Pentimenti di Benedetto
Cuando sale a colación/discusión el Concilio Vaticano II, mis amigos me han oído decir muchas veces que hay algo que nunca termino de explicarme satisfactoriamente: ¿Por qué y de dónde el entusiasmo de los Padres Conciliares, esa exultación que se desborda en los textos del concilio? No encuentro motivos, al contrario. Un mundo a sólo veinte años de distancia de la IIª Guerra Mundial, con media Europa y medio mundo bajo la hoz y el martillo del marxismo criminal, y la otra mitad corrompiéndose aceleradamente por causa y efecto del neo-paganismo liberal, un mundo en guerra perpetua, un Occidente con una cultura descompuesta por abandono de sus referentes de identidad. ¿Por qué la Iglesia y su Concilio se enamoraron ciega y fatalmente de ese mundo? ¿Por qué esa borrachera secularista?
Ayer el Papa Benedicto, en uno de sus actos postrimeros, ante el clero de Roma, evocaba aquel Concilio de su juventud, como la pintura de un óleo antiguo va dejando ver los pentimenti de su autor:
"Allora, noi siamo andati al Concilio non solo con gioia, ma con entusiasmo. C’era un’aspettativa incredibile. Speravamo che tutto si rinnovasse, che venisse veramente una nuova Pentecoste, una nuova era della Chiesa, perché la Chiesa era ancora abbastanza robusta in quel tempo, la prassi domenicale ancora buona, le vocazioni al sacerdozio e alla vita religiosa erano già un po’ ridotte, ma ancora sufficienti. Tuttavia, si sentiva che la Chiesa non andava avanti, si riduceva, che sembrava piuttosto una realtà del passato e non la portatrice del futuro. E in quel momento, speravamo che questa relazione si rinnovasse, cambiasse; che la Chiesa fosse di nuovo forza del domani e forza dell’oggi. E sapevamo che la relazione tra la Chiesa e il periodo moderno, fin dall’inizio, era un po’ contrastante, cominciando con l’errore della Chiesa nel caso di Galileo Galilei; si pensava di correggere questo inizio sbagliato e di trovare di nuovo l’unione tra la Chiesa e le forze migliori del mondo, per aprire il futuro dell’umanità, per aprire il vero progresso. Così, eravamo pieni di speranza, di entusiasmo, e anche di volontà"
"Fuimos al Concilio no sólo con alegría, sino con entusiasmo. Había una expectativa increíble. Teníamos la esperanza de que todo se renovase, de que llegase un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia, porque la Iglesia era entonces todavía robusta, con buena praxis dominical, y, aunque las vocaciones ala sacerdocio y la vida religiosa se habían reducido un poco, eran todavía suficientes. Sin embargo se percibía que la Iglesia no progresaba, que menguaba, que parecía más bien una cosa del pasado y no la portadora del futuro. Y en aquel momento esperábamos que esta relación se renovase, que cambiara, que la Iglesia fuera de nuevo la fuerza del hoy y del mañana. Y sabíamos que las relaciones entre la Iglesia y la época moderna, desde el comienzo, era un poco contradictorias, comenzando con el error de la Iglesia en el caso de Galileo Galilei; se pensaba que había que corregir este comienzo equivocado y encontrar de nuevo la unión entre la Iglesia y las fuerzas mejores del mundo, para abrir el futuro de la humanidad, para abrir el verdadero progreso. Así éramos, llenos de esperanza, de entusiamo, y también de voluntad"
Esto dijo Benedetto, ese fue el pentimento que dejó ver bajo las capas de esa vejez debilitada que, confiesa, le impide mantenerse en la Sede de Pedro.
Más adelante, Benedicto habló de la tergivesación del Concilio por obra y arte de los medios de comunicación, que distorsionaron y manipularon todo lo que se hacía en el aula vaticana. Y declaró:
"Sappiamo come questo Concilio dei media fosse accessibile a tutti. Quindi, questo era quello dominante, più efficiente, ed ha creato tante calamità, tanti problemi, realmente tante miserie: seminari chiusi, conventi chiusi, liturgia banalizzata … e il vero Concilio ha avuto difficoltà a concretizzarsi, a realizzarsi; il Concilio virtuale era più forte del Concilio reale
Sabemos cómo este Concilio de los medios de comunicación fue accesible a todos. En consecuencia, éste fue el dominante, el más eficiente, y el que ha creado tantas calamidades, tantos problemas, realmente tantas miserias: seminarios cerrados, conventos cerrados, una liturgia banalizada… El verdadero Concilio ha tenido dificultades para concretizarse, para realizarse; el Concilio virtual fue más fuerte que el Concilio real"
Y termina Benedetto:
"Ma la forza reale del Concilio era presente e, man mano, si realizza sempre più e diventa la vera forza che poi è anche vera riforma, vero rinnovamento della Chiesa. Mi sembra che, 50 anni dopo il Concilio, vediamo come questo Concilio virtuale si rompa, si perda, e appare il vero Concilio con tutta la sua forza spirituale. Ed è nostro compito, proprio in questo Anno della fede, cominciando da questo Anno della fede, lavorare perché il vero Concilio, con la sua forza dello Spirito Santo, si realizzi e sia realmente rinnovata la Chiesa.
Pero la fuerza del Concilio estaba presente, y, poco a poco, se realiza siempre más y se convierte en la verdadera fuerza que es también la verdadera reforma, la verdadera renovación de la Iglesia. Tengo la impresión que, 50 años después del Concilio, se está rompiendo y se pierde ese 'Concilio virtual' (el tergiversado por los medios) y aparece el verdadero Concilio con toda su fuerza espiritual. Y nuestra tarea, justamente en este Año de la Fe, comenzando desde este Año de la Fe,
es trabajar para que el verdadero Concilio, con su fuerza del Espíritu Santo, se realice y sea renovada la Iglesia"
Es decir, que sigue el entusiamo a pesar del desastre post-concilar. Y a pesar del (dígolo salva reverentia) fracaso de Benedicto, que se retira en mitad del Año de la Fe.
El Año de la Fe no sé si será el año de la renovación verdadera que el Concilio no logró y 50 años después, no ha conseguido. Lo que sí es evidente es que el hecho más notable del Año de la Fe es la renuncia de Benedicto. Por el momento.
Oremus para que otros eventos traumáticos no singularicen más definitivamente este memorable año del medio siglo después de lo que pudo haber sido y no fue.
+T.
EX ORBE
18 febrero, 2013 | The Remnant
El Concilio y las excusas recicladas ¡Que se levante el verdadero Concilio Vaticano Segundo!
Por Brian M. McCall, columnista de THE REMNANT, Oklahoma
“Sabemos que este Concilio de los medios fue accesible a todos. Así que fue dominante, más eficaz, y en realidad creó tantas calamidades, causó tantos problemas, tanta miseria; los seminarios se cerraron, los conventos se cerraron, la liturgia se trivializó… y el verdadero Concilio ha luchado por emerger y realizarse: el Concilio virtual fue más fuerte que el Concilio verdadero.”
- El Papa Benedicto XVI
El Papa Benedicto XVI ha declarado, en lo que seguramente será su última audiencia al clero de su diócesis de Roma, que dejará la silla de Pedro completamente comprometido con el Concilio Vaticano Segundo. Si su discurso del 14 de febrero ofrece alguna indicación, no habrá ningún cambio de postura de última hora respecto a la Hermandad de San Pío X y el Concilio. El Santo Padre parece decidido; terminará su reinado defendiendo el etéreo Concilio verdadero, contra el supuesto impostor de las últimas décadas.
Su Santidad reconoce las consecuencias desastrosas que sucedieron inmediatamente al Concilio. “Este Concilio de los medios fue accesible a todos. Así que fue dominante, más eficaz, y en realidad creó tantas calamidades, causó tantos problemas, tanta miseria; los seminarios se cerraron, los conventos se cerraron, la liturgia se trivializó.” Sin embargo, “este concilio” al que se refiere el Santo Padre no es el verdadero Concilio, el que se desarrolló en Roma durante tres años y produjo los documentos. No, Benedicto XVI sostiene que fue un Concilio impostor, “el Concilio de los periodistas”, el que causó los desastres. Si el verdadero “Concilio de los Padres” hubiera podido actuar, sin distorsiones mediáticas, todo hubiera ido bien para la Iglesia. “El mundo interpretó el Concilio a través de los medios de comunicación, en lugar de ver el verdadero Concilio de los Padres y su visión fundamental de la fe.” “La interpretación de los periodistas fue política.”
Es la misma excusa reciclada de los que quieren aceptar una realidad contradictoria: el Concilio es bueno y sus frutos son malos. El problema del Concilio es que nunca se ha entendido. Esto, a pesar de que su predecesor dedicó veinte años a explicar en todo lujo de detalle lo que decía el verdadero Concilio.
Benedicto culpa a la falsa interpretación de los medios del Concilio por la democratización de la Iglesia, no a los Padres conciliares. “Los medios vieron en el Concilio una lucha política, una lucha de poder entre las diferentes facciones en la Iglesia. Era obvio que los medios tomarían partido por la facción que mejor convenía a su mundo. Había algunos que deseaban una descentralización de la Iglesia, poder para los obispos, y luego con la noción del “Pueblo de Dios”, poder para los laicos. Hubo un asunto triple: el poder del Papa, luego transferido al poder de los obispos, y por último el poder de todos… la soberanía popular. Naturalmente, vieron que esta parte debía ser aprobada, promulgada, ayudada.” (Énfasis mío)
Ahora vamos a aclarar los hechos. No fueron el New York Times o el London Evening Standard quienes crearon el virus de la colegialidad, las conferencias episcopales, la demanda de “mayor participación” de los laicos en el gobierno de la Iglesia. Fueron los documentos del Concilio Vaticano II quienes lo hicieron. No fue Fox News quien creó un nuevo Código de Derecho Canónico que convirtió en ley, según el Padre conciliar Juan Pablo II, la colegialidad. Esto es lo que dijo Juan Pablo II en su decreto que promulgaba el Código:
Si nos fijamos en los trabajos que precedieron la promulgación del Código y la manera en que se desarrollaron, especialmente durante los pontificados de Pablo VI y Juan Pablo I, hasta el presente, es vital aclarar que estos trabajos llegaron a su conclusión en un espíritu eminentemente colegial. Esto no es solamente en relación a la composición externa del trabajo, sino que también afecta la sustancia misma de las leyes que han sido redactadas.A no ser que Benedicto XVI esté afirmando que Juan Pablo II no es parte del Concilio de los Padres, sino del Concilio de los Medios, la destrucción de la estructura jerárquica de la Iglesia, debida a la colegialidad y al concepto del Pueblo de Dios, no es obra de un supuesto Concilio impostor; más bien está en armonía con la letra y el espíritu del Concilio de los Padres. Incluso Benedicto XVI reconoce que esta soberanía popular fue una “parte” del Concilio. Simplemente culpa a los medios por “ayudarla” y por “promulgarla”. Sin duda los medios ayudaron encantados, pero una vez más, fue Juan Pablo II el que promulgó la colegialidad como ley… no los medios.
Este sello de colegialidad, que es una característica del origen del Código, se encuentra enteramente en armonía con la autoridad magisterial y la naturaleza del Concilio Vaticano II. Por lo tanto, el Código demuestra, no sólo por su contenido sino también por su origen, el espíritu del Concilio, en cuyos documentos la Iglesia, sacramento universal de salvación (cf const. Lumen Gentium, nº 9, 48) se presenta como el “Pueblo de Dios”, y su constitución jerárquica se plantea como fundada sobre el Colegio de los Obispos, junto con su Cabeza.” (Énfasis mío)
En la misma onda, Benedicto XVI culpa el “Concilio virtual”, no el verdadero, por la crisis litúrgica.
“Éste fue el caso de la liturgia; no hubo ningún interés en la liturgia como acto de fe, sino que era algo que se tenía que hacer comprensible, similar a un acto comunitario, algo profano. Y sabemos que hubo una tendencia, con una base histórica, que decía: “la sacralidad es una cosa pagana, posiblemente incluso desde el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento lo único que importa es que Cristo murió en el exterior; fuera de las puertas de la ciudad, es decir en el mundo secular.” La sacralidad se volvió profanidad hasta en la adoración; la adoración no es adoración, sino un acto que congrega a la gente, una participación comunitaria en una actividad. Y estas traducciones, que trivializaron la idea del Concilio, e implementaron la reforma litúrgica de manera virulenta, fueron alumbradas en una visión del Concilio fuera de su propia visión fundamental de la fe. Lo mismo ocurrió con las Escrituras: las Escrituras son libros históricos, que debemos tratar históricamente y nada más, y así sucesivamente”
Según esta dicotomía ficticia no fue la Constitución para la Sagrada Liturgia la que pidió una revisión de los libros litúrgicos, para que fueran más relevantes, lo que permitió la inculturación de prácticas locales relevantes (mientras contaban con el visto bueno de las conferencias episcopales colegiales); ni la que permitió por primera vez las traducciones de las que se queja el Santo Padre. En resumen, este documento que obró la destrucción del estricto control jerárquico de la liturgia por parte de la Santa Sede, que la había preservado durante siglos, no fue la responsable de la secularización de la liturgia. No, fue el uso irresponsable que hicieron de este documento los medios.
Perdóneme, Santo Padre, pero fue una comisión de la Santa Sede, bajo la estrecha vigilancia de Pablo VI, la que compuso la Nueva Misa, rechazada por dos tercios de los obispos que la presenciaron por primera vez. No la compuso la CNN. En cuanto a las deplorables traducciones, todas las que fueron autorizadas por el documento conciliar y la Santa Sede, la destrucción de la liturgia transciende estas falsas traducciones. Conviene recordar que la Intervención de Ottavianni llegó a la conclusión de que el nuevo rito se alejaba de la definición solemne de la Misa según Trento, antes de que se hubiera usado una sola traducción. Según el informe de Monseñor Fellay, las objeciones teológicas de la Hermandad a la Nueva Misa no tienen su raíz principalmente en las malas traducciones del latín, sino en el texto original en latín.
No fueron los medios, sino Pablo VI, el Arzobispo Bugnini, las varias conferencias episcopales, la Congregación para la Divina Adoración, y el documento que les habilitó a todos, la Constitución para la Liturgia, quienes perpetraron esta destrucción del rito romano.
Siempre es más fácil buscar un chivo expiatorio. Permite esquivar la evidencia. Es aún más fácil cuando el verdadero culpable es un amigo o protegido. Benedicto XVI fue una de las matronas que alumbraron el Concilio Vaticano II real y documentado, y es mucho más fácil culpar a los malvados medios que a tu hijo querido. No os desesperéis; a pesar de la continua cuesta abajo en la Iglesia en todos los ámbitos cuantificables, el verdadero Concilio por fin emerge, dice el Papa Benedicto con una sonrisa esperanzadora para el futuro de sus sacerdotes. “50 años más tarde la fuerza del Concilio se ha revelado. [¿cómo dice?] Nuestra tarea para el Año de la Fe es darle vida al Concilio.” [¿pero creía que ya se había revelado?]
El hecho es que el “verdadero Concilio”, después de largos años, se está manifestando al fin en su esencia. “La verdadera fuerza del Concilio estaba presente y lentamente ha emergido. Se está convirtiendo en el poder auténtico de la reforma, la verdadera renovación de la Iglesia.” Pero fueron los documentos del verdadero Concilio que autorizaron y animaron la reunión de oración en Asís, la Nueva Misa, la tiranía burocrática de las conferencias episcopales, el nombramiento de mujeres como cancilleras diocesanas, etc., etc. Lo que el Papa Benedicto evidentemente no puede aceptar, incluso después de la presentación de dos años de documentación detallada en las discusiones doctrinales con la Hermandad de San Pío X, es que fueron los documentos del verdadero Concilio los que contenían bombas de relojería cuya metralla está incrustada en todas partes de nuestra Iglesia en crisis. Los medios y los periodistas se limitaron a contar, con júbilo y celebración, lo que dijo el Concilio y lo que implementaron los Papas sucesivos en su nombre. Los últimos 50 años son simplemente la consecuencia natural de las ideas y expresiones emitidas por el Concilio. Ésta es la cruda verdad que el Experto Teológico Conciliar saliente no quiere oír. Parece que está dispuesto a mantener el injusto exilio interno de la HSSPX, al margen de un aparentemente fuerte deseo personal de acabar con dicha injusticia, porque no quiere enfrentarse a la terrible crisis que fue el Concilio Vaticano II.
Todo lo que podemos hacer es rezar, para que Dios permita que el próximo Papa no sea un hombre del Concilio, sino alguien que esté dispuesto a llamar al pan, pan y al vino, vino. Alguien capaz de decir a los medios: Hemos terminado con este concilio ladrón; volvamos a la Tradición.
Fuente: TRADICIÓN DIGITAL
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