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Tema: Habemus Papam - Francisco I

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  1. #1
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    La elusión de su Santo Nombre

    Si evangelizar es predicar a Jesucristo, Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado, que se sienta a la Diestra del Padre y ha de venir a juzgar a vivos y muertos, si eso es evangelizar ¿qué es eludir, callar, ocultar el nombre de Jesucristo voluntariamente, deliberadamente, con toda intención? ¿Cómo se llama ese acto? ¿Noevangelizar? ¿Pseudo-evangelizar? ¿Negavangelizar?

    Dice el Señor: 'Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.' Mt 10, 32-33

    En Mc 8, 38: '...Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.'

    En Lc 9, 26: '...Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.'

    Callar, no decir, no pronunciar el Nombre del Señor ante infieles, ¿es renegar o es avergonzarse?

    Es, indudablemente, falta de parresía, aquel don, aquella virtud de los Apóstoles y los primeros cristianos, que testimoniaban por doquier a Cristo, con su nombre y sus hechos, sin vergüenza, con santa impudicia, con la contundente caridad de aquel lema paulino 'veritatem facientes in charitate', obrando la verdad en caridad.

    Lo desconcertante es que el negacionista, el silente, el taciturno, el púdico, el timorato, el acomplejado es, ni más ni menos, que PP Franciscus, el mismo que luce tanto desparpajo con los de casa y que hoy se ha amilanado ante un rabino y un alfaquí, en Sarajevo.



    ¿Por qué? ¿Por respeto? ¿Qué respeto?

    Con pena he leído (no he rezado) la 'oración interreligiosa' PP Franciscus para la ocasión:

    Dios todopoderoso y eterno, Padre bueno y misericordioso; Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles; Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, Rey y Señor del pasado, del presente y del futuro; único juez de todos los hombres, que recompensas a tus fieles con la gloria eterna. Nosotros, descendientes de Abrahán según la fe en ti, único Dios, judíos, cristianos y musulmanes, humildemente nos ponemos en tu presencia y con confianza te pedimos por este país, Bosnia y Herzegovina, para que puedan habitarlo en paz y armonía hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y culturas. Te pedimos, Padre, que esto mismo suceda en todos los países del mundo. Refuerza, en cada uno de nosotros, la fe y la esperanza, el respeto recíproco y el amor sincero por todos nuestros hermanos y hermanas.Haz que, con valentía, nos comprometamos a construir la justicia social, a ser hombres de buena voluntad, llenos de comprensión recíproca y de perdón, pacientes artesanos de diálogo y de paz. Que todos nuestros pensamientos, palabras y obras estén en armonía con tu santa voluntad. Todo sea para tu honor y gloria, y para nuestra salvación. A ti sea la alabanza y la gloria, por los siglos de los siglos, Dios nuestro. Amén.
    (ver aquí)

    No la recen Uds. tampoco. No recen ese texto que elude nombrar a Cristo, Dios verdadero.

    Recen ustedes, mejor, un Avemaría por las (rectas) intenciones del Papa, las misiones católicas, la conversión de los infieles, extirpación de las herejías y exaltación de la Santa Iglesia Católica, como rezaban nuestros padres, sin vergüenza.

    Y añadan, en desagravio, un rotundo: ¡ Bendito y alabado sea el Santísimo Nombre de Jesús !!!

    ...en el Cielo, en la Tierra, en el infierno...y en Sarajevo.

    Amén, Jesús.


    +T.

    EX ORBE

  2. #2
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Sanata si

    La sanata es un género humorístico inventado por el comediante argentino Fidel Pintos, que consiste en monologar largamente con murmullos y palabras inconexas y sin sentido, pero manteniendo la postura y dando la apariencia de que se trata de pensamientos profundos y coherentes. Por extensión el término se incorporó al lunfardo, para denominar toda forma de hablar confusa e incomprensible, en la que se expone un argumento sin sentido ni ideas claras; una manera de hablar sin decir nada, pero con el fin de que el interlocutor piense que se ha dicho algo. De más está decir que el más clarificado discípulo de Fidel Pintos fue un joven técnico químico llamado Jorge Bergoglio.

    Cuando leí hace años la encíclica "Spes salvi" del papa Benedicto XVI, por momentos era difícil no emocionarse o experimentar ciertos remezones interiores frente a la claridad y profundidad de sus observaciones. Cuando se lee la encíclica del Papa Francisco Laudato si sobre el cuidado del planeta se experimentan también remezones pero, en esta ocasión, son provocados por la vergüenza cósmica que se siente como católico, y como argentino, frente al hecho de que este personaje tan básico y elemental documente su ignorancia frente al mundo y la posteridad.
    Ludovicus ha tenido la paciencia y generosidad de rescatar algunas perlitas del texto pontificio que aquí comentamos brevemente:


    1. "Existe un consenso científico muy consistente que indica que estamos en presencia de un preocupante calentamiento del sistema climático".
    Justamente sobre ese punto no hay ningún tipo de consenso científico. Más aún, hay una fuerte sospecha de que se trata de enorme fraude movilizado por intereses financieros. Basta ver, por ejemplo, el documental de Martin Durkin sobre el tema. Yo no soy climatólogo; no sé quién tiene razón. Lo que sí sé es que es el calentamiento global es un tema científicamente controvertido y sobre el que no hay acuerdo.


    2. "El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sostener los ecosistemas terrestres y acuáticos".
    Una expresión de cegador brillo. Este hombre está iluminado. Esperemos que no de a conocer todos los arcanos de la revelación primordial, como que la vaca nos da la leche.


    3. "Los océanos no solamente contienen la mayor parte del agua del planeta sino también la mayor parte de la vasta variedad de los seres viviente".
    Las universidades deberían adoptar este texto para su análisis. Es increíble lo que se aprende leyendo la encíclica.


    4. "Adentrándonos en los mares tropicales y subtropicales, encontramos las barreras de coral, que corresponden a los grandes bosques de la tierra, porque son el hogar de aproximadamente un millón de especies, incluidos peces, moluscos, algas".
    La Enciclopedia Británica y la National Geographic son un poroto al lado de la sapiencia de Francisco.


    5. "Estas situaciones provocan los gemidos de la hermana tierra, que se unen a los gemidos de los abandonados del mundo, con un lamento que reclama de nosotros una respuesta".
    Poesía simbolista pura, quizás con toques de expresionismo alemán tipo Munch. El Santo Padre debe ser considerado seriamente para el Nobel de Literatura.


    6. "... aunque no basta para modificar los hábitos nocivos de consumo, que no parecen retroceder, sino más bien extenderse y desarrollarse. Es lo que sucede, para dar solamente un simple ejemplo, con el creciente aumento del uso y de la intensidad de los acondicionadores de aire: los mercados, buscando una ganancia inmediata, estimulan aún más la demanda".
    Intervención de neto corte bergogliano. Seguro les tiene tirria a Garbarino, a Frávega y a otras cadenas de electrodomésticos. Ya conocíamos una de sus fobias: las mascotas; ahora conocemos la segunda: los acondicionadores de aire.


    7. "¿Por qué incluir en este documento, dirigido a todas las persona de buena voluntad, un capítulo referido a las convicciones de la fe?"
    Discúlpeme, Santo Padre, pero no sé si usted se dio cuenta que es el Pontífice Máximo de la Iglesia Católica, que algo tiene que ver con la fe.


    8. "Todo maltrato hacia cualquier criatura es contrario a la dignidad humana".
    Argumento jurídico con fundamento teológico al que recurrirán los jueces la próxima vez que interpongan un habeas corpus por un orangután del zoo. No se puede ejercer un dominio despótico sobre un chimpancé, sino que el dominio tiene que ser político, en lo posible a través de una urna.


    El final es, sencillamente, grotesco: es la primera vez que un Papa propone dos oraciones, una para el bolsillo de la dama y el caballero no cristiano y otra para cristianos.
    ¿Por qué no pensar en adaptar esas oraciones como Plegarias Eucarísticas, para ser usadas en la Misa votiva "Contra el recalentamiento climático", en sus dos versiones¨: una cristiana y la otra monoteísta? Lo complicado, por cierto, va a ser la consagración, pero si el Tucho se pone las pilas, seguro le encuentra la vuelta. Eso sí, en esta Misa el Padre Nuestro tendría este final propio: "No nos dejes caer en el basural, mas líbranos de los deshechos".


    En resumen, con esta encíclica el Papa Francisco pasará a ser el fundador de la teología de la basura.

    The Wanderer

  3. #3
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Dejate enfriar




    Se dice que existe un consenso científico muy consistente que indica que estamos en presencia de un preocupante calentamiento del sistema climático. ¿Existe tal consenso científico o estamos ante un tópico de la corrección política?



    La cuestión de es índole científica pero cabe anticipar las incertidumbres en torno al tópico del denominado calentamiento global.


    “A día de hoy, la teoría del Cambio Climático consiste en la conjunción de tres hipótesis que no siempre suelen distinguirse, pese a que cada una de ellas posee un grado distinto de corroboración. Éstos son los tres pilares del consenso:


    A. Existe un calentamiento global de la Tierra.


    B. La causa principal del calentamiento global es el efecto invernadero.


    C. La causa principal del efecto invernadero son las emisiones de CO2 de origen antrópico.”



    El lector interesado en obtener una explicación de los tres puntos mencionados, puede leer este enlace. Y se encontrará con que en estos temas, sólo hay conjeturas de baja probabilidad. Lo cierto es que hay científicos que directamente niegan la existencia de un cambio climático; los hay que aseguran que el cambio climático es real pero que es imposible demostrar que el culpable sea el hombre a través de su emisión de gases de efecto invernadero; o los que creen que efectivamente el clima está cambiando y el responsable es el ser humano, pero advierten que la acción política y científica se ha vuelto ciertamente histérica y se preocupan por el grado de sectarismo y gregarismo que envuelve al tema y que impide la correcta toma de decisiones. A todos estos científicos les une el escepticismo en torno al cambio climático y al calentamiento global terrestre y por eso son objeto de ataques, insultos, infamias, marginación, ostracismo.



    Todo esto no sería objeto de atención en nuestra bitácora si no fuera porque el tema aparece en recientes “filtraciones” sobre una eco-encíclica bergogliana próxima a publicarse. No sabemos si el texto oficial contendrá finalmente alguna mención al “calentamiento del sistema climático”.



    En todo caso, parece un momento oportuno para recordar que la Iglesia tiene como campo de intervención en los problemas sociales sólo sus aspectos morales: la doctrina social se limita a las consecuencias sociales de la teología moral. El Magisterio no tiene competencia en los aspectos estrictamente científicos y técnicos. Ni la Iglesia, ni ciencia alguna, puede aportar la solución definitiva de un problema cuyos datos se renuevan constantemente. Con el cambio de las circunstancias, lo que ofrece permanencia, en estos campos del saber, son los principios de moral. Las aplicaciones concretas, por ser contingentes, variables y opinables, no pueden constituir un cuerpo doctrinal que se pueda denominar con propiedad Doctrina Social de la Iglesia (en adelante, DSI).


    Antes de enseñar sobre lo que deben hacer u omitir los cristianos respecto del calentamiento global, es necesario establecer con certeza moral que: a) tal hecho existe; b) es efecto de causas humanas, dependientes del uso de la libertad. Suponemos que Francisco, asesorado por el Doctor Eximio Tucho Fernández, ha consultado a las más altas autoridades científicas en la materia antes de emitir juicios morales…


    La finalidad de la DSI es promover el bien espiritual de los fieles. Pero si esta pretendiera aplicar los grandes principios buscando agradar al mundo, promover intereses temporales o hacer triunfar determinados puntos de vista científico-técnicos, subvertiría su finalidad.

    InfoCaótica

  4. #4
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    Re: Habemus Papam - Francisco I



    Ocho seglares hispanoamericanos preguntan a Francisco



    Carta entregada en la Nunciatura Apostólica de La Paz, Bolivia

    Oruro, 12 de junio de 2015

    Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

    A S. S. Francisco

    Obispo de Roma

    Ciudad del Vaticano

    Su Santidad,


    Estando muy próxima su visita pastoral a Sudamérica, los seglares cuyos nombres figuran en este reverente documento, nos dirigimos a Usted motivados por los aspectos que cada cual le planteamos y preguntamos.


    Esperando su palabra clarificadora, rezamos a la Reina del Mundo, para que Ella bendiga su visita al Ecuador, Bolivia y Paraguay, a fin de que este «Continente de la Esperanza» siga siendo el lugar privilegiado donde se siga anunciando la salvación en Jesucristo.



    1. Hay una deserción de la Catequesis después de la Primera Comunión, y este período debe ser un período de perseverancia para formarse moralmente. ¿Por qué no preparamos una evangelización eficaz?


    Es evidente que después de su primera confesión, los niños necesitan una evangelización de perseverancia, que les ayude a confesarse mejor, a discernir mejor entre el bien y el mal. No basta con decir que aman mucho a Jesús, si no están dispuestos a seguir conociéndolo más y formarse en la fe. Que no sea una evangelización de ‘valores’, como lo hacen en las escuelas públicas, sino que promueva las virtudes y la formación de su conciencia.


    ¿Cómo podemos desarrollar una evangelización adecuada para este período que sea efectiva tanto en la formación de ellos y la de sus padres de familia
    ? Podría ser una evangelización cristiana, que también incluya otra actividad que les guste y favorezca su desarrollo integral. Esta Evangelización debe desarrollarse con algún programa que permita a sus padres participación en esta formación.


    Los catequistas/evangelizadores que no pueden comulgar no deben ser catequistas de grupos de niños porque los confunden
    . Por lo general, el acompañamiento que necesitan los niños y adolescentes se limita, además de que la catequesis que imparten tiende a ser laxa sobre el pecado. ¿Cuáles serían las cualidades esenciales que debe tener un catequista/evangelizador? Sabemos que no se trata de requisitos ni de ‘perfiles’. Pero, ¿cómo podemos promover una identidad que también permita atraer a catequistas/evangelizadores con verdadera vocación de servicio?


    El trabajo de catequesis/evangelización se realiza en equipo, ya que con frecuencia tenemos que interactuar con los otros grupos. Los catequistas/evangelizadores que no se acercan a los sacramentos no pueden hacer ‘equipo’ con el resto. Resalta la apatía, el ausentismo y la falta de atención hacia los niños y sus familias. También es muy evidente su falta de fidelidad a la Iglesia. De hecho, no resaltan en su catequesis el rol de la Iglesia, como Cuerpo místico de Cristo ni las enseñanzas del Magisterio, ni mucho menos la Tradición. Estas personas necesitan su propia evangelización y se pueden organizar programas para ellos, entre ellos el Catecumenado. También nos pudieran servir como testimonio cuando ya hayan manifestado señales de conversión y perseverancia.


    Promover las virtudes asociadas a la Castidad y la Pureza
    . He observado que la cultura ‘light’ también ha llegado a nuestros servidores en la pastoral; muchos de ellos ni siquiera lo advierten. A los grupos de asociacionismo juvenil, les acercan sicólogos, les hablan de educación sexual, se les habla de la alegría, de su propia imagen, de actividad diversa, etc. ¿Por qué la castidad y la pureza han tomado el asiento trasero? Hemos notado hasta sacerdotes que prefieren no hablar de eso porque quieren ser más populares entre los muchachos.


    Proselitismo de las Sectas, la Teología de la Liberación y su costo social.
    Las sectas desnacionalizan a América Latina y le hacen perder el fervor cívico. Cuando Juan Pablo II visitó el Sur de México, condenó enérgicamente a la Teología de la Liberación porque tenía la evidencia de sus estragos a la mano. Con su teología marxista, estos misioneros y teólogos hicieron que la gente pobre y los indígenas se alejaran de la Iglesia porque ya no encontraban en ella el sustento espiritual. Encontraron un falso refugio en las sectas, que les robaron su identidad nacional y Católica: Perdieron su fe en María; ya no luchaban por defender sus derechos como ciudadanos porque las sectas los volvieron apáticos; ya no votaban; ya no tenían participación cívica en nada; y hasta terminaron por faltarle el respeto a la bandera. En varias escuelas, los maestros reportan que muchos niños no quieren saludar a la bandera porque se los prohíbe su fe. Abandonaron a los indígenas y el costo social era evidente: más pobreza, más marginación, más explotación….mientras que la Iglesia ya no los acompañaba. Hace falta más evangelización de defensa de la fe y llevar a Cristo a sus corazones, en vez de ideología. México pagó muy caro por eso, hasta al gobierno le costó -y en 1994, muchos indígenas de Chiapas se aliaron a las guerrillas del Comandante Marcos. ¿Qué debemos hacer para desterrar esas ideologías que aún proliferan en los seminarios? Es evidente que benefician a las sectas y alejan a la gente de la Iglesia.


    Yvette Camou, México




    1. «Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío, cuya Alianza con Dios jamás ha sido revocada, porque ‘los dones y el llamado de Dios son irrevocables’» (Rm 11,29)… «Los cristianos no podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios» (cf. 1 Ts 1,9). «Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada». (Evangelii Gaudium, 247)


    Teniendo en cuenta que de acuerdo a la definición dogmática del Papa Eugenio III y del Concilio de Florencia, así como la doctrina enseñada por el Papa Benedicto XIV en Ex Quo Primum, en la cual establece siguiendo el antes mencionado Concilio sostiene que la Alianza mosaica ha sido «revocada» y «abrogada»; ¿Cómo podríamos considerar que no se cae en herejía al sostener lo mencionado en el documento Evangelii Gaudium?


    ¿Cómo podríamos entonces entender las palabras de la Sagrada Escritura en Hebreos 8,6-9: «porque ellos no permanecieron fieles a mi alianza, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor». «Mirad, días vendrán, dice el Señor, en que concluiré una alianza nueva con la Casa de Israel y con la Casa de Judá, no conforme a la alianza que concerté con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto»?



    ¿Cómo podemos obedecer dichas prescripciones sin contravenir el dogma de «Extra Ecclesiam Nullas Salus», al no llamar a la conversión a los mismos por considerar que creemos en el mismo Dios a pesar de lo expresamente establecido por Nuestro Señor: «Porque así amó Dios al mundo, hasta dar su Hijo único, para que todo aquel que creen en Él no se pierda y tenga vida eterna…» «Quien cree en Él no es juzgado, pero quien no cree, ya tiene sobre sí la condena, por lo mismo que no cree en el nombre del Hijo unigénito de Dios»
    (Jn 3, 16-18)?


    Augusto Espíndola, Argentina




    1. Contemplando que la verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo, que Dios es el único Creador del cielo y de la tierra, que es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él.

    Considerando que la creación es el fundamento de «todos los designios salvíficos de Dios», «el comienzo de la historia de la salvación», tomando en cuenta que el fin último de la creación es que Dios, «creador de todos los seres y las cosas, se hace por fin todo en todas las cosas» (1 Co 15,28), procurando al mismo tiempo Su gloria y nuestra felicidad,

    ¿qué acciones concretas debe llevar a cabo el católico para promover una ecología que esté intrínsecamente ligada a la gloria de Dios y que también reafirme y esté en completa armonía con todos y cada uno de los dogmas de la Santa Religión Católica – depositaria de la Verdad, y columna y fundamento de la Fe – definidos solemnemente a lo largo de los más de dos milenios de existencia de la Iglesia de Cristo?

    Javier G. López, Cochabamba, Bolivia



    1. Santo Padre,

    se habla mucho del próximo Sínodo sobre la Familia. En estos días se habla mucho sobre la posibilidad de dar la Comunión a los divorciados en situación de adulterio, algunos a favor otros en contra. Mi pregunta ¿si los Padres Sinodales en su mayoría aceptaran la posibilidad de que estas personas puedan acceder al Sacramento, S. S. estaría de acuerdo?


    Juan Carlos Bertao, Ciudad del Este, Paraguay




    1. Santo Padre Francisco,


    En el videomensaje que envió para la jornada que organiza la diócesis de Phoenix junto con pastores evangélicos, Ud. afirma: «Me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que ‘sabe’ que, pese a las diferencias, somos uno. Y es el que nos persigue». Considerando que el primer deber del Papa es confirmar en la Fe a los fieles (Lc 22, 32), ¿qué objeto tiene pronunciar afirmaciones de cuya conformidad al Evangelio duda el Pontífice? ¿No se corre el riesgo de inducir a los fieles al error en la Fe?

    Jesús Herrera, Bogotá, Colombia



    1. Santo Padre:


    En febrero de 1879 el país de Chile, alentado por oscuras élites, con intereses económicos perversos y expertas en guerras y robos, desató una contienda bélica, en contra de Bolivia, un país sin ánimos de guerra, un país desprovisto de conocimientos y tácticas bélicas, y terminó cercenándonos 400 kilómetros de playa y 120.000 kilómetros de territorio, sometiéndonos desde entonces a un enclaustramiento marítimo, ocasionándonos una desventaja económica, misma que repercute en problemas sociales.


    Recientemente Bolivia ha interpuesto una demanda en contra de Chile ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya, reclamando un espacio marítimo.


    Usted Santo Padre, ¿cómo ayudaría a Bolivia en este caso, en el entendido que este hecho atenta directamente al séptimo y décimo mandamientos, y que además la mayoría de la población en Bolivia profesa la Fe Católica?


    Marcelo Leytón Jiménez, Oruro, Bolivia




    1. Mc 8, 38: ‘…Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.’


    «Presión política y económica, aquí pienso en nuestra hermana y madre tierra, en el planeta, si somos libres de presiones políticas y económicas para cuidarlo, para evitar que se autodestruya. Tenemos adelante Perú y Francia dos conferencias que nos desafían, cuidar el planeta. Recuerdo una frase que escuché de un anciano hace muchos años, Dios siempre perdona… las ofensas, los maltratos, Dios siempre perdona, los hombres perdonamos a veces, la tierra no perdona nunca. Cuidar a la hermana tierra, la madre tierra para que no responda con la destrucción». (En discurso del Visita del Santo Padre Francisco a la Sede de la FAO en Roma con motivo de la II Conferencia Internacional sobre Nutrición Jueves 20 de noviembre de 2014)


    Como ciudadana del país que propuso ante la ONU, que el 22 de abril se cambie el nombre de la celebración por el «Día Internacional de la madre tierra», y leyendo en el discurso citado que en ningún momento se nombra a Nuestro Señor Jesucristo, surge la duda: ¿Cómo es posible que este bien citar a una deidad de un culto neo-pagano (madre tierra – como si fuera un ser personal) y omitir proclamar a Jesucristo y su acción salvadora en el mundo?


    «Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres» Mt 10, 32-33.


    ¿Qué debe perdonar la tierra? ¿Tiene alma/espíritu esta tierra o como ahora la llaman madre tierra?
    En mi país Bolivia, se realizan ofrendas a este ente, que no es el Dios que proclamamos en el Credo, y razón de más para entender toda la injusticia, engaño, corrupción y más frutos de la dureza del corazón que gobiernan y abundan en mi país, pues no servimos ni adoramos al ÚNICO DIOS UNO Y TRINO. Los corazones se han dejado inundar con deidades como esta de la madre tierra, que cada mes de agosto recibe sacrificios y ofrendas sin cesar, incluso de bautizados en la Iglesia Católica.

    Rm 8. 22-23: «Pues sabemos que hasta el presente todo lo creado gime y siente dolores de parto. Ni es sólo eso, sino que también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo». ¿Cómo podrá responder lo creado ante el Poder Supremo de Dios? ¿No somos NOSOTROS quienes debemos aprender a arrepentirnos ante Dios, transformar nuestra vida en Cristo, clamar al Espíritu Santo y bajo su guía aprender a perdonar a nuestro prójimo?


    Cecilia González Paredes, La Paz – Bolivia




    1. Como Usted sabe, no obstante la laicidad del Estado boliviano, en los pasados 6 años las autoridades nacionales y regionales han sido las organizadoras de celebraciones denominadas en principio «ecuménicas», luego «inter-confesionales», con la concurrencia de sectas protestantes y de «amautas». Se ha pretendido asimismo sustituir el matrimonio sacramental católico, efectuando matrimonios colectivos aymaras, en los que las parejas concurrentes recibieron la «bendición» de chamanes.


    Como en su momento había procedido Hugo Chávez en Venezuela creando la herética y disidente colaboracionista «Iglesia Católica Reformada», en Bolivia, junto a los intentos de dar forma a una nueva religión de Estado sincrética y panteísta con el culto a la Pachamama, se ha dado la conformación de una iglesia títere, una pseudo iglesia, llamada «Iglesia Católica Apostólica Renovada del Estado Plurinacional de Bolivia».


    Estando ya cerca su visita a Bolivia, ¿cuál es su postura respecto de estos temas que afectan al desarrollo de la Iglesia Católica en el Estado Plurinacional de Bolivia?


    Germán Mazuelo-Leytón, Oruro, Bolivia



    En nombre de todos ellos suplico del Romano Pontífice su católica bendición.


    Germán Mazuelo-Leytón


    Ocho seglares hispanoamericanos preguntan a Francisco | Adelante la Fe

  5. #5
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    Re: Habemus Papam - Francisco I


    ¡Santo Padre, basta de confundir!

    Una vez más…y van… Otra vez una intervención del papa Francisco es motivo de escándalo y confusión. El viernes 29 de mayo de 2015 en la Casa Santa Marta durante un encuentro con 20 niños gravemente enfermos –acompañados de sus padres y voluntarios– el papa intentó decirles “algo” sobre el dolor. Y nuevamente, como hace algunos meses atrás, cuando una niña filipina le preguntó sobre por qué Dios permite que incluso los inocentes sufran, el papa dijo esencialmente que “no hay respuesta” (Encuentro con los jóvenes en la Universidad de Santo Tomás, Manila, 18 de enero de 2015). En ese momento, en Filipinas, el papa, improvisando, dijo textualmente: “Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas”. Y en vez de responder uno de los interrogantes más acuciantes y profundos de la historia, se limitó a decir que “no tengamos miedo de llorar”.
    Por supuesto hay que ver cómo casi todos los medios del mundo titularon al día siguiente: “Una niña filipina dejó al papa sin respuesta”, “La pregunta de una niña filipina que el papa no supo responder”, redactados casi con la lógica conclusión de que, justamente, si un papa no puede responder esto, qué pretensión más estúpida es la de una religión, la católica, que en el pasado supo acreditarse como “experta en Humanidad” como la calificó alguna vez Paulo VI. Y para risa de los incrédulos, no faltaron por supuesto los papólatras francisquistas que, ciegos ante el escándalo de un papa que no sabe hablar sobre el dolor, no tuvieron mejor idea de decir que lo que había logrado la niña era inspirar al papa una “sublime teología del llanto” (¡la idiotez humana no tiene límites!).

    En el caso de la homilía en Santa Marta no es que no hubo algún tipo de declaración. Sí, por supuesto, algo se pretendió decir, pero si esta es la respuesta del papa católico, si esta es la respuesta de los cristianos frente al dolor, entonces nos merecemos toda las diatribas de los humanistas ateos que siempre nos han acusado de “vender humo”, de “dar opio” a la gente, de disolver los problemas “tirando la pelota al córner” (como decimos “futboleramente” cuando alguien quiere eludir el asunto). Frente al tema del dolor y el sufrimiento, y especialmente frente al sufrimiento de los niños, no basta hallar una mera solución retórica que satisfaga mi inteligencia. Es mi alma herida la que quiere ser confortada sin ser engañada, ser curada sin ser anestesiada.

    Y el papa comienza su intervención con una comparación cuanto menos confusa:

    Cuando en la catequesis nos han enseñado la Santísima Trinidad, nos han dicho que era un misterio: que sí, está el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, pero que comprenderlo todo no se podía. Es cierto, tenemos las pruebas de que es verdad, pero comprenderlo es otra cosa. Las pruebas las tenemos. También aquí, si miramos a Jesús, la Eucaristía, en aquel pedazo de pan está Jesús, es verdad. Pero ¿cómo así? No entendemos cómo puede…pero es verdad, es Él. Es un misterio, decimos. Es así, si hacemos algunas otras preguntas de la catequesis, no podemos explicar profundamente, pero tenemos las pruebas”.

    ¿Realmente tenemos las “pruebas” de la Santísima Trinidad? Esto es novedad, jamás lo había escuchado así. Si se refiere a las pruebas “de la fe” entonces no tiene sentido la comparación respecto al dolor porque también los católicos tenemos las “pruebas de la fe” para creer que el dolor tiene un sentido, incluso el dolor de los niños inocentes. Lo mismo para el caso de la transubstanciación eucarística (salvo que queramos incluir como pruebas “racionales” los milagros eucarísticos, pero sabemos que los milagros son motivos de credibilidad de nuestra fe y que son creídos como tales justamente en un contexto de fe. Que los milagros no reemplazan el acto de fe es algo evidente para cualquiera que haya experimentado la necedad de corazón del incrédulo. Por eso Cristo advierte que para algunos los milagros son inútiles: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, ni aún cuando alguno resucite de entre los muertos”, Lc 16, 31). Por lo tanto, el papa comienza con una indebida comparación entre el misterio de la Santísima Trinidad y el misterio eucarístico (de los que tenemos “pruebas”, aunque no aclara cuáles) enfrentándolos al misterio del dolor (del que parece –y veremos que lo sugiere– que no tenemos “pruebas”). Respecto a la Santísima Trinidad el papa olvida distinguir (y por lo tanto confunde), como sí distingue santo Tomás de Aquino, que se puede probar racionalmente la existencia de Dios, incluso deducir sus atributos entitativos y algunos operativos a partir de la noción del “ipsum esse subsistens”, pero no podemos hablar con puras razones filosóficas del misterio de la Santísima Trinidad, y si intentamos hacerlo daremos pábulo a la “irrisión de los infieles”.

    “Es imposible llegar al conocimiento de la Trinidad de las Personas divinas por medio de la razón natural. (…) Luego mediante la razón natural puede conocerse de Dios lo que pertenece a la unidad de esencia, pero no lo referente a la distinción de personas. El que, pues, se empeña en demostrar la trinidad de personas por medio de la razón natural, atenta contra la fe de dos maneras. Primero, contra la dignidad de la misma fe, que tiene por objeto las cosas invisibles que exceden la capacidad de la razón humana… Segundo, contra el intento de atraer a otros a la fe, pues cuando alguien, para probar los dogmas, alega argumentos que no son demostrativos, la expone a la irrisión de los infieles, quienes se imaginan que nosotros nos apoyamos en semejantes razones y que en virtud de ellas creemos. Por consiguiente, no debe intentarse demostrar las verdades de fe más que por vía de autoridad, para con los que la acaten. Respecto a los otros, es suficiente probar que en el contenido de la fe nada hay que sea imposible…
    ”(S.Th. I, q. 3
    2, a.1 c).

    Después el papa continúa:

    Hay también una pregunta cuya explicación no se aprende en la catequesis. Es la pregunta que tantas veces me he hecho, y tantos de ustedes, tanta gente se la hace: ‘¿Por qué sufren los niños?’. Y no hay explicaciones. También esto es un misterio. Solo miro a Dios y pregunto: ‘¿Pero por qué?’. Y mirando la Cruz: ‘¿Por qué tu Hijo y ellos? ¿Por qué?’. Es el misterio de la Cruz. Tantas veces pienso en la Virgen, cuando le han dado el cuerpo muerto de su Hijo, todo herido, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Y qué hizo la Madre? ‘¿Llévatelo?’. No, lo abrazó, lo acarició. También la Virgen no comprendía. Porque ella, en aquel momento, recordó aquello que el ángel le había dicho: ‘Será Rey, será grande, será profeta…’; y dentro de sí, seguramente, con aquel cuerpo así herido entre los brazos, con tanto sufrimiento antes de morir, dentro de sí seguramente habría tenido deseo de decirle al ángel: ‘¡Mentiroso! Fui engañada’. También ella no tenía respuesta.


    Como vemos, el papa no aprende ni siquiera de sus errores. Tropieza dos veces con la misma piedra. Esta expresión ya había causado escándalo. Pero vuelve a repetir la inaudita blasfemia contra la Virgen Santísima que ya había formulado en un sermón de Santa Marta en diciembre de 2013:
    “La Madre de Jesús ha sido el icono perfecto del silencio. Desde el anuncio de su excepcional maternidad hasta el Calvario. Pienso, ha observado el papa, en “cuántas veces se ha callado y cuántas veces no ha dicho lo que sentía para preservar el misterio de la relación con su Hijo”, hasta el silencio más crudo, “a los pies de la Cruz”:

    “El Evangelio no nos dice nada: si ha dicho una palabra o no… Era silenciosa, pero dentro de su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ‘Tú, ese día –esto y aquello que hemos leído– me has dicho que sería grande; tú me has dicho que le darías el Trono de David, su padre, que reinaría para siempre y ahora ¡lo veo ahí [
    en la Cruz, ndr]!’. ¡La Virgen era humana! Y tal vez ella tenía el deseo de decir: ‘Mentiras! ¡He sido engañada!’: Juan Pablo II decía esto, al hablar de la Virgen en ese momento. Pero Ella, con el silencio, ha cubierto el misterio que no entendía y con este silencio ha dejado que este misterio pudiera crecer y florecer en la esperanza”.

    Solo basta repetir aquí lo que ya se ha dicho acertadamente en Panorama Católico Internacional cuando el papa se mandó esta burrada:
    La fe de la Santísima Virgen era perfecta, sus pasiones completamente ordenadas, sus emociones no pudieron haber sido afectadas por las sombras que afectan al resto de los mortales, inclusive a los más grandes santos antes de alcanzar la cima de las virtudes. Ella fue concebida, nació y vivió con la plenitud de gracia. Llena eres de Gracia. (No de gracias, sino de gracia). Plenitud absoluta de todas las virtudes. Altísima contemplación, inmutabilidad de sus pasiones, aún cuando el dolor, la tristeza, la desolación ante la Pasión y Muerte de Jesús hayan sido en ella tan arrasadores casi como en la adorable humanidad de su Hijo. Casi, por eso es Corredentora. Lo más alto que un ser humano podía alcanzar siendo solamente humano.

    La Santísima Virgen no pudo tener nunca una duda de fe ni una moción de rebeldía para con Dios.
    Esto lo define la dogmática mariana y lo explica la abundante teología tradicional sobre ella. (Panorama Católico Internacional, ¡Hay que ser bestia!, 23 de diciembre de 2013).

    Pero vamos a las afirmaciones papales de que “ella no comprendía” y “ella no tenía respuesta” que es el núcleo de lo que tenemos que decir frente a esta nueva intervención confusa, confundida y disolvente del predicador de Santa Marta.

    ¿Es que la Virgen no tenía ninguna luz sobre lo que le estaba pasando a su Hijo? ¿Es que no tenía idea alguna de que era Dios mismo ofreciéndose en holocausto y en expiación por los pecados de todos los hombres? ¿No sabía nada, a punto tal que lo único que se le puede ocurrir al papa es que la Virgen interiormente se sentía engañada, y encima calificando de “mentiroso” a un enviado directo de Dios? ¿Cómo hubiera podido el magisterio de los papas hablar de la “corredención de la Virgen” si simplemente hubiera sido una pobre madre como cualquier otra viendo a su hijo sin comprender siquiera por qué estaba recibiendo tan crudelísimo suplicio? ¿Dónde queda aquello de que la Virgen vivió y padeció en su corazón los dolores acerbísimos de la cruz? ¿Dónde aquello de san Pío X: “Y cuando fue para Jesús la hora suprema, se vio a la Virgen de pie junto a la cruz, horrorizada por el espectáculo; dichosa, sin embargo, porque «su Unigénito era ofrecido por la salvación del género humano, y además tanto padeció con él, que, si hubiera podido hubiera sufrido con más gusto Ella todos los tormentos que sufrió el Hijo»” (San Buenaventura I sent. D. 48, encíclica de san Pío X Ad diem illum, 2 de febrero de 1904). Evidentemente, el papa Francisco parece ignorar todo esto (si no es algo mucho peor).

    Hasta el pobre de Mel Gibson (con todas sus macanas personales a cuestas) lo vio con mucha más fe católica que el papa Francisco, al expresarlo de manera clarísima en su película “La Pasión del Cristo”, cuando muestra a la Virgen acompañando con sus miradas maternales el Vía Crucis de su Divino Hijo, y asintiendo con casi imperceptibles gestos a que continuara su camino a la Cruz para completar su misión (es notable cómo, en el film, cada vez que aparece Cristo en el suelo, luego de un cruce de miradas con su Santísima Madre, se levanta para continuar).

    Y siguen las confusiones de Francisco:
    ‘Pero Señor, ¿por qué? ¿Por qué los niños sufren? ¿Por qué este niño?


    El Señor no nos dirá palabras, pero sentiremos su mirada sobre nosotros y esto nos dará fuerza. No tengan miedo de preguntar, también de provocar al Señor. ‘¿Por qué?’. Quizá no llegará alguna explicación, pero su mirada de Padre te dará la fuerza para seguir adelante. (…) La única explicación que podrá darte será: ‘También mi Hijo sufrió’. Pero aquella es la explicación. La cosa más importante es la mirada. Y su fuerza está ahí: la mirada amorosa del Padre.


    ¿Es lo único que se le ocurre decir? ¿Nada sobre la naturaleza caída, sobre un mundo roto por el pecado, y cómo el Único Inocente cargó sobre sus espaldas todos los pecados del mundo? ¡¿2000 años de teología para que un Papa diga que lo único que se puede decir es que Cristo también sufrió?!

    Son este tipo de respuestas las que provocan “la irrisión de los infieles”. Frente al dolor del niño inocente no se puede, simplemente, decir que “no hay explicación”, pero que “la mirada del Padre te dará la fuerza para seguir adelante”. ¿Adelante hacia dónde? Como siempre, el papa nos deja en la estacada. No lo dice. Simplemente no lo dice.

    Pongámonos por un momento en la piel de un ateo, tratemos de entrar en la mente de esas personas que ven justamente al mal y al sufrimiento de los inocentes como el motivo principal para no creer en Dios, porque si un dios así existiera, donde no hay respuestas de ningún tipo para el problema del mal, estaríamos frente a una especie de Sádico cósmico que nos entretiene un rato cual ratas en su experimento de laboratorio. Escuchemos la respuesta que da Camus a la religión en la boca de uno de los protagonistas de su obra La Peste: No, Padre. Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta creación donde los niños son torturados”. “Humanistas ateos” se llaman a sí mismos, “ateos” porque no creen en Dios, y “humanistas” porque pretenden defender al hombre de un dios que si así existiera (desentendiéndose del sufrimiento humano) evidentemente sería un dios malo.

    Pongámonos en el lugar de estos “humanistas”, lo que pueden llegar a opinar frente a este tipo de respuestas del papa. Sería bastante lógico que se preguntaran: ¿“Estos católicos pretenden creer que una persona histórica, Jesucristo, es LA clave de toda la historia humana, el alfa y la omega, y resulta que frente a la simple pero fundamental pregunta de una niña de 12 años, lo único que se le ocurre decir al representante principal de esa religión es que “no hay respuesta”? ¡Por favor!”.

    Seguramente lo único que logran este tipo de salidas (más que “salidas” parecen “huidas”) papales es confirmarlos en su ateísmo.

    Y estos ateos (y cualquier persona medianamente inteligente lo puede ver) se ven fortalecidos en su opinión de que la religión es el opio del pueblo cuando el papa reafirma una y otra vez que no tiene respuestas frente al dolor:
    “ ‘Pero él que es obispo –ustedes pueden hacer la pregunta–, que ha estudiado tanta teología, ¿no tiene nada más que decirnos?’. NO. [destacado mío] La Trinidad, la Eucaristía, la gracia de Dios, el sufrimiento de los niños son un misterio. Y se puede entrar en el misterio solamente si el Padre nos mira con amor. Yo de verdad no sé qué cosa decirles…”.

    ¿Por qué sufren los niños? Es un misterio. Se debe llamar a Dios como el niño llama a su papá y dice: ‘¿Por qué? ¿Por qué?’, reclamar la mirada de Dios, que la única cosa que nos dirá es: ‘Mira mi Hijo, también Él’.


    Y sigue insistiendo el Papa en que no hay respuestas:

    Les agradezco su ejemplo. No sé qué cosa más decir, de verdad, porque estas cosas me impresionan tanto. También yo no tengo respuesta. ‘Pero él es papa, ¡debe saber todo!’. No, sobre estas cosas no hay respuestas, solamente la mirada del Padre. Y después, ¿qué cosa hago yo? Rezo por ustedes, por estos niños, por aquel sentimiento de alegría, de dolor, todo mezclado, del cual ha hablado nuestro hermano
    [se refiere a la intervención de un padre de los niños enfermos]. Y el Señor sabe consolar este dolor en modo especial. Que dé Él la consolación justa a cada uno de ustedes, aquella que necesitan”.

    En realidad hay mucho por decir. No porque seamos genios ni nada por el estilo. No porque hayamos “resuelto” el problema del dolor. No porque no sea un misterio, ¡claro que sí lo es! Pero la Iglesia no se ha “sacado de encima” el problema del dolor diciendo “frasecitas hechas” que “suenan lindo”. Hay mucho más que “solamente la mirada del Padre” (por cierto, el papa Francisco jamás aclara a qué se refiere con eso de “la mirada del Padre”). Notemos que el papa está hablando no solo a niños sino que también hay adultos: están presentes sus padres y otras personas (y además el papa sabe con absoluta certeza que sus palabras serán reproducidas ad nauseam por todos los medios del mundo). Hay una cantidad de cosas que ha dicho la Iglesia durante siglos, algo que por cierto no parece saber o tener en cuenta el predicador de Santa Marta. Quizás, ante la cantidad de veces que deja de lado los discursos escritos y se lanza a la improvisación, cree (“humildemente” por supuesto) que cada una de sus intervenciones están inspiradas por el Espíritu Santo.

    Estoy seguro que a varios de los que han llegado hasta aquí les gustaría saber de qué manera me comporto al experimentar dolor, no cuando escribo artículos o doy charlas sobre ello.

    Pero hay que arriesgarse a hablar. Los católicos se han arriesgado a hablar (y también muchos han arriesgado hasta la vida al hacerlo a lo largo de la historia). Pretendemos decir algo sobre el sentido del sufrimiento, insisto, no porque tengamos resuelto el problema como si de un teorema matemático se tratase, sino porque la experiencia nos dice que la quintaesencia del sufrimiento es la falta de sentido en el dolor humano: sufre más profundamente el que no sabe por qué sufre. “Cuando un hombre tiene un porqué vivir, soporta cualquier cómo” (Nietzsche).
    Como señala ese gran filósofo católico, Robert Spaemann, la pregunta acerca del sentido del sufrimiento es la pregunta acerca de la experiencia de la falta de sentido, pues justamente en esa experiencia consiste el verdadero sufrimiento.

    Podríamos empezar, quizás, por el pecado original, que el papa, en esta intervención, nunca menciona. ¿Será acaso que comparte la visión de su hermano de la orden jesuita, el hereje modernista Teilhard de Chardin?:

    “El Pecado original, bajo la figura actual, contraría a cada instante la expansión de nuestra religión, corta las alas de nuestras esperanzas y nos lleva cada vez más inexorablemente hacia las sombras dominantes de la reparación y de la expiación… Si el dogma del pecado original nos ata y nos anemia se debe simplemente a que, en su expresión actual, representa una sobrevivencia de las vistas estáticas perimidas, en el seno de nuestro pensamiento, que se ha convertido en evolucionista. La idea de caída no es, en efecto, en el fondo, sino un ensayo de explicación del mal en un Universo fixista… de hecho y a despecho de las distinciones sutiles de la teología, el cristianismo se ha desarrollado bajo la impresión dominante de que todo el mal alrededor nuestro ha nacido de una falta inicial. Dogmáticamente vivimos en la atmósfera de un Universo en el que el principal negocio es reparar y expiar… Por todas especies de razones científicas, morales y religiosas la figuración clásica de la caída no es ya, para nosotros, sino un yugo y una afirmación verbal con la que no alimentamos nuestros espíritus y nuestros corazones” (“Cristología y evolución”).
    Por algo los modernistas siempre han odiado este misterioso dogma. Sin el pecado original, se cae de raíz todo el edificio de la dogmática católica, empezando por la Redención de Cristo y, si esto es así, queda mutilada, desde la base, cualquier reflexión que se quiera hacer sobre el sufrimiento humano que pretenda ir más allá de la racionalización pagana y atea. Sin la Revelación y la “condición humana caída” la visión sobre el hombre queda radicalmente incompleta y deformada, y, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres” (CIC, N°407).

    Pero volvamos a lo del sentido del sufrimiento. Si los niños enfermos de Santa Marta o la niña filipina de Malinas hubieran estado frente a un verdadero maestro de la fe (y no, por lo que parece, frente a un “humilde ignorante”), podrían haber escuchado algo sobre un cierto pecado en los comienzos del Tiempo, sobre cómo el pecado del hombre hizo entrar la muerte en el mundo, cómo el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, se rebeló contra él y provocó una ruptura de proporciones cósmicas en todos los órdenes, físicos y espirituales. Incluso hasta podrían haber escuchado que, como enseña el padre Giocchi, apóstol de los niños sufrientes, sus cuerpecitos enfermos e inocentes pueden llegar a salvar al mundo si sus dolores son ofrecidos en reparación por los pecados de los hombres. ¡Tantas cosas les podría haber dicho el papa! ¡Tantas maravillas de la fe les podría haber transmitido!

    La cuestión sobre el sentido del sufrimiento es específicamente bíblica. Presupone la fe en una ilimitada totalidad de sentido, la fe en que el universo en su conjunto descansa dentro de un contexto de sentido. Sólo desde ahí tiene sentido preguntar sobre el sentido del sufrimiento. Tal pregunta se plantea ante todo allí donde se cree en un Dios omnipotente y bueno, es decir, allí donde, por tanto, es posible preguntar: «¿cómo se armoniza ese hecho con la existencia de sufrimiento en el mundo?». (Spaemann).
    Y también podrían haber escuchado todo lo que está dicho y, especialmente, lo que se ha vivido desde siempre en la religión católica…: la aceptación cristiana del dolor (que no es mera resignación fatalista), el amor al dolor de los discípulos de Cristo (“el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame”, Mt 16, 24), que el dolor nos hace más comprensivos, que la gente madura por el sufrimiento y, entonces, logra una profunda sabiduría e indulgencia para con el prójimo. Se podría hablar de la finalidad física del dolor, timbre de alarma de los peligros, fuente de alegrías (como cuando encontramos a un hijo extraviado), el dolor inspirador del arte (solo el sufrimiento puede lograr que una Comedia sea “divina”). O hablar de la finalidad moral del dolor: que expía nuestras culpas, que purifica y sana, redime, preserva, identifica el verdadero amor porque éste solo puede llegar a conocerse en medio de las pruebas más dolorosas. O hablar del valor social del dolor, que puede disipar la atmósfera envenenada de todo un pueblo con una tempestad purificadora. Y para el final, por qué no hablar de la finalidad religiosa del dolor, que es, en definitiva, el camino al Cielo (del cual, como vimos, tampoco el papa les habla a los niños enfermos), y de los grados de amor al sufrimiento cuyos ejemplos vivos y patentes se han dado en toda la historia cristiana por medio de la acción transformadora de la gracia divina: la de aquellos que no omiten ningún deber a pesar del dolor que producen, los de quienes aceptan con resignación las cruces que Dios permite o nos envía, los de quienes practican la mortificación voluntaria, los de quienes llegan a preferir el dolor al placer (no por masoquismos enfermizos sino por identificación con Cristo mismo), o los ejemplos de quienes llegaron a ofrecerse a Dios como “almas víctimas” como san Pío de Pietrelcina, cuya vida entregada en la identificación total de sus dolores con los de Cristo, no fue óbice para aliviar también los dolores físicos y espirituales de sus semejantes.

    Y si me apuran podemos enriquecernos con la Pedagogía del dolor inocente, esa reflexión asombrosa del padre don Carlo Gnocchi, uno de los más grandes apóstoles de la Caridad en el siglo XX, que dedicó su vida al auxilio espiritual primero, y físico después, de los niños sufrientes (cfr. Sánchez, Sebastián, Don Carlo Gnocchi, pedagogo del dolor inocente, revista Arbil).

    De todo esto y más todavía podría haber hablado el papa Francisco. Pero no, frente a la fundamental pregunta de una niña de 12 años, frente al testimonio provocador de niños inocentes enfermos gravemente, lo único que hay por parte del líder católico es…silencio y confusión. Silencio, confusión y…escándalo, porque si una religión tiene la pretensión de ser la única revelada por Dios (por lo tanto la única verdadera) y, frente a lo que ha sido por siglos desde siempre un espantoso enigma para el mundo pagano, su líder principal no puede decir nada, entonces esta religión “divina” debería ser considerada, lisa y llanamente, un gigantesco fraude.

    Por el contrario, lo mejor de la reflexión católica sobre el dolor nos recuerda que esta vida no es LA VIDA. Desde las Sagradas Escrituras, pasando por todos los santos y doctores de la Iglesia, esto está clarísimo. Todo hombre sabe que algo anda mal cuando está sufriendo. El dolor destroza la ilusión de que todo anda bien. Destroza la ilusión de que lo que tenemos, ya sea bueno o malo en sí mismo, es nuestro y suficiente para nosotros. Como señala brillantemente M. Schmaus, Teología dogmática, tomo 1, pág. 627):

    El hombre olvidadizo, amenazado continuamente por la tentación de enamorarse de sí mismo y del mundo, necesita esta revelación constante y recuerdo. El dolor es un profundo y oscuro misterio iluminado por la luz de un futuro glorioso. Nos impide que consideremos la Tierra como patria definitiva; mantiene viva en nosotros la inquietud y comunica dinamismo a nuestra alma. El dolor es un testimonio de la finitud del mundo y en pro de la infinitud de Dios, hacia el cual estamos siempre en camino, lo sepamos o lo ignoremos. El dolor nos saca fuera de nuestra sujeción al mundo, de nuestro egocentrismo, de nuestro autoenamoramiento. El dolor hace brotar valores que de otro modo quedarían siempre en un estado de penumbra. Descubre profundidades psíquicas que de otro modo quedarían siempre ocultas.


    Es cierto que, como señala el papa Juan Pablo II en la Salvifici doloris (26), Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. Como señala Claudel, Cristo no vino a explicarnos el dolor. Contrariamente a las expectativas puramente humanas (“Pues mis pensamientos no son vuestros pensamientos y vuestros caminos no son mis caminos, dice Yavhé”, Is 55, 8) no vino a destruir la Cruz sino a extenderse sobre ella. Pero esa misma Cruz es un gigantesco faro que nos ilumina en tema tan oscuro. No destruyó el dolor sino que vino a transformarlo. Y como escribí en otra parte, yo, vaso de barro, soy testigo de ello…

    13 de enero de 2004. Martes. Ocho de la noche. Estoy doblado sobre mis rodillas porque me acabo de desplomar en mi cuarto por el dolor. Estoy al pie de la cama. Las manos aprietan mi estómago. Mi boca se abre en un grito silencioso porque no sale ningún sonido. Me falta el aire. Me ahogo. Mi corazón arde como si tuviera clavado un dardo de fuego. Acabo de recibir la noticia más terrible que un padre puede escuchar. Las palabras se atropellan en mi mente: “Hubo un accidente…”, “un pozo…”, “¡venite ya!…”.
    Mi hijo de 15 años acaba de morir en el campo de sus abuelos, aplastado por un bloque inmenso de hormigón.

    Todavía no hay lágrimas en mi rostro, aún no, ya habrá tiempo para eso. Levanto la cabeza y mi mirada se clava en el cuadro de la crucifixión que está en el centro de la pared. Lo observo detenidamente. Me fijo en cada detalle: los rostros, los gestos… Lo miro de una manera como nunca antes. Y, de repente, una gracia, un don… Ahora entiendo… por fin entiendo…

    Frente a las posturas ateas y agnósticas, y concretamente, frente a todos los dolores de toda la historia, Dios no sólo no ha permanecido indiferente sino que ha respondido. ¡Y cómo! Y lo ha hecho de la manera más inaudita: enviando a su propio Hijo a “hacerse cargo”.

    Si me preguntaran si creo en la existencia de Dios, creo que ahora no diría que “creo”. Supongo que sería más sincero decir que simplemente “lo sé”. Curioso, ¿no? Porque esto lo descubrí gracias a la muerte de mi hijo.

    Pero esto es algo íntimo y personal. Un don, la gracia de vivirlo y experimentarlo. Un dolor terrible que nos ha transformado a todos y a cada uno. Un dolor que incluso ha sido transformador y vivificante para otros. Ya veremos cuando el dolor físico me invada personalmente. Ya veremos. También ahí necesitaré de la gracia de Dios para aceptarlo y vivirlo…como Dios manda. Pero mientras tanto, nos arriesgamos a hablar, nos arriesgamos a decir algo que ayude a los demás a mirar con otros ojos, con los ojos de la fe católica, el sufrimiento, para decirles que “no existen las casualidades”, la “suerte”, que si hay un Dios providente y amoroso, no existe el absurdo y el sinsentido del dolor.

    Spaemann cuenta que lo que le causaba la impresión más honda cuando estaba en el santuario de Lourdes no eran las curaciones (él fue testigo de alguna), totalmente incomprensibles para la medicina. Lo que más lo impresionaba eran los enfermos que se iban de Lourdes sin haber sido curados. Se hubiera podido suponer que estarían llenos de la más profunda desesperación. Por el contrario, señala Spaemann, el mayor milagro de Lourdes es la serenidad de los que la abandonan sin ser curados. Y reflexiona el filósofo alemán: “¿Cómo puede suceder eso? Tal realidad está relacionada con el hecho de que para ellos la curación milagrosa de alguno les hace entender que el sufrimiento que padecen no es un fatal destino. Si Dios puede curarme, debe tener un motivo para no hacerlo. Un motivo, es decir, ¡un sentido¡ y el sentido consuela” (R. Spaemann, El sentido del sufrimiento. Distintas actitudes ante el dolor humano).

    Además, los enfermos de Lourdes saben positivamente que el dolor que sufren no tiene la última palabra. Desde el Domingo de Resurrección, los cristianos saben que la muerte no es lo último. Y para los enfermos de Lourdes que no han sido curados, pero han sido testigos directos de curaciones milagrosas, la fe y la esperanza se han fortalecido aún más.

    “[La frase] sentido del sufrimiento –
    escribe Spaemann– solo puede significar la integración del sufrimiento en un contexto absoluto, donde al final ya no sea sufrimiento. Es como en el caso del hambre, que solo tiene pleno sentido en cuanto que impulsa a comer y se ha comido. Del mismo modo, la historia de Job tiene como final natural que se le devuelva todo; si esa historia no hubiese acabado así, todo el discurso no hubiese sido sino puras palabras”.

    La fe católica es fe en la verdadera supresión del sufrimiento. El dolor que se ha sufrido, de manera contraria al pecado, no es un motivo de tristeza sino de alivio cuando se considera retrospectivamente. Cualquiera puede entristecerse, aunque las cosas vayan bien, por el dolor que haya causado a alguien. Pero nadie se entristece porque haya padecido dolor, si ese dolor ya no se padece. El sufrimiento aparentemente total solo alcanza a tener sentido cuando ha sido ya relativizado por una más total alegría.

    Spaemann dice que fuera de la perspectiva cristiana no se puede hablar del sentido del sufrimiento. Afuera de eso solo existe la “ oscura lucidez” del sinsentido y el absurdo.

    Por eso san Pablo advertía que si Cristo no hubiera resucitado no solo hubiera sido vana nuestra fe sino que hubiéramos sido los más desgraciados de todos los hombres (porque sin duda habría más desgracia en cuanto buscadores de la verdad en un hombre que creyera en “la mentira más grande la historia”, como calificó Nietszche al cristianismo, que en aquel ateo o incrédulo que simplemente aceptara el absurdo del sufrimiento). El sufrimiento solo puede tener sentido si es relativo, y solo es relativo si todos los sufrimientos pueden ser suprimidos. Y la respuesta real a eso solo se encuentra en el cristianismo. Cristo, con su resurrección, ha demostrado que esa supresión será total y real.

    “¡He aquí la morada de Dios entre los hombres El habitará con ellos y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos, y les enjugará toda lágrima de sus ojos y la muerte no existirá más, no habrá más lamentación, ni dolor, porque las cosas primeras pasaron. Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: “He aquí, Yo hago todo nuevo”
    (Ap 21, 3-5).

    No despreciemos la reflexión sobre el dolor y el sufrimiento de tantos santos y doctores de la Iglesia. Somos, como tantas veces se ha dicho, “enanos subidos a los hombros de gigantes”. Sería bueno que el papa Francisco lo recordara y confiara un poco más en la sabiduría católica de siglos y mucho menos en sus “iluminadas” improvisaciones.

    Augusto del Río

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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    UN DESECHO, UN PURO DESPERDICIO


    En atención al futuro de las especies, no menos que en implícita alusión a las cualidades de hombres como Bergoglio y su escriba el «Tucho» Fernández -ambos de suceso inexplicable si hubiese que juzgar por sus talentos-, la nueva encíclica podría ir encabezada por este acápite genial de Gómez Dávila: se avecinan las épocas en que sólo podrá sobrevivir lo que repta. Rastrero el destino de una humanidad globalizada a golpe de consigna, disciplinada bajo la capa de plomo de axiomas engañosos, sin ya el menor adarme ascensional, sin alguna dilección celeste; rastrera la comandancia del ínfimo entre los parvenus, coronado tras décadas de paciente selección inversa.

    Unas pocas consideraciones al vuelo -relativas apenas a lo que podría llamarse "rasgos de estilo"- ya que la administración de este espacio nos obliga ingratamente a detenernos siquiera un rato en unas páginas que no son para leídas ni que sea bajo amenaza de fusta. Primero: la profusión de obviedades, como en aquel nº 22 que incorpora al magisterio la lección de ciencias naturales de tercer grado: «las plantas sintetizan sustancias nutritivas que alimentan a los herbívoros; éstos, a su vez, alimentan a los carnívoros, que aportan importantes cantidades de desechos orgánicos, los cuales dan lugar a una nueva generación de vegetales». Una risueña selección de obviedades de este tipo, con sus merecidos cáusticos comentos, puede leerse en The Wanderer. Segundo: los imprevistos saltos de tono, como cuando después de describir con el más parsimonioso recurso a los lugares comunes los problemas de los países subdesarrollados al momento de afrontar las catástrofes telúricas y la deuda externa, prorrumpe en románticas expresiones del tipo de «estas situaciones provocan los gemidos de la hermana tierra» (53). Tercero: la fumosa impronta panteísta, como en pasajes (67) como aquel en el que, en referencia al libro del Génesis, se recuerda el mandato de «cultivar y custodiar» el jardín del mundo. «Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre ser humano y naturaleza», sic, como si la naturaleza, así, en general, estuviese dotada de espíritu como el hombre -único éste entre los seres, en rigor, dotado de responsabilidad. Todo el texto, pese a las inevitables concesiones a la dignidad peculiar del hombre, rezuma este vaho panteísta que hace del hombre un ser más entre los seres. Cuarto: el altruísmo inmanentista, como cuando, al tratar del episodio de Caín y Abel y el primer homicidio, concluye: «soslayar el deber de mantener una relación correcta con el prójimo, hacia el cual tengo el deber del cuidado y la custodia, destruye mi relación interior con mí mismo, con los demás, con Dios y con la tierra» (70). Como se ve, Dios aparece en tercer lugar, recién después de mí mismo y el prójimo y apenas antes de la tierra, lo que podría justificar una reversión del orden del doble mandato, ahora a enunciarse así: «amarás al prójimo como a ti mismo y al Señor tu Dios con todas tus fuerzas». Por lo demás y en estricto rigor, consta que el desorden de Caín comenzó por su desordenada relación con Dios, a quien le ofreció un sacrificio no acepto.

    Esto, sin el menor ánimo de rebasar más que una tercera parte del indigesto: sin dudas lo siguiente debe abundar en no más gratos hallazgos. Hemos leído al pasar, en otras reseñas, que pese a las justificadas y a menudo también obvias críticas al modelo de producción capitalista, la encíclica señala que el derecho natural a la propiedad privada (que la Iglesia siempre sostuvo como inviolable y como garantía de la dignidad del hombre) debe subordinarse a la "función social" y a los "derechos de los desposeídos", lo que implica la eventualidad de tener que negar este derecho. Ya sabemos a cuántos siniestros despojos y a cuánta granjería de burócratas condujo la impostura marxista para que nos vengan con este cuento. También se ha notado el aparente contrasentido en deplorar las políticas antinatalistas impuestas a los países pobres con el tributo implícito a Jeffrey Sachs, neo-malthusiano de cabecera de Francisco y apóstol de la llamada "salud reproductiva" y del derecho al aborto, e impulsor de la indemostrable hipótesis de la causalidad humana en el presunto «cambio climático» (hipótesis que anima de punta a punta al documento). Bien han recordado en Infocaótica que «el Magisterio no tiene competencia en los aspectos estrictamente científicos y técnicos» porque «ni la Iglesia, ni ciencia alguna, puede aportar la solución definitiva de un problema cuyos datos se renuevan constantemente». Resulta por lo menos paradójico que a la Iglesia se le haya endilgado el cargo de haberse supuestamente inmiscuido en discusiones científicas durante el proceso a Galileo (proceso que, en realidad, no versó sobre la teoría heliocéntrica) y que ahora se la inste a tomar parte en las disputas sobre esta materia. Capítulo aparte, en punto a contrasentidos, merece el impulso a una llamada "ecología integral" en la que quepa la continuidad de las migraciones masivas, según consta habitualmente en el demagógico discurso de Francisco.

    Horroriza el ver citados como autoridades a Teillard de Chardin y a la «Carta de la Tierra», no menos que aquel parágrafo 175, en el que se repite una escabrosa iniciativa común al menos a varios de los pontificados post-conciliares: «el siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. (…) Como afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina social de la Iglesia, "para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII" (subrayado en el original)». Habida cuenta de que no estamos ya en tiempos del Sacro Imperio, ¿de qué signo puede llegar a ser esa mentada «Autoridad» añorada por los últimos pontífices? (Un detallado comentario a este deseo puede leerse en el capítulo 13 del Apocalipsis.)

    Ahora falta esperar la apoyatura cinematográfica de la imagen del Papa eco-paladín, la pantomima del justiciero orbital opuesto a los intereses más desorbitados, los mismos que se esmeran en dorarlo. Por lo pronto ya circula el anticipo, tan ridículo como el sujeto homenajeado:








    Hace unos meses publicamos una entrada anticipando lo que Francisco omitirá decir en su encíclica. No era arriesgada la predicción, se entiende, que el rey está desnudo desde su primera aparición pública, pero allí -entre otras omisiones cantadas- se recordaba la necesidad de recuperar el concepto clásico de naturaleza, entendida no sólo unívocamente como el «conjunto de todos los seres creados» sino también como «esencia en tanto principio de la actividad», lo que implica reconocer las leyes inherentes a lo real -incluidas las leyes morales, que signan como contrarias a la naturaleza a las aberraciones sexuales, tan sistemáticamente soslayadas por Bergoglio. La difusión de Laudato sii confirmó las peores expectativas a este respecto.

    En la primera encíclica de la historia no dirigida, según es uso, «a los obispos, el clero, los religiosos y fieles en general» sino más genéricamente «a todas las personas de buena voluntad», aquel mismo que detenta el cargo de Sumo Pontífice llega a preguntarse: «¿por qué incluir en este documento [...] un capítulo referido a las convicciones de fe?» (62). Apaga y vámonos, que esto ya es el mundo al revés, y la principal entre las especies en extinción es la fe misma.

    La «cultura del descarte», frecuentemente censurada en el texto, resulta el sustrato mismo de una encíclica -como era previsible- descartable.Un desecho, un detritus al que no le cabe ni siquiera el mezquino honor del reciclado.


    In exspectatione

  7. #7
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    ¿EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS O EL CÁNTICO DE LAS IMPOSTURAS?

    La situación de la Iglesia es dramática, con una Europa que abandona en masa la fe y la otra mitad de planeta persiguiendo o masacrando cristianos. Ante este panorama, ¿qué hace el papa Bergoglio? ¿Publica una encíclica sobre la presencia de los cristianos en el mundo, su difícil situación y la libertad de conciencia? No. Publica una encíclica ecológica sobre la clasificación de residuos y la limpieza de los ríos.

    Recuerda a la hilarante escena de Johnny Stecchino, en la que un automovilista de Palermo explica a Benigni cual es en realidad la grave y trágica plaga que afecta a la ciudad: “¡El tráfico!”.


    GUSANOS Y CRISTIANOS

    Resulta conmovedor ver a qué extremos de precisión llega el papa argentino en el mencionado documento preocupándose por la supervivencia de “las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles”, especies que “suelen pasar desapercibidas” (nº 34). Por el contrario, a la incierta supervivencia de los cristianos perseguidos, torturados y deportados no se les dedica encíclica alguna. Son masacrados sin que nadie alce la voz para defenderlos.


    ¿Cómo se sentirán todos aquellos cristianos de Iraq, Pakistán, Corea del Norte, China o Nigeria que por no renegar de su fe han perdido su casa y su trabajo, han visto morir a seres queridos o han sido objeto de violación, tortura, crucifixión, decapitación o deportación, al leer la preocupación del Sumo Pontífice por la suerte que corren los gusanos y los reptiles?


    Sabe Dios cómo se sentirán los cristianos que han tenido que huir de su pueblo y viven en campamentos de refugiados al leer que el Papa dedica su encíclica a las especies animales que, por los nuevos cultivos y los embalses “no pueden migrar ni desplazarse libremente”. Menos mal que tenemos un papa que se ocupa de esos animalitos y propone “la creación de corredores biológicos” para que esas especies puedan migrar con toda libertad.


    ¿Se ha ocupado alguna vez el Vaticano de Bergoglio de defender a las poblaciones cristianas amenazadas de exterminio? ¿O a los cristianos que desde hace años se pudren en cárceles por su fe?


    Por ejemplo, Asia Bibi, la pobre madre paquistaní que lleva seis años recluida en una celda sucia y oscura con una condena a muerte sobre sus espaldas por el simple hecho de ser cristiana. En ningún momento ha hecho el papa Bergoglio la menor declaración a favor de ella solicitando su liberación, o por lo menos para pedir oraciones por ella.


    EL VERDADERO SAN FRANCISCO



    Esta larguísima encíclica (recordemos que el propio Bergoglio había criticado los extensos documentos episcopales) es una recopilación de los más triviales lugares comunes ecocatastrofistas.


    Ennoblece las tesis ambientalistas más discutibles desde el punto de vista científico, como el origen humano del calentamiento global. Al consagrar estas tesis, la encíclica corre el riesgo de repetir el error del caso Galileo, es decir, de otorgar autoridad teológica a lo que no es más que una hipótesis científica, y muy dudosa.


    Podría resultar más bien un “Cántico de las imposturas” que un “Cántico de las Criaturas".


    Si esa es la idea, ¿para qué reducir al pobre San Francisco de Asís a un monigote ecologista? Está demostrado que es de todo punto absurdo imaginar a un ecologista en el siglo XII, cuando el hombre carecía de la capacidad tecnológica que posee hoy y la naturaleza le imponía unas condiciones de vida sumamente rigurosas.


    El Cántico de las criaturas que escribió S. Francisco es un himno bíblico que hace paráfrasis de los salmos para alabar a Dios y proclamar la bondad de la creación en una época en que los cátaros, haciéndose eco de las doctrinas gnósticas, consideraban malo todo lo creado.

    En el himno de San Francisco, el bien supremo no es la protección del medio ambiente, sino la salvación eterna de las almas. Hasta tal punto es así que concluye advirtiendo del peligro de morir en pecado mortal porque conduce al suplicio sin fin del infierno (“Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados aquellos a los que [la muerta] encontrará en tu santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal”).

    Por el contrario, en el bergoglismo no hay lugar para el pecado original, el pecado mortal, el purgatorio o el infierno, cuando la doctrina católica afirma que la salvación de las almas es la suprema ley de la Iglesia. Lo único que importa.


    UNA SOLA ALMA



    Digo más: a los ojos de Dios, la salvación de una sola alma es más valiosa que todo el universo natural (con perdón de los Verdes). Lo dice también Santo Tomás de Aquino: “El bien sobrenatural de uno solo es superior al bien natural de todo el universo” (Summa TheologiaeI-II, q.113 a.9 ad 2).


    Y el otro maestro supremo, San Agustín de Hipona, escribe: “La justificación del impío es una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, pero la salvación y justificación de los elegidos no pasará jamás” (In Evang. Johan., 72,3).

    ¿En qué se funda esta doctrina? En el Evangelio mismo, donde Jesús dice precisamente: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24,35).


    Refiriéndose a la actitud de Cristo para con los seres humanos, los Evangelios dicen con frecuencia: “Tuvo compasión”. Este pesar íntimo por todos los seres humanos que le brotaba del fondo del corazón a Jesús revela la concepción de la realidad que caracteriza al Salvador.

    Puede definirse así: para Él, “el mundo entero no vale tanto como la más minúscula persona” (Luigi Giussani, All’origine della pretesa cristiana). Ciertamente Dios ha venido a morir por cada uno de los hombres, y de una muerte ignominiosa. A los ojos de Él, un insignificante y desconocido ser humano vale la muerte de cruz de su único Hijo.


    Al fin y al cabo, ya en el Génesis el Creador otorga al hombre la realeza sobre el universo. Es sabido que para los modernos conceptos ecologistas este decreto sagrado es insoportable, porque invierten la jerarquía bíblica de valores colocando al hombre en el mismo plano que las otras especies vivientes. O peor aún, hay quienes consideran al hombre como el cáncer del planeta.


    ¿LA DEGRADACIÓN DEL HOMBRE?



    Hasta ahora, la Iglesia se oponía a esta ideología verde. Pero en la encíclica bergogliana hay un pasaje que deja perplejo. No sólo porque cita como autoridad a Teilhard de Chardin, sino porque llega a afirmar: “El fin último de las demás criaturas no somos nosotros” (nº 83).

    Sin embargo, este concepto es todo lo contrario de lo que afirma el Concilio Vaticano II. La Constitución Gaudium et spes de hecho declara: “Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos” (nº 12).


    Por su parte, el Catecismo dice: “Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para amar y servir a Dios y para ofrecerle toda la creación” (nº 358).


    El Catecismo cita a San Juan Crisóstomo: “¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra, el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su único Hijo por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha” (Sermones in Genesim, 2, 1: PG 54, 587-588).

    Con esta encíclica, el papa Bergoglio corre el riesgo de dar una terrible señal de rendición a la agenda de Obama, a la del pensamiento dominante que tiene una clara connotación neopagana, anticristiana y antihumana.


    No sé si Bergoglio se da cuenta de la confusión a la que está llevando a la Iglesia (y no sólo con el Sínodo). La verdad es que en las últimas semanas ha habido muy buenas intervenciones del Papa sobre temas como la familia, el hombre y la mujer y la colonización imperialista de la ideología de género.


    Habrían sido unas consideraciones perfectas para esta encíclica en la línea de la "ecología humana" de Benedicto XVI. Desgraciadamente, ha tomado otro camino. Esperemos que sea una moda pasajera.



    Antonio Socci



    Tomado de “Libero”, 17 de junio de 2015


    Cantico di frate sole o Cantico di frate sòla ? - Lo StranieroLo Straniero

  8. #8
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Como siempre, Fray Gerundio da en el clavo:





    Enfriamiento Global


    Si no fuera porque ya me conozco el paño, me resultaría raro que el Papa ande preocupado por el calentamiento global del planeta, mientras se está produciendo un enfriamiento global en el mundo católico. Y además, de proporciones siderales. Supongo que esto último debería ser lo que más le quitara el sueño, en vez de andar obsesionado con las ballenas o con los agujeros de ozono. Mucho me temo que si aplicamos lo que dijo el Señor de que por sus frutos los conoceréis, se ven aquí unos frutos bastante alejados de lo que debería ser su principal preocupación: la salvación de las almas y confirmar en la fe a los católicos, que es al fin y al cabo lo que Dios le ha encomendado.
    Me parece que le pasa al Papa lo que le ocurre a esos que abandonan sus obligaciones más elementales para dedicarse a pequeñas o grandes aficiones. Como esos padres de familia que no hacen mucho caso de sus hijos, pero están trabajando de voluntarios para ayudar a los niños del Nepal, pongo por caso; y regresan a la casa a última hora de la noche, sin poder estar un rato con los niños, porque había mucho trabajo en la ONG de turno. O esas esposas que no cocinan nunca en la casa porque les da pereza, pero se apuntan al curso de cocina de la asociación de amas de casa del barrio. O esos párrocos que nunca visitan a sus enfermos porque tienen mucho trabajo o no dan catequesis porque están muy liados con las actividades culturales de la parroquia. Se podrían poner muchos ejemplos de estas actitudes que en castellano reciben el calificativo de irresponsabilidades, pero que requieren un apelativo mucho más fuerte cuanto mayor es el cargo. Si esto le sucede a un Sumo Pontífice, la gravedad es espantosa.


    He de reconocer que no tengo fuerzas ni humor para leerme entera la Laudato, pero basta con acercarse a ella en alguno de los resúmenes que se nos ofrecen. Me ha gustado el de Sandro Magister por una doble razón: porque está bien hecho, y porque ahora mismo es el nuevo misericordieado de la Santa Sede, sobre el que se ha construido ya el cadalso para su ejecución, como en las viejas películas del Oeste. Otro caso más de Guillotinas Fulminantes.


    Por otra parte, resulta muy divertido saber que tiene uno entre las manos una encíclica del Papa, en la que se habla del aire acondicionado, del huerto en la casa, de apagar la luz, de dar las gracias y de embellecer una fuente. Qué hermoso. No se pierdan lo que dice sobre el elogio del domingo, equiparado al sábado judío: día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo. He de reconocer que en mis años de monje no he escuchado nunca una interpretación tan masónica del Día del Señor. Si esto es así, creo que se puede dejar de ir a Misa (como de hecho ya hacen la mayoría de los cristianos). Bastaría con darle un abrazo al vecino, saludar al repartidor de periódicos, sonreir a la churrera y quemar una varita de incienso mirando al Sol Naciente con un taparrabos indigenista.


    Creo que esta pseudo-encíclica es un vertido tóxico y hay que evitar el contagio que transmite. Este reciente y disparatado engendro, supone un nuevo derrumbamiento de algo tan tradicional y clásico como eran hasta ahora las encíclicas papales. A partir de ahora, como ha ocurrido con tantas otras cosas, las encíclicas podrán tratar sobre cualquier tema. El Papa podrá exhortar a los católicos (y a todos los hombres de buena voluntad, que no se me olvide), sobre el cultivo del melón caucásico, el cuidado de la foca bigotuda septentrional o la necesidad de la aplicación de la economía paleolítica al mundo actual. Total, da lo mismo. Otra institución pontificia destruída. Ya nunca se podrá citar una encíclica como algo perteneciente al Magisterio Pontificio, tras este Papa tan magistralmente anti-magisterial. Como las canonizaciones, desde ahora las encíclicas irán ya al cubo de la basura (reciclada, por supuesto).


    Creo que la misión del Vicario de Cristo en la Tierra (perdón, en la Madre Tierra), es la de predicar y dar testimonio del Evangelio de Jesucristo.
    Nunca la de enredarse en cuestiones humanas por muy importantes que puedan parecer. Y menos todavía si son cuestiones que están en entredicho por parte de la comunidad científica. Pero es que además de eso, me parece muy grave que sus preocupaciones magisteriales y educadoras de sus ovejas vayan por estos caminos. Con la que está cayendo en este momento.


    Preocuparse de la extinción de ciertos animales, mientras están extinguiendo cristianos como animales en Oriente Medio, denunciadas con la boca pequeña y con muy poca energía, me parece como poco una hipocresía descomunal (de esa de sepulcros blanqueados).


    Andar preocupado por las especies marinas y oceánicas, mientras se manosea, se pisotea, se cometen sacrilegios sin número con las especies sacramentales (valga la analogía) es -como poco-, de una gravedad inconmensurable.


    Dar la alarma porque no se cuida todo lo que el Creador nos ha dado, mientras se permite la sistemática destrucción de la Revelación y la Tradición -que constituye el depósito que Jesucristo nos ha transmitido-, es una tomadura de pelo. Es muy curioso que se hable de la conservación de la Creación, mientras se olvida, se desprecia y se deja de lado la conservación de la Redención. Ustedes me entenderán, a poco que piensen.


    Menos mal que ya quedó todo escrito para nuestra enseñanza. En el Evangelio está todo claramente explicado. Estas “doctrinas” pontificias son cosas humanas. Decía San Juan en su primera carta que ellos son del mundo y por eso hablan del mundo. Y se dirigen a todos (y todas), para cuidar la casa común, cuando hay un lío descomunal en la Iglesia común, fomentado desde allá arriba.


    San Pedro, el primer Papa, se empeñó en zascandilear con los judíos para que le aprobaran su actitud y chalaneaba con ellos en ambigüedades notorias. Menos mal que estaba San Pablo por allí y le puso en su sitio: Tú eres como los demás. No te es lícito decir una cosa cuando estás con los judíos y otra cuando estás con los cristianos. Y el mismo Señor, nada más nombrarlo Vicario y Piedra, le tuvo que llamar al orden porque quería barrer de un plumazo la Pasión de Cristo:Apártate de mi, Satanás, porque tú piensas como los hombres y NO como Dios. Menos mal que San Pedro comprendió el disparate y aceptó la recriminación. Pudo hacerlo porque no estaba esperando que le concedieran el Premio Nobel de la Paz, o el Gran Delantal del Sumo Hacedor, o el Toisón de Oro de la ONU, o la Mención Honorífica de la Nueva Era.


    A mí no me la pegan. Lo realmente importante no es el calentamiento global del planeta (suponiendo que lo hubiera), sino el enfriamiento global del catolicismo. Con razón dijo el Señor que en los últimos tiempos se enfriará la caridad de muchos. Y parece que no estaba muy seguro de encontrar fe sobre la tierra cuando viniera de nuevo en gloria y majestad. A este paso, va a ser que sí…..


    Fray Gerundio


    Enfriamiento Global | Adelante la Fe

  9. #9
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Levavi oculos meos in montes...




    Como no podía ser de otra manera, la mayor parte de las personas sensatas han tenido una buena dosis de carcajadas con la encíclica Sanata si. Basta ver los comentarios que aparecieron en blogs de todas las lenguas. Hasta los americanos hicieron un divertidísimo video para promocionar el documento pontificio que contiene revelaciones tan profundas como que el agua es fundamental para la vida y que las barreras de coral están repletas de biodiversidad.

    Si vemos la parte positiva, se trata de un documento que pone seriamente en cuestión al remanido concepto de "Magisterio" y, además, sepulta con una lápida de difícil remoción a la no menos manida Doctrina Social de la Iglesia. En efecto, el documento pontificio se abre diciendo que espera que el mismo entre a formar parte de la DSI. Es imposible sostener que un panfleto socialdemócrata compuesto por capas geológicas de lugares comunes y obviedades distribuidas en doscientas páginas y que nada tienen que ver con la función magisterial de la Iglesia, forme parte de su doctrina.

    Sin embargo, hay una cuestión mucho más grave que pocos han notado y que, si bien como corriente subterránea recorría todo el pontificado de Francisco, ahora se ha patentizado en un documento oficial.

    Son por todos conocidas las correrías del cardenal Bergoglio durante su ejercicio como arzobispo de Buenos Aires, en el que se ponía él mismo y la Iglesia Católica, en pie de igualdad con las otras religiones. Han circulado profusamente por la web fotografías en las que aparece encendiendo junto a un grupo de rabinos la menorá o recibiendo de rodillas la "bendición" de pastores pentecostales. Y sus programas radiales y televisivos, además de libros y artículos, escritos con judíos de todos lo pelajes y protestantes de todos los matices, son más que abundantes e ilustrativos de la situación. Para Bergoglio, el cristianismo y la Iglesia católica, son una tradición religiosa más de entre todas las que pueblan el planeta.

    Y las cosas no cambiaron cuando fue elegido Sucesor de Pedro. Pocos meses después de su elevación, decía en Brasil que “es fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia. La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas". La visión del Romano Pontífice es clara: la sociedad debe estar gobernada por un Estado neutro en materia religiosa que permita el desarrollo de todas las religiones pues ese es el modo de fecundar el tejido social.

    Más allá de que esto es un cambio brutal en las enseñanzas de la Iglesia -y después me vienen a hablar de Magisterio...- corresponde preguntarse qué es lo que pasa por la cabeza de este hombre. Si él es el jefe máximo y absoluto de la religión más importante en término políticos, ¿en qué lugar se autoubica dentro de esa maraña de "tradiciones religiosas" a las que hace referencia en sus discursos? La pregunta no es difícil de responder: él es quien asume el liderazgo religioso de todas esas tradiciones y el referente planetario de las fuerzas morales que aportan las religiones a las sociedades democráticas. Una suerte de espeluznante pontífice universal, no en tanto católico, sino de Gran Maestre de la unión mundial de Iglesias.

    Pareciera que es mucho. Pareciera que me estoy deslizando hacia el fangoso terreno de los aparicionistas garabandalianos, lasaletteanos, fatimistas y demás, o que me estoy constituyendo en el enésimo intérprete y exégeta del Apocalipsis. Sin embargo, la última encíclica contiene un mensaje muy claro e inquietante y, creo yo, absolutamente inédito en la historia de la Iglesia: el Papa Francisco culmina su escrito con dos oraciones: una para los fieles de todas las religiones que creen en la existencia de un ser superior, y otra para los cristianos (no siquiera para los católicos).

    ¿Cómo puede entenderse que un Papa, vicario de Cristo en la tierra, redacte e incluya en un documento oficial y magisterial, dos oraciones diversas para usar según conveniencia del orante? No estamos en presencia de un vendedor de baratijas que ofrece el indispensable peine para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero.

    Detrás no sólo ya de los gestos papales y de las homilías martonas sino ahora de un escrito de la más alta jerarquía y que no deja lugar a libertad de interpretaciones, se dibuja con toda nitidez la silueta del Pontífice Máximo del Gran Arquitecto del Universo.

    Quizás sea hora de pensar en alquilar alguna cueva en las montañas: Levavi oculos meos in montes, unde veniet auxilium mihi.



    The Wanderer: Levavi oculos meos in montes...

  10. #10
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    DE LO MALO, LO PEOR



    El nuevo decálogo, o los diez consejos del papa Francisco para hacer feliz a la Madre Tierra


    Es cierto: lo más grave de la reciente encíclica no reside en la adopción de una controvertida hipótesis científica que ni siquiera roza los contenidos de la fe y la moral cristiana, ni en el empleo -a todas luces abusivo- de un instrumento del Magisterio para convencer a los hombres que separen la basura orgánica de la inorgánica o que eviten derrochar electricidad, ni en la fatigosa transcripción de enteras páginas del manual escolar de ciencias naturales. Todo esto no es poco, y en todo caso señala el paroxismo de un «estilo» adoptado por los últimos pontífices, que ya se distingue netamente de lo que antaño se conocía como «carta encíclica». Ésta, que no significó sino la adaptación a los cambiantes tiempos de lo que otrora fueran las bulas pontificias, aparece después de la Ilustración como un instrumento para pertrechar a las conciencias cristianas -extendido ya el alfabetismo y la pública propaganda de opinión- de un bagaje con el que afrontar los ataques de las "Luces" y el racionalismo. Hemos leído por ahí que
    las encíclicas del siglo XIX y el primer siglo XX son lúcidas y claras. Su propósito es exponer la doctrina católica y defenderla de los errores modernos, cosa que cumplieron admirablemente. Rememorando documentos como la Pascendi, Quas Primas, Casti Connubii y otros, se puede inmediatamente recordar la esencia de los mismos y la fuerza de sus argumentos. Pío XII enseñaba que la encíclica era el medio normativo por el cual el Romano pontífice ejercía su oficio de enseñar. No se puede decir lo mismo de las modernas encíclicas: ¿quién podría resumir fácilmente lo que tratan la Redemptor Hominis o la Populorum Progressio sino en los términos más vagos?
    En esencia, la encíclica post-conciliar no sabe lo que quiere ser a medida que se va desenvolviendo. Los papas han continuado utilizándola como un medio de enseñanza, pero en vez de enseñar en qué consiste la doctrina católica, [las encíclicas] se han crecientemente convertido en la ocasión para que los papas expliquen porqué la doctrina católica es lo que es.
    Esto no es enteramente malo: fides quaerens intellectum, ¿cierto? Pero en algún punto del camino parece que los papas dejaron perder el aspecto declarativo de la encíclica con la esperanza sobremanera optimista de que si pudiésemos solamente explicar nuestra doctrina al mundo -simplemente haciéndolos caminar a través de nuestros pensamientos, paso a paso- entonces quizás el mundo aceptaría el mensaje cristiano. Quizás si apenas "propusiéramos" humildemente nuestra razón para creer en vez de declarar que "poseemos" la verdad, ¿no nos mostraría el mundo su reciprocidad, no entraría en un "diálogo fructífero" con el cristianismo de manera de enriquecernos mutuamente?
    Con cuánta razón exponía entonces Rafael Gambra que «la nebulosa dogmática de estos tiempos deja paso a una comunidad en el quehacer por el bien de la humanidad, pacífica y feliz, a cuya consecución la Iglesia parece dirigir todos sus esfuerzos y prédicas. Prédicas que dejan de ser exposición de las enseñanzas eternas que elevan a la contemplación de Dios para convertirse en informaciones sobre el estado del mundo y en llamamientos a la acción». Esto, evidente en los engendros firmados por las Conferencias Episcopales, no dejaba de serlo -aunque con algún decoro proporcionado a la investidura- en los documentos papales del post-concilio. Francisco hereda esta propensión verborreica y la lleva a su culmen -léase: al delirio de la beodez.

    Pero entonces no: ya no es el consabido riesgo del errar por hablar de más, ni el de malbaratar los contenidos de la fe en un imposible diálogo con ese mundo que -testigo la Escritura- «yace bajo el poder del Maligno». No son ni siquiera los solecismos y los tropiezos argumentativos recurrentes en un pontífice que no nació para doctor: lo más grave de la eco-encíclica es esa igualación de todas las religiones sugerida por la doble oración final, una para uso de católicos y otra para el resto. Igualación anticipada en puntos como el 62 («no ignoro que,
    en el campo de la política y del pensamiento, algunos rechazan con fuerza la idea de un Creador o la consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de lo irracional la riqueza que las religiones pueden ofrecer...»), en los que habla en defensa de todas las religiones en su conjunto, como abogado de todas ellas. O el 217, en el que insta a «algunos cristianos comprometidos y orantes» a una «conversión ecológica» que completaría las deficiencias del Evangelio. En fin, por toda síntesis de las bondades que deben reconocérsele a la doctrina de Jesús, brilla una cita lapidaria: «la espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida» (222).

    Por supuesto que a todas estas naderías nos tiene acostumbrados a través de sus sermones diarios y las entrevistas que concede para escándalo de las conciencias católicas. Pero no bastaba con un pontífice que hablara como superior del Gran Oriente: era menester que -por aquello de que scripta manent- cifrara su mensaje por escrito. Así ha de placer a la Autoridad política mundial evocada en el punto 175 (a quien el autor de la Laudato sii arde en ganas de secundar como chamán), que sin dudas prefiere ver refrendado en el papel, convalidado por la imprenta vaticana, aquel viejo proyecto de la fusión de todas las creencias.

    In exspectatione: DE LO MALO, LO PEOR

  11. #11
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    No creo haber entendido bien tu comentario, Hyeronimus. Soy nueva en el foro, me interesa el tema pero temo que deberé volver a él para entenderlo en profundidad y comentarlo. En tanto, querría que me dijeras algo más concreto sobre tu visión del papa Francisco.

  12. #12
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    Después de tantos mensajes en este hilo, no sé a qué comentario te referís. Y como verás, la mayoría (si no todos) son artículos de procedencias diversas. Pero está claro que no nos parece que cumpliendo muy bien su misión. En la Iglesia ha habido papas santos y papas pecadores. No digo que este sea un pecador (todos lo somos), pero desde luego, aunque no sea su intención, está dejando muy mal a la Iglesia. De todos modos, ahí está la Providencia, que no dejará que naufrague la nave de San Pedro. Ya lo ha impedido en otras ocasiones.

  13. #13
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Habemus Papam - Francisco I

    PP Franciscus valdenseando

    Cuando en el Jubileo del MM JPII pidió perdones hasta por las Cruzadas, abrió una vena de complejos auto-inculpatorios difícilmente justificable para todo aquel a quien se le pueda suponer una conciencia eclesial de cierto nivel. Al Papa, verbigracia; precisamente por ser el Papa, en primerísimo y sin par lugar entre todos los fieles de la Iglesia. En aquella ocasión, de todas formas y por encima de buenos consejos (que los tuvo) el voluntarioso Papa Wojtyla se empeñó y pidió perdones universales, en San Pedro del Vaticano, el 1er. Domingo de Cuaresma del MM, ante el miracoloso Crocifisso de San Marcello. Se hicieron fotos muy bonitas del Papa abrazado al Cristo. Todo muy wojtyliano.


    Se preparó todo con cuidado. Hasta la Comisión Teológica Internacional elaboró un documento ad casum. Y se cuidó especialmente la ceremonia a celebrar en la Basílica de San Pedro (ver aquí documentos). Se marcaba no sólo un hito sino que se argumentaba su eventual continuidad, presumiendo próximas ocasiones de lo mismo.

    Con su desmañado estilo, pobre dicción y vulgar formato, PP Franciscus ha protagonizado en Turín otra escena de los perdones con los Valdenses, los herejes cismáticos sedicentes discípulos de Pedro Valdo. Simplemente, escenifica, esta vez en la propia casa de los viejos herejes, la ceremonia ya estrenada por su predecesor.

    Me temo que con la efemérides del quinto centenario de la herejía luterana a la vuelta de la esquina, el mea culpa ante los valdenses haya sido sólo un pequeño happening, para ir ambientando lo que se esté preparando.

    Quizá a Uds. que me leen les pase lo que a mí, que esto escribo: No me siento inserto en la escena del perdón. Ni yo he descalabrado nunca a un valdense (jamás he tenido esa oportunidad) ni me echo encima la culpa de ningún valdensinófobo. Muchísimo menos le echo la culpa de los pecadores a nuestra Santa Madre la Iglesia, ni comparto la ocurrencia de que el Papa pida perdones.

    Pero lo que más me inquieta de la escena de los perdones con los valdenses son estas palabras que PP Franciscus pronunció:

    "...ha sucedido y continúa sucediendo que los hermanos no acepten su diversidad y terminan por hacer la guerra uno contra otro".

    El resumen de Zenit lo empeora porque dice (¡¡¿lo dijo el Papa?!!) que - "...Por otro lado, el Papa ha recordado que la unidad que es fruto del Espíritu Santo no significa uniformidad." (ver aquí).

    Es para leer y no creer (o dejar de creer).

    Si esto sigue así, tendrán de introducir un equipo permanente de correcciones ortodoxas en la AAS.


    +T.

    EX ORBE

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