, entre ellos doña Amantina Cobos de Villalobos, el famoso don Juan Ramírez de Arellano y Bustamante, fue de profesión marino, llegando a alcanzar el grado de Piloto Mayor de la Carrera de Indias. A su jubilación fue profesor de cosmología y matemáticas del Colegio de San Telmo para Pilotos, en Sevilla. En su tiempo de navegación recorrió todos los mares, y participó en descubrimientos en el Nuevo Mundo, y hablaba siete lenguas de indios. Los cargos de Notario Mayor de la Contratación y Escribano de la Real Audiencia son de su época de marino jubilado. A los 92 años solicitó ser ordenado sacerdote, y por su avanzada edad le dieron largas, hasta que a los 99 años y vista su perseverancia le ordenaron sacerdote, figurando como capellán de San Lorenzo nada menos que con 121 años. Sobre su vida hay un capítulo en nuestro libro Leyendas y tradiciones sevillanas, con el título de El matusalén sevillano.






    Tomado de Curiosidades históricas de Sevilla, de José María de Mena, publicado por Rodríguez Castillejo. Sevilla 1989

  3. #3
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    Re: Juan Ramírez Bustamante, el hombre más longevo de la historia de Sevilla

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Sobre su vida hay un capítulo en nuestro libro "Leyendas y tradiciones sevillanas", con el título de "El matusalén sevillano".

    Como también tengo este libro del mismo autor, otro día publicaré el mencionado capítulo.

  4. #4
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    Re: Juan Ramírez Bustamante, el hombre más longevo de la historia de Sevilla

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    El matusalén sevillano


    En los años de 1550, aproximadamente, había nacido en Sevilla, de familia hidalga, aunque modesta, don Juan Ramírez de Bustamante, el cual deseoso de mejorar su fortuna, de vivir aventuras, y de alcanzar la fama, se embarcó para Indias, como solían hacerlo en aquel tiempo los jóvenes animosos y hambrientos de gloria.

    Se hizo piloto de la Carrera de Indias, y participó no solamente en los célebres "convoyes de la plata" que venían desde Veracruz a Sevilla con los galeones cargados de metales preciosos, y defendiéndose contra tempestades, y contra filibusteros, piratas holandeses y corsarios ingleses, sino que también tuvo ocasión de formar parte de alguna de las heroicas expediciones que descubrieron para el mundo civilizado islas ignoradas, archipiélagos inimaginables, en los mares de Oriente, allá por las Carolinas, las Palaos, las Molucas, y frente a las costas de Sumatra, Borneo, Java y la Sonda.

    Fue, pues, don Juan Ramírez Bustamante uno de los más afortunados semidioses del Siglo de Oro español, a quien cupo la fortuna de vivir plenamente las aventuras, los viajes, los peligros y la gloria.

    No obstante, como incluso la aventura y la gloria cansan, acabó por retirarse de los viajes de exploración y conquista, y se ajustó a una vida más moderada, consiguiendo el cargo de piloto mayor de la Carrera de Indias, con el que se podía disfrutar de un año de navegación y seis meses de puerto, a las órdenes de la Casa de Contratación de Sevilla. En este tiempo, tendría él alrededor de los cuarenta años de edad, se casó, enviudó, volvió a casar y volvió a enviudar, porque en aquel entonces las mujeres morían con gran facilidad de los achaques del parto y del sobreparto.

    En resumen, nuestro don Juan Ramírez de Bustamante, en sus diferentes matrimonios, llegó a juntar una prole de cuarenta y dos hijos legítimos, y por aquello de que no era un santo, y las costumbres de la época lo toleraban, allegó otros nueve de los llamados "de ganancia" o "habidos en buena lid". En total cincuenta y un hijos que por ley, o por dispensación, llevaron sus apellidos.

    A los sesenta años don Juan Ramírez Bustamante abandonó el mar, y se dedicó en Sevilla a la enseñanza de las Matemáticas y la Astronomía en la Escuela de Mareantes. Así estuvo durante algunos años más, hasta los ochenta y cinco.

    Decidió entonces jubilarse de la enseñanza, pero no siendo de condición perezoso, arbitró otra actividad en que entretener su tiempo, y fue ésta la de realizar dibujos topográficos, entretenimiento que alternó con la lectura de libros bíblicos y obras de los Santos Padres de la Iglesia. De resultas de cuyas lecturas, a los noventa y dos años, decidió empezar a estudiar la carrera de sacerdote, carrera que había implantado poco antes el Concilio de Trento. Así pues, a los noventa y dos años se hizo seminarista, y curso por curso, y sus cuatro de Humanidades y sus tres de Teología, y consiguió ordenarse sacerdote a los noventa y nueve años de edad.

    Y el día siguiente de recibir las sagradas órdenes, acudió a temprana hora al palacio arzobispal y pidió ver a Su Ilustrísima.

    Cuando el prelado le recibió, don Juan Ramírez Bustamante, tras hacerle una modesta y humilde reverencia, le dijo:

    --Ea, señor arzobispo; ya he terminado mis estudios y me he ordenado. Ya tiene usted un nuevo pastor dispuesto a atender a la cura de almas. ASí que he venido a pedirle que me destine a algún curato en donde pueda ejercer mi ministerio.

    Sorprendióse el prelado, y arguyó:

    --Pero, ¿con noventa y nueve años de edad, quiere un ejercicio tan trabajoso? Mejor será que limitéis vuestra actividad a decir la misa matinal y rezar por los pecadores.

    --No, Ilustrísima. Si me he hecho cura, ha sido para ejercer el ministerio.

    Todo aquel año estuvo don Juan Ramírez Bustamante solicitando un curato, y todo el año el prelado se lo negó con parecidos argumentos. Hasta que don Juan Ramírez, cansado de esperar, y hasta picado en su amor propio, decidió acudir a remedios heroicos, que fueron dirigir un escrito a la propia secretaría de Su Majestad el rey don Felipe IV, y pedir que en reconocimiento de los muchos méritos que había alcanzado como marino, como soldado, vencedor de piratas, descubridor de mares y maestre de navegantes, se le hiciera merced de una plaza de capellán en la Real Armada de Indias. Causó asombro en la Corte atl petición, suscrita por un anciano de noventa y nueve años, que tenía tan brillante hoja de servicios, y el rey, no queriendo meter a don Juan Ramírez Bustamante en nuevas aventuras peligrosas cuando iba a cumplir cien años, pero sintiéndose obligado a atenderle, optó por escribir una carta al arzobispo de Sevilla, carta en la que aludiendo a los innumerables servicios prestados a la patria y a la corona por el ilustr cura, decía su católica majestad: "Que por espacio de más de sesenta y cinco años fue piloto y capitán de nuestra Armada, en las flotas de la Carrera de Indias y de la Mar Océana, y recorrió los siete mares, y participó en muchas batallas, y habla muchas lenguas de indios..."

    El arzobispo, ante la petición que le dirigía nada menos que el Rey, no tuvo más remedio que ceder, y llamó a don Juan Ramírez Bustamante a palacio.

    --Por deseo expreso de Su Majestad, he cedido a encomendaros una misión pastoral. ¿Qué ejercicio queréis?

    --Deseo una parroquia, ilustrísimo señor.

    --Pero ¿sabéis el trabajo que significa una parroquia? ¿No sería mejor una capellanía, o incluso una canonjía, que es cosa de más brillo y autoridad?

    --No, señor obispo. Deseo una parroquia en donde dirigir espiritualmente a mis feligreses. Y si me permitís señalarla, os diré que en Sevilla hay una parroquia vacante que es la que deseo.

    --¿Cuál?

    --La de San Lorenzo, que está administrada en estos momentos por los frailes de San Antonio de Padua por falta de párroco.

    --¡Pero por Dios, don Juan! ¿Cómo os voy a meter en una parroquia donde viven los feligreses más difíciles de gobernar de toda Sevilla, los caldereros de Santa Clara, los curtidores de la calle Curtidurías, los azacanes de la Puerta de San Juan, los pescadores de la calle Pescadores, los tahúres de las bodegas y casas de juego del Husillo Real, y los mil pícaros que deambulan por la Alameda y sus alrededores?

    --Pues esa parroquia tan difícil quiero.

    Y don Juan Ramírez Bustamante consiguió al fin la parroquia que deseaba. Aquel mismo día en que tomó posesión cumplía los noventa y nueve años y medio.

    El obispo comentó con su secretario de cámara:

    --Bien, ya hemos satisfecho a ese pobre viejo su afán de ser párroco. Poco le va a durar, porque con la que tiene el pobrecillo, en cuanto vengan los fríos de diciembre, en la parroquia de San Lorenzo, con las paredes tan húmedas, dos puertas enfrentadas y una sacristía de techos altísimos, el pobre se nos va a morir de pulmonía por su tozudez.

    --Como se nos murió el anterior, de una fluxión de pecho, sí señor --asintió el secretario.

    Pues no; no se murió de pulmonía don Juan Ramírez Bustamante. Ni aquel, ni el siguiente, ni el otro, ni el otro. ¡Veintidós años rigió con firme pulso la parroquia de San Lorenzo de Sevilla! Veintidós años, que ni antes los había alcanzado ningún párroco, ni después los ha igualado nadie hasta nuestros días. Don Juan Ramírez Bustamante, que fue marino sesenta y cinco años, y profesor de Astronomía Náutica veinte, alcanzó a vivir otra vida entera, de veintidós años de párroco.

    Y no se murió, sino que se mató. Cierto día que había llovido torrencialmente, y hubo de cruzar lo que se llamaban "las pasarelas de San Francisco de Paula", que eran unas escalerillas que cruzaban la calle de las Palmas, hoy calle Jesús del Gran Poder, a la altura del entonces colegio de San Francisco de Paula, que hoy en la iglesia de los padres jesuitas.

    Y ni siquiera sufrió un vahído ni un mareo. Simplemente, con su peso, que era de hombre de buen comer y beber, se rompió uno de los peldaños de la escalera, y cayó de mala manera al suelo, donde se desnucó.

    Acababa de cumplir los ciento veintiún años, cuando se malogró de esta manera. En la iglesia de San Lorenzo está enterrado, y hasta hace poco tiempo se podía leer sobre su tumba la lápida en que constaban su vida y milagros. Todavía, en el libro de difuntos de la parroquia correspondiente a la segunda mitad del siglo XVII, existe una extensa partida de defunción en la que consta por detalle su vida, sus aventuras y servicios, y el tiempo de ministerio sacerdotal de este hombre singular, don Juan Ramírez Bustamante, a quien sin disputa podemos llamar el matusalén sevillano.


    (José María de Mena, Tradiciones y leyendas sevillanas, Plaza y Janés, Barcelona 1989)
    carloncho_GQ dio el Víctor.

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