José Antonio clamó para todos los tiempos que “España es irrevocable”, que España es más que una forma constitucional…España es más que una circunstancia histórica… España no puede ser nunca nada que se oponga al conjunto de sus tierras y a cada una de sus tierras”.
Víctor Pradera, más analíticamente, desmenuzaba el catalanismo de Prat de la Riba con estos raciocinios:
“Lo que caracteriza a una nación en el orden intelectivo no es, como opina Prat de la Riba, la unidad superior de cultura. Una nación, como se ha dicho, es una sociedad mayor de sociedades, donde se realiza el destino fijado a la humanidad entera. Y así como a su fundación no fue obstáculo la subsistencia de diversas sociedades, no lo es tampoco la subsistencia de diversas culturas y así como la unidad de las primeras requería una nueva personalidad social, el nacimiento de ésta supone en ella una cultura superior a las ya existentes, que las enlaza y que por eso reviste a la nación de unidad superior de cultura.
Sospechar siquiera que la cultura catalana sea incompatible con la española, sería pagar tributo a un dogmatismo sin fundamento alguno. Afirmarlo, después de siglos de vida común en el orden cultural, ha sido causa de la menor diferencia, obstinación irracional que se advierte, se compadece y se aparta. Cataluña, pues, no sería nación ni postularía su propio Estado mientras no demostrase que no participara nunca con otras personalidades regionales en una cultura superior a la peculiarmente catalana, o sea, que no tuvo en común con ellas un espíritu nacional bajo el cual realizó el destino humano.
Y por ello, si Cataluña, como las Vascongadas, como Aragón, como Castilla, como Navarra, como las demás regiones naturales españolas, tiene la facultad de regir su conducta colectiva, en lo que a su fin privativo afecta, carece de ella en cuanto al fin temporal humano, que es propio de la nación de que todos somos miembros, y en consecuencia no puede constituirse en Estado. ¡En la torpe confusión del fin privativo regional y del destino humano está basado el nacionalismo catalán!”
Que esto es así lo reafirmaba Manuel Fraga Iribarne en su obra «El Nuevo Estado Español (25 años del Movimiento Nacional)»: “Los Reyes Católicos sueldan la unidad rota por la agresión exterior, nunca perdida en la fe y en las ideas, de una España que agarran con mano maestra poniendo el yugo a las flechas dispersas”.
Es imposible encontrar quien pueda pegar la teoría del separatismo, que se basa en el sofisma de las nacionalidades, para pulverizar a España, con lo que, según «La Vanguardia», vocifera en conferencias y en declaraciones Jorge Pujol, el que insultó groseramente al Caudillo, con nuestras Leyes Fundamentales y la objetividad de la realidad total de España.
LA HISTORIA, MAESTRA DE LA VIDA
La historia del catalanismo –de la Lliga y de la Esquerra- viene sembrada de odio a España. Otra cosa es el centralismo liberal (que siempre hemos combatido), el carlismo y Vázquez de Mella. Pero el separatismo catalanista, nacido en las logias masónicas y mantenido por ingenuos y por malvados, no tiene justificación alguna.
Rememoremos las que se llamaron “Bases de Manresa”, acordadas en aquella ciudad el 27 de marzo de 1892, y firmadas por Luis Domenech y Montaner, José Soler y Palet, y Enrique Prat de la Riba, al que se dedican bustos en la Diputación de Barcelona, con los máximos honores y discursos grandilocuentes. Allí estaba el programa de la Lliga y de todo el catalanismo.
En aquellas “Bases” se pueden leer cosas tan despampanantes como éstas: “Sólo los catalanes, ya lo sean de nacimiento o por virtud de naturalización, podrán desempeñar en Cataluña cargos públicos, incluso tratándose de gobernativos y administrativos que dependan del Poder central. También deberán ser ejercidos por catalanes los cargos militares que comporten jurisdicción”. Y otras tonterías semejantes, como la de la acuñación de la “moneda catalana”…
La desgracia del separatismo, nacida de considerar a Cataluña como nación, llevó a Fernando Valls y Taberner a declarar que debía olvidarse totalmente la doctrina de Prat de la Riba, que fue el que encizañó este problema. En agosto de 1934 –puede leerse en su folleto «En les hores confuses»- Valls y Taberner ya confesaba: “En todas partes donde prende el contagio de las ideas nacionalistas (y en Cataluña tenemos ya la experiencia) suelen producir éstas un desvarío exaltado, un furor intemperante, una pasión revolucionaria, fautora a veces (Europa ha sido dolorosamente víctima) de crímenes execrables, de agitaciones convulsas o de conflagraciones trágicas. El nacionalismo degenera fácilmente, casi diría fatalmente, en extremismo y violencia; es de por sí estridente y megalómano, tiende por natural a abultar diferencias, a profundizar antagonismos y a cultivar rencores entre regiones integrantes de un mismo Estado, y a envenenar los problemas internacionales, acumulando peligros y originando conflictos entre pueblos…”
Este dictamen, profético y valiente, se consumó en la tragedia de la entrega de Cataluña a la subversión comunista, el 19 de julio de 1936. El marxismo, con el catalanismo, clavaron a Cataluña en la cruz de su máxima degeneración.
Ramón Serrano Suñer, en su libro «Entre Hendaya y Gibraltar», reduce a las consecuencias del separatismo la causa de la guerra. Dice: “Se había combatido sobre todo, por la unidad de los españoles, cuarteada en las pugnas endémicas de partidos, clases y regiones, acentuada por la etapa republicana, pero que ya desde mucho antes venía produciéndose”.
Y Manuel Aznar, en un artículo titulado «Meditación militar y política junto a las aguas del Segre», en el «Heraldo de Aragón» del 6 de abril de 1939, estampaba: “Ahí está, a la vista de todos, Cataluña a punto de ser uno de los instrumentos poderosos de la resurrección nacional… El Ejército, por las palabras del Caudillo, siente de un modo limpio y recto, de un modo histórico… el porvenir de Cataluña dentro de la unidad vigorosa, implacable, ardiente, dogmática, en que hemos de vivir todos los españoles. No manchéis, catalanes, ni manchemos nosotros, esos sentimientos: no caigamos otra vez en la mixtificación”.
Y Franco, en febrero de 1939, nos decía en Barcelona: “Catalanes, no olvidéis nunca que por la redención de esta querida tierra entregó España su mejor tesoro: ¡la sangre generosa de su juventud! ¡Sublime ofrenda a la unidad de la Patria!”
Ni cabe la coartada de que los separatistas que sostienen que Cataluña sea una nación admitan el “pacto” dentro de un Estado común.
Esto ya es lo mismo que Francisco Maciá proclamó el 14 de abril de 1931, y exactamente lo que Luis Companys proclamó la fatídica noche del 6 de octubre de 1934: “En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña proclama el Estado catalán de la República Federal Española”.
En aquella noche Luis Companys reclamó ya la asistencia de los socialistas y los comunistas. Gaziel, desde «La Vanguardia» del 9 de octubre de 1934, comentaba: “¿Un hombre de gobierno, pidiendo auxilio a los comunistas?... Poco después, con voz ya extenuada, se dirigían verdaderos y claros llamamientos a los pueblos cercanos a Barcelona para que mandasen a toda prisa refuerzos”.
...
Antonio Maura [1853-1925], mallorquín insigne, porque era español sin mácula, debelador de las “Bases de Manresa”, suscritas por Prat de la Riba –el que ahora recibe homenajes intolerables-, pulverizando el hecho biológico del separatismo catalán que propinaba Cambó y que ahora con mentalidad senil repite Jorge Pujol, el banquero, descifraba así este problema:
“¿Qué es evolución? ¿un salto atrás o un salto adelante?... ¿No señala la historia los caracteres de esa ley de la transformación de las nacionalidades…? Esos casos, ¿qué significan sino que no es verdad que la evolución histórica nos lleva hacia el catalanismo? ¿Quién duda que, ahora más que nunca, la defensa de la integridad territorial y el respeto de la independencia soberana de la nación exigen gran fortaleza y sanciones propias con que hacer respetar un derecho que tanto vemos escarnecido?... La evolución no consiste en que se desintegre el organismo; porque cuando los cuerpos simples del organismo reclaman su independencia, lo que sucede es que se muere”.
…
Y Pío Baroja, pudiéndose aplicar también en el presente lo que entonces sucedía, sarcásticamente apuntaba:
“Peor aún que la doctrina nacionalista me parece el procedimiento de los catalanistas. ¿En dónde, en qué está legitimada la campaña antiespañola que ha hecho durante muchos años el catalanismo? Yo he visto en periódicos extranjeros cómo se insultaba a los españoles estúpidamente, y sabía de dónde salían esos artículos publicados en periódicos italianos y franceses; he visto disfrazar la historia y la antropología, y todo con móviles mezquinos y bajos”.
José Antonio, apodícticamente nos enunció: “Sólo el nacionalismo de la nación entendida así puede superar el efecto disgregador de los nacionalismos locales. Hay que reconocer todo lo que éstos tienen de auténtico; pero hay que suscitar frente a ellos un movimiento enérgico, de aspiración al nacionalismo misional, al que concibe a la Patria como unidad histórica de destino”. ¡El de nuestras Leyes Fundamentales y Principios del Movimiento Nacional!
Antonio Maura, José María Salaverría, Pío Baroja y tantos otros pensadores, desde Maeztu a Menéndez Pidal, de Unamuno a Mella, de Eduardo Marquina a Víctor Pradera, de José Antonio a Franco, para enracimar nombres de pensadores y personalidades españolas indiscutibles, han coincido en que España necesita un gran ideal integrador. En nuestra Cruzada, y bajo el caudillaje de Franco, el ideal era la tensión en las Leyes Fundamentales y Principios del Movimiento Nacional, mantenidos con el máximo tesón y sentidos por la mayoría.
Pero han bastado los vientos de fronda de la literatura demagógica para que en letras de molde y con prensa y tribunas las fieras, los chaqueteros, los traidores tengan plaza pública.
Jaime TARRAGÓ
(FUERZA NUEVA, nº 471, 17-Ene-1976 "EL DESMADRE SEPARATISTA ¿”ADVERSARIO” O “ENEMIGO” DE ESPAÑA?)
Última edición por ALACRAN; 30/06/2019 a las 14:19
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
"... ¿Quién resucita el separatismo y a los teóricos de la desintegración de la patria? - ¿Han sido invalidados el pensamiento y las doctrinas de José Antonio, Vázquez de Mella, Onésimo Redondo y Calvo Sotelo?...
Revista ¿QUÉ PASA? núm. 183, 1-Jul-1967
¿Es compatible el proyectado homenaje a Prat de la Riba, con los artículos 2.° y 5.° de la Ley Orgánica del Estado y las demás leyes fundamentales? - ¿Quién resucita el separatismo y a los teóricos de la desintegración de la patria? - ¿Han sido invalidados el pensamiento y las doctrinas de José Antonio, Vázquez de Mella, Onésimo Redondo y Calvo Sotelo?
Por A. RECASENS SALVAT
A la hora menos pensada, la prensa de Barcelona viene anunciando que para el próximo agosto (1967) se preparan actos de homenaje a la memoria de Enrique Prat de la Riba. Se quiere recordar su gestión al frente de la Diputación y de la Mancomunidad de Cataluña, que fue disuelta por el General don Miguel Primo de Rivera al instaurarse la Dictadura, el único periodo que puede recordarse con satisfacción de la monarquía que nos llevó a la República y al Comunismo.
Con pretexto del cincuentenario de la muerte de Prat de la Riba, se quiere recordar los servicios administrativos y culturales en que quizá fue acertado. Pero… Prat de la Riba fue antes que nada un político teorizante, el autor de “La Nacionalitat Catalana”. Y esto ya no es tan inocente, dado que el fruto de sus ideas ha desespañolizado a gran número de catalanes. En el fondo, es la teoría justificadora del separatismo; es incompatible con la ideología de José Antonio Primo de Rivera, Vázquez de Mella, Onésimo Redondo, Calvo Sotelo, y lo que es más, con el artículo 3º de la Ley Orgánica del Estado, aprobada solemnemente por las Cortes Españolas y por referéndum nacional (1966).
Prat de la Riba, fundador del separatismo catalán
En su libro «La Nacionalitat Catalana», Prat de la Riba afirma textualmente: «Cataluña tenía lengua, derecho, arte propios, tenía un espíritu nacional, un carácter nacional, un pensamiento nacional. Cataluña, pues, era una nación. Y el sentimiento de patria, vivo en todos los catalanes, nos hacía sentir que patria y nación eran una misma cosa y que Cataluña era nuestra nación, igual que nuestra patria.» ESTE ES PRAT DE LA RIBA. Que después, por tácticas políticas, no desarrollara su programa del todo, porque no pudo, y que fundara unas bibliotecas populares, jamás podrá justificar al hombre que rompía la unidad de la patria con la teoría revolucionaria del principio de las nacionalidades.
La respuesta de Vázquez de Mella
El tradicionalismo, de tanta tradición fuerista y regionalista, jamás admitió lo que Prat de la Riba escribió, sembró, ocasionando a España la tragedia de luchas fratricidas entre los hijos de la misma patria. Vázquez de Mella, en 30 de junio de 1916, pronunció un discurso en el Congreso, en el que dijo: «Si afirmáis que Cataluña es una nación, que reúne caracteres históricos inconfundibles, que forma una unidad histórica general e independiente, como yo lo afirmaba antes, del conjunto de todas las regiones de España, la consecuencia inmediata será que Cataluña tiene derecho a formar un Estado independiente, y el señor Prat de la Riba, en su libro sobre la nacionalidad lo afirma rotundamente: «a cada nación, un Estado»; y en el prólogo del libro, Durán y Ventosa lo afirma más terminantemente todavía: «Toda nación tiene derecho a un Estado independiente y a que no la rija el Estado de una nación extraña.» Aquí nos encontramos frente a frente. Yo creo que España es un conjunto de regiones que han confundido parte de su vida en una unidad superior que se llama España, y esa unidad histórica tiene derecho a que la rija un solo Estado. Somos regionalistas nacionales y afirmamos la unidad de la nación y del Estado como cosa sustantiva e intangible; pero no somos nacionalistas regionales, que disgregan y dividen la unidad del Estado. En esto nos distinguimos.»
¿Cómo se puede hacer un homenaje por organismos políticos del Estado español en el autor de las doctrinas disolventes de la unidad de España?
Habla Jose Antonio Primo de Rivera
José Antonio Primo de Rivera —el cronista le recuerda con emoción por haber asistido al acto fundacional de Falange Española en el teatro de la Comedia, en sus tiempos de universitario, (…) en un discurso al Parlamento republicano decía elocuentemente: «Nosotros amamos a Cataluña por española, y porque amamos a Cataluña la queremos más española cada vez, como al País vasco, como a las demás regiones. Simplemente por eso: porque nosotros entendemos que una nación no es meramente el atractivo de la tierra donde nacimos, no es una emoción directa y sentimental que sentimos todos en la proximidad de nuestro terruño, sino que una NACION es una unidad en lo universal, es el grado a que se remonta un pueblo cuando cumple un destino universal en la historia. Nosotros entendemos eso así, queremos que todos los pueblos de España sientan no ya el patriotismo elemental con que nos tira la tierra, sino el patriotismo de la misión, el patriotismo de lo trascendental, el patriotismo de la gran España.»
En la norma programática de la Falange, en su punto dos, cuando España sufría la vergüenza de los Estatutos, de las huelgas revolucionarias, de los asesinatos e incendios, José Antonio Primo de Rivera lanzaba esta afirmación imborrable, y en su primera parte todavía vigente: «España es una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos. La Constitución vigente, en cuanto incita a las disgregaciones, atenta contra la unidad de destino de España. Por eso exigimos su anulación fulminante.»
Los separatismos y las disgregaciones que denuncia José Antonio son precisamente todo lo que sembró, propagó, divulgó y difundió Enrique Prat de la Riba, cuyo nombre, que algunos quieren resucitar, se hace no por las escuelas, carreteras y bibliotecas que fundara, sino por su ideología separatista, disgregadora, disolvente de la unidad de la Patria.
Onésimo Redondo, ¿qué diría de ese homenaje a Prat de la Riba?
Lo sabemos perfectamente. Basta leer sus artículos publicados en «Libertad». En uno de ellos dice: «Sería deplorable signo de decadencia, anuncio de muerte próxima, que España tratase el asunto catalán y tomase una resolución sin quedar bien esclarecido con las palabras oficiales y con los hechos que no queremos ni oír hablar de nacionalismo separatista.» Lo que Onésimo Redondo no quería oír hablar en 9 de mayo de 1932, hoy, para vergüenza de todos, hemos de ver cómo, por muy camufladas que se presenten las formas, se organiza desde la Diputación Provincial de Barcelona, después de un millón de muertos, y después que millares de catalanes tuvimos que pasar la frontera para empuñar las armas y rescatar a Cataluña del comunismo y de la «Generalitat», que no era otra cosa sino algo del ideal todavía incompleto del separatismo de Prat de la Riba. Onésimo Redondo decía, con frase que todavía tiene actualidad: «Cataluña no es de Maciá, ni de la Esquerra, ni de los catalanes. Cataluña es de España. España no sería España sin Cataluña, como no lo sería sin Castilla o Andalucía. Esta afirmación de unidad hispana es lo primero que importa y lo que todos debemos sostener, ofreciendo para ello nuestras vidas con presteza.»
Al paso que vamos (1967), la integridad hispana, en un tiempo más o menos lejano, puede volver a sufrir peligros, si desde la prensa, publicaciones en general y, oficialmente, desde instituciones oficiales, se presentan a la juventud y al pueblo, en general los ejemplos nefastos y las doctrinas desgarradoras de la patria, como son las de Prat de la Riba, tan incomprensiblemente rehabilitado en estos momentos, no sabemos con qué fines. Desde luego, no con los de fomentar la unidad de la patria ni la adhesión al espíritu del Movimiento.
Calvo Sotelo, incompatible con Prat de la Riba
En una de sus frases memorables, Calvo Sotelo dijo: «España sin Cataluña no sería España. Cataluña sin España no sería Cataluña.» Prontos a cumplirse los treinta y un años de su asesinato por el Gobierno de Casares Quiroga, como irrisión al recuerdo del protomártir de la Cruzada, paladín de la unidad de España, se olvida el sacrificio de nuestros caídos y se evoca a aquellos que con sus doctrinas prepararon las hecatombes provocadas por el separatismo y sus discípulos abiertos o encubiertos.
La Ley Organica del Estado
España ha aprobado por sus Cortes y por el referéndum nacional la Ley Orgánica del Estado. Su artículo 2.° nos dice: «La soberanía nacional es una e indivisible, sin que sea susceptible de delegación ni cesión.» El artículo 3.° aclara: «Son fines fundamentales del Estado: la defensa de la unidad entre los hombres y entre las tierras de España; el mantenimiento de la integridad, independencia y seguridad de la nación.»
No hay nadie en el mundo que pueda demostrar que las teorías separatistas de Prat de la Riba pueden encuadrarse ni tolerarse, si deben ser acatados y tienen vigencia estos artículos de la Ley Orgánica del Estado.
Lo que va de ayer a hoy (1967)
En 28 de julio de 1939, Año de la Victoria, don Miguel Matéu, Alcalde de Barcelona, y el Conde de Montseny, Presidente de la Diputación Provincial de Barcelona, publicaban una nota de conjunto, invitando a todos los barceloneses para asistir al desfile del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat. Era una nota vibrante, de las primeras autoridades de Barcelona, que sentían los ideales y el espíritu de la Cruzada. Por esto, aquella Diputación y aquel Ayuntamiento pedían «muestras de pública gratitud en el mismo culto para realizar juntos, en apretado haz, bajo el mando del Caudillo y con la protección de Dios, el sueño sagrado e inviolable de nuestros caídos. Y que junto a los vítores que acojan mañana al desfilar por nuestras calles a los supervivientes de la Centuria y del Tercio, no falte la oración por los que murieron, que así será más palmaria aun la unidad espiritual que a todos nos solidariza».
Esta unidad espiritual se mantenía sobre unidad política sobre la unidad de la patria entonces Barcelona políticamente sentía a España y a la verdadera Cataluña que no tiene nada que ver con el separatismo ni con ideología de Prat nadie se lo hubiera ocurrido inventar un homenaje a Prat de la Riba, porque políticamente sentían el Estado Nacional y la plena identificación con los principios preconizados por el Caudillo, recientes los millares de asesinados y las ruinas de la Cataluña víctima de las ideas de los comunistas y de los discípulos y consecuencias de las doctrinas de Prat de la Riba. Barcelona, entonces, tenía una vibración política, y las fuerzas del Movimiento un fervor, que ahora notamos ausente en muchos lugares, hasta el extremo de que pueda producirse lo que estoy comentando en esta crónica. Por aquí se empieza. Si ahora el homenaje a Prat de la Riba y lo que ello significa prospera, no hay que ser profeta para pronosticar que otra vez grupos subversivos atenten contra la paz y la unidad de España. (…)
Última edición por ALACRAN; Hace 1 semana a las 13:52
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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