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Tema: D. Claudio López, Marqués de Comillas (1853-1925), "limosnero mayor de España"

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    D. Claudio López, Marqués de Comillas (1853-1925), "limosnero mayor de España"

    El 15 de noviembre de 1948 se entregaban en Roma a la Sagrada Congregación de Ritos los procesos diocesanos practicados en España, en orden a conseguir del Sumo Pontífice la beatificación del segundo marqués de Comillas, al que ya en vida se llamó «el Santo laico» y «el Marqués humilde de la caridad».

    La impresión producida en Roma fue excelente. Tal vez no esté lejano el día en que tengamos la dicha de contemplar elevado al honor de los altares a tan egregio representante del catolicismo español.

    Caso singularísimo por la calidad de la persona de quien se trata, como personaje de la nobleza, del negocio, de la familia y de la Acción Social; caso extraordinario por ser él, ejemplar acabado del caballero, del patriota y del cristiano, hace del marqués de Comillas el modelo más aleccionador de cuantos pudieran ofrecerse a la veneración del mundo moderno.

    En la carta postulatoria, que reproducimos a continuación, se suplica se acelere el día de ser ensalzado a los altares el Siervo de Dios, D. Claudio López Brú.

    «Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español, humildemente postrado a los pies de Vuestra Santidad, con la mayor reverencia expone lo que sigue:
    El día 14 de mayo del pasado se cumplió el primer centenario del nacimiento del siervo de Dios Claudio López Brú, segundo marqués de Comillas, varón excepcional por muchos conceptos, hijo sumiso y amante y generoso bienhechor de la Iglesia Católica y del Sumo Pontífice.

    Frutos de su magnanimidad y de su largueza son, entre otras fundaciones, el espléndido edificio del Seminario y Universidad de Comillas, por él levantado para ser plantel de selectos sacerdotes para España y la América hispana, del cual el mismo fundador hizo generosa donación en título de propiedad a Su Santidad León XIII para alojar el Seminario y la Universidad Pontificios.

    Proclama igualmente su magnificencia la Peregrinación Obrera de 1894, en la que llevó a los pies del mismo León XIII cerca de 18.000 obreros, presididos por 24 Prelados, como homenaje al Papa de los obreros al celebrarse el quincuagésimo aniversario de su sacerdocio; y, en fin, su generoso proceder con ocasión del terrible terremoto que, en 1903, asoló la ciudad de Mesina.

    Fue el marqués de Comillas el fundador de la Acción Católica en España y su primer presidente durante veinticinco años, hasta su muerte, trabajando con increíble constancia y costosísimos sacrificios pecuniarios, y consiguió notables triunfos en sus luchas para abolir leyes impías en materia de educación y sobre los derechos de las Ordenes religiosas.
    Las misiones españolas de Marruecos y el golfo de Guinea le tuvieron por su más benemérito patrono.

    Al apostolado social dedicó la principal actividad de su vida en fidelidad a una resolución aprobada y bendecida por el mismo Sumo Pontífice en la peregrinación obrera. Entre las instituciones sociales [4] que él fundó destacan los Círculos católicos de obreros y el benemérito Banco Popular de León XIII. A él deben, en gran parte, su origen las primeras leyes sociales de España. Mucho antes que el Estado las promulgase, ya las tenía él implantadas en sus empresas, siendo en todas estas el ejemplar del patrono católico, que procedía siempre al dictado de las Encíclicas Pontificias y de las enseñanzas episcopales.

    En premio a sus egregios servicios, Papas y Reyes le concedieron excelsos títulos nobiliarios y las más altas condecoraciones. León XIII le honró con los títulos de Caballero de San Gregorio Magno y de la Orden Suprema de Cristo; Pío X, con las insignias de Caballero de la Espuela de Oro. Los monarcas españoles llegaron a otorgarle el más encumbrado de los honores, el Toisón de Oro. Varón humildísimo, en medio de todas las grandezas, jamás pretendió uno solo de estos honores y rechazó muchos otros.

    Las riquezas. que afluyeron a sus arcas con asombrosa abundancia, jamás se le pegaron al corazón. «Yo sólo las quiero –confesó una vez– para bien de la Iglesia y de la Patria; no perdería la paz aunque las perdiese todas.»
    Su santa vida fue coronada con la muerte preciosa de los bienaventurados.

    En el Año Santo de 1925, Vuestro Augusto predecesor, Pío XI, de santa memoria, ante más de 200 profesores y alumnos de la Universidad de Comillas, pronunció un magnífico elogio de la santidad del recién difunto marqués de Comillas: «A quien tuvimos –dijo– la suerte de ver y de oírle y hablarle; y conocerle, como era fácil, aquella su piedad, que tan claramente se traslucía en sus palabras y en todo su aspecto, no solamente bueno y piadoso, sino tan alta y místicamente virtuoso que respiraba santidad...»

    Esta fama de santidad prosiguió y prosigue hoy, siendo muchos los que le invocan para conseguir por su intercesión favores del cielo, atribuyéndosele curaciones prodigiosas y otras gracias extraordinarias.
    Una vez que ha sido terminado el proceso diocesano para su beatificación, Nos, como Jefe de la nación española, a quien cupo la dicha de engendrar un hijo tan esclarecido, nos consideramos en el deber de secundar los anhelos de tantos españoles que ansían venerar pronto en los altares al siervo de Dios, y elevamos humildes súplicas a Vuestra Santidad para que se digne acelerar el día feliz en que las insignes virtudes que en vida de él admiramos, resplandezcan con nuevo fulgor aureoladas con la gloria de la Beatificación.

    Esperando ver cumplidos estos ardientes deseos de la nación y nuestros, besamos con el mayor acatamiento y la más profunda reverencia los Augustos Pies de Vuestra Santidad.

    Dado en el Pardo, a 16 de febrero de 1954. Firmado: Francisco Franco.»



    El Marqués de Comillas / Berta Pensado / Temas españoles 83 / Madrid 1954
    Última edición por ALACRAN; 12/05/2016 a las 12:57
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: D. Claudio López, Marqués de Comillas (1853-1925), "limosnero mayor de España"

    «Limosnero mayor de España»

    En artículo necrológico publicado el 20 de abril de 1925 en El Siglo Futuro, se le llamaba «el limosnero mayor de España en el pasado y en el presente siglo».

    Es ésta la faceta quizás más conocida del marqués de Comillas, sin duda por ser esa cualidad la que mayor número de personas han palpado y agradecido. Precisamente, uno de los fundamentos para encarecer su fortuna y atribuirle millones sin cuento, radicaba en los centenares de miles de duros que cada año empleaba en remediar necesidades privadas y en fomentar y sostener obras de pública beneficencia. Era natural, pues don Claudio repartía, no un tanto por ciento de sus rentas, sino todas ellas, descontados los gastos, bien exiguos por cierto, en su posición y casa.

    Pensiones perpetuas o por largos años, algunas de bastantes miles de pesetas anuales; socorros esporádicos para salvar de inminente ruina a familias, otrora bien acomodadas; organizaciones de caridad dirigidas o alentadas por sus capellanes; obras de beneficencia al por mayor; suscripciones periódicas u ocasionales; limosnas manuales... He ahí las puertas por donde salían los réditos de su cuantiosa fortuna.

    Resulta tarea imposible hacer un recuento, siquiera aproximado, de caridad tan inagotable. Inútil buscar entre sus papeles cifras del dinero repartido. No gastaba el tiempo en anotarlas. Dejaba ese cuidado a Dios, porque entendía y practicaba a la letra el consejo evangélico de ocultar a la mano izquierda aquello que hiciese la derecha. Pero sí pueden consignarse algunos datos que han referido sobre este particular sus limosneros.

    Su capellán Verdaguer tenía carta blanca para socorrer cuantas necesidades conociese, y lo hizo en cantidades que sobrepasaron el millón y medio de pesetas{**}. Por medio del señor Vilaseca, capellán mayor de la Trasatlántica, repartía varios miles todos los meses. Por la de otro de sus agentes, treinta mil duros cada año.

    Aparte de esto, la Beneficencia de Barcelona le salía anualmente al marqués por centenares de miles de duros, pudiéndose afirmar otro tanto de Madrid. En esta capital únicamente, durante 1924, entregó para pobres vergonzantes, a través de uno de sus confidentes, doscientas cincuenta mil pesetas.

    De ochenta a noventa cartas personales que recibía diariamente, la mitad eran –afirma su secretario Cabañas– de petición. [9] Poquísimas, o ninguna, quedaban sin respuesta. Y que no le dijese su administrador que el presupuesto de sus limosnas no daba para tanto. Con plácida sonrisa le contestaba el marqués: «No me había fijado en que tiene usted demasiado trabajo para su edad, y esto de las limosnas es complicado. Ya le enviaré quien se encargue de esa sección.»

    No era, sin embargo, nada de esto lo que caracterizaba el corazón del marqués. Sobre todas esas dotes brillaba la delicada atención de un silencio absoluto. No le bastaba ser misericordioso en el sentir, ni aun en la dádiva misma.
    Supo el marqués de Valdeiglesias una quiebra fulminante, de las que no sufren espera. Sólo Comillas podía remediarla. Lo busca, le cuenta el apuro. Don Claudio oye, sin inmutarse, abre el cajón y le da un billete de cien pesetas. Valdeiglesias salió descorazonado. Aquello no servía ni para empezar. A la mañana siguiente, al visitar a la familia socorrida, la encuentra regocijada. Un señor, a quien no conocían, se les había ofrecido para remediar su angustiosa situación.

    De estos casos, infinitos pudieran contarse. Así extremaba el marqués sus delicadezas hasta en el modo de dar. No ignoraba que la limosna, para quien la recibe, tiene no sé qué de humillante y vergonzosa. Y ahí estaba su ingeniosa caridad buscando siempre un secreto camino por donde dirigir el remedio. Varón singular, exquisito y ejemplarísimo, dio la limosna en la medida evangélica: colmada, llena, rebosante; pero encerrada la ofrenda en el cofre, asimismo evangélico, de la modestia más encantadora, que quiere olvidarse de lo que da, y que se ruboriza cuando la gratitud le recuerda lo mucho que ha dado.


    El Marqués de Comillas / Berta Pensado / Temas españoles 83 / Madrid 1954
    Última edición por ALACRAN; 12/05/2016 a las 13:08
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: D. Claudio López, Marqués de Comillas (1853-1925), "limosnero mayor de España"

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    El amor del Marqués a la Patria

    Todavía caliente el cuerpo exangüe del marqués de Comillas, ponía la Prensa en labios de un ex presidente del Consejo de Ministros, señor Sánchez Guerra, estas palabras: «Lo que España le debe aún no se sabe ni quizás no se sabrá nunca. Nosotros, los que hemos gobernado, sí. Lo que ha propugnado, lo que ha ayudado, lo que ha evitado... eso lo sabemos nosotros.»

    Y en iguales o parecidas manifestaciones abundaron cuantos habían podido calibrar lo que en la vida del marqués representaba su amor a la Patria. «Ornamento de España», le llamó el Papa por su secretario de Estado; «español del siglo de oro que tenía tan alta idea de la Patria como San Fernando o los Reyes Católicos», el Nuncio Monseñor Tedeschini; y la Infanta Paz, «retrato de los caballeros españoles, que admiramos en las leyendas».

    Es verdad. Servir a España y servir al Rey, fue su vida toda. En sus numerosas empresas, en su conducta sin tacha, brilla deslumbrante el carácter nacional. Para España y para el Rey son su persona, su dinero y su capacidad como hombre de negocios. La dignidad de la Patria, su sueño de grandeza.

    Cuando el Monarca, nublado por la tristeza del semblante, veía desde su palacio desfilar los restos del amigo fiel, del prudente consejero, del vasallo rendido, del servidor desinteresado, contemplaría también que España entera se posaba tristemente sobre el féretro, para seguirle, plegadas las alas, hasta el panteón. ¿Qué extraño que al manifestar su pésame a la marquesa, el Monarca se expresara en estos términos: «Tú has perdido un esposo modelo; nosotros y España hemos perdido más que tú»?

    No fue político; pero por España se metía en la política, que a sus gustos personales más bien repugnaba, y pocos españoles habrá que hayan realizado desde fuera una labor política tan eficaz e intensa como la realizada por él, estimulando cuanto fuera actuación ciudadana en todo lo que cabía dentro de su esfera de acción.

    No fue diputado, ni senador{****}, ni ministro, aunque pudo serlo todo; pero por España supo ser lo que vale más que todo eso: un español en grado excelso, siempre en la brecha para mirar por la independencia patria, para ser en días azarosos el sostén de la Monarquía y para hacer de su flota el heraldo de la Patria a través de los anchurosos caminos de la mar.

    Por patriotismo consideraba como suyo cuanto pudiera contribuir al bienestar y a la grandeza de España, aun a costa de sus propios intereses. Por eso, cuando en días de mundial perturbación otras empresas se aprovecharon de ella para realizar pingües ganancias, y otros barcos comerciaban con la guerra o pasaban bajo pabellón extranjero, la bandera de los barcos de Comillas, con un gesto de patriotismo y de hidalguía y de elegancia supremas, seguían recorriendo sus rutas de siempre, paseando por los mares y por nuestras antiguas colonias el amor a España y a la paz cristiana. Así pudo llegar a ser el culto viviente de las glorias y tradiciones nacionales, el amor de la patria chica engarzado en la Patria grande, y hecho centro de la Raza, concentrando el pasado, engrandeciendo el presente y [14] organizando espléndido y magnífico su porvenir.

    Su alma, nido de grandes ideales, pensó siempre en una España excelsa; pensó en una España que continuara siendo madre de grandes naciones allende los mares; pensó en una Corte de España que superara a todas las del mundo, en Madrid-Toledo unidas en una sola ciudad, que reuniera las glorias de los pasados siglos, los monumentos de sublime arte y las grandes avenidas de las modernas metrópolis.

    Y, ante todo, ¿qué concepto tenía de la Patria? Para él España, la Monarquía y la Iglesia, eran una trilogía de amores; mejor dicho, eran el mismo amor, la misma semilla que, prendiendo en su corazón, se dividió al brotar en las diversas ramas de su actividad y apostolado.

    No entendía por patriotismo ese cosmopolitismo igualitario, que borra las fronteras y extiende sobre todos el nivel del polvo y de la estepa, o ese materialismo geográfico que solamente admira la onda del río o la espiga de la era, o el cielo que iluminó nuestra primera sonrisa. Para él España era el solar ibérico, tejido con alegría comunes y comunes desventuras; cruzado por la rica malla de nuestra historia, amasado con sacrificios y premiado por la mano de Dios con larga recompensa; dilatado sobre las espumas de las olas en pueblos inmensos, que hablan nuestra lengua y viven de nuestra civilización, y fecundado por una religión divina, que nos cogió de los brazos ensangrentados de Roma y nos infundió generosamente hálitos de inmortalidad y de vida.

    Esta era la España del marqués de Comillas, la España ardientemente católica, sin mutilaciones ni distingos; la España que iluminó al mundo con los resplandores de su ciencia; la España que él amó y veneró y engrandeció con todos los actos de su vida.
    Este amor patrio lo demostraba el marqués no con declamaciones oratorias, sino con hechos, con todos los hechos de su vida, consagrada a España como a una madre a quien profundamente se ama y se venera, lo mismo en ocasiones solemnes como en la callada oscuridad de la vida ordinaria, cuando daba su nombre y cuando trabajaba con hilos sutiles que apenas si rozan al mezclar la urdimbre.

    El Marqués de Comillas / Berta Pensado / Temas españoles 83 / Madrid 1954

    Última edición por ALACRAN; 12/05/2016 a las 13:08
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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