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Tema: Hágase el milagro y hágalo el diablo

  1. #1
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    Hágase el milagro y hágalo el diablo

    Hágase el milagro y hágalo el diablo

    Fray Gerundio

    Muchas veces, allá en mi lejanísima infancia, escuché a mi abuela esta expresión. En la Vieja Castilla se solía utilizar para expresar que lo importante es conseguir algo, cueste lo que cueste. A cualquier precio. Dicho de otro modo: que si se tiene propósito firme de lograr alguna cosa, se alcanza pase lo que pase. Y para ello se utilizan los medios que sean necesarios. Siempre en plan malo, por supuesto.

    El caso es que me ha venido a las mientes este refrán de mi niñez, a medida que iba leyendo los últimos y estupendos artículos que está publicando Tradición Digital sobre el tema de las canonizaciones huracanadas que se nos vienen encima. No he visto ningún comentario en los habituales blogs o diarios digitales (ni en lo nidos de antaño, ni en los pájaros de hogaño), que por el contrario están ensimismados con el evento y piensan que nosotros somos carcamales con cara de pepinillo en vinagre o incluso peor, con ojos saltones de anti-papismo desbordante. Mis novicios andan ya preparando su mochila del peregrino para su viajazo a Roma (llaman a eso peregrinación), cuando los que vamos a tener una verdadera romería seremos los frailes que nos quedemos en el convento, sustituyendo y haciendo el trabajo de los que se largan a la Ciudad Eterna. Trabajo doble, para que ellos puedan peregrinar. Para esos menesteres estoy yo, que soy un vejestorio que no entiendo de estas cosas, dicen ellos.
    Bueno, el caso es que el refrán de mi antepasada viene a cuento de lo que se está hablando sobre los milagros. Mi vecino Sofronio ha hecho una lúcida exposición de lo que Santo Tomás de Aquino decía sobre los milagros. No dejen de leerlo. Ha dejado claro -sin lugar a dudas-, que aquí (en estas dos inminentes) hay gato encerrado. Incluso algunos de los expertos de la Comisión Investigadora abandonaron la sospechosa comisión al ver los chanchullos que se estaban preparando.
    Pero yo quisiera añadir algo más, que por no estar científicamente comprobado podrá enojar a unos y encabritar a otros: Santo Tomás no pudo prever esta situación que vivimos en estos últimos años, en la cual lo primero es la intención de canonizar y después se buscan los milagros. Esto explica que haya que rastrear entre los testimonios y buscar un milagro como sea-a costa de lo que sea.
    Y como este sistema lo inventó e ideó magníficamente Juan Pablo II, pues se lo han aplicado a él. Hoy por ti y mañana por mí. Esta conversación, -puramente literaria- pudo haberse dado alguna vez entre los lejanos 1990 y 2005, por decir alguna fecha:
    - ¿Adónde viajamos el año que viene?
    - A una isla polinesia que se llama Futuna, Santidad.
    - Hay que hacer alguna misa de beatificación. ¿Tenemos algo?
    - Estamos buscando…
    - ¡No me digas que no hay nadie para beatificar!
    - Parece que hay un monje que era nativo del lugar y que tenía fama de estar mucho tiempo en el confesionario perdonando a la gente sus pecados. Incluso también confesaba a los miembros de una tribu fetichista. Al final consiguió reunir a todas las tribus en un rito penitencial conjunto y logró la pacificación de la isla. Todos le querían.
    - Nos puede valer, porque la gente seguro que lo tiene por santo. ¿Hay algún milagro por ahí?
    - Parece que hubo una mujer que hace años iba a dar a luz, todos los médicos le decían que era peligroso y ella se encomendó al cura-brujo. Al final tuvo un parto normal y no le pasó nada…
    - Uhmmm… nos puede valer. Díselo a la Comisión. Que se den prisa porque el viaje es dentro de diez meses.
    - OK, Santidad.
    De esta forma salen los milagros, muy por encima de las disquisiciones del Aquinate. Ni naturales, ni preternaturales… Nada por aquí, nada por allá… Voilà!
    Tengo para mí que muchos de los últimos milagros han sido confeccionados en los laboratorios vaticanos. Y buena prueba de ello es que ya hay muchos que no están muy conformes con las canonizaciones de los últimos lustros. Incluso he leido por ahí que gente de cierto relieve lo pone en duda… aunque se hayan acostumbrado ya a dejar las cosas en manos de Dios.
    Creo que este año, coincidiendo con el 50º aniversario del Vaticano II, había que buscar milagros como fuera para canonizar al Concilio en sí. Bueno, y al post-concilio también. Y las prisas, angustias, premuras y apresuramientos han sido descomunales. Fíjense si será así, que incluso para Juan XXIII, ha tenido que recurrir el Pontífice a declararlo santo sin milagro alguno. O sea, no daba tiempo ni siquiera a encontrar algún laico voluntario de la ONU o de alguna ONG que hubiera sido secuestrado por los talibanes y que le hubiera pedido al Papa Roncalli que les librara de los ataques enemigos. Pero no pasa nada: dicen ahora que hay un sistema utilizado antiguamente por los Papas para canonizar a quien quieran por su mero poder pontificio. O sea, que éstos cuando quieren recurren a la tradición y cuando quieren se la zampan y engullen diciendo que es algo malo.
    Resumen: que la santidad en los milagros no está tan clara, y la santidad en la vida y doctrina tampoco. Por eso, el antiguo portavoz vaticano con el Papa polaco, entrevistado para la ocasión, no ve otra salida que decir que en realidad el milagro de Juan Pablo II era la propia vida cotidiana. Creo que el muy pillín se ha escapado por la tangente. Toma, para eso no hace falta entrevistar a un experto. Hay mucha gente para la que el verdadero milagro es su vida diaria. Que me lo digan a mí, que es un milagro cada día que pasa, el hecho de que no me hayan expulsado de la Orden. O de tantos cristianos tradicionales para los que es un milagro diario el poder subisistir entre católicos que los desprecian. Me huele todo esto a una sucesión de tópicos muy bien elaborados. Y el famoso portavoz da buena fe de ello.
    Así que no hay problema con los nuevos sistemas de canonización. Si quiere usted un santo, pulse la tecla adecuada, busque el momento oportuno, organice el evento y apañe la celebración, movilice a las masas y busque su milagro. Nunca le faltarán peregrinos enfervorizados para refrendar la cosa.
    ¡Ah! se me olvidaba. Mucho cuidadito con los santos que se ofrecen a los de la derecha eclesial para que no se quejen: ahora se habla de Chesterton, para calmar los ánimos. No hay problema. La santidad está al alcance de todos. Ya se está viendo.

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  2. #2
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    Re: Hágase el milagro y hágalo el diablo

    Los ‘milagros’ de Wojtyla ¿son verdaderos?

    Sofronio

    Unos hechos van a inquietar el espíritu de muchos católicos perplejos, mientras que a otros, los provocará escándalo. La mayoría, sin embargo, ha sucumbido bajo el poder de la mentira y aplaudirá. Para aclarar la doctrina sobre los “milagros”, pacificar en lo posible a los dudosos y sacar de la ignorancia a los que se han sometido al espíritu conciliar, hablaremos un poco sobre esos “milagros” que, si Dios no lo impide, elevarán a las mesas de la sínaxis (el Altar se ha sustituido por una mesa) a Karol Józef Wojtyła, y todo ello bajo el enfoque de lo que es un verdadero milagro, según la prístina doctrina católica. Rompiendo todo procedimiento canónico y de justicia, el cardiólogo personal de Juan Pablo II y de Ratzinger fue quien presidió la comisión médica para evaluar supuestas curaciones milagrosas atribuidas a Juan Pablo II, mientras que los milagros de Lourdes y de todos los verdaderos casos milagrosos son juzgados por una comisión integrada por médicos absolutamente ajenos a los hechos y a las personas implicadas. Incluso en Lourdes el Comité Internacional de Médicos está integrado no solamente por católicos, sino por un porcentaje bastante más alto de médicos y especialistas ajenos a nuestra Religión. Recordemos que respecto a la curación de la monja francesa, Marie Simon Pierre, un diario polaco, Rzeczpospolita, anunció en su día que uno de los médicos tenía “dudas”; en el mismo artículo el ex prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal José Saraiva Martins, revela a la prensa que ” es posible que uno de los dos oficiales médicos pueden tener algunas dudas. Y por desgracia esto ha ocurrido”.Otros medios aseguraron que la monja había recaído de su enfermedad, lo que fue desmentido de inmediato dada la prisa con que todo se preparaba en el Vaticano. Además, ni el cardenal Sodano ni otro colaborador del papa polaco, el argentino Leonardo Sandri, quisieron testimoniar en el proceso. Apresuradamente dijeron, según publicó lI Giornale, que la decisión de ambos obedecía sólo a sus deseos de esperar algún año más antes de iniciar la causa, silenciando otros posibles motivos. En fin, tan grande fue el presteza, que hubo de aprobarse un “milagro” cuestionado por parte de la misma comisión médica. Esto demoró algunos meses el avance de la causa, y terminó con la renuncia de quien objetaba la necesaria sobrenaturalidad de dicha curación, con la consiguiente aceptación del cuestionado “milagro”. Sean milagros o curaciones naturales, lo que no cabe duda es que el procedimiento está teñido de fuertes sospechas de parcialidad y falta de objetividad, de lo que se concluye que la sentencia sobre Karol Józef Wojtyła puede fácilmente y muy probablemente errar. Carece de las garantías y prudencia necesaria para examinar los hechos médicos discutidos. Y por esa parte, la decisión es falible. ¿Y si realmente fueran milagros? De eso no se concluiría su santidad en absoluto. Muchos católicos piensan, con error, que sólo en la Iglesia puede haber milagros. Pero tal opinión no concuerda ni con la realidad, ni con las Sagradas Escrituras. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo nos revela Dios que puede permitir a los demonios, a las sectas cristianas o a los adorados de falsos dioses hacer milagros. Veámoslo: “Entonces el faraón llamó a sus sabios y a sus hechiceros, y los magos egipcios hicieron lo mismo con sus artes mágicas: tiraron sus varas al suelo, ¡y las varas también se convirtieron en serpientes! Pero la vara de Aarón se tragó las varas de ellos” (Ex. 7,11-13). ¿Qué piensa San Pablo? “Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos”. (Mt 7,24-24). “Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy”. (1Co 13,2). ¿Qué nos dice nuestro Señor, sobre sí los pecadores pueden hacer milagros o no? “No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrara en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojábamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Yo entonces les diré: nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad. Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca”. (Mt 7,21-24). ¿Qué es, pues, un milagro? Milagro es, según Santo Tomás de Aquino, “propiamente, un hecho realizado fuera del orden de la naturaleza. Pero no basta para esto que se haga algo fuera del orden de una naturaleza particular, porque entonces, al lanzar una piedra hacia arriba, se haría un milagro, ya que esto está fuera del orden natural de la piedra. Se entiende por milagro aquello que se efectúa fuera del orden de toda la naturaleza creada. Evidentemente esto no puede hacerlo más que Dios, porque cualquier cosa que haga el ángel o cualquier otra criatura, con su propia virtud, cae dentro del orden de la naturaleza creada, y, por lo tanto, no es milagro. Así, pues, resulta evidente que sólo Dios puede hacer milagros. (Suma teológica – Parte Ia – Cuestión 110, a4 Resp.) Según el Aquinate, que sigue en esto a San Agustín, además del fraude, que es el denominador común de muchas pretensiones, y de las causas naturales que nos puedan ser aún desconocidas, hay varias clases de seres que pueden hacer “milagros”: Los ángeles buenos. Pero sólo Dios hace milagros. Se dice que algunos ángeles pueden hacer milagros, o porque los hace Dios por su intercesión, como se dice también que los hacen los santos, o porque desempeñan algún ministerio al hacerse los milagros. Ejemplo: Reuniendo las cenizas en la resurrección universal, o haciendo algo parecido. Aunque los ángeles pueden hacer algo fuera del orden de la naturaleza corpórea, nada pueden hacer, sin embargo, fuera del orden de toda la naturaleza creada, lo cual se requiere para el concepto de milagro, como dijimos. (Suma teológica – Parte Ia – Cuestión 110, a4, a la objeción 1) Los magos hacen milagros por pactos privados, los demonios en virtud de su naturaleza, los buenos cristianos por pública justicia y los malos cristianos por apariencias de la misma. Hablando en rigor, se entiende por milagros, como hemos dicho, hacer algunas cosas fuera del orden de toda naturaleza creada [que sólo puede hacer Dios]. Pero como nosotros no conocemos todas las fuerzas de la naturaleza, si alguna vez se hace, por algún poder desconocido para nosotros, algo fuera del orden natural que nos es conocido, se dice que lo así hecho es un milagro para nosotros. De ahí que, cuando los demonios hacen algo con su virtud natural, se dice que es un milagro, no en absoluto, sino para nosotros. Y tal es el modo en que los magos hacen milagros por virtud de los demonios. Se dice que los hacen por medio de pactos privados, porque la virtud de cualquier criatura es en el universo lo que cualquier persona particular es en una sociedad; de ahí que, cuando el mago hace algo por medio de un pacto con el demonio, esto se hace a modo de contrato privado. Pero la justicia divina hace en el universo entero las veces de la ley pública en la sociedad. Por eso los cristianos buenos, al hacer milagros por la justicia divina, se dice que los hacen por pública justicia, en tanto que los malos cristianos se dice que los hacen por apariencias de pública justicia. (Suma teológica – Parte Ia – Cuestión 110, a4, a la objeción 2) Ejemplo de apariencia de pública justicia de los cristianos malos: Invocando el nombre de Cristo o haciendo ostentación de cosas sagradas, que en ese caso es usar el nombre de Dios en vano. Véanse, v.g., los “milagros” del pentacostalismo herético -tan admirado hoy entre los fieles católicos- cuyos sectarios invocan a Cristo y al espíritu Santo, o entre los gurús del hinduismo y en otras falsas religiones paganas. No es absurdo creer que puedan ser hechas por los demonios todas aquellas cosas que se hacen visiblemente. Según la Summa daemoniaca, los demonios pueden, por ejemplo, curar la ceguera de alguien, sólo si con su poder y en virtud de su naturaleza tal cosa es posible; al igual que un médico puede curar una enfermedad con la ciencia a su alcance y otras no. Por supuesto, los demonios no pueden con su poder dar la vida a un muerto o a un tejido inanimado. Pueden, v.g., suspender en el aire, curar una enfermedad, pero no pueden resucitar, ni pueden cambiar el agua en vino, pero sí extraer el agua de un recipiente cerrado y sustituirla por vino; pueden hacer que a un lugar concurran ranas, como se nos narra en el Éxodo 8,3. Al final de los tiempos permitirá Dios que muchos malvados y desviados de la Fe católica y su capitanes, los demonios, hagan muchos portentos, tal como nos narra el Libro del Apocalipsis; “milagros” que engañarán a las vírgenes bobas; las cuales, porque prefirieron no amar la verdad se les cerró la puerta de la Casa del Esposo. Santo Tomás de Aquino dice sobre el mismo asunto “Las potestades espirituales pueden hacer aquellas cosas que se hacen visiblemente en este mundo, utilizando por movimiento local los gérmenes de los cuerpos. (Suma teológica – Parte Ia – Cuestión 110, a4, a la objeción 3 y 4). Y atención, las naturalezas angélicas y también, por lo tanto, los demonios, pueden infundir visiones y locuciones en cualquier mente humana; de ahí que para distinguir las falsas de las verdaderas sea indispensable sujetarse el magisterio de la Iglesia según la Tradición y evitar la soberbia de nuestras vehementes opiniones. Podemos decir, en apretada síntesis, no nuestra, que el poder de hacer “milagros” no es esencialmente sobrenatural, como sí lo es la gracia santificante, sino solamente preternatural(1); podría Dios conceder a un pecador la posibilidad de hacer un milagro, como de hecho lo ha permitido, porque ello no supone necesariamente unión íntima con Dios, ya que se trataría de una simple delegación de Su poder, pues sólo Dios es el único capaz de hacer milagros. Mientras que la gracia es una participación en la vida misma de Dios; ese bien supremo, Él mismo, no lo concede más que a sus amigos. La facultad de realizar milagros puede Dios delegarla en personas que no vivan en su gracia e inclusive, puede permitir al propio el demonio que realice determinado milagro. Los milagros, pues, no caracterizan exclusivamente al catolicismo, ni son un signo inequívoco de predestinación a la visión beatífica. En otras partes, como puede ser en el mundo de los cismáticos ortodoxos y en el resto de confesiones “cristianas” heréticas, también se originan. Es indudable que Dios puede autorizar la comisión de milagros y facultar para ello a personas que no viven en su gracia, pero siempre con una importante limitación que ha sido planteada por todos los teólogos y que deriva de la misma esencia divina, en la cual la Verdad es elemento constitutivo. Santo Tomás explica así ese límite infranqueable: “A los dioses no católicos se les puede conceder la realización de milagros, pero Dios no podrá permitir que los hagan para demostrar que sus doctrinas, si son falsas, son verdaderas”. Por lo tanto, aún si se quiere creer con fe absolutamente humana, sin ningún mérito, pues nunca será Fe teologal divina, que los “milagros” por intercesión de Karol Józef Wojtyla son verdaderos, en el sentido que Santo Tomás explica, ya que sólo Dios puede hacer milagros, debemos saber que Dios puede autorizar la comisión de milagros y facultar para ello, incluso a personas que no viven en su gracia: herejes, cismáticos, paganos; gracia santificante, de cuya existencia en el alma a la hora de la muerte de un ser humano particular, sólo Dios conoce. Es, en efecto, indudable que, los supuestos milagros atribuidos a la intercesión de Karol Józef Wojtyla pueden ser:
      1. Un fraude, dada las nulas garantías de los especialistas médicos y las dudas de algunos de ellos por cuya causa fueron sustituidos, además de no haber querido incluir en el proceso, habiendo obligación, los informes de las voces católicas en contra, tales como el informe de la HSSPX.
      2. Curaciones de origen natural (véase la nota 1)
      3. Curaciones de origen preternatural.
      4. Verdaderos; es decir, permitidos por Dios.

    Juan Pablo II recibiendo el signo de Shiva en la frente

    Si fueran verdaderos, ni se concluye de ello las virtudes heroicas, ni que la canonización sea verdadera, ni que se le deba dar culto de dulía , porque Dios, suma verdad, no quiere confirmar las doctrinas erróneas proclamadas por Karol Józef Wojtyla en sus múltiples escritos, de palabra o de obra, que han estado presentes durante su largo pontificado. ¿Entonces, por qué Dios podría permitir un “milagro” de Karol J. Wojtyla, el cual ha predicado la salvación de todo el género humano: de los judíos sin conversión o de los musulmanes que no creen en Cristo…; que ha besado el blasfemo libro del Corán, que ha permitido poner a Buda encima del sagrario, que ha recibido en su frente el signo de Shiva, que ha celebrado el novus ordo donde una mujer en top less leía la Epístola, que dio personalmente y permitió en todas partes la comunión en la mano..? Sinceramente no lo sé. Me vienen a la mente estas palabras del capítulo I de la Carta de San Pablo a los Romanos “Se descubre también en él la ira de Dios que descargará del cielo sobre toda la impiedad e injusticia de aquellos hombres, que tienen aprisionada injustamente la verdad de Dios… porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; sino que ensoberbecidos devanearon en sus discursos, y quedó su insensato corazón lleno de tinieblas.. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene…llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, difamadores, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen. Pero me inclino más bien, en mi modesta opinión, por cualquiera de las opciones 1,2 y 3. Aunque, sea lo que fuese, Dios, Verdad inmutable, no confirma la heterodoxia de Karol Józef Wojtyla. Dios no se muda y nos sigue pidiendo que no emulemos los malos ejemplos del polaco que veneraba públicamente los libros sagrados de las falsas religiones en cuyos textos se blasfema contra Cristo y su Santísima Madre. No cabe ninguna duda: la canonización de Karol Józef Wojtyla será un acto fallido, un agravio contra la sangre derramada por los mártires, los cuales murieron por negarse a hacer las cosas que él hizo. La canonización de Wojtyla y la de Juan XXIII son las canonizaciones de los errores del conciliábulo Vaticano II, condenados por la Iglesia. Juan Pablo II besando el blasfemo Corán

    Este asunto de los milagros permitidos por el Señor, nos lleva a considerar el tema de los falsos profetas que surgirán en el final de los tiempos. Así San Mateo escribe en su Evangelio: “Si alguien les dice entonces: El Mesías está aquí o está allí», no lo crean. Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas que harán milagros y prodigios asombrosos, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. Por eso los prevengo. Si les dicen: “El Mesías está en el desierto”, no vayan; o bien: “Está escondido en tal lugar”, no lo crean”. (Mt 24,23-26). San Pablo en su epístola a los Tesalonicenses nos dice: “La venida del impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad”. (2Tes 2,9-12). Si estuviésemos en el final de los tiempos, querido lector, yo no querría ser seducido por toda clase de milagros, antes bien, rogaría con lágrimas para que se me diera la gracia de aceptar el amor de la Verdad, que los buenos pastores de la Iglesia han predicado sin cesar hasta el CV2, incluso retirándome al desierto si fuera necesario. En resumen, la comisión de Dios a un hombre para que haga uno o varios milagros no equivale a que ese mismo hombre esté en gracia santificante. Con lo cual no es un signo determinante para declarar santo al comisionado. NOTAS (1)La distinción entre natural, preternatural y sobrenatural, se puede explicar así en apretada síntesis: NATURAL, referida a la naturaleza de los bienes naturales es el obrar que se adecúa a su propia naturaleza. SOBRENATURAL es el obrar que va más allá de toda naturaleza creada; este es el obrar propio de Dios. PRETERNATURAL es el obrar que va más allá de la naturaleza material; ese obrar es el fruto de la naturaleza espiritual angélica y de la demoniaca.

    Los ‘milagros’ de Wojtyla ¿son verdaderos? | Tradición Digital

  3. #3
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    Re: Hágase el milagro y hágalo el diablo

    En mi En mi humilde opinión, el diablo hace prodigios. Por lo que a mí respecta, necesito que se produzca uno y poder curarme. Se lo he pedido a la Santísima Trinidad, a la Virgen, a los santos pero parece que no está en la Voluntad Divina. ¿Puede alguien ayudarme para poder ingresar en la clínica López Ibor u otra semejante? Gracias por adelantado.
    Un saludo caballeros.
    Última edición por Triaca; 15/04/2014 a las 22:18
    "Solo Dios sabe hacer de los venenos remedio".
    Francisco de Quevedo

  4. #4
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    Re: Hágase el milagro y hágalo el diablo

    Desde que pediste ayuda hace algunos días te tengo presente entre mis intenciones todos los días al rezar el rosario para que el Señor te saque del hoyo o te dé fuerzas para llevar esa cruz. ¡Arriba ese ánimo!

  5. #5
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    Re: Hágase el milagro y hágalo el diablo

    Gracias de todo corazón. Nunca había sentido envidia hasta ahora. A los pobres, por su salud. A los ricos, por sus posibilidades para llevar tratamientos de última generación.
    Un abrazo.
    "Solo Dios sabe hacer de los venenos remedio".
    Francisco de Quevedo

  6. #6
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    Re: Hágase el milagro y hágalo el diablo

    No los envidies. Ellos también tienen sus problemas. Y recuerda siempre que es preferible pasarlo mal en este mundo sabiendo llevar la cruz que pasarlo bien en esta vida y mal en la otra. Además, la cruz es redentora y se puede ofrecer por los propios pecados, por la conversión de otros, por necesidades propias o ajenas. En todo somos más que vencedores. Ánimo, y no desistas. Que el Señor te ayude a salir pronto del hoyo.

  7. #7
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    Re: Hágase el milagro y hágalo el diablo

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    ¿LAS CANONIZACIONES DE JUAN XXIII Y DE JUAN PABLO II SON INFALIBES? (Una entrevista a Roberto de Mattei)





    Profesor de Mattei, las inminentes canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo segundo suscitan, por varios motivos, dudas y perplejidades. ¿Cómo católico y como historiador, cuál es su juicio?
    Puedo expresar una opinión personal, sin pretensiones de resolver un problema que se presenta complejo. En líneas generales, estoy perplejo por la facilidad con la cual en los últimos años se llevan a cabo y se concluyen los procesos de canonización. El concilio Vaticano I definió el primado de jurisdicción el Papa y la infalibilidad de su Magisterio, con determinadas condiciones, pero no ciertamente la impecabilidad personal de los Soberanos Pontífices. En la historia de la Iglesia hubo buenos y malos papas y es reducido el número de quienes fueron elevados a los altares. Y hoy parece que al principio de infalibilidad del Papa se lo quiere sustituir por el principio de su impecabilidad. A todos los Papas, o mejor dicho a los últimos, a partir del concilio Vaticano dos, se los presenta como a santos. Por cierto no es casualidad que las canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo II hayan postergado o dejado atrás la canonización de Pío IX y la beatificación de Pío XII, mientras avanza el proceso de Pablo VI. Casi parece que una aureola de santidad debiese envolver la era del concilio y del postconcilio, para “infalibilizar” una época histórica que ha afirmado el primado de la praxis pastoral sobre la doctrina.
    ¿Usted opina entonces que los últimos Papas no han sido santos?
    Permítame expresarme sobre un Papa al que como historiador lo conozco bien: Juan XXIII. Habiendo estudiado el Vaticano II, profundicé en su biografía y he consultado las actas del proceso de su beatificación . Cuando la Iglesia canoniza un fiel no quiere solamente asegurar que el difunto está la gloria del cielo, sino que lo propone como modelo de virtudes heroicas. Según los casos, se tratará de un perfecto religioso, párroco, padre de familia ,etc.En el caso de un Papa, para ser considerado santo debe haber ejercitado las virtudes heroicas en el cumplimiento de su misión como pontífice, como fue, por ejemplo, para San Pío V o San Pío X. Y bien, en lo que se refiere a Juan XXIII, alimento la meditada convicción de que su pontificado ha representado un daño objetivo a la Iglesia y que es imposible encontrar en santidad en él. Por lo tanto. Antes que yo lo afirmaba el dominico Innocenzo Colosio, uno de los mayores historiadores de la espiritualidad en los tiempos modernos, en un célebre artículo aparecido en la Rivista de Ascetica e mistica.
    Si, como usted piensa, Juan XXIII no fue un Santo Pontífice y si como parece la canonizaciones son un acto infalible, nos encontramos frente a una contradicción. ¿No hay riesgo de caer en el sedevacantismo?
    Los sedevacantistas atribuyen un carácter hipertrófico a la infalibilidad Pontificia. Su razonamiento es elemental: si el Papa es infalible y hace algo malo, la sede está vacante. La realidad es mucho más compleja y es errada la premisa según la cual cada acto del Papa es infalible. En realidad, si las próximas canonizaciones plantean problemas, el sedevacantismo plantea problemas de conciencia mucho mayores.
    Sin embargo, la mayoría de los teólogos, y sobre todo los más seguros, los de la “escuela romana”, afirman que las canonizaciones son infalibles.
    La infalibilidad de las canonizaciones no es un dogma de fe y esta es la opinión de la mayoría de los teólogos, sobre todo después de Benedicto XIV, que la expresó además como doctor privado y no como soberano pontífice . En lo que atañe a la “escuela romana”, el máximo exponente viviente es monseñor Brunero Gherardini, quien ha expresado en la revista Divinitas todas sus dudas sobre la infalibilidad de la canonizaciones. Conozco en Roma distintos teólogos y canonistas discípulos de otro ilustre representante de la misma escuela, monseñor Antonio Piolanti, que tienen las mismas dudas de monseñor Gherardini. Ellos opinan que las canonizaciones no entran en las condiciones requeridas por el concilio Vaticano I para garantizar la infalibilidad de un acto pontificio.La sentencia de la canonización no es en sí misma infalible, porque faltan las condiciones de la infalibilidad, empezando por el hecho de que la canonización no tiene por objeto directo explícito una verdad de fe o de moral contenido en la Revelación, sino solamente un hecho indirectamente ligado con el dogma, sin ser propiamente un “hecho dogmático” .El campo de la fe y de la moral es vasto porque abarca toda la doctrina cristiana especulativa y práctica, el creer y el obrar humano, pero una precisión es necesaria . Una definición dogmática no puede jamás implicar la definición de una nueva doctrina en materia de fe o de moral. El Papa sólo puede explicitar en lo que es implícito en materia de fe y de moral y es transmitido por la tradición de la Iglesia. Lo que los Papas definen debe estar contenido en la Escritura y a la Tradición y esto es lo que asegura la infalibilidad del acto. Esto no es ciertamente el caso de las canonizaciones. Por cierto, ni los códigos de derecho canónico de 1917 y de 1983, ni en los catecismos, antiguos y nuevos, exponen la doctrina de la Iglesia sobre canonizaciones. Sobre el tema, además del citado estudio de monseñor Gherardini, hay un óptimo artículo de José Antonio Ureta en el número de marzo 2014 en la revista Catolicismo.
    ¿Usted opina que las canonizaciones han perdido su carácter infalible, como consecuencia del cambio querido por Juan Pablo en 1983 en el proceso de canonizaciones?
    Esta tesis es sostenidaen elCourrier de Rome por una excelente teólogo,el padre Jean-Michel Gleize. Por otra parte, el padreLow, en la voz Canonizaciones de la Enciclopedia Cattolica, fundamenta la tesis de la infalibilidad , es la existencia de un poderoso complejo de investigaciones y verificaciones, seguido por dos milagros, que preceden a la canonización. No hay dudas de que después de la reforma del procedimiento querida por Juan Pablo II, este proceso de verificación de la verdad es mucho más frágil y que ha sido un cambio en el mismo concepto de santidad. no obstante el argumento no me parece decisivo porque el procedimiento de las canonizaciones fue modificado a través de la historia. Cuando un siervo de Dios es declarado santo por la fuerza de una veneración secular La proclamación de la santidad de Ulrico de Augsburgo, hecha por Juan XV en el 993, que es considerada como la primera canonización pontificia en la historia, fue proclamada sin ninguna investigación por parte de la Santa Sede. El proceso de investigación profundizada se remonta sobretodo a Benedicto XIV: a él se debe,por ejemplo, la distinción entre canonización formal según todas las reglas canónicas y canonización equivalente, .cuando un siervo de Dios es declarado santo por la fuerza de una veneración secular. La Iglesia no exige un acto formal y solemne de beatificación para calificar un santo.
    Santa Hildegarda de Bingen recibió y el Papa Gregorio IX, desde 1233, inició una investigación para la canonización. No obstante, nunca hubo canonización formal, ni siquiera Santa Catalina de Suecia, hija de Santa Brígida fue canonizada. Su proceso se desarrolló entre 1446 y1489, pero nunca se terminó y fue venerada como Santa sin siquiera estar canonizada.
    ¿Qué piensa usted de la tesis de Santo Tomás, también expuesta en el artículo canonizaciones del “Dictionnaire de Théologie catholique”, según la cual si el Papa no fuese infalible en una declaración solemne se engañaría asimismo y a la Iglesia?
    Es preciso disipar primeramente un equívoco semántico: un acto no infalible no es un acto equivocado que necesariamente engaña, sino un acto sometido a la posibilidad del error. De hecho este error podría ser rarísimo o nunca sucedido.Santo Tomás, siempre equilibrado su juicios, no es un “infalibilista” a ultranza. Como está justamente preocupado por salvaguardar la infalibilidad de la Iglesia,lo hace con un argumento razón teológica, a contrario. Su argumento puede ser recibido en sentido lato, pero admitiendo la posibilidad de excepciones. Estoy de acuerdo con él sobre el hecho de que la Iglesia, en su conjunto, no puede errar cuando canoniza. Pero esto no significa que cada acto de Iglesia sea en sí mismo infalible, como tampoco lo es en sí mismo infalible el acto de canonización. El asentimiento que se brinda a los actos de canonización es de fe eclesiástica, no divina. Esto significa que el fiel cree porque acepta el principio según el cual la Iglesia normalmente no se equivoca. La excepción no cancela la regla. Un acreditado teólogo alemán, Bernhard Bartmann, en su manual de Teología dogmática, (1962), compara el culto rendido a un falso santo con el homenaje rendido al falso embajador de un rey El error no quita el principio según el cual el rey tiene verdaderos embajadores y la Iglesia canonizar verdaderos santos.
    ¿En qué sentido entonces se puede hablar de infalibilidad de la Iglesia en las canonizaciones?
    Estoy convencido de que sería un grave error reducir la infalibilidad de la Iglesia al magisterio extraordinario del Romano Pontífice. La Iglesia no es infalible solamente cuando enseña de manera extraordinaria, sino también en su Magisterio ordinario . Pero así como existen condiciones de infalibilidad para el magisterio extraordinario existen condiciones de infalibilidad para el magisterio ordinario. Y la primera de ellas es su universalidad, que se verifica cuando una verdad de fe o de moral, es enseñada de manera constante a través del tiempo. El magisterio puede enseñar infaliblemente una doctrina con un acto definitorio del Papa o con un acto no definitorio del Magisterio ordinario, a condición de que esta doctrina haya sido constantemente conservada y mantenida por la Tradición, y haya sido trasmitida por el Magisterio ordinario y universal. La institución Ad Tuendam Fidem de la Congregación para la doctrina de la fe, del 18 mayo de 1998(n.2) lo confirma. Por analogía, se podía sostener que la Iglesia no puede equivocarse cuando confirma constantemente del tiempo verdades conexas a la fe, hechos dogmáticos, usos litúrgicos. También las canonizaciones pueden entrar en este grupo de verdades conexas. Se puede estar seguro de que santa Hildegarda de Bingen está en la gloria de los altares y puede ser propuesta como modelo, no porque haya sido solemnemente canonizada por un Papa, porque en su caso nunca existió una canonización , sino porque la Iglesia reconoció su culto, sin interrupción, desde su muerte. Con mayor razón, para los santos que tuvieron canonización formal, como San Francisco o Santo Domingo, la certeza infalible de su gloria nace del culto universal, en sentido diacrónico, que la Iglesia les ha tributado y no de la sentencia de canonización en sí misma. La Iglesia no engaña en su magisterio universal, pero se puede admitir un error de las autoridades eclesiásticas circunscrito en el tiempo y el espacio.
    ¿Quiere usted resumir su posición?
    La canonización de Juan XXIII es un acto solemne del Soberano Pontífice, que proviene de la suprema autoridad de la Iglesia y que debe ser recibida con el debido respeto, pero no es una sentencia en sí misma infalible. Para usar un lenguaje teológico, no es una doctrina de tenenda fidei,sino de pietate fidei. No siendo la canonización un dogma de fe, no existe para los católicos una obligación positiva de prestar asentimiento. El ejercicio de la razón, respaldado por un rigoroso reconocimiento de los hechos, demuestra con toda evidencia que el pontificado de Juan XXIII no ha sido beneficioso para la Iglesia. Si se debiese admitir que el Papa Roncalli ha ejercido de modo heroico las virtudes, cumpliendo su rol de Pontífice, se minarían las bases de los presupuestos racionales de mi fe. En la duda me atengo al dogma de fe establecido por el Concilio Vaticano I, según el cual no puede existir contradicción entre la fe y la razón . La fe sobrepasa la razón y la eleva, pero no la contradice, porque Dios, verdad por esencia, no es contradictorio. En conciencia, mantengo todas mi reservas sobre este acto de canonización” .

    (Texto original en http://www.cfnews.org/page88/files/6...0c2fc-217.html; traducción italiana en http://www.corrispondenzaromana.it/n...rto-de-mattei/)


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