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Tema: Virginitas: in partu

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    Virginitas: in partu

    Virginitas: in partu (I)

    Sofronio



    LA VIRGINITAS: IN PARTU (I)



    Ya nos advertía San Jerónimo que “Hablar impropiamente es el origen de las herejías. Por eso, con los herejes no debemos tener ni siquiera en común el lenguaje, para no favorecer sus errores” y en esto no hacía más que ser fiel a lo mandado por San Pablo: “Os exhorto, hermanos, que observéis a los que están causando las disensiones y los escándalos, contrarios a la enseñanza que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos; porque los tales no sirven a nuestro Señor Cristo, sino al propio vientre, y con palabras melosas y bendiciones embaucan los corazones de los sencillos”(Rom. XVI, 17-18).
    Imagínese un saludable, magnífico y vigoroso cuerpo que se quisiera matar. Hay varias formas de acometer ese fin. Intentarlo desde fuera de forma rauda y de frente tiene graves inconvenientes, pues con facilidad será vencido por sus fornidos miembros; si por la espalda se hiciese desde el exterior y no se acertase al primer golpe o fuera descubierto, el aprendiz de matador ya se puede dar por bien muerto. Como de una y otra forma lo intentaron sus ancestros y fracasaron y según dicen la venganza se sirve fría, se intentará en el presente de nuevo, pero desde dentro. Exhalarán ciertas bacterias para producir la lepra aquí y allá, no de golpe ‘sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas’ (1); y puesto que tal infección tarda en manifestarse hasta 20 años, difícil será saber con certeza dónde se adquirió, pues, probablemente y para entonces, los propaladores estén bien fenecidos y huelan pese a su caros embalsamientos. Al paso del tiempo unos órganos primero y después otros, se irán pudriendo y paralizando a tal punto que la necrosis de las vísceras y tejidos sólo admita, como única solución, la amputación, para que no se pudra el resto del Cuerpo; místico. Desde la época post apostólica la perpetua Virginidad de María ha sido una de las doctrinas marianas más atacadas, y más controvertidas por parte de los herejes, cuyas cabezas, hoy en día, no están tonsuradas, sino que se cubren con capelos y birretas, mitras y solideos; tampoco se tapan, desde décadas ha, con bonetes, aunque suelen usar otros cubre calvas más académicos. No son herejes al estilo de Joviniano (2), ni van de frente, sino que desde dentro y con apariencia de piadosita santidad de carrillos colorados van exhalando la bacteria de Hansen un poco acá y otro poco allá, matando, eso sí, miembro a miembro. Desde antaño por los dos flancos se arremetió contra este dogma entre los sectarios: unos, los menos, negaban la concepción virginal; otros, los más, creyendo ésta una verdad revelada, no admitían la perpetua virginidad porque afirmaban que Jesús tuvo hermanos. Pero en esta época confusa, se han venido a sumar a aquellos impíos cismáticos que, si agredían, lo hacían desde el exterior, otros mucho más mezquinos, cuyas abominaciones las vienen perpetrando desde dentro y desde el prestigio que otorga la cátedra o la jurisdicción; bien es verdad que sus eructos gozan de la fama por pasar por anfibológicos (Figura que consiste en emplear adrede voces o cláusulas de doble sentido) y sibilinos; ahí radica su mayor peligro. Vamos a ocuparnos, pues, en esta primera entrega del presente artículo de la cuestión dogmática ‘María Virgen durante el parto’, virgo in partu; y en una segunda parte, si Dios quiere, de la ‘virginidad de María después del parto’, post partum. Dejamos sin tratar, de momento, la virginidad de María en el instante de la concepción del Verbo, ante partum, por estimar que si alguien pusiera reparos en eso, no parece que fuera lector de este sitio, sino algún ordinario blasfemo despistado; aunque haremos alguna reseña colateral a este ámbito del dogma, dado que también la necrosis ha inficionado el cerebro de algunos teólogos sedicentes católicos, ya en los estertores de la agonía. Creo interesante reseñar, primero, que las posiciones heréticas de los teólogos y prelados católicos son, en general, bastantes recientes. En segundo lugar cabe señalar que la necrosis de su fe en este fenomenal dogma mariano debe su etiología al contacto mantenido con los herejes protestantes que practican una exégesis racionalista desde mitad del siglo XVIII y cuya metodología teológica prescinde del dato revelado. Prácticamente todo el protestantismo liberal niega este aspecto del dogma, a pesar de que tanto Lutero, como Calvino y Zwinglio, sus próceres heresiarcas, defendieron esta verdad de fe. La vomitiva algarabía ecuménica de los católicos con los heterodoxos imbuidos de los errores y prejuicios de su ‘vaca sagrada’, Karl Barth (1886-1968), no ha conseguido sanar las póstulas de los falsarios; al contrario, éstos transmitieron la bacteria de la lepra a los que parecían rectos. El resultado es que ahora hay ‘locos y villanos’ (3) tanto fuera como dentro y estando éstos además, por cierto, bien encumbrados. En este fenomenal cambalache parece que, en efecto, la única solución posible que resta es llevar a los que se dicen de los ‘nuestros’, y de una vez por todas, al lazareto o destruirán la fe católica de los sencillos de corazón: el disminuido pusillus grex echado al desierto. Desde dentro de la Barca, pues, esparcen la lepra, es decir, siembran la cizaña; de distinta especie en popa que en proa; quiero decir con distintos argumentos ‘teológicos’; e igualmente, también, es diferente el enfoque a estribor que a babor. Veamos cada herejía según su especie irracional y sus más conspicuos representantes, así como alguna reacción poco acertada a tales tropelías. A POPA. Unos niegan la virginidad en el parto porque al considerar las fuentes históricas meramente como tales, es decir, prescindiendo de los datos de la fe, consideran como más probable que Jesús tuviera hermanos. Al negar, pues, la virginidad después del parto de María, ven innecesario e inútil sostener aquella otra parte del dogma que asegura que María fue Virgo in partu, porque aunque lo fuera, según ellos concluyen, la virginidad ya no podría ser perpetua; luego se preguntan estos blasfemos ¿si no lo fue más tarde, para qué sostener aquella otra parte más incomprensible del dogma que aparenta ser mucho más maravillosa? El sacerdote sedicente católico, John P. Meier, profesor de Nuevo Testamento en la Universidad católica de América en Washington y en la Universidad Notre Dame de Indiana, ex presidente de la Asociación Bíblica Católica y uno de los autores más influyente en los estudios bíblicos del orbe católico hoy en día, es el más sobresaliente entre todos los heresiarcas que defienden esta conclusión aborrecible, en su voluminosa obra traducida a varios idiomas (4). Más como parte de negar la Virginidad después del parto para concluir que huelga afirmarla en el parto, desbrozaremos estas calumnias en la parte dedicada a afirmar el aspecto dogmático virgo post partum contra todos los ‘católicos’ que niegan esa verdad(Sic.).



    A PROA
    . En este lado de la nave que corta las aguas solía situarse antaño el capitán rodeado de sus primeros oficiales; toda bacteria expelida en tan significado sitio la inhalan los demás, a la par que la nave va cortando los vientos. Aquí los herejes prefieren más el disimulo; pueden fundamentar su pus desde cualquier texto sagrado pero, en general, suelen decir que, de acuerdo a los textos de S. Lucas, se puede deducir que al santo Evangelista no le parecía que causara un especial deshonor a la virginidad de María la apertura de su seno materno. Y usando de argumentos extraídos de su mente imbuida de la ‘sola scriptura’ protestante, continúan diciendo que, puesto que el parto virginal no consta en la Escritura, no puede resolverse mediante la exégesis bíblica, sino desde un tratamiento teológico-simbólico-especulativo. Fíjense que no dicen “se deduce”, sino “se puede deducir”, con lo cual ni afirman ni niegan; solamente lanzan la sospecha, usando de las propias maneras del diablo, para que los ignorantes traguen la bacteria satánica, y ellos se vean libres de la excomunión que, según toda la tradición merece cualquier sentencia con sabor herético, como esta. Hay demasiados leprosos en proa que dicen auxiliar al contradictorio timonel de la Barca, Bergoglio. El más insigne es, precisamente, aquél que más debería defender la salud de los ocupantes, Gerard Ludwig Müller, actual Prefecto de la C. de la Doctrina de la Fe. Pero observemos que en él la herejía es clara; se pasó de la raya o de copas ¡vaya usted a saber!; es decir, desbordó lo anfibológico: Veamos las bacterias pululando en su medio: su hediondo aliento:
    Por consiguiente, el contenido del enunciado de fe no se refiere a detalles somáticos fisiológicos y empíricamente verificables. Descubre, más bien, en el nacimiento de Cristo los signos anticipados de la salvación escatológica del tiempo final mesiánico, ya iniciado con Jesús…(….) Más allá y por encima de la errónea interpretación del dualismo gnóstico de la virginitas in partu entendida como negación de la realidad de la humanidad de Jesús esta doctrina eclesial debe ser entendida en el sentido de la realidad de la Encarnación. No se trata, pues, de singularidades fisiológicas del alumbramiento (por ejemplo, que no se abriera el canal del parto, o que no se rompiera el himen ni se produjeran los dolores propios de las parturientas), sino de la influencia salvadora y redentora de la gracia del Redentor sobre la naturaleza humana, que había sido “vulnerada” por el pecado original (5). El obispo Müller repite, sin disimulos, los errores de Joviniano (s. IV), que sostuvo la concepción virginal de María; pero no así la virginidad en el parto, pues María habría perdido la misma ya que dio a luz a su Hijo según el modo ordinario de la naturaleza. Joviniano, según tradición histórica, luego de haber vivido algún tiempo en un monasterio de Milán, acabó preso de los placeres sensuales; fue denostado por San Jerónimo, quien le apodó el Epicuro de los cristianos. Lo que confirma las Sagradas Escrituras “Por no haber recibido el amor a la Verdad que los salvaría. Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira y sean condenados cuantos, no creyendo en la verdad, se complacieron en la iniquidad” (2Ts 2.11-12; Nac. Col.). Müller niega, pues, el dogma de la perpetua virginidad de María dándole un significado distinto, esjatólogico, al verdaderamente proclamado en el dogma; se separa de la fe de la Iglesia sin la cual nadie puede salvarse. Porque, de una parte, sabemos que el dogma de la virginidad in partu de María, pertenece al depósito de la fe y, según la doctrina tradicional, supone una integridad corporal que conlleva la inviolabilidad del sello virginal -de lo contrario no habría integridad; porque el antónimo de ‘íntegro’ es ‘parcial’ referido a lo físico y ‘corrupto’ referente a lo moral- y la impasibilidad. Cambiar el significado de las palabras es una táctica preferida de los herejes; es por eso que San Jerónimo exhortaba a no tener común con ellos ni siquiera el lenguaje. He aquí algunas definiciones dogmáticas: “De parte de Dios, Padre-Hijo-Espíritu Santo, con la autoridad apostólica, corregimos a los que tal vez afirmen que Jesucristo no fue concebido de la beatísima siempre Virgen María, por obra del Espíritu Santo, sino como los demás hombres… o que la misma beatísima Virgen María, no es Madre de Dios ni permaneció siempre en perfecta integridad virginal… antes del parto, en el parto y perpetuamente después del parto…” (6). “Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por Madre de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado” (7). Cualquiera que niegue uno de los tres aspectos a los que se extiende la integridad de la virginidad de María es un hereje. Comprende, pues, la virginidad: la virginitas mentis, es decir, la perpetua virginidad de su espíritu; la virginitas sensus, es decir, la inmunidad de todo movimiento desordenado del apetito sensual; y la virginitas corporis, es decir, la integridad corporal o inviolabilidad del sello virginal e impasibilidad. El dogma católico se refiere ante todo a la integridad de la naturaleza humana de María: cuerpo y alma. Es de fe divina y católica (al menos implícitamente) definida (8), entender la naturaleza como un ser substancial indiviso en sí, el cual es el principio de obrar y de padecer o soportar. Es decir, de la unidad del cuerpo y del alma resulta una sola naturaleza, esto es, un sólo ser substancial. Si, en efecto, la integridad está referida al ser substancial de María, no puede entenderse la virginidad sino como mentis, corporis y sensus, y no una especie de metáfora teológica del Misterio de la Encarnación entroncada con el Porvenir como señala Müller en su herética ‘Dogmática’. Resumamos: Por una parte, el hoy brazo derecho de Francisco, principal defensor de la Fe después del Papa, negó en su obra, explícitamente, la virginidad corporal en el parto; y por otra, guardó silencio absoluto sobre la virginidad del espíritu y sobre la carencia de movimientos desordenados, ya que la Virgen María careció del fomes peccati. Otros teólogos, cuyas enseñanzas han influido notablemente a generar la grave crisis que atraviesa la iglesia, pertenecen también a esta especie herética cuyas bacterias se dispensan en proa; v.g. las vaca más sagrada en los seminarios postconciliares: Karl Rahner, cuyas herejías han infectado la oficialidad de la Nave…Para Rahner el parto o nacimiento debe considerarse no desde un punto de vista exclusivamente anatómico-biológico, sino como un acto humano-personal que, en la forma en que es experimentado, afirma la totalidad de la persona que lo realiza (10). He aquí el tipo de lenguaje anfibológico; evita el anatema usando el adverbio ‘exclusivamente’ para de inmediato poner el énfasis en la experiencia personal, ardid de la Nueva Teología, consiguiendo que la mente del lector rebaje la importancia del sello corporal. Quiten ese adverbio, lo cual quise facilitarles habiéndolo tachado y vuelvan a leer la frase sin él; verán con absoluta nitidez lo que pretende decir. No en vano, este enemigo de los dogmas del catolicismo, llamado ‘la mente del Concilio Vaticano II’, ‘el constructor de la Iglesia del porvenir’ y ‘el primero de los teólogos’, mantenía durante la celebración del Concilio V. II, un ‘affaire amoroso’ con la escritora Luise Riser, ex mujer del músico Kart Orff, a quien escribió 1800 cartas de amor, hasta 5 por día, en las cuales se dirigía a ella con frases como: ‘mimosita’, ‘rizada’, ‘pescadito mío’, ‘mi querido pez’, ‘no comas mucho de lo contrario engordarás y después no me gustarás más’, ‘me asusta que me ames con tanta pasión’. No sé si Karl Rahner sabía que su Luise estaba ligada en cuerpo y alma a otro importante abad benedictino modernista, de Baviera, M.A” (11).



    Karl Rahner

    No piense el lector que se trata de un argumento ad hominem lo dicho sobre este teólogo. No. Más bien su ‘affaire’ ilustra mejor que sus propias palabras lo que él mismo dice sobre la virginidad de la Madre de Dios. La herejía en la casi totalidad de los heterodoxos no es más que un intento de justificación de los desórdenes habidos en sus almas que, en general, se somatizan bajo el vientre. Con lo que se vuelve a confirmar la veracidad de las Sagradas Escrituras “Por no haber recibido el amor a la Verdad que los salvaría. Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira y sean condenados cuantos, no creyendo en la verdad, se complacieron en la iniquidad” (2Ts 2.11-12; Nac. Col.). Véase, al mismo objeto y para mayor demostración, al incontinente Lutero, al adúltero Enrique VIII o la vida epicúrea de Joviniano, por ejemplo. ¿Quiere el lector saber qué significa esta Nueva Teología sobre la virginidad del contestatario del celibato sacerdotal, inventor del concepto de ‘cristiano anónimo’ para extender la salvación, de facto, a todos? Nada, salvo un intento desesperado de cubrir su propia desnudez. Desgraciadamente, su falsa doctrina ha sido la fuente en la que han bebido los actuales sacerdotes y obispos; o al menos la inmensa mayoría. Un excurso al hilo de la redacción. Son muchos los que tildando de hereje a Müller por este asunto, y hacen muy bien, no dejan de inspirarse, en vez de en el Magisterio infalible de la Iglesia, en los santos Padres o en los santos Doctores de la Iglesia,…, en escritos de falsos videntes plagados de herejías. Se supone una reacción bien intencionada, en la mayoría de los casos, a estos 50 años de desprecio a los dogmas marianos; pero escogen una forma errónea, que no ayuda mucho a comprender la verdadera hermosura de la Madre de Dios, sino a confundir aún más. Sólo voy a citar uno de esos mamotretos devorados insaciablemente por los perpetuos requirentes de pruebas y mensajes del cielo. Me baso para ello en la edición de 1976 en castellano de la obra enciclopédica de las ‘revelaciones privadas’ a Valtorta, que no he leído, pero me fío del criterio profundamente católico de quien sí lo ha hecho y ha ido construyendo un aparato crítico ortodoxo; El editor de dicha obra es un señor llamado Emilio Pisani, que a través del “Centro Editorial Valtortiano” y en compañía de Fray Escobar, el traductor al español de la obra, nos facilita esta ‘nueva revelación’. Hay que observar que dicha obra estuvo en el Índice hasta que éste desapareció, luego del Concilio V. II, según muchos lo afirman; lo cual en tiempos de Pío XII era muy serio y con prohibición de leer salvo a estudiosos y para rebatirla; otros, defendiendo la obra, aseguran que nunca estuvo aquélla en el Índice; sin embargo, si así fuera, igualmente hubiera evadido la ley eclesiástica, pues, por entonces, estaba prohibida tal publicación sin la censura pertinente, al menos de algún Obispo; censura que nunca existió; puesto que no consta ni tan sólo un ‘Nihil Obstat’, y por supuesto ningún ‘Imprimatur’. Y también hay que señalar que ninguna de las ediciones posteriores a la supresión del Índice, luego del Concilio, lleve algún tipo de censura eclesiástica que guíe al católico sobre sí la obra es o no ortodoxa; por lo menos hasta la castellana de 1989. Veamos sólo un par de ejemplos de crasa herejía e impiedad, entre varias más que existen en la obra- y no sólo contra la Virgen- referidas a la Stª Madre de Dios. Dice en el Poema del Hombre Dios: “María Su Madre sufrió el tormento de asaltos periódicos de tentaciones desde el viernes de la crucifixión hasta el alba del domingo”. Que “la atacó con una terrible tentación, tentación en la carne de María…” (pag.600). Pone en boca de la Santísima Virgen: “Satanás se preocupó ante todo de arrastrarme a la impureza… La tentativa de Satanás se enderezó con este objetivo para vencerme” (pág. 285) Como todo católico debe saber, no sólo es herejía decir que María tuvo tentaciones de la carne o de impureza, sino que además es impío. Niega la integridad de la virginidad de María; en este caso la virginitas sensus, es decir, la inmunidad de todo movimiento desordenado del apetito sensual. La Virgen María careció del fomes paccati, es decir, por su Inmaculada Concepción ordenada a la Maternidad divina, no tenía inclinación al pecado, la cual es consecuencia del pecado original que los demás heredamos y sigue persistiendo aún después del bautismo; excepto Cristo por ser Hijo de Dios y como hemos dicho, Aquélla que estaba ordenada desde toda la eternidad a concebir virginalmente al Verbo de Dios en su seno, todos los demás hombre padecemos el fomes peccati. (9).



    Bien diferente son otras revelaciones privadas, que aunque no es obligatorio en absoluto creerlas, en nada contradicen el Dogma católico: vg., las de la beata Ana Catalina Emmerick. No niego el piadoso alimento de la obra de Valtorta en las almas católicas; pero, a menudo, muchas están poco formadas y tragan gato por liebre montuna. Se asemeja esta obra a los evangelios apócrifos; la mayoría se escribieron con el buen fin, qué duda cabe, de saciar la demanda de curiosidad y piedad de los primeros cristianos, pero la Santa Madre Iglesia tuvo que expurgarlos debido a las desviadas doctrinas gnósticas que en ellos se contenían, por el bien de las almas, no admitiéndolos en el Canon de las sagradas Escrituras. Porque la piedad que va contra la Verdad es falsa. Una sola herejía en un escrito es suficiente al verdadero católico para rechazarla como revelada. Con más razón si hay varias, como es el caso.





    Pero retomemos el hilo del artículo. La Iglesia en muchos concilios, sínodos en Oriente y Occidente, múltiples declaraciones papales y a través de los Santos Padres han dejado claro que se trata de una verdad revelada, un dogma de fe que debe ser creído por todos los católicos. Este dogma en nada contradice a la Escritura, ni tampoco al constante magisterio a lo largo de la historia de la Iglesia; no es invento, sino que es una vetusta doctrina que se encuentra presente en la Iglesia desde sus orígenes y que los modernistas niegan.
    Desde el principio se creyó en la Virginidad Perpetua de la Madre de Dios. Podemos encontrar la antigüedad de esta fe en el discípulo de San Juan Evangelista y probablemente de san Pablo, San Ignacio de Antioquía (+107); en El Proto Evangelio de Santiago (hacia el año 150 d.C), Tertuliano (155-220 d.C.), Orígenes (185-202 d.C), S. Clemente de Alejandría (150-215 d.C), S. Efren el Sirio (306-373 d.C); S. Gregorio de Nisa (331 – 394 d.C), S.Epifanio (310 – 403 d.C), S. Basilio (329 – 379 d.C), S. Agustín de Hipona (354-430), S. Jerónimo (340 – 420 d.C), S. Atanasio (276-373), S. Gregorio Nacianceno (329-389), S. Zenón (+380), S. Cirilo de Jerusalén (315-386),), S. Ambrosio (340-397);etc.,etc., y unánimemente en todos los Padres posteriores al siglo IV. Lo que los teólogos modernistas se niegan a entender es “que no se trata de una maternidad ordinaria, sino de una Maternidad que necesariamente, dentro de un orden teológico, tenía que ser virginal. «Se trata de una virginidad ordenada ante partum a no tener más Padre que a la primera Persona trinitaria; ordenada in partu a la imitación más perfecta de la eterna generación del Hijo y ordenada post partum a guardar intacto el perfume de la consagración del Espíritu Santo» (12) ; se trata de la Maternidad divina que, por ser tal, ha exigido una maternidad humana de tipo excepcional o, mejor, única y singular”(13). Doctrina difícil de entender para quienes la proclamación de santidad es algo tan ordinario que, sin usar de la infalibilidad, tratan de ‘elevar a los altares’ a los que carecen de virtudes heroicas e incluso favorecieron la herejía con actos, palabras y escritos. Tras estudiar los innumerables testimonios patrísticos sobre este hecho, se comprueba la casi total unanimidad desde el principio en la afirmación de un parto prodigioso, de tal forma que se puede hablar de una tradición dogmática y de una realidad que pertenece al depósito de la fe. He aquí un apretado resumen de las conclusiones de Laurentin en su exhaustivo estudio patrístico (14). a) En esta materia la Tradición se presenta como un bloque compacto de una densidad y de una homogeneidad raras tanto en el Oriente como en el Occidente. b) La diversidad de formas de presentar esta verdad ponen de relieve la semejanza de todas las doctrinas: son como distintas perspectivas ligeramente coloreadas de un estereoscopio. c) Todos los géneros literarios están representados y en especial aquellos que ofrecen más garantías. d) A partir del siglo V diversos textos pontificios (algunos de primer orden) han asumido la doctrina afirmada por la tradición y condenado las opiniones contrarias o contradictorias. e) La virginidad en el parto es para la Tradición un prodigio, un milagro que exige en nosotros un acto de fe. Los Padres multiplican los argumentos y las analogías para facilitarnos este acto de fe. f) Los dos aspectos del milagro: la integridad corporal y la ausencia del dolor no están deducidos uno del otro, sino elaborados de datos dogmáticos diferentes: «están reintegrados en la fórmula virgo in partu y no deducidos de esta fórmula. A la vista de lo hasta aquí expuesto, podemos ir anticipando alguna conclusión. Los heterodoxos cometen el error de distinguir entre un la virginidad en general —que para ellos es lo definido— y las concreciones de la virginidad —inviolabilidad, integridad corporal, impasibilidad— que, aunque afirmadas unánimemente por la tradición, según estos sectarios no pertenecerían a la fe y serían incompatibles con la verdadera maternidad. He aquí el exabrupto de los incrédulos. Seguiremos en el próximo artículo, Dios mediante, denunciando los argumentos que los herejes expelen a estribor y a babor contra la virginitas in partu, aunque provengan de las más mitradas cabezas ¡Que San Elías nos auxilie en el profético ‘degüello’¡ Sub tuum praeesidium confugimus Sancta Dei Genetrix.
    Sofronio
    NOTAS (1) Pascendi. San Pío X (2) Hereje del siglo IV que negaba la virginidad en el parto de la Madre de Dios, pero no la concepción virginal. (3) De ‘locos y villanos’ trataba Lutero a los pocos, que por entonces negaban este dogma de fe. (4) Jesus: a Marginal jew. John P. Meier. Cf. Tierra Santa nº 12 (825) pag. 16. (5) Gerard Ludwig Müller. “Dogmática. Teoría y práctica de la teología”, editada por la compañía Herder en 1998 pag.499, 501. (6) Declaración del Dogma.- Constitución apostólica del 7 de Agosto de 1.555 (7) concilio de Letrán, el Papa Martín I estableció el dogma de la Virginidad perpetua de María (año 649 d.C):503 Can. 3. (8) D 148, 429, 480 (9) Teología del Dogma Católico, J. de Abarzuza, O.F.M., págs. 737-38 (10) K., Virginitas in partu, en Escritos de Teología, t. IV, Madrid 1964. FORTE, B., Maria, la donna icona del Mistero, Cinisello Balsamo 1989. La traducción castellana es María, la mujer icono del Misterio, Salamanca 1993. GARCÍA PAREDES, J. C. R., Mariología, Madrid 1995. (11) Chiessa Viva. Año XL. Nº 430. Septiembre 2010. Pag 26. (12) Alonso, J. M., Mariología y Biología, o.c., p. 217 (13) La virginitas in partu en la reflexión teológica del siglo xx (14) Laurentin, R., Le mystere de la naissance virginale, o.c. Fernández, D., Maternidad perfecta y virginidad integral de María, o.c. Aldama, J. A. de, El problema teológico de la virginidad en el parto, en AA. VV. Studia Mediaevalia et Mariologica. P. Carolo Balic septuagesimum explenti annum dicata, Roma 1971, pp. 497-514. Gherardini, B., La Madre. Maria in una sintesi storico-teologica, Frigento 1989, pp. 93-133. Ponce Cuéllar, M., María, Madre del Redentor y Madre de la Iglesia, Badajoz 1995, pp. 264-274.

    Virginitas: in partu (I) | Tradición Digital
    Última edición por Hyeronimus; 19/02/2014 a las 14:42
    Toledo dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Virginitas: in partu

    Virginitas: in partu (II)

    Sofronio

    Virginitas: in partu (II)


    En la primera parte de este artículo hemos querido denunciar las herejías contra la virginitas in partu de la Madre de Diosprovenientes de dos lugares teológicos en la Barca y que hemos denominado popa y proa. Desde ésta destacábamos las tesis anfibológicas, uno de cuyos exponentes fue Karl Rahner, y otras más explícitamente heréticas, cuyo paladín más conocido es Gerard Ludwig Müller, actual Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe; el cual niega la integridad corporal de María. En Aquélla señalábamos a uno de los autores más influyente en los estudios bíblicos del orbe católico hoy en día, el sacerdote John P. Meier, quien sostiene la inutilidad de este dogma por considerar que la virginidad no fue perpetua por la posterior fecundidad de la Virgen María. Seguramente como reacción a tales exabruptos surgieron obras que, a su vez, sin negar la Virginitas in partu, cayeron en el tremendo error de negar en la Inmaculada una Virginitas in sensu, es decir, la inmunidad de todo movimiento desordenado del apetito sensual. El error de esta reacción consiste en describir en una supuesta revelación privada que la Virgen María tenía el fomes peccati, cuando en realidad la verdad católica es que ni Cristo ni la Virgen lo tenían; Jesucristo por ser Hijo de Dios y Santa María Virgen por el privilegio de su Inmaculada Concepción llamada a ser Madre de Dios; la obra más divulgada que contiene tal barbaridad es el Poema del Hombre Dios de Valtorta, en las ediciones traducidas a la lengua española de 1976 y 1989, al menos.

    No acaban aquí las maquinaciones humanas disfrazas de piedad contra este espléndido dogma. Veamos ahora que arguyen los herejes a Babor. En este lugar de la Nave hay otros teólogos de cierto renombre, como Boff, Leonardo. (1), para quien la virginidad en el parto es una verdad dogmática secundaria, es decir, menor o carente de importancia, y su determinación biológica —la integridad corporal y la ausencia de dolor— no pertenecería a la fe, sino a su representación histórica; es decir, a una forma temporal no verdadera y ya superada de expresar un espíritu de fervor. Por tanto, dice Boff, esta creencia ha adoptado diversas soluciones a lo largo del tiempo: desde una postura «tradicional» de aceptación de un parto singular y maravilloso, hasta reconocer, según los avances de la Biología y de la Filosofía personalista, que el parto ordinario no afecta lo más mínimo a la virginidad. Este apostata al servicio del Nuevo Orden Mundial y que actualmente vive con su barragana en concubinato público y cuantos se regocijan en sus blasfemias, formula dos grandes herejías. La primera la comete en esa distinción que va directamente contra la Fe teologal, según la cual cabría distinguir dogmas de primera y de segunda; distinción que, dicho sea de paso, les es necesaria mantener a todos aquellos que defienden y practican el tan condenado ecumenismo conciliar para lograr su fin: la ‘unidad’ con las falsas iglesias cristianas. Puesto que todas aquellas sectas nacidas de la reforma protestante no creen en la virginitas in partu de María, estos sedicentes católicos nos vienen a contar que, en realidad, los dogmas marianos y especialmente éste, no son tan importantes; sobre todo si negándolo, silenciándolo o rebajándolo, se consigue un fruto que piensan ellos que es mucho mayor: la unidad: Mas la unidad que traiciona la fe no es la de Cristo sino la que desea Satanás: La unión con las falsas religiones.


    Leonardo Boff


    Porque estas dos herejías son tan comunes hoy entre los católicos – creo que en la mayoría- debido a la mala costumbre de practicar el ecumenismo anatematizado por la Santa Iglesia, o a contemplarlo indolentes, merece la pena detenerse un poco a refutarlas con energía. A la primera. Hay que decir, siguiendo al seguro Aquinate que el asentimiento de fe divina tiene su última resolución, como motivo formal, en la sola autoridad de Dios que revela, sobrenaturalmente percibida y a la vez, razón formal de creer y verdad creída. El hecho de la revelación y autoridad de Dios es a la vez, motivo de creer en la autoridad de Dios que revela y en las verdades por él reveladas. La revelación, pues, en sentido estricto, es la manifestación que Dios hace de sí mismo y de los misterios sobrenaturales a las criaturas mediante la participación infusa de la luz divina Denominamos Mediata a aquella revelación pública, que el Señor ha hecho al mundo y depositado en su Iglesia. De lo que se deduce con facilidad que quien niega una parte de la revelación pública destruye toda la fe, porque niega el motivo formal que es la autoridad de Dios, el cual ni engaña ni puede engañarse. Decir, por ejemplo, yo creo en esto revelado, pero en aquello otro revelado no creo, es equivalente a decir creo que Dios dice la verdad en esto pero miente en aquello; ergo destruido el objeto formal ya no hay fe teologal, sino sólo convicción humana. Ahora bien, el objeto material de la fe divina-católica es todo aquello que ha sido revelado por Dios y es propuesto por la Iglesia Católica, mediante su magisterio ordinario o solemne, para ser creído por todos; tal es el caso de la virginitas in partu de Santa María siempre Virgen. En efecto, la verdad primera que es objeto material de la fe, Dios mismo, es una, pura y simple; imposible de dividir puesto que en Dios no hay corrupción. Sin embargo, debido al modo limitado de nuestro conocer humano, aquella verdad primera, purísima y simplísima no es conocida por nosotros más que por disgregaciones de proposiciones. El conjunto total forma, pues, los muchos enunciados o artículos de fe; tal como la virginitas in partu de la Madre de Dios. Los principios con aquellas verdades primarias que tienen más dificultad de creerse en cuanto misterios están en el Símbolo. El conjunto de estas verdades constituyen el objeto inmediato o adecuado de la fe, en las cuales y mediante las cuales asentimos a la Verdad divina. Las verdades reveladas en tanto y cuanto está sometidas todas al motivo formal- la autoridad de Dios que revela – son todas del mismo grado; no hay ninguna de la cual se pueda prescindir para quien tiene obligación de conocerla y confesarla; caso de este heresiarca que hemos tomado como muestra. Es así y lo repetimos una y mil veces, porque quien niega una verdad de fe divina rechaza la Revelación misma y destruye la fe, pues quien elige creer a Dios en todo, excepto en tan sólo una cosa, está diciendo que su propia opinión es la verdadera en ese asunto frente a la verdad de Dios, por lo que niega el testimonio y la veracidad del mismo Dios, el motivo formal de la fe. En realidad, para Leonardo Boff, -y con él la inmensa mayoría de los neo movimientos conciliares, sacerdotes y obispos- la fe ya no es católica, sino que para estos sectarios la fe consistiría en una experiencia, traducida en fórmulas conceptuales, las cuales constituirían la revelación. Por lo que dichas fórmulas o dogmas no tienen un valor objetivo, puesto que la experiencia puede variar y por lo tanto, también evolucionarían los conceptos y fórmulas en el tiempo. Exactamente esto es el concepto de ‘fe’ ya condenado que se denomina modernismo: El compendio de todas las herejías; el mal que esclaviza el alma de los ‘católicos’ de nuestro tiempo. A la segunda. Es dogma de fe proclamado por la Iglesia la integridad virginal de la Madre de Dios como hemos demostrado en la primera parte de este artículo con suficiente evidencia; la cual no puede excluir de ninguna manera la biológica, que es el significado más evidente y primero. Ni el más bruto de los hombres, salvo que sea un malvado o un tonto, diría de una mujer que es virgen si aquella puerta íntima de la biología femenina ha sido traspasada, aunque ni con su espíritu ni sus sentidos, participara o consintiera. La demostración más obvia es la ‘prueba de sangre’ que desde tiempos inmemoriales se practicaba en antiquísimas culturas y que aún pervive hoy en día en bastantes pueblos. Según esa ancestral costumbre, si no había sangre en el lienzo de la noche nupcial no había virginidad. Lo que indica con toda claridad, que para todos los hombres de todas las épocas el primer significado de la virginidad está relacionado estrictamente con lo biológico, por pertenecer al ámbito externo y comprobable y sobre lo cual cabe demostración en cualquier mujer. Lo que el modernismo usa aquí es la táctica diabólica de transmutar el verdadero significado de las palabras. Para este sumatorio herético, la virginidad es una especie de metáfora o una idealización cultural de cambiantes significados. Esto es impío y grave y formalmente herético; y porque la sostiene Boff y muchísimos otros, y no enmiendan, se debe decir alto y claro que todos estos no tienen la fe católica, aunque lleven solideo y mitra. Pero el motín se originó en aparente pacífico estribor con la tesis del sacerdote austriaco Mitterer (2), publicada en 1952, que de una manera, quizás, más subrepticia que lo visto hasta ahora, y a causa de abandonar la doctrina de Santo Tomás sobre la virginidad dio pábulo con sus falsas tesis a los argumentos heréticos y revisionistas de toda una tripulación soliviantada y a cuyo frente se situaban oficiales y hasta almirantes. A lo que seguiría la total rebelión jacobina de los grumetes en las bodegas del Barco, sacerdotes y religiosos docentes, que convirtieron aquellas sedicentes razones científicas, que consideraban los adelantos biológicos para fabricar teología, en consignas malsonantes y blasfemas propias de los apóstatas. De esta revolución en la bodega diremos algo más más abajo. Para Santo Tomás, que sigue a San Agustín y San Ambrosio el elemento material accidental del acto moral de la virginidad es la integridad de la carne inmune a la experiencia venérea. Mitterer piensa que Santo Tomás está en un error ya que el elemento material de la perfecta maternidad lo constituyen las funciones biológicas propias de la maternidad, puesto que los avances biológicos posibilitarían la conservación del himen en un supuesto embarazo sin coito. Pertenecen, pues, para este profesor austriaco, al elemento material de una maternidad perfecta y plena una serie de fenómenos sensibles a lo largo de toda la gestación y que en el momento del alumbramiento son: la lesión y dilatación de las vías del parto, los dolores y la ruptura del himen. Un resumen de su tesis sería el siguiente:«todos estos procesos, con los dolores concomitantes, están en relación mucho más íntima con la perfecta maternidad corporal que la inviolabilidad del himen con la plena virginidad somática, porque van necesariamente unidos con la maternidad generativa». Por tanto, sigue afirmando este autor, la perfecta maternidad de María exige que el Hijo divino abra desde el interior el claustro materno (3). El sacerdote austriaco especialista en ciencias naturales escupía para arriba y su misma baba le caería encima. En efecto, queriendo corregir a la teología con las ciencias, ocurrió que pasado el tiempo- Mitterer escribía a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo- y mejorados los conocimientos experimentales, vino a ocurrir que aquella adorable ciencia en que ponía su fe le vino a dar una tremenda coz. Porque si la esencia de la maternidad fuesen los dolores, la dilatación de las vías, etc., habría que concluir que las muchas madres a las que se les practican cesáreas antes de dilatación hoy en día, por diversas causas, no gozarían de la maternidad. En efecto, no es constitutivo esencial de la maternidad todos los fenómenos sensitivos que acompañan ordinariamente al alumbramiento. Así pagan los falsos dioses. Por haber abandonado las distinciones del Aquinate respecto a lo accidental, formal y perfectivo de la virtud de la Virginidad, cayó Mitterer en el error de negar las concreciones de la virginidad de la Madre de Dios :inviolabilidad, integridad corporal, impasibilidad; y afirmarla sólo en un sentido general; es decir, vació de contenido propio al dogma sostenido por toda la Iglesia desde los santos padres, para ofrecer una hermosa cáscara de nuez, pero vacía.

    Su trabajo en el campo católico, hoy casi olvidado, dio ‘el pistoletazo de salida’ a un ejército de revisionistas del dogma de la virginidad de María en el parto, algunos de los cuales y sus herejías ya hemos repasado. Todos ellos tienen en común: 1) Un desconocimiento de la patrística o una selección sesgada de algunos textos; 2) La negación de la autenticidad de los relatos de la infancia de Jesús; 3) La negación de que haya datos escriturísticos de la virginidad de María en el momento del parto; 4) El encubrimiento de la realidad concreta de la virginitas in partu por abstracción; es decir, no queda claro en ellos que su significado personalista alegórico- salvífico sea el mismo que el de la Iglesia; 5) La reducción a dogma de importancia menor e incluso prescindible la virginitas in partu. En la práctica todos los heterodoxos usan de estos cinco argumentos; si bien el fundamento herético preponderante es distinto en cada uno, como hemos visto.
    Sobre los cinco pilares sobre arena donde fundamentan su herejía hemos ido diciendo un poco, excepto del tercero, que los desviados, cual buenos seguidores del principio de la sola scriptura, expresan más o menos así, toda vez que, para ellos, la única fuente de la Revelación es la Biblia: “no consta en la Biblia ningún dato que acredite la virginidad de María en el momento del parto”. Merece la pena, por ser esta apología bastante desconocida, refutar esto con verdaderos exegetas. Seguiré para ello un texto publicado por la UNAV (4). “El conocido biblista de la Potterie rechaza la afirmación de la ausencia de textos bíblicos sobre el parto de Cristo. Estudia con profundidad desde el punto de vista filológico y teológico dos textos neotestamentarios: Jn 1, 13-14 y Lc 1 , 34-35. Basándose en las investigaciones de Hofrichter , el P. de la Potterie ahonda en la dimensión mariológica de Jn 1, 13-14 y saca las siguientes conclusiones: 1) Existen argumentos suficientes para sostener como texto auténtico la variante singular. Supuesta como correcta la lectura singular, el versículo Jn 1, 13 —«el cual no ha nacido de las sangres, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino que fue engendrado de Dios»— tiene claras connotaciones cristológicas y mariológicas. 2) El plural “sangres” (haimaton) se utilizaba en la tradición judía para indicar la pérdida de sangre que acompañaba a todo alumbramiento de mujer. Así, pues, S. Juan en su prólogo está proponiendo, no sólo la concepción virginal de Cristo —«ni de la voluntad de la carne, ni del querer de hombre, sino que fue engendrado de Dios»—, sino el parto virginal, porque la negación —«no de las sangres»— significa que cuando aconteció el parto, no hubo derramamiento de sangre en la madre. 3) Por tanto, a pesar de que, desde una perspectiva mariana, el Prólogo del Evangelio de S. Juan no muestra ningún relato histórico ni de la concepción ni del nacimiento de Jesús, se advierte que el evangelista comunica a los lectores, que el Logos, o sea el Hijo unigénito del Padre, asume una naturaleza humana mediante una concepción y un parto virginales. Este autor también plantea una relectura del versículo Lc 1, 35b. En efecto, propone cuatro lecturas distintas para este versículo: a) «El Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios»; b) «lo que nacerá santo, será llamado Hijo de Dios»; c) «lo que nacerá, será santo y llamado Hijo de Dios»; d) «lo que nacerá, será llamado Santo, Hijo de Dios». De todas estas variantes de la Potterie se inclina por la b), porque es la más conforme a la economía del texto de S. Lucas. En esta interpretación el adjetivo santo califica al nacimiento. El nacer santo implica la ausencia de contaminación y, más en concreto de la contaminación de la efusión de sangre que hacía impura a la mujer. Por tanto, cuando el ángel dice que nacerá santo está indicando que el parto será virginal, o sea, con perfecta integridad corporal. El profesor de Escritura de la Facultad Marianum, Arístides Serra , concuerda substancialmente con la exégesis que el prof. de la Potterie hace de los dos versículos indicados. Incluso abre nuevas líneas de investigación al sugerir una relación entre Lc 1, 35 y Lc 2, 23 (todo varón primogénito será llamado santo para el Señor), donde santo (Act 3, 14) o santo de Dios (Lc 4, 34) es un atributo referido a Jesús en cuanto Mesías. Como complemento este exegeta investiga en la literatura intertestamentaria judía (Apocalipsis de Baruc, contemporáneo a los escritos joaneos, y las enseñanzas rabínicas) y advierte que esta literatura elabora una doctrina similar: «uno de los fenómenos que habrían de caracterizar la era del Mesías sería precisamente el del parto inmune de sufrimientos físicos» , porque «el tiempo del Mesías marcará el fin de la corrupción y el comienzo de la incorruptibilidad», y entonces «las mujeres ya no sufrirán durante el embarazo y desaparecerá la angustia cuando tenga que dar a luz el fruto de su seno» . Cuando la literatura judía trata —dentro de la era mesiánica— de los hechos de la incorrupción corporal y de la ausencia de dolor en el parto, no los considera como un capricho de la naturaleza, sino que tienen un valor de signo, ya que remiten a un orden de cosas más profundo y a la vez empujan hacia las realidades significadas: «es acreditada la palabra profética del Señor (Flavio J.); es destruido el reino de la corrupción (Apocalipsis de Baruc); es revelada la exención de las mujeres justas respecto al castigo de Eva (R. Judá b. Zebina); se anuncia, como prenda figurativa, la redención del mal que se difundirá sobre la mujer Israel, es decir, sobre el pueblo de Dios (R. Josué b. Leví y R. Berekiah)» . De la misma forma en la primera tradición eclesial la primera venida de Cristo desde el seno materno era signo y preludio de su venida desde el seno del sepulcro en el momento de su Resurrección. En efecto: permanecieron intactos los sellos de su tumba. Los supuestos bíblicos en los que, según este autor, se encuentra fundada la conexión de estos dos eventos es la perícopa de la adoración de los pastores y su analogía con el relato de la sepultura y resurrección de Jesús , porque «si Cristo salió del sepulcro de aquella manera para entrar en la gloria (cf. Lc 24, 26), entonces he aquí el problema: ¿de qué modo salió del seno de su madre para instalarse entre nosotros? A partir de aquel día comenzó la cuestión mariana en lo que se refiere al misterio virginal de la madre de Cristo». De aquí que para el prof. Serra «la protología del nacimiento indoloro de Cristo es, pues, signo de la esjatología del segundo nacimiento, el de su resurrección, y de cuantos le hayan acogido por la fe». Por tanto, la integridad corporal de María y la ausencia de dolor en el parto es «la custodia en que se muestra esta esperanza esjatológica. Es el principio que preludia el fin».” No sería apropiado a este modesto artículo, ya de por sí extenso, inundarlo de citas de la Sagrada Escritura, de los santos Padres o del Magisterio de la Iglesia, pero sea suficiente la siguiente para constatar acreditado en el Arca de la Nueva Alianza, La virgen María, aquella figura del Antiguo Testamento. “Me volvió después hacia el pórtico exterior del santuario, que miraba a oriente. Estaba cerrado. Y Yahveh me dijo: Este pórtico permanecerá cerrado. No se le abrirá, y nadie pasará por él, porque por él ha pasado Yahveh, el Dios de Israel. Quedará, pues, cerrado.” (Ezequiel 44,1-2). Dios quiso que un simple pórtico exterior del santuario permaneciera cerrado: “estaba cerrado” dice; porque por él había pasado el Señor; en efecto, si en aquella figura quiso positivamente imponer su voluntad, mucho más hará, ya no con la figura, sino con la realidad, Iuana Coelis; porque si en el Antiguo Testamento reveló su Ley para que la puerta se mantuviera cerrada por la obediencia de los hombres, en la Nueva y Eterna Alianza por un decreto eterno quiso que ni se abriera ni se cerrara, obrando tal misterio no por manos de humanos custodios como en el antiguo santuario, sino con su omnímodo poder divino; de manera tal, que Él sólo obró el milagro de mantener intacta la Puerta de la Virgo virginis y únicamente mandó a los hombres que obedientemente lo creyeran. No me he olvidado amable lector de los grumetes amotinados en la bodega del Barco; pero como este artículo ha superado la extensión debida, escribiré sobre ellos, Dios mediante, en la próxima entrega. Sancta Virgo vírginum, ora pro nobis
    Sofronio
    Notas (1) El rostro materno de Dios, Madrid 1980. FERNÁNDEZ, D., Virgo in partu. Cuestión marginal reincidente, Mar 58 (1996) 200. Cf. Unav (2) [1] Mitterer, A., Dogme und Biologie der heiligen Familie nach dem Weltbild des hl. Thomas von Aquin und der Gegenwart, Viena 1952. Cf.Unav (3) Ibidem. Unav (4) Teología Dogmática. Juan Luis Bastero. Unav

    Virginitas: in partu (II) | Tradición Digital
    Última edición por Hyeronimus; 19/02/2014 a las 14:40

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    Re: Virginitas: in partu

    Virginitas: in partu (y III)

    Sofronio


    El jesuita P. Alfonso Llanos Escobar, S.I.


    De tanta cantidad de sediciosos habidos entre los oficiales de la Barca contra el dogma de fe de la Virginitas in partu de la Madre de Dios, sólo cabía esperar que los eructos salidos de sus bocas se convirtieran en groseras blasfemias en las de los suboficiales que, con olor a oveja, pastorean a los obsequiosos grumetes en las bodegas. Entre tantos numerosos villanos escogemos, como muestra vale un botón, a un jesuita; ejemplar digno de exhibición en un zoo y paradigma de los religiosos que, tras el Sínodo Universal Vaticano II, han perdido totalmente el norte: la inmensa mayoría. El energúmeno es nada menos que Director del Centro de Bioética Cenalbe, de la Pontificia Universidad Javierana; el Padre Alfonso Llano, que así se llama este vil hijo descarriado de San Ignacio, escribe en una columna sobre la tercera parte de la obra ‘Jesús de Nazaret’: La Infancia de Jesús, de Ratzinger, diciendo:
    Para que se entienda la posición del Papa en este volumen tercero, conviene tener en cuenta que en teología hay dos maneras complementarias de acceder a Jesús: una vía descendente, que es la que sigue el Papa, y siguieron los cuatro primeros concilios, que se apoya en san Juan I,14: “El Verbo se hizo hombre”, vía que hace énfasis en la divinidad de Jesús, como lo hace el Papa, y la otra vía que es ascendente, que fue la histórica, que comienza con el hombre Jesús y termina con su exaltación como Hijo de Dios, según la cual María tuvo una familia numerosa.
    Resumiendo: el lector de esta obra de Ratzinger se va a encontrar con la afirmación de la virginidad de María. Dado que el Papa sigue en esta obra la vía descendente, hace énfasis en su divinidad, que da pie a la virginidad teológica de María (Mt 1,26) y silencia su humanidad, cuyo origen no es virginal (Mt 13,53 y ss.). En otras palabras: María engendra al Hijo de Dios virginalmente, en sentido teológico, sin la intervención de José, tal como lo relata Mateo 1,26, por obra y gracia del Espíritu Santo. En cambio, como madre del hombre Jesús, igual a nosotros, lo engendra con un acto de amor con su legítimo esposo, José, del cual tuvo cuatro hijos varones y varias mujeres (Mt 13,53 y ss.)“. Tres cuestiones es obligado señalar. La primera: Que el motín a proa, popa, babor y estribor en la Barca de Pedro se debe a que, quien lleva el timón o bien conduce al acantilado –consciente o ignorante, no zanjo- o bien es parte principal de la rebelión a bordo contra el único Dueño y Señor de la Barca, Cristo. Puesto que si los textos de Benedicto XVI sobre el dogma de la Virginidad en el parto de la Madre de Dios se pueden interpretar-dada su acostumbrada anfibología- según la explicación del simiesco P. Alfonso Llano, S.J., Ratzinger formó parte de la rebelión. Pero si los textos que escribió el actual papa emérito resultan imposibles de interpretar en el sentido que dice el jesuita, Ratzinger tenía la obligación de haber refutado y censurado a este ejemplar típico de la situación desastrosa de la que antaño fuera la honorable Compañía de Jesús. Y tal obligación le venía impuesta por tres razones; primera porque tenía el deber de confirmar a sus hermanos en la verdadera fe y censurar al hereje, y por no poderse separar con facilidad al escritor y teólogo Ratzinger de Benedicto XVI; segunda porque este suboficial no era el simple encargado de los grumetes que friegan el suelo de los dormitorios, sino un ‘pez gordo’ a cargo de la intendencia ‘intelectual’ en la infecta Pontificia ‘Javierana’, con muchas más probabilidades de causar mayor daño que otros; y tercero, porque, incluso, como doctor privado, tan cómodo en su prurito de profesor según parecía, no debería haber permitido que se vulgarizase y se pervirtiese su obra. Ergo, o formaba entente con los amotinados o conducía al acantilado consciente o inconscientemente; cada cual es bastante mayor para formar su opinión al respecto. Segunda cuestión. La herejía del jesuita de la Pontificia Universidad Javierana respecto a la Virginidad en el parto de la Madre de Dios –de la Virginidad después del parto nos ocuparemos en el siguiente artículo, si Dios quiere- parece nueva porque está rodeada de un aparato pseudo teológico, es decir, desde la unilateral perspectiva metafórica soteriológica, propia del modernismo en este ámbito de la teología, que hace caso omiso de lo histórico o lo silencia cuando le conviene a sus prejuicios o, al contrario, ignora su divinidad si ello les favorece; es decir, niegan la confluencia en la verdad de la Virginitas in partu de María que existe tanto en la vía descendente como en la ascendente; las separan como si fueran irreconciliables cuando, en verdad, sólo son dos formas de nuestro limitado entendimiento de explicar un único hecho: La Virginidad perpetua de la Virgen María; la no confluencia como pretende el P. Alfonso Llano es simplemente un fraude; además de una flatulencia herética. Esta treta ya le hemos visto en otras partes del artículo. Pero con toda certeza su herejía es de las más viejas y groseras entre todas las usadas contra este dogma; casi de las primeras; su origen proviene de los argumentos usados por los pérfidos judíos, que atacaban por entonces a los cristianos, acusándolos de creer en los antiguos mitos paganos de los griegos, en especial sobre la ficción del nacimiento Perseo. Nada menos que el apologista San Justino (+ 165), apoyándose en las Sagradas Escrituras, salió a rebatir las blasfemias de los deicidas, mostrando con claridad la esencial diferencia entre el alumbramiento virginal de Cristo y las descripciones lujuriosas de los engendros paganos de sus corrompidos dioses, concebidos en medio de bacanales en los que se describen todos los vicios de los hombres y que envidiaban sus imaginados ídolos; falsos dioses incestuosos, parricidas, fornicadores de bestias salvajes, y cualquier otra perversión que la imaginación desbordada y alocada de los paganos producía. En suma, pide este mal hijo de San Ignacio que reconozcamos aquello que a principio del S. II ya solicitaban los hijos y nietos de los judíos que mataron a Cristo. Para el Padre Alfonso Llano la virginidad perpetua de María es “un punto que parecía ya superado” en la Iglesia Católica, sicut dixit. El P. Alfonso Llano, lo sepa o no, se lo comunique Bergoglio, con el cual comparte Cía., o prefiera éste sumarse al motín o continuar llevando a la Barca contra el acantilado, está excomulgado de la Iglesia Católica, ipso facto. Dogma de fe: “Si alguno no confiesa según los santos padres que la santa y siempre virgen e inmaculada María es en sentido propio y según verdad madre de Dios, en cuanto que propia y verdaderamente al fin de los siglos concibió por obra del Espíritu Santo sin semen y dio a luz sin corrupción permaneciendo también después del parto su indisoluble virginidad, al mismo Dios Verbo, nacido del Padre antes de todos los siglos sea anatema” (Canon III del concilio Lateranense).



    Tercera cuestión,
    como coralario. Para llegar al punto de negar la Virginitas ante partum, que es un dato explícitamente Revelado en las Sagradas Escrituras, el jesuita ha tenido que defeccionar absolutamente de la fe católica. Consta en los Evangelios los siguientes hechos: 1) Jesús es realmente “engendrado” (Mt 1,20; Lc 1,35); la forma pasiva oculta el sujeto para manifestar el carácter trascendente del origen paterno de Cristo; 2) no es José el que engendra a Jesús: esto se excluye con mucha insistencia (Mt 1,16.18-25, Lc 1,31. 34-35, 3,24); 3). María es el único origen humano de Jesús, en cuanto virgen que se convierte en madre (Mt 1,16-25; Lc 1,27.35). Y así lo creyó unánimemente toda la Tradición desde el principio, constituyéndose en dogma de fe de manera que, quien lo negare, como este ejemplar de la actual estirpe jesuítica, es anatema. Este vómito apestoso de tan influyente cargo de la ‘Javierna” no sería posible si antes no hubiera caído en otra herejía ¿en cuál? En negar la historicidad de los relatos de la infancia de Jesús en S. Mateo y S. Lucas tildándolos de narraciones tardías y espurias, luego incorporadas a los Evangelios. Niega, pues, el jesuita la inerrancia e infalibilidad de la Biblia que en el Concilio Vaticano I (D 1809) se definió solemnemente; consta dogmática y explícitamente la inspiración de la Sagrada Escritura, e implícitamente que la inerrancia y la infalibilidad se extienden a las materias de fe y de costumbres, y a las partes al menos de mayor importancia. A este seguidor de las teorías del sacerdote apóstata Loysi, más le hubiera valido seguir estudiando para enterarse de que hoy se ha debilitado y desprestigiado la absurda y herética teoría que declaraba tardíos los evangelios de la infancia, porque éstos, en efecto, presentan con seguridad un carácter arcaico, judío y paleocristiano innegable según los exegetas serios, incluidos los no católicos.
    Pero todas estas herejías aparentemente novedosas son rancias, mohosas y además vetustas; nada tienen de originales. Hagamos, pues, un breve repaso de los ataques al dogma de la Virginitas in partu de la Madre de Dios para demostrarlo. Durante el siglo II y III hay tres corrientes heréticas contra el dogma: La de los judeo-cristianos ebionitas. Niegan la divinidad de Jesús. Lo poco que se sabe de ellos es por Orígenes: “Hay algunos de ellos quienes aceptan a Jesús y debido a eso, ellos se consideran como cristianos (1). Sin embargo, ellos rigen sus vidas de acuerdo a las leyes judías, igual que las multitudes judías. Existen dos sectas de los ebionitas. Una de esas sectas reconoce junto con nosotros que Cristo nació de una virgen. La otra secta niega esto y afirma que Él fue engendrado como cualquier otro ser humano” (2) La lógica consecuencia de su falsa creencia sería suprimir la narración de la infancia de Jesús en los Evangelios; actitud que hoy se traduce, como hemos visto, en negar la inerrancia de las sagradas Escrituras con la proclamación del sofisma de ser narraciones tardías los relatos sobre la infancia de Jesús. Pues hete aquí que la existencia de los herejes ebionitas desde finales del siglo I al siglo III atestigua, sin lugar a dudas, que los relatos evangélicos sobre la infancia de Jesús eran contemporáneos al resto del texto evangélico; de lo contrario los ebionitas no tendrían que haberse esforzado en tratar de expurgarlos de los Evangelios. He aquí, dicho sea de paso, como Dios saca bien- la prueba de antigüedad e inspiración de los relatos de la infancia de Jesús- del mal- la herejía de los ebionitas-. La de los gnósticos y docetas; éstos se fueron al infierno por el otro extremo. Partiendo del falso supuesto de que la materia es mala, niegan la realidad de la humanidad de Jesús. Así, p.e., Valentín considera a María un camino pero no una madre; dirá: “pasó a través de María como el agua por un canal”, es decir, sin tomar nada de ella; considera el parto como virginal pero vacío de contenido. El gnóstico Marción niega más radicalmente que Jesús fuera engendrado por María y suprime, también, los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas. Los paganos, de los cuales se hace portavoz el filósofo Celso, impugnan mordazmente la concepción virginal, porque consideran inconveniente que Dios se encarne en el seno de una mujer. Contra gnósticos y docetas se alzan, entre otros, S. Ignacio-Antioquía-S (+ h. 110), el cual insiste en la realidad de la descendencia de Cristo de María (y no a través de María, como decían los gnósticos): “nacido verdaderamente de una virgen” dice, porque está convencido de que la virginidad de María forma parte importante del plan salvífico de Dios. Nótese la antigüedad de sus escritos, por el año de su muerte, para resaltar más cómo los capítulos 1 y 2 de San Lucas no pueden considerarse relatos tardíos, ya que los gnósticos, primera y peligrosísima secta organizada importante, suprimía tales capítulos. Ergo tales capítulos ya existían en los tiempos en que aún vivía algún Apóstol; con seguridad San Juan. “San Policarpo, discípulo de San Juan evangelista, dice a Marción que lo abordaba un día, preguntándole: “¿Nos reconoces?”, a lo cual respondió respondió el santo: “Te reconozco como el primogénito de Satán”. (3). San Policarpo proclama la Virginidad de María, la cual debió escucharla predicar a su maestro San juan, a quien fue confiada la Madre de Cristo en el Calvario por el mismo Señor. San Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era presbítero en Lyon y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad. Contra ebionitas y gnósticos es aún más explícito sobre la Virginitas in partu, y aplica a María la profecía de Isaías: “Antes de que llegaran los dolores del parto dio a luz a un niño” y en otra aseveración: “El Hijo de Dios se convierte en hijo del hombre, que, en cuanto puro, puramente abrió el seno puro….” Su doctrina no puede venir nada más que de San Juan a través de su discípulo San Policarpo. Orígenes: “La dignidad de María, que consiste en haberse conservado en virginidad hasta el fin, a fin de que el cuerpo destinado a servir a la Palabra… no conociese relación sexual alguna con hombre, desde el momento que había descendido sobre ella el Espíritu Santo”. Pero contra ebionitas, gnósticos, docetas y paganos se levanta, sobre todo el sentido de los fieles, que luego los teólogos irán confirmando, y que nos ha quedado a través de relatos y la iconografía; “la figura de la comadrona que certifica la condición virginal de María se conserva aún en los mosaicos de Santa María la Mayor en Roma”. Los testimonios literarios del siglo II y III son abundantísimos; desde el Proto Evangelio de Santiago a las Odas de Salomón; en aquél se dice que supera la prueba de las aguas amargas, su parto es virginal, como lo comprueban la comadrona y Salomé (s. II); en la Odas se dice “que concibió y dio a luz al Hijo sin dolor… y no pidió una comadrona para dar a luz”. A partir del siglo IV la unanimidad sobre la Virginitas in partu en el sentido de acontecimiento milagroso es absoluta. No obstante vuelven a surgir cuatro herejías encabezadas por Helvidio, Joviniano y un judío, y cierta secta de capadocia; el primero negaba la virginidad después del parto y por ende, en el parto que, de por sí, requiere una fe en algo más maravilloso; el segundo, si bien reconocía la concepción virginal y después del parto, negaba que María hubiera permanecido Virgen durante el parto. El judío, cabeza de secta seguramente heredera de los ebionitas, no reconocía ninguna virginidad; la secta de los capadocios consideraba que la virginidad (de María) era necesaria para el cumplimiento del servicio previsto por el plan de salvación y que cuanto sucedió después no era esencial para el concepto de misterio.



    Contra Joviniano y sus seguidores, Barciano y Sarmacio, ex monjes que habían renegado de su voto de virginidad, – reténgase este dato, que se repetirá casi inevitablemente en todos los que niegan la Virginidad de María- y contra Helvidio, Bonoso y el judío se alzaron los campeones de la fe San Jerónimo, San Agustín y San Ambrosio. San Agustín dirá: “concibió virgen, dio a luz virgen y permaneció virgen” y afirmará su virginidad fisiológica: “Si en el momento del parto de Cristo la integridad corporal de María se hubiese visto lesionada, él no habría nacido de la Virgen, y falsamente (¡cosa inconcebible!) confesaría la Iglesia que él ha nacido de la virgen María”. San Idelfonso de Toledo escribirá una obra refutando a Joviniano, Helvidio y un judío, como siempre hacen (4), titulada “De virginitate perpetua sanctae Mariae”, en el que señala: ”Virgen antes de la venida del Hijo, virgen después de la generación del Hijo, virgen en el nacimiento del Hijo, virgen después de nacido el Hijo” .
    Igualmente iban confirmando el significado del dogma de la perpetua virginidad de María, innumerables concilios provinciales y universales, que salían a proclamar la verdad católica y a condenar la herejías. Contra una opinión, difundida en Alemania, según la cual el nacimiento de Cristo habría procedido no del seno, sino de los oídos como una luz, el monje Ratramno (+ h. 875) toma posición en favor del parto virginal, pero es mal entendido por otros hermanos que piensan que aquél afirma el parto por vía natural. En realidad Ratramno creía en la virginitas in partu y sólo trataba de privar de fundamento a la explicación mítico-pagana de un nacimiento de Cristo de la cabeza, de los óidos o del costado de María. Contra este grupo de hermanos se alza Pascasio Radberto (+ h. 865) quien escribe la obra “De partu Virginis”, donde combate la idea de que el nacimiento de Cristo sea igual al de los otros hombres: “la bienaventurada Virgen llena de gracia no sintió dolor ni experimentó la corrupción del seno”, puesto que su parto no fue común, sino inefable. Finalmente, sólo queda un disidente aunque no herético, Durando. No niega la virginidad durante el parto, sino su explicación por vía de la Omnipotencia divina, exponiendo el misterio por la dote de sutileza que poseen los cuerpos resucitados. La teoría de Durando será combatida por Medina, Vázquez y Suárez, y nunca más salió a la luz. El ámbito protestante en el siglo XVI. Es bien sabido que Lutero, Zwinglio y Calvino fueron enérgicos defensores de la perpetua virginidad de María. Pero no así otros reformadores de primera hora, como Bucer, Pedro Mártir, Beza…, para los cuales el parto de María fue común y su seno abierto por Jesús (y, para Beza, en seguida reconstituido). Otros, como el anabaptista Lucas Stenberger, afirman que María tuvo hijos de José. Todavía en la confesión de fe de los calvinistas del siglo XVII sigue venciendo la doctrina de Calvino sobre la de los otros protestantes, afirmando que “Jesús nació de La Virgen María y que permaneció Virgen antes y después del parto” (5). No fue hasta la época de la Ilustración en que los herederos de los heresiarcas protestantes, imbuidos del naturalismo racionalista, generan una exégesis protestante liberal que penetró en las más de treinta mil sectas surgidas de la Reforma bajo el argumento de la libre interpretación de la Biblia, proclamada por Lutero y los demás cabecillas cismáticos. Así, por escoger una muestra que ejemplifique la postura casi común de los herejes herederos de la mal llamada Reforma, tenemos al luterano Joseph BornKamm que expone su doctrina herética de esta forma: “Solamente conveniencias doctrinales católicas (u ortodoxas), no los documentos de los que disponemos, han hecho de estos hermanos hermanastros o primos, para defender la virginidad perpetua de María” (6). Tal herejía y error exegético ha ido contagiando a la mayoría de los ‘profesores’ católicos con responsabilidades en la formación de seminaristas que un día llegarían a la plenitud del sacerdocio (obispos) y a estudiantes de la diversas especialidades de la ciencia teológica que hoy ocupan cargos eclesiales de relevancia. Estos esbirros de la exégesis del protestantismo liberal, con cuyos representantes comparten encuentros ecuménicos, son incondicionales del racionalismo y el naturalismo y así “amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos”(7) En resumen: las herejías modernas de popa, representadas en este artículo por el impío John P. Meier, tienen sus fuentes en Helvidio. Las herejías actuales de proa, entre cuyos exponentes más conocidos hemos seleccionado a Gerard Ludwig Müller y a Karl Rahner se pueden rastrear en Joviniano. Las herejías contemporáneas señaladas a babor a través del apóstata Leonado Boff tienen su antecedente en una mezcla de los gnósticos y judíos. Los errores señalados en estribor, cuyo más conocido teólogo esMittererse nutren, de una parte, de las herejías del gnóstico Valentín. Las arengas en las bodegas, descritas por espécimen blasfemo Padre Alfonso Llano, beben de las fuentes del judíoy de sus ancestros los ebionitas y de los paganos. Casi todas las posiciones, excepto las dos más groseras: la de babor y la de las bodegas repiten, de forma más sofisticada, los mismos argumentos de los capadocios; y todas ellas, sin excepción de ninguna clase, aplican el error exegético del liberalismo protestante, es decir la creencia de que nada hay válido sino no es racional-racionalismo- y la creencia de que hay que rechazar, en principio, todo aquello que tenga pretensiones de sobrenatural-naturalismo. ¡nihil novum sub sole! Cabría preguntarse sobre la razón de que esta impía herejía surja hoy con tanta fuerza en tantas mentes del catolicismo conciliar; impensable entre los católicos de hace cien años. Aceptar el misterio no ha sido nunca fácil; ni éste ni ningún otro. Las controversias de los primeros siglos acerca de la cristología documentan la dificultad de la lógica natural para aceptar y concretar el significado exacto de los datos de la Revelación bíblica. Pero mientras que en tiempo de S. Ignacio-Antioquía-S (+ h. 110) los fieles no toleraban la idea de que María hubiese dejado de ser virgen, a la luz de la Tradición y viviendo aún algunos de los que conocieron a Cristo, “los contemporáneos —observa L. Scheffczyk— podríamos, según la sensibilidad del tiempo, soportarlo con relativa facilidad” e incluso incentivarlo para la justificación de nuestros delitos sexuales. La actual revolución erótico-cultural se muestra muy recelosa, si no contraria, a la virginidad de María; para justificar sus pasiones prefiere pensar, en contra de la Revelación, que ese misterio es increíble y argumentan que ni está históricamente probada, ni es teológicamente necesaria, ni es vitalmente significativa la virginidad ni la pureza, sino más bien un contravalor en el mundo moderno. Sospechan, algunos de forma difusa o intuitiva, que la virginidad de María encubre una cultura maniquea- ya vimos como los maniqueos, por otras razones, tampoco creían en la virginidad de María, como los actuales herejes- de rechazo a la libertad sexual y corporal, hoy ensalzada hasta como principio humano supremo y religioso- cuyos efectos perniciosos se evidencian en los profilácticos que los jóvenes (que se dicen) ‘católicos’ dejan esparcidos en las jornadas mundiales de la juventud, inventadas por Juan Pablo II, fautor de la peligrosa ‘teología del cuerpo’. Argumentan que la sexualidad es, sino el único, el más importante factor de sociabilidad e incluso ¡mediación de salvación!; consecuencia extraída por los sedicentes teólogos de las catequesis sobre la sexualidad, peligrosamente dictadas por Karol Józef Wojtyla, con frecuencia semanal y durante años; compárese la denominada ‘teología del cuerpo’ de Wojtyła con la claridad y rigurosa ortodoxia católica de los discursos de Pío XII a los recién casados y se entenderá dónde radica el problema; es decir, la razón de la fe en la Virginidad perpetua de María antaño y la causa de la herejía tras el Concilio Vaticano II. Porque, en efecto, imaginan argumentos para seguir pecando y pariendo novedades teológicas para justificar sus transgresiones, desobedeciendo a Dios en sus mandamientos, sin querer dejar de llamarse católicos. Para esta contemporánea abominación, la Virginidad perpetua de la Virgen María les estorba y mucho; la ven como el estandarte del ejecito que combate su impureza. Al sintetizar los resultados de la investigación bíblica y de la tradición eclesial, estos neo helvidianos y jovinianianos ponderan la revolución sexual de nuestro tiempo para no mostrarles a los sedientos de agua viva la verdad proclamada de forma infalible por la Iglesia, respondiendo de forma ortodoxa para salir victoriosos sobre el pecado, y enseñándoles la historicidad y el verdadero significado del magnífico dogma de la Virginidad de María. Desde esta óptica, los ‘profesores’ de nuestro tiempo prefieren negar el dogma o tratar de la virginidad de María en su fundamento soteriológico-metafórico abusando de lo anfibológico. Parece que hoy la virginidad de María no interesa ni siquiera a los cristianos, mientras no comprendan que es un signo y un mensaje también para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. En resumen, la razón de negar el dogma de la virginidad de la Madre de Dios está en las Sagradas Escrituras: “Porque todo el que obra mal, aborrece la luz, y no viene a la luz para que tus obras no sean reprendidas” (Jn 3:20).


    Icono de la Virgen de Vladimir

    Concluimos con un resumen y selección de conceptos de un estupendo tratado de mariología (8), que nos clarificará la importancia de confesar este dogma: Centrada cristológicamente la virginidad perpetua de María se encuadra en la trama de la vida actual como elemento de elevación de las costumbres y de la moral humana, muchísimo más fecundo y eficaz que tantas figuras aparentemente liberadoras pero, en realidad, fútiles o ilusorias. La certeza dogmática de que goza y el significado cristológico-eclesial que se le reconoce, hacen de la virginidad perpetua de María un punto nodal de la cristología y de la eclesiología; un “misterio que hay que proclamar muy alto”, según la expresión de San Ignacio de Antioquía. De la larga historia de la reflexión eclesial sobre la virginidad de María surgen algunas consecuencias, a las que es preciso prestar atención: 1) se trata de un “misterio” que no coincide con la lógica humana y con las exigencias de las diversas culturas; los ataques que ha sufrido a lo largo de los siglos muestran la dificultad de la mente humana para aceptarlo; 2) se trata de un dato transmitido por la Escritura, acogido por las iglesias en todas partes y desarrollado en coherencia con el misterio de Cristo y la lógica interna de la vida de María; negarlo sería hacer retroceder la cristología y la mariología a estadios regresivos ignorando el influjo del Espíritu Santo en la Iglesia para el conocimiento profundo de la verdad; no aceptarlo como verdad Revelada excluye de la única Iglesia de Cristo, la Católica, fuera de la cual no hay salvación 3) como las otras épocas, también nuestro tiempo está llamado a profundizar la comprensión del misterio a fin de hacerlo más significativo para los hombres y mujeres de nuestra generación. Terminamos esta sección con una hermosa confesión de fe sobre la Virginitas in partu: “Al cumplirse el tiempo, siente que sale éste que a ella había venido y, alegre, con el plácido desarrollo de su nacimiento, ve al que nace de otra manera de la que antes supo que venía. Ve a Dios vestido con la verdad de su carne, y se da cuenta de que su integridad virginal no ha perdido en brillo ni en recato, sino que más bien ha crecido” (9).
    Sofronio
    Notas. (1) Sabemos hoy que sólo lo aceptaban como profeta. Algunos los identifican con los nazarenos de la secta de los fariseos. Philip Schaff, “History of the Christian Church” p. 431, Hendrickson 2006 [3ª impresión] (2) David Bercott, “A Dictionary of Early Christian Beliefs” p.225, Hendrickson 1998 (3) Revista Roma N° 104 – Junio de 1978. (4) Historia de los Heterodoxos Españoles. Marcelino Menéndez Pelayo. (5) Revista Tierra Santa nº 12(825) noviembre-diciembre 2013; pag. 17 (6) Ibídem. (7) Carta Encíclica Pascendi de San pío X. (8) S. DE FIORES DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 2016-2034 (9) San Idelfonso de Toledo. “De virginitate perpetua sanctae Mariae”


    Virginitas: in partu (y III) | Tradición Digital







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    Re: Virginitas: in partu

    APOLOGÍA CONTRA HEREJES Virginitas: post partum (I)

    Sofronio



    Hemos querido evidenciar la unanimidad de la Iglesia desde sus mismos orígenes sobre el dogma de la Virginidad Perpetua de la Virgen María. En una primera parte tratamos de la Virginitas in partu, a la que dedicamos tres artículos (, IIº y IIIº) para refutar las herejías actuales de los teólogos sedicentes católicos y de los lobos con cayado y mitra. Son muchos: Cardenal Gerard Ludwig Müller,PadreJohn Meier, Karl Rahner, Leonardo Boff, P. Mitterer, P.Alfonso Llano, S.J, Giuseppe Barbaglio (1934-2007), biblista católico …,etc. En general estos áspides niegan, en primer lugar, la virginitas in corporis. Sin embargo, existen también otras obras muy divulgadas, ocultas bajo el manto de una falsa piedad y ‘revelación privada’, que sin negar la virginitas in corporis, escandalizan con la herejía según la cual ni Jesús ni la Virgen María poseían la virginitas sensus. La obra más famosa que contiene semejante blasfemia la hemos denunciado también: el Poema del Hombre Dios de la ‘mística’ Valtorta; por ser peligrosísima para la fe católica de los verdaderos devotos de la Virgen María.

    Queremos rebatir, en esta segunda parte, todas las herejías contra la virginitas post partum de la Madre de Dios; es conveniente y urge; en efecto, porque ni los historiadores cercanos a la vida de la Sagrada Familia, como el contemporáneo judío de la secta farisea, Flavio Josefo (37-110), ni otros escritores un poco más tardíos, como el pretor y quindecinviro responsable del culto, Tácito (55-120), o el flamen Divi Augusti (sacerdote del culto al Emperador), Plinio el Joven (61-112),o el historiador romano Suetonio (70-126), jamás mencionaron que Jesús tuviera hermanos carnales. Ninguna de estos escritores era cristiano; en efecto, no hay ninguna fuente histórica externa que afirme la existencia de hermanos carnales de Jesús. Los Santos Padres, apologetas, mártires y confesores…, en fin, toda la Iglesia de forma unánime creyó desde el principio en la virginitas post partum de María. Ni los mayores heresiarcas, como Lutero, Calvino y Zwinglio se atrevieron a negar ese aspecto del Dogma de la Perpetua Virginidad de María. No fue hasta muy tardíamente cuando los teólogos luteranos, calvinistas, anglicanos, etc., a través de una exégesis liberal y racionalista, movidos por su inquina contra la devoción mariana de los católicos, pusieron un especial énfasis en atacar los títulos dogmáticos con los que está adornada la Madre de Dios. La vaca sagrada del protestantismo y el bombón de los modernistas católicos, Karl Bart, reformado, con su teología dialéctica (1886-1968); el luterano Josep Bornkamm; Maurice Goguel, racionalista reformado…, son sólo unos ejemplos del protestantismo cuya exégesis naturalista contaminó a los católicos a través del ecumenismo, al precio de negar la verdad estos últimos; de tal manera que estos teólogos, sedicentes católicos, terminaron por aceptar la herejía de aquellos, negando la virginitas post partum de María, y la esparcieron por los seminarios. Hoy son una plaga. Abordaremos, pues, este artículo refutando cada herejía y su error exegético, y lo plantearemos como respuestas a objeciones previas. Objeciones al Dogma de la virginitas post partum: Primera objeción de carácter lingüístico: “Las conveniencias doctrinales para defender la Virginidad Perpetua de María han hecho de los hermanos de Jesús, parientes en contra de los documentos” (Joseph Bornkamm; teólogo luterano). Contra esta herejía y craso error exegético la Iglesia defiende el dogma con muchísimos argumentos, los cuales podemos resumir en tres tipos: A. {Argumentos filológicos} Estos herejes se amparan en un error filológico para proclamar su impío eructo. Sabemos que, al menos, tres de los Evangelios fueron escritos originariamente en hebreo o arameo y más tarde traducidos al griego. En ellos abundan los semitismos. La palabra “hermanos” en arameo es “aja”y en hebreo “aj”; tanto una como otra se tradujeron al griego como “adelphos”. Ahora bien, en las Sagradas Escrituras la palabra “aj” puede tener varias significaciones, además de hermano de sangre, porque en esa lengua no hay un término para describir a los hijos de una misma madre y/o padre. Veamos algunos ejemplos, entre muchos: I.-“aj” traducido por “adelphos” significando parientes familiares de tercer grado, cuarto grado..: primo, sobrino, tío, etc. Ejemplo 1º: “Dijo, pues, Abram a Lot: «Ea, no haya disputas entre nosotros ni entre mis pastores y tus pastores, pues somos hermanos.” (Génesis 13,8) Aquí vemos a Abraham llamando a Lot hermano, cuando realmente Abraham es su tío. He aquí la prueba de que era su tío: “Estos, son los descendientes de Téraj: Téraj engendró a Abram, a Najor y a Harán. Harán engendró a Lot.” (Génesis 11,27) Ejemplo 2º: Labán dijo a Jacob:“dixit ei num quia frater meus es gratis servies mihi dic quid mercedis accipias” (Gén 29:15) – Labán dijo a Jacob: El que seas mi hermano no es razón para que me sirvas de balde; dime qué salario quieres-. Labán llama a Jacob su hermano a pesar de ser su tío. Ejemplo 3º: “El hermano y la madre de Rebeca dijeron: «Que se quede la chica con nosotros unos días, por ejemplo diez. Luego se irá.» as él les dijo: «No me demoréis. Puesto que Yahveh ha dado éxito a mi viaje, dejadme salir para que vaya donde mi señor.» ellos dijeron: «Llamemos a la joven y preguntémosle su opinión.» Llamaron, pues, a Rebeca, y le dijeron: «¿Qué? ¿te vas con este hombre?» «Me voy», contestó ella. Entonces despidieron a su hermana Rebeca con su nodriza, y al siervo de Abraham y a sus hombres. Y bendijeron a Rebeca, y le decían: «¡Oh hermana nuestra, que llegues a convertirte en millares de miríadas, y conquiste tu descendencia la puerta de sus enemigos!»” (Génesis 24,55-60). La madre de Rebeca, junto al hijo de aquella llama a su propia hija, hermana. II.- “aj” traducido por “adelphos” significando la pertenencia a la misma tribu, pueblo. Ejemplo: “En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, fue a visitar a sus hermanos, y comprobó sus penosos trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos”. (Éxodo 2,11) Las Sagradas Escrituras nos narran cómo Moisés vio que golpeaban a un hebreo, y por ser de su mismo pueblo el Éxodo dice que es uno de sus hermanos, cuando no existía ningún lazo de consanguinidad. III.-“aj” traducido por “adelphos” significando un lazo espiritual. Ejemplo : “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.” Marcos 3,33-35 En el pasaje anterior a Cristo le hacen referencia de sus ‘hermanos’ (que le esperan a fuera), y Él hace el contraste con sus hermanos espirituales, nótese que no implica que aquéllos sean hermanos hijos de su misma madre, porque también podrían ser parientes, según el primer significado, o del mismo pueblo según el segundo. IV.- .-“aj” traducido por “adelphos” significando hermanastro; no implicando hijo de la misma madre. Ejemplo 1: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene” (Lucas 3,1). Filipo era hijo de Herodes el Grande y Cleopatra de Jerusalén, mientras que Herodes era hijo de Herodes el grande y Maltace (su cuarta esposa). Esta genealogía es de Flavio Josefo. Ejemplo 2: “No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o fuera de ella.” (Levítico 18,9. Ejemplo 3: “Maldito quien se acueste con su hermana, hija de su padre o hija de su madre. – Y todo el pueblo dirá: Amén” (Deuteronomio 27,22). Más pruebas de que la palabra “hermanos” por sí sola no implica hijos de una misma madre la tenemos en varios pasajes del antiguo testamento, como en estos dos últimos ejemplos. Visto lo anterior, respondemos a esta primera objeción lingüística: No existía en el hebreo antiguo una expresión para distinguir al hermano del primo o pariente. Todavía hoy, en pleno siglo XXI, sigue sin existir en el hebreo moderno una palabra para describir ese vínculo de hermanos con comunes padres. Para poder distinguir entre un “hermano” o “pariente” es necesario acudir a expresiones tales como “hijo de la misma madre (o padre); v.g.: “fulano y mengano son hijos de Zutana”, indicaría con claridad que ambos son hermanos por parte de madre (Zutana) aunque tampoco sabríamos si compartían el mismo padre y si, por lo tanto, sólo fuesen hermanastros. Tampoco “el árabe moderno, como el hebreo, tiene un término para discernir entre hermanos y primos, al igual que ocurre en África en todas las culturas tradicionales” (1) Esta diversidad de uso de la palabra hermano se debe, como hemos dicho, a que en arameo y hebreo (las lenguas maternas de Jesús y sus discípulos) no existía un equivalente para primo, primo segundo y otros grados de parentesco; por esa razón solía usarse la palabra “aja“, es decir, hermano; porque es evidente que es más fácil decir “hermano”, que “el hijo de la hermana de mi padre”, por ejemplo. Sin embargo, en griego si existía un término para “primo” o “pariente”: “anepsios”; no obstante la palabra “adelphos” (hermano en griego) es la más frecuentemente utilizada con un significado más extenso que el de hermano carnal debido a la fuerte influencia del lenguaje arameo y del hebreo en la Escritura. En efecto, la traducción griega de la Biblia, llamada de los Setenta (LXX) o Septuaginta, del siglo II antes de Cristo, cuidadosamente elaborada para el servicio de la populosa e influyente diáspora judía helenizada, desarrolla un griego de fuerte componente hebraico. Y en ésta, sólo utiliza la palabra “anepsios”,dos veces: Números 36,11 y Tobías 7,2; como hemos visto en los ejemplos citados, entre muchísimos habidos, se transcriben los vínculos mediante la palabra “adelphos” (hermano en un sentido amplísimo). Los traductores de la versión griega de los LXX no dudaron en transcribir “aj” o “ajá” por “adelfos” aún en los casos en que el parentesco no provenía de la filiación de padres comunes, o de una misma madre o padre. Demostremos lo dicho presentando algunos textos en griego, latín y español, más otro en hebreo como muestra de decenas de ellos habidos en la Biblia con la palabra “aja” para describir un lazo que no es sanguíneo. adelphos

    aja

    Génesis 13,8 en hebreo

    Génesis 13,8 en griego

    ESPAÑOL: “Abrán dijo a Lot: No haya pleitos entre nosotros ni entre nuestros pastores, que somos hermanos. (Gén 13:8)
    LATÍN:” dixit ergo Abram ad Loth ne quaeso sit iurgium inter me et te et inter pastores meos et pastores tuos fratres enim sumus (Gén 13:8).
    Génesis 29,15 en griego

    ESPAÑOL: “Labán dijo a Jacob: El que seas mi hermano no es razón para que me sirvas de balde; dime qué salario quieres”. (Gén 29:15)
    LATÍN: “dixit ei num quia frater meus es gratis servies mihi dic quid mercedis accipias” (Gén 29:15)

    1 Crónicas 15,4-5 en griego

    ESPAÑOL: “David reunió también a los hijos de Aarón y a los levitas: De los hijos de Queat: a Uriel, el jefe, y a sus hermanos, ciento veinte. (1 Crónicas 15,4-5) LATÍN: “necnon et filios Aaron et Levitas de filiis Caath Urihel princeps fuit et fratres eius centum viginti”. (1Cr 15:4-5) En fin, lo que es obvio para las culturas orientales que hablan árabe o las más antiguas de África, que aún hoy carecen de un término propio para describir el lazo de los hijos de los mismos padres, es dificultoso a estos soberbios porque no aman la verdad. Confiteor Deo omnipoténti, Beátae Maríae sermper virginis..reza la Iglesia al pie del Altar al comenzar cada día el Santo Sacrificio de la Misa, haciendo evidente el adagio Lex orandi lex credendi y quien no comparta esa fe, como muchos conciliares segundovaticanistas coleguillas de los protestantes liberales, está fuera de la Iglesia; ha salido fuera del único Arca de salvación. Dios mediante, continuaremos con la cuestión filológica en una segunda parte, para luego abordar otros argumentos teológicos y exegéticos. Notas (1) Victorio Messori. Cf. Tierra Santa, pag. 18; nº 12-2013

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    Re: Virginitas: in partu

    Virginitas: post partum (II)

    Sofronio


    En nuestro anterior artículo sobre el dogma de la Virginitas: post partum de María, refutamos la objeción de los herejes sobre el uso de la palabra “hermanos” en las Sagradas Escrituras desde un ámbito puramente lingüístico, demostrando que no se usa en hebreo en el sentido de nuestro idioma,es decir, hijos de un mismo ascendiente, sino en un sentido mucho más amplio, al carecer el hebreo y el arameo de una palabra que designe el vínculo de sangre de dos o más personas hijos de un mismo padre o madre. Nos proponemos ahora, también desde un punto de vista filológico, refutar otras dos objeciones, respecto a la verdadera significación de las palabras “hasta” (ἕως) e “y” (“kai”), para en los próximos artículos, si Dios quiere, rebatir desde un punto de vista bíblico y teológico las herejías, no sólo de los racionalistas protestantes, sino también las de los liberales católicos que, como mala hierba, crecen por doquier tras el último concilio, tratando de asfixiar el trigo. Segunda objeción de carácter lingüístico: “Pero se lee en las sagradas Escrituras:“Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús.” (Mateo 1,25), de lo cual se deduce con naturalidad que la conoció después”. Contra esta herejía, que quiere apoyarse en un craso error exegético, la Iglesia defiende el dogma con muchísimos argumentos, de los cuales vamos a continuar exponiendo, en este artículo, los de carácter filológico: A.2 {Argumentos filológicos} En primer lugar mostremos el texto de San Mateo 1,25 en griego para una mejor comprensión de lo que vamos a decir: Obsérvese la quinta palabra (“ἕως”), que se traduce ordinariamente por la preposición española “hasta”: Uno de los argumentos más violentos (…), y constantes de parte de los detractores de este dogma se encuentra en la libre interpretación del texto de Mt 1:25, donde los adversarios de la Virginidad perpetua de María han visto en las palabras “…y no la conoció hasta que nació Jesús”, el argumento para la negación de la Virginidad de María después del Parto. Aunque esta interpretación del texto ha sido ya refutada cientos de veces por los padres de la Iglesia y miles de veces por los teólogos, los modernistas han querido confirmar sus prejuicios exegéticos encontrando en las palabras “conoció” ( γινώσκω ginōskō) y “hasta que”, ( ἕως heōs) alguna evidencia que pudiera destruir el dogma católico de la Virginidad perpetua de María, como verdad de fe revelada por Dios. El argumento lo plantean diciendo que la palabra “conoció” (ginōskō) connota actividad sexual futura cuando se considera la palabra (heōs), “hasta que”. Además, dicen algunos apologetas no católicos y ahora también las zorras con piel de cordero, que si el Espíritu Santo hubiera querido transmitir el mensaje de que María mantuvo su virginidad a lo largo de toda su vida, bien pudo haber inspirado a San Mateo a escribir algo distinto, o haber detenido su mano antes de las palabras: “Hasta que dio a luz.” Entonces esa oración nos habría enseñado que María fue una virgen perpetua leyendo así: “José… no la conoció” o como en la Biblia NVI se leería: “Pero él no se unió a ella.” Y por tanto este versículo, según los no católicos y las raposas, establece, por deducción, que hubo un momento en el que José y María “tuvieron unión sexual” Las refutaciones contra esta blasfema herejía provienen no sólo del campo católico, sino también desde la misma secta protestante, donde alguno empieza a recuperar el sentido común, aunque desgraciadamente no del todo. El comentarista protestante Jamieson Fausset Brown escribe sobre Mat 1: 25; “Y no la conoció hasta que parió a su hijo primogénito”. La palabra “hasta” no necesariamente da a entender que vivieran en una relación distinta después, lo cual se hace evidente considerando el uso de la misma palabra en 1Sa.15:35; 2Sa. 6:23; Mat.12:20”. En efecto, “hasta” tiene generalmente el significado de “nunca” , “jamás” para poner el énfasis en la acción precedente. Veamos primero los ejemplos bíblicos que cita J.F. Brown. EJEMPLO I: “Samuel no vio más a Saúl hasta el día de su muerte. Y lloraba Samuel por Saúl, pero Yahvé se había arrepentido de haberle hecho rey de Israel” (1Sa 15:35). Como sabemos por la Biblia Samuel no vio más a Saúl; luego “hasta”no significa aquí que le vio el día en que murió o después de haber sido enterrado;hasta”significa que jamás le volvió a ver; es una forma de enfatizar que “no vio más a Saúl” a causa de que Yahvé se había arrepentido de haberlo hecho rey. EJEMPLO II: “Y Mical, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte”. (2Sa 6:23) Mical, la hija de Saúl, no tuvo hijos el día de su muerte, ni luego de morir, lo que sería un absurdo. ¿Por qué el autor no escribió “no tuvo ya hijos”?,¿Es que Mical tuvo hijos después de muerta? No; no tuvo hijos; el escritor sagrado quiere resaltar especialmente que no tuvo más hijos. EJEMPLO III : “no quebrará la caña cascada, ni acabará de apagar la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia de su causa.” (Mat 12:20). Este texto de San Mateo está hablando del Siervo de Dios. Es obvio que “hasta”significa aquí un énfasis añadido sobre “no quebrará”; es decir, que jamás quebrará. Soló un prejuicioso o un idiota podría decir el absurdo, de que si bien el Siervo de Dios no fue apagado antes, sí se quebraría luego de triunfar la justicia de su causa en el Juicio. Otros ejemplos: EJEMPLO IV: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»” Mateo 28,20
    Mateo 28,20 (Griego)
    Veamos este ejemplo que cita el comentario de la Biblia de Ginebra: “¿Esto significa que Jesús no estará con nosotros después del fin del mundo? No, el pasaje no está diciendo eso, solo está haciendo especial hincapié en que no nos abandonará hasta el fin del mundo.” Sería deplorable una exegesis sin ningún rigor científico que concluyera que, luego del fin del mundo, Jesús no estaría más con los elegidos. EJEMPLO V: “Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.” Hechos 2,34-35.
    Hechos 2,34-35 (Griego)
    ¿Qué quiere decir en este texto? ¿Significaría que Jesús ya no sigue ni seguirá sentado a la diestra del Padre, después que sus enemigos caigan? ¿Cómo quedaría el texto si interpretamos con mentalidad modernista? Quedaría como una paradójica, desatinada e irracional tesis teológica. Esa es la caricatura en que ha convertido la nueva teología a la exégesis. EJEMPLO VI: “Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.” (Génesis 28,15) Dios promete a Jacob no abandonarle hasta cumplir las promesas que le ha hecho, pero no está diciendo que sí le abandonará después de cumplirlas. ¿Por qué aquí sencillamente el pasaje no se limitó a escribir “No te abandonaré”?. Porque quería resaltar que Dios no abandonaría a Jacob antes de cumplir sus promesas, pero no estaba afirmando abandonarle después. Hay muchos pasajes, en donde esta misma palabra es utilizada y que nos pueden ilustrar que “hasta” no implica un cambio posterior de estado, pero pensamos que no sería ameno abrumar con más ejemplos y que son suficiente prueba los ya aportados, para demostrar que la palabra “hasta”, en el idioma hebreo, nos da a entender que una cosa no sucederá en el futuro. Así mismo en San Mateo 1,25 el evangelista no estaba afirmando que José conoció a María después de dar a luz, sino que estaba haciendo énfasis en que Jesús nació sin intervención de José. Afirmamos con toda la Tradición de la Iglesia que no puede deducirse de San Mateo 1,25, por tanto, que la conoció más tarde: no más de lo que se puede deducir de esta expresión de 2ª de Samuel 6:23, y Mical, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte, como si se pudiera deducir , alocadamente, que Mical tuvo hijos después de muerta cuando su cuerpo se descomponía. Luego de haber probado lingüísticamente que Mateo 1,25 no implica que José conoció a María, más adelante probaremos con base bíblica que no la conoció. El lector puede encontrar otros ejemplos del uso de la palabra “hasta” (“ ἕως”) sin cambio posterior de estado, en Génesis 8,5 y 49,10; 1 Timoteo 4,13 y 6,14; Romanos 8,22; Filipenses 1,5, etc. A.3 {Argumentos filológicos} Tercera objeción de carácter lingüístico: Pero se lee en el relato de la Bodas de Caná: “Después [de la boda, Jesús] fue a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y [ en griego ‘kai’] sus discípulos , pero estuvieron allí sólo unos días” (San Juan 1,12). Luego parece que sus hermanos y discípulos eran personas diferentes. La partícula griega “kai” traduce textualmente un waw arameo que, con alguna frecuencia, corresponde a la conjunción copulativa española “y”. Pero en este caso, es explicativo, y su equivalente en español es “por tanto”, “es decir” u “o sea” . En los Evangelios en griego no siempre la partícula “kai” se puede traducir por nuestra conjunción “y” si se quiere evitar decir una incoherencia. Según el Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, Vine: El empleo epexegítico o explicativo de “kai”, puede quedar representado mediante las expresiones “o sea”, “esto es”,y ciertamente”,es decir”; por lo general se traduce “y”. En tales casos no se tiene a la vista una mera adición. Vemos así: En Mt 21.5, “y sobre un pollino” significa “es decir, sobre un pollino”. En Jn 1.16 la cláusula “y gracia por gracia»”, es explicativa de “la plenitud”. En Jn 12.48: “y no recibe mis palabras” no es una mera adición a “El que me rechaza”, sino que explica lo que involucra el rechazo, como lo muestra el versículo precedente. En Mc 14.1: “y la fiesta de los panes sin levadura” constituye quizá un ejemplo de ello, por cuanto la fiesta de la Pascua es definida en este sentido en Lc 22.1; así, puede entenderse en “la pascua, esto es, la fiesta de los panes sin levadura”. En Hch 23.6 el significado es “la esperanza, esto es, la resurrección de los muertos”. En Ro 1.5: “la gracia y el apostolado” puedesignificar “la gracia expresada en el apostolado”.Otros ejemplos de cómo la palabra “kay” se debe traducir por “es decir” u “o sea” pueden verse en Ef 1; Jn 3.5; Tit 3.5; Ro 12.2; etc. Veamos un ejemplo en detalle, entre varios, para mostrar que no se puede traducir “kai” por “y”: “Los sumos sacerdotes, los ancianos y los maestros de la Ley y (“kai”) el tribunal supremo en pleno” (Mc 1,1) sería una defectuosa traducción, siendo la adecuada esta otra: “Los sumos sacerdotes, los ancianos y los maestros de la Ley ,o sea, (“kai”) el tribunal supremo en pleno” (Mc 1,1). Porque, en efecto, los que ya se habían citado eran todos los que integraban el tribunal supremo. Ahora volvamos al texto de las Bodas de Caná de la objeción herética, cuya incorrecta traducción sirve de arma a los terroristas exegéticos. Dicho texto debe traducirse así: “Después [de la boda, Jesús] fue a Cafarnaún con su madre, sus hermanos, es decir, [en griego “kai”] sus discípulos , pero estuvieron allí sólo unos días” (San Juan 1,12). El argumento puramente filológico se ve apoyado por la señalización del lugar al cual Jesús se dirige. No va a Nazaret, lugar al cual se dirigiría si quienes le acompañaban fueran sus hermanos menores, sino a Cafarnaún, centro de la predicación del Reino en Galilea, acompañado de sus discípulos. Por otra parte, la Biblia nos narra que José era justo; en el pensamiento judío “justo” no es solo aquél que es sensible para las cosas de Dios, sino uno que, además, conociese bien la “Torá”; en efecto, “justo” (“δικαιος”) en griego tiene el sentido de persona observante de la ley; y sobre esta observancia es seguro que José conocía el episodio de la zarza ardiente, cuando Moisés aturdido por la visión del fuego que no consumía aquellas ramas, oyó el siguiente mandato: “No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar que pisas es suelo sagrado.” (Éxo 3:5). También conocería el caso de Uza (2ª Samuel 6:6), que tan solo por tocar accidentalmente el Arca donde Dios permitía manifestar su presencia le costó la vida; en efecto, cuando se acercaban a la era de Nacón, los bueyes dieron un paso en falso y Uza quiso sujetar el Arca de Dios y puso la mano para sujetarlo. Entonces Yahvé se enojó con Uza y Dios lo hirió allí mismo; murió al lado del Arca de Dios. (2ª Samuel 6:6,7). José, hombre justo, ni siquiera podría imaginar un conocimiento sexual; ni le era posible profanar aquel insigne Vaso virginal al cual viniese a manifestarse el poder del Padre, la Sombra del Espíritu, y la cohabitación del Hijo. La gracia de Dios se derramó copiosamente en San José para cumplir perfectamente su vocación de protector del Verbo de Dios hecho carne y de su Madre. Con la refutación de estas tres objeciones lingüísticas, la más esgrimidas por los herejes, creemos que podemos pasar a rebatir las objeciones desde un punto de vista bíblico y teológico, lo cual será más ameno para el lector. Será en el próximo artículo y siguientes, Dios mediante. Pueden leer la parte precedente sobre la Virginitas: post partum aquí (I) Pueden leer los artículos anteriores sobre la Virginitas: in partu aquí (, IIº y IIIº)
    Sofronio
    Virginitas: post partum (II) | Tradición Digital

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    Re: Virginitas: in partu

    Virginitas: post partum (III)

    Sofronio

    Refutadas con toda contundencia posible las objeciones filológicas más comúnmente esgrimidas contra la Virginitas post patum de la Madre de Dios en dos artículos anteriores (primero y segundo), nos proponemos ahora rebatir las torpes e impías impugnaciones al dogma de fe desde un punto de vista exegético. Todas las negaciones de la verdad revelada en el ámbito escriturístico provienen de casi un único error: el libre examen de la Escritura fundado por el heresiarca Lutero; pregonado por sus partidarios en estos últimos cinco siglos y que ha abducido a muchos teólogos ‘católicos’. Proseguiremos con el mismo método de los artículos anteriores. En primer lugar pondremos la objeción como la plantean los herejes, y luego responderemos. Cuestión: Primogénito

    Primera objeción de carácter bíblico: «Se lee en San Lucas 2,7 que María “dio a luz a su Primogénito” luego se entiende que hubo otro que fue segundo, etc., para que Jesús sea denominado el Primogénito». A este ardid de los librepensadores respondemos: Puesto que todos los herejes aceptan, al menos, que Jesús fue, en efecto, el Primogénito; en eso coinciden los más desviados de entre ellos, no les queda más remedio que concluir que, si como dicen, Jesús tuvo más hermanos, éstos serían menores en edad a Él. Según los más críticos, incluso entre los herejes católicos, Jesús hubiera tenido cuatro hermanos y dos hermanas; todos menores en edad que Nuestro Señor. La casa de Nazaret estaría repleta de chiquillos, según ellos. Ahora bien, San Lucas narra que cuando Jesús tenía 12 años, María y José fueron con él solo a Jerusalén. Dicho viaje de unos trescientos kilómetros ida y vuelta a pie por caminos poco aptos no era obligatorio, mucho menos para la mujer y requería entre 17 y 20 días de ausencia de casa para ir y volver, incluyendo la estadía en la ciudad, que el propio evangelista nos dice cuántos fueron: «más de regreso, cumplidos los días. Lc. 2,43»; y como sabemos eran siete los días que duraba la Pascua, quedándose hasta su término según la Escritura, esos fueron los días en Jerusalén. Si hubiera tenido más partos María ¿habría dejado solos en casa durante tres semanas a niños aun pequeños? No es posible imaginar tal situación, menos en una familia de la que no consta que tuviera importantes medios para tener ayos. Pero aun suponiendo que, por una sola vez, es decir, cuando Jesús tenía doce años, algún pariente se hubiera hecho cargo de la prole de cuatro a seis supuestos hijos pequeños -grave responsabilidad, pues serían muchos chiquillos para cualquiera que no fuera su madre, más cuando no estaban obligados por la Ley a hacer esa peregrinación- durante unas tres semanas, no hubiera repetido cargar con ese grave compromiso sobre los hijos de otros, ni un año más. Pero resulta que, en realidad, María y José no fueron solamente ese año a Jerusalén, sino que «iban todos los años para la fiesta de Pascua» o « según costumbre », como nos dice San Lucas en el cap. 2,41. Esa ausencia acostumbrada de la casa de Nazaret año tras año no sería posible si María hubiera tenido 4 a 6 hijos pequeños más, algunos de los cuales estarían en periodo de lactancia y otros sin saber andar, como dicen los herejes. María sólo tuvo un Hijo: Jesús; por eso subieron únicamente con Él a Jerusalén. Segunda objeción de carácter bíblico: «Se lee en San Mateo 12,46-50 que la Madre de Jesús y sus hermanos querían hablarle, para que volviera a casa » Vayamos al pasaje de Mt. 12, 46-50 donde se narra que sus hermanos habían ido a buscar a Jesús ¿Cómo sería posible que los hermanos menores se atrevieran a buscar a Jesús para obligarle a regresar a casa? Eso sería desconocer el estrecho marco cultural de la época y la absoluta jerarquía del primogénito sobre los hermanos menores.
    Entre los hebreos, al igual que entre otras naciones, el primogénito disfrutaba privilegios especiales. Además de tener la mayor parte del afecto paterno, tenía dondequiera el primer lugar después de su padre (Génesis 43,33) y una especie de autoridad directiva sobre sus hermanos más jóvenes (Gén. 37,21-22.30, etc.); se le reservaba una bendición especial a la muerte de su padre, y lo sucedía como jefe de la familia, recibiendo doble porción entre sus hermanos (Deut. 21,17). Además, el derecho de progenitura, hasta el tiempo de la promulgación de la Ley, incluía el derecho al sacerdocio. Por supuesto, este último privilegio, como también la jefatura de familia al cual iba adherido, continuaba en vigor sólo durante el tiempo que los hijos vivieran bajo un mismo techo; pues, tan pronto formaban una familia aparte y separada, cada uno se convertía en cabeza y sacerdote de su propia casa. (Enciclopedia Católica)
    No hay ninguna duda que éstos que ven con desagrado el ministerio de Jesús no son hijos de María, sino parientes y además menores que Él. San Mateo es un evangelista que, sistemáticamente, aplica las profecías del Antiguo Testamento a los hechos de Jesús. No hubiera dejado ocasión de citar ante esta vicisitud el Salmo 69,6 : «Soy como un extranjero para mis hermanos, como un extraño para los hijos de mi madre». Más no lo citó, a pesar de que venía como ‘anillo al dedo’, si realmente hubiesen sido aquellos, hijos de María. Nótese que para decir que fulano es hermano de sangre de zutano, al no haber en hebreo ni en arameo una palabra para ello, tiene que decirse que fulano y zutano son hijos de Mengana. Pues bien, nunca se dice en los Evangelios que esos hermanos son hijos de María. Sólo Jesús y nada más que Él es llamado el hijo de María. Tercera objeción de carácter bíblico: «Se lee en Hechos 1,13-14: “Estos todos estaban perseverando unánimemente en la oración, con las mujeres; y María, la madre de Jesús, y con los hermanos de él”. (Hch 1:14); luego los hermanos de Él eran hijos también de María» Advirtamos, en primer lugar, que no dice ‘María y sus hijos’ ni ‘María la madre de Jesús y de los demás” o algo semejante que indicara que María era también madre de los otros, sino«María, la madre de Jesús y de los hermanos de Él»; Esta claro en el texto que María no era la madre de los que aquí son llamados «hermanos de Él». En segundo lugar, todos los exégetas junto con la tradición concuerdan en que San José murió pronto. Los evangelios no dan señal alguna de que estuviese presente en los años de la vida pública de Jesús, ni en su Pasión ni luego de la Resurrección. Cualquiera que sepa algo de cómo era la vida social de la mujer entre los israelitas, no podría explicar la presencia de María, tanto en la vida pública como en la Pascua de su Hijo, salvo apelando a la viudedad de la Virgen y la acogida por Jesús, que ejercía como jefe de familia por la primogenitura. En efecto, María aparece sin su esposo José, cosa impensable en una sociedad donde estaba muy mal visto el que un hombre hablase con una mujer en público (por eso se extrañan los apóstoles cuando encuentran a Jesús hablando con una mujer en el Pozo de Sicar (Jn. Cap. 4), hasta el punto que tal acto podía ser motivo de repudio. Solo la viudedad y que Jesús en el ejercicio de sus derechos la acogiese, explicaría la continuada presencia de su Madre, especialmente en el Calvario. Pues bien, si María era viuda cuando Jesús fue crucificado, no habría explicación razonable para que en la Cruz Jesús confiara a San Juan la custodia de su madre, si como dicen los heresiarcas, tuviera más hermanos de sangre e hijos de María. Lo natural y legal hubiese sido que los otros hijos se hiciesen cargo de su madre cuando el primogénito de los supuestos hermanos muere. Sin embargo, en medio de la agonía, Jesús señala a San Juan como custodio de María. Y ese testamento suyo se cumplió de inmediato; pues «Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.(Jn 19,27)». No hubo necesidad de que María volviera a Galilea a arreglar sus cosas con sus otros hijos y dejar disposiciones y voluntades que debieran tener en cuenta, porque no tuvo más hijos. Por eso, Ipso facto, luego de la sepultura, el discípulo amado la recibió en su casa. Sabemos también que en el día de Pentecostés junto con los apóstoles, y otras mujeres, estaba María, la Madre de Jesús. Cincuenta días después Juan cuidaba de María. María es, pues, la Virgen Madre de Jesús; sólo tuvo un Hijo: Jesús, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, que murió en la Cruz y resucitó al tercer día. Fue siempre virgen, antes del parto, durante el parto y después del parto. Conclusión sobre el uso de ‘Primogénito’

    Un descubrimiento de 1922 en Tell-el-Yehudieh, confirma lo que venimos diciendo sobre el uso y hasta la preferencia de la palabra ‘Primogénito’. Se trata de un epitafio del año cinco antes de Cristo. La inscripción hace decir a la difunta mujer judía, Arsinoe, a la que estaba dedicada: «En los dolores del parto de mi primogénito el destino me llevó al fin de mi vida». Parece ilógico, según el pensamiento protestante, que si esta mujer judía murió dando la vida a su hijo primogénito, ya que era imposible que tuviera otros, no se usara la palabra ‘unigénito’ y en su lugar se escribiera ‘primogénito’. Lo cual demuestra que era común denominar al hijo único primogénito, por una parte, y la torticera y perversa mente de los teólogos católicos al frente de cátedras abducidos por la teología liberal protestante, por otra. El hecho de que S. Lucas haya usado ‘Primogénito’ en vez de ‘Unigénito’, prueba que no estaba pensando en hijos posteriores, pues aunque ‘unigénito’ es lingüísticamente posible y muy correcto, en la Biblia, y en el contexto histórico, el uso de esta palabra para designar a un hijo único es inusual, solo se emplea a veces para designar que es Hijo único del Padre, (cf. Jn 1:14; 18), pero también se usa la palabra Primogénito en relación al Padre; aunque sabemos que, en efecto, Jesús es Hijo único, el texto dice; «Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios» (Heb 1:6). Aquí notamos que para introducir al mundo a su Hijo se consideró usar “Primogénito” del Padre, en vez de “Unigénito” Por otro lado, el término ‘Primogénito’ (prototókos), no supone la existencia de otros hermanos menores, sino que subrayaba los derechos y privilegios, (Ex 13:2;12; 22:29; 34:19; Núm 3:12,13; 8:18). El pensamiento de San Jerónimo, en palabras de John Lightfoot es el siguiente: «A la ley al hablar del primogénito no se interesaba en si alguno había nacido después, sino solamente en si alguno había nacido antes». Este título de Primogénito se aplica a Jesucristo, para expresar su supremacía universal en Rom8,29; Col 1,15; Heb 1,6; Apo 1,5. Por lo tanto, de la palabra ‘Primogénito’ no se sigue la incorrecta interpretación de que hubo más hijos. S. Lucas elige este título porque Jesús tenía los deberes y derechos del Primogénito y porque era el portador de las promesas, y porque la primogenitura en Jesús es como lo dice S. Pablo: «…para que en todo tenga Él la primacía» (Col1:18). La tradición, tanto judía como cristiana, entiende que la muerte de los primogénitos de Egipto, tanto de hombres como de animales (cf. Ex 11,5), afectó a todos los primeros nacidos de cada mujer, tuviese ésta otros hijos o no. Todos, sin excepción. Igualmente, el mandato de Dios de Ex 13,2 (Conságrame todo primogénito, todo lo que abre el seno materno entre los israelitas. Ya sean hombres o animales, míos son todos), era entendido por los judíos, sin referencia alguna a otros nacidos posteriores o a hijos únicos. Habría que añadir que el término ‘primogénito’, en lenguaje bíblico, en el caso de varios hermanos, podía aplicarse a otro de los hermanos en caso de recibir de Dios una bendición especial. Por ejemplo, Efraín es llamado ‘primogénito’ en Jeremías 31,9 siendo el segundo hijo de José (Gn 41,52); el salmo 89 dice que David (el último de ocho hijos) es llamado primogénito por Dios: «Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra» (Sal 89,27-28). Por lo tanto, hemos creído demostrar que Primogénito sólo significa primer nacido y así se usa en Lucas 2,7 ya que se quería señalar el derecho y el privilegio, y no señalar con este término si había hijos posteriores. Dios mediante, seguiremos refutando las herejías contra la Virginidad Perpetua La Madre de Dios, en una próxima entrega Permíteme cantar tus alabanzas, Virgen Santa Hazme fuerte contra tus enemigos
    Sofronio





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    Re: Virginitas: in partu

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    LOS PARIENTES DE JESÚS Virginitas: post partum (IV)

    Sofronio

    Un corolario es una proposición que, según el R.A.E, no requiere de una prueba en particular, porque se deduce con facilidad de lo que antes se ha demostrado o de lo que previamente se supone fuente de la argumentación; en este caso de las Sagradas Escrituras. Sobre nuestro asunto, Virginitas: post partum de María, son los mismos textos de los Evangelios los que nos aseguran que los llamados en ellos “hermanos de Jesús” en realidad no lo eran de sangre; es decir no eran hijos de María, la Madre de Jesús, y ni siquiera de su padre adoptivo, San José. Cuarta objeción de carácter bíblico: Se lee en « Mat 13:55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? »; luego no sólo Jesús tenía, al menos, cuatro hermanos, sino que conocemos sus nombres. Contra la ignorante y herética objeción: Hay fundamentalmente dos razones que impiden interpretar este pasaje literalmente. La primera es que, si así lo hiciésemos nos obligaría a interpretar también literalmente las palabras “hijo del carpintero”, contra la demostración irrefutable de que Jesús no era hijo de José, tal como ha certificado toda la exégesis bíblica católica e incluso protestante hasta el modernismo. La segunda consiste en que en todas ellas se usa la voz griega genérica de δελφός “adelfós” la cual, como hemos visto, abarca un abanico de excepciones ya que esta palabra también puede referirse a personas de la misma nacionalidad, parientes, primos, tíos, vecinos etc La terecera radica en que los propios evangelistas nos indican el tipo de parentesco de Santiago, José, Simón y Judas con Jesús, diciéndonos que no eran hermanos de sangre, es decir que no eran hijos de la Virgen María. Si usted tiene una Biblia a mano con correspondencias lo puede ver con facilidad. Nuestro propósito consistirá, pues, en evidenciar a los lectores sobre lo que consta en las mismas Sagradas Escrituras: cuál era el parentesco exacto de estos cuatro discípulos con Jesús. Con la intención de facilitar su comprensión, he construido el siguiente cuadro extraído de los mismos Evangelios: RESPECTO A SANTIAGO:

    Algunos sugieren que se refiere a Santiago el Mayor, hermano de Juan, hijos del Zebedeo y de María Salomé. A los que otros objetan que se refiere a Santiago el Menor, hijo de Cleofás y de María de Cleofás. Seguiremos esta segunda observación más profunda, a mi modo de entender. Prueba de que Santiago el Menor, el “hermano del Señor”, era hijo de Alfeo Cleofás y María de Cleofás Había también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé. (Mar 15:40). Pasado el sábado, María Magdalena, y María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungirle (Mar_16:1 ). Santiago [el menor] el de Alfeo y Tadeo (Mt 10:4). RESPECTO A JUDAS TADEO

    Prueba de que Judas Tadeo, también era hijo de Alfeo Cleofás. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena (Juan 19:25) . Santiago [el menor] el de Alfeo y Tadeo (Mt 10:4). RESPECTO A JOSÉ

    Prueba de que José también era hijo de Alfeo Cleofás. Tenemos a José mencionado como supuesto hermano de Jesús en Mat 13:55, pero este tampoco era hermano de Jesús, en primer lugar porque entre los judíos no se acostumbra ponerle el mismo nombre del padre, y segundo porque era hijo de Cleofás, y hermano de Santiago el menor por tanto, primo político de nuestro Señor por ese lazo, y seguramente primo segundo carnal al ser María la de Cleofás probablemente prima de la Virgen María. Entre ellas estaban María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo (Mat 27:56). Había unas mujeres que miraban de lejos, entre ellas María Magdalena, María, madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé. (Mar 15:40) Prueba de que Santiago, Judas Tadeo y José eran hijos de María la de Cleofás Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago (Jud 1:10) Entre ellas estaban María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo (Mat 27:56). Luego si María era madre de Santiago y José y Judas Tadeo nos dice en su epístola que es hermano de Santiago, los tres son hermanos. Esta María no puede ser otra que la de Cleofás, o bien Salomé y jamás la Virgen María, pues en lugar paralelo de San Juan nos dice Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena (Juan 19:25) . San Juan sitúa a las cuatro mismas mujeres en el Calvario, pero añade a la información de San Mateo que María, la madre de Santiago y José, era la de Cleofás y señala a María, la madre de los Zebedeos, como hermana de la Virgen María. Entiéndase la palabra “hermana” en el sentido parental amplio, ya explicado. Prueba de que María de Cleofás, esposa de Alfeo Cleofás, era muy probablemente prima hermana de la Virgen María. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena (Juan 19:25). Luego los hijos de María de Cleofás, en ese serían primos, tal vez segundos, de Jesús. RESPECTO A SIMÓN

    Prueba de que Simón podría tener un lejano parentesco con el Señor o ser también hijo de Cleofás. “Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelota” (Lc 6:15). En dos lugares de la Biblia es llamado Cananeo (Mateo 10:4; Marcos 3:18). Sin embargo en otros dos lugares es llamado Simón Zelote (Lucas 6:15; Hechos 1:13). “Cananeo” muchas veces se interpreta como un gentilicio, indicativo de que Simón era de Canaán, lo que parece raro, considerando que todos los apóstoles habrían sido naturales de esa macro-región (que abarca Galilea, Judea, Samaria, Transjordania y Líbano). Para los ortodoxos, “cananeo” lo relacionan con que el santo Simón era originario de Caná de Galilea y era conocido personalmente por el Señor y su purísima Madre, porque el pueblo de Caná no estaba muy distante de Nazaret. Como sabemos por Jn. 2:1-11, el Señor asistió a las bodas de Canaán, muy probablemente a las de un pariente de la Virgen María, donde convirtió el agua en vino. Con lo cual, se puede inducir que San Simón formara parte de los parientes que la Virgen María tenía en aquel lugar. Nada más se sabe. Pero teniendo en cuenta todo lo anterior, parece sensato pensar que él, junto con otros parientes, los tres de Cleofás, fueran los que junto con la Madre de Jesús señala Mat 13:55, que, como hemos demostrado su parentesco no consiste en ser hermanos de la misma Madre. Sin embargo, ll historiador palestino Hegesipo dice que Cleofás era hermano de san José y padre de Judas Tadeo y de Simón. Este último fue elegido para suceder a Santiago el Menor en la sede episcopal de Jerusalén. Prueba de que Cleofás y San José podrían ser hermanos Un cuadro genealógico de San Tadeo lo da a conocer Fr. Simpliciano, religioso de los Menores Alcantarinos de Nápoles, diciento que Cornelio A. Lápide lo tomó del libro “Deipara” de C. Castro. Dice lo siguiente: “Natán tuvo tres hijos: Sobé, Jacob y Ana. Sobé madre de Santa Isabel, que fue madre de San Juan Bautista y madre también de María la esposa de Cleofás, que lo fue de San Tadeo. El otro hijo fue Jacob, padre de San Cleofás y de San José, esposo de la Virgen, y el tercero fue Santa Ana, la madre de la Virgen María”. El historiador palestino Hegesipo dice, como hemos visto, que Cleofás, y padre de Judas Tadeo y de Simón, era hermano de san José. RESPECTO A SANTIAGO EL MAYOR

    Para los que sostienen la más improbable tesis de que el Santiago de que se habla en Mat 13:55 , es el Mayor, escribiremos unos pocos apuntes, dado que aún está más probado que Santiago el Mayor, era hermano de San Juan Evangelista y ambos, hijos de María Salomé y el Zebedeo. Prueba de que Santiago el Mayor y Juan eran hermanos, hijos del Zebedeo y Salomé, probable hermana o prima de la Virgen. Santiago el mayor, hermano mayor de Juan el Apóstol hijo de Zebedeo su madre era Salome . Salomé era prima hermana de la Santísima Virgen María, y Santiago el Mayor y Juan por lo tanto vendrían siendo primos hermanos de nuestro Señor; esto podría explicar el apostolado de los dos hermanos, la petición de Salomé y su propio reclamo para la primera posición en su Reino. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago [el mayor] el de Zebedeo y su hermano Juan” (Mat 4:21) “Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan” (Mat 4:21) “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo”. Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, (Mar 15:40) Salomé, es en San Juan la hermana de la Virgen María, pero también puede entenderse que en realidad la Virgen María era hermana de María de Cleofás ; entendido en un probable sentido de prima o pariente cercana. Según la manera en que leamos a Juan 19,25, podemos entender que la hermana de su madre se refiere a Salomé o a María de Cleofás. Sería extraño, por sentido práctico, imponer el mismo nombre a para dos hermanas; por lo cual serían primas. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena (Juan 19:25) De cualquier manera lo que aquí nos interesa saber es que ni Santiago el Mayor ni San Juan eran hermanos carnales de Jesús; cuestión obvia. Quien sea “hermana” de la Virgen María, ora María Salomé ora María la de Cleofás o ambas, es difícil de dilucidar; probablemente las dos tenían algún grado de parentesco con la Madre de Dios.
    La carne de Dios llena

    que remedió la tierra pecadora,

    atravesó, Señora,

    tu carne de azucena

    como el cristal el rayo de la aurora.

    (José Mª Pemán)


    Virginitas: post partum (IV) | Tradición Digital

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