Benedicto XIII, el Papa Luna.
Francisco Gilet
23/05/2019
La tenaz lucha que mantuvo el Papa Luna contra sus enemigos sirvió para que surgiera la frase popular de “mantenerse en sus trece”, en referencia a la negativa de Benedicto XIII de renunciar a su posición de Papa.
Pedro de Luna, perteneció a un linaje noble aragonés, procedente de Navarra, lo cual habla a las claras de su tozudez en las especiales circunstancias por las cuales trascurrió su vida. Nacido en Illueca, Zaragoza, estudió en la universidad de Montpellier, abandonada la carrera militar que, por segundón, le correspondía, fue nombrado cardenal por el papa Gregorio XI en los turbulentos años de la sede de Aviñón. Acompañó al pontífice cuando, a instancias de Santa Catalina de Siena, este volvió a Roma.
El papa Gregorio XI falleció durante los preparativos para su vuelta a Aviñón, huyendo de los conflictos y revueltas en Roma. La búsqueda de una candidatura para la sucesión del fallecido Gregorio XI se inició el 7 de abril de 1378. De los 22 cardenales electores se presentaron solamente 16, sin que se aguardase a la llegada de los que se hallaban en Aviñón. El colegio cardenalicio estaba dividido en facciones, lemosinas, galicanos e italianos. Únicamente el cardenal Pedro de Luna y Roberto de Ginebra, estaban apartados de tales grupos, defensores todos ellos de distintos candidatos. El temor de los romanos a un Papa no italiano avivó el interés del cardenal Luna para hallar un candidato de consenso. Y lo halló fuera del mismo cónclave.
Así, el 8 de abril fue elegido papa el arzobispo de Bari, Bartolomeo Prignano, que tomó el nombre de Urbano VI, sin ni siquiera encontrarse en la sala capitular. Nada hacía prever lo que se estaba gestando. Las turbas romanas se habían manifestado con cierta violencia ante los rumores de que el cardenal Tebaldeschi pretendía su coronación. Sin embargo, el cardenal Luna, junto con otros colegas, se personaron ante el electo Prignano para rendirle pleitesía. Con lo cual, Urbano VI, se consideraba elegido legalmente, siendo coronado el 18 de abril de 1378, en la basílica de Letrán, con la asistencia de los cardenales que se hallaban todavía en Roma, incluido el cardenal Luna.
Sin embargo, Urbano VI resultó no ser tan manejable como ansiaban los cardenales franceses, ausentes en el cónclave de Roma. Las presiones hacia el cardenal Luna, fueron insistentes, hasta el punto de establecer que, algunos de los cardenales electores, habían actuado con miedo y sin libertad. Lo pretendido no era sino declarar nula la elección. Así el 2 de agosto de 1378, a los escasos meses de la elección, se firmó un documento por parte de los cardenales, participantes o no en la elección, por el cual se la declaraba nula.
Así pues, Urbano VI, fue destronado de su papado, procediéndose por los cardenales a reunirse en Fondi, el 20 de septiembre para designar al cardenal Roberto de Ginebra como sucesor de Pedro, el cual adoptó el nombre de Clemente VII, que regresó a Aviñón. El cardenal Luna permaneció como legado del Papa durante 16 años, hasta su fallecimiento en 1394.
Elegido Pedro de Luna Papa por 20 de los 21 cardenales electores (1394), tomó el nombre de Benedicto XIII. En el mismo tiempo de su elección, empero su persistencia en mantener el pontificado en Aviñón, Francia le mostró su desagrado, en primer lugar, por intuir que no sería tan adaptable como sus antecesores y en segundo lugar por ser súbdito de la Corona de Aragón. Las tropas francesas de Carlos VI, bloquearon el palacio papal de Aviñón, por lo cual Benedicto XIII en 1403 huyó a Nápoles, buscando el apoyo del rey Luis II de Nápoles.
Abandonado de Francia, junto con la desobediencia de 17 cardenales, su papado era reconocido ahora solamente por los reinos de Castilla, Aragón, Sicilia y Escocia. La situación del papado abrió uno de los períodos más lúgubres de la historia de la Iglesia. Mantenido en su posición, en sus trece, el Papa Luna, fuertemente presionado para que abdicase, se mantuvo firme en su cargo, por su absoluta creencia y convicción de haber sido elegido legalmente, y su gran preocupación por el descalabro que podría significar para la Iglesia. En 1413 promovió la llamada Disputa de Tortosa, entre el clero católico y dirigentes judíos, con la finalidad de revitalizar su pontificado. Sin embargo, su éxito fue nulo.
Mientras tanto, en el Concilio de Constanza, Benedicto XIII había sido declarado antipapa, junto con Juan XIII, y la renuncia de Gregorio XII, todavía con residencia en Roma. Fue en dicho Concilio en el cual fue designado Martín V, único pontífice considerado legalmente electo.
Seis años más vivió Benedicto XIII insistiendo en que era el único papa legítimo. Pero ya nadie le hacía caso, salvo su reducido núcleo de seguidores que se mantuvieron fieles con él en Peñíscola. Esa morada de aislamiento había sido un castillo templario. En él murió Benedicto XIII el 23 de mayo de 1423, a los 94 años, una longevidad poco usual en la época.
A su muerte le sucedió en su particular «papado» uno de sus seguidores, que se proclamó pontífice con el nombre de Clemente VIII. Éste, sin embargo, fue muchísimo menos terco y presentó su renuncia, expresándole obediencia a Martin V en san Mateo, en el Maestrazgo castellonense, en 26 de julio de 1429, principalmente debido a las presiones políticas del rey de la Corona de Aragón, Alfonso V, inmerso en la conquista del reino de Nápoles. Con esta abdicación se considera que se puso fin definitivamente al pulso que había entablado en vida el Papa Luna.
Posteriormente, Martín V nombró al antipapa Clemente VIII, ya abdicado, obispo de Mallorca, en compensación y, como tal, el ex antipapa murió allí el 28 de diciembre de 1447. Fue enterrado en la catedral de esta sede episcopal, en cuya antesala capitular todavía se conserva su sepultura.
Francisco Gilet
https://espanaenlahistoria.org/efemerides/benedicto-xiii-el-papa-luna/
Última edición por ALACRAN; 14/05/2023 a las 13:09
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
El Papa de PEÑÍSCOLA
Durante dos decenios Pedro de Luna ejerció como Sumo Pontífice sobre los territorios que le eran fieles, en medio de constantes negociaciones para poner fin al Cisma. Residió primero en Aviñón, en el palacio de los Papas, que abandonó en 1403 para vivir a caballo de diversas ciudades de Francia e Italia.
En 1415 fijó su residencia en Peñíscola (Castellón), en el antiguo castillo templario, que convirtió en un palacio de leyenda. Rodeado de reliquias y obras de arte, creó una de las bibliotecas más importantes de su época, compuesta por obras de teología, filosofía, arquitectura, medicina, alquimia y magia. Figuraban en ella también tratados bélicos, de astrología y astronomía y obras sobre las propiedades de las plantas. Las piezas más controvertidas de su colección, los «libros ocultos», llevaron a que se arrojasen sobre el papa acusaciones de hechicería y cultos demoníacos.
Se dijo, por ejemplo, que poseyó el legendario Códice Imperial, un pergamino escrito por el emperador Constantino, del que se decía que, quien lo leyese, sentiría cómo se helaba su sangre y cómo se tambaleaba su fe. Se custodiaba como el gran secreto de la Cristiandad; el misterio que, una vez desvelado, haría tambalearse los cimientos de la Iglesia. Guardado en una cánula de oro, sólo los papas y sus cancilleres tenían acceso a él, y al parecer Benedicto XIII se lo había llevado tras su salida de Aviñón. Ambicionado por los otros papas, desapareció tras la muerte de Pedro de Luna y, por mucho que fue buscado, nunca apareció, quedando para siempre su paradero oculto entre los muros de Peñíscola.
HOMBRE DE CULTURA
Benedicto XIII se rodeó de doctos hombres de letras. Él mismo compuso numerosas obras, la mayoría referidas a la polémica sobre el Cisma, junto a otras de contenido más personal, como De las consolaciones de la vida humana, donde explica cómo hacer frente a la soledad y el abandono por parientes y amigos. Se distinguió asimismo por su mecenazgo artístico e incluso por la composición de pócimas medicinales. Entre sus amistades se contaron los hermanos Ferrer: el cartujo Bonifacio y el dominico y después santo, Vicente.
Desde Peñíscola, Benedicto se enfrentó a los romanos Inocencio VII y Gregorio XII y, tras el Concilio de Pisa, también a Alejandro V y Juan XXIII. Sobrevivió a varios intentos de envenenamiento y siempre se negó a abdicar, incluso tras la renuncia de los otros papas y el nombramiento de Martín V en el Concilio de Constanza en 1417.
Años antes, en Perpiñán en 1415, justificaba su legitimidad con las siguientes palabras: «Aseguráis que soy un papa dudoso; lo acepto. Pero antes de ser papa fui cardenal, y cardenal indiscutible de la Santa Iglesia de Dios, ya que fui investido antes del Cisma... Como los cardenales son los que nombran o eligen papa, sólo yo, pues, puedo designar o elegir un papa auténtico». Pedro Martínez de Luna murió el 17 de mayo de 1423, convencido hasta el fin de que él era el único papa legítimo. Se dijo que sus últimas palabras fueron: Papa sum.
https://historia.nationalgeographic....eniscola_18435
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Última edición por ALACRAN; 14/05/2023 a las 13:13
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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