Comprueban la pureza catalana vinculando el ADN con el apellido
10/12/2012 - 09:18
Un equipo de investigadores de la Universidad Pompeu Fabra está a punto de ultimar un experimento que consiste en relacionar el primer apellido con el código genético de las personas que lo portan y ver si descienden del mismo antepasado. Todos los apellidos analizados son genuinamente catalanes
Tres de los investigadores: Neus Solé, David Comas y Francesc Calafell
A. León
No es una broma. Cuatro profesores de la
Universidad Pompeu Fabra (UPF) –Francesc Calafell, Neus Solé, David Comas y Jaume Bertranpetit-, están a punto de culminar el proyecto que desarrollan desde 2011, financiado por el
‘Institut d’Estudis Catalans’ (IEC), consistente en establecer una base biológica para demostrar la
pureza genética de quienes llevan un determinado apellido.
Los investigadores pertenecen al
Instituto de Biología Evolutiva, dependiente de ese centro universitario catalán y del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), orgánicamente adscrito al Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno español.
En la página web del IEC se resumen los objetivos y la metodología del
proyecto: “Nos proponemos utilizar la variación en el cromosoma ‘Y’ –el exclusivamente masculino- para estudiar los apellidos catalanes, valencianos y baleares. Hemos seleccionado 50 apellidos, de los que pretendemos analizar el cromosoma ‘Y’ en 50 hombres, para responder a las preguntas que detallamos en el apartado siguiente”.
Las preguntas, es decir, los objetivos del experimento son bastante simples: “¿por qué hay apellidos más frecuentes que otros? ¿Con qué frecuencia apellido y cromosoma ‘Y’ no se heredan juntos?
¿Cuál es el origen en el Principado de los apellidos valencianos y de los linajes baleares? ¿Eran germánicos los fundadores de apellidos patronímicos germánicos?”, etc.
Sin embargo, no aparece ningún apellido de origen castellano o del resto de España, salvo los que pertenecen a regiones integrantes de los
‘Países Catalanes’. Uno de los investigadores, Francesc Calafell, deja claro -en una entrevista en la publicación 'on-line'
Núvol, el digital de la cultura- cuál es su campo de estudio, que deja fuera aquellos apellidos que no acreditan su ‘pureza’ catalana: “Nos lanzamos de cabeza a estudiar no un apellido, sino el sistema de apellidos catalanes. Quiero precisar que
entendemos por apellidos catalanes los apellidos lingüísticamente catalanes”.
En la misma entrevista, al ser preguntado por los apellidos más frecuentes en los ‘Països Catalans’, responde con preocupación: “Los apellidos lingüísticamente castellanos imperan por todas partes (excepto Menorca e Ibiza) en una proporción que no se corresponde con la composición de la población.
En el Principado, el apellido lingüísticamente catalán más frecuente es ‘Vila’, ¡en la 25 posición!”.
Según aparece en la web del ‘Institut d’Estudis Catalans’ -entidad generosamente subvencionada por la Generalidad-, el proyecto ya ha conseguido las
2.500 muestras necesarias (50 varones a analizar por cada apellido seleccionado), aunque parece ser que no se ha logrado una distribución uniforme en las muestras recabadas. De ahí que se incorpore el siguiente mensaje: “¡Ya hemos llegado a las 2.500 muestras! Por este motivo sólo podemos continuar admitiendo voluntarios de los apellidos para los que aún tenemos pocos voluntarios:
Balasch, Bonastre, Cabot, Calafell, Casajuana, Danés, Gasull, Llach, Massot, Maymó, Melis, Nàcher, Oriol, Raga, Reixach, Santacana, Taberner i Tió”.
Se trata, en definitiva, quitando el barniz pseudo-científico con que se camufla el experimento, de
probar que existe una base biológicamente pura de catalanidad (el cromosoma ‘Y’), que garantiza que el poseedor de un apellido ‘lingüísticamente’ catalán pertenece realmente a su ‘clan’, a su ‘raza’.
Para ello se traza una
simetría entre la biología y la onomástica, aprovechando que el cromosoma ‘Y’ es exclusivamente masculino y que se transmite sólo de padre a hijo varón.
De la misma forma que el primer apellido –que es el que perdura- es el que aporta tradicionalmente el hombre a su progenie.
De tal forma que si se demuestra que todos los que llevan el apellido
‘Ferrer’ comparten el mismo cromosoma ‘Y’, será posible remitirlos a un tronco común -pongamos por caso un herrero del siglo XII de Olot- que suponga la primera datación del apellido.
Si se mantiene el cromosoma querrá decir, por tanto, que no ha habido ‘impurezas’ en el camino evolutivo de los ‘Ferrer’ –adulterios, bastardos, adopciones-. En caso contrario, es decir, que hubiera ‘Ferrer’ que no tuvieran el mismo cromosoma ‘Y’ que la mayoría de esta familia onomástica, sólo significaría que esos ejemplares no son ‘puros’ por las razones mencionadas.
Es decir, con estos 50 linajes –apellidos que se estudian en el proyecto financiado también indirectamente por el Gobierno español-
se podrá demostrar que Cataluña tiene una base biológica –racial- originariamente propia. Lo demás serían adherencias sobrevenidas, excrecencias de fuera (es decir, de España). Será el
paso definitivo para diferenciar a catalanes de primera, de segunda y de tercera. Ésta la verdad desnuda, monda y lironda.
Si llegado a este punto el lector no se ha rehecho del pasmo, puede resultar peligroso que continuemos. Porque este mismo experimento, pero de forma más rudimentaria y con menos muestras, se emitió el pasado mes de septiembre en la televisión pública catalana
TV3 en el programa
Quèquicom?, aprovechando la propia familia del reportero Pere Renom.
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