Héroes militares catalanes:el Tercio de Montserrat en la Batalla del EbroPocos saben que el Tercio catalán de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat fue una de las unidades más condecoradas del Ejército Nacional en la Guerra Civil y que obtuvo una preciadísima Cruz Laureada colectiva.
La Batalla del Ebro, entre julio y noviembre de 1938, fue la última apuesta de la República. Sus dirigentes ya no esperaban ganar la guerra pero aún creían posible forzar un empate y conseguir una mediación internacional y quizá una partición de España en dos Estados. O prolongar la guerra civil hasta que se solapara con la inminente guerra mundial. Companys aún soñaba con una intervención militar francesa en Cataluña que la separara de España.
En los primeros días de la ofensiva roja 2 divisiones nacionales fueron sorprendidas y derrotadas. La línea de frente nacional retrocedió 40 kilómetros. Fue un momento crítico. Quedaron 3 puntos estratégicamente cruciales: Amposta, Gandesa y Villalba de los Arcos (o Villalba dels Arcs). Si cualquiera de ellos caía en manos de la República, como admitió más tarde el general nacional Fernando Barrón, hubieran sido necesarias al menos 11 divisiones nacionales más, sólo para cerrar la brecha. Penetrar en Cataluña hubiera sido ya extremadamente difícil y quizá imposible.
En Amposta y Gandesa, la Legión y los Regulares finalmente derrotaron a las Brigadas Internacionales tras durísimas batallas. En Villalba fue el Tercio de Montserrat quién frenó a las tropas de la 3ª División de la República entre el 30 de julio y el 2 de agosto de 1938. Las tropas de la República lanzaron grandes asaltos frontales masivos, pero fueron destrozadas por un imponente fuego defensivo desde las posiciones del Tercio de Montserrat, que causó enormes bajas a la 3ª División, que quedó muy dañada. Unos 800 soldados de la República murieron frente a las trincheras del Tercio de Montserrat, siendo las bajas carlistas muchos menores.
Soldados y oficiales del Tercio, como José María Pàmies, el capitán Eugenio Gay, el teniente Molinet, el teniente Llarch, el cabo Javier Freixas o el gran escritor Martín de Riquer y muchos otros, lucharon con gran distinción y demostraron la fuerza que aún guardaba la Cataluña Católica, Hispánica y Carlista; la Cataluña Tradicional.
El Tercio de Montserrat llegó a tener unos 1200 miembros. 316 de ellos murieron en combate a lo largo de toda la guerra.
Fuentes: Historia del Laureado Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat. Mossen Salvador Nonell i Bru (1992)
Del Ebro a Gandesa. La batalla del Ebro. Francisco Cabrera Castillo.
Rafael María Molina Sánchez
https://somatemps.me/2016/10/08/hero...alla-del-ebro/
Blas Piñar sobre el Tercio de Montserrat
Revista FUERZA NUEVA, nº 121, 3-5-1969
“EXEMPLE I SACRIFICI”
Escribe BLAS PIÑAR
Ese requeté que antes de exhalar su último suspiro mira a la Moreneta, es un símbolo de piedra, de magnífica piedra esculpida, y un aliento poderoso para los momentos de desgana, de irritación ante la injusticia, de olvido y de desprecio para los que derramaron su sangre por la más noble y generosa de las causas.
Este año (1969), como todos, el primero de mayo, los antiguos combatientes del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat se habrán reunido para cumplir con los actos que renuevan su tradicional camaradería, y habrán contemplado la figura cargada de sugestión del requeté inmóvil, que antes de morir entrega su ideal en manos de la Madre, porque como dice el versículo del texto sagrado, “millor ens és morir a la guerra, que no pas veure els mals del nostre poble i del nostre Santuari” (I Mach, III, 59)
Tal fue la razón que puso en pie a la juventud española de todas sus regiones, para guerrear e inmolar sus vidas. Alguien ha escrito, con humor que nos zahiere, al cumplirse los treinta años de la Victoria: “A ver si encontramos otro motivo para emprenderla los unos contra los otros”. No parece sino que aquello -lo que obligó al país a ponerse en pie, para continuar viviendo- hubiera sido una bagatela, una rencilla sin complicaciones graves, un pretexto para dar salida al espíritu de reyerta de los españoles. Con tal magisterio, repetido hasta la saciedad, no es extraño que se desarbole la ideología de quienes no participaron o fueron espectadores de la contienda. El interés, dirigido desde las más altas esferas en apellidar como “civil” a la guerra de liberación, las sutiles intrigas que se han realizado en los últimos tiempos para identificar como “republicana” a la zona roja, y como “republicano” al ejército que controlaban los comunistas, son un aliciente más, incorporado a la siembra de la confusión, al desdibuje de una realidad histórica, de cuyo valor auténtico o trucado depende el porvenir de nuestra Patria.
Los catalanes que integraron el glorioso Tercio de la Mare de Deu de Montserrat” han calado muy hondo en esta falsificación de los hechos, en esa tenebrosa pero palpable verdad, de que los relatos de nuestra Cruzada han sido ocultados con miedo, relegados a la solitaria observación de los investigadores, y sustituidos por las elucubraciones de novelistas que combatieron o simpatizaron con los enemigos de Dios y de España.
Mosen Nonell, hoy párroco de Gornal del Panadés, que fue uno de los Voluntarios del Tercio, y Vicepresidente de su Centro de Vanguardia de la Juventud de Acción Católica, ha publicado un libro lleno de fervor, titulado “Así eran nuestros muertos”. Un catálogo de nombres y de vidas, de hechos heroicos que estremecen, de generosidades sin medida que empujan para emularlos, de lecciones que hay que tener muy cerca de los ojos porque nadie puede asegurarnos que esté lejos la oportunidad de tener que repetirlas.
Ejemplo y sacrificio nos ofrecen los 316 caídos del Tercio de Montserrat, como nos brindan los catalanes que murieron en la Cruzada, encuadrados en las Banderas de Falange o sirviendo en las distintas unidades del Ejército Nacional. La aportación de Cataluña a la Cruzada fue decisiva. Su tradicionalismo, tan recto como arraigado, su muchachada juvenil, poéticamente enamorada de la doctrina de José Antonio, movilizó voluntades sin cuento para abandonar, a través de miles de peripecias, la zona roja y alistarse en el ejército que combatía “por el altar y el hogar”.
Y fueron muchos los catalanes victimados por los comunistas, asesinados sin piedad por los ácratas, perseguidos por los amedrentados intelectuales del separatismo suicida, que pudieron salvarse, señalando a los que habían de sucumbir en las checas feroces de un enemigo que carecía de piedad.
Los requetés de Cataluña lo recuerdan ahora, a los treinta años, cuando la memoria se recoge para hacer balance y avivar la presencia de aquellos días en que hubo que hacer el recuento de los que faltaban, la crónica de lo que había quedado destruido, y decidirse a abandonar el mosquetón para tomar la herramienta o el libro.
Unos, como mosen Nonell, se entregaron plenamente a Cristo, en el sacerdocio. Otros, los más, se casaron, y han visto retoñar en torno a la mesa la fecundidad de sus esposas. Y todos, religiosos, sacerdotes, matrimonios, hijos, en este primero de mayo, en la cita de Montserrat, se habrán abrazado y habrán reído y llorado y rezado y enmudecido, porque muchas veces sólo el silencio, con los ojos brillantes, puede explicar muchas cosas que no encuentran las palabras precisas y exactas para expresarse.
Yo no soy más que un español que ama ardorosamente a su Patria, que cree llevar hasta lo íntimo de su ser las razones de su vigencia permanente, y los ideales sagrados que a vosotros, catalanes del Tercio de Montserrat y a tantos españoles les incitaron sin reserva a luchar contra quienes pretendían destruir la nación y el santuario.
Como decían los obispos españoles: “no le quedaba a España más que esta alternativa: o sucumbir a la embestida del comunismo destructor, ya planeada y decretada, como ha ocurrido donde no triunfo el Alzamiento Nacional, o intentar el esfuerzo de titánico de resistencia, librarse del terrible enemigo y salvar los principios fundamentales de su vida social y de sus características nacionales”.
“¡Sursum corda!”, amigos catalanes. Frente a la barahúnda de los que pretenden sumirnos en una atmósfera de neutralismo o de culpabilidad, examinemos lo que ocurre en aquellos países que no han sabido o no han querido reaccionar, pensando como proclamaba nuestro queridísimo prelado, el Dr. Pla y Deniel, que “los cristianos somos hijos de mártires, pero no raza de esclavos”.
Es verdad que todavía sigue en pie aquella afirmación de la guerra: “A la pena por lo que sufrimos, se ha añadido la de no haberse comprendido nuestro sufrimientos. Más la de aumentarlos con la mentira, con la insidia y con la interpretación torcida de los hechos”. Y a esta pena, que entonces se refería al exterior, se añade ahora (1969) la de ver difundida la mentira, la insidia y la interpretación torcida entre nosotros mismos, porque, como señalaba precisamente el cardenal Gomá: “todavía se trata de aturdirnos con una literatura insultante, con el fin de demostrar al mundo que nosotros, víctimas del odio y de la perfidia, hemos sido la causa de la ruina de nuestra Iglesia y de nuestra Patria”.
Pero no importa, nuestra fe -que hemos de cultivar con esmero- vencerá al mundo. Ahí nos quedan, como testimonio de vuestra verdad, las frases de Pío XII: “Los enemigos de Jesucristo han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por el mundo. Y la heroica España, la nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la Iglesia Católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu”.
¡Amigos catalanes!: el ateísmo materialista quiere experimentar de nuevo su arremetida contra España. ¡Estemos alerta!
Blas PIÑAR
Última edición por ALACRAN; 11/07/2024 a las 14:09
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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