«Pro perfidis Judaeis»
El Cristo en casa de Anás, José de Madrazo
PUBLICADO POR: CIRCULO TRADICIONALISTA GENERAL CARLOS CALDERON - GRANADA ABRIL 3, 2021
Los judíos tienen la costumbre de recitar tres veces al día la famosa «oración de la Sinagoga», conocida como Shemoné Esré o dieciocho bendiciones, composición al parecer creada por el Sanedrín tras su erección en la época de Esdras (siglo V a. C.).
Pero la que hoy día recitan los judíos consta en realidad de 19 partes: Samuel Kakkaton, miembro de la cámara de los escribas del Sanedrín que condenó a muerte a N. S. Jesucristo, creó pocos años después una imprecación contra los cristianos, la cual fue aceptada y añadida por dicha Asamblea a aquella «oración».
Se trata de la también famosa birhhat haminim o «bendición de los impíos». Esta peculiar «bendición» decimonovena dice así: «¡No haya para los apóstatas de la religión ninguna esperanza, y perezcan de repente todos los infieles, sean quienes sean! ¡Sea arrancado de raíz el reino del orgullo, y desaparezca rápidamente de nuestros días! ¡Bendito sea, oh Señor Dios, todo el que destruye a los impíos y humilla a los soberbios!».
Esta maldición ya era conocida en tiempos de San Jerónimo, quien afirmaba al respecto: «los judíos anatematizaban tres veces al día en todas las sinagogas el nombre cristiano, bajo la denominación de nazareno».
Los sucesivos Reyes hispánicos, tras la conversión de Recaredo, y siguiendo las directrices de la Santa Sede, siempre tuvieron mucho cuidado al controlar en todo momento a las poblaciones judías existentes en sus Reinos, y así queda reflejado en su extensa y minuciosa legislación penal al respecto.
El Fuero Juzgo consagra su último Libro XII a «Devedar los tuertos, e derraygar las sectas e sus dichos», dedicando casi todas sus Leyes a la secta judaica. Posteriormente, y ciñéndonos a la legalidad o foralidad castellana, Alfonso X destina a los judíos todo el Título 24 de su 7ªPartida, así como todo el Título 1, Libro 4 de su Fuero Real
Y, finalmente, el corpus del Ordenamiento Real de los Reyes Católicos recopila en su Título 3, Libro 8, las Leyes concernientes a los judíos, entre las cuales cabe destacar la número 34 titulada «Que los Judíos quiten de su Talmud las maldiciones y oraciones que decían contra las Iglesias y Christianos», sancionada por el Rey Juan I en Valladolid en 1387, que prohíbe expresamente, como vemos, la susodicha «oración de la Sinagoga».
Toda esta ingente legislación penal, dirigida a proteger los supremos derechos de Dios (en primer lugar), y el derecho de los cristianos hispánicos (en segundo lugar), quedó reducida a prácticamente una sola Ley tanto en la Nueva Recopilación como en la Novísima.
Estamos hablando, por supuesto, de la nunca suficientemente ponderada Pragmática de los Reyes Católicos, sancionada en Granada el 30 de Marzo de 1492 sobre «Expulsión de todos los judíos de estos Reynos; y prohibición de volver a ellos», quedando así obsoleto todo el derecho precautorio de sus antecesores por falta ya de objeto una vez solucionado de raíz el problema judaico en suelo hispánico. Huelga decir que esta Pragmática (recopilada en la Ley 2, Título 2, Libro 8 de la Nueva; y en la Ley 3, Título 1, Libro 12 de la Novísima) mantiene a día de hoy su pleno vigor de iure.
A la maldición de los judíos contra los cristianos, nosotros contestamos con la no menos conocida piadosa oración del Viernes Santo, donde, sin perjuicio de las garantías protectoras dadas por nuestra tradicional legalidad contra las insidias judaicas, rogamos sinceramente por su conversión y eterna salvación.
Como es bien sabido para todo verdadero cristiano, dicha oración reza así: «Oremos también por los pérfidos judíos: para que Dios Nuestro Señor quite el velo de sus corazones, y ellos también reconozcan a Nuestro Señor Jesucristo. Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de Tu misericordia aun a los pérfidos judíos: oye los ruegos que Te hacemos por la ceguedad de aquel pueblo, para que, conociendo la luz de Tu verdad, que es Cristo, sean libertados de sus tinieblas».
Por desgracia, el actual ecumenismo no sigue esta misma pastoral religiosa con respecto a los actuales judíos. Más bien parece orientada a querer confirmarles en su error. A día de hoy es común creer, en contra de toda la tradición eclesiástica, que «los judíos son todavía muy amados de Dios a causa de sus padres» o que «¡No se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Escrituras!» (Nostrae Aetate). Sin embargo, Cristo en persona, por haber sido rechazado por ellos, no les consideraba hijos de Abraham (Juan 8, 38-40), sino «hijos del diablo» (Juan, 8,44; Mt, 27, 31-35), los cuales asesinaron injustamente a Dios y echaron Su sangre sobre sí y sus hijos (Mt, 27, 25).
Félix M.ª Martín Antoniano, Círculo General Calderón de Granada
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