Felipe II y la longitud geográfica: El primer Plan de Observación Astronómica a Gran Escala del mundo
Nadie duda de la importancia de conocer la longitud geográfica para dominar los Océanos. Bien lo saben los ingleses que tuvieron que esperar al siglo XVIII paraempezar a navegarlos con un poco de soltura. Pero para los españoles no era solo una cuestión de dominar los Océanos. En el conocimiento de la longitud geográfica se asentaban otros intereses absolutamente fundamentales para poder gestionar y coordinar un Imperio que se precie de serlo y que se despliegue por cuatro Continentes.
Por lo pronto, era la manera de conocer con precisión el tamaño del Imperio y también sus fronteras. De esa manera Felipe II podría, de una vez por todas, zanjar las disputas entre españoles y portugueses (ambos bajo su corona a partir de 1580), como consecuencia de las tensiones sobre las líneas de demarcación que delimitaban los territorios portugueses y españoles en el Continente americano (Tratado de Tordesillas) y en las Molucas, situadas en Asia (Tratado de Zaragoza); Esas líneas imaginarias eran claves, y conocer latitud y longitud esenciales para poder trazar la frontera entre ambos países.
Los motivos de Felipe II
Había un segundo motivo por el que Felipe II estaba muy interesado. Él había diseñado y puesto en marcha una legión de «letrados», salidos de las pobladas universidades españolas gracias a su Pragmática de 1559 , que eran la base humana para articular el Imperio. Estos letrados, para hacer su trabajo, no necesitaban una posición geográfica exacta, pero sí poder definir con razonable precisión las jurisdicciones políticas que eran las que posibilitaban estructurar y desarrollar los Virreinatos. Para ello también era necesario la longitud.
Aún quedaba otro motivo por el que Felipe II estaba interesado en la longitud. Uno más personal aunque el menos relevante: Era un apasionado de la Cosmografía. Esa ciencia, evolucionada en la Casa de Contratación de Sevilla (CCS), que estaba arrojando luz sobre los desconocidos Océanos combinando Geografía, Astronomía y Matemática y que destilaba mapas donde plasmaba todo ese conocimiento.
Así que sí, la longitud era clave para la navegación. Pero para el Imperio Español no únicamente para la navegación. Era fundamental para el desarrollo correcto del propio Imperio, y Felipe II era muy consciente de ello. Es por eso que puso en marcha, en 1567, un premio (el primero de la historia) para el que averiguara un método exacto para conocer la longitud. Galileo Galilei fue uno de los participantes. No ganó. Nadie lo hizo.
Aún así, el objetivo no cambiaba y en la CCS muchos esfuerzos se iban en calcular esa incógnita. Había dos métodos principales conocidos por la «comunidad científica» de entonces:
Medir exactamente el tiempo transcurrido. De esa olvidaos porque estamos a mediados del siglo XVI y hasta finales, muy finales, del XVIII no se sube a un barco un cronómetro para cruzar de verdad un Océano. Y mira que lo intentaron muchos…
Aproximar a través de eclipses lunares. Se trataba de observación desde varios puntos del mismo hecho. Sería una aproximación relativa para una navegación puntual pero servía para situar geográficamente (latitud y longitud) todos los territorios y la ubicación de unos con respecto a otros.
El cálculo por eclipses lunares de Alonso de Santa Cruz
El primero que planteó y dejó por escrito el proyecto de observar un fenómeno celeste desde varios puntos de los territorios de la Monarquía donde no se ponía el sol, fue el gran Alonso de Santa Cruz, Piloto Mayor de la CCS. Es decir, su mejor cosmógrafo y por lo tanto el mejor cosmógrafo la época.
A su muerte le relevó, Juan López de Velasco. Seguramente no alcanzaba la excelencia de Santa Cruz en Cosmografía pero era un gestor absolutamente impresionante. El papel lo podía aguantar todo, pero López de Velasco estaba dispuesto a llevar a cabo lo que planteó en su momento Alonso de Santa Cruz.
Con el interés de los marinos españoles, de los letrados, el impulso propio rey Felipe II y la gestión de la CCS, el Imperio Español pone en marcha del primer Plan de Observación Astronómica a Gran Escala en el mundo. Nuevamente, pioneros.
La gestión y ejecución del Plan de Observación: López de Velasco
El proyecto fue llevado a cabo por varias decenas de cosmógrafos reales, matemáticos y otros funcionarios en todos los dominios de Felipe II durante años, siguiendo las instrucciones dictadas por López de Velasco.
Los observadores debían registrar cuantas circunstancias rodearan el eclipse que contemplaban, como la hora de inicio, la duración, la intensidad —total o parcial— y la sombra sobre un instrumento. Y todo esto para cada uno de los eclipses previstos en adelante. La Astronomía se había convertido en cuestión de Estado (¿no pasó eso con Estados Unidos y la luna?).
No hay precedente similar sobre la descripción detallada de los instrumentos, del protocolo específico para su construcción y del registro de la observación, como el procedimiento explicitado por López de Velasco en la Instrucción de los eclipses. Ni mucho menos en el alcance global del proyecto.
Seguramente López de Velasco tomara de Alonso de Santa Cruz las descripciones de cómo llevar a cabo las mediciones. No importa. En realidad eso hace que ambos compartan la gloria de haber sido los primeros en la ejecución de este método científico; tan habitual ahora en los tiempos de la comunicación e Internet (medir el mismo hecho ocurrido en el espacio desde varios telescopios situados en varios puntos del planeta).
Los eclipses de luna: Cuestión de Estado
En el Archivo General de Indias se conservan dos juegos de documentos que constituyen, lamentablemente, la única documentación gráfica sobre la observación de los eclipses de Luna que ha sobrevivido hasta nuestros días. Se trata de los registros correspondientes a una observación de eclipses realizada en Ciudad de México y otra en Puerto Rico.
La observación del eclipse en la Ciudad de México tuvo lugar el día 17 de noviembre de 1584. La llevó a cabo, con todo el cariño que exigía ese momento, un grupo compuesto por: los cosmógrafos Jaime Juan —responsable de la misión— y Francisco Domínguez, el doctor Pedro Farfán y el armero real Cristóbal Gudiel.
Con todo el cariño… y con toda la ceremonia. Recordemos que el propio Felipe II estaba detrás de esto, así que la observación tuvo lugar en la azotea de las casas reales, en presencia del arzobispo Pedro Moya de Contreras (virrey de Nueva España).
De ellos dejamos aquí sus nombres como modesto homenaje a todos esos miles de hombres desconocidos que hicieron de los territorios de la Monarquía Española un lugar también de ciencia y de conocimiento.
El Camino Español
Fuente absolutamente imprescindible, de la que hemos basado el post y de la que recomendamos su lectura:
La medición de un imperio: reconstrucción de los instrumentos utilizados en el proyecto de López de Velasco para la determinación de la longitud – Manuel Morato-Moreno orcid.org/0000-0003-0809-1413 Universidad de Sevilla
https://www.xn--elcaminoespaol-1nb.c...ala-del-mundo/
El Cálculo de la longitud geográfica: el secreto de Felipe II que duró 2 siglos
Una flota inglesa formada por cinco naves comandada por el Almirante Clowdisley se hundió al chocar con las islas Sorlingas (cerca de Inglaterra) en el año 1707 por un erróneo cálculo de su posición. Concretamente de la longitud. Dos mil hombres perecieron. Siglo XVIII.
Y es que calcular la longitud en medio del océano era un problema para los ingleses todavía en el siglo XVIII. Más bien un problemón. Vale que ahora eso no tiene ninguna dificultad pero hace trescientos años, que un marino calculara correctamente latitudes y longitudes era la diferencia entre llegar a puerto o no llegar, entre saber dónde estás o encontrarte con sorpresas desagradables y en muchos, muchos casos, entre la vida y la muerte.
Lo de la latitud estaba más que controlado. Ya hacía siglos que se utilizaban los astros para su cálculo. Pero, claro, para saber en un mapa dónde estabas y donde querías ir necesitabas la otra referencia: La longitud. Y para hallar ese dato las estaban pasando canutas los ingleses desde hacía siglos. Literalmente.
Y en ello estaban. A raíz del desagradable caso del Almirante Clowdisley y su flota fue cuando en sacaron el famoso Decreto de la Longitud de 1714, en el cual el parlamento prometió un premio de £20.000 (de las de la época) para una solución al problema de cómo calcular la longitud de una manera precisa.
Dicho esto, la pregunta que nos asalta es… ¿Podían los ingleses dominar los Océanos y ser la flota mas poderosa de todos los mares sin saber calcular con precisión un dato esencial de la navegación como es la longitud? Sólo hay una respuesta posible: no. Y avanzaba ya el siglo XVII
Y sin embargo, lo que son las cosas, el cálculo con exactitud de la longitud no era un problema para los españoles desde hacía dos siglos. Dos siglos.
La principal causa para saber hacerlo es que no hubo más coj… es decir, no había otra opción. Al descubrir el nuevo continente e inaugurar los viajes transoceánicos lo de calcular la longitud se hacía fundamental. Un problema que nadie había tenido antes porque nadie había tenido los arrestos para enfrentarse al océano, con lo que la navegación se realizaba básicamente bordeando costas (más o menos lejos).
Fotografía: Alejando Mallado – http://www.alejandromallado.com
Pero claro, España (re)descubrió América y puso todo su empeño y lo mejor de su gente en esa tarea. Y luego (re)descubrió el Pacífico y lo recorrió de arriba abajo tanto de ida como de vuelta (el ‘tornaviaje’ entre Manila y Acapulco. Que solo por eso Urdaneta debería tener una estatua en cada capital de medio mundo por acercar de una manera tan crucial los continentes asiático y americano).
La demostración palpable de que éramos capaces de calcularla era que nuestros barcos llegaban a puerto incluso después de tempestades que a la fuerza te sacaban del rumbo prefijado o más aún que se «mapeara» el Pacífico (con una extensión de una tercera parte del globo terráqueo o cuatro veces el Continente Americano, que se dice pronto…). Enfrentarse a eso (además de con un par) no se puede hacer con garantías si no sabes lo que haces, donde estás y donde vas con extrema exactitud.
Otra prueba más palpable es la edición en el siglo XVI del «Libro de las longitudines y manera que hasta agora se ha tenido en el arte de navegar, con sus demostraciones y ejemplos dirigido al muy alto y poderoso señor Don Phelippe II de este nombre Rey de España» por Alonso de Santa Cruz, Cosmógrafo Mayor tanto de Carlos I como de Felipe II.
La obra de Santa Cruz iba destinada a Felipe II que prohibió de todas, todas la publicación y distribución de la misma. Razón de Estado, dijo (y con más razón que un santo). Para qué dar pistas a los ingleses, franceses y demás que andaban más perdidos que un cocodrilo en un garaje con la navegación oceánica… así que la obra se puso a buen recaudo saliendo a luz en 1921 (de lo bien que la escondieron…) aunque lógicamente sí se enseñaba en la Casa de Contratación
Alonso de Santa Cruz (un auténtico crack de los que ahora sería Premio Princesa de Asturias o Premio Nobel) fue el primero que dijo que el transporte de la hora dentro del barco podía servir para averiguar la longitud. Eso estaba destinado a revolucionar y a sentar las bases de la navegación futura pero sería más adelante porque el primer reloj preciso para tenerlo en un barco llegaría más de doscientos años después.
Santa Cruz trabajaba como cosmógrafo en la Casa de Contratación de Sevilla. Para situarnos, la cosmografía en el siglo XVI era la ciencia que describía las características del universo en forma de mapas, combinando elementos de la geografía y la astronomía. En ella se englobaba todas las materias relacionadas con la navegación oceánica donde era imprescindible una excelente preparación matemática y también de astronomía. El tal Alonso de Santa Cruz también inventaba aparatos para realizar mediciones y facilitar los cálculos de las navegaciones.
No es la única obra de ese estilo, hay más. Y todas dan muestra de la pericia en la navegación que tenían y acumularon los marinos españoles durante más de dos siglos. Pioneros en conectar el mundo a través del peligroso y desconocido mar. La navegación actual es heredera, sin lugar a dudas, de la que entonces hicieron nacer aquellos españoles indómitos y de voluntad férrea que dominaron por primera vez con pericia, sacrificio y ciencia los Océanos
.Camino Español
PD: Los ingleses fueron tomando el testigo de los españoles como referentes en navegación a partir de mediados del siglo XVII. Más de doscientos años después de iniciada la navegación oceánica. Pero no debemos olvidar que lo realmente meritorio, esto es conectar el mundo por mar, ya lo habíamos hecho al completo los españoles. Una herencia, conseguida con muchísimos sacrificios y con lo mejor de nuestros científicos y marinos, puesta a disposición de toda la humanidad. No deberíamos dejar que caiga en el olvido algo que pertenece a los españoles de otra época y de los que deberíamos sentirnos orgullosos.
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