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21Viernesago 2015Posted by fraygerundiodetormes in Artículos
Todavía recuerdo con nostalgia aquella película titulada Los Hermanos Marx en el Oeste, que tanto me hizo reír en mi infancia. A pesar de que hace tantos lustros que no veo el cine, me ha venido este recuerdo a las mientes cuando varios de mis novicios -interesados en conocer la historia del post-concilio-, me pedían un ejemplo claro con el que ilustrarles dicho periodo. He de reconocer que ha sido como un flash espontáneo. Pero como son tan ignorantes, he tenido que empezar por recomendarles que vean el final de la película en los yutubes esos que ellos tienen siempre a mano. Cuando han regresado, ya he podido meterles mejor en la sesera el tema que nos ocupa. Pobrecillos.
Para mí, Groucho Marx es el símbolo de la mayoría de la Jerarquía Católica, azuzada y empujada desde Muy Arriba, que desde los años 60 se dedicó a aumentar la velocidad de la locomotora, a base de echar al fuego los elementos constitutivos del mismo tren. Para que todo funcionara, era necesario que se le fuera echando más madera, incluso de los vagones -de ahí la famosa expresión-, para ganar de ese modo una gran velocidad ante la mirada atónita de los pasajeros.
De forma análoga, la velocidad de la Iglesia por intentar estar en el mundo, a favor del mundo y con las bendiciones del mundo, ha ido aumentando exponencialmente conforme se iba quemando (destruyendo), el constitutivo mismo de la Iglesia, sus elementos más propios, sus estructuras más ancentrales, su misma forma de ser y una rica Tradición de la que debería ser Guardiana. Todo sea por la velocidad. Todo sea por la aceleración. Todo sea para que los del mundo vean que estamos con ellos y comprendan que, si hay alguien experta en Humanidad, es precisamente nuestra locomotora.
-“Claro que hubo que establecer un orden de prioridades para echar al fuego”, explicaba yo ante los ojos de lince de mis jovenzuelos novicios.
Primero hubo que echar al fuego la fe en la Sagrada Escritura, haciendo ver que casi todo era producto de cuentos de viejas, milagritos novelados, trolas unánimamente aceptadas y mentiras para mentes de la pre-modernidad. Una vez aceptado esto, y como consecuencia lógica, había que calcinar la divinidad de Jesucristo, puesto que ya no tenía sentido alguno. Eso de que un Dios se hiciera hombre es muy fuerte para la moderna antropología. Y claro está que esto conllevaba acabar con el cuento chino de la virginidad de María, inconcebible y escandaloso también para la moderna fisiología.
¡¡Más madera!! gritaban desde las cátedras de Teología más encumbradas….
Claro está que en estas condiciones, es difícil pensar que este hombre Jesucristo hubiera tenido que verse obligado por su Padre a dar la vida por los pecados de los hombres. Así que se quemó el concepto de pecado y más aún el de pecado original. Resulta que para la moderna psicología, el concepto de pecado es algo que aparece en todas las religiones del mundo, en cuanto que expresa la auto-justificación del yo, que se exculpa de los condicionamientos inherentes a la estructura misma del cerebro humano nada más dejar de ser mono (¡toma ya!).
¡¡Más madera!! gritaban desde las Universidades Eclesiásticas más progresistas….
Pero claro, entonces resulta que eso de la Misa como Sacrificio es un bulo medieval que difícilemente puede ser aceptado por la mente moderna, que ve mucho más lógico el culto a los dioses de la antigüedad, cuando se adoraba al Sol y a la Mami-Tierra porque era lo que se veía con los ojos de la cara. Con lo cual se quemaron todas las consideraciones de la Santa Misa como sacrificio y se optó por la cuchipanda eclesial, francachela litúrgica o merendola dominical, según la zonas pastorales.
Y ya puestos, vamos a incendiar el sentido mismo del sacerdocio católico. Pues no hará falta alguien que ocupe el lugar del Hijo en la Cruz, una vez ridiculizado el sacrificio del Altar. Todo fuera. A partir de ahora, -decían cínicamente-, el sacerdote es un hombre como los demás. En el vestir, en el actuar, en el trabajo… y si acaso, que sea un poquitín más vulgar que el resto de la gente, para que se vea bien que no es una persona consagrada. Y ya de paso, vamos a meterle el mechero a la Vida Religiosa, pues la oración ha dejado de tener sentido para un alma moderna, ya que la verdadera oración es ayudar al afligido y compartir con los pobres. Y por cierto, las monjas que se vistan sin esos hábitos tan llamativos. Y que se revisen las Constituciones, pues ya no estamos en tiempos de Santa Teresa (tan querida en este hipócrita año teresiano). Fuera rejas y fuera contemplaciones.
¡¡Más madera!! gritaban desde las Sedes Episcopales más notables….
Bueno, pues entonces…. ejem… vamos a quemar el sentido de la necesidad de la Gracia, puesto que ya no hay Pecado ni Sacrificio. Vamos a pasar por el fuego el concepto mismo de sacramentos; pero para que se entienda mejor, vamos a destruir los sacramentos desde su base e implantación popular. Si decimos que todas las religiones son iguales, quemaremos el bautismo, que ya no hará falta. Si decimos que Dios perdona el pecado que por otra parte no existe, chamuscamos la Confesión. Si decimos que el Espíritu Santo está rondando por todas partes, achicharramos la Confirmación. Por tanto, las catequesis parroquiales se pueden dar sobre lo que se quiera, con tal de que lleguen todos a recibir el supuesto sacramento sin saber siquiera lo que es un sacramento. Ni falta que hace para la mente moderna, que no entiende de estas categorías filosóficas. Y como ya no hay que esperar en ir al Cielo y que nos pille la muerte en pecado mortal, vamos a churrascar la Extremaunción, que tampoco hace puñetera falta y además la gente se asusta. El que la quiera, que la pida por señas.
¡¡Más madera!! gritaban desde las Organizaciones Políticas y Sociales….
Bueno, puesto que lo pide la Onu y la Unesco y las modernas teorías pedagógicas, vamos a carbonizar la Familia tal como Dios la creó. La mente abierta de hoy exige otro tipo de modelo familiar, más acorde con los tiempos. Vamos a incinerar el sacramento del Matrimonio para que se case la menos gente posible. Y de paso, vamos a dar facilidades para que el divorcio se pueda implantar fácilmente, aunque le llamemos de otra forma. Total, da lo mismo. Hagamos Tribunales Eclesiásticos que descubran los entresijos nulos de todos los matrimonios cristianos que quieran separarse. Y aconsejemos a los interesados, qué deben declarar para que se les conceda la llamada nulidad. Y por cierto, que haya muchos Tribunales, pues esto requiere prisas, porque el marido moderno que quiere arrejuntarse tiene que ser tratado con la dignidad que se merece y no hacer esperar a la correspondiente esposa moderna que también quiere arrejuntarse con él. Mutatis mutandis, que decían en mi época. ¡Ah! y que comulguen todos pues ya hemos tostado también la Eucaristía, que no es otra cosa que un símbolo para compartir.
¡¡Más madera!! gritaban desde los conocidos Lobbys….
Bueno, pues vamos a socarrar la misma corporalidad que Dios creó y vamos a considerar un logro de la Humanidad el hecho de que cada uno elija su propio sexo, pues esto ya es normal en una cultura moderna que no se rige por valores caducos e impuestos por condicionamientos de épocas trasnochadas. Y como ya hemos dicho que no hay pecado, pues ¿quiénes somos para juzgar?, así que ánimo y a ser sencillos de corazón y no dar la tabarra a quien quiera cambiar de sexo o de hígado.
¡¡Más madera!! se volvía a escuchar desde las Sedes a las que nadie puede juzgar…
Pues ya está. Vamos ahora a dar otro pasito más y vamos a hacer que ardan esos matrimonios que todavía se casan por la Iglesia y que están dispuestos a llegar al Sacramento en total pureza y castidad (qué atrasados). A ver, a ver, qué se me ocurre… ¡ya está! vamos a legalizar (con las fotos, aunque no con las palabras; con los hechos, apareciendo como algo festivo), a esas novias que llegan a casarse por la Iglesia, vestidas de blanco, pero embarazadas. Para que se vea con claridad que aquí no pasa nada. Que el color blanco no es señal de pureza sino de entusiasmo pre-matrimonial, que es una categoría más moderna y cercana a la gente. Otra cerillita por aquí, otra cerillita por allá….. a ver si mientras tanto llega el Premio Nobel de la Paz.
La poca madera que queda, tiene los días contados. Antes de llegar al final, les recomiendo que vean la peliculita de los hermanos Marx. Si esto se hubiera sabido en los años cuarenta del siglo pasado, yo creo que Groucho Marx podría haber llegado a Cardenal-Arzobispo de Nueva York.
Menos mal que el Señor se reserva el destino final de la locomotora… y el delos pirómanos.
Última edición por Montealegre; 30/08/2015 a las 03:12
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