BURGOS: Timbaleros , Maceros, Gigantones, Gigantillos y Danzantes


FUENTE




LOS TIMBALEROS



Entre las muy diversas manifestaciones de nuestro bagaje cultural más tradicional están los llamados “Timbaleros de la Ciudad de Burgos”, solemnes figuras que con sus sones y marchas nos retrotraen a nuestro más glorioso medioevo como Cabeza de Castilla.

Se sabe que desde tiempos inmemoriales convocan con sus clarines a regidores, munícipes y vecinos cuando hay concejo, antaño desde el ajarafe de la Torre de Santa María y ogaño desde la balconada del Consistorio.
Y es cosa muy de ver y oír como aun; cubiertos de bicornio, vestidos de librea azur con abotonadura dorada y orlas encarnadas; calzón a media pierna con medias blancas y calzados de zapatos de hebilla, salen enfáticos a los balaustres para “Tocar a Concejo” por tres veces; espaciadas cada cuarto, antes de la sesión.

Cuando la Corporación Municipal acude de ceremonial en “Acto de Ciudad” va, como es de costumbre, acompañada de estos Timbaleros, que en realidad es un solo Timbalero más dos Clarineros y dos Portadores que para estos actos van revestidos a la antigua usanza de los “Ministriles de Castilla”.




Los tañedores vienen tocados con montera castellana de satén labrado de damasco encarnado con filetes dorados y garzota blanca, anchuroso gorjal alechugado, sobre la almilla de seda escarlata llevan a juego ropón a modo de dalmática con gran Blasón de Burgos centrado al pecho, calzón corto con calzas y escarpines altos, todos bermejos.
Los Portadores llamados “Mozos del Peso” traen los dos atabales de caldera sobre una tablazón recubierta de estambre arrebolado con guarniciones de oro y la “Insignia de la Ciudad”, visten como los tañedores, cambiando el ropón por un balandrán de velludo con sendos escusones al uso de los corchetes.

Los cinco sones que van mudando al tañer, arrancan del medievo, siendo legados de maestro a maestro desde entonces. Uno de ellos es la “Marcha de la Ciudad” y otro la “Marcha de Castilla” que del mismo modo suenan para iniciar o cerrar o dar aura a hechos de desusada nombradía.




A la sazón de esta misma manera acuden como añafileros en las lidias de los toros con ropajes parejos pero más sutiles para aliviarles de la acrecentada calor que acostumbra.










LOS MACEROS




Guardando la balaustrada superior de la Puerta Medieval de Santa María de Burgos aparecen como tenantes dos personajes singulares; dos Maceros.









La citada Puerta que fue acceso principal a la ciudad, fue remozada como Arco Triunfal en honor de Carlos I y en ella se sitúo a partir de 1322 el “Regimiento de la Civdad”, lo que hoy llamaríamos Ayuntamiento, que ya en 1616 fijó ordenanzas sobre su forma de asistir a actos oficiales: “se junte la Justicia y cavalleros deste Ayuntamiento en esta torre dentro de la pieza deste regimiento y della salgan juntos en forma de Çiudad con sus mazeros delante... y que este orden se tenga de aqui en adelante”.

Al menos desde entonces, la Corporación Municipal de Burgos asiste a los actos oficiales “bajo mazas”, que dicho así parece que se les obliga a asistir bajo la amenaza de la maza, pero no, veamos sus porqués.

Ya en el Paleolítico Superior nuestros antepasados de Atapuerca aprendieron a enastar sus bifaces líticos transformando el utensilio en arma y creando así una primitiva maza que se fue perfeccionando.

En nuestra Baja Edad Media la maza es ya una eficaz arma que portan los paladines más esforzados, con la que solían escoltar y acompañar al Rey, Condes, Jueces y otros líderes naturales, convirtiéndose la maza de esta forma en alegoría de su autoridad tanto militar como política y judicial, pasando a ser un “Arma de Parada” más suntuosa que eficaz, que a la vez sirve como objeto de carácter que da boato y esplendor

Anteriormente, durante nuestra romanización habíamos visto llegar hasta aquí a los Emperadores siempre precedidos de sus turiferarios tal y como nos explica Covarrubias en su Diccionario de Autoridades donde dice que: “estas mazas tienen la forma del badillo “batillum” que antiguamente llevaban los emperadores romanos que consistía en un cetro con un turíbulo o braserillo en la parte superior, en que se llevaban perfumes olorosos”, lo que puede explicar las formas que van adquiriendo posteriormente las mazas.

Ya en el S XIV, aparece la figura de los llamados “Ballesteros del Rey” antiguo oficio de la Casa Real de Castilla como reconoce el Diccionario de la Real Academia. Unos de estos eran los llamados “Ballesteros de Maza” como aquellos que acompañaban al Rey Burgalés D. Pedro I quien en 1351, mediante ellos, tuvo que resolver de forma ejecutoria la alta traición que contra él estaba tramando su hermano bastardo Enrique quien trataba de arrebatarle el Trono; “..y mandó a los Ballesteros de Maza de la su guardia la acabasen” (Crónicas del Rey Don Pedro).

En la antigua Enciclopedia Española de Derecho llamada: “Nuevo Teatro Universal de la Legislación de España e Indias” se dice que: “Ballesteros, en fin, se llamaron los porteros y maceros que alguna vez suplían la ineficacia de los alguaciles para hacer efectivas las ordenes, equivaliendo a jueces ejecutores o de apremio”.
Tal y como anteriormente se había dictado en las Ordenanzas Reales de Castilla de 1484: “Ordenamos que cuando los alguaciles de la nuestra Corte o alguno de ellos no cumplieren lo que nuestros alcaldes les enviaren mandar por su carta, mandamos a cualquier de nuestros Ballesteros de Maza de la nuestra Corte, a quien los nuestros alcaldes o alguno de ellos lo mandaren que lo cumplan”


De aquellos “Ballesteros de Maza de Castilla” llegamos a nuestros “Maceros de la Ciudad de Burgos” quienes aun portan sobre sus hombros sus “Mazas Ceremoniales” de plata cincelada con los blasones de la Ciudad y que acompañan a la Corporación Municipal, delante de ella van dos “Maceros Mayores” mientras que otros dos llamados “Menores” flanquean al Alcalde, todos llevan suntuosos ropajes derivados de los de aquellos ballesteros y heraldos medievales.


Los Mayores se tocan de montera de seda purpúrea almenada de galones de oro y provista de vistoso airón de avestruz blanco, amplia gorguera, y sobre el balandrán de seda púrpura llevan una imponente gramalla a modo de librea medieval que se definía como “una ropa roçagante de grana o terciopelo carmesí, con ciertas insignias de oro, la cual traen los jurados”, y que va acuartelada por detrás y por delante de doce escudos alternos de Castilla y de Burgos, completan sus vestidos de calzas bermejas y borceguís.




Su fastuosa presencia en nuestros “Actos de Ciudad” da el debido esplendor como a la Cabeza de Castilla corresponde.




LOS GIGANTONES






A las solemnidades de la Cabeza de Castilla asiste -desde antiguo- una Embajada Diplomática de los Cinco Continentes representada en sus más Altos Dignatarios, se trata de Los Gigantones de Burgos; cinco parejas de enormes efigies de unos cuatro metros de alto que representando a las razas de mundo en Sus Reyes colaboran al esplendor y boato de nuestras celebraciones.




Sus antecedentes históricos datan del s XIII. En el XVI (1564) ya existe documentación donde se les reseña y en el XVIII (1738) ya se describe que componen un grupo similar al actual compuesto de: Reys e Reynas; Turco y Turca, Gitano y Gitana, Negro y Negra e Gigantillas. En el IXX (1861) sus egregias figuras asisten a la Recepción Real que da la Reina Isabel II en Burgos.




En la actualidad, siempre precedidos de los Gigantillos y al ritmo más ceremonioso de su respectivo “Pitero” desfilan en hilera; solemnes e hieráticos.
Los primeros son Los Reyes Católicos revestidos de sus suntuosos ropajes de la Corte Castellana de purpúreo estambre de brocado damasceno, capellina de armiño, y las coronas y cetros de sus Reinos; Tanto Monta.
Don Fernando luce el Toisón de Oro, mientras que de su ceñidor pende tamaña espada ropera envainada.
La efigie de Doña Isabel de Castilla recuerda el retrato que en vida de ella hizo Antonio del Rincón, preciosa reliquia que nunca debió abandonar la Cartuja de Miraflores.



Después vienen El Cid y Doña Jimena. Don Ruy de Guerrero Castellano; celada borgoñota, cota de malla completa con capuz, sobrevesta pardisca de brocado, ciñe su Tizona sin guarnir pendiendo del talabarte y lleva escusón en venera con las armas de su linaje. Su esposa va de elegante Dama Castellana con cofia ocre, toca blanca de tul y sus cabellos aprestados en largas trenzas, sus galas son de ricas telas de guadamecí en tonos pajizos con orlas de cañutillo de oro de los que penden madroños de pasamano, como aderezo luce en su busto un camafeo-retrato de su tan bizarro cónyuge.


Siguen una pareja de Caciques Amerindios como aquellos que hasta aquí llegaron acompañando a Don Cristóbal Colón en la vuelta de su segundo viaje; ambos van totalmente vestidos con ropajes de escaques y losanges en ámbar y azabache, uno y otra con arco y aljaba de flechas a la espalda, en el caso de ella como referencia a las temibles amazonas. Él porta feroz destral en mano, mientras ella se adorna con candongas o broquelillos dorados.



Prosiguen los Califas, él y ella de marcadas facciones prietas y tocados de sendos turbantes donde se alternan el leonado y el azur, él; con mosca y gruesas arracadas colgando de sus orejas, trae tunica pajiza y sobrepelliz bermejo, de su cintura pende terrífica cimitarra. Ella lleva zarcillos y ahogador de abalorios, vestidura de tafetán arrasado en índigo con listas gualdas, medias mangas de muselina blanca y apretadera de trencilla.

Por último vienen los Emperadores de la China; ambos dos revestidos de tisú sinople exornado de ataujías y áureos cadejos. Él se aventaja de acrecentado mostacho hasta la sotabarba y alongada coleta trenzada al uso del oriente, mientras que los cabellos de ella se ven acicalados en un donoso copete al modo de su origen lo mismo que sus preseas y bejuquillo, a la diestra mano lleva plegado un gentil mosqueador.

Las danzas de todos ellos son egregias y ceremoniosas, no exentas de pomposas reverencias como a la alcurnia de tales majestades corresponde, siendo todas cosas muy de ver, aunque es de advertir que tan solo bailan los forasteros ya que la recia usanza de la Corte de Castilla no gusta de tan notas lisonjas, aunque si de la cortesía como demostrado queda.

Afuera de esto la popular sapiencia también supo de componer trova a sus melodías como la que por verbigracia reza:


Los gigantones, madre, el Día del Señor
como están tan cansados hacen el arrimón.
Alajú, alajú, gigantones, menead con sal los talones,
y a compás, con gracia y contento
a salud del Ayuntamiento.



Mientras que otra más conocida y actual dice:


Los gigantones, madre, el Día del Señor
corren, saltan, grandones, bailan al rededor.




Nota) el autor del texto, a la sazón Don Yagüe Garcés, prescinde de glosar las palabras de suso dichas, pues por desusadas que puedan parecer las susodichas aun se encuentran debidamente recogidas en el DRAE y ni aun el Word le puso discrepancia alguna como el avezado lector podrá comprobar, sirva para esparcir aun más nuestra medrada Lengua Castellana. VALE.



Nota) las fotografías de las parejas de Gigantones que se incorporan son obra del Fotógrafo Sr. Alonso de cuyo archivo costumbrista estamos agradecidos.





LOS GIGANTILLOS


La Representación Municipal Tradicional de la Ciudad de Burgos suele encabezarse por “Los Gigantillos de Burgos”, figuras de unos dos metros y medio de altura, que desfilando airosamente al ritmo que marca el “Pitero” con su pito y tamboril, representan a una grotesca pero simpática pareja de alcaldes serranos vestidos a la antigua usanza típica castellana.


Su rancia alcurnia desciende por vía directa de aquellas “tarascas y gigantillas” de las que ya hay noticias en 1242. Desde aquellas excéntricas efigies primitivas fueron adquiriendo el solemne abolengo representativo de nuestro patrimonio cultural solariego que hoy ostentan.


El Gigantillo lleva las características capa parda y faja roja, “sombrero castellano de velludo” y la vara representativa de su autoridad.

La Gigantilla va de elegante jubón recubierto por su mantón bordado, “chambra blanca”, amplia falda de percal con estampado de florecitas, delantal negro, pendientes y collar de gruesas bolas rematado en una cruz de plata, un ramo de flores en la mano y un coqueto ramillete en su escote, mientras que su “particular belleza” se ve realzada por un elegante repeinado con el típico “moño de picaporte” y su amplia sonrisa se ve aderezada con una graciosa verruga no desprovista de vello. En ocasiones se la engalana con su vestido de burgalesa.


Mientras que él transita tieso y grave, ella anda donairosa con salerosos contoneos celebrados por el público. En determinados momentos ejecutan sus danzas vernáculas donde la Gigantilla gira vertiginosamente dejando ver su elegante lencería con encajes hasta la rodilla.

El único Pitero que les acompaña viste de sobrio traje negro con sombrero de ala ancha rodeado de una larga cinta roja que termina a media espalda rematada de flecos dorados. Con inusitada habilidad pulsa el pito con la mano derecha de cuyo antebrazo cuelga el tamboril que redobla con la izquierda.

Una de sus danzas autóctonas y ancestrales son “las mochadas” donde la pareja baila con las cabezas juntas, proviene esta danza de la antigua costumbre -que ya no se practica- de sorprender a los incautos con golpes en sus cabezas por parte de la de los gigantillos, al respecto el pueblo se inventó una coplilla para acompañarla al son del pito y tamboril:

Currucú, currucú, muchachillos,
que os cogen Los Gigantillos,
que os cogen a la descuidada
y os dan una fuerte mochada.


Mientras que otra tonadilla popular nos aclara aspectos de su relación marital:

“La Gigantilla es hembra
del Alcalde Mayor;
pero todos por dentro,
parecen un farol”.


Por si hubiera lugar a dudas.



LOS DANZANTES



Los Danzantes de Burgos con sus Tetines encarnan una de nuestras inmemoriales tradiciones culturales de más recia raigambre, sus antecedentes históricos, aunque no excesivamente documentados, se remontan a las celebraciones del Corpus Christi de 1.463 donde ya existe constancia de su participación para mayor solemnidad tal y como corresponde a la Cabeza de Castilla.



EFIGIES EN BRONCE DE TETÍN Y DANZANTE

ANTE LA CAPITANÍA DE BURGOS



Se trata de un grupo de doce niños dirigido por el “Tetín Mayor” a quien auxilian otros tres “Tetines”, todos ellos acompañados de dos Dulzaineros y un Tambor Redoblante más otros tres niños aprendices de Danzante que ayudan a distribuir y recoger los trebejos de las danzas por lo que se les denomina “Paleros”.

La indumentaria tradicional de los Danzantes es a guisa de “Paje de Corte” y data del siglo XVI, lo que nos da una idea de su antigüedad, aunque anteriormente llevasen otras no consignadas y aun más vetustas que hubieron de remozar, está compuesta de tonelete con sobremangas de terciopelo rubro con galones estofados de oro, gorra a juego con vistoso airón blanco, camisa cruda de encaje, calzas carachas con sandalias que -no mucho ha- aun se les confeccionaban a medida, y tahalí de cordobán colgando al talabarte. Los Paleros visten igual pero de color verdusco dada su impericia.

Los Tetines van tocados de vistosas mitras y sus gayos trajes de fieltro dibujan rombos de colores que recuerdan al de los “Zaharrones” de nuestro carnaval más ancestral o al del “Capidiablo” y “el Colacho” de la Celebración del Corpus Christi, en la mano llevan un zurriago de cola de buey lo que unido a la mitra les entronca de alguna manera con personificaciones de antiguas mitologías. Sus atavíos alternan de los colores grana, sinople y blanco, mientras que el del Tetín Mayor se distingue por su fondo índigo, los remates en punta, tanto del cuello como los de los bajos de sus casacas, van adornados de sonoros cascabeles.






LOS DANZANTES DE BURGOS
ANTE LOS ARCOS DEL CONSISTORIO

Los Dulzaineros y el Tambor Redoblante van de sobrio traje negro con sombrero de ala ancha del que pende una larga cinta roja rematada en flecos dorados.

Su repertorio se compone de atávicas danzas de paloteo, espadas y arcos, y sus complicadas evoluciones son dirigidas por las distintas posiciones del zurriago de los Tetines. En sus pasacalles y algunas danzas se acompañan de tarrañuelas.

A alguna de sus añosas músicas la sabiduría popular fue capaz de ponerles letra, para mejor recordamiento, como aquella que dice:


Ha venido mayo,
bienvenido sea ,
“pa” que los danzantes,
juegen a la rueda.




Su intervención en nuestras funciones y fiestas de solemnidad contribuye a su mayor boato y esplendor y entre sus muy antiguos cometidos destacan el de bailar en las vísperas del Corpus delante de las casas de cada una de las autoridades, y el aun mas notable del “Salto de la Trucha” que ejecutan para rendir honor ante personalidades de especial relevancia.