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Tema: Tutti Fratelli y tutti contenti

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    ¿Significa “participatio actuosa” lo mismo que “participación activa”?

    ¿Significa “participatio actuosa” lo mismo que “participación activa”?


    Les ofrecemos hoy un artículo de Augusto Merino Medina, conocido de nuestros lectores, donde aborda una cuestión trascendental para entender los cambios experimentados por la liturgia romana en el último siglo. Se trata del concepto de "participación activa", que se ha esgrimido como el argumento de mayor peso pastoral para el cambio de los ritos: el objetivo detrás de la reforma es que los fieles puedan participar de manera más directa e intensa en la liturgia. Sin embargo, si se acude a las fuentes, se comprueba que ese término significa en realidad otra cosa, y que nada tiene que ver sólo con comportamientos externos o con la lengua usada en las oraciones. El artículo recurre a esas fuentes y a los propósitos detrás del Movimiento Litúrgico al que se refería Pío XII en Mediator Dei (1947) para dar luz sobre el verdadero sentido que tiene la participación de los fieles en la liturgia, que puede explicarse también con aquella frase de San Juan de dar a Dios culto en espíritu y verdad (Jn 4, 23).
    ***

    ¿Significa “participatio actuosa” lo mismo que “participación activa”?

    Augusto Merino Medina

    Como se sabe, entre los varios propósitos con que se llevó a cabo la supuesta “reforma” litúrgica posconciliar por los miembros de Consilium, figura de modo muy preeminente, entre los que fueron declarados abiertamente, el de facilitar la “participación” de los fieles en la liturgia.

    El tema había sido recurrente, y muy apreciado, por los miembros del Mouvement Liturgique, cuyas ideas fueron las que, sin contrapeso, dominaron en la fabricación de la nueva Misa. Dom Bernard Botte (1883-1980), benedictino belga que formó parte deConsilium y a quien se debe, en gran parte, la creación -de infausta memoria- de la “Plegaria Eucarística II”, ilustra muy bien, al comienzo de su “Le mouvement liturgique. Temoignage et souvenirs”, el clima en que se abordaba esta cuestión: “La Misa era dicha por un viejo Padre casi afónico; incluso desde las primeras filas no se oía más que un murmullo. Nos poníamos de pie al evangelio, pero a nadie se le ocurría decirnos de qué hablaba este Evangelio. No se sabía ni siquiera qué santo se celebraba o por qué difuntos se decía la Misa con ornamentos negros. No existía el misal de los fieles. Uno podía sumergirse en algún libro de oraciones, sin importar cuál, pero nos espantaban la somnolencia, de vez en cuando, haciéndonos recitar en voz alta algunas decenas del rosario o cantar algún motete en latín o algún cántico en francés. El único momento en que rezábamos con el sacerdote tenía lugar al final de la Misa, cuando el celebrante, arrodillado delante del altar, recitaba las tres Avemarías y la Salve y demás oraciones prescritas por León XIII. […] En las dos parroquias de mi ciudad natal, las cosas no eran mucho mejores. Había Misas cantadas, pero se trataba de un diálogo entre el clero y el organista. El pueblo permanecía mudo y pasivo. Cada uno podía, a su antojo, recitar el rosario o zambullirse en Las más bellas oraciones de San Alfonso de Liguori o en laImitación de Cristo. […] Era, pues, el clero quien tenía a su cargo la liturgia”[1].

    Como se puede apreciar, es la “pasividad” de los fieles el blanco al que se dirige todas las críticas y el mal que, supuestamente, la reforma litúrgica debía remediar.



    Dom Bernard Botte OSB
    (Foto: Asociación Litúrgica Magnificat)

    Aparte de que, en un mundo como el moderno, la “actividad”, sobre todo la “productiva”, cuenta con todas las alabanzas y la “pasividad” merece todos los juicios peyorativos, fueron precisamente algunos Papas, comenzando por San Pío X, considerado por muchos como el martillo del modernismo, quienes se refirieron primeramente, en la época contemporánea, a lo que hoy se conoce como “participación” de los fieles. San Pío X, en el motu proprio Inter pastoralis officii sollicitudines, de 22 de noviembre de 1903, más conocido y citado por su título italiano, Tra le sollicitudine, escribe “participatio divinorum mysteriorum atque Ecclesiae communium et solemnium precum”. En la traducción castellana, a “participatio” (“participación”) se añadió, sin justificación alguna, el adjetivo “activa”, que no figura en el texto latino: “la participación activa en los sacrosantos misterios y en la pública y solemne oración de la Iglesia”. Y lo mismo ocurre con la traducción del mencionado texto al italiano y a las demás lenguas modernas.


    En este caso, Pío X se refería, concretamente, a estimular en los fieles el canto gregoriano durante las celebraciones litúrgicas. Pío XI recogió la preocupación por el uso del gregoriano y, para conmemorar el vigésimo quinto aniversario del motu proprio de Pío X, publicó la Constitución Apostólica Divini cultus, de 20 de diciembre de 1928, donde escribe “fideles conveniunt ut pietatem inde, tamquam ex praecipuo fonte, hauriant, veneranda Ecclesiae mysteria ac publicas sollemnesque preces actuose participando”, agregando en el núm. IX del mismo texto: “Quo autem actuosius fideles divinum cultum participent”. La traducción al castellano que se hizo del primero de dichos textos fue: “la participación activa en los sacrosantos misterios y en la oración solemne de la Iglesia”. Y la del segundo: “A fin de que los fieles tomen parte más activa en el culto divino”. En este caso, el adjetivo “actuosius” fue traducido como “másactivo”. De nuevo, en las traducciones al italiano y demás lenguas modernas se procedió del mismo modo.

    En su encíclica Mediator Dei, Pío XII aborda extensa y profundamente el tema de la participación del pueblo en la sagrada liturgia, sin dejar lugar a dudas sobre cuál es el verdadero sentido de la participación de los fieles en ella, es decir, una penetración cada vez más profunda en el espíritu sacrificial de la acción sagrada y el ofrecimiento espiritual de sí mismo por parte de cada cristiano que asiste al Santo Sacrificio, en unión lo más íntima posible con el sacrificio que Jesús ofrece de Sí Mismo por manos del sacerdote. En el horizonte de la mente del Papa está, finalmente, la actitud contemplativa, que es la cima de la actividad espiritual, la actividad espiritual más intensa, e insiste en los muy diversos medios que existen para acceder a ella, y que están a disposición de los fieles, además del misal individual.

    En este breve análisis de las traducciones de estos textos papales, nos limitaremos aquí, en el caso de Pío XII, a señalar que, cuando éste se refiere a la “participación” de los fieles, lo hace continuando el uso de la misma expresión empleada por Pío X, como lo ilustra, entre otros muchos, el siguiente texto: “atque adeo christiana plebs Liturgiam tam actuose participet, ut haec reapse sacra actio fiat”. Ahora bien, este texto, siguiendo el hilo de incorrectas traducciones, que data desde Pío X, está vertido al castellano del siguiente modo: “y así el pueblo fiel participe tan activamente en la liturgia, que realmente sea una acción sagrada”.

    Se puede apreciar que, de este modo, a lo largo de medio siglo, los traductores de los textos latinos han dado, mañosamente, en verter la expresión latina “actuose” por “activamente”. No sorprende, pues, que la Constitución Sacrosanctum Consilium sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano haya usado las mismas expresiones ya referidas, poniendo en práctica la estrategia de los modernistas del Mouvement Liturgique de no llamar la atención de la jerarquía con sus novedades.


    En efecto, dicha Constitución dice lo siguiente: “Ideo sacris pastoribus advigilandum est ut in actione liturgica non solum observentur leges ad validam et licitam celebrationem, sed ut fideles scienter, actuose et fructuose eandem participent” (núm,. 11), lo cual está traducido, como era de esperarse, del siguiente modo: “sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente”.



    Pío XII en su oratorio privado
    (Foto: FSSPX)

    Este juego de prestidigitación lingüística continúa en el resto de los lugares donde dicha Constitución habla de participación de los fieles: “Valde cupit Mater Ecclesia ut fideles universi ad plenam illam, consciam atque actuosam liturgicarum celebrationum participationem ducantur” (núm. 14) (“La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas”); “Quae totius populi plena et actuosa participatio, in instauranda et fovenda sacra Liturgia, summopere est attendenda” (núm. 14) (“hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo”); “Liturgicam institutionem necnon actuosam fidelium participationem, internam et externam”(núm. 19) (“Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa”); “eaque populus christianus, in quantum fieri potest, facile percipere atque plena, actuosa et communitatis propria celebratione participare possit” (núm. 21) (“el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria”); “cum frequentia et actuosa participatione fidelium” (núm. 27) (“con asistencia y participación activa de los fieles”); “Ad actuosam participationem promovendam, populi acclamationes, responsiones, psalmodia, antiphonae, cantica, necnon actiones seu gestus et corporis habitus foveantur” (núm. 30) (“Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales”); “in plenaria et actuosa participatione totius plebis” (núm. 41) (“la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios”); “sacram actionem conscie, pie et actuose participent” (núm. 48) (“participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada”); “atque pia et actuosa fidelium participatio facilior reddatur” (núm. 50) (“más fácil la piadosa y activa participación de los fieles”); “ratione habita normae primariae de conscia, actuosa et facili participatione fidelium” (núm. 79) (“la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de los fieles); “populus actuose participet” (núm. 113) (“el pueblo participa activamente”); “universus fidelium coetus actuosam participationem sibi propriam praestare valeat, ad normam art. 28 et 30” (núm. 114) (“toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde, a tenor de los artículos 28 y 30”); “ad fidelium actuosam participationem obtinendam idoneae sint” (núm. 124) (“para conseguir la participación activa de los fieles”).

    Por su parte, en el mismo período, es decir, la primera mitad del sigo XX, los experimentadores litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II, especialmente los pertenecientes al Mouvement Liturgique, todos los cuales, por lo general, procedieron en sus experimentos sin autorización de la jerarquía o a espaldas de ella, desarrollaron la idea de “actividad” de los fieles en el rito sagrado, concibiendo ésta principalmente de un modo exterior, como un conjunto de acciones físicas de los fieles, en reacción contra esa “somnolencia”, “mudez” y “pasividad” física que era, según decía Dom Botte -partícipe de dicho Mouvement-, la tónica de su presencia en la Misa.


    El punto, naturalmente, es si tal modo de entender la participación de los fieles coincide con lo que los Papas, durante ese período, han entendido y expresado mediante el término “actuosus”, prolongando la doctrina católica.
    El tema de la traducción defectuosa, sea por ignorancia o por algún motivo no declarado, es de máxima importancia. Quizá sería excesivo sospechar de intenciones ocultas en los traductores de Tra le sollicitudine, aunque en aquella época de lucha contra el modernismo ello no sea imposible como manifestación solapada de éste. Lo que ocurrió ya durante Pío XI y Pío XII, plantea, en cambio, dudas justificadas, considerando especialmente que el modernismo, lejos de desaparecer de la Iglesia después de la arremetida de Pío X, se había replegado, escondido y camuflado en los centros de estudio de la liturgia, como el citado Mouvement Liturgique. Es sabido que, por la vía de las traducciones, los modernistas, ya sin freno después del Concilio, incurrieron en gravísimas distorsiones. Como ilustración de esto, basta recordar lo que, al respecto, cuenta el P. Louis Bouyer: “En una de sus reuniones [de la Comisión Teológica Internacional] el P. Lubac aprovechó la ocasión para someter a la consideración de los miembros de lengua francesa una carta destinada al Papa [Pablo VI] que ponía en evidencia todos los disparates, evidentemente deliberados, existentes en la versión francesa de los nuevos libros litúrgicos, que había sido, no obstante, declarada conforme al texto latino auténtico por Bugnini […] Todos, impactados por el carácter escandaloso de esta manipulación, incluido el P. Congar, tan preocupado de no oponerse a lo que él llamaba “la renovación de la Iglesia”, firmaron este documento abrumador sin dudarlo un instante. Ocho días después, Bugnini era expulsado por el Papa […]”[2].

    No hay motivos, pues, para creer inocente el agregado del adjetivo “activa” al texto antes citado de Pío X ni la traducción de “actuosa” por “activa” en los textos de los otros Papas mencionados y, especialmente en los textos de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia. En efecto, la idea de una “actividad” de los fieles laicos en el Santo Sacrificio no fue pensada por los modernistas sólo a fin de poner término a una “pasividad” negativa que los alejaba de los misterios sagrados, privándolos, supuestamente, de las gracias que ésos confieren, sino que como un paso práctico hacia la derogación teórica de la doctrina sobre la diferencia esencial entre el sacerdocio común de los fieles, que adquieren éstos por el bautismo, y el sacerdocio ministerial, que se adquiere por el sacramento del orden sagrado.


    Recuérdese que, desde comienzos del siglo XX, coincidiendo con el inicio de su perversión respecto de la concepción inicial del Mouvement Liturgique, Dom Lambert Beauduin (1873-1960) y otros miembros de éste vincularon íntimamente la liturgia con el movimiento ecuménico, por lo que, como al final vino a quedar claro, al momento de llevarse a cabo la revisión ordenada por el Concilio Vaticano II, entre los objetivos que se habían propuesto los miembros de Consilium para dicha revisión estaba el de quitar de la liturgia de la Misa todo rastro ritual y, por ende, teológico que pudiera ofender la sensibilidad protestante, la cual en este punto, como se sabe, no reconoce la especificidad del sacerdocio ministerial conferido por el sacramento del orden sagrado[3]. Encargar a los laicos determinadas actividades y funciones en la Misa fue, pues, un modo de proclamar de modo práctico que ellos tienen derecho a realizarlas debido a un sacerdocio, cada vez más conceptualmente inespecífico, del que forman parte. Naturalmente, tal cosa es absolutamente ajena a la doctrina católica. Hay que puntualizar, con todo, que los noveles modos de actividad de los fieles laicos y las nuevas funciones que se les asignó fueron frecuentemente resultado más de los abusos litúrgicos que se iniciaron acabadas las tareas de Consilium, pero al amparo del clima que éste creó y fomentó.




    Dom Lambert Beauduin OSB
    (Foto: Catholic Conclave)

    Una sencilla revisión de cualquier diccionario latino nos revela que “actuosus” no significa “activo”, sino que conlleva la idea, más bien, de intensidad, vehemencia, profundidad, vivacidad en una determinada acción. La “actuositas” puede consistir en una experiencia interior profunda, vívida, honda, perfectamente compatible con una total falta de actividad corporal exterior. De hecho, la actividad específicamente humana, máximamente humana por tanto, es la de conocer intelectualmente, cuya culminación es, al cabo, la contemplación pura. Esta no requiere de movimientos corporales exteriores, porque, al contrario, como se sabe, suele realizarse de mejor modo en la más perfecta quietud, reposo y silencio. Es cierto que las acciones interiores de un ente corpóreo, como es el hombre, se manifiestan exteriormente de algún modo o en algún grado; pero la experiencia contemplativa, por ejemplo, difícilmente se expresará en acciones tales como leer la epístola desde el presbiterio sin estar autorizado para ello, o en trajinar por él llevando copones consagrados, o en distribuir la comunión sin ser clérigo de manos ungidas.


    Una participación “actuosa” puede, pues, alcanzar el máximo de intensidad asequible al ser humano sin necesidad de desplazamiento físico, sin gesticulaciones ni gestos, sin decir ni hacer nada audible o visible. Y es a ésta a la que se han referido los pontífices antes mencionados cuando hablaron de “participatio” y de “participatio actuosa”. De ellos, quien más se ha extendido en este tema, abordándolo sistemáticamente, es Pío XII en su ya mencionada encíclica.

    Parte diciendo el pontífice que “para que todos los pecadores se purifiquen en la sangre del Cordero, es necesaria su propia colaboración. Aunque Cristo, hablando en términos generales, haya reconciliado a todo el género humano con el Padre por medio de su muerte cruenta, quiso, sin embargo, que todos se acercasen y fuesen llevados a la cruz por medio de los sacramentos y por medio del sacrificio de la Eucaristía, para poder obtener los frutos de salvación por Él en la misma cruz ganados. Con esta participación actual y personal, de la misma manera que los miembros se asemejan cada día más a la Cabeza divina, así también la salvación que de la Cabeza viene, afluye en los miembros, de manera que cada uno de nosotros puede repetir las palabras de San Pablo: «Estoy clavado en la cruz juntamente con Cristo, y yo vivo, o más bien no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí»” (Mediator Dei, núm. 97).


    Esa colaboración de que habla el Papa se materializa en el esfuerzo de cada uno por unirse al Santo Sacrificio: “Conviene, pues, venerables hermanos, que todos los fieles se den cuenta de que su principal deber y su mayor dignidad consiste en la participación en el sacrificio eucarístico; y eso, no con un espíritu pasivo y negligente, discurriendo y divagando por otras cosas, sino de un modo tan intenso y tan activo, que estrechísimamente se unan con el Sumo Sacerdote, según aquello del Apóstol: «Habéis de tener en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo»; y ofrezcan aquel sacrificio juntamente con Él y por Él, y con Él se ofrezcan también a sí mismos” (Mediator Dei, núm. 99).

    Este ofrecimiento del sacrificio por parte de los fieles y este ofrecimiento de sí mismos es objeto de un análisis cuidadoso de Pío XII: “al poner el sacerdote sobre el altar la divina víctima, la ofrece a Dios Padre como una oblación a gloria de la Santísima Trinidad y para el bien de toda la Iglesia. En esta oblación, en sentido estricto, participan los fieles a su manera y bajo un doble aspecto; pues no sólo por manos del sacerdote, sino también en cierto modo juntamente con él, ofrecen el sacrificio; con la cual participación también la oblación del pueblo pertenece al culto litúrgico” (Mediator Dei, núm. 113). Inmediatamente el Papa aclara el sentido de este ofrecimiento por parte de los fieles, como si hubiera tenido presentes las tendencias protestantizantes, en lo relativo al sacerdocio cristiano, que comenzaban a aflorar en medios cercanos alMouvement Liturgique: “Pero no se dice que el pueblo ofrezca juntamente con el sacerdote porque los miembros de la Iglesia realicen el rito litúrgico visible de la misma manera que el sacerdote, lo cual es propio exclusivamente del ministro destinado a ello por Dios, sino porque une sus votos de alabanza, de impetración, de expiación y de acción de gracias a los votos o intención del sacerdote, más aún, del mismo Sumo Sacerdote, para que sean ofrecidos a Dios Padre en la misma oblación de la víctima, incluso con el mismo rito externo del sacerdote” (Mediator Dei, núm. 115).

    El Papa insiste especialmente en este punto, que posteriormente dio pie a tantos errores teológicos y abusos litúrgicos: “En estos casos se alega erróneamente el carácter social del sacrificio eucarístico” (Mediator Dei, núm. 118). Inmediatamente se sale al paso de las nuevas teorías teológicas que comenzaban a campear ya en aquella época, y aclara el papa: “de ningún modo se requiere que el pueblo ratifique lo que hace el ministro del altar” (Mediator Dei, núm. 118).


    El P. Louis Bouyer (der.)
    (Foto: Aleteia)

    Con todo, el ofrecimiento que el fiel hace de sí mismo uniéndose a este sacrificio es presentado como algo que, en hondura y extensión, abarca a la vida entera, no limitándose a una vivencia restringida al momento en que se realiza la acción sagrada:
    “120. Mas para que la oblación con la cual en este sacrificio los fieles ofrecen al Padre celestial la víctima divina alcance su pleno efecto, conviene añadir otra cosa: es preciso que se inmolen a sí mismos como hostias.

    “121. Y ciertamente esta inmolación no se reduce sólo al sacrificio litúrgico, pues el Príncipe de los Apóstoles quiere que, puesto que somos edificados en Cristo como piedras vivas, podamos como «un orden de sacerdotes santos ofrecer víctimas espirituales que sean agradables a Dios por Jesucristo»; y el apóstol San Pablo, sin hacer ninguna distinción de tiempo, exhorta a los cristianos con estas palabras: «Os ruego... que le ofrezcáis vuestros cuerpos como una hostia viva, santa y agradable a sus ojos, que es el culto racional que debéis ofrecerle».

    “122. Mas cuando sobre todo los fieles participan en la acción litúrgica con tan gran piedad y atención, que de ellos se puede decir en verdad: «cuya fe y devoción te es conocida» entonces no podrá menos de suceder sino que la fe de cada uno actúe más vivamente por medio de la caridad, que la piedad se fortalezca y arda, que todos y cada uno se consagren a procurar la divina gloria y que, ardientemente deseosos de asemejarse a Jesucristo, que sufrió tan acerbos dolores, se ofrezcan como hostia espiritual con el Sumo Sacerdote y por su medio”.

    Y a fin de que quede clara la profundidad que se exige a la participación del fiel cristiano, añade el pontífice:

    “Y casi del mismo modo, en los sagrados libros de la liturgia, se advierte a los cristianos que se acercan al altar para participar en el santo sacrificio: «Ofrézcase en este... altar el culto de la inocencia, inmólese la soberbia, sacrifíquese la ira, mortifíquese la lujuria y toda lascivia, ofrézcase en vez de incienso el sacrificio de la castidad, y en vez de pichones el sacrificio de la inocencia». Así pues, mientras estamos junto al altar hemos de transformar nuestra alma de manera que se extinga totalmente en ella todo lo que es pecado, e intensamente se fomente y robustezca cuanto engendra la vida eterna por medio de Jesucristo, de modo que nos hagamos, junto con la Hostia inmaculada, víctima aceptable al Eterno Padre”
    (núm. 123).

    Es ésta la participación “actuosa”, es decir, intensa, profunda, viva, que se pide a los fieles, más que cualquier actividad exterior como el cantar o el desempeñar determinados encargos y movimientos y traslaciones dentro del templo. Vale la pena citar en extenso algunos otros párrafos de Mediator Dei en que el Papa desarrolla estas ideas:

    125. Todos los elementos de la liturgia conducen, pues, a que nuestra alma reproduzca en sí misma la imagen de nuestro divino Redentor, según aquello del Apóstol de las gentes: «Estoy clavado juntamente con Cristo en la cruz, y yo vivo, o más bien no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí». Por lo cual nos hacemos como una hostia, juntamente con Cristo, para aumentar la gloria del Eterno Padre.

    “126. A eso, pues, los fieles deben dirigir y elevar sus almas al ofrecer la víctima divina en el sacrificio eucarístico. Pues si, como escribe San Agustín, nuestro misterio está puesto en la mesa del Señor, es decir, el mismo Cristo Señor nuestro en cuanto es Cabeza y símbolo de aquella unión por la cual nosotros somos el Cuerpo místico de Cristo y miembros de su Cuerpo; si San Roberto Belarmino, conforme a la mente de San Agustín, enseña que en el sacrificio del altar está significado el sacrificio general por el cual todo el Cuerpo místico de Cristo, es decir, todo el mundo redimido, es ofrecido a Dios por el gran Sacerdote, Cristo; nada puede pensarse más recto ni más justo que el inmolarnos también todos nosotros al Eterno Padre, juntamente con nuestra Cabeza, que por nosotros sufrió. Porque en el sacramento del altar, según el mismo San Agustín, se muestra a la Iglesia que en el sacrificio que ofrece, ella misma es ofrecida.

    “127. Adviertan, pues, los fieles cristianos a qué dignidad los ha elevado el sagrado bautismo, y no se contenten con participar en el sacrificio eucarístico con aquella intención general que es propia de los miembros de Cristo y de los hijos de la Iglesia, sino que, unidos de la manera más espontánea e íntima que sea posible con el Sumo Sacerdote y con su ministro en la tierra, según el espíritu de la sagrada liturgia, se unan con El de un modo particular cuando se realiza la consagración de la Hostia divina, y la ofrezcan juntamente con El al pronunciarse aquellas solemnes palabras: «Por El, con El y en El, a ti, Dios Padre omnipotente, en unidad del Espíritu Santo, es dada toda honra y gloria por todos los siglos de los siglos»; a las cuales palabras el pueblo responde: «Amén». Y no se olviden los fieles cristianos de ofrecer, juntamente con su divina Cabeza clavada en la cruz, a sí propios, sus preocupaciones, sus dolores, angustias, miserias y necesidades”.

    Ahora bien, para salir al encuentro de críticas como las que hace Dom Botte, que hemos citado anteriormente, el Papa escribe:
    “128. Son, pues, muy dignos de alabanza los que, deseosos de que el pueblo cristiano participe más fácilmente y con mayor provecho en el sacrificio eucarístico, se esfuerzan en poner el «Misal Romano» en manos de los fieles, de modo que, en unión con el sacerdote, oren con él con sus mismas palabras y con los mismos sentimientos de la Iglesia; y del mismo modo son de alabar los que se afanan por que la liturgia, aun externamente, sea una acción sagrada, en la cual tomen realmente parte todos los presentes. Esto puede hacerse de muchas maneras, bien sea que todo el pueblo, según las normas de los sagrados ritos, responda ordenadamente a las palabras del sacerdote, o entone cánticos adaptados a las diversas partes del sacrificio, o haga entrambas cosas, o bien en las misas solemnes responda alternativamente a las preces del mismo ministro de Jesucristo y se una al cántico litúrgico”.



    Monseñor Annibale Bugnini con el papa Pablo VI
    (Foto: Catholic Herald)


    Pío XII, sin embargo, con auténtico espíritu “pastoral”, lleno de comprensión y pronto a rechazar exigencias de comportamiento externas uniformes por parte de los fieles, agrega, en un párrafo que, seguramente, ha de haber causado escozor entre los adeptos del Mouvement Liturgique, que se constituían en exigentes “peritos” y jueces de los asistentes a la Santa Misa:

    “133. […] no pocos fieles cristianos son incapaces de usar el «Misal Romano», aunque esté traducido en lengua vulgar; y no todos están preparados para entender rectamente los ritos y las fórmulas litúrgicas. El talento, la índole y la mente de los hombres son tan diversos y tan desemejantes unos de otros, que no todos pueden sentirse igualmente movidos y guiados con las preces, los cánticos y las acciones sagradas realizadas en común. Además, las necesidades de las almas y sus preferencias no son iguales en todos, ni siempre perduran las mismas en una misma persona. ¿Quién, llevado de ese prejuicio, se atreverá a afirmar que todos esos cristianos no pueden participar en el sacrificio eucarístico y gozar de sus beneficios? Pueden, ciertamente, echar mano de otra manera, que a algunos les resulta más fácil: como, por ejemplo, meditando piadosamente los misterios de Jesucristo, o haciendo otros ejercicios de piedad, y rezando otras oraciones que, aunque diferentes de los sagrados ritos en la forma, sin embargo concuerdan con ellos por su misma naturaleza”.

    Esto trae a la memoria los sardónicos comentarios de Dom Botte sobre el pueblo que “permanecía mudo y pasivo. Cada uno podía, a su antojo, recitar el rosario o zambullirse en Las más bellas oraciones de San Alfonso de Liguori o en la Imitación de Cristo. Quizá esos cristianos “mudos y pasivos” se unían interiormente con una intensidad mucho mayor y más profunda al Santo Sacrificio que otros que se perdían en el misal buscando sin éxito, durante largos minutos, esta página o la otra. Esa participación, hecha de un modo espiritual e intenso, puede llegar a su culminación en la “comunión del augusto sacramento”.
    Finalmente, y ante la insistencia de los miembros del Mouvement Liturgique en una participación exterior visible y audible de los fieles en la liturgia, el Papa declara:

    Pero todavía hay algo de mucho mayor importancia, venerables hermanos, que queremos recomendar con especial interés a vuestra diligencia y celo apostólico. Todo lo que se refiere al culto religioso externo tiene realmente su importancia; pero el alma de todo ello ha de ser que los cristianos vivan la vida de la liturgia, nutriendo y fomentando su inspiración sobrenatural” (núm. 242).

    Así pues, Pío XII realiza una magistral exposición del sentido que tiene una “participatio actuosa”, que no se confunde para nada con esa “participación activa” que ha llegado a ser hoy el criterio de la participación de los fieles en la liturgia reformada, especialmente del Santo Sacrificio, para cuya realización se los somete a una regimentación de las posturas corporales como nunca se había dado antes en la Iglesia, se los “anima” mediante explicaciones extemporáneas, sobre la marcha, de los ritos, rompiendo con ello impertinentemente el clima sagrado de recogimiento que debe existir en la acción sagrada, y se les impone la realización de una serie de actividades y funciones que siempre fueron propias del clero ungido, comunicando con ello la sensación de que el pueblo es tan sacerdote, y al mismo título, que el celebrante. Y todo ello sin que el pueblo haya mejorado un ápice su adecuada comprensión de lo que es, en esencia, la Misa; por el contrario, se le ha inculcado la errónea idea protestante de que ella no es sino “la cena del Señor”, expresión prácticamente inexistente en los dos mil años de existencia de la Iglesia, la cual fue empleada por primera vez, con asiduidad, por Lutero.




    [1] Botte, B., Le Mouvement Liturgique. Témoignage et souvenirs, París, Desclée et Cie., 1973, p. 10.

    [2] Bouyer, L., Mémoires, París, Editions du Cerf, 2014, pp. 203-204.

    [3] Annibale Bugnini, quien dirigió el Consilium, haciendo de él lo que quiso según sus propios objetivos, declaró en una entrevista que la reforma litúrgica llevaba la impronta del “deseo de apartar cualquier piedra que pudiera constituir aunque fuera la mera sombra de un obstáculo o de un desagrado para los hermanos separados”. Citado por Petrucci, Pier Paolo, “Per non dimenticare”, Una Vox, enero de 2014, disponible aquí. El propio Pablo VI declaró en una oportunidad que “[a]l esfuerzo que se pide a los hermanos separados para que vuelvan a la unidad, debe corresponder el esfuerzo, por mortificante que nos resulte, de purificar a la Iglesia romana en sus ritos, para que se vuelva deseable y habitable”. Véase Guitton, J., Paolo VI segreto, Milán, San Paolo, 4a ed., 2004, p. 59.




    Asociación Litúrgica Magnificat: ¿Significa “participatio actuosa” lo mismo que “participación activa”?



    Última edición por Hyeronimus; 05/10/2020 a las 20:08 Razón: Por error salió repetido. Intenté sustituirlo otro pero no le cambió el título, y no lo puedo borrar.

  2. #2
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    Re: ¿Significa “participatio actuosa” lo mismo que “participación activa”?

    (repetido)
    Última edición por DOBLE AGUILA; 06/10/2020 a las 00:41

  3. #3
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    Re: Tutti Fratelli y tutti contenti

    Mejor responde en el otro hilo del mismo nombre. Es que me pasó una cosa muy rara. El hilo titulado "Tutti fratelli e tutti contenti" por alguna razón se envió dos veces en vez de una. Intenté borrar uno de los dos, pero no encontré el botón de borrar que suele aparecer cuando se edita un mensaje. Entonces se me ocurrió borrar todo el texto, el título incluido, y poner un mensaje diferente, pero aunque me aceptó el nuevo título no me lo cambió y quedaron dos hilos diferentes con un mismo título. Así que tuve que repetir otra vez el otro hilo pero con su verdadero título, no con este, vaya lío. A ver si Donoso lo puede cambiar, pero parece que últimamente anda muy perdido, debe de estar muy ocupado.

  4. #4
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    Re: Tutti Fratelli y tutti contenti

    De acuerdo.

  5. #5
    Avatar de Valmadian
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    Re: Tutti Fratelli y tutti contenti

    Necesariamente esclarecedor, es a nuestros pastores a quienes incumbe la tarea de conducir a la grey en mitad de la tempestad que Satanás ha desencadenado sobre el mundo. Ha llamado la atención de muchos que en las 70 páginas del documento no se haya hecho mención alguna al genocidio del aborto, ni se mencione siquiera la tarea de la salvación que para eso existe la propia Iglesia.


    Viganò: “Fratelli tutti no sólo está falta de Fe; carece igualmente de Esperanza y de Caridad”
    Por
    Mons. Carlo Maria Viganò

    17/10/2020

    TRES PREGUNTAS DE JOHN HENRY WESTEN A CARLO MARIA VIGANÒ

    ¿Qué opina de Fratelli tutti, en particular con respecto al silencio de la encíclica en torno a lo que ésta califica de «mayores preocupaciones» de los políticos?


    Al hablar de las preocupaciones que más deberían promover la acción de los políticos, Fratelli tutti menciona «el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado». Todas estas cosas son plagas que se deben denunciar, pero creo que todo el mundo las reconoce como tales. El punto focal, y mucho más importante desde el punto de vista moral, sobre el que calla la encíclica, es el aborto, que por desgracia hoy se reivindica como un derecho2.

    Este silencio atronador sobre el crimen más odioso a los ojos de Dios –dado que se comete contra una criatura inocente e indefensa privándola de la vida– delata la cortedad de miras de ese manifiesto ideológico al servicio del Nuevo Orden Mundial. Estrabismo que contempla los planteamientos del pensamiento único con total sumisión ideológica y a las enseñanzas del Evangelio con la mirada miope y avergonzada de quien lo considera inviable y desfasado.

    Se pasa totalmente por alto la dimensión espiritual y trascendente, así como la moral natural y católica. Ahora bien, ¿qué fraternidad podrá haber entre los seres humanos cuando no se da importancia al hecho de matar a un inocente? ¿Cómo se puede condenar la exclusión social mientras se calla la más criminal de las exclusiones sociales, la de un hijo que tiene derecho a vivir, a crecer, a amar y ser amado, a adorar y servir a Dios y a alcanzar la vida eterna? ¿De qué sirve ocuparse del tráfico de armas si se puede declarar hermanos a quienes desmiembran a un niño en el vientre materno, a quien aspira un cerebro un instante antes del parto? ¿Cómo es posible anteponer la fraternidad al horror de envenenar al enfermo o al anciano privándolo de la posibilidad de unirse a la Pasión del Señor en el sufrimiento? ¿Qué respeto a la naturaleza cabe invocar cuando se acepta que es posible modificar el sexo de la persona inscrito en nuestros cromosomas, o que se pueda considerar familia a la estéril unión de dos hombres o dos mujeres? La furia destructora de la madre tierra no vale para quienes, manipulando la obra admirable del Creador, se arrogan el derecho de modificar el ADN de plantas, animales y seres humanos.

    La encíclica Fratelli tutti no sólo está falta de Fe; carece igualmente de Esperanza y de Caridad.

    En su texto no se percibe el eco de la voz del Divino Pastor y Médico de las almas, sino el gruñido del lobo rapaz o el silencio del mercenario (Jn. 10,10). No hay el menor atisbo de amor ni a Dios ni al prójimo, porque para desear verdaderamente el bien del hombre actual es necesario despertarlo de la hipnosis buenista, ecologista, pacifista, ecumenista y mundialista. Para amar al hombre pecador y rebelde, es preciso hacerle entender que lejos de su Creador y Señor terminará por ser esclavo de Satanás y de sí mismo, así como que su fraternidad con otros condenados no remediará la inevitable enemistad con Dios; que no serán el mundo y la filantropía quienes lo juzguen, sino Nuestro Señor, que también murió por él en la Cruz.

    Creo que esta lamentabilísima Fratelli tutti representa en cierto modo el vacío de un corazón marchito, de un ciego privado de la visión sobrenatural que a tientas trata de responder a quien –empezando por él mismo– desconoce. Sé bien que es una afirmación dolorosa y grave, pero creo que más que preguntarnos por la ortodoxia de este documento tendremos que preguntarnos cuál es el estado de un alma incapaz de experimentar un arranque de Caridad, de dejarse abrazar por un rayo divino en la gris monotonía de un sueño utópico, caduco y cerrado a la gracia de Dios.

    El introito de la Misa de este domingo nos suena a modo de advertencia:

    Salus populi ego sum, dicit Dominus: de quacumque tribulatione clamaverint ad me, exaudiam eos: et ero illorum Dominus in perpetuum. Attendite, popule meus, legem meam: inclinate aure vestram in verba oris mei.3

    El Señor es la salvación de su pueblo, que será escuchado en la tribulación a condición de que opte por la ley de Él. Nos lo dice Nuestro Señor sin medias tintas: «Separados de Mí no podéis hacer nada» (Jn15, 5). La utopía de la Torre de Babel, por mucho que se actualice y se muestre bajo las novedosas apariencias de las Naciones Unidas o el Nuevo Orden Mundial, está destinada a desmoronarse y a que no quede piedra sobre piedra porque no está fundada sobre la piedra angular que es Cristo:

    «He aquí que son un solo pueblo y tienen todos una misma lengua. ¡Y esto es sólo el comienzo de sus obras! Ahora, nada les impedirá realizar sus propósitos. Ea, pues, descendamos, y confundamos allí mismo su lengua, de modo que no entienda uno el habla del otro» (Gn. 11,6-7).

    El pacifismo mundialista y ecuménico de Fratelli tutti contempla un paraíso en la Tierra que no se funda en el deseo de reconocer la realeza de Cristo sobre la sociedad y sobre todo el mundo, sino en ocultar el escándalo de la Cruz, considerada factor de división, en vez de única esperanza de salvación para la humanidad; en olvidar que las injusticias sociales y los males que afligen al mundo son consecuencia del pecado, y que sólo conformándonos a la voluntad de Dios podremos esperar la paz y la concordia entre los hombres. Hombres que únicamente pueden ser hermanos en Cristo reconociendo la paternidad de Dios.

    En la encíclica brilla la Esperanza por su ausencia, esperanza entendida como una virtud teologal infundida por Dios en el alma, por la cual aspiramos al Reino de los Cielos y la vida eterna, cifrando nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos en la Gracia del Espíritu Santo 4 en lugar de en nuestras propias fuerzas. Esperar que una fraternidad horizontal garantice la paz y la justicia no tiene nada de sobrenatural, porque no tiene la vista en el Reino de los Cielos, no se apoya en las promesas de Cristo ni considera necesaria la Gracia divina, confiando por el contrario en el hombre corrompido por el pecado original e inclinado por tanto al mal. Quien nutre estas falsas esperanzas –afirmando entre otras cosas que no es necesario creer en Dios para ir al paraíso5— ni realiza un acto de caridad, sino que por el contrario estimula a los pecadores a seguir por el camino del pecado y la perdición y haciéndose con ello cómplice de su condenación y desesperación. Contradice además las propias palabras del Salvador: «Os dije que moriréis en vuestros pecados. Sí, si no creéis que Yo soy (el Cristo), moriréis en vuestros pecados» (Jn. 8, 24).

    Añadiré con gran pesar que últimamente no aparece la respuesta de la Iglesia al mal, la muerte, la enfermedad, el sufrimiento y las injusticias del mundo, más bien brilla por su ausencia. Como si el Evangelio no tuviera nada que decir al hombre de hoy, o si lo que le dice estuviera desfasado o careciera de actualidad. «No quiero ofrecer recetas que no sirven; ésta es la realidad ».6

    La sangre se hiela al leer estas palabras: «¿Es Dios injusto? Sí, fue injusto con su Hijo: lo mandó a la Cruz ».7

    No hace falta refutar esta afirmación; basta con señalar que si se niega que el pecado sea la causa del dolor y la muerte que afligen a la humanidad, se termina inevitablemente por echar la culpa a Dios tildándolo de injusto y excluyéndolo por tanto del propio horizonte. Se entiende, pues que la búsqueda de la fraternidad humana esté compendiada en las palabras del salmista: «Os dije que moriréis en vuestros pecados. Sí, si no creéis que Yo soy (el Cristo), moriréis en vuestros pecados» (Sal 2, 2).

    De este modo la Iglesia –mejor dicho, la falsificación que la eclipsa casi del todo– no brinda la menor respuesta católica al hombre desesperado y sediento de verdad, sino que contribuye a aumentar el escándalo del dolor y del sufrimiento cuya causa es el pecado, achacándole la responsabilidad a Dios y blasfemando al llamarlo injusto.

    Excelencia, supongo que habrá visto a los dirigentes pro vida de los EE.UU. implorar a los obispos que declaren abiertamente que el aborto es la cuestión preeminente en estas elecciones presidenciales. Varios obispos han afirmado todo lo contrario, y se están aprovechando de puntos de la encíclica para respaldar sus ideas. ¿Qué propone a sus hermanos en el episcopado y a los fieles?

    El silencio en torno al aborto es una señal terrible del extravío espiritual y moral de un sector de la Jerarquía que reniega de su misión porque ha renegado de Cristo. Y así como en el aborto la madre mata al hijo al que debería amar, proteger y generar para la vida terrena, en el fraude actual la Iglesia, que Dios quiso instrumento para llevar las almas a la vida eterna, las está matando espiritualmente en su propio seno por la traición de sus propios ministros. De la enemistad de los adversarios de Cristo no se libra ni su Santísima Madre, cuya maternidad odia Satanás, porque por medio de Ella la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre para redimirnos. Si somos amigos de la Santísima Virgen, sus enemigos son nuestros enemigos, según estableció el Señor en el Protoevangelio: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje» (Gén. 3,15).

    A mis hermanos en el episcopado les recuerdo que fueron ungidos con el crisma para ser atletas de la Fe, no espectadores neutrales del enfrentamiento entre Dios y el adversario. Ruego que a los pocos pastores valerosos que alzan la voz para defender los principios sagrados y no negociables establecidos por el Señor en la ley natural se unan todos cuantos hoy vacilan por temor o por un falso sentido de prudencia. Tened la gracia de estado para que os escuche la grey que reconoce en vosotros la voz del verdadero Pastor (Jn. 10,2-3). No tengáis miedo de proclamar el Evangelio de Cristo, como tampoco lo tuvieron los Apóstoles ni los obispos que les sucedieron para afrontar el martirio.

    A los fieles desorientador por el silencio de tantos pusilánimes les pido que eleven sus oraciones al Cielo invocando al Paráclito las gracias que sólo el Espíritu Santo puede infundir en los corazones endurecidos y rebeldes: Lava quod est sordidum, riga quod est aridum, sana quod est saucium. Flecte quod est rigidum, fove quod est frigidum, rege quod est devium. Ofreced sacrificios, penitencias y los dolores de la enfermedad por la Iglesia y por vuestros pastores.

    Hace poco entrevisté a la mujer del ex candidato al Tribunal Supremo Robert Bork, que habló de la falta de apoyo a la Iglesia por parte de su marido durante sus escandalosas audiencias; también mencionó brevemente que el ataque fue organizado por el católico republicano Teddy Kennedy. ¿Qué opinión le merecen los ataques de que está siendo objeto la jueza Barret, en particular a causa de su fe?

    El odio del mundo, cuyo príncipe es Satanás (Jn.12,31), es la más evidente retractación del sueño utópico de Fratelli tutti. No puede haber fraternidad entre los hombres si se prescinde de la paternidad común del único Dios verdadero, uno y trino. Quienes predican la igualdad y equivalencia de los derechos hasta llegar a dar carta de naturaleza al error y el vicio se vuelven intolerantes en cuanto ven que está en peligro el poder usurpado, en cuanto un político católico, en nombre de esa igualdad de derechos, quiere dar testimonio de su fe al legislar y gobernar. Así, la tan deseada fraternidad sólo se da entre los hijos de las tinieblas, excluyendo necesariamente a los hijos de la luz u obligándoles a renegar de su identidad. Es además significativo que la única declaración de dicha fraternidad esté al parecer fundada en el rechazo a Cristo, en tanto que se considera imposible una verdadera y santa fraternidad en el vínculo de la Caridad «en la justicia y santidad de la verdad» (Ef. 4, 24).

    Al recibir la Confirmación el católico se convierte en soldado de Cristo: el soldado que no combate por su Rey y decide aliarse al enemigo es un traidor, un renegado, un desertor. Den, pues, los políticos y todos cuantos ejercen cargos públicos testimonio de Aquel que derramó su sangre por ellos; no sólo obtendrán las gracias necesarias para cumplir su función pública, sino que darán ejemplo a sus hermanos y se harán acreedores al premio eterno, que es lo único que verdaderamente importa. «Te nationum praesides honore tollant publico; colant magistri, judices, leges et artes exprimant»8.

    11 de octubre de 2020

    Fiesta de la Divina Maternidad de María Santísima, domingo XIX después de Pentecostés


    https://adelantelafe.com/vigano-frat...-y-de-caridad/
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  6. #6
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    Re: Tutti Fratelli y tutti contenti

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Por vía de whatshapp me llega hoy la homilía de ayer, día 18 de octubre, del Papa Francisco. Aparte de dejarme frío, lo cierto es que nada de lo que aparece en el texto de sus palabras me sorprenden y no me resisto a transcribirlas.

    "Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir enojado a veces, pero no olvides que tu vida es la empresa más grande del mundo. Sólo tú puedes evitar que se vaya cuesta abajo. Muchos te aprecian, admiran y aman. Sí repensabas que ser feliz es no tener un cielo sin tormenta, un camino sin accidentes, trabajar sin cansancio, relaciones sin desengaños, estabas equivocado. Ser feliz no es sólo disfrutar de la sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza.No es sólo celebrar los éxitos, sino aprender lecciones de los fracasos. No es sólo sentirse feliz con los aplausos, sino ser feliz en el anonimato.

    La vida vale la pena vivirla, a pesar de todos los desafíos, malentendidos, periodos de crisis. Ser feliz no es un destino del destino, sino un logro para quien logra viajar dentro de sí mismo. Ser feliz es dejar de sentirse víctima de los problemas y convertirse en el autor de la propia historia, atraviesas desiertos fueran de tí, pero logras encontrar un oasis en el fondo de vuestra alma. Ser feliz es dar gracias por cada mañana, por el milagro de la vida. Ser feliz es no tener miedo de tus propios sentimientos. Es saber hablar de tí. Es tener el coraje de escuchar un 'no'. Es sentirse seguro al recibir una crítica, aunque sea injusta. Es besar a los niños, mimar a los padres, vivir momentos poéticos con los amigos, incluso cuando nos lastiman.

    Ser feliz es dejar vivir a la criatura que vive en cada uno de nosotros, libre, feliz y sencilla. Es tener la madurez para poder decir: 'me equivoqué'. es tener el valor de decir 'perdón'. Significa tener la sensibilidad para decir: 'te necesito'. Significa tener la capacidad de decir: 'te amo'. Que tu vida se convierta en un jardín de oportunidades para ser feliz. Que tu primavera sea amante de la alegría. Que seas un amante de la sabiduría en tus inviernos. Y cuando te equivoques, empieza de nuevo desde el principio. Sólo entonces te apasionará la vida. Descubrirás que ser feliz no es tener una vida perfecta.

    Pero el uso de las lágrimas es para regar la tolerancia. Utiliza las pérdidas para entrenar la paciencia. Usa errores para esculpir la serenidad. Usa el dolor para pulir el placer. Usa obstáculos para abrir ventanas de inteligencia. Nunca te rindas... Nunca te rindas con las personas que te aman. Nunca renuncies a la felicidad, porque la vida es un espectáculo increíble." (Papa Francisco)


    La verdad es que no sé dónde tengo guardado el diván. Una sola palabra, una sola que hablase de Dios, del amor del Hijo por todos nosotros, porque ¿a quién hay que agradecer cada mañana el milagro de la vida? Y eso de... "no tener miedo de tus propios sentimientos" ¿a qué se refiere, tal vez a eso de "salir del armario"? Aunque igualmente puede ser mirar con todo lujo pecaminoso a la despampanante que camina delante o con la que nos cruzamos en la calle.

    Después de una encíclica "papal" de 70 páginas en las que se excluye a Dios, viene al poco una homilía totalmente absurda y vacía de contenido, más propia de un psiquiatra o un psicólogo, y ante la cual yo me planteo ¿y a mí que me cuenta? Yo lo que quiero para ser feliz es que me hable cde Dios, que me dé esperanzas de salvación eterna, eso es lo que me hace feliz, de lo demás en esta vida corta y perecedera de tres días, ya me ocupo yo.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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